¿Escribimos la historia de un soldado alemán?

Solo temas no militares, queso, revueltos, solomillo al ajo. Cerca de la Capilla del Cachorro de Sevilla, lo que quieras, nunca de política.
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Re: ¿Escribimos la historia de un soldado alemán?

Mensaje por APV »

No habían pasado muchas horas de torpe y pesada marcha cuando vieron a lo lejos un carro de combate Sherman, y varios vehículos.

De inmediato Teodor ordenó detenerse, al mismo tiempo que el oberfeldwebel Ruger y los otros suboficiales vigilaban a los inquietos reclutas. Quienes serían se preguntaban todos, los espabilados decían que era un carro de los cedidos a la URSS y los optimistas que eran estadounidenses. No había tiempo para muchas tonterías por lo que se desplegaron en posiciones defensivas como pudieron.

El carro se giró y pudieron ver que no era más que la cabeza de una columna motorizada, con lo que no era razonable hacerles frente.


De improviso un jeep se aproximó con calma al lugar, mientras que los veteranos empezaron a tranquilizarse, sin quitar ojo a los reclutas no fueran a liarla, al reconocer que se trataba de estadounidenses.
Un oficial se levantó en el vehículo y tras examinar el curioso grupo de excursionistas se dirigió a Teodor en un alemán macarrónico:
-¿Es usted el oficial al mando? ¿A donde se dirigen?-
-Si estoy al mando y vamos a Baviera.-
-Pero si están en Baviera- dijo tras consultar con el conductor. -Saben que deben deponer las armas, la guerra terminó-.
-No no lo sabiamos.-respondió Teodor mientras exhalaba un suspiro de alivio que se contagió a todo el Kampfgruppe.
-Su Alto Mando capituló hace dos días, deben deponer las armas-.

La sorpresa al parecer había sido mutua porque Teodor había colado su unidad entre dos Cuerpos de Ejército y dejado bastante atrás las líneas rusas donde otros compatriotas luchaban desesperadamente por abrirse paso. De inmediato, el andrajoso puñado de armas fueron depositadas en la cuneta, mientras los registraban, y en algún caso les confiscaban los relojes.
Los estadounidenes por fortuna tampoco les apetecía cargar con un puñado de críos o ancianos porque tras expedirles un papel, darles algo de comida, y permitirles vaciar un déposito abandonado próximo, donde pudieron reponer su calzado, les dejaron ir en dirección a Regensburg.

La unidad se fue disolviendo como un azucarillo mientras los que iban llegando a sus casas se despedían, sin discursos ni arengas, a fin de cuentas Teodor no era ningún orador, con intercambios de direcciones, promesas de futuras reuniones y en algún caso parejas de HJ y BDM o de soldados y civiles que se disponían a formar nuevas familias.
Tras cruzar el Danubio los restos mezclados con el aluvión de civiles que llenaba las carreteras se dirigieron hacia Munich y en casos hacia Austria. Pero sería en Munich donde Teodor dejaría su unidad, con sus insignias de oficial ocultas, acompañando a Landshut al puñado de convecinos que quedaban.

Un último tramo a pié en solitario y Teodor se paró ante una granja próxima, los que estaban dentro salieron a ver quien era, pues en estos tiempos no eran raros los robos de comida.

Allí había una figura llorando, llorando desconsolada. A la que pronto se uniría una mujer con una niña muy pequeña y uno a uno o en grupos los demás habitantes, mientras también lloraban y lo abrazaban.


Conoce al enemigo y conócete a ti mismo; y en cien batallas no estarás jamás en peligro Sun Tzu.
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Re: ¿Escribimos la historia de un soldado alemán?

Mensaje por APV »

Lutzow escribió:Nueve años ha llevado la historia, casi el doble que la Guerra... Un buen final APV...
Al verla por ahí olvidada, me pareció correcto terminarla.
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Re: ¿Escribimos la historia de un soldado alemán?

Mensaje por Segoviano »

Muy buen fin de la historia APV :D . Tras tiempo se lo merecía.

