El combate de campo castañares 1834

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Kevin.Loud.
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El combate de campo castañares 1834

Mensaje por Kevin.Loud. »

EL COMBATE DE CAMPO CASTAÑARES 1834.

En medio de las guerras civiles que sucedían entre federales y unitarios en las provincias de la futura republica argentina. Ocurriría un hecho que pasaría a conocerse como la batalla de campo castañares. Durante la cual se enfrentarían las fuerzas de la provincia de salta al mando del brigadier y gobernador Pablo La Torre y las fuerzas de la recién formada provincia de Jujuy al mando del Coronel José María Fascio quien saldría victorioso y se convertiría en su primer gobernador.

Antecedentes

José María Fascio
Nacido en Sanlúcar de Barrameda, España, 1794 Ingresó al Colegio Militar de Cádiz durante las guerras napoleónicas, participando en los últimos combates de la misma.
En 1816 fue enviado al Perú, para luchar contra los independentistas de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Participó en la captura de la ciudad Tarija en diciembre de 1816, en el sitio de San Salvador de Jujuy y en la conquista de la ciudad de Salta en mayo de 1817, a órdenes del general De la Serna. Su batallón fue estacionado en Tarija, dedicado a perseguir a los guerrilleros independentistas del este del Alto Perú. Bajo la dirección de Juan Ramírez Orozco, volvió a incursionar hacia Jujuy y Salta, donde volvió a ver a quien sería su esposa, una jujeña de apellido Alvarado, a quien ya había conocido en su invasión anterior.

Pasó luego a cumplir servicios en Potosí y Cuzco, luchó contra la campaña de José de San Martín en 1820 en Arica, y fue comandante militar de la ciudad de Puno, entre el Alto y el bajo Perú. Allí fue el encargado de la prisión de varios oficiales independentistas, entre ellos varios de los que habían sido entregados por los soldados argentinos de la ciudad del Callao cuando se habían pasado a los realistas.
Después de la batalla de Ayacucho, en 1824, el gobernador de Puno huyó, y Fascio quedó al mando. Decidió dejar en libertad a todos los prisioneros, y entregó la ciudad al más importante de ellos, el general Rudecindo Alvarado, hermano de su novia jujeña. Se unió al ejército del general Sucre, donde le fue reconocido su grado militar.
En noviembre de 1825 se radicó en Jujuy y poco después contrajo matrimonio allí. Entre 1826 y 1834 ejerció como Defensor de Pobres y Ausentes de la Municipalidad, Juez de primera Instancia y Alcalde de Primer Voto del Cabildo de Jujuy. Políticamente simpatizaba con el grupo dirigido por el general José Ignacio Gorriti, de tendencia intermedia entre los federales y unitarios que luchaban por controlar el país, que ya se llamaba República Argentina.

Tras el triunfo total de los federales en 1831, el gobernador salteño Pablo Latorre lo nombró teniente gobernador de la ciudad de Jujuy y su zona; esto es, era el delegado del gobernador de Salta. Fue elegido por su prestigio y porque su figura no tenía enemigos de importancia. Latorre se sentía igualmente amenazado por la influencia de su poderoso vecino federal Alejandro Heredia, gobernador de la provincia de Tucumán, y por los emigrados unitarios de la vecina Bolivia, por lo que intentó asegurarse un delegado sin enemigos y sin ambiciones.
Apenas llegado al gobierno, fue rodeado por los federales amigos de Heredia y algunos grupos que bregaban por la autonomía provincial de su ciudad.
Con excepción de San Ramón de la Nueva Orán, un villorrio con título de ciudad, la de Jujuy era la única ciudad de la Argentina — con títulos y prerrogativas de ciudad, otorgados por su fundador español — que no era capital de una provincia. No obstante, Jujuy fue la primera provincia argentina en reclamar una autonomía plena, comenzando en 1811, con los reclamos en tal sentido de Juan Ignacio Gorriti, vocal de la Junta Grande. Pero los avatares de la guerra de independencia en el norte le impidieron ser provincia por esa época, y dependía de Salta. Fue la última de las 14 provincias que firmaron la Constitución Argentina de 1853 en lograr su autonomía.

