La Guerra contra el arenque salado holandés

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Flavius Stilicho
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La Guerra contra el arenque salado holandés

Mensaje por Flavius Stilicho »

1. Guerra económica.
En torno a 1602, estaba cada vez mas claro que había que buscar vías para doblegar la economía de las Provincias Unidas si se quería ganar la guerra de Flandes. Algo complicado, dado que las “provincias rebeldes” eran una potencia económica, y un reflejo de ello se dio ese mismo año de 1602 con la creación de la poderosa Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales (VOC).

Por un lado se intentó perjudicar los intereses comerciales neerlandeses mediante medidas económicas como embargos, aranceles, etc. Los pilares de la economía neerlandesa fueron estudiados por hombres como el arbitrista y comerciante Juan de Gauna, inspirador del decreto proteccionista de 1603, un ambicioso decreto con el objetivo de limitar el comercio neerlandés y potenciar el comercio interno dentro de la Monarquía, decreto que no dio los resultados esperados.
Medidas mas militares consistían en tratar de impedir el tráfico comercial. Por lo que respectaba al tráfico comercial fluvial, esto se podía lograr conquistando fortalezas clave que permitieran establecer un punto de bloqueo. Respecto a los propios puertos en sí, se hubiera necesitado una gran fuerza naval estacionada en la zona para tratar de establecer un bloqueo; cuando la situación era mas bien la contraria.
Aunque no se estuviera en condiciones de competir de tú a tú en el frente naval de Flandes, eso no justificaba la escasa atención prestada a desarrollar una armada en presencia en la región. Incluso una pequeña fuerza naval podía ser una amenaza para el intenso tráfico naval mercantil. Sería Federico Spínola en 1593 quien planteara por fin algo en ese sentido, solicitando permiso para traer un puñado de galeras mediterráneas al Norte, con las que iniciar una guerra comercial en serio. Guerra que estaba principalmente en manos de un de momento reducido número de corsarios flamencos; corsarios que habían empezado a operar desde 1583 tras la captura del puerto de Dunkerque por parte del duque de Parma.


Aunque la guerra económica contra Holanda se desarrollaría en muchos frentes, en el presente relato nos centraremos en uno de ellos, uno que llegó a hacer bastante daño.
El tráfico comercial neerlandés era un objetivo suculento. Pero además de los numerosos mercantes que formaban la flota comercial mas grande de su época, los neerlandeses también contaban con una enorme flota pesquera. Aunque podía llegar a haber hasta 2.000 naves dedicadas a la actividad -muchas de ellas meros botes de escaso valor-, el corazón de la industria pesquera lo componían los cerca de 700-800 “buizen” dedicados a la pesca de altura del arenque.

La industria pesquera del arenque era uno de los pilares económicos neerlandeses y fuente de orgullo nacional por su gran grado de desarrollo y organización. Organizados en grandes flotas y contando con arrastreros con gran capacidad de almacenaje, la industria pesquera neerlandesa dominaba completamente a sus rivales del mar del Norte, los cuales se contentaban con el uso de pesqueros de cabotaje.
Los neerlandeses explotaban los grandes bancos de arenques del mar del Norte en largas campañas, en las que siguiendo la migración del arenque, llegaban a la zona de las islas Orcadas y Shetland,. A finales del siglo XIV habían empezado a implementar técnicas de salazón en los propios arrastreros, transportando todo lo necesario (sal, toneles...), de tal manera que no se tenían que preocupar por volver pronto a puerto al no trabajar con pescado fresco. Esto les permitía desarrollar campañas que tradicionalmente iban del 24 de junio hasta el 31 de enero.

El arenque salado holandés era muy valorado por su gran calidad. El 80% se exportaba, y además se pagaba por él un buen precio en los mercados internacionales, a los que llegaba de manera económica gracias a la propia gran red naval comercial holandesa.
La pujanza de la industria pesquera no solo ofrecía grandes recursos económicos sino que redundaba en un desarrollo de toda la industria naval y sus oficios (marineros, carpinteros, veleros...), algo de lo que también se beneficiaban de una u otra manera la marina comercial y la marina de guerra.
Había ciertos puertos, cuya prosperidad recaía en la suerte de la industria pesquera del arenque. En Zelanda destacaban los puertos de Zierikzee, Veere y Brouwershaven; en el sur de Holanda, varios puertos a lo largo del Maas como Schiedam y Delfshaven e incluso en el propio Rotterdam todavía era un factor relevante; y en el norte de Holanda: Hoorn, Medemblik y el principal de todos: Enkhuizen.
De Enkhuizen, era Meynert Semeyns, que en 1639 escribía orgulloso: «Los holandeses capturan arenques y los preparan mejor de lo que lo hará nunca cualquier otra nación; y el Señor a través del instrumento del arenque, ha hecho de Holanda un mercado de intercambio esencial para toda Europa. El arenque mantiene el comercio holandés y el comercio holandés mantiene a flote el mundo».
Mas allá del entusiasmo de Semeyns, la propia República reconocía públicamente que la industria del arenque era una “mina de oro”, y por tanto un activo a salvaguardar.

Desde España, no se dejó de valorar la posibilidad de no solo atacar la flota mercante neerlandesa sino también dañar la flota pesquera. Dicha iniciativa toma forma oficial en torno a 1602.
Ese año, una consulta del Consejo de Estado de Felipe III recogía la siguiente opinión del marqués de Velada: «Sería muy conveniente reforzar la armada de Dunquerque para impedir al enemigo la pesca del arenque, lo que podríamos conseguir con un coste relativamente pequeño si lo comparamos con el daño que podría causar. La pesca es la base que sostiene a los pueblos holandeses y ésta sería una forma de influir grandemente en sus dirigentes. Entiende que esta táctica podría ponerse en marcha con 10 o 12 barcos de guerra de unas 200-300 toneladas, capaz de destruir completamente en las actuales condiciones la flota pesquera de los rebeldes, pues sus barcos no están preparados ni para la lucha ni para la navegación».
En noviembre de 1602, Felipe III sentenció: «Llevemos la guerra hasta sus propias casas, a sangre y fuego, por mar y por tierra. Reforzaremos la armada de Dunquerque y junto a las galeras de Federico cargaremos contra sus pesquerías».

La guerra a la industria pesquera holandesa iba a tener un notable impacto, aunque no decisivo ni homogéneo. Un estudio neerlandés sobre la industria pesquera cita 4 periodos profundamente “disruptivos” en la pesca del arenque debido a la guerra: 1595-1604, 1626-32, 1635-37 y 1642-46. A continuación veremos como se desarrolló esta faceta del conflicto, así como algunos aspectos ligados a esta lucha.



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Cuadro de Bonaventura Peeters dedicado a los pilares de la economía holandesa en la primer mitad del siglo XVII: la flota mercante representada por los grandes cargueros de las compañías de Indias y la flota pesquera representada por los buizen dedicados al arenque.


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Litografía en honor a Willem Bueckel, pescador zelandés, considerado el introductor de la técnica de limpiado y salado del arenque en alta mar. Las agallas y parte del esófago se extraen para eliminar el sabor amargo mientras que el hígado y el páncreas se mantienen en el pez durante el curado con sal, ya que liberan enzimas que aportan sabor. Tras la extracción de las agallas se almacena el pescado en toneles con una proporción de sal a arenque de 1:20.


Imagen
Harringbuis holandés, ca. 1480-1490. La extensión de las técnicas de curado en alta mar en toneles conllevó la adopción de un nuevo modelo de pesquero con más capacidad de carga: el buis o harringbuis (buis arenquero)


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Ahumado de arenques en un puerto pesquero holandés, en torno a 1600.


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Re: La Guerra contra el arenque salado holandés

Mensaje por Schweijk »

Un asunto poco conocido y que estoy seguro abordarás con tu habitual maestría. Me apunto. :P
"No sé lo que hay que hacer, esto no es una guerra".

Lord Kitchener

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Flavius Stilicho
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Re: La Guerra contra el arenque salado holandés

Mensaje por Flavius Stilicho »

Espero no defraudarte, ni tampoco a los compañeros que han pinchado en el botón de agradecimientos. Sigamos...
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Re: La Guerra contra el arenque salado holandés

Mensaje por Flavius Stilicho »

2. Primeros años; 1583 - 1609.
Aunque fue en 1602 cuando las pesquerías fueron declaradas un objetivo estratégico, lo cierto es que ya antes la guerra se había acercado a los pesqueros, no en vano cualquier nave neerlandesa, salvo las que tuvieran salvoconducto, era una presa legítima para la armada o los corsarios.
Las Provincias Unidas eran conscientes de la amenaza que suponía Dunkerque para sus flotas tanto mercantes como pesqueras, por lo que desde 1583 se estableció una fuerza naval de bloqueo. Si en los primeros años, se dedicaban una docena de naves al bloqueo, para en 1594 ascendían a la excepcional cifra de 42.
Las técnicas de bloqueo podían variar, desde un bloqueo próximo para impedir la salida de los puertos, a una mera vigilancia cercana por parte de naves rápidas que se encargarían de alertar al escuadrón de bloqueo que estaría dedicando su tiempo a realizar un crucero por las aguas cercanas en busca de sus propias presas. El tiempo invernal era poco propicio para mantener un bloqueo cercano, pero desde 1593 se estableció que al menos 6 naves se mantuvieran en posición de dar la alerta.

Para 1596, la amenaza era la suficientemente seria como para que en las Provincias Unidas se considerara que el bloqueo de los puertos hispano-flamencos ya no era suficiente y que los pesqueros necesitaban protección propia, al igual que los convoyes mercantiles. En ese mismo año, se cuenta que los corsarios de Dunkerque habían obtenido 300.000 florines solo con el importe de las rescates exigidos por los marineros capturados, entre ellos muchos pescadores.
Aunque ya era lo habitual zarpar en el marco de flotas pesqueras, ahora se estableció reglamentariamente la prohibición de que los buizen zarparan salvo que fueran en grupo. Si los pesqueros se organizaban en un “escuadrón”, este debía ser de al menos 20 naves y contar con un almirante elegido de entre los capitanes, asimismo los arrastreros debían llevar armas y municiones para ser capaz de defenderse. Sin embargo, lo mas común era que las flotas pesqueras se organizaran en torno a un convoy con escolta de naves de guerra.
Los pescadores no siempre estaban muy contentos con la calidad de sus naves de escolta, y al menos la provincia de Zelanda tuvo que permitir que un pescador embarcara en cada nave de guerra para “vigilar” el adecuado comportamiento de los oficiales y tripulación.


