Lomboko, el reino negro de Pedro Blanco
Publicado: 09 Nov 2007
Pedro Blanco era un malagueño surgido de la miseria. Se enroló muy joven como marino mercante y por méritos fue ascendiendo hasta capitanear un bergantín que hacía la travesía de Cádiz a Cuba. Hacia 1820 trabajaba para el mayor comerciante de esclavos de la isla, Joaquín Gómez, un santanderino que como Blanco había llegado de la península en busca de fortuna, y que la había hecho. Gómez se había convertido en el hombre más rico de La Habana, fundó el primer banco de Cuba y compró para su hijo un título de marqués, todo ello financiado por el comercio de esclavos. Blanco capitaneaba uno de los barcos de Gómez, el Barbarita, dedicado a hacer la travesía del Golfo de Guinea: viajaba hasta allá con armas y ron, y regresaba con 200 esclavos por viaje.
Una mañana, al salir Gómez de la catedral de La Habana, un partidario de la abolición de la esclavitud le arrojó ácido sulfúrico a la cara y le dejó ciego. Para continuar en los negocios Gómez necesitó a partir de entonces un hombre de confianza, y éste fue Pedro Blanco, un capitán no sólo laborioso sino también lleno de nuevas ideas para el negocio. Una de las innovaciones que quería introducir Blanco era sustituir los bergantines habituales por los nuevos clipper que producían los astilleros de Estados Unidos, los veleros más rápidos que nunca habían surcado los mares. En 1822 Blanco viajó a Filadelfia y Baltimore (paradójicamente las plazas fuertes del abolicionismo americano) para comprar nuevos clipper, y junto a los que adquirió para el negocio de Gómez también se hizo con uno para él mismo, al que bautizó como Conquistador.
Pero la idea con la que Pedro Blanco revolucionó el comercio de esclavos fue la fundación de Lomboko. Hasta entonces el modo de operar de los barcos negreros era arribar a los puertos de la costa occidental Africa y una vez allí entrar en negociaciones con los reyezuelos tribales negros, que eran los que suministraban los esclavos. El interior del continente era demasiado insalubre y poco explorado como para que los esclavistas blancos penetraran en él en busca de presas, necesitaban que los esclavos se los vendieran los mismos africanos. Si había alguna guerra entre tribus la oferta de esclavos era abundante, pero a veces no era así. A menudo los negreros debían esperar semanas o incluso meses antes de poder llenar las bodegas, con el peligro de sufrir enfermedades tropicales, el coste de tener que alimentar a los esclavos ya comprados y el riesgo de que apareciera alguna goleta que del West Africa Squadron, la fuerza que la Royal Navy dedicaba a perseguir a los negreros.
A veces la espera llegaba a extremos como el del barco francés Céron, que en 1824 arribó al río Bonny para comprar esclavos. Las negociaciones resultaron difíciles por una eventual escasez de oferta y tuvo que esperar seis meses para completar el cargamento. En ese tiempo varios marineros murieron por enfermedades tropicales y todos sufrieron penosas condiciones de vida, hasta el punto de que la marinería se amotinó y mató a todos los oficiales y al cocinero (que asesinaran también a éste indica de qué tipo de cosas se quejaban los amotinados), después hicieron la travesía a Puerto Rico sin más problemas, vendieron los esclavos y se repartieron las ganancias entre los marineros.
Pedro Blanco ideó un nuevo sistema: un establecimiento permanente donde alojar a los esclavos conforme fueran llegando, de manera que los barcos negreros no tuvieran que esperar ni dedicarse a largos regateos con los reyezuelos tribales O sea, lo que hoy que hoy día se llama Cash & Carry: paga y llévatelo.
Ya antes, durante siglos, hubo emplazamientos permanentes de los europeos en la costa Africaa para servir como mercados de esclavos, pero desde que la Gran Bretaña se había propuesto erradicar el tráfico de esclavos de los mares esos emplazamientos tradicionales, fortalezas holandesas y portuguesas principalmente, encalvadas en lugares bien visibles y conocidos por la Royal Navy, ya no eran utilizadas. La idea de blanco era construir una fortaleza esclavista secreta.
El emplazamiento elegido por Blanco fue el estuario del río Gallinas (en la actual Sierra Leona) una zona amplia, con multitud de pequeñas islas, con todas las orillas cubiertas de manglares, insalubre y poco explorada. Las desembocaduras de los ríos eran idóneas para el comercio de esclavos ya que permitían transportarlos con facilidad desde tierra adentro. Los esclavos que protagonizaron la historia descrita en la película Amistad, de Steven Spielberg, habían sido capturados a cien kilómetros de la costa, tierra adentro, y trasladados por el río Gallinas hasta la fortaleza de Blanco: Lomboko.
