Veamos, es la primera vez que intento hacer una crítica sobre un libro, por lo que espero una cierta indulgencia (y las críticas necesarias para mejorar serán bienvenidas, las demás las escribís en una libreta y la tiráis por la ventana) y me ha tocado la lotería (o el marrón según el punto de vista de alguno) de hacerlo con la obra de nuestro estimado ...... (añádanse los cumplidos suplementarios que se deseen) Lutzow o, como figura en su DNI, Carlos Ruiz Mateo.
Tras el necesario enunciado autoexculpatorio por si no gusta la crítica nos metemos en harina.
El libro en un primer momento, no voy a negarlo, me pareció pequeño, similar en tamaño, que no en extensión, al más antiguo de Valentín Ruesga Herreros editado por San Martín, conocida por muchos y en la que yo empecé a introducirme en el estudio más serio de la Historia Militar. Digo en un primer momento porque luego la parte más analítica (la que siempre intenta sacarme de los problemas en los que me meto por dejarme influir por la primera impresión) me dio un tirón de orejas y me hizo ver que es la primera vez que alguien se dedica a esta tarea y enfocada en exclusiva a uno de los bandos. Y tiene una brumadora ventaja sobre la ya, algo antigua, edición de San Martín. Un más que excelente apartado gráfico con numerosas fotografías de la época de cada buque unidas a croquis que explican la disposición del blindaje, daños sufridos (o causados) y varios perfiles de cada buque.
He citado el libro de San Martín y me sabría mal no hacerlo con otro, posterior, de Manuel Rodríguez Gabarrús, pero, de nuevo, más generalista, editado (al menos el ejemplar que yo tengo) por Real del Catorce.
Al contrario que las obras citadas esta nos presenta, tras una breve introducción y un somero prólogo dedicado a explicar las diferencias entre crucero protegido, acorazado y de batalla, las ajetreadas vidas de los Schlachtkreuzer de la Armada Imperial Alemana y lo hace buque por buque, con narraciones que dan cuenta de su participación en las diversas operaciones emprendidas por la Kaiserliche Marine en el transcurso de la Primera Guerra Mundial y terminando con su triste final, pues sólo uno de los buques, el Lutzow, terminaría sus días hundido en una acción militar (bien cierto que fue por los propios alemanes al quedar el buque incapaz de navegar por sus propios medios hasta su base), siendo el soplete (previo hundimiento de todos los cruceros de batalla alemanes supervivientes excepto el Goeben/Yavuz Sultan Selim) su destino final a despecho de una oferta para que la antigua RFA comprase el último buque a flota de la antigua armada imperial alemana.
Aún así, con excepción lógica del Goeben, la mayor parte de los cruceros de batalla alemanes participaron (salvo alguno sometido a mantenimiento o reparaciones) en cada una de las grandes salidas de la Armada Imperial germana protagonizando bombardeos costeros, acciones navales bien en el Mar del Norte o en el Báltico, la batalla de Jutlandia (como ya se ha mencionado, aquí termina la historia del Lutzow), la Operación Albión en el Báltico y la última gran salida (en falso) de la Armada Imperial antes de su más triste navegación rumbo a Scapa Flow donde permanecería internada hasta su autohundimiento el 21 de junio de 1919.
La lectura de cada capítulo (por definirlos así) es encabezada con la descripción técnica del buque, si bien, en el caso de los pertenecientes a la clase Moltke y Derfflinger sólo se hace en el primero de cada clase, citándose en el caso de los posteriores las posibles diferencias con el (o los) precedentes.
El autor además indica claramente el error que supuso la construcción del crucero acorazado Blücher (que precede a los cruceros de batalla alemanes), derivado de una serie de datos erróneos recopilados por la inteligencia naval alemana y que nacería obsoleto, pero que participaría, hasta su final en la batalla de Dogger Bank, de todas las misiones llevadas a cabo pos los cruceros de batalla alemanes encuadrados en el bautizado como I Grupo de Exploración.
Si tiene una ventaja el libro es por la facilidad narrativa del autor, que me encanta. Se hace muy ameno de leer y destaca especialmente en el pormenorizado relato que hace de las acciones de combate en las que se vio envuelto cada buque, con explicaciones acerca de la capacidad de cada buque enfrentado, los aciertos (y fallos) de cada bando enfrentado.
Pongámonos a contemplarlo un poco en detalle.
El relato de las acciones de cada buque (en orden cronológico) empieza por lo más importante: su diseño. ¿De dónde sale la idea? ¿Qué medios se emplearon? ¿Era igual o mejor que sus rivales? son algunas preguntas que nos suelen asaltar cuando tratamos alguna máquina militar.
Cada buque (o serie corta) tiene su propio capítulo que podemos dividir claramente en: antes de la contienda (la clase Derfflinger excluida), durante ésta hasta Jutlandia, la batalla de Jutlandia y acciones tras ésta importantísima acción.
De tal forma que podemos ver las acciones emprendidas por los alemanes y el intento por su parte de lograr atraer a una fracción de la Gran Flota británica en condiciones favorables para los primeros y causarle los suficientes daños (y en el mejor de los casos, hundir) en buques como para que la diferencia entre acorazados entre ambos bandos fuera lo suficientemente igualada (de nuevo en el mejor de los casos ligeramente favorable a los alemanes) como para buscar la batalla decisiva que pusiera fin al predominio naval inglés y permitiera a los alemanes romper el bloqueo que los asfixiaba lentamente.
