Las fragatas "de 24 libras" de la era napoleónica.
Publicado: 18 Ene 2018
1. Las fragatas de la segunda mitad del siglo XVIII.
En la primera mitad del siglo XVIII nos encontramos con fragatas de una gran variedad de formas. Las había pequeñas de una sola cubierta (fragatas ligeras o fragatillas) y de dos cubiertas; estas últimas en multitud de configuraciones. Las dos cubiertas podían dedicarse a llevar artillería, alcanzando los 44-50 cañones en las fragatas de dos puentes más grandes, siendo verdaderos “mini-navíos de línea”. También estaban las “demi-batteries”, en las que la cubierta inferior no estaba completamente equipada con artillería, usándose sólo para un puñado de piezas. Asimismo no era raro que en el diseño de las fragatas se incorporaran portas para el uso auxiliar de remos.
La artillería principal de las fragatas -sin contar las pequeñas piezas de alcázar y castillos- iba normalmente desde las piezas de a 6 libras la bala hasta las de a 12; aunque excepcionalmente había fragatas equipadas con cañones de a 18.
Sección de una fragata típica “clásica”. Por encima de la bodega, está la cubierta del sollado y por encima de ésta tenemos la cubierta artillería.
El inicio de la era de la “fragata clásica” a vela se suele situar en 1741, con la botadura de la francesa Medèe, armada con 26 cañones de 8 libras. Diseñada por Blaise Ollivier, la Medèe se caracterizaba por proporcionar una vía de evolución para las fragatas. En realidad no era un diseño revolucionario, ya que incorporaba elementos ya existentes, y el propio Ollivier no fue muy consciente en un primer momento de que su diseño había marcado un hito en la historia naval.
La nueva fragata ligera de 8 libras se caracterizaba por tener dos cubiertas, pero la cubierta inferior estaba dedicada a funciones de sollado (o equivalente), para el acomodo de la tripulación. Frente a las antiguas fragatas sin sollado, el espacio extra era algo bien recibido, sobre todo de cara a cuando una fragata emprendía un largo crucero. No sólo era más cómodo para la tripulación, sino que se podían almacenar más suministros (no sólo en la bodega). El destinar la cubierta inferior a sollado permitía reducir la altura entrepuentes, ya que no había que preocuparse de la altura para potenciales portas; manteniendo a su vez la batería principal alta lo que en caso mal tiempo era una ventaja contra aquellas naves que portaran la artillería principal en una cubierta que no se alzara mucho sobre la línea de flotación.
La consiguiente reducción en altura total respecto a las antiguas fragatas de dos cubiertas, ya de por sí la hacía más marinera que estas. Pero además, Ollivier redujo los pesos altos, reduciendo las superestructuras y dejando la cubierta superior lo más despejada posible. En la Medèe, llegó al extremo de suprimir los cañones ligeros del alcázar; pero esta característica no prosperaría en posteriores modelos.
Aunque paralelamente, Ollivier presentó también un modelo más pequeño de 6 libras -siguiendo el mismo concepto-, el nuevo modelo de fragata con batería de 8 libras se impuso rápidamente como modelo normalizado. Esto sucedió no sólo en Francia, sino que fue copiado en el resto de armadas principales europeas. De hecho la propia Medèe fue capturada en 1744 por los británicos, que también capturaron algún otro de los primeros modelos de nueva fragata ligera francesa. El equivalente británico a la fragata de 8 libras sería la equipada con piezas de 9 libras, que dada la diferencia de peso entra la libra británica y la francesa venía a ser lo mismo. Para el inicio de las Guerras Napoleónicas, dicho calibre ya se había quedado pequeño y se consideraba más propio de “corbeta”; de hecho la última fragata francesa de 8 libras fue botada en 1774 (Alcmène).
J. Boudriot. Perfil de proa y popa de la fragata francesa de 30 cañones, Renommée (1744); con batería de 8 libras.
Maqueta (Museo Naval de Madrid) de la fragata española de 30 cañones, Diana (1792); con batería de 12 libras.
Aunque en un primer momento no descartaba la posibilidad de que se siguieran produciendo fragatas de dos puentes, con batería principal de 12 libras, Ollivier pronto propuso aplicar el mismo concepto de una única cubierta de batería también para este calibre. La precursora sería la Hermione (1749), construida por Pierre Morineau. El modelo cobraría fuerza hacia el final de la Guerra de los Siete Años (1756-1763), cuando tanto Francia como Gran Bretaña pasaron a botarlas en gran número, hasta el punto de desplazar a la fragata de 8 libras que se fue quedando “pequeña”.
