Ikko-ikki y sohei en la era Sengoku.
Publicado: 08 Abr 2020
1. Sohei.
En 1465, el templo Enryakuji del Monte Hiei (al norte de Kyoto), despachó una fuerza de sohei para destruir el templo Honganji de Otani (en Kyoto). El Honganji fue reducido a cenizas, y el monshu (sacerdote/abad supremo) Rennyo tuvo que huir, siendo perseguido por las fuerzas del Enryakuji. Enryakuji, que en la cima de su poder podía llegar a contar con cerca de 3.000 templos afiliados, era uno de los templos/monasterios mas poderosos de la ortodoxa escuela budista Tendai. Por su parte, el Honganji pertenecía a la escuela budista Jodo Shinshu.
El motivo oficial del ataque al Honganji era que la “populista” escuela alteraba el orden social y del país. En el fondo, parece que el gran incremento de seguidores del Honganji, gracias a la intensa labor de Rennyo, un carismático revitalizador del Jodo Shinshu, amenazaba alguna de las fuentes de financiación del Enryakuji en las zonas cercanas a Kyoto. Las acusaciones no parecen haber impresionado mucho a otra de los grande sectas Tendai, la del templo Miidera, que se ofreció a acoger las reliquias de Shinran (fundador del Jodo Shinshu) mientras Rennyo escapaba; claro que Miidera y Enryakuji eran tradicionales archirivales y el propio Miidera había sido quemado hasta 4 veces en el siglo XI por los sohei del Enryakuji.
El fenómeno de los templos budistas manteniendo sus propias fuerzas privadas comenzó allá por el siglo X. A pesar de la mala fama que tenían los monjes que usaban armas, normalmente calificados como akuso (monjes malos) y de prohibiciones a los monjes de llevar armas como la que dictó el abad Ryogen (912-985) del Enryakuji, los templos budistas consideraron que necesitaban de recurrir a guerreros para defender lo que consideraban sus intereses legítimos. La violencia era aceptable para muchas sectas budistas en tanto que supuestamente obedeciera a un buen propósito. El propio Ryogen decidió que Enryakuji necesitaba mantener una fuerza permanente, aunque probablemente no estuviera integrada por los propios monjes sino por mercenarios.
Durante tiempos turbulentos, los ejércitos monásticos fueron utilizados para solventar algunas de las frecuentes disputas sobre tierras y privilegios. La disputa podía ser con otros templos o bien con señores feudales, aunque podían llegar a involucrar al propio gobierno. La intromisión de los templos en la política de la nación, los llevo a estar implicados en alguno de los conflictos, sobretodo en las Guerras Genpei (1180-1185), sufriendo como represalia la quema de los templos de Nara por parte de los guerreros Taira.
Aunque la instauración del shogunato frenó la actividad militar de los grandes templos budistas, llegándose a dictar un edicto en el 1235 que prohibía al clero portar armas, los templos no renunciaron del todo a seguir manteniendo sus fuerzas. A partir del siglo XIV, con nuevas turbulencias afectando al shogunato, el uso de armas se empezó a extender por todos los niveles sociales, y los templos no quedaron al margen.
Aunque al hablar de fuerzas monásticas se hable comúnmente de sohei, monje guerrero o monje (so) que lleva armas (hei), este concepto puede resultar engañoso. Las filas de los ejércitos monásticos se nutrían de dos grandes grupos: por un lado de guerreros seglares, reclutados principalmente en las tierras propiedad de los templos, y por otro de los jinnin (sirvientes de los templos) y los doshu (monjes trabajadores). A la hora de reclutar los doshu, parece que muchos templos tuvieron en cuenta que fueran aptos para entrenarlos marcialmente.
En caso de conflicto, los monjes eruditos -los que verdaderamente estudiaban las escrituras y se encargaban de los rituales-, se podían limitar o recitar invocaciones o lanzar maldiciones (estas últimas consideradas actos violentos de por sí); aunque algunos de ellos ejercerían de monjes-comandantes, no siendo ajenos a la guerra al haber en las filas monásticas miembros procedentes de familias samurái.
Así pues, aunque por comodidad se emplee el término sohei, sería mas apropiado hablar de guerreros (al servicio) de los templos, jihei, que de monjes guerreros. De hecho el término sohei no se utilizó en esa época, ya que es una denominación que aparece por primera vez por escrito en 1715.