Saludos.
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Re: ¿Escribimos la historia de un soldado alemán?

Mensaje por fco_mig »

Llego muy tarde, pero creo que puedo añadir un EPILOGO.

Teodor era consciente de lo que le había pedido esa noche a su nieto más joven. Kilómetros y kilómetros de carreteras. Su hija recién casada había insistido en que no era bueno, a su edad, dar semejante paseo en coche, y menos a esas horas, pero tenía que hacerlo. Y el joven Teodor, su nieto, no había dudado ni por un momento en agarrar el volante.
Teodor se encontraba enormemente cansado pero... ¿qué era ese cansancio al lado del que había experimentado tantas veces en el frente? Algo le impulsaba a seguir adelante. Tenía que hacerlo por todos: por Claus, por Müller, por Helmut... hasta por el difunto oberfeldwebel Ruger y, ¿por qué no decirlo? Por Hanna.
Esa noche llegaría a Berlín o moriría. Así de sencillo. ¿Por qué iba a temerle a la muerte, a estas alturas, alguien como él? Tantas veces había esperado morir joven y ahora, sus viejos ojos querían verlo por sí mismos. Saber que no era un sueño. Que todo volvía, por fin, a la normalidad.
Los guardias comunistas estaban desconcertados. Nunca supo exactamente cómo se las arregló su nieto para que los dejaran pasar. Seguramente, unos pocos marcos occidentales cambiaron de manos, pero lo cierto es que lo lograron.
Por las calles atestadas, gente abrazándose, riendo, conversando, bebiendo. Acentos berlineses y sajones. Brandenburgueses y renanos. Y, con ellos dos, hasta bávaros. Era el jueves, o quizás ya el viernes 10 de noviembre de 1989. Su nieto tuvo que ayudarlo a salir del coche. Lamentaba no haberse quedado hasta el final de la boda de su nieto mayor, pero al ver a todos los invitados y camareros agolpados frente al televisor y saber lo que contemplaban, no había podido resistirse.
-¿Por qué lloras, abuelo?-Le preguntó el joven Teodor.
-Por fin ha terminado, Teodor. Por fin ha terminado...
A decir verdad, en esta lucha de cada instante, donde el resultado más corriente es que se petrifique todo lo que hay de más espontáneo y valioso en el mundo, no estoy seguro de que podamos ganar.
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Re: ¿Escribimos la historia de un soldado alemán?

Mensaje por Tirador »

Un magnifico broche de oro para cerrar la historia.
"Wellington esta acabado, Sire. Muy mal se nos tiene que dar".

Dicho por un ayudante de campo desconocido a Napoleón la mañana del 18 de junio de 1.815...

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Re: ¿Escribimos la historia de un soldado alemán?

Mensaje por fco_mig »

Me pareció que faltaba el momento en que el protagonista lograba exorcizar los fantasmas que, sin duda, le rondarían durante toda su vida adulta y, como ayer era 9 de Noviembre, en seguida vi cómo.
Solo un comentario, por un despiste mío, confundí la hija con el nieto mayor. Pero pueden pensar que la hija se casó hace muy poco (en segundas nupcias) y la ha seguido el nieto, en una fecha que la familia no podría olvidar por muchas razones.
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Re: ¿Escribimos la historia de un soldado alemán?

Mensaje por fco_mig »

Mirad, no puedo quitarme a Teodor de la cabeza y pienso que no se irá hasta que explique toda su historia. Pienso aprovechar las aportaciones de todos y acabar de explicar lo que queda de su vida militar y personal durante la guerra, rellenando los huecos y arreglando posibles errores. Ahora bien: necesito ayuda de los expertos.
Para que la historia avance, el chico debería ser transferido temporalmente (con el grado de capitán, como mínimo) a una de las divisiones del frente de Normandía poco antes o después de Voronezh. Se trataría de ayudar a formar una de las "divisiones estáticas" formadas por "voluntarios" del Este y soldados de poco valor. Si alguien pudiera darme un consejo sobre cual de ellas, será reasignado a ella de inmediato (y le diré que va de su parte ;)).
Espero vuestra colaboración. Gracias a todos por anticipado.
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Re: ¿Escribimos la historia de un soldado alemán?

