“1812. El fin de la Grande Armée. Crónica de la campaña de Rusia”.
Eugène Labaume.
Título original: “Relation circonstanciée de la campagne de Russie en 1812”.
Traducción, introducción y notas: Juan Pablo Lasterra Antuñano.
291 páginas.
Editorial Hécate.
Pamplona, 2016.
Eugène Labaume nació en Viviers en 1783. Con veintidós años ingresó en el cuerpo de ingenieros-geógrafos. Fue destinado al ejército de Italia en 1805 con una carta de recomendación para el príncipe Eugène-Rose de Beauharnais. El virrey lo nombró oficial de ordenanza y como tal participó en las campañas de 1805 y 1809. Subteniente en 1806, teniente en 1807, alcanzó el grado de capitán en 1812. En ese año Napoleón acometió la invasión de Rusia. Beauharnais fue nombrado comandante del cuarto cuerpo de ejército; Labaume formó parte de su séquito.
El autor narra con detalle los hechos que presenció. En ocasiones los completa con declaraciones u obras ajenas. Su estilo es el propio de la época, cuidado pero no redundante, sin adornos inútiles.
La marcha hacia Moscú, a pesar de la escasez de recursos, los malos caminos y la dureza del clima, está dominada por el optimismo. Las constantes retiradas del enemigo desconciertan, solo los más lúcidos se dan cuenta de que tienen que vérselas con un pueblo animado por un espíritu indomable.
La conquista de la capital no sirvió para nada. Con la retirada de la Grande Armée el tono deviene trágico. Labaume relata día a día cómo las tropas, ya muy disminuidas, van cayendo, los caballos mueren a millares, la artillería se abandona. La disciplina se pierde, la humanidad desaparece completamente, sale a la luz lo peor de cada uno. No se nos escatiman atrocidades, sufrimientos, abusos y violaciones.
El hostigamiento de los cosacos es constante. El mejor ejército de Europa se ha convertido en una manada hambrienta, aterida, aterrorizada... A duras penas pueden superar montañas y ríos, resulta milagroso que venzan la oposición enemiga.
Todo es descrito con viveza, rabia y pesadumbre. Labaume es muy crítico con Napoleón. Le achaca exceso de ambición y de soberbia, le considera un déspota. Considera un error no haberse detenido tras liberar Polonia y los países bálticos. No oculta su admiración por los rusos, capaces de quemar sus poblaciones antes que ceder ante el invasor.
La traducción es buena, y se han añadido notas aclaratorias y un prólogo. El libro reproduce algunas ilustraciones a lo largo del mismo, aunque no con mucha calidad. Además contiene los siguientes anexos:
─ principales comandantes en jefe de la campaña.
─ tablas de efectivos y bajas.
─ planos de la ruta y de alguna batalla, aunque demasiado pequeños para ser de utilidad.
─ fotografías de los campos de batalla sacadas cien años después.
Nos hallamos, en resumen, ante un testimonio de primer orden, veraz y apasionante. Los interesados en el primer imperio francés no deben perdérselo.