No ocupó una sola isla, sino varias. En la más grande, Lomboko propiamente dicha, levantó ocho grandes barracones circundados por una muralla, con capacidad total para 5.000 esclavos. En otra isla estaban las oficinas. En otra más construyó viviendas para los blancos, y en una cuarta tenía su harén personal. Además en varios islotes hizo levantar torres de vigilancia, donde vigías con catalejos oteaban el mar en busca de posibles buques de guerra británicos. El complejo incluso contaba con talleres donde producir cadenas, grilletes y todo lo que necesitaran los barcos negreros.
Lomboko fue un rotundo éxito comercial. Los barcos llegaban, pagaban y cargaban en una sola noche. Siempre de noche para dificultar la localización del enclave por el West Africa Squadron. Había un sistema de señales, si por la noche se avisaba a los barcos con una única luz significaba que podía aproximarse a Lomboko, si brillaban dos luces era la advertencia de que debían esperar a la noche siguiente, y si eran tres las luces encendidas el mensaje era: lárgate cuanto antes, hay problemas.
El método de Pedro Blanco era mucho más efectivo para los negreros que el viejo sistema de esperar durante semanas o incluso meses, y pronto se convirtió en el principal mercado de esclavos. Para los reyezuelos tribales era tan lucrativo vender esclavos en Lomboko que abandonaron todo el comercio legal, dejaron de producir madera, algodón y aceite de palma para dedicarse exclusivamente a capturar esclavos.
El West Africa Squadron puso todo su empeño en descubrir el emplazamiento de Lomboko o al menos interceptar el tráfico naval que iba y venía de él, pero sus logros fueron escasos. Por ejemplo, en 1837 la Royal Navy apresó 26 barcos negreros, pero desde Lomboko llegaron a La Habana 72 barcos y a Brasil otros 92. Si comprar un esclavo en África le costaba a Pedro Blanco 20 dólares, y por venderlo en La Habana cobraba 350, es fácil imaginar el éxito de su oscuro negocio.
Creó una red de agentes en todo el Atlántico: Pedro José Zulueta en Londres, Robert Barry en Nueva York, Peter Harmony en Baltimore, Pedro Martínez en Cádiz,... compraban y equipaban barcos para él, le informaban de la situación de los mercados, colocaban en bolsa o en bancos las ganancias que proporcionaba Lomboko... Constituían lo que hoy se llamaría una multinacional. Y no vivían en esas ciudades marginados como delincuentes, sino que eran prestigiosos financieros mimados por la buena sociedad. El diputado británico Mathew Forster dijo en el Parlamento: “La gente olvida que no hay mercader inglés de alguna importancia que no se enorgullezca y no desee tener tratos con los importadores de esclavos de Brasil y Cuba o con los compradores de esclavos de Estados Unidos.”
Un negrero francés, Théodore Carnot, que imitaba y admiraba a Pedro Blanco lo describía como “el Rotschild de la esclavitud”.
En los buques de Pedro Blanco apresados por la Royal Navy se encontraron a menudo documentos comprometedores de la relación de financieros británicos con el comercio esclavista, pero no se tomaron medidas. La lucha de la Gran Bretaña contra la trata de esclavos era muy ambigua:
- A pesar de que la primera legislación británica abolicionista databa de 1807, en los años veinte del siglo XIX el principal comerciante de escalvos era un antiguo oficial de la Royal Navy, John O. Kearney, cuyos barcos navegaban bajo la Union Jack y con tripulación británica sin que eso le supusiera el menor problema.
- A pesar de que desde 1825 la ley británica consideraba a los negreros como piratas y por tanto les condenaba a la horca lo cierto es que ninguno de los muchos capitanes británicos de barcos negreros apresados fue ahorcado, y eso que fueron bastantes: John Discombe, William Woodside, Jacob Walters,...
- A pesar de que Gran Bretaña prohibía la esclavitud a sí misma compraba más de la mitad del algodón producido en el sur de Estados Unidos por mano de obra esclava.
- Y aunque la Royal Navy decía perseguir el comercio de esclavos en el Atlántico lo cierto es que los navíos destinados a ese empeño eran pocos y de escasa envergadura. Servir en el West Africa Squadron era una tarea ingrata y sacrificada. En ocasiones cuando interceptaban a un barco negrero resultaba que éste era mayor y estaba mejor artillado que los pequeños sloop del Squadron.
Henry Binstead, Oficial del West Africa Squadron
cuyo diario personal revela la frustración personal y los sacrificios
de los marinos que sirvieron en esa fuerza naval.