Por otro lado, el fenómeno del monje guerrero no se limitaba a los ejércitos monásticos, y podía haber monjes budistas prestando servicios como guerreros de manera particular a un señor. Asimismo había samuráis que tomaban los hábitos budistas pero no por ello dejaban de seguir sirviendo militarmente a su clan, y en algunos casos incluso dirigiéndolo, y no tiene mucho sentido considerarlos monjes guerreros.
Giorgio Albertini; sohei del siglo XII. Arquetípica imagen del monje guerrero, equipado con la omnipresente naginata (además de una espada) y una armadura sencilla; aunque en la realidad podían usar una gran variedad de armas. La capucha-embozo tan identificativa era en un principio (en el siglo X) vista como propia de monjes problemáticos que intentaban ocultar su identidad, llegando a prohibirse su uso en varios recintos monásticos. Los zuecos, también se suelen considerar un elemento clásico del monje guerrero, sin quitar que las sandalias serían el calzado mas común.
Fragmento de uno de los rollos del Kasuga Gongen Genki E. Pintado en el siglo XIV, se pueden ver a los guerreros del templo Kofukiji (incluido un monje guerrero a caballo) combatiendo contra guerreros gubernamentales. La escena se ambienta en 1113, cuando los sohei del Kofukiji de Nara marcharon hacia Kyoto con ánimo de quemar el Enryakuji en represalia por haber quemado estos uno de sus templos.
Sohei escoltan un mikoshi durante una de sus protestas en Kyoto. Aunque el mikoshi (altar portátil) estaba mas asociado al sintoismo que al budismo, los monjes del Monte Hiei los utilizaban en sus protestas contra el gobierno. Cualquier asalto al mikoshi era una ofensa religiosa, e incluso los monjes llegaban a dejarlos en las calles como chantaje hasta obtener lo que querían. Este tipo de chantaje funcionó varias veces en la época Heian y cayó en desuso con el shogunato. En 1368, los monjes volvieron a recurrir a esta práctica por primera vez en varios siglos, llegando a enfrentarse con los guerreros del shogun.
Utagawa Kuniyoshi. El daimyo Uesugi Kenshin, representado como samurái-monje. Kenshin es el nombre que adoptó tras su conversión en monje; una expresión de devoción que no implicaba abandonar sus deberes como señor y unirse a un templo como un monje mas.
En 1465, el templo Enryakuji del Monte Hiei (al norte de Kyoto), despachó una fuerza de sohei para destruir el templo Honganji de Otani (en Kyoto). El Honganji fue reducido a cenizas, y el monshu (sacerdote/abad supremo) Rennyo tuvo que huir, siendo perseguido por las fuerzas del Enryakuji. Enryakuji, que en la cima de su poder podía llegar a contar con cerca de 3.000 templos afiliados, era uno de los templos/monasterios mas poderosos de la ortodoxa escuela budista Tendai. Por su parte, el Honganji pertenecía a la escuela budista Jodo Shinshu.
El motivo oficial del ataque al Honganji era que la “populista” escuela alteraba el orden social y del país. En el fondo, parece que el gran incremento de seguidores del Honganji, gracias a la intensa labor de Rennyo, un carismático revitalizador del Jodo Shinshu, amenazaba alguna de las fuentes de financiación del Enryakuji en las zonas cercanas a Kyoto. Las acusaciones no parecen haber impresionado mucho a otra de los grande sectas Tendai, la del templo Miidera, que se ofreció a acoger las reliquias de Shinran (fundador del Jodo Shinshu) mientras Rennyo escapaba; claro que Miidera y Enryakuji eran tradicionales archirivales y el propio Miidera había sido quemado hasta 4 veces en el siglo XI por los sohei del Enryakuji.
El fenómeno de los templos budistas manteniendo sus propias fuerzas privadas comenzó allá por el siglo X. A pesar de la mala fama que tenían los monjes que usaban armas, normalmente calificados como akuso (monjes malos) y de prohibiciones a los monjes de llevar armas como la que dictó el abad Ryogen (912-985) del Enryakuji, los templos budistas consideraron que necesitaban de recurrir a guerreros para defender lo que consideraban sus intereses legítimos. La violencia era aceptable para muchas sectas budistas en tanto que supuestamente obedeciera a un buen propósito. El propio Ryogen decidió que Enryakuji necesitaba mantener una fuerza permanente, aunque probablemente no estuviera integrada por los propios monjes sino por mercenarios.
Durante tiempos turbulentos, los ejércitos monásticos fueron utilizados para solventar algunas de las frecuentes disputas sobre tierras y privilegios. La disputa podía ser con otros templos o bien con señores feudales, aunque podían llegar a involucrar al propio gobierno. La intromisión de los templos en la política de la nación, los llevo a estar implicados en alguno de los conflictos, sobretodo en las Guerras Genpei (1180-1185), sufriendo como represalia la quema de los templos de Nara por parte de los guerreros Taira.
Aunque la instauración del shogunato frenó la actividad militar de los grandes templos budistas, llegándose a dictar un edicto en el 1235 que prohibía al clero portar armas, los templos no renunciaron del todo a seguir manteniendo sus fuerzas. A partir del siglo XIV, con nuevas turbulencias afectando al shogunato, el uso de armas se empezó a extender por todos los niveles sociales, y los templos no quedaron al margen.
Aunque al hablar de fuerzas monásticas se hable comúnmente de sohei, monje guerrero o monje (so) que lleva armas (hei), este concepto puede resultar engañoso. Las filas de los ejércitos monásticos se nutrían de dos grandes grupos: por un lado de guerreros seglares, reclutados principalmente en las tierras propiedad de los templos, y por otro de los jinnin (sirvientes de los templos) y los doshu (monjes trabajadores). A la hora de reclutar los doshu, parece que muchos templos tuvieron en cuenta que fueran aptos para entrenarlos marcialmente.
En caso de conflicto, los monjes eruditos -los que verdaderamente estudiaban las escrituras y se encargaban de los rituales-, se podían limitar o recitar invocaciones o lanzar maldiciones (estas últimas consideradas actos violentos de por sí); aunque algunos de ellos ejercerían de monjes-comandantes, no siendo ajenos a la guerra al haber en las filas monásticas miembros procedentes de familias samurái.
Así pues, aunque por comodidad se emplee el término sohei, sería mas apropiado hablar de guerreros (al servicio) de los templos, jihei, que de monjes guerreros. De hecho el término sohei no se utilizó en esa época, ya que es una denominación que aparece por primera vez por escrito en 1715.
Por otro lado, el fenómeno del monje guerrero no se limitaba a los ejércitos monásticos, y podía haber monjes budistas prestando servicios como guerreros de manera particular a un señor. Asimismo había samuráis que tomaban los hábitos budistas pero no por ello dejaban de seguir sirviendo militarmente a su clan, y en algunos casos incluso dirigiéndolo, y no tiene mucho sentido considerarlos monjes guerreros.
Giorgio Albertini; sohei del siglo XII. Arquetípica imagen del monje guerrero, equipado con la omnipresente naginata (además de una espada) y una armadura sencilla; aunque en la realidad podían usar una gran variedad de armas. La capucha-embozo tan identificativa era en un principio (en el siglo X) vista como propia de monjes problemáticos que intentaban ocultar su identidad, llegando a prohibirse su uso en varios recintos monásticos. Los zuecos, también se suelen considerar un elemento clásico del monje guerrero, sin quitar que las sandalias serían el calzado mas común.
Fragmento de uno de los rollos del Kasuga Gongen Genki E. Pintado en el siglo XIV, se pueden ver a los guerreros del templo Kofukiji (incluido un monje guerrero a caballo) combatiendo contra guerreros gubernamentales. La escena se ambienta en 1113, cuando los sohei del Kofukiji de Nara marcharon hacia Kyoto con ánimo de quemar el Enryakuji en represalia por haber quemado estos uno de sus templos.
Sohei escoltan un mikoshi durante una de sus protestas en Kyoto. Aunque el mikoshi (altar portátil) estaba mas asociado al sintoismo que al budismo, los monjes del Monte Hiei los utilizaban en sus protestas contra el gobierno. Cualquier asalto al mikoshi era una ofensa religiosa, e incluso los monjes llegaban a dejarlos en las calles como chantaje hasta obtener lo que querían. Este tipo de chantaje funcionó varias veces en la época Heian y cayó en desuso con el shogunato. En 1368, los monjes volvieron a recurrir a esta práctica por primera vez en varios siglos, llegando a enfrentarse con los guerreros del shogun.
Utagawa Kuniyoshi. El daimyo Uesugi Kenshin, representado como samurái-monje. Kenshin es el nombre que adoptó tras su conversión en monje; una expresión de devoción que no implicaba abandonar sus deberes como señor y unirse a un templo como un monje mas.