Pablo Latorre

Nacido en Salta, circa 1790 Estudió en Buenos Aires y participó en la lucha contra las invasiones inglesas como oficial del Regimiento de Arribeños. En 1812 se unió al Ejército del Norte y participó en las batallas de Tucumán y Salta con el grado de teniente coronel.
Apoyó la defensa de la ciudad de Salta durante la invasión realista de 1814, derrotando una partida enemiga en el Bañado, cerca de Chicoana. Esta victoria decidió al general Joaquín de la Pezuela a abandonar Salta. Lo persiguió hasta Jujuy.

Apoyó la revolución que llevó al poder al caudillo Martín Miguel de Güemes, y fue comandante de su famoso batallón de “infernales”. Participó en decenas de otros encuentros contra los sucesivos invasores realistas, fue diputado provincial largos períodos, militando en el partido de Güemes, y fue ascendido a coronel en agosto de 1820.
En 1821, tras la muerte del caudillo, fue gobernador provisional durante los tres últimos meses del año, asegurando el acceso al poder de José Ignacio Gorriti. En junio de 1823, descontento con la actitud moderada de Gorriti, organizó una revolución que no tuvo más efecto que la muerte de algunos de sus enemigos, entre ellos el coronel Manuel Arias.
Ayudó a Gorriti en la revolución de 1827 contra el gobernador Arenales, pero en octubre estaba nuevamente enfrentado con Gorriti.
Habiendo estallado la guerra civil en todo el país en 1829, Latorre se levantó contra el gobierno del canónigo Gorriti, y logró ocupar el gobierno el 2 de diciembre de 1830. A pedido del gobernador santiagueño Ibarra, avanzó contra los unitarios en Santiago del Estero. Como resultado de esa campaña, los federales perdieron ambas provincias. Latorre (reemplazado por Rudecindo Alvarado el 1. º De enero de 1831) e Ibarra terminaron refugiados en Santa Fe.

A mediados de 1831 inició la reconquista de Santiago con Ibarra, y ocupó el sudeste de la provincia de Salta. Después de la derrota unitaria de Ciudadela, avanzó hasta Salta, obligando al gobernador Alvarado a huir.

Reunió una pequeña asamblea que lo nombró gobernador el 2 de diciembre de 1831. Pocos días más tarde, un hijo de Güemes, José aprovechó una salida de Latorre al interior de la provincia para desplazarlo del poder en la capital, pero Latorre lo venció en Cerrillos en febrero y volvió a ocupar el gobierno.
Convocó a elecciones para la legislatura, que fueron tan malas como cualquiera de esa época, y se dedicó a recorrer todo el interior de la provincia, dejando en el mando al general Pablo Alemán, de origen uruguayo. En octubre de 1832 venció una revolución dirigida por los hermanos Puch en la batalla de Pulares.
Los recursos de la provincia estaban muy pobres, por la colaboración que había tenido que prestar a la Liga Unitaria y por las indemnizaciones que había tenido que pagar a las provincias de La Rioja y Santiago del Estero por la guerra civil. Esto lo obligó a llevar una administración prolija pero limitada a las necesidades mínimas. Inició la construcción del cementerio de la capital, inauguró un leprosario en la frontera del Chaco, y fundó escuelas y comisarías. Reorganizó los impuestos, pero para cubrir sus gastos tuvo que elevarlos, lo que le ganó nuevos enemigos.

En noviembre de 1834, los conjurados se reunieron en algo parecido a un cabildo abierto y reclamaron la autonomía provincial, aprovechando el estado de guerra latente entre Latorre y Heredia. Fascio, viendo que la decisión ya se había tomado, forzó la aceptación de la autonomía por parte de todos los militares y los empleados públicos, y se hizo proclamar gobernador provisional de la nueva Provincia de Jujuy.
Heredia, que buscaba vengarse de una ofensa — real o ficticia — inferida por Latorre, y también imponer su hegemonía política en todo el noroeste argentino, reclamó al gobernador salteño que reconociera la autonomía jujeña y que no atacara esa provincia. Ya muy debilitado internamente y sin apoyo externo, Latorre sólo atinó a dirigirse con una escolta a negociar con Fascio, tratándolo aún como a su subordinado.
Heredia interpretó este movimiento como una invasión y conminó a Latorre a abandonar Jujuy, al mismo tiempo que se colocaba en la frontera de su provincia con Salta con dos columnas, una mandada por él y otra por el futuro gobernador jujeño, el uruguayo Pablo Alemán. Latorre se negó a renunciar a la unión de los jujeños y Felipe Heredia — hermano del gobernador tucumano — invadió Salta.
Cuando Latorre salió de la ciudad de Salta para interceptar el avance tucumano, algunos legisladores se reunieron de urgencia y lo depusieron. Al mismo tiempo, Fascio llevó un pequeño ejército sobre la capital provincial.