Los marinos de la Royal Navy escribieron una de sus páginas más honorables y olvidadas enfrentándose a los negreros españoles, portugueses y franceses sin el debido respaldo de su propio gobierno, sin los medios adecuados y sin reconocimiento.
A lo largo de su existencia, entre 1808 y 1860, el West Africa Squadron inspeccionó 1.600 buques y liberó a 150.000 esclavos. Sin embargo no llegó a apresar ni siquiera al 10% de los barcos negreros y sus mayores éxitos se debieron a inesperados golpes de suerte. En 1847 pudieron localizar la base de operaciones de Théodore Carnot que, como todos los tratantes de esclavos, había imitado a Pedro Blanco y creado un mercado permanente de esclavos. Se situaba en Cabo Monte, en la actual Costa de Marfil, y el HMS Favorite pudo dar con él porque un capitán negrero americano, cliente de Carnot, no había quedado satisfecho de sus tratos con él y le vendió a los británicos la información. El mercado de esclavos de Cabo Monte fue destruido.
La destrucción de Lomboko tuvo lugar un poco antes, en 1841 (en la red hay páginas que dan como fecha 1839 y 1840, pero Hugh Thomas dice 1841). No afectó a Pedro Blanco que se había retirado de la trata de esclavos en 1839 para fundar una compañía naviera legal, Blanco & Carballo, con oficinas en La Habana y Cádiz. Vendió Lomboko a Pedro Martínez, a quien consideraban en Gran Bretaña el mayor tratante de esclavos del mundo porque durante años había sido la cabeza visible de la organización. Blanco había tratado siempre de permanecer en el anonimato, recordando probablemente lo que le había ocurrido a Joaquín Gómez a la puerta de la catedral, y por eso se había escudado siempre detrás de sus agentes, de los que Pedro Martínez era el más notorio.
Apenas dos años después de que el nuevo jefe se hiciera cargo del negocio, el West Africa Squadron le propinó un duro golpe al descubrir la ubicación de Lomboko. Aunque ese descubrimiento fue puramente rocambolesco. Uno de los reyezuelos tribales del río Gallinas, Mauna, había hecho prisioneros a dos ciudadanos británicos: una mujer, Fry Norman, y a su hijo pequeño. Estos eran de raza negra, pero ciudadnos británicos y cuando la noticia llegó a oídos del gobernador de Sierra Leona, SIR Richard Doherty, ordenó a la Royal Navy que los liberara y diera un castigo ejemplar a Mauna.
El capitán Joseph Denman, al mando de tres pequeños buques, el Wanderer, el Rolla y el Saracen, con 36 cañones en total, se dirigió al estuario del Gallinas. Allí la fortuna quiso que interceptara un envío de 90 esclavos que le puso sobre la pista de que Lomboko estaba cerca. Tras intimidar a Mauna para que liberara a sus dos prisioneros británicos le ofreció un pacto: no le destruiría a él y a su pequeño reino a cambio de que le informara de la ubicación exacta de Lomboko. Combinando las amenazas con el soborno, Denman logró que Mauna se aviniera finalmente a darle la información, y así los tres barcos de guerra británicos pudieron hallar al fin el principal mercado de esclavos de África.
La batalla duró tres días, al cabo de los cuales, con la fortaleza reducida a escombros, los españoles capitularon. (En la película Amistad, de Spielberg, Lomboko aparece como un establecimiento portugués, lo que quizá se hizo para no cargar todavía más las tintas contra España, que ya queda bastante malparada en el filme sin eso).
Por este señalado éxito Joseph Denman fue ascendido, recibió un premio de 4.000 libras y elogios del primer ministro Lord Palmerston en el Parlamento. Sin embargo la situación dio un vuelco inesperado. Pedro Martínez, a través de uno de sus agentes, demandó judicialmente al capitán Denman por la destrucción de propiedades españolas y le reclamó una indemnización enorme. El caso se prolongó en los tribunales a lo largo de años, hasta el fallo final del Court of Exchequer en 1848 a favor de Denman. El honorable capitán de la Royal Navy tuvo que emplear sus 4.000 libras en defenderse ante los tribunales por combatir la esclavitud, mientras que sólo unos meses después de la destrucción de Lomboko, Pedro Martínez ya había vuelto a levantar barracones para esclavos en la desembocadura del río Gallinas.
Fuentes:
Hugh Thomas, La trata de esclavos, Ed. Planeta, 1998
http://www.pdavis.nl/Gallinas.htm
http://www.royalnavalmuseum.org/visit_s ... osheet.htm