Mensaje por Segoviano »

Aunque no soy experto, en lo que te pueda ayudar cuenta con mi colaboración :dpm: .

Saludos.
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Re: ¿Escribimos la historia de un soldado alemán?

Mensaje por APV »

Como lo he transferido a ingenieros podría estar supervisando los trabajos en la Muralla del Atlántico.

Pero se supone que su división estaba en Bagration.
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Re: ¿Escribimos la historia de un soldado alemán?

Mensaje por fco_mig »

Gracias, APV, tu idea es mejor que la que yo tenía.

En realidad, se trata de una especie de "castigo" (que mira por dónde le va a salvar la vida) por cierta metedura de pata hasta el corvejón que no pienso detallar aquí. El pobre ni siquiera va a estar durante la ofensiva de Verano de 1942. Se va a aburrir como una ostra durante el avance del Ejército Sur hacia el Volga, del cual solo se irá enterándo por las cartas de sus viejos camaradas. No volverá al Frente Oriental hasta que lo reclamen de la 45 Grenadier. Eso sí, tendrá que chuparse toda la batalla de Normandía antes de Avranches.
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Re: ¿Escribimos la historia de un soldado alemán?

Mensaje por fco_mig »

Bien, si los expertos no dicen nada en contra, quedamos que en Enero de 1941, nuestro hombre fue transferido (contra su voluntad y por motivos no estrictamente militares) al 716º Batallón de Ingenieros de la 716ª División de Infantería (Isigny, Grandcamp, Trévieres, Port-en-Bessin, Arromanches, Creully, Hillman, Douvre y Benoun).
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Re: ¿Escribimos la historia de un soldado alemán?

Mensaje por APV »

fco_mig escribió:Bien, si los expertos no dicen nada en contra, quedamos que en Enero de 1941, nuestro hombre fue transferido (contra su voluntad y por motivos no estrictamente militares) al 716º Batallón de Ingenieros de la 716ª División de Infantería (Isigny, Grandcamp, Trévieres, Port-en-Bessin, Arromanches, Creully, Hillman, Douvre y Benoun).
Mi idea cuando lo pensé era que durante el invierno de 1941/primavera de 1942 en una de esas bolsas andantes, realizó una labor de ingeniero-pontonero por lo que le recomendaron para enviarlo a la Academia de Ingenieros en septiembre 1942 (así tener también una profesión para después de la guerra) con lo que se libra de la campaña de otoño/invierno de 1942.
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Re: ¿Escribimos la historia de un soldado alemán?

Mensaje por fco_mig »

Gracias por la idea. Pero se me ha ocurrido algo mejor.

Por otra parte, para ir abriendo boca, os dejo la primera versión del capítulo primero (tranquilos, solo serán cinco o, máximo, seis). Antes de darla por definitiva, podéis dejar vuestros comentarios.
Última edición por fco_mig el 21 Nov 2015, editado 1 vez en total.
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Re: ¿Escribimos la historia de un soldado alemán?

Mensaje por fco_mig »

1.- El nuevo recluta.