El 11 de diciembre las tropas de Coronel Fascio partían rumbo al sur para la invasión de salta. El parte del coronel explica el entusiasmo de los hombres“…el grito general de júbilo resonó en las filas de él (ejército) y el alegre murmullo de toda la noche, hicieron ostensibles los ardientes deseos que animaban a estos soldados por la libertad de sus hermanos oprimidos en Salta…”.
La primera escaramuza se da en La Caldera, donde se toman cuatro prisioneros en un puesto de control salteño. Más tarde, en la “Quinta de Nadal” –reseña Fascio- más de treinta hombres del ejército del brigadier La Torre, que se habían dado a la fuga al avistar las tropas de Jujuy, eran alcanzados por ocho jinetes jujeños, “entreverándose con ellos sin ofenderlos los llamaron con la paz, y en efecto sus propuestas correspondieron a sus esperanzas: un oficial, un sargento, 35 soldados y un clarín armados todos con tercerolas, abandonaron a su comandante Bustamante para estrecharse con sus amigos y aumentar nuestras filas”.

Al pie de las Lomas de Madeiros el 12 de diciembre, Fascio ordena desensillar para que pasten los animales y cuando recibe noticias que el enemigo se acerca rápidamente desde Cerrillos, traslada su gente a las márgenes del río Baquero hacia la boca del Mojotoro o término del Potrero de Saravia, donde se pasa la noche.

“A las 4 de la mañana del 13 –agrega- volví sobre Castañares, ocupando la altura de la acequia de este nombre con la vanguardia, y el campo con las partidas avanzadas, dispuse quitar las bridas, dar un pienso a los caballos y ración a la tropa”. La vanguardia compuesta por los cuerpos “San Martín” y “Argentinos” a las órdenes del general Fermín de la Quintana, maniobraría en dos columnas paralelas y parciales. El ejército en tres columnas tomaría la segunda línea, situadas igualmente paralelas y sostenidas por la tercera que servía de reserva: la de la derecha formaban “Firmes” y “Saavedra” a las órdenes de los comandantes Bernardo Giménez y Lorenzo Lizárraga. La de la izquierda formaba el Escuadrón Cargadores a las órdenes del comandante Juan Vidart y de su segundo Dionisio Jurado, con órdenes ambos de estar a la ofensiva. La reserva compuesta de los escuadrones “Federación” y “Boltiqueros” a las órdenes del coronel Arenas, del comandante Juan Cáceres, estaría a la observación.
Las fuerzas de La Torre, unos quinientos hombres, doblaban las Lomas de Madeiros con dirección a la ciudad de Salta. Dice Fascio en el parte: “el general La Torre trasladó a otras lomas con una marcha de flanco por hileras que las prolongaban infinito, y consiguientemente se habían impuesto la necesidad de ocupar un largo tiempo para replegar sus columnas; esta falta de pericia, a vista del enemigo, me proporcionó el muy preciso tiempo para embridar a consecuencia del parte de dicho Jefe del Estado Mayor, quien me aseguró que venían sobre la vanguardia al trote,
En cuatro divisiones, situadas paralelamente; ordené al mismo se pusiera a la cabeza de la segunda división de vanguardia y obrase en consonancia con la primera división a cargo del general de vanguardia don Fermín de la Quintana”, compuesta por escuadrones al mando de Celestino Fernández, Miguel Valladares, Domingo Baca, Miguel Puch y Manuel Castellanos.

La crónica de guerra dice que cuando en el campo autonomista se estaban dando algunas disposiciones, se oyeron las descargas de la infantería de La Torre que se precipitaban a los tiradores jujeños sobre la vanguardia, “los que maniobraban con serenidad, tomaron su colocación al flanco izquierdo de la segunda división que dirigía el jefe del Estado Mayor, donde los protegía el comandante Gareca. Las dos divisiones de la izquierda de la Torre dirigieron su ataque a la división del general Quintana por el frente y flanco derecho; este jefe para evitar fuere sucesivo otro ataque, eso es, que estando ocupado por su frente, le cargasen por el flanco, mandó un movimiento de retaguardia para cubrirse de esta operación y obligar a las dos divisiones enemigas le atacasen sobre un punto reunidas, porque era consiguiente que la que tenía a vanguardia menos avanzada que la de su flanco derecho, precipitase la carga en vista de esta maniobra, pero como toda tropa de milicia ejecuta los movimientos sin exactitud o con suma morosidad, al recobrar su frente le fe imposible conseguirlo sin algún desorden, en circunstancias las más críticas, por lo que solo pudo hacer una débil resistencia, la que recobró con pronta protección de los Cargadores a cuya cabeza se hallaba el segundo jefe de vanguardia, teniente coronel Marcelino Bustamante”.