El reinado de la fragata de 12 libras se vino abajo con la irrupción de la todavía más potente fragata de 18 libras; con una pegada de entre un 50% y un 60% más fuerte (además de cañones de un mayor calibre podía llevar alguno más por su mayor tamaño). El calibre de 18 libras no era un completo desconocido en el mundo de las fragatas, pero había sido bastante excepcional. Sorprendentemente el movimiento hacia la adopción generalizada de este calibre vino por parte de la habitualmente conservadora administración naval británica (siempre suspicaz ante peticiones de naves más grandes ya que normalmente implicaban un mayor gasto presupuestario).
Habiéndose declarado la guerra en 1778, la intención declarada era que las nuevas fragatas “excedieran en fortaleza a cualquiera en uso por parte de los franceses”. Una vez decididos, los británicos botaron dos modelos diferentes como prueba. Uno era la fragata de 36 cañones Flora (1780), según diseño de John William; y el otro la (algo mayor) fragata de 38 cañones Minerva (1780), diseño de Edward Hunt.
Los franceses no tardaron en seguir la estela, y de hecho ya se habían planteado diseñar fragatas para piezas de 18 libras, allá por 1762; e incluso habían acabado teniendo un par de ellas, aunque de manera un tanto imprevista porque no habían sido diseñadas como tales. En 1782 se botaron las dos primeras unidades de fragatas de 38/40 cañones de lo que se ha venido en llamar “clase Hébé”, diseño de Jacques-Noël Sané.
La fragata de 18 libras sería el arquetipo de fragata napoleónica, construida en gran número durante el periodo. Ya de por sí potente, con sus piezas de 18 libras en la batería principal, la aparición de piezas ligeras de gran calibre como eran las carronadas o los obuses navales para complementar/sustituir parte de su artillería, las dotó de todavía una mayor potencia de fuego.
Maqueta de la fragata británica de 38 cañones, Diana (1794); con batería de 18 libras.
Maqueta (Royal Museums Greenwich) de la fragata francesa de 40 cañones, Gloire (1803); con batería de 18 libras.
En la escala naval de calibres, el siguiente al de 18 libras era el de 24. Otra cosa era la conveniencia de utilizarlo a bordo de una fragata. El cañón largo de 24 libras era un clásico de los navíos de línea; calibre principal de los navíos de línea más pequeños, también era usado como calibre de batería secundaria en algunos de los más grandes.
Mayor pegada siempre era una buena cosa, pero también había que tener en cuenta las implicaciones. Cada aumento de tamaño implicaba mayores costes. Las fragatas debían crecer para acomodar piezas más grandes; y en el caso de las fragatas de 24 libras eso las llevaba hacia unas esloras aumentadas que implicaban riesgos estructurales, al hacerlas más propensas a sufrir debido a los esfuerzos de arrufo y quebranto, haciéndolas más caras proporcionalmente de mantener.
No sólo había que aumentar la eslora (y manga en proporción), para tener espacio de maniobra para las piezas; sino que había que aumentar a su vez el grosor y anchura de las maderas de los elementos principales del buque, tanto costados como cubiertas debían de ser capaces de soportar el peso y el retroceso de las pesadas piezas.
Cañones más pesados implicaban a su vez mayor dotación, por un lado para manejar los cañones y por otro para marinar naves más grandes y con mayores arboladuras.
No dejaba de existir otra alternativa, de la que veremos ejemplos, la de aligerar las piezas de 24 libras en vez de aumentar el tamaño de la nave.
Por último hay que señalar que aun cuando los calibres de 12-18-24 libras eran generalizados en todas las principales armadas, el peso en sí de la libra podía variar de país a país. Así la libra británica pesaba 453,60 gramos, mientras que la francesa pesaba 489,50 gramos. Ya hemos visto que el equivalente británico al 8 francés era el 9 libras. En el caso español, lo curioso es que no se empleaba la libra española (460,80) en artillería, sino directamente la francesa.
J. Bodriot. Evolución de las fragatas “clásicas”. En el caso del modelo de 24 libras, el perfil es mas bien el "post-napoleónico"
F.H. Chapman. El diseñador sueco ilustró en su Architectura Navalis Mercatoria los efectos del viento sobre una nave de guerra, en este caso una fragata. Se puede ver la importancia de mantener una batería alta que pudiese operar a pesar de la inclinación. Lo ideal en un combate fragata contra fragata era situarse a barlovento del rival (por el lado de donde viene el viento), lo que le permitía “imponer” el momento y distancia del combate. En el combate en sí, el situarse a barlovento, permitía que los disparos al casco pudieran impactar bajo la línea de flotación (al atacar el lado que se elevaba) y que el humo fuera empujado hacia el rival. Asimismo se podían recargar los cañones más rápido ya que el retroceso era menor al estar la cubierta inclinada hacia las portas. Los efectos para el rival eran los contrarios.