Aparte de la actuación de los corsarios flamencos, ya antes de la directriz de 1602 hubo al menos una gran incursión por parte de la armada; incursión cuyo éxito probablemente allanó el camino para que se vieran este tipo de acciones como algo útil.
En agosto de 1600, Antoine de Bourgoigne, señor de Wacken, reunió en Dunkerque una escuadra de 12/14 naves, mas o menos la mitad procedentes de la armada de Flandes y la otra mitad naves corsarias. Wacken se aprestó a hacer una incursión contra la flota pesquera holandesa, aprovechando que sus escuadras estaban concentradas en las operaciones ligadas al sitio de Ostende y que los ingleses, aliados de los holandeses, habían despachado su armada hacia las Azores en un vano intento de interceptar el regreso de la Flota de Indias.
Tras zarpar de noche y poner rumbo norte, la escuadra de Dunkerque se encontró con la flota pesquera holandesa a la altura de la costa escocesa. La escolta la formaban 4 naves de guerra. Una nave, se defendió con vigor del ataque hispano-flamenco antes de sucumbir al fuego; su capitán fue recogido del agua y sucumbiría a sus heridas en Dunkerque. Una segunda nave se fue a pique, con toda su tripulación menos dos hombres, y las otras dos escaparon.
Tras vencer a la escolta holandesa, la escuadra se dedicó durante 6 días a cazar a los desprotegidos pesqueros holandeses. Estos, ademas de saqueados, eran o bien quemados o bien hundidos.
Cuando llegaron las noticias a Holanda, cundió el pánico entre los pescadores, y cerca de 200 naves que acababan de zarpar regresaron rápidamente a puerto. Los neerlandeses despacharon una fuerza de 20 naves de guerra en persecución de los de Dunkerque.
La escuadra hispano-flamenca regresó dispersa, tras dedicar unos días mas del crucero a atacar mercantes holandeses, capturando 9 de ellos. A su regreso, 7 de las naves fueron interceptadas por una escuadra neerlandesa, al mando de Arie Corneliszoon Cruyck. Para escapar, las naves dunkerquesas recurrieron a arrojar la mayor parte de la carga para ganar velocidad. Una que no pudo escapar fue la nave corsaria de Jacques Colaert, cuya tripulación (capitán incluido) fue colgada con excepción de 6 muchachos. Por su parte, Wacken se vio imposibilitado de entrar en Dunkerque, y con 5 naves se vio arrastrado hasta el Golfo de Vizcaya, arribando finalmente al puerto de Bilbao.

La incursión de Wacken, justo después de la victoria holandesa de las Dunas causó consternación en las Provincias Unidas. El ejército de Mauricio había conseguido una importante victoria en tierras flamencas pero después había reembarcado de vuelta sin tomar ninguno de los nidos de corsarios enemigos que amenazaban la República, y como resultado las pesquerías habían sido atacadas.


Las intenciones españolas de 1602 de reforzar el frente naval flamenco quedaron inicialmente en poca cosa. El ruinoso sitio de Ostende (1601-1604) drenó los recursos de la Monarquía; lo que unido a la muerte en 1603 de Federico Spínola, conllevó que se dedicara escasa atención a crear una armada de Flandes potente y eficaz. En 1605, los defensores de la guerra económica volvieron a la carga. Además de Velada, algunos miembros del Consejo de Estado eran favorables a priorizar en Flandes la armada frente al ejército, aunque a la mayoría les parecía un giro estratégico demasiado radical. De todas formas, la paz con Inglaterra favorecía una estrategia naval mas ofensiva contra Holanda.
Entre las filas de los partidarios de potenciar la guerra económica se encontraba Hurtuño de Urizar, discípulo de Gauna. Hurtuño insistía: «los holandeses temen tanto a las naves de guerra de Dunquerque, que sólo diez de ellas, ayudadas por corsarios, podrían causar mas daño al enemigo que la mitad del ejército». La propuesta de Urizar se consideró asequible, y se le envió a Flandes para supervisar la construcción de esas diez naves, cuya capitana no debía ser mayor de 300 toneladas y el resto debían tener entre 150-200 toneladas. Asimismo se le encomendó reformar el Almirantazgo de Flandes, ya que sospechaba de malas prácticas que entorpecían la eficacia de la armada de Flandes.
Se llegarían a construir 8 naves, antes de que el proyecto se cancelara por el armisticio con las Provincias Unidas: Tregua de los Doce Años; 1609-1621. Justo antes de empezar la Tregua, se había aprestado en Dunkerque una escuadra de 11 naves, bajo el mando del destacado marino Michel Jacobsen, escuadra que no tendría tiempo de iniciar sus operaciones.



Imagen
Sello del siglo XVI de uno de los señores de Wacken, nobles que se sucedieron en el cargo de “vicealmirante de Flandes”.


Imagen
Cornelis Beelt. La flota pesquera neerlandesa escoltada por naves de guerra.


Imagen
Naves de guerra de las provincias de Holanda y Zelanda frente a Dunkerque, primera década del siglo XVII.


Imagen
Michel Jacobsen (c. 1560-1633). Uno de los destacados corsarios de Dunkerque que alcanzaría el grado de almirante. Destacó inicialmente en 1595 al mando del buque Lebrel. En 1597 repitió hazañas corsarias, ganándose que los holandeses le apodaron “el Zorro del mar”. En 1602 lo encontramos como capitán de una nave real y para 1609 era comandante de una escuadra de 11 naves de guerra.
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Re: La Guerra contra el arenque salado holandés

Mensaje por Lutzow »

Flavius Stilicho escribió: 26 Dic 2020ni tampoco a los compañeros que han pinchado en el botón de agradecimientos.
Yo entre ellos, y lo cierto es que lo uso bastante cuando no me acaba de convencer el sistema, es preferible agradecer públicamente al autor por su trabajo... Este me resulta de lo más novedoso, no tenía la menor idea de que había existido una "guerra contra el arenque", y a priori no parecía mala idea potenciar la Armada frente al Ejército como modo de presionar a los holandeses, como ellos hicieron con el bloqueo del Escalda... Por cierto, no sé si existe algún precedente de estos bloqueos económicos a gran escala.

Saludos.
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Re: La Guerra contra el arenque salado holandés

Mensaje por Flavius Stilicho »

Efectivamente, el bloqueo del Escalda, con ánimo de "secar" a Amberes, que en su momento era la ciudad mas prospera de los Países Bajos, fue un importante hito. De hecho la cuestión coleó incluso acabada la guerra, ya que los neerlandeses no querían que Amberes recuperara toda su antigua pujanza. La "cuestión del Escalda" aunque teóricamente resuelta en 1839 todavía era mencionada en la época de la PGM:
https://www.wdl.org/es/item/9195/

Respecto a bloqueos históricos, podemos ver unos pocos en la siguiente lista:
https://en.wikipedia.org/wiki/List_of_blockades
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Re: La Guerra contra el arenque salado holandés

Mensaje por Flavius Stilicho »

3. La guerra de la sal.
La industria del arenque salado dependía no solo de la materia principal, el propio pescado, sino de la capacidad neerlandesa de obtener otras materias primas; equipamiento naval y cáñamo para las redes no eran un gran problema, pero la vital sal podía llegar a serlo. La República reconocía la importancia de la sal para los pescadores, hasta el punto de que la sal que estos compraban para su uso industrial estaba exenta del impuesto de la sal, uno de los principales impuestos al consumo en vigor.
Los neerlandeses eran bien conocidos por su capacidad de refinar la sal y obtener un producto de calidad, por lo que no solo compraban sal en bruto para su propio uso agropecuario sino también para revenderla una vez procesada en las Provincias Unidas.

En tiempo de paz o cuando no había embargos, obtenían la sal de la propia Península Ibérica, de las enormes salinas portuguesas de Setúbal o incluso de las españolas de Sanlucar. En España no se dejaba de ser consciente de la importancia de la sal par los neerlandeses, y el ya citado Juan de Gauna asegura que la sal ibérica es la fuente de la prosperidad de Holanda y se debe hacer un control estricto de las exportaciones.
Privados del acceso a estas salinas, tras un decreto de 1598 que impedía el acceso neerlandés al territorio portugués, los holandeses se ven en la necesidad de encontrar la sal en otros lugares. Francia estaba dispuesta a vender sal de Bretaña, pero esta era de pobre calidad y se consideraba inapropiada para ciertos usos, en especial para la salazón del arenque, al menos si se querían mantener los estándares de calidad del arenque salado holandés.

Mas allá de buscar sal en lugares como África, las miras neerlandesas se centraron en América. Los holandeses conocían bien de la existencia de las salinas de Punta Araya en Venezuela; unas salinas inexplotadas ya que España consideraba que con las ya establecidas en la Península había suficiente. Al principio los holandeses tomaron sal como fruto de las correrías por el Caribe, pero pronto se vio la posibilidad de organizar la extracción ilegal a gran escala. Aunque lejana, la sal de Araya era de enorme calidad; y se encontraba en abundancia y relativamente desprotegida.
En 1599 se mandaría la primera flota. La cosa llego a un punto en el que mas de 100 barcos anuales de 300 toneladas podían llegar a Araya, durante el periodo de 1600-1606, y regresar cargados de sal (una media de 250 toneladas) hasta los puertos holandeses. Los cargueros de sal ni siquiera se molestaban en llevar una escolta, aunque por protección viajaban en escuadra e iban armadas con entre 4-12 cañones. Una vez en tierra, desembarcaban armados, aunque temían poco la posible respuesta de la escasa milicia española; en cualquier caso contaban con la colaboración de parte de la población local, que hacia negocio con el contrabando y pasaba puntual información sobre la posible respuesta gubernamental.
En mayo de 1603, un desesperado gobernador de Cumaná, Suárez de Amaya, informaba haber contabilizado 172 “urcas” (en realidad serían filibotes) y otras 13 naves de rescate (naves dedicadas a la extracción de perlas) en las salinas a lo largo de un año (desde junio de 1602) . Suárez recordaba en su informe: «Las muchas urcas que vienen de ordinario a cargar sal de ella y a vueltas de ellas otras de rescate y el daño que de las unas y de las otras hacen a su Mg. en su real Hacienda como en su grande reputación porque con la sal y muchas perlas que llevan les damos armas con que nos hacen la guerra».

Una respuesta contundente no llegaría hasta 1605, materializada en una escuadra procedente de la Armada del Mar Océano bajo el mando de Luis de Fajardo. La escuadra estaba compuesta por 14 galeones, 4 pataches y 1 carabela. Su destino se trató de mantener en secreto sugiriendo que su objetivo era marchar a Flandes.
El 5 de noviembre Fajardo alcanzó la isla Margarita, procediendo a dividir la escuadra en dos destacamentos para poder acercarse a Araya desde dos direcciones distintas. Las fuerzas de Fajardo capturaron sin resistencia 8 zoutvaerders (cargueros de sal) que se encontraban cargando sal. El capitán neerlandés Daniel de Muguerol, “administrador” de las salinas, ofreció resistencia en su patache que tuvo que ser atacado por dos chalanas. Herido y preso, sería ejecutado, junto a otros marineros holandeses que fueron capturados tras abandonar los cargueros y huir tierra adentro.
Fajardo procedió a destruir las instalaciones que habían levantado los neerlandeses y permaneció un mes en la zona, consiguiendo atrapar otros 4 cargueros, ademas de una nave francesa y 3 inglesas.

La Tregua de los Doce Años, supuso que los holandeses pudieran volver a abastecerse de sal en la Península, pero con la reanudación de la guerra, regresaron a Araya con renovados ánimos. En septiembre de 1621 se vuelven a presentar en la zona e incluso levantan un fuerte de madera que traían consigo prefabricado con las piezas listas para ensamblar. El gobernador de Cumaná, Diego de Arroyo y Daza los repele, pero en enero de 1622 regresan con mas fuerza: 27 zoutvaerders de los que desembarca una gran fuerza de arcabuceros y mosqueteros. Imposibilitado de atacarles con sus magras fuerzas, el único consuelo del gobernador es que tras tomar toda la sal que quieren, se marchan sin dejar atrás una fuerza de ocupación.
Ese mismo año de 1622 se toma la decisión de erigir un fuerte permanente que proteja la zona de nuevas incursiones neerlandesas, y se empieza a levantar la fortaleza de Santiago de Arroyo de Araya. En noviembre de 1622, con la fortaleza todavía incompleta, De Arroyo tuvo que hacer frente a la aparición de una flota de 43 cargueros, que tras bombardear la posición española desembarcó un nutrido contingente de hombres que fracasó en su intento de asalto. En enero de 1623 una nueva flota de 41 zoutvaerders holandeses se aproxima al fuerte y lo bombardea sin lograr su rendición.
106 cargueros habían visto impedido su acceso a las salinas. Un eufórico gobernador calculaba que los neerlandeses habían sufrido, además de 300 bajas, un quebranto de 2 millones de ducados al no regresar con su carga de sal: «porque en Holanda hacen de una desta tres, y la venden cada fanega a cuatro o cinco ducados, y benefician sus cosechas de pescados, queso y manteca y cecina, de que hinchan todo el mundo».
A pesar del éxito, en 1624 llega a Araya la Armada de Tierra Firme, comandada por Tomás de Larraspuru, con el objetivo de entregar pertrechos para el fuerte y hacer limpieza de la zona, capturando 6 cargueros y poniendo en fuga otras naves.