Teodor lloraba desconsolado en su cama, apretando la arrugada carta. Era la orden de movilización a nombre de Teodor Whenk: él. Se incluía un billete de segunda clase para el tren que salia el viernes de la estacion de Munich hacia Salzburgo donde debia dirigirse hacia el cuartel de la 45ª División situado en la AcademieStrasse, debía presentarse a las 10,00 de la mañana del día 26 de mayo. En esas pocas líneas, cabía todo un mundo.
Un mundo de miedo: miedo por sí mismo y por el futuro. Estaba claro que el Führer había levantado Alemania y que las potencias occidentales habían caído a sus pies, entregándole a la patria la antigua Checoslovaquia. Él mismo había alardeado con sus amigos ante la gran habilidad de Adolf Hitler. Conseguía que uno olvidara que era austríaco. Pero ¿cómo podía estar uno tan seguro de la habilidad del Führer? Las radios informaban conjuntamente con los periódicos, que la actitud que la actitud de Polonia respecto a Danzing era una ofensa para el país, esto Teodor no lo tenia tan claro. Pero su tarea no era opinar. Debía estar con la Gran Alemania, como decía papá.
Una buena pregunta: ¿Por qué a la 45ª?. Una división que se había formado después del Aunschluss; decía papa que los austriacos eran sus hermanos de sangre, por eso formaban parte del Reich. No tenia nada contra los austriacos y, qué demonios: al menos eran también católicos como ellos. Él se había criado y vivía en Landshut a 50 kilómetros de Munich. No es que ejerciera de bávaro, como otros, pero... ¿por qué Salzburgo, que estaba tan lejos? Más de 105 kilómetros, si no recordaba mal su geografía.
Hubo una llamada a la puerta y su madre entró por ella. "Teodor" dijo mientras se agachaba y le secaba las lágrimas como había hecho tantas veces. Ya hacía tiempo que Teodor se sentía incómodo ante muestras tan evidentes de cariño. Ya no era ningún crío. Pero esta vez lo agradeció.
-¿Qué decía la carta?-preguntó su madre.
-Me movilizan.-contestó- Tengo que estar en Salzburgo el 26, por la mañana.
Pronunció estas sencillas palabras serio y circunspecto. La cara de su madre cambió dramáticamente.
-Pero... pero están locos. ¡Si acabas de cumplir veinte años! Están... ¡están locos, locos!- Su madre dijo las últimas palabras a gritos.
-Calla mamá.-dijo sencillamente- ¿No recuerdas a la señora Meyer?
La señora Meyer era, o por lo menos había sido, una de sus vecinas. Había cometido el error de, no estando de acuerdo con la política del gobierno, decirlo públicamente en la panadería. Un día dos hombres altos y muy discretos, con sus sombreros de ala ancha, llamaron a su puerta y muy educadamente le dijeron a la señora Meyer que les acompañara. De eso hacia un mes, y como decía papá "así aprenderá a no meterse con el Führer y mucho menos con el gobierno". No habían vuelto a saber nada de la señora Meyer. Todos temían preguntar. Su madre no tardó en callar. Luego se abrazó a su hijo y, llorando, se puso a abrazarlo y besarlo:
-Teodor, pobrecito mío...-repetía.
Teodor Whenk se derrumbó en brazos de su madre, las lagrimas brotaron de sus grandes ojos azules y pensó que la suerte estaba ya echada. Y se abandono a llorar en el hombro de su madre.

-Brindo por Teodor Whenk, el infante más valiente del bravo ejercito alemán, ahora sabrán que lo que nos paso en el 18 fue culpa de “ellos”.
Papá soltaba sus bravuconadas muy a menudo. Seguidor del Führer- "hasta la muerte si hiciera falta"- ante sus amigos presumía de su carné del partido y de sus tres visitas a la cercana Munich a ver sus discursos. Un veterano de guerra que regentaba una cervecería heredada de su padre, el difunto abuelo de Teodor. Teodor no pudo evitar ruborizarse ante el entusiasmo de su progenitor. No le importó que la cervercería estuviera llena a esa hora, papá seguía con su discurso patriótico.
-Ahora en Alemania, hijo mío, hay trabajo y hay dinero; vienen los buenos tiempos…Esa es mi máxima: los malos tiempos ya han pasado de largo. ¿Nunca os lo he dicho, acaso?
Cientos de veces lo había dicho. Era el final de unos días frenéticos: despedidas de familiares, amigos y vecinos (tuvo que dar mas veces la mano y recibir mas besos de los que nunca creyó posible). Su madre le compró un par de mudas limpias y su padre le sacó su viejo petate, recuerdo de cuando el mismo habia sido movilizado y le hizo entrega de una navaja con mango de madera muy desgastada.
Al fin llegó el viernes, dia de la partida.