En la primera mitad del siglo XVIII nos encontramos con fragatas de una gran variedad de formas. Las había pequeñas de una sola cubierta (fragatas ligeras o fragatillas) y de dos cubiertas; estas últimas en multitud de configuraciones. Las dos cubiertas podían dedicarse a llevar artillería, alcanzando los 44-50 cañones en las fragatas de dos puentes más grandes, siendo verdaderos “mini-navíos de línea”. También estaban las “demi-batteries”, en las que la cubierta inferior no estaba completamente equipada con artillería, usándose sólo para un puñado de piezas. Asimismo no era raro que en el diseño de las fragatas se incorporaran portas para el uso auxiliar de remos.
La artillería principal de las fragatas -sin contar las pequeñas piezas de alcázar y castillos- iba normalmente desde las piezas de a 6 libras la bala hasta las de a 12; aunque excepcionalmente había fragatas equipadas con cañones de a 18.
Sección de una fragata típica “clásica”. Por encima de la bodega, está la cubierta del sollado y por encima de ésta tenemos la cubierta artillería.
El inicio de la era de la “fragata clásica” a vela se suele situar en 1741, con la botadura de la francesa Medèe, armada con 26 cañones de 8 libras. Diseñada por Blaise Ollivier, la Medèe se caracterizaba por proporcionar una vía de evolución para las fragatas. En realidad no era un diseño revolucionario, ya que incorporaba elementos ya existentes, y el propio Ollivier no fue muy consciente en un primer momento de que su diseño había marcado un hito en la historia naval.
La nueva fragata ligera de 8 libras se caracterizaba por tener dos cubiertas, pero la cubierta inferior estaba dedicada a funciones de sollado (o equivalente), para el acomodo de la tripulación. Frente a las antiguas fragatas sin sollado, el espacio extra era algo bien recibido, sobre todo de cara a cuando una fragata emprendía un largo crucero. No sólo era más cómodo para la tripulación, sino que se podían almacenar más suministros (no sólo en la bodega). El destinar la cubierta inferior a sollado permitía reducir la altura entrepuentes, ya que no había que preocuparse de la altura para potenciales portas; manteniendo a su vez la batería principal alta lo que en caso mal tiempo era una ventaja contra aquellas naves que portaran la artillería principal en una cubierta que no se alzara mucho sobre la línea de flotación.
La consiguiente reducción en altura total respecto a las antiguas fragatas de dos cubiertas, ya de por sí la hacía más marinera que estas. Pero además, Ollivier redujo los pesos altos, reduciendo las superestructuras y dejando la cubierta superior lo más despejada posible. En la Medèe, llegó al extremo de suprimir los cañones ligeros del alcázar; pero esta característica no prosperaría en posteriores modelos.
Aunque paralelamente, Ollivier presentó también un modelo más pequeño de 6 libras -siguiendo el mismo concepto-, el nuevo modelo de fragata con batería de 8 libras se impuso rápidamente como modelo normalizado. Esto sucedió no sólo en Francia, sino que fue copiado en el resto de armadas principales europeas. De hecho la propia Medèe fue capturada en 1744 por los británicos, que también capturaron algún otro de los primeros modelos de nueva fragata ligera francesa. El equivalente británico a la fragata de 8 libras sería la equipada con piezas de 9 libras, que dada la diferencia de peso entra la libra británica y la francesa venía a ser lo mismo. Para el inicio de las Guerras Napoleónicas, dicho calibre ya se había quedado pequeño y se consideraba más propio de “corbeta”; de hecho la última fragata francesa de 8 libras fue botada en 1774 (Alcmène).
J. Boudriot. Perfil de proa y popa de la fragata francesa de 30 cañones, Renommée (1744); con batería de 8 libras.
Maqueta (Museo Naval de Madrid) de la fragata española de 30 cañones, Diana (1792); con batería de 12 libras.
Aunque en un primer momento no descartaba la posibilidad de que se siguieran produciendo fragatas de dos puentes, con batería principal de 12 libras, Ollivier pronto propuso aplicar el mismo concepto de una única cubierta de batería también para este calibre. La precursora sería la Hermione (1749), construida por Pierre Morineau. El modelo cobraría fuerza hacia el final de la Guerra de los Siete Años (1756-1763), cuando tanto Francia como Gran Bretaña pasaron a botarlas en gran número, hasta el punto de desplazar a la fragata de 8 libras que se fue quedando “pequeña”.
