Luego del viaje por las tinieblas que fue el libro de Guadalcanal de Hérubel, este libro vino como agua fresca. Los aficionados y profesionales de la historia militar ( de la historia en general) que se interesen en la vida y sucesos alrededor del cabo bohemio deben de leer este libro. Ryback, un historiador de la Académie Diplomatique Internationale y el Salzburg Global Seminar. Se dio a la tarea de responder a una pregunta simple ¿Qué era lo que leía Hitler?.
El autor busca responder a esa pregunta en este libro, que vio primero la luz en el 2008 como “Hitler’s private library” y en el 2010 en nuestro idioma gracias a la editorial Destino. El libro tiene unas 380 páginas, fotos a b/n y en general es una traducción correcta, sin vicios.
Ryback se dio a la tarea de revisar los catálogos de la biblioteca del congreso de los EEUU en Washington, donde se topo con un tesoro. Resulta que las colecciones de libros personales de Hitler, tanto en Berlín como en el “nido de águila” de Berchtesgaden, se habían requisado y la gran mayoría quedaron a resguardo en los archivos de esa institución.
Ryback se encontró con un catálogo mas de 15,000 títulos. Obviamente no todos pudieron ser recuperados, pero del material sobreviviente surgen diferentes cosas. Como con cualquier personalidad de renombre, había gran cantidad de libros que no parecían haber sido siquiera abiertos, en muchos casos regalos, pero tanto esos como los que si habían sido abiertos y leídos (y de esos varios anotados y subrayados), se pinta un panorama fascinante.
En base al estudio de ese material, el autor hace un análisis muy interesante sobre ese aspecto de la personalidad del cabo, algo de eso ya se sabía por medio de algunos de sus biógrafos, como su afición a Karl May, pero resulta sorprendente saber que el tipo detestaba lo escrito por Rosemberg, y que al parecer su ultima gran lectura fue una biografía de Federico el Grande de Carlyle. Por supuesto autores como Goethe, Nietzsche, Schiller, Kant y Shopenhauer tenían su lugar entre los títulos mas “tocados”, otros tampoco sorprenden, pero llaman la atención, como Ford con su tristemente célebre “Judio Internacional”, las tétricos tratados eugenecistas de Madison Grant y los tenebrosos estudios raciales de Hans Gunther. Así mismo, parece que lo mismo leía a Cervantes que a Swift.
Era pues un lector voraz, muchas veces no de calidad, pero distaba de ser alguien ignorante. El autor se lamenta que hay bastantitas obras de las que solo se tiene alguna pista o registro fotográfico pero que no sobrevivieron a la guerra, pero repito, el material que quedo alcanza para darse una idea más amplia de lo normalmente manejado sobre el tirano mas dañinos, probablemente de quien mas se ha escrito y a la vez con mas interrogantes del siglo XX.
Da gusto ver que afortunadamente hay conjunciones, la obra es buena, y el trabajo de la editorial al traerlo a nuestro idioma tambien.