Ese viernes el andén de la estación estaba lleno a rebosar de gente bulliciosa: la mayoría había ido también a despedir a sus hijos. Gritos, risas, sollozos y mucho nerviosismo. Teodor estaba allí, de pie junto a sus padres, mientras éste, que se había puesto su mejor traje y en la que destacaba la insignia dorada del partido en la solapa, miraba gravemente a su alrededor, como desaprobando todo aquel follón, a su parecer indigno de buenos alemanes. Miró a su hijo: estaba pálido, aunque aparentaba serenidad. Le estrechó entre sus brazos, y con un deje de orgullo le dijo:
-No olvides quien eres: Maximus Whenk, que Dios tenga en su gloria, les dió lo suyo a los franchutes en Sedán. Sé digno de él.–sus ojos brillan intensamente -Pórtate como un buen soldado y tráenos una cruz de hierro la próxima vez que vengas de permiso. Y escríbenos.
Su madre le miró y sin poder evitarlo, mientras sus lágrimas descendían por las mejillas, le abrazó sin poder decir ni una palabra.
Teodor, se rehizo y despidiéndose de sus padres se unió al resto del contingente que ya había empezado a formarse casi ordenadamente a las voces de los suboficiales encargados del transporte hasta su destino en el campamento militar de Salzburg. Gritos, órdenes, carreras y todo el mundo estaba en un santiamén a bordo de los vagones que en ese momento empezaban a deslizarse rumbo al campamento militar para iniciar su instrucción militar.

El convoy se puso en marcha lentamente, los gritos y las despedidas se hicieron más efusivas, mientras una multitud de pañuelos se agitaban en los andenes. Los reclutas apiñados en las ventanas se despedían de sus familiares, y a medida que el convoy se alejaba de la estación dejando Munich atrás, éstos iniciaban conversaciones con sus vecinos, deseosos de entablar amistades y albergando ilusiones respecto al futuro que les aguardaba, de momento en la 45 división de infantería.

Teodor, se dejó llevar por sus pensamientos y apoyando la cabeza en el cristal de la ventana, mientras oía el traqueteo del tren se quedó adormilado, hasta que llegó el violento frenazo que los ejes de la Henschel Br50 efectuaron al encontrarse otro tren en sentido contrario por su misma via. La Reichsbahn tenia esas cosas; eficaz, puntual, pero de cuando en cuando un error en un cambio de agujas y dos trenes se hacian pedazos.

El que habia sufrido la peor parte era el primer vagon, que habia quedado aplastado entre la maquina y el segundo vagon el comedor, que tampoco quedo para muchos trotes. Tras el encontronazo, Teodor supo lo que significaba recibir ordenes por alguien que no fuera su padre o el Sr. Ehrlich el panadero "...¡Reclutas hay que sacar a esa gente de ahi de inmediato! ¡En grupos de tres a formar!" Se vio delante de lo que quedaba del primer vagon oyendo gritos de socorro: la tactica era sencilla, se entraba, uno se abria paso y los otros si encontraban algo lo bajaban fuera.
Observó que en su vagón habia estado compartiendo el viaje con un grupo de las BundesDeustche Märder, de la liga femenina que afortunadamente traian el equipo sanitario y proporcionaron los primeros auxilios.
A pesar de que ninguna tenia mas de 20 años no se arredraron por el trabajo, especialmente una rubia que Teodor observo que al hablar a los heridos lograba un efecto sedante. Se prometió a sí mismo que averiguaria el nombre de esa chica antes de llegar a Salzburgo.
Cuando entregaron el siguiente herido, un capitan de artilleria al que los asientos del vagon habian roto las piernas, Teodor directamente se lo pregunto:
-¿Como te llamas?
-Hana.- le respondió ella.-¿Por que quieres saberlo?
Nuestro hombre se disponía a contestar a tan embarazosa pregunta cuando se vio salvado por la voz del Sargento Mayor: "Reclutas, hay que desenganchar el vagon, y sacarlo de la via para poder enganchar el vagon comedor". A Teodor se le daban bien las herramientas y las máquinas. Admiró los sopletes con los que acudieron los ingenieros y observó fascinado su trabajo metódico y preciso para deshacer los amasijos que habia en las uniones de los vagones 1ª y el vagon comedor y cuando se les indico los futuros reclutas de la 45ª procedieron a volcar el vagón de primera para que la muy abollada Henschel Br 50 reenganchara los restantes y pudiera seguir viaje. Los heridos se quedaban en Trotsberg, a cargo de las chicas de la Liga. Por suerte, solo había que lamentar un par de heridos graves. El otro tren era un mercancias que al ir mas lento sufrio menos y pudo ir hasta el siguiente cambio de agujas con lo que dejó el camino libre.