El reinado de la fragata de 12 libras se vino abajo con la irrupción de la todavía más potente fragata de 18 libras; con una pegada de entre un 50% y un 60% más fuerte (además de cañones de un mayor calibre podía llevar alguno más por su mayor tamaño). El calibre de 18 libras no era un completo desconocido en el mundo de las fragatas, pero había sido bastante excepcional. Sorprendentemente el movimiento hacia la adopción generalizada de este calibre vino por parte de la habitualmente conservadora administración naval británica (siempre suspicaz ante peticiones de naves más grandes ya que normalmente implicaban un mayor gasto presupuestario).
Habiéndose declarado la guerra en 1778, la intención declarada era que las nuevas fragatas “excedieran en fortaleza a cualquiera en uso por parte de los franceses”. Una vez decididos, los británicos botaron dos modelos diferentes como prueba. Uno era la fragata de 36 cañones Flora (1780), según diseño de John William; y el otro la (algo mayor) fragata de 38 cañones Minerva (1780), diseño de Edward Hunt.
Los franceses no tardaron en seguir la estela, y de hecho ya se habían planteado diseñar fragatas para piezas de 18 libras, allá por 1762; e incluso habían acabado teniendo un par de ellas, aunque de manera un tanto imprevista porque no habían sido diseñadas como tales. En 1782 se botaron las dos primeras unidades de fragatas de 38/40 cañones de lo que se ha venido en llamar “clase Hébé”, diseño de Jacques-Noël Sané.
La fragata de 18 libras sería el arquetipo de fragata napoleónica, construida en gran número durante el periodo. Ya de por sí potente, con sus piezas de 18 libras en la batería principal, la aparición de piezas ligeras de gran calibre como eran las carronadas o los obuses navales para complementar/sustituir parte de su artillería, las dotó de todavía una mayor potencia de fuego.
Maqueta de la fragata británica de 38 cañones, Diana (1794); con batería de 18 libras.
Maqueta (Royal Museums Greenwich) de la fragata francesa de 40 cañones, Gloire (1803); con batería de 18 libras.
En la escala naval de calibres, el siguiente al de 18 libras era el de 24. Otra cosa era la conveniencia de utilizarlo a bordo de una fragata. El cañón largo de 24 libras era un clásico de los navíos de línea; calibre principal de los navíos de línea más pequeños, también era usado como calibre de batería secundaria en algunos de los más grandes.
Mayor pegada siempre era una buena cosa, pero también había que tener en cuenta las implicaciones. Cada aumento de tamaño implicaba mayores costes. Las fragatas debían crecer para acomodar piezas más grandes; y en el caso de las fragatas de 24 libras eso las llevaba hacia unas esloras aumentadas que implicaban riesgos estructurales, al hacerlas más propensas a sufrir debido a los esfuerzos de arrufo y quebranto, haciéndolas más caras proporcionalmente de mantener.
No sólo había que aumentar la eslora (y manga en proporción), para tener espacio de maniobra para las piezas; sino que había que aumentar a su vez el grosor y anchura de las maderas de los elementos principales del buque, tanto costados como cubiertas debían de ser capaces de soportar el peso y el retroceso de las pesadas piezas.
Cañones más pesados implicaban a su vez mayor dotación, por un lado para manejar los cañones y por otro para marinar naves más grandes y con mayores arboladuras.
No dejaba de existir otra alternativa, de la que veremos ejemplos, la de aligerar las piezas de 24 libras en vez de aumentar el tamaño de la nave.
Por último hay que señalar que aun cuando los calibres de 12-18-24 libras eran generalizados en todas las principales armadas, el peso en sí de la libra podía variar de país a país. Así la libra británica pesaba 453,60 gramos, mientras que la francesa pesaba 489,50 gramos. Ya hemos visto que el equivalente británico al 8 francés era el 9 libras. En el caso español, lo curioso es que no se empleaba la libra española (460,80) en artillería, sino directamente la francesa.
J. Bodriot. Evolución de las fragatas “clásicas”. En el caso del modelo de 24 libras, el perfil es mas bien el "post-napoleónico"
F.H. Chapman. El diseñador sueco ilustró en su Architectura Navalis Mercatoria los efectos del viento sobre una nave de guerra, en este caso una fragata. Se puede ver la importancia de mantener una batería alta que pudiese operar a pesar de la inclinación. Lo ideal en un combate fragata contra fragata era situarse a barlovento del rival (por el lado de donde viene el viento), lo que le permitía “imponer” el momento y distancia del combate. En el combate en sí, el situarse a barlovento, permitía que los disparos al casco pudieran impactar bajo la línea de flotación (al atacar el lado que se elevaba) y que el humo fuera empujado hacia el rival. Asimismo se podían recargar los cañones más rápido ya que el retroceso era menor al estar la cubierta inclinada hacia las portas. Los efectos para el rival eran los contrarios.