La intimidante presencia del fuerte de Araya impide una explotación sistemática de las salinas por los neerlandeses, mas allá de que algún corsario logre hacerse con una pequeña cantidad. Esto les lleva a buscar nuevas salinas. En esa época, los zoutvaerders eran alquilados por la WIC (Compañía de las Indias Occidentales) para llevar tropas y suministros militares a Brasil. A su regreso solían curiosear por las islas en busca de sal para no volver vacíos, explorando en su busca las islas de Bonaire, Curazao, San Martín y Tortuga. En esta última, toman sal por primera vez en 1624.

En 1628, los neerlandeses desembarcar en la isla Tortuga para hacerse con el control de las salinas. Se trataba de unas salinas que en principio no se habían considerado útiles para su explotación, al inundarse regularmente. Sin embargo, los neerlandeses levantaron un sistema de bombas, canales y lagunas artificiales para la extracción y secado de la sal. Para 1630, la “factoría” ya estaba a pleno rendimiento.
En 1631, el gobernador de Caracas, envió al capitán Benito Arias Montalvo al frente de una pequeña expedición de 40 soldados y 117 indios flecheros, embarcados en lanchas y piraguas. Los españoles sorprendieron a los neerlandeses cuando el grueso de su flota se había marchado y solo quedaban dos cargueros, naves que fueron tomadas al asalto. Al año siguiente una nueva incursión, por parte del capitán Pedro de Lovera, conseguiría quemar las instalaciones y muelles levantados por los invasores.
Ascendido a gobernador de Cumaná, Arias Montalvo regresa a Tortuga en 1633, pues los neerlandeses han reconstruido las instalaciones e incluso se han fortificado. Las instalaciones son de nuevo destruidas y las naves enemigas puestas en fuga. De nuevo tiene que regresar en el 1638 con 150 soldados e indios flecheros, para tomar al asalto un nuevo fuerte que los neerlandeses han levantado en la zona.
Las de Tortuga no serían las únicas acciones de Arias Montalvo contra los neerlandeses. En 1633, tiene también que actuar contra los neerlandeses que han desembarcado para extraer sal en la zona de la desembocadura del río Unare. La expedición la componen 95 soldados y 200 indígenas flecheros, infligiendo 116 bajas a los neerlandeses y haciendo huir al resto. Aun regresarían los neerlandeses a la salina de Unare en 1640, levantando para asombro de los españoles un fuerte de madera prefabricado. El fuerte será tomado tras una lucha cruenta por las fuerzas del gobernador de Nueva Barcelona, Juan Orpín. El propio Orpín decidiría anegar con agua dulce la pequeña salina de Unare para inutilizarla. De nuevo los indígenas, habían sido una parte sustancial del esfuerzo hispano, y por medio de Orpín, el rey Felipe IV concedió privilegios a los indios piritús en 1642.

En 1631, los neerlandeses se establecen en la isla de San Martín para extraer sal, pero son expulsados un par de años mas tarde. En 1634 ocupan Bonaire, Aruba y Curazao, con la misma intención, aunque los rendimientos de sus salinas fueron bastante menores de los previstos.


Los corsarios de Dunkerque fueron también un azote para los mercantes de sal holandeses, llegando en la década de los 30 a inundar los Países Bajos leales de sal a un precio barato gracias a sus capturas; mientras que en Amsterdam se disparaba su precio.
Incluso se llegó a plantear la posibilidad de no solo negar/limitar el comercio de la sal en los Países Bajos, e ir mas allá y arrebatarles el negocio. En 1637 el padre Felipe de Bruselas propone la creación de una compañía en Flandes que rivalice con los holandeses de tal manera que la sal importada de la Península se refine en Flandes y no en Holanda y se comercialice por el mar del Norte y el Báltico, a cambio de de otros productos. Proyecto que como otros con ánimo de desplazar el comercio holandés quedó en nada ante la escasez de recursos para afrontar una enorme inversión inicial.

En última instancia los problemas neerlandeses de suministro de sal, amainaron por culpa de un cambio de política económica. A partir de la década de los 30 se empezaron a conceder cada vez mas licencias a particulares neerlandeses para obtener sal en la Península; y a partir de 1640 con el proceso de independencia de Portugal, volvieron a tener acceso a las salinas de Setúbal, gracias a una tregua con los portugueses.



Imagen
Ilustración de un fluyt (filibote) holandés. En las crónicas españolas los cargueros holandeses son habitualmente descritos como urcas, pero normalmente serían del tipo fluyt que era el mas común en las Provincias Unidas.


Imagen
Planta irregular para el sitio sobre el surgidero de Ancón de refriegas en la salina de Araya (castillo de Araya), 1623.


Imagen
Julijan Vermeer & Konrad A. Antczak. Reconstrucción de un fuerte neerlandés en la isla Tortuga.


Imagen
Ataque español a la isla Tortuga, 1638.
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Re: La Guerra contra el arenque salado holandés

Mensaje por Lutzow »

Muy interesante, no tenía la menor idea de la existencia de tanto trajín, escaramuzas e incluso pequeñas batallas por la sal en América... :dpm:

Con permiso, subo una imagen del fuerte de Araya, que pienso debe aparecer en la narración:

Imagen
Flavius Stilicho escribió: 30 Dic 2020Respecto a bloqueos históricos, podemos ver unos pocos en la siguiente lista:
Es más o menos lo que suponía, en los anteriores se trata más bien de asedios, no de una bloqueo económico a gran escala y permanente en el tiempo como los disputados por españoles y neerlandeses...

Saludos.
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Re: La Guerra contra el arenque salado holandés

Mensaje por Flavius Stilicho »

Gracias, Lutzow. Efectivamente, la fortaleza de Araya todavía se conserva. Los fuertes de IKEA que traían los holandeses estaban bastante apañados, pero no hay nada como una fortaleza consistente de piedra.
Cuando se piensa en la penetración de los holandeses en América, uno imagina su busqueda de especias, diamantes o incluso el preciado azúcar; a uno no se le ocurre que también estuvieran interesados en la sal.
Ya se que esto de la guerra del arenque y la sal, no tiene mucho lustre, pero en la época ya vemos que se lo tomaban en serio.
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Re: La Guerra contra el arenque salado holandés

Mensaje por Flavius Stilicho »

4. La guerra tras el fin de la Tregua; 1621-1632.
La Tregua de los Doce Años no supuso el fin del conflicto y de cara a la reanudación, había otra vez que debatir la estrategia a seguir.
En España, voces seguían clamando por un fortalecimiento de la Armada a costa de las fuerzas terrestres, tanto para frenar la audacia holandesa, que había continuado el hostigamiento contra las posesiones españolas durante la tregua, como en previsión de una reanudación formal de los hostilidades en el propio Flandes. El escocés William Semple, veterano de los Tercios, advertía en 1612 que contra los holandeses: «Nuestra mejor forma de proceder, sería imitarlos, convertir nuestros barcos en buques corsarios y destrozar su comercio y sus pesquerías en los mares del norte». Semple no dejó de insistir en su visión, y para 1620, acercándose el final de la Tregua, los oídos eran mas receptivos. Dentro de su visión de guerra comercial, vemos de nuevo como las pesquerías holandesas son un objetivo clave; afirmando que «son sus minas mas importantes, de donde extraen la riqueza que alimenta a los marinos destinados luego a nutrir sus flotas».
Cada vez mas personas en Madrid y Bruselas se convencían de que una inversión naval daría dividendos. El veterano general Carlos Coloma de Saa, era de la opinión que en Ostende sería útil crear una armada de 20 naves, que podrían autofinanciarse operando como corsarios contra pesqueros y mercantes.

A pesar de las buenas intenciones, el fin en 1621 de la Tregua pilló a la Armada de Flandes todavía en un lento proceso de puesta a punto. Por contra, las armadas de las Siete Provincias estaban mejor aprestadas y procedieron a bloquear los puertos hispano-flamencos desde el primer momento. Sin embargo, el bloqueo nunca podía ser 100% efectivo, y las fragatas de Flandes, aunque reducidas en número, empezaron a llevar a cabo algunas acciones.
Aunque se libró alguna acción previa entre dunkerqueses y fuerzas bloqueadoras, la primera operación relevante no llegó hasta 1623, cuando se lanzó un ataque contra varios puertos pesqueros de Zelanda. La relevancia no estaba en el daño causado, que no parece que fuera significativo, sino en el mero hecho de que se pudiera haber ejecutado la operación.

El tremendo coste de la toma de Breda en 1625, volvió a poner sobre el tapete la necesidad de un cambio de estrategia. La victoria había servido para mantener el prestigio de las armas españolas pero el coste humano y económico había sido de nuevo desproporcionado con respecto a las ventajas militares obtenidas. La política militar acabaría girando hacia una guerra defensiva en Flandes por tierra, quedando la “guerra ofensiva” en manos de la armada de Flandes y corsarios.


Si los historiadores neerlandeses cifran en 1626 el inicio de un nuevo periodo disruptivo en la industria arenquera, es probablemente porque fue en 1626 cuando se notaron los efectos de los sucesos de finales de 1625.
En principio la situación estratégica había ido a peor, con la declaración de guerra de Inglaterra a España, que no solo impedía a las naves españolas refugiarse en dicho país sino que añadía nuevas naves enemigas a sortear. A pesar de la desastrosa expedición anglo-holandesa a Cádiz, la realidad es que entre 30-40 naves holandesas e inglesas mantenían un bloqueo constante de los puertos flamencos.
La oportunidad saltó cuando en la noche del 22-23 de octubre se desató una gran tormenta que durante 24 horas se abatió sobre las fuerzas bloqueadoras, compuestas por 18 naves holandesas y 18 naves inglesas. Algunas naves se hundieron y otras encallaron, perdiéndose 7 naves holandesas y 5 inglesas. La mayoría de las supervivientes sufrieron fuertes daños -en algún caso colisionaron entre sí-, de tal manera que solo 6-8 naves quedaron operativas en la zona.
Rápidamente se aprestaron galeones y fragatas, tanto corsarios como de la propia armada de Flandes. Una primera escuadra de 12 naves de guerra zarpó en pos de las naves bloqueadoras restantes, obligándolas a retirarse para después continuar su travesía hasta llegar a las islas Shetland. Allí localizó a una gran flota pesquera de unos 200 arrastreros en plena faena. La flota estaba guardada por 6 naves de guerra holandesas; una de las cuales fue hundida y otra resultó capturada, huyendo las restantes 4. La escuadra se abatió sobre los inermes pesqueros hundiendo 40 pequeños buizen y apresando los mas grandes.
Pero eso no era todo, tras la escuadra, habían partido sucesivamente dos oleadas de corsarios flamencos (8 y 7 respectivamente) que en abanico peinaron el mar en busca de presas. Cuando llegaron a puerto las primeras noticias de presas, otras naves flamencas se unieron a la caza de rezagados a pesar de que puede dudar de la condición legal de corsarios por parte de algunos oportunistas. Algunos pescadores flamencos hicieron suya a su manera lo de “a mar revuelto ganancia de pescadores” ya que la Infanta Isabel Clara Eugenia, gobernadora de los Países Bajos, se hacía eco de que: «hasta nuestros pescadores han aprovechado la ocasión y han logrado capturar tres presas de sal y arenques».
El resumen de una operación que había durado unos 15 días, había sido la captura o destrucción de unas 150-200 naves enemigas, en su mayoría holandesas. Entre ellas, había al menos 2 naves de guerra y 84 buizen.