Teodor se dio cuenta por primera vez en su vida, que la vida se la podia llevar el destino en cualquier momento. Bueno, el Destino, la Providencia o lo que fuera. Pero cuando por fin se sentó solo pensaba en las palabras de su padre y en la chica de cabellos dorados que habia visto como a un angel en medio del caos. mirara donde mirara solo se veia el rostro de jóvenes imberbes como el con un rostro entre el miedo y la emoción de la aventura. No valía la pena tratar de entablar amistades aún. ¿Quién sabe cuántos y quiénes irían a parar a la 45ª y no a otras divisiones e incluso otras armas? Teodor observaba al horizonte, salpicado de bosques y ganado, miraba a su alrededor y veia uniformes de todo tipo, chicos de las juventudes hitlerianas, los uniformes grises de la wehrmatch, los negros de las S.S y los azules de la luftwaffe, se fijo en un oficial altivo que lucia orgulloso su cruz de hierro de primera clase, una igual habia conseguido su padre luchando en Verdún en la primera guerra mundial, aquel oficial era impecable rubio esbelto con rostro arrogante y orgulloso de si mismo. En el fondo se parecía a su hermano Claus (Dos años mayor que él), que servia en las Waffen SS. Pero su hermano no tenia cruz de hierro.

-¡Vamos en marcha! todo el mundo abajo!- grito un oficial, desorientado por completo Teodor se bajo del tren, así que aquí acababa su viaje, estaba contento, había sido un viaje un tanto extraño: el accidente, Hana…

En tropel todos los reclutas que viajaban en los distintos compartimentos del tren iniciaron la salida en tromba para ir a colocarse de forma mas o menos ordenada frente al oficial y a un sargento que parecia solo sabia gritar: "¡Vamos!, Que es para hoy!!... Esa fila, la quiero ver recta, ahora mismo!! ¿Vosotros pretendeis ganar una guerra? ¿Pero que clase de lechuguinos reclutas me envian? Estos niños no creo que valgan para nada en cuanto oigan un tiro... Gott im Himmel!!...Verdamt!!!"

Teodor logró ir desplazandose entre los codazos y empujones de los demas reclutas y ubicarse en su zona. Mientras permanecia en posicion de firmes vió que aún muchos estaban rezagados e incluso algunos ni habían logrado sacar sus petates del tren. Aquel sargento no dejada moverse de un sitio a otro, era pequeño rubio y con los ojos ligeramente saltones, cada grito que daba le hacia brotar una extraña vena en el cuello, se ponía enrojecido y parecía que iba a explotar, Teodor se lo imaginaba en Muncih comiendo salchichas y tomando cervezas. Porque era bávaro, como él. Su acento le delataba en medio de tantos austríacos como estaba empezando a oír en el andén. Esos recuerdos a salchicha y cerveza le hicieron añorar la taberna de su padre, aunque testarudo y a veces demasiado hablador, queria a su padre. Este había luchado con valor en la 1ª guerra mundial, ¿estaría a la altura?, ¿tendría miedo?