La presencia sola de esta columna –agrega Fascio- puso en confusión al enemigo y en completa derrota con su carga; “sucedía esto en nuestra derecha cuando la segunda división a las órdenes del jefe del Estado Mayor don Mariano Santivañez, marchaba al trote con arrogante serenidad al encuentro de la primera y segunda división del enemigo que componían una doble fuerza conducida por el mismo La Torre, el coronel Aristi y comandante Peralta. El Jefe del Estado Mayor colocado a la vanguardia del centro de su línea la condujo con su ejemplo hasta estrecharla con la enemiga, quien detenida resistió seis u ocho minutos los golpes de nuestras lanzas, contestándolas con bravura; en tan apurados momentos seguramente quiso La Torre comunicar con su presencia más bríos a sus soldados pero el coronel Santivañez dirigiéndole una cuchillada horizontal al rostro, le puso fuera de combate, entró el desorden a su línea y el Escuadrón Argentinos se llenó de gloria; siendo simultánea la derrota y tomados tan inmediatos, no hubo más que perseguirlos, a pesar de los inhumanos esfuerzos para hacerlos volver cara del coronel Aristi, del comandante don José Manuel Cháves, don Juan Manuel Aguilar y Agüero, que derribaban víctimas cuantas les venían a las manos. Una cruel conducta presentó a las fuerzas auxiliares el doloroso espectáculo de 53 cadáveres salteños en el campo de batalla, de los que las tres cuartas partes se calcula los habrían ocasionado sus crueles oficiales, según lo declaran los prisioneros y heridos; ciento tres de los prisioneros y veintiséis heridos son los de la tropa tomados en el campo, que fueron presentados en esta plaza y puestos en libertad”.

El general La Torre y el comandante de Guachipas, José Manuel Aguilar, caen prisioneros. En el bando jujeño, han quedado tres heridos y un muerto, Aniceto Calibar.

Consecuencias

Latorre fue llevado a la cárcel, mientras el gobierno era ocupado por el anciano coronel unitario Fernández Cornejo. Pocos días más tarde, el mismo Santibáñez hizo asesinar a Latorre en la cárcel, acusándolo que querer evadirse.

Prudentemente, Fascio regresó a Jujuy para no cruzarse en el camino de Heredia. El nuevo gobernador salteño, José Antonio Fernández Cornejo, reconoció la autonomía jujeña en un tratado firmado con Fascio en diciembre de 1834. Pero Heredia no estaba realmente conforme, y pronto hizo reemplazar a Fernández Cornejo por un partidario suyo — y, poco más tarde, por su hermano.
Sintiéndose amenazado, Fascio renunció en marzo de 1835. Tras un rápido pasaje por manos unitarias y federales, el gobierno fue asumido por Pablo Alemán.

Fascio no se creyó seguro en la provincia de su adopción, sobre todo cuando la guerra en que había participado había causado indirectamente el asesinato de Facundo Quiroga y el encumbramiento de Juan Manuel de Rosas en todo el país. Se dirigió a Buenos Aires y se embarcó hacia España en mayo de 1836.
Al llegar a su país reclamó su grado militar y sus sueldos adeudados, alegando haberse pasado a los independentistas como oposición a la restauración absolutista de 1823. Lo logró con facilidad, ya que el gobierno de la reina Isabel había iniciado una era de moderado liberalismo. Nunca regresó a la Argentina.


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Re: El combate de campo castañares 1834

Mensaje por Lutzow »

Gracias por el relato de este combate del que nunca había oído hablar, Kevin.Loud. :dpm:

Saludos.
Delenda est Putinlandia

Es mejor permanecer con la boca cerrada y parecer un idiota, que abrirla y confirmarlo...
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Re: El combate de campo castañares 1834

Mensaje por Schweijk »

Muy interesante, gracias.
"No sé lo que hay que hacer, esto no es una guerra".

Lord Kitchener

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