En 1626 llegaron a la corte española de Bruselas noticias de la tremenda indignación de las villas pesqueras neerlandesas, especialmente las de la provincia de Zelanda. No en vano, desde Bruselas se congratularon: «los nuestros hacen estragos en el mar». Además de los problemas con la pesca, las Provincias Unidas también vieron como se entorpecía la llegada de alimentos importados desde Francia; así como se resignaron a una subida de impuestos en medio de una racha de problemas comerciales. El éxito dunkerqués obligo a los neerlandeses a reforzar aun mas el bloqueo, subiendo las naves de vigilancia a 45 para 1627, lo que no dejaba de suponer un aumento de los gastos.

A pesar de los intentos neerlandeses de poner freno a los hispano-flamencos, el quinquenio de 1626-1629 iba a seguir trayendo éxitos. También a pesar de que a la armada de Flandes le cayeron nuevas misiones como la escolta del transporte de tropas de la Península a Flandes por mar, limitando hasta cierto punto su implicación en la guerra comercial.
El año 1626 no fue especialmente fructífero en lo que respecta a ataques a la pesca, aun así cabe destacar una incursión de 5 corsarios que hundieron 18 arrastreros.
En el verano de 1627, llegó un nuevo éxito. Un convoy de España a Flandes escoltado por naves de Dunkerque, seguía la ruta del Norte bordeando Escocia, cuando se topó a la altura de las Shetland con una enorme flota pesquera holandesa protegida por 7 naves de guerra. Los neerlandeses perdieron 3 naves de guerra y 11/12 buizen, consiguiendo el resto huir. En septiembre, 5 barcos de la escuadra auxiliar de Ostende hundieron 11 buizen y entregaron 8 presas en Flandes.
Los arenqueros neerlandeses no serían los únicos pesqueros atacados ese año, ya que previamente, Michel Jacobsen, de vuelta a Flandes desde Pasajes -con 11 naves-, aprovechó el viaje de circunnavegación de las islas Británicas para desviarse y atacar los balleneros neerlandeses e ingleses que faenaban en las pesquerías de Groenlandia, logrando destruir cerca de 50 barcos.
En 1628, la archiduquesa Isabel informaba a Madrid de los rumores de que la provincia de Zelanda, que en 1626 había exigido combatir a los dunkerqueses “a sangre y fuego”, estaba empezando a valorar la necesidad de algún tipo de conciliación.

El contrapunto llegaría con los efectos de la bancarrota de 1627, que se dejarían notar en la armada de Flandes hacia mediados de 1628. En 1629 la armada de Dunkerque y la armada auxiliar de Ostende quedarían prácticamente paralizadas por falta de dinero para equipo y pagas de los marineros. La infanta Isabel Clara Eugenia no dejaba de recordar a la Corte que “los bajeles de la Armada de Dunkerque y escuadra de Ostende hacen alto y no podrán salir a la mar por falta de dinero”. A los problemas financieros se unía el hecho de que después de unos años de una total impunidad en sus acciones, de nuevo se empezaron a perder unidades a manos de los holandeses. Así, en uno de los escasos combates de 1629, 3 naves de la escuadra de Ostende, fueron interceptadas por la fuerza bloqueadora del almirante Piet Hein. Se perderían dos de las naves, pero la victoria neerlandesa se lograría a costa de la muerte del propio Piet Hein.
A pesar de los problemas de escasez de recursos y la presión militar holandesa, las fuerzas navales hispano-flamencas siguieron siendo un tormento tanto para el tráfico comercial como para las pesquerías. En 1632, fuerzas de Dunkerque atacaron de nuevo el caladero de las Shetland destruyendo 28 pesqueros y 2 de las naves de guardia, así como arrasando las bases de apoyo logístico para la flota pesquera holandesa levantadas en la zona.
Aunque la presión ejercida por la armada “del rey” disminuyera, reflejándose en la ausencia de grandes operaciones planificadas como podían ser las incursiones contra las pesquerías, la presión de los corsarios no parece haber aflojado y se mantuvo alto el numero de presas de mercantes y pesqueros realizadas. Así en 1630 se capturaron 317 naves (262 de ellas neerlandesas), 295 en 1631 y un récord de 350 en 1632.



Imagen
Ludolf Bakhuizen. Flota pesquera holandesa faenando, con naves de guerra de vigilancia al fondo.


Imagen
Moneda neerlandesa acuñada en Utrecht en 1626. La moneda se hace eco de la ofensiva naval hispana reflejando una armada con la cruz de San Andrés luchando contra una flota neerlandesa. Se trata de una llamada a confiar en Dios (CONFORTAMINI.DEO.CONFIDENTES) en unos momentos difíciles en que el “enemigo” amenazaba por todos lados (VSQVEQVO.HOSTES.IMMINENT.VNDIQVE).


Imagen
Hendrick Cornelisz Vroom. Un navío de guerra holandés y una nave pesquera; hacia 1628-1630.


Imagen
Arnold de Lange. Combate entre la armada de Flandes y la armada neerlandesa, hacia 1640.
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Re: La Guerra contra el arenque salado holandés

Mensaje por Lutzow »

Flavius Stilicho escribió: 02 Ene 2021Un convoy de España a Flandes escoltado por naves de Dunkerque, seguía la ruta del Norte bordeando Escocia, cuando se topó a la altura de las Shetland
Menuda vuelta, más que doblaba la ruta directa... ¿Tan complicado resultaba navegar por el Canal? Supongo que estaría bloqueado por las naves inglesas, pero también lo estaban los puertos en Flandes.

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Re: La Guerra contra el arenque salado holandés

Mensaje por Flavius Stilicho »

En tiempos de guerra con Inglaterra, el canal de la Mancha complicado. Los puertos de Flandes estaban "bloqueados" pero eso no quiere decir que el bloqueo fuera del todo efectivo. Con naves de poco calado, habilidad y suerte se podía sortear el bloqueo, especialmente en ciertas épocas del año en las que a los holandeses les costaba mantener su fuerza completa de bloqueo en el mar debido al mal tiempo. En cualquier caso los transportes de tropas en esa época se hacían generalmente en pequeño número, incluso en naves sueltas, aunque mas tarde si llegaron en mayor número.
No olvidemos que por muy desastrosa que resultó las batalla de las Dunas en 1639, previamente Oquendo había conseguido transbordar tropas y caudales a pequeñas naves e introducirlos en Dunkerque amparados en la niebla
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Re: La Guerra contra el arenque salado holandés

Mensaje por Lutzow »

Con el permiso de Flavius utilizo este hilo como conejillo de Indias y lo subo durante una semana como "Anuncio Global"... El del Bloqueo ha funcionado muy bien, un tema sin movimientos recientes con un año de antigüedad ha tenido 1.275 visitas adicionales en siete días, ahora quiero probar cómo funciona en un hilo nuevo...

Saludos.
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Re: La Guerra contra el arenque salado holandés

Mensaje por laguno »

Enhorabuena, Flavius Stilicho, por tan interesante artículo. Me ha encantado.
Gracias por su trabajo y por mostrárnoslo para nuestro deleite.
Un saludo
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Re: La Guerra contra el arenque salado holandés

Mensaje por Satur »

Encantado con el nuevo sistema y con el original, que probablemente se me haya escapado y que ahora he leído con mucho gusto.
Cuando el líder eficaz ha dado por terminado su trabajo,
la gente dice que todo ocurrió de un modo natural.
LAO TSE.

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Re: La Guerra contra el arenque salado holandés

Mensaje por Flavius Stilicho »

Gracias a todos, seguimos...
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Re: La Guerra contra el arenque salado holandés

Mensaje por Flavius Stilicho »

5. La Guerra de los prisioneros.
La Guerra de los Ochenta Años empezó como una rebelión y con el tiempo evolucionó en Flandes hacia una guerra mas o menos formal entre estados, por un lado los países bajos meridionales católicos y leales (al rey), y por otro los países bajos septentrionales protestantes y republicanos. La naturaleza del conflicto derivó en crueldades por ambos bandos tanto por tierra como por mar, por lo que no es de extrañar que en ocasiones no se hicieran prisioneros, al menos entre los humildes soldados ya que por los oficiales se podía solicitar un rescate.
En el frente naval, el inicio de la guerra estuvo dominado por las acciones de los “watergeuzen” (mendigos del mar). Considerados meros piratas, no podían esperar piedad en caso de ser capturados y juzgados, salvo el caso de algún que otro muchacho de escasa edad al que el tribunal podía tratar con indulgencia. Los mendigos a su vez acostumbraban a librarse expeditivamente de las tripulaciones de sus presas, tanto pesqueros como cargueros. En los puertos circulaban historias como la de unos pescadores de Ostende dejados a la deriva atados a tablones aunque lo normal era que las tripulaciones fueran arrojadas por la borda.
Una vez que el conflicto se fue estabilizando, se pudieron llegar a acuerdos sobre los prisioneros. El general español Francisco Hurtado de Mendoza redactó en 1599 una propuesta de acuerdo sobre la redención de prisioneros y los costes de rescate, de tal manera que no solo los oficiales capturados se pudieran beneficiar de la posibilidad de ser liberados previo pago. El acuerdo, con ciertas modificaciones, fue aceptado por las Provincias Unidas en 1602.

Sin embargo el acuerdo no se llegó a extender al mar, debido a que en las Provincias Unidas creían que solo una “línea dura” con los corsarios flamencos era la adecuada para impedir su proliferación. Cuando a partir de 1583 empezaron a aparecer los primeros, hubo un debate en Holanda y Zelanda sobre como tratar a los corsarios capturados. Las dudas se resolvieron en 1587 cuando los Estados Generales decretaron que los corsarios debían ser tratados como piratas, negándose a reconocer las patentes de corso expedidas por el duque de Parma; de hecho la consideración de piratas debía aplicarse no solo a las naves alistadas por particulares para el corso sino a las naves de guerra “flamencas”. Eso sí, si se capturaban soldados sirviendo en las naves flamencas, estos se beneficiaban del estatuto de prisioneros.
Esta política iba mas allá de una cuestión de represalias. La intención holandesa era aterrorizar a los marineros flamencos para que no participaran en la guerra; algo que no conseguirían; aunque en ocasiones como en 1590 los armadores flamencos tuvieron problemas para equipar sus naves debido al temor de las tripulaciones a las represalias. Otro de los motivos subyacentes en este empecinamiento, era la cuestión de que entre los marineros “flamencos” había muchos neerlandoparlantes que en cierto modo eran vistos como una suerte de traidores, impresión reforzada por los intentos de los armadores flamencos de reclutar marineros holandeses y zelandeses de entre los prisioneros.