En columna de a dos, detras de mi march, fue arrancado de sus pensamientos ese sargento de nuevo empezaba a chillar, quedo sorprendido de lo que antes era un completo desastre fuera ahora una columna mas o menos presentable. "En el fondo los alemanes (pensó), hacemos las cosas bien."
-Para mi gusto, hasta demasiado bien.-habló el chico bajito y rubio que marchaba a su lado.
-¡Oh!¿He pensado en voz alta?
-Pues sí. Y yo de tí me quitaría esa costumbre. Puede ser muy peligrosa, creéme.
-Oye, ¿de dónde eres?
-De un pueblecito de las montañas de Baviera del que seguro que no has oído hablar. ¿Por qué?
-Imposible. Tengo muy buen oído. Tu acento no es bávaro.
-¡Ah, eso! Ya hace seis años que vivo, es decir vivía, en Berlín. No hay derecho: te acostumbras a la gran ciudad, y el gobierno te manda de vuelta con los provincianos.
-¡Miren el señorito! ¿No te gusta la compañía de destripaterrones como nosotros?-Saltó uno de los chicos de atrás. Era alto, moreno y fornido hasta el punto de aparentar más edad de la que realmente tenía: un verdadero coloso, pero el berlinés no se dejó impresionar.
-No he dicho nada aún sobre si la compañía es buena o mala. Supongo que eso me lo ha de indicar el sargento, como todo. Ah! Y conste que lo de "destripaterrones" lo has dicho tú, no yo.
Teodor reprimió la carcajada que le venía a la boca cuando el sargento bramó: "¡Silencio!". Pero bajó la voz para presentarse:
-Me llamo Teodor Whenk. Encantado de conocerte.
-Igualmente. Mi nombre es Otto Schultz. Y si nuestro autoproclamado destripaterrones se quiere presentar ya estaremos casi todos.
-Me llamo Hans Pfizer. Y no soy ningún destripaterrones. Vivo en Munich.
-Mmmm... ¿Y antes de vivir en Munich, de qué trabajabas?
Hans bajó la cabeza, avergonzado y musitó:
-Ayudaba a mis padres, trabajando en el campo.
-Tranquilo, que no es ninguna vergüenza. ¡A todos nos gusta comer!
"¡Silencio he dicho!" Se oyó bramar al sargento.

La madre de Teodor se dirigió al sofá con la carta de su hijo que momentos antes le había entregado Gretchen, su leal y vieja sirvienta, todavía sin abrir, y con un nerviosismo patente se sentó en el. Dudaba en abrirla o esperar a su marido Franz, para leerla juntos. Al final, decidió abrirla, y comentársela luego a su marido cuando viniera del trabajo en la taberna. Trabajo que cada día le absorbía más tiempo del que a ella le hubiera gustado.

“Queridos padres:

Espero que os encontréis bien al recibo de esta carta. Ahora, por fin, tengo un momento de descanso, que aprovecho para poder contaros unas cuantas cosas desde mi partida (que parece tan lejana, a pesar de que sólo han transcurrido cinco semanas!!) La verdad es que el tiempo aquí es difícil de mesurar, no tengo tiempo prácticamente para mí, pues entre la instrucción, los ejercicios físicos (que son agotadores), y otras tareas, acabo al final del día agotado.
Cómo añoro trabajar con papá en su cervecería, a pesar de los enfados y reniegos que me echaba de vez en cuando, y el ambiente de risas y cantos de los clientes. No quiero que os preocupéis por mí, me encuentro bien y aunque te parezca mentira mamá, he engordado un poco y ahora estoy más fuerte que antes (casi tan fuerte como Hans, un amigo). Cosas del ejército.
He hecho buenos amigos, en mi compañía hay varios de Munich, como Hans y hemos hecho buenas migas con él. Aunque creo que al que más aprecio es a Otto, berlinés aunque nacido en Baviera. Se las da un poco de cosmopolita y sabihondo, pero es simpático No te preocupes por la comida mamá (ya te conozco y se que estarás pensado en ello), el