La descripción de los combates es, sin ningún género de dudas, uno de los puntos fuertes del libro, que, aunque vaya destinado a lectores con un cierto nivel de conocimiento, puede ser lo suficientemente ameno como para atrapar la atención del neófito e introducirle en un nuevo campo para que disfrute investigando por su cuenta.
También lo es el detallado informe de daños y las bajas humanas sufridas en cada buque en sus distintas participaciones.
Especialmente ilustrativo es el relato del Goeben/Yavuz, en el que incluso aparece una cita de Churchill mencionando que pocos buques han causado tantas muertes como ese crucero de batalla alemán. Las acciones del contraalmirante Souchon, encargado de la Escuadra del Mediterráneo, sus hábiles maniobras para burlar a sus perseguidores, los errores que cometieron éstos y su entrada en los Dardanelos están narrados de una manera magnífica, como también las acciones en las que participaría en el Mar Negro y el Mediterráneo, en especial su pugna con la potente flota rusa del Mar Negro que le causaría no pocos problemas a Turquía tras su entrada en la guerra de lado de los Imperios Centrales. Fue el último representante de los buques alemanes pertenecientes a la Armada Imperial.
Tiene un importante papel en la narración la actuación del Seydlitz en la batalla de Dogger Bank, en el que sería el primer combate entre los buques nacidos a partir de la revolución que en la tecnología naval supondría el advenimiento del acorazado Dreadnought.
En el relato de lo ocurrido a bordo del Seydlitz nos damos cuenta de la importancia de extraer las conclusiones correctas tras un combate. La principal que vieron los alemanes fue la necesidad de incrementar la seguridad en el manejo de los propelentes y de aumentar los sistemas de compartimentación de las torres de artillería principal para impedir que un disparo afortunado ocasionase la pérdida de la nave y gran parte (o la totalidad) de su dotación. La única que sacaron los ingleses fue mejorar la comunicación entre sus naves, dado doble fallo que permitiría la retirada de los cruceros de batalla alemanes mientras los ingleses se cebaban con el desgraciado Blücher y el error que permitiría disparar a un crucero de batalla alemán casi a placer al no ser tomado como blanco por ninguno de sus enemigos (superiores en número), errores que no sólo no se subsanaron, sino que repitieron en Jutlandia.
La disposición de esas medidas permitiría que los alemanes no perdieran ninguno de sus slachtkreuzer por un disparo que afectase a las torres de artillería, la cámara de maniobra (situada bajo la torre) y las diversas santabárbaras.
Se podría considerar que el Seydlitz fue un buque afortunado, pues sufriría daños a causa de un torpedo lanzado por un submarino británico que bien pudo ocasionar la voladura de la nave o daños muy graves como poco, al impactar en una de las salas de torpedos del buque, que ocasionaría daños en algunos de los torpedos estibados.
También hay que estar atentos, pues si efectuamos una lectura apresurada nos puede dar la impresión de que el autor ha equivocado las fechas situando Dogger Bank después de Jutlandia o que los alemanes eran adivinos, pero es simplemente el uso de una figura sintáctica.
Es en la vida operativa del Lutzow donde mejor retrata el autor la tozuda resistencia de los cruceros de batalla alemanes y el acierto de optar por una construcción más pesada y maciza por parte de los diseñadores alemanes, que, con el uso de piezas de artillería de menor calibre que las británicas, y aunque sus plantas motrices eran, en comparación, menores en tamaño (en relación al peso total del buque) eran más que capaces de permitir velocidades teóricas superiores a los veinticinco nudos con un máximo de hasta unos 28-29, dependiendo del buque, condiciones del mar, la calidad del carbón, etc. Nada que envidiarle a sus rivales británicos... y su protección era similar o superior a alguna de las clases de acorazados de la Royal Navy, dejando de lado la idea del Primer Lord del Almirantazgo, Jack Fisher acerca de que "la velocidad es coraza". Los alemanes demostraron que un crucero de batalla podía ser a un tiempo un buque rápido, bien armado y protegido, más que capaz de ocupar su sitio en la línea de batalla de acorazados y de sacudir al mismo tiempo que encajar.
También hace hincapié en el hecho de un fallo de diseño de los cruceros de batalla alemanes: su castillo de proa resultaba muy vulnerable a las inundaciones si sufría daños de combate, como fue el caso del Lutzow.
En el encabezado de la Clase Derfflinger, la mejor diseñada por los alemanes y por la que el autor (no es caso único) siente una más que especial predilección se ve un fallo en una ilustración del esquema del buque, al corresponder la leyenda con las características del Seydlitz más que con la clase que vemos ilustrada.
Es, sin ningún género de dudas, una más que meritoria adquisición para cualquiera que desee saber no sólo sobre la Primera Guerra Mundial en el mar, vista desde una clase de buques y desde uno de los bandos implicados. El autor tampoco evita ser crítico con las decisiones políticas que llevarían, al final, a la derrota alemana y al hundimiento, el 19 de junio de 1919, de los buques internados en Scapa Flow.
“¿No es extraño?; los mismos que se ríen de los adivinos se toman en serio a los economistas”. Anónimo
“Los políticos son siempre lo mismo. Prometen construir un puente aunque no haya río”. Nikita Jruchev
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Ab insomne non custita dracone