Los capitanes neerlandeses recibían pues instrucciones de ejecutar a los marineros flamencos, lo que se traducía en el infame “voetspoeling” (lavado de pies) en el que los prisioneros eran arrojados por la borda. Esta política de ejecuciones no era excesivamente popular entre los propios capitanes neerlandeses, que periódicamente solicitaban que se revisase. Aquel capitán remiso a ejercer de verdugo, podía llevar los prisioneros a tierra, pero si los desembarcaba en un puerto holandés, los marineros eran colgados; nuevamente la única excepción podía ser la clemencia con algún muchacho al que todavía no se le considerara adulto. Mas allá de los escrúpulos morales, muchos capitanes también eran conscientes de que esta práctica se podía volver contra ellos en forma de represalias.
Efectivamente, desde el otro bando, hubo represalias sancionadas oficialmente aunque no tan sistemáticas, ya que normalmente eran de corto recorrido. Así por ejemplo, en 1595 el almirantazgo de Flandes recordó a los capitanes corsarios el tratamiento que recibían los prisioneros capturados y ordenó que se respondiera con la misma moneda. En 1599, tras noticias de ahorcamientos masivos de prisioneros en ciertos puertos neerlandeses, el almirantazgo ordenó represalias en caso de capturar naves de las ciudades implicadas. No era extraño que los humildes pescadores acabaron siendo las victimas de estas represalias; por ejemplo en 1601, dos capitanes corsarios arrojaron por la borda a 130-140 pescadores.
Otras veces, al tener noticias de que prisioneros habían sido desembarcados en Holanda y estaban pendientes de ser ejecutados, se amenazaba con ejecutar marineros prisioneros en las cárceles flamencas; así en 1599 se obligó a 29 pescadores presos en Dunkerque a solicitar clemencia para una tripulación corsaria capturada proponiendo un intercambio o un rescate, pero su petición fue ignorada por los Países Bajos. En 1602, desde Bruselas se renunció a imponer una línea dura.
Mas allá de los ocasionales deseos de venganza, los corsarios flamencos preferían tomar prisioneros a los marineros neerlandeses que ejecutarlos, con ánimo de pedir rescate. Antes de la Tregua, era extraño que los corsarios tomaran prisionera a toda la tripulación, prefiriendo solo tomar a oficiales y marineros cualificados -como podían ser los pilotos-, por los que se podía pedir recompensa; de hecho muchas veces eran tomados mas bien como rehenes por dejar marchar indemne la propia nave a cambio de una recompensa negociada por el patrón de la nave en nombre del armador. Este tipo de actitud fue criticada por el archiduque Alberto en 1598, declarando que no se estaba haciendo la guerra (naval) para ganar dinero sino para castigar a los rebeldes. Las propias Provincias Unidas tampoco veían bien esta práctica y a la reanudación de la guerra en 1621 prohibieron este tipo de acuerdos entre corsarios y armadores.

Las ejecuciones neerlandesas de marineros flamencos también tenían el efecto de endurecer la resistencia de estos en caso de combate, sabiendo que era improbable que preservaran la vida. El caso mas notable fue el del capitán Jan Jacobsen en 1622. Jan era hijo del almirante Michel Jacobsen, y zarpó de Ostende en una expedición con 3 naves. Interceptado por la fuerza de bloqueo, compuesta por 9 naves, la nave de Jacobsen se batió durante 13 horas mientras las otras dos conseguían escapar. Desarbolada la nave, Jacobsen se negó a rendirse a pesar de las promesas de recibir cuartel, promesas que aun si fueran sinceras sus atacantes difícilmente podían cumplir ya que no vinculaban a las autoridades en tierra. Jacobsen, herido, ordenó volar la nave por los aires, consiguiendo dañar de paso a dos de las naves neerlandesas mas cercanas. Los supervivientes de la tripulación de Jacobsen fueron rescatados y al ser llevados a tierra, ahorcados.


Las cosas empezarían a cambiar a partir de 1625. La gran incursión de 1625 contra las pesquerías holandesas, además de la destrucción que causó, tuvo un impacto añadido a otro nivel. A lo largo de un mes se habían capturado cerca de 1.400 prisioneros (muchos de ellos pescadores). El pintor Pedro Pablo Rubens recoge: «Nuestros barcos de Dunkerque han arruinado la pesca del arenque de este año. Han echado a pique a muchos pesqueros, aunque con la orden expresa de la Infanta de salvar a todos los hombres y de tratarlos bien».
Mas allá de las buenas intenciones de la Infanta Isabel Clara Eugenia, la llegada de prisioneros a los puertos flamencos desbordó las capacidades de las autoridades, y unos 250 acabarían muriendo por negligencia a la hora de proveerles adecuadamente.
La prohibición desde Bruselas de ejecutar a los marineros neerlandeses y el gran número de prisioneros logrados puso presión a las autoridades de las Provincias Unidas. En ese mismo año de 1625, se habían rearfimado las ordenes de ejecutar a los prisioneros en el mar, y se obligó a los capitanes a tomar juramento de que así lo llevarían a cabo. Aun así, seguía habiendo capitanes que optaban por violar el juramento y traer los prisioneros a tierra, para que las autoridades se encargaran del “trabajo sucio”. Los Estados Generales amenazaron a estos capitanes con sanciones de empleo y sueldo, y por añadidura en 1626 decretaron que en cada nave debía haber uno o dos hombres encargados de las ejecuciones a cambio de una prima en el sueldo. Uno de los oficiales navales que se resistieron a la práctica fue el vicealmirante Quast, que procedente del puerto pesquero de Enkhuizen probablemente era consciente de que muchos pescadores conciudadanos suyos estaban presos en Flandes y su vida dependía de la buena voluntad de sus captores. La negativa de Quast a llevar a cabo ejecuciones derivó en un incidente entre el almirantazgo de Noorderkwartier (al que pertenecía) que apoyó públicamente la posición de Quast y los Estados Generales que acusaron al almirante de tener un carácter débil.
La presión sobre los Estados Generales no venía únicamente de los oficiales navales; los prisioneros mandaban cartas desde Flandes implorando un acuerdo con las autoridades españolas y sus familias clamaban ante las autoridades. El propio estatúder Federico Enrique se puso de parte. En 1629, los Estados Generales acabaron dando su brazo a torcer; su política no había dado los resultados esperados e incluso se temía que fuera contraproducente para el esfuerzo de guerra, ya que los marineros prisioneros neerlandeses en Flandes podían encontrar cada vez mas atractivo el pasarse al enemigo. Tras el acuerdo de 1629, entre España y las Provincias Unidas, las ejecuciones no cesaron del todo, dado que algunos almirantazgos neerlandeses todavía quisieron llevar a cabo ejecuciones puntuales, siendo el último de ellos el de Zelanda que en 1634 ejecutó a varios corsarios capturados.


Al regularizarse la cuestión de los prisioneros por ambos bandos, las cosas mejoraron para estos, especialmente para los mas humildes como los pescadores neerlandeses que anteriormente se veían en una difícil situación por no poder pagar rescate e incluso tener problemas para mantenerse económicamente durante el cautiverio. Ahora se reguló la manutención de los prisioneros respectivos, en el caso de los pescadores neerlandeses muchas veces beneficiándose de la creación de fondos de ayuda.
No dejaba de haber quien se quejara de que el trato dado en Dunkerque a los prisioneros era mejor que el que recibían los dunkerqueses en Holanda. Así, el almirante Jacob Colaart (Colaert), que en 1636 había sido capturado, afirmaba: «(...) en muchas cárceles de Flandes se usa soltar los prisioneros de porte sobre fianzas -al revés de lo que hacen los holandeses, que cuanto mayores son, más les estrechan la prisión, porque consideran que los prisioneros de guerra, andando sueltos, son otros tantos espías (...)».

La esperanza de liberación en estos últimos años radicaba en los intercambios de prisioneros. Las negociaciones para establecer un sistema de intercambio de prisioneros no eran fáciles. En las Provincias Unidas seguía habiendo mucha gente que veía el intercambio como algo injusto, ya que el grueso de los que ellos liberaban eran “peligrosos” corsarios o marineros de la armada para recibir a cambio muchos “inofensivos” marinos mercantes o pescadores. Asimismo se negaron a rescatar a neerlandeses “negligentes”: aquellos prisioneros que hubieran sido capturados tras negarse a formar parte de un convoy o en su caso no haberse defendido por carecer del armamento reglamentado para ciertos buques.
Además el intercambio de prisioneros se veía obstaculizado por los propios avatares de la guerra, ya que a veces había mas prisioneros de un bando que de otro. Así en 1630, las Provincias Unidas intentaron sin éxito renegociar para que se aceptara un intercambio de 2 a 1, al no tener todavía muchos marineros rivales prisioneros. En 1636 llegaron a ofrecer incentivos para fomentar la captura de pescadores flamencos con el único fin de utilizarlos como moneda de cambio; e incluso se llego a plantear la idea de hacer correrías por las costas españolas en busca de prisioneros. Por contra, tras la victoria de las Dunas en 1639, dado el gran número de prisioneros tomados, las autoridades de la República buscaron sacar ventaja y presionaron para conseguir la liberación de neerlandeses apresados en territorios lejanos como la propia España y América.



Imagen
Ahorcamiento de corsarios berberiscos a bordo de naves holandesas. Para muchos en las Provincias Unidas no había mucha diferencia entre estos y los corsarios flamencos; era común denominar a Dunkerque como “la Argel del Norte”.


Imagen
Grabado neerlandés denunciando las atrocidades de los “piratas” dunkerqueses contra las tripulaciones de los pesqueros.


Imagen
Jan Jacobsen (1588/1589-1622). En el fondo se puede ver su nave volando por los aires, hecho que lo convirtió en un “martir” de los marinos flamencos al servicio de España. Hijo del corsario y almirante Michel Jacobsen, fue a su vez tío-abuelo del corsario y almirante Jan Bart (Jean Bart).


Imagen
Dibujo de una fragata hispano-flamenca de 10 cañones, probablemente realizado por un prisionero flamenco capturado. Las paredes de madera de las celdas del edificio Gravensteen en la ciudad de Zierikzee (Zelanda) contienen dibujos realizados por los prisioneros en esa época.
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Re: La Guerra contra el arenque salado holandés

Mensaje por laguno »

Que maravilla.

Ya me gustaría a mi poder escribir artículos tan ilustrativos y tan bien documentados. Enhorabuena.
"...como jueces de la competición están los dioses, que, naturalmente, se pondrán de nuestra parte, ya que nuestros enemigos han jurado en falso sobre ellos, mientras que nosotros, teniendo ante nuestros ojos tanta abundancia de posesiones, nos hemos mantenido firmemente apartados de ellas en virtud de nuestro juramento a los dioses" Jenofonte - Anábasis.
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Re: La Guerra contra el arenque salado holandés

Mensaje por Flavius Stilicho »

6. El segundo gran esfuerzo. 1633-1639.
Para el verano de 1635, las fuerzas navales en Flandes se habían reforzado lo suficiente como para que el superintendente Juan de Gavarelli organizara una gran incursión contra las pesquerías. Se trataba de un buen momento para una gran operación, ya que parte de la armada neerlandesa, bajo el mando del almirante Dorp, se encontraba en el golfo de Vizcaya apoyando a los franceses, los cuales habían entrado en guerra con España recientemente.
De entre las cerca de 30 naves disponibles, se seleccionaron 6 fragatas de reciente construcción y 14 “navíos gruesos” (galeones). Aunque Gavarelli estaba nominalmente al mando, el intrépido marino flamenco Jacob Colaart (Jacques Colaert) pasaría a la historia como el conductor de la operación. Tras burlar el bloqueo holandés, Colaert localizó a la flota pesquera del importante puerto de Enkhuizen, la cual con retraso iba camino a sus caladeros. En una sola jornada, 17 de agosto, Colaert y los dunkerqueses hundieron 65 de los 140-160 pesqueros de dicha flota. Uno de los navíos de escolta resultó hundido, tras ser abordado por la capitana española.
Colaert no se conformó, y continuó hasta los caladeros donde sorprendió a otra flota pesquera, la de los puertos del Maas. Tras obligar a dispersarse a la escolta de 6 naves de guerra, otros 20 buizen se añadieron a la lista de victimas, aunque el grueso de la flota pesquera pudo escapar por encontrarse a barlovento y beneficiarse de la aparición de un temporal.

