“Napoléon III”.
Pierre Milza.
706 páginas.
Ediciones Perrin.
París, 2004.
La fascinación que desprende Napoleón I, su fulgurante y novelesco reinado, ha oscurecido de manera injusta el Segundo Imperio francés. El historiador Pierre Milza consagra esta biografía a su fundador, Luis Napoleón Bonaparte.
Estudios genéticos posteriores a su publicación parecen confirmar la sospecha, muy común desde el nacimiento, de que en realidad no era hijo de Luis, rey de Holanda, pero a efectos prácticos carece de importancia. Luis Napoleón nunca dudó de ser un Bonaparte y de que estaba llamado a los más altos designios.
El libro nos va detallando las etapas de su vida. Su niñez en el exilio, con la única tutela de su madre. Su lucha en Italia contra los austriacos durante la revolución de 1830, en la que murió su hermano. Los primeros manejos políticos, las fracasadas conspiraciones, su condena en el fuerte de Ham y su fuga. Cómo, tras la caída de Luis Felipe, jugó con habilidad sus cartas y fue nombrado presidente para más tarde acabar con la república y convertirse en emperador.
Se describen con profundidad las diversas fases de su reinado, la política exterior, las medidas económicas y sociales, las obras públicas... No se olvida de la emperatriz, del entorno cortesano ni de los colaboradores políticos.
Se narra por fin su caída, el postrero exilio y sus últimos años. Acaba exponiendo brevemente la posterior suerte del bonapartismo hasta su desaparición.
Napoleón III era un personaje complejo: taciturno, confiado en su buena estrella, populista, demagogo, solapado y hábil, mujeriego, amante del lujo y los refinamientos, defensor de la soberanía popular y de la autodeterminación de los pueblos a la vez que del “orden” y de un régimen autoritario.
Vituperado por los intelectuales de su tiempo, con Víctor Hugo a la cabeza, que lo tachó de “Napoleón el pequeño”, denostado por la tercera república, solo a partir de mediados del siglo XX se ha ido imponiendo una visión más equilibrada de su persona y obra.
Pierre Milza consigue capturar las diversas facetas de su carácter, al mismo tiempo que presenta con brillantez las circunstancias históricas que atravesó y la naturaleza y evolución del Segundo Imperio.
El volumen se complementa con un cuadernillo de ilustraciones y tres mapas: de Sebastopol y su entorno, del norte de Italia, y de Sedán.
Por todo lo dicho resulta un trabajo imprescindible, aparte de para quienes deseen saber más sobre el biografiado, para los amantes de la historia de Europa durante la segunda mitad del siglo XIX.
Desgraciadamente este volumen no ha sido traducido al español. Los que se animen a leerlo en la lengua de Molière han de saber que el estilo de Milza es claro y preciso, y el vocabulario no ofrece excesivos problemas.
