La otra "división" española al servicio del III Re

Historia Militar 1939-1945.

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josé luis
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La otra "división" española al servicio del III Re

Mensaje por josé luis »

¡Hola a todos!

No creo que sea tan conocida como la historia de la División Azul, pero la Delegación Nacional de Sindicatos envió otra “división” para contribuir al esfuerzo de la causa alemana: un contingente de trabajadores para las fábricas alemanas.

Era una “división” sin color político, a diferencia de los primeros voluntarios de la División Azul, aunque toda la operación era un claro exponente de la política exterior franquista. Comenzó con el requerimiento alemán del pago de la deuda prestada durante la Guerra Civil, apuntando en 1941 que el envío de trabajadores podía ser una buena solución para ir saldando la deuda. Parece ser que los jerarcas nazis tuvieron mayor interés en el envío de trabajadores españoles a las fábricas alemanas que en la continuidad de la División Azul en el Frente Oriental.

El Gobierno español aceptó la propuesta, si bien sin mucho entusiasmo; pero las relaciones políticas con los nazis, la situación económica española y el paro fueron determinantes a la hora de aceptar el envite alemán.

El 1 de junio de 1941 el diario Arriba informó de la firma de “un acuerdo de intercambio de trabajadores entre el Frente Alemán del Trabajo y los Sindicatos de la Falange”, pero en realidad no se trataba de ningún intercambio de trabajadores, sino del envío de trabajadores españoles para contribuir al esfuerzo de guerra alemán.

El convenio germano-español se formalizó el 22 de agosto de 1941. El octubre de 1941 la Delegación Nacional de Sindicatos publicó las supuestas “Condiciones para el trabajo de productores españoles en Alemania”. Teóricamente: “Disfrutarán de todos los derechos de los trabajadores alemanes, jornales de 2,60 a 3,90 pesetas por hora y vacaciones anuales de 21 días. Descontado el coste de la alimentación, 43 a 60 pesetas, el resto podría ser enviado a las familias”, que debían permanecer en España. La inscripción debía realizarse en las oficinas de colocación de la Central Nacional Sindicalista, admitiendo solamente hombres (que no se cumplió) con contratos de dos años de duración. Se daba por supuesto que los trabajadores firmarían contratos individuales con los representantes empresariales alemanes, que viajarían en trenes y autobuses gratuitos hasta Alemania e ingresarían en el Frente Alemán del Trabajo. Las autoridades españolas publicitaron por la labor:

En consecuencia disfrutarán también de las ventajas de la organización La Fuerza por la Alegría en lo que respecta a actos deportivos, excursiones, veladas artísticas, visitas a bibliotecas, museos y lugares típicos de la región, veladas teatrales, emisiones especiales de radio, etc. Asimismo disfrutarán de todos los seguros sociales en vigor en el territorio del Reich y los que proporciona el Frente Alemán del Trabajo, estando por tanto asegurada su asistencia en caso de enfermedad”.

No dejo de ironizar sobre las paradojas de esos tiempos que, en algunos aspectos, todavía se dan actualmente. Pero da una idea del nivel de vida española los supuestos incentivos de “escuchar emisiones especiales de radio”, “visitas a bibliotecas”, etc. Lo único que yo recuerdo (y eso sin asistir jamás, tan sólo por referencias de mis hermanos) de la Falange de los años sesenta eran los campamentos de la OJE y las organizaciones deportivas. En fin, me estoy desviando.

La realidad de lo que sucedió, sin embargo, fue bien diferente. Dejemos que lo cuente José Luis Rodríguez Jiménez, del Departamento de Humanidades de la Universidad Rey Juan Carlos, cuya obra “Historia de la Falange Española de las JONS”, Alianza Editorial, Madrid, 2000, es la fuente de este topic:

[Gracias al apoyo de Serrano, los negociadores alemanes habían conseguido que los ahorros de los trabajadores (españoles) fueran a parar a una cuenta especial en Berlín (la denominada Caja de Compensación) que tenía como objetivo amortizar la deuda española, “cuyo montante se desconocía y cuya naturaleza no era aceptada en todos los casos”. Mientras tanto, tal y como recoge el convenio firmado en agosto, sería el Estado español, a través del Instituto Español de Moneda Extranjera, el encargado de pagar a los familiares de los trabajadores españoles con destino en las fábricas alemanas el contravalor en pesetas de su rendimiento en marcos. El Estado español asumía la tarea del reclutamiento y revisión médica de los trabajadores, la entrega de un vestuario adecuado al clima alemán a quien lo necesitase, y su transporte hasta Hendaya. Acuerdos similares habían sido ya firmados por Alemania con Checoslovaquia, Bulgaria, Hungría y Rumania, es decir, naciones bajo la ocupación militar alemana. En cambio, España fue el único país no ocupado o con un gobierno títere de los nazis que suscribió un acuerdo de este tipo. Para hacer efectivo el acuerdo el gobierno creó por decreto la Comisión Interministerial para el Envío de Trabajadores a Alemania, en la que el principal papel era desempeñado por los ministerios de Asuntos Exteriores y Trabajo, y por la Delegación Nacional de Sindicatos.

Lo más grave de todo es que los españoles que comenzaron a llegar a Alemania tuvieron que afrontar una situación que en poco se parecía a lo que les había sido prometido: largas jornadas de trabajo, pésimo alojamiento en la mayoría de las ocasiones y poca y mala comida. De las diversiones prometidas no hubo nada. Pues la propaganda nazi con la que en ocasiones se les bombardeó no podía ser considerada un entretenimiento. La embajada española en Berlín cursó varias protestas que en escasa medida fueron atendidas.

La primera expedición partió para Alemania el 24 de noviembre de 1941. La componían 500 trabajadores de Madrid y Huelva (una de las provincias más afectadas por el paro y escasez de alimentos) que partieron de la capital de España, siendo despedidos por Girón, entre vivas a Hitler y Franco. Otras expediciones fueron saliendo para Alemania desde Madrid y Barcelona con una periodicidad semanal hasta el 15 de diciembre. Había 25.000 españoles inscritos para trabajar en Alemania, pero afortunadamente la difícil situación económica por la que atravesaba España sólo permitió dar salida a 4.200 obreros, y una vez que el gobierno tuvo conocimiento de la penosa situación que debían afrontar, los envíos fueron paralizados.

Pero al mismo tiempo el gobierno hizo todo lo posible para ocultar esa realidad. Además, ante las presiones alemanas, procedió a abrir de nuevo las oficinas de contratación. A finales de enero de 1942, Pueblo, Diario del Trabajo Nacional, el órgano de la Delegación Nacional de Sindicatos, publicó una supuesta carta de uno de estos obreros a sus familiares. Esta misiva pretendía no sólo estimular a nuevos candidatos sino muy especialmente tranquilizar a los familiares de quienes ya estaban en Alemania en relación a las condiciones de trabajo. El desconcierto y la inquietud había llegado a muchas familias después de que los grupos comunistas que operaban en la clandestinidad difundieran una serie de panfletos destinados a desanimar a los trabajadores en paro de cara a una posible marcha a la Alemania nazi. Un redactor de Pueblo describía así la carta que supuestamente había llegado a sus manos:

El joven productor, que era aprendiz y había ascendido a mecánico ayudante, enumera la comida, sana y abundante, que reciben, y las comodidades de que los españoles están rodeados en el campamento –que es un gran hotel en el campo- (…) Describe a continuación las iglesias de la capital, así como la catedral, en la que oyen misa los domingos los productores españoles, y dirigiéndose a sus padres dice que tienen que sentirse satisfechos por haberle permitido ir a la nación amiga, ya que merced a ello adquirirá un alto grado de perfección en su especialidad y aprenderá un idioma, con lo cual podrá ser útil en el futuro a la querida Patria española (…) En conjunto, el escrito, que rezuma encantadora ingenuidad, es un elevado exponente del entusiasmo de nuestros productores en Alemania y constituye un mentís a las falaces afirmaciones de sospechosos elementos extraños” (Pueblo, 31-1-1942, p.4)

En febrero Pueblo proseguía esta campaña de propaganda, señalando que los trabajadores acababan de enviar sus primeros ahorros a sus familias. Este mismo mes procedió a insertar un artículo que no era sino pura propaganda nazi, firmado por la agencia internacional Arco Spes: “Los obreros que carecían de trabajo en su país se han trasladado a otro para en él aportar el concurso de sus brazos a la liberación económica del Continente”; según este texto estaban disfrutando de “pequeñas casas o barracas”, calefacción, duchas, juegos, deportes, bibliotecas en sus respectivas lenguas, actuaciones de teatro y “music-hall” y sesiones cinematográficas.]

En fin, José Luis Rodríguez sigue describiendo las “maravillas” que se les vendían a los incautos españoles que fueron a dejar su sudor a Alemania. Entre mayo y septiembre de 1942 partieron para Alemania otros 4.000 españoles, y como algunos de los integrantes de esta partida y de la anterior fueron devueltos por enfermedad o por “indeseables”, a finales de 1942 había en Alemania 6.253 trabajadores españoles, de los que, al menos, 259 eran mujeres. Se continuaron enviando trabajadores españoles, pero su número en Alemania nunca superó los 10.000.

En diciembre de 1942 había regresado a España los primeros trabajadores en permiso de Navidad, y un gran número de ellos no regresó de vuelta a su trabajo alemán.

A lo largo de 1943 comenzaron a desaparecer las peticiones del gobierno español para la recluta de trabajadores españoles con destino a Alemania. A principios de 1944 se repatriaron unos 5.000 trabajadores, de modo que en abril de 1944 sólo quedaban unos 3.000 españoles en Alemania. Una pequeña cantidad se evacuó gracias a los oficios del embajador español y el resto, una vez terminada la guerra, serían repatriados por organizaciones internacionales que estaban bajo el control de los vencedores.

La prensa española no proporcionó ni una sola información sobre estos acontecimientos. Tan sólo el 31 de octubre de 1947 la Subsecretaría de Educación Popular, al dar cuenta de lo tratado en el Consejo de Ministros de ese día, apuntó que el Ministerio de Asuntos Exteriores había elaborado un ‘informe sobre la repatriación de españoles residentes en Alemania’. Incluso el paso de obreros españoles por la Alemania nazi fue borrado de la memoria histórica oficial del franquismo. Cuando el diario Pueblo informó a sus lectores, en su primera página del 12 de diciembre de 1945, de los ‘cargos en Nuremberg por el empleo de trabajadores extranjeros en la industria bélica alemana’, no ocultó que menos del 5 por ciento de esos obreros había acudido de forma voluntaria y que muchos de ellos habían sido conducidos a la Alemania nazi haciendo uso de métodos ‘brutales’. Consignó la existencia de 6.691.000 extranjeros trabajando para el Tercer Reich, de los cuales 4.795.000 eran personas civiles, entre ellas 1.900.000 rusos, 764.000 franceses, 274.000 holandeses, 183.000 belgas. Y el resto ‘pertenecía a otras nacionalidades’” (Ibid, p. 386)

Saludos cordiales
José Luis


“La autoridad del Estado no puede existir como un fin en sí mismo, ya que en tal caso todas las tiranías de la Tierra serían inatacables y quedarían consagradas. Si un Gobierno recurre a la fuerza para llevar a un pueblo a la ruina, la rebelión no es sólo un derecho, sino un deber para cada ciudadano de ese pueblo” (Adolf Hitler, “Mi Lucha”).
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