De regreso a Dunkerque, la escuadra de Colaert se encontró con que los alarmados neerlandeses habían movilizado sus fuerzas para interceptarle. Van Dorp, venía de regreso desde Francia. Doce de sus naves se unieron a un escuadrón de 8, comandado por Van der Burch, que había sido despachado desde Rotterdam. Con 20 naves (22 según la relación española), igualaban teóricamente a las fuerzas de Colaert, pero además contaban a mano con 15-18 naves de la fuerza de bloqueo, bajo el mando del vicealmirante Quast.
Colaart se enfrentó a la fuerza de Van der Burch, dañando cuatro de sus naves, incluida la capitana, antes de escapar debido a la aparición de la fuerza de Quast. Después del combate, la escuadra hispano-flamenca, aprovechó la noche para efectuar un cambio de rumbo que despistó a sus perseguidores, lo que junto a un empeoramiento en las condiciones climáticas les permitió deslizarse a salvo hasta Dunkerque, sin haber perdido en los combates ninguna nave.
El balance que hizo Gavarelli de la expedición fue el siguiente: «En todo, se han echado á pique y quemado ochenta y nueve buzas; háse traido presa toda la gente dellas, que son seiscientos noventa y nueve, habiendo enviado á Holanda en un navío neutral doscientos siete muchachos, viejos y heridos, y se han traido setenta y nueve prisioneros del bajel de guerra, que en todo son setecientos setenta y ocho. Todas las demás buzas que había en la pesquería se retiraron á Holanda con la prisa, que en estas ocasiones sucede, dejando los mas sus redes y aparejos de su pesquera rotos, y así el daño que se ha hecho es de los de mayor consideración que Holanda puede recibir, porque su principal trato y sustento consiste en estas pesqueras. La prisión de tanta gente es cosa que en aquellas islas hace gran ruido por ser todos casados y naturales dellas, y que en su estimación es mayor la pérdida de diez de estos pescadores, que de mucho número de soldados» (...)

Efectivamente, la indignación por este suceso en las Provincias Unidas y especialmente entre los pescadores fue enorme. Todos los mandos implicados fueron objeto de fuertes críticas. Quast era ciudadano de Enkhuizen, el puerto mas afectado, y tuvo que soportar que una turba asaltara y saqueara sus vivienda. Van der Burch sería destituido, aunque conseguiría retornar al servicio un par de años mas tarde.
Dorp, comandante de las fuerzas navales neerlandesas, también se vio cada vez mas cuestionado; ya en el pasado había llegado a ser apedreado en la villa zelandesa de Veere por su poca empatía hacía las quejas de las pescadores, y ahora se encontró con que incluso varios capitanes renunciaban a servir bajo él. Su reputación se deterioró todavía mas en 1636 haciéndosele responsable de que los ingleses “chantajearan” a los pescadores neerlandeses con la concesión de licencias de pesca.
Juan Antonio Vincart recogía por entonces el bajón anímico en las Provincias Unidas: «Por eso los Estados rebeldes de Holanda comienzan a conocer el bajo estado en el cual se hallan, y aun lo hacen conocer más notoriamente por el concierto que han hecho con el Rey de Inglaterra, con el cual obligáronse de pagar un florín por cada lastre de arenques que se pescan en las costas de Inglaterra, de manera que los confidentes avisan que , en treinta años a esta parte, los Estados de Holanda no han estado en tanta necesidad de gente y de dinero, como lo están ahora que empiezan a venir en mucha, cosa que quien se les hubiera dicho cuatro años há, cuando estaban en su arrogancia, lo hubieran sentido mucho».


Colaert, el gran héroe de la expedición de 1635, tendría menos suerte en 1636. Al intentar forzar el bloqueo naval holandés con 4 navíos, uno de los bajeles fue obligado a embarrancar, y el resto fue interceptado por una escuadra de Zelanda superior en número. Dos galeones dunkerqueses -uno de ellos el del propio Colaert- resultaron hundidos en el combate; Colaert y 200 de sus hombres fueron rescatados de las aguas por los neerlandeses. Poco después Colaert fue puesto en libertad gracias a un intercambio de prisioneros. Colaert viajaría a España donde Felipe IV le colmó de honores, pero por desgracia moriría allí de enfermedad en 1637 cuando preparaba una expedición de La Coruña a Flandes.
A pesar de la falta de Colaert, marinos como Miguel de Horna y Salvador Rodríguez seguían lanzando operaciones desde los puertos flamencos. Sería Rodríguez el que en agosto de 1637 volviera a atacar las pesquerías de Shetland; al mando de 13 naves conseguiría hundir 35 buizen y una nave de guerra. A finales de 1637, el propio marqués de Fuentes, capitán general de la armada de Flandes se animaría a embarcar dejando su despacho del almirantazgo. En su expedición consiguió capturar o hundir 52 naves, aunque no sabemos si había pesqueros entre sus victimas.

En 1637, el bloqueo que mantenía Dorp de los puertos flamencos, flojeó por problemas logísticos, facilitando estas entradas y salidas por parte de las fuerzas navales españolas, hasta el punto que corrió el malicioso rumor de que estaba a sueldo de España. Totalmente desprestigiado, tuvo que presentar la dimisión ante los rumores de que sus hombres se iba a amotinar. Dorp fue sustituido por el enérgico almirante Maarten Tromp, asistido a su vez por el capaz Witte de With; dos oficiales que previamente se habían negado a servir bajo Dorp.
El nuevo alto mando neerlandés se puso a la tarea de reforzar el bloqueo. En 1638 las fuerzas navales de Flandes lograría mas de 150 presas pero solo la tercera parte de estas habrían sido neerlandesas, siendo el resto francesas. Por lo que parece que una vez superada la primera línea de bloqueo neerlandesa resultaba más fácil seguir hacia las desprotegidas costas francesas que enfrentarse a los escuadrones neerlandeses que formaban la 2ª linea de bloqueo y patrullaban del otro lado. Ese mismo año de 1638 naufragó un proyecto conjunto franco-holandés para tomar Dunkerque, desviando ambos países su ofensiva hacia otros objetivos terrestres.

En 1639 moriría el marqués de Fuentes, Juan Clarós de Guzmán, durante su tiempo de mando de la armada de Flandes, desde 1635, a costa de escasas perdidas se habían logrado apresar mas de 800 bajeles enemigos de todo tipo de tonelaje. Fuentes moriría en la aciaga batalla de las Dunas.
Antes de su muerte, Colaert, había contribuido a redactar un informe sobre las medidas a tomar sobre la guerra naval en Flandes. Además de incidir en la necesidad de reforzar la armada de Flandes y mejorar las instalaciones navales, volvía sobre los puntos ya remachados en el pasado por los “arbitristas del mar”; así las prioridades a combatir debían ser: la libre navegación comercial neerlandesa, las pesquerías del arenque, las factorías y finalmente el transporte y refinado de la sal.
Colaert advierte sobre el uso de grandes y pesadas armadas, y en especial recalca que se debe evitar un enfrentamiento frontal con la armada neerlandesa. Según Colaert, ante la perspectiva de una batalla naval de gran envergadura, los neerlandeses estarían lejos de rehusarla, dada su gran capacidad de movilizar fuerzas -hasta 500 naves según las estimaciones del propio Colaert-, en caso de disponer el tiempo necesario; a lo que había que añadir la confianza holandesa en sus navíos de alto bordo, marineros y artillería en caso de trabarse este tipo de combate, a diferencia de lo que sucedía en tierra donde eran mas reticentes a arriesgar su ejército en una gran batalla.
Las advertencias de Colaert caerían en saco rato y en 1639 se organizó una gran armada con la ambiciosa idea de llevar tropas a Flandes (y traer a España de regreso a tropas valonas) a la vez que se aplastaba cualquier armada francesa o neerlandesa que se encontrara en su camino. El resultado sería la desastrosa derrota de las Dunas, que malograría los grandes esfuerzos navales realizados en años anteriores. Aunque se lograría salvar la mayoría de las tropas y ponerlas en tierra, solo una docena de naves de guerra se salvaría.



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Clement de Jonghe. Victoria del capitán Cornelis de Haen contra un corsario dunkerqués en abril de 1633; combate en el que el oficial neerlandés perdería la vida.


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El almirante Jacob Colaart (Jacques Colaert). En la ilustración se refleja el hecho de que Felipe IV concedió al antiguo corsario el hábito de Santiago.


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Grabado sobre el asalto a la casa del vicealmirante Quast en 1635.


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Heerman Witmont. Combate en 1639 enfrente de Dunkerque entre las naves de bloqueo y las dunkerquesas.
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Re: La Guerra contra el arenque salado holandés

Mensaje por Miguel Villalba »

Que maravilla, me había pasado desapercibido...pero merece la pena leerlo y disfrutarlo.
Flavius otra vez se luce con un hilo impresionante :Bravo . de un hecho poco conocido y que duró por lo menos lo que la guerra de los 80 años.
Conocía algo de la lucha por las salinas de Araya, que bueno ese libro de los 90s de Cruz Apéstegui sobre los Piratas del caribe, y de la lucha por los caladeros y contra las flotas pesqueras neerlandesas y francesas...pero de forma muy somera. En pocas días dos compañeros, Flavius y Barcelo me han informado bastante :Bravo

Sigo el hilo y a la espera de mas, realmente acojonante gc96gc gc96gc gc96gc
«Se cuentan 16 presas inglesas conducidas a esta bahía, con 95 cañones y
293 prisioneros, en 26 meses de campaña que ha ejecutado la expresada cañonera
desde septiembre de 1799, en que se armó...»
Un Falucho, El Poderoso, con un cañón de 24 y dos menores, 43 hombres. Patrón D. Miguel Villalba, Corsario del Rey
------------------------------------------------
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Re: La Guerra contra el arenque salado holandés

Mensaje por Flavius Stilicho »

Gracias Miguel, me alegra que a un "corsario" le guste el hilo. Es cierto que nuestro estimado e incansable Barceló ha hecho un gran esfuerzo de divulgación del tema del corso español, no sólo con su último libro sino también en anteriores.
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Re: La Guerra contra el arenque salado holandés

Mensaje por Flavius Stilicho »

7. La guerra de las fragatas.
En las décadas de 1620-1630, las fuerzas navales de Flandes comprendían normalmente 24-30 naves. Dentro de estas fuerzas, además de la escuadra de Dunkerque, existía la escuadra de Ostende compuesta por una docena de naves alquiladas al rey por parte del armador Adrián van der Walle, y que operaban a las ordenes del conde de Wacken. Adicionalmente se confiaba en que armadores privados pudieran mantener 60 naves anualmente.
Por su parte, las fuerzas neerlandesas podían rondar las 120-200 naves de guerra. En 1635, había 45 naves de guerra asignadas a las fuerzas de bloqueo, naves que consumían el 38% del presupuesto naval de las Provincias Unidas.


La naturaleza de la guerra naval en Flandes, en especial de la guerra de corso, demandaba naves ágiles y de pequeño calado. De hecho, en el lado hispano se contaba con la desventaja de que ninguno de sus puertos era de “aguas profundas”; en la bajamar los “galeones tocaban fondo” como era el caso del propio puerto de Dunkerque, donde se acometieron costosas obras de ensanche y dragado de las vías de acceso. Asimismo los galeones españoles tenían problemas para operar en el “interior” de las aguas neerlandesas. En palabras del almirante Colaert: «Galeones de 400 a 500 toneladas con su artillería y tripulaciones, no pueden de ninguna manera, actuar en los canales de Zelanda y todavía menos en la Meuse o el Zuyderzee». Estos problemas unidos a otros como la falta a veces de tripulaciones o suministros, provocaba que hacia la década de 1630 el nivel operativo de los galeones fuera relativamente bajo: 60 días en el mar por 400 en puerto.
A pesar de los problemas para operar galeones desde Flandes, no dejaron de utilizarse y estos participaron en ocasiones en las expediciones contra las pesquerías aportando “músculo” contra las naves de guerra neerlandesas. En realidad la mayoría de los galeones con base en Flandes serían del tipo “galeoncete”, que según la ordenanza de 1606/07 eran naves de entre 297 y 373 toneladas de arqueo. En el memorial de Colaert de 1637 se recomendaban galeones de 400-500 toneladas, a pesar de las limitaciones por él mismo señaladas y la necesidad de dragar el puerto de Dunkerque.


Las naves ideales para el tipo de guerra comercial y corso que se dio en Flandes, eran naves ligeras de poco calado, que pudieran entrar y salir de los puertos flamencos sin dificultad, afrontando los numerosos bancos de arena de esas aguas. Preferentemente naves que pudieran además servirse de remos como elemento de propulsión auxiliar llegado el caso de amainar el viento.
En torno a 1587/1588 tenemos un listado de 20 naves corsarias de Dunkerque y Nieuwpoort, clasificadas como “vliboot”, el termino flamenco para filibote, la mayoría de ellas con tripulación media de 31 hombres por nave; aunque estamos en el fondo en una época de difícil clasificación de los tipos de naves. En cualquier caso podemos presumir que los corsarios flamencos utilizaban naves similares a los de sus oponentes neerlandeses, pero pronto se vio en Flandes la necesidad de una nave mas adecuada, que reuniera condiciones para evadir las naves de guardia neerlandesas. Paralelamente, en el Caribe, España también buscaba una nave también rápida y de no mucho calado pero justo para lo contrario, para dar caza a corsarios.

Los experimentos en Flandes culminaron en el desarrollo de la innovadora fragata a vela, tomando inspiración probablemente de la fragata mediterránea: una pequeña galera rápida de 8/10 remos de líneas afinadas, de la que dos ejemplares habían llegado a Flandes con Federico Spínola.
No conocemos muy bien las características de las primeras naves y la exacta evolución. Se trataba de naves con poca obra muerta, cubierta corrida para la artillería y una alta proporción eslora/manga (disminuyendo la resistencia al avance), una nave pensada para la velocidad. Es una nave a vela pero con la capacidad de usar remos en caso necesario. Una publicación holandesa de 1645 reconocía: «Navegan a vela y a remo con sus fragatas cuando es necesario, y, en las grandes calmas, sirviéndose de la boga, cortan los mares mientras que nuestros buques no pueden cambiar de lugar. Y así, consiguen su salvación por la huida».

En un primer momento las fragatas construidas en Flandes, básicamente para uso corsario por particulares, serían relativamente pequeñas, ya que los corsarios preferían naves de poca envergadura. Probablemente naves de menos de 100 toneladas y de unos 10 cañones. Su éxito, hizo que también se adoptaran para su uso para la Armada, sobre todo a partir de la reanudación de la guerra en 1621, siendo la década de los 20 la de la verdadera eclosión de la fragata hispano-flamenca. En esa época las fragatas promediarían las 115 toneladas.
La evolución de la fragata llevará a la aparición de fragatas mas grandes: las fragatas dobles. En 1637 Colaert proponía la construcción de 24 de estas. Naves mejor armadas y con mejores capacidades para navegar con mar tiempo, pero manteniendo su ventaja sobre sus rivales. Así Colaert afirma: «La experiencia ha demostrado que las fragatas dobles pueden resistir los temporales y las mares gruesas, mejor que cualquier otro buque, así como que son más veleras, lo que les permite escapar a los navíos de mayor fuerza».
En 1637, Juan Bautista Serck, analizando la propuesta de Colaert de construir 24 fragatas dobles para la armada de Flandes, recomendaba subir la cifra a 30 (y reducir la del número de galeones), comentando además: «El enemigo también hará fragatas dobles y en mayor número que S.M. pero se puede responder que las fábricas de Dunquerque hasta ahora siempre han hecho ventaja a las de Holanda en velocidad».
De un asiento de 1638 para la construcción en Dunkerque de 4 fragatas dobles y 2 sencillas, para la Armada, nos encontramos que las dobles tenían 160 toneladas con 22/24 piezas de artillería y las sencillas 130 toneladas con 18 piezas de artillería. Un año antes, Colaert, al hablar de la artillería de las fragatas recomendaba armarlas: «con 16 a 18 piezas y dellas las ocho de bronce de 10 libras de calibre y las demás de hierro de seis libras de calibre» (…)
El incremento de tamaño continuaría en los siguientes años, y ya en 1641 tenemos fragatas de 250 toneladas o incluso superior, con entre 26-36 cañones; mientras que en 1645 la mayoría de las fragatas parecen haber rondado las 280 toneladas.


A diferencia de los galeones, fragatas y naves similares eran ideales para sortear el bloqueo, ya no solo por su velocidad y su bajo calado. El bajo perfil de las fragatas, debido a la ausencia de castillos, favorecía una cierta “furtividad”. Este aspecto era especialmente útil unido al hecho de que el tiempo preferido para operar por parte de las fragatas era el otoño e invierno, tiempo de temporales y noches largas, que dificultaba el trabajo de la escuadra de bloqueo que además veía reducido su número de naves en el mar
Desde 1583, los neerlandeses tenían una fuerza de bloqueo ante Dunkerque (y el resto de puertos). Hasta 1602 eran naves que no excedían de 140 toneladas, rondando muchas las 80 toneladas, pero desde entonces se empezaron a usar naves de guerra mas grandes, de unas 240-260 toneladas, no solo por su mayor capacidad armamentística sino por poder almacenar una mayor cantidad de provisiones y munición, de manera que pudieran estar mas tiempo en su puesto. Para 1625 la nave de bloqueo típica rondaba las 250-300 toneladas, contando con el refuerzo de un puñado de navíos mas grandes de hasta 500-600 toneladas.

Mas allá de las naves estrictamente situadas en posición de bloqueo frente a los puertos, se encontraban varios escuadrones que patrullaban en busca de cualquier nave que hubiera burlado la primera línea. A finales del siglo XVI estos escuadrones se componían normalmente de 3-4 naves. No era raro que muchas de las naves neerlandesas, al menos las mas pequeñas, contaran también con remos como medio de propulsión auxiliar. Aun así, las naves neerlandesas parecen haberse visto superadas por la velocidad y versatilidad de las fragatas.
En cuanto a las naves de escolta de los convoyes pesqueros, en el periodo antes de la Tregua eran naves no muy potentes, de unos 10 cañones y 60 hombres de dotación. No es de extrañar que en ocasiones se revelaran inadecuadas cuando aparecía grupos de corsarios o especialmente galeones. Sobre la década de los 30, la escolta asignada a los caladeros rondaba las 10 naves pero podía llegar a ser de hasta 13 naves.

Hacia 1632, los holandeses asumieron que el común de sus buques de guerra no era rival en velocidad para las fragatas de Dunkerque, y se establecieron nuevas normas en la construcción naval para lidiar con ello. Aun así, los constructores neerlandeses no parecen copiado directamente la fragata hispano-flamenca, sino mas bien “fragatizando” sus navíos. Se eliminaron castillos y se aumentó la eslora en relación a la manga, para conseguir navíos mas ágiles y rápidos. Uno de los ejemplos de estos navíos de guerra fragatizados fue el Aemilia de 600 toneladas (un gran tamaño para los estándares neerlandeses) y 46-57 cañones, botado en 1632 y que sería la nave insignia de Tromp en las Dunas. Los nuevos navíos holandeses podían ser mas rápidos y ágiles que antaño, pero siguieron siendo inferiores en velocidad a las fragatas dunkerquesas.
Una medida adicional tomada en 1632 por las Provincias Unidas sería la de tratar de que sus propios corsarios se unieran a la lucha contra los corsarios de Dunkerque; estos eran reticentes, prefiriendo actuar contra presas comerciales por lo que se les ofrecieron primas que podían llegar hasta los 30.000 gulden (florines) en caso de capturar una nave de mas de 200 toneladas.

Como se ha visto, las grandes operaciones que reunían 12-20 naves entre galeones y fragatas, y que combinaban naves tanto del rey como corsarios, eran devastadoras si conseguían abrirse paso hasta los caladeros. Sin embargo estas operaciones eran la excepción, y la responsabilidad de mantener la “guerra ofensiva por mar” recaía en naves individuales o pequeños grupos que se hacían la mar. Se recomendaba que las fragatas actuaran en grupos de 3 para prestarse apoyo.
En 1637 Colaert defendía que las fragatas por sí solas eran de sobra capaces para arrasar los caladeros de pesca. El almirante explicaba que una vez que una flota pesquera neerlandesa llegaba a un caladero los pesqueros se organizaban para desplegar al anochecer sus redes en un área de 10 leguas de diámetro de tal manera que no se estorbaran entre sí. El escuadrón de escolta se situaba fuera de dicha área para no enredarse en la redes y no interferir con los buizen. La posición de la escolta era a barlovento de tal manera que se pudiera reaccionar mas rápidamente ante la aparición de una fuerza enemiga. Colaert recomendaba que las fragatas entraran por la noche en el caladero y lo atravesaran de parte a parte en todas direcciones, obligando a los pescadores a cortar y abandonar las redes. En esta situación las naves de escolta tendrían difícil reaccionar y en todo caso si entraban al caladero contribuirían a la confusión y la destrucción de las redes.
Así pues, Colaert propugnaba utilizar las fragatas no tanto para capturar o hundir arrastreros como para imposibilitarles la práctica de la pesca, lo que ya de por sí generaba un importante quebranto económico.



Imagen
Planos de las fragatas construidas en La Habana en 1600 por Juan de Tejada. No hay planos de las fragatas flamencas pero si conocemos estas que se construyeron en el Caribe. Se trataba de fragatas mas grandes que las primeras flamencas, ya que eran naves de hasta 200 toneladas. Su armamento es de 12 cañones.


Imagen
Abraham de Verwer. Fragmento de una pintura sobre la batalla en el Slaak (1631). La nave neerlandesa en primer plano es un jacht (“yate”), una de las naves de poco calado útiles para su uso costero y en ríos, tipo de nave que también se podía encontrar a veces entre las fuerzas de bloqueo.


Imagen
Hendrik Cronelisz Vroom. Nave de guerra neerlandesa hacia 1615-1629.


Imagen
Willem van de Velde. Dibujo (de 1639) de una nave con el nombre de “Sancte Michal” (¿San Miguel?) luciendo la cruz de Borgoña. Probablemente un intento de captar una fragata doble dunkerquesa de unos 26 cañones.
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Re: La Guerra contra el arenque salado holandés

Mensaje por Flavius Stilicho »

8. La etapa final; 1640-1648.
El desastre de las Dunas impactó sobremanera en el desarrollo de las operaciones navales en Flandes. Aunque la escuadra de Dunkerque fue la que salió mejor parada de la batalla, ahora se encontró con que los servicios de sus naves eran todavía mas demandados en otros escenarios ante el acoso que sufría el Imperio español; de manera que muchas de las naves de la armada de Flandes apenas podrían actuar en el propio escenario flamenco.
No todo era malo, el gran esfuerzo económico neerlandés realizado en 1639 por reunir una adecuada armada para combatir en las Dunas se cobró su precio, y las dotaciones económicas para la armada neerlandesa se redujeron. La escuadra de bloqueo de los puertos flamencos se mantuvo regulada en 32 navíos -21 frente a los puertos y 11 en escuadrones volantes-, pero experimentó problemas para mantener su operatividad. A ello se uniría en 1641, el hecho de que contra la opinión de los puertos holandeses se decidiese enviar una escuadra naval para apoyar a los portugueses en su lucha contra España. También en 1644 y 1645, la armada neerlandesa tuvo que ser desplegada en los accesos al Báltico.
Lo anterior provocó que el supuestamente asfixiante bloqueo de los puertos flamencos que se esperaba tras la victoria de las Dunas no lo fuera tanto. No por ello, dejó la escuadra de bloqueo de ser un gran incordio, y así en 1640 consiguió frenar un par de expediciones. Pero al menos en junio, un escuadrón de 10 naves consiguió burlar el bloqueo y llegar a la isla de Bressay en las Shetland. Allí se encontraron en su fondeadero con 4 naves neerlandesas, que estaban esperando la llegada de un convoy de la VOC para escoltarlo hacia los Países Bajos. El escuadrón hispano-flamenco se abatió sobre estas naves, destruyendo tres y capturando una de ellas. Esa misma zona era la de concentración de los buizen holandeses como antesala al inicio de la campaña de pesca, pero no está claro de si se les llegó a causar algún año o no. A su regreso a Dunkerque, el escuadrón fue atacado por otro neerlandés, al mando de Witte de With, perdiéndose un par de naves.

Para 1642, apenas quedaban naves del rey en Flandes. El peso de la guerra comercial naval recayó en los corsarios particulares, cuyas fragatas seguían sorteando el bloqueo con facilidad. Ya no había lugar para las grandes expediciones contra los caladeros, que dependían de la planificación de la propia Armada, y los corsarios, organizados a veces individualmente y en otros en “manadas” de hasta 4-5 fragatas, preferían normalmente objetivos lucrativos como los mercantes neerlandeses.
A pesar de lo dicho, de alguna manera se consiguió mantener la presión sobre la pesca del arenque. El periodo 1642-1646 es mencionado como el cuarto de los periodos disruptivos sufridos por esa industria a causa de la guerra, llegando el historiador A.P. Van Vliet a afirmar que tras 1640 las flotas pesqueras de Holanda y Zelanda fueron prácticamente destruidas, lo cual parece mas bien una exageración.
Es posible que los daños causados a la flota pesquera en esta época cayeran un poco en el olvido, frente a otros sucesos, sobre todo si se recurrió a las tácticas predicadas por Colaert de sembrar el caos en el caladero con fragatas, dejando a un segundo lado la destrucción o captura de los propios buizen.
Que se seguía causando un quebranto notable a la pesca neerlandesa queda reflejado por el hecho de que en 1644 se planteó en Flandes la posibilidad de tratar de remediar la escasez de fondos con entre otras medidas la siguiente: (…)«como es el dar pasaportes á marineros de Holanda para asegurar sus pescas, en que dicen se hallaría alguna considerable cantidad de dinero; mas se opone para esto el daño que recibiría la Armada y armadores de Dunquerque, ques de mucha mayor consideración». Ahora bien, el pasaje también refleja que las pesquerías ya habían dejado de ser consideradas un objetivo estratégico prioritario a destruir.


La prioridad por aquel entonces era preservar el propio Dunkerque de la renovada amenaza franco-holandesa. En 1644 los franceses habían conquistado Gravelinas y en 1645 tomaron Mardick, la llave de Dunkerque, aunque el ejército de Flandes consiguió recuperarla temporalmente. Para entonces la alianza franco-holandesa se iba deteriorando paralelamente al crecimiento de la desconfianza neerlandesa hacia Francia. En 1646 se llegó a la conclusión de que las Provincias Unidas no deberían colaborar directa o indirectamente (desviando la atención del ejército de Flandes) en la captura francesa de ninguna ciudad en los Países Bajos españoles. La única excepción a esa política debía ser precisamente la odiada Dunkerque, por lo que una escuadra bajo el mando de Witte de With intensificó el bloqueo por mar mientras los franceses se aprestaban a sitiarla por tierra. A su vez se ordenó a Tromp que bloqueara con fuerza toda la costa flamenca de tal manera que se obstaculizara cualquier intento de ayuda a Dunkerque. Tras haber retomado Mardick, los franceses conquistarían por fin Dunkerque en octubre de 1646.
Quedaban los puertos de Nieuwpoort y Ostende desde los que operar, pero en cualquier caso la guerra contra las Provincias Unidas estaba ya por terminar, y en 1647 con las negociaciones en marcha se prohibieron los ataques a las naves neerlandesas, aunque la guerra no acabara formalmente hasta 1648.
La propia Dunkerque sería reconquistada en 1652 por España, para ser perdida de nuevo en 1658 frente a un ejército anglo-francés. Serían los ingleses los que se quedaran Dunkerque en propiedad, vendiendo el puerto a Francia en 1662.


Durante cerca de medio siglo los “corsarios de Dunkerque”, nombre que en el fondo engloba a todas las fuerzas navales españolas de Flandes, tanto las de la Armada como las de particulares dedicados al corso, habían sido una pesadilla para entre otras la industria arenquera neerlandesa. Sin embargo nunca lograron paralizarla.
Faltó continuidad en los ataques; algo que no cesaban de recordar los informantes que tenía España residiendo en las Provincias Unidas. Estos informantes se preocupaban de avisar de las salidas de las flotas y sus condiciones, así como de los resultados y su impacto en la República, siendo habituales sus quejas de que después de un gran éxito contra los pesquerías, se permitía a los neerlandeses recuperarse. Hubiera sido necesario atacar cada año los caladeros de manera sistemática y contundente, por ejemplo tal como propugnaba Colaert en 1637, un tipo de incursión que no requería de un gran despliegue, bastando un escuadrón de rápidas fragatas.


Al final de la guerra, la flota neerlandesa arenquera se había reducido a unos 550 buizen de promedio desde su tope de 700-800. Los quebrantos sufridos habían hecho disminuir su importancia en el marco económico neerlandés. Ciertos puertos pesqueros empezaron a declinar, y en algunos casos se trató de buscar acomodo a los pescadores en otras actividades económicas, así por ejemplo muchos pescadores de Schiedam acabaron trabajando en una pujante industria de destilado de brandy.

Si la industria arenquera neerlandesa confiaba en recuperarse con el tiempo, no tardaría demasiado en darse cuenta de que lo peor estaba por venir. Antiguos aliados se convirtieron en enemigos, enemigos mucho mas letales debido a unas ventajas estratégicas de las que no había gozado España.
En primer lugar se sucedieron las guerras anglo-holandesas: 1652-1654, 1665-1667 y 1672-1674. Evidentemente los ingleses (y escoceses) no iban a dejar que los neerlandeses pescaran en o cerca de sus aguas. De hecho ya antes de la guerra, los ingleses estaban molestos por lo que consideraban una intrusión de los neerlandeses en “sus caladeros” y la negativa de estos a pagar licencias de pesca. Una vez en guerra, se cuenta que como advertencia para los pescadores, los ingleses capturaron un arenquero, decapitaron a toda la tripulación y enviaron las cabezas a Holanda en un barril de los que usaba para la salazón del arenque.
Las Provincias Unidas tenían lógicas dificultades para proteger adecuadamente las flotas pesqueras a la vez que lidiaba con la armada inglesa y protegía sus convoyes comerciales, por lo que el nivel de capturas de arenque disminuyó mucho, y hubo años como 1666 y 1672 en los que la industria estuvo totalmente paralizada.

El siguiente enemigo sería Francia en los periodos 1672-1678, 1688-1697 y 1701-1713. Heredera de Dunkerque, Francia estaba en mejores condiciones que España de sacar partido a su posesión y la “guerra de corso” pronto cobró relevancia. El celebre corsario y almirante Jean Bart tendría entre sus éxitos varios ataques a los buizen neerlandeses; y en general se dañó seriamente la pesca holandesa sobre todo en el 2º y el tercer conflictos.
Un reflejo de la importancia que se le daba a la industria arenquera neerlandesa como objetivo, nos lo da el hecho de que uno de los primeros actos hostiles en 1688 previos al estallido de la guerra fueron varias medidas económicas “anti-holandesas” como un decreto francés prohibiendo la importación de arenque neerlandés salvo que hubiera sido salado con sal francesa, una sal que los holandeses rechazaban ya que su uso derivaba en un producto de peor calidad. A efectos prácticos fue como un veto al arenque neerlandés y en las Provincias Unidas se vio como una señal ominosa.

Los efectos de las guerras unidos a otros como los efectos medioambientales (como la sobreexplotación) y la creciente competencia de noruegos y escoceses, supuso que la anteriormente poderosa industria arenquera neerlandesa fuera declinando a lo largo del siglo XVIII hasta el XIX.




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Carta de la costa de Dunkerque con los bancos de arena reflejados. Atlas de Joan Blaeu (1640).


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Jacob Gerritsz Loeff. Combate en 1640 cerca de Nieuwpoort entre la escuadra neerlandesa de Witte de With y una escuadra española (¿Miguel de Horna?).


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Ilustración de Dunkerque en el “Flandria Illustrata” (1641) de Antonio Sandero.


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Willem van de Velde. Flota pesquera neerlandesa con escolta, en torno a 1650.
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Re: La Guerra contra el arenque salado holandés

Mensaje por Flavius Stilicho »

Bibliografía.
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De Pazzis Pi Corrales, Magdalena. Los corsarios de Dunquerque (Desperta Ferro Historia Moderna Nº 1)
Echeverría Bacigalupe, Miguel A. Economía e información en el área del Mar del Norte (primera mitad del siglo XVII).
Echeverría Bacigalupe, Miguel A. Examen de una polémica sobre los intercambios exteriores a principios del siglo XVII.
Emmer, Peter C. The First Global War: The Dutch versus Iberia in Asia, Africa and the New World, 1590-1609.
García-Torralba Pérez, E. Las fragatas de vela de la Armada española, 1600-1850.
Israel, J. The Dutch Republic : Its Rise, Greatness and Fall, 1477-1806.
Otero Lana, E. El corso del Flandes español como factor de guerra económica.
Poulsen, Bo. Dutch herring; An environmental history, c. 1600-1860.
Rodríguez González, Agustín R. El león contra la jauría; batallas y campañas navales españolas, 1621-1640.
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VV.AA. (Netherlands Institute of Military History). The Eighty Years War; from revolt to regular war, 1568-1648.

Webs:
http://alabarda-pica-ymosquete.blogspot ... os-de.html
http://rodelero.blogspot.com/2015/11/lo ... andes.html
https://todoavante.es/index.php?title=B ... 15/VI/1640
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Re: La Guerra contra el arenque salado holandés

Mensaje por Schweijk »

Gran artículo, muchas gracias, Flavius. :Bravo
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Re: La Guerra contra el arenque salado holandés

Mensaje por Flavius Stilicho »

Gracias de nuevo, Schweijk.
Meterse con pobres pescadores no es a priori muy heroico que digamos, pero aun así yo lo he encontrado bastante interesante mientras rebuscaba información.
La propia historia del Dunkerque español es fascinante en sí misma y es una lastima que asociemos normalmente Dunkerque a la SGM y no a la historia de la Armada española.
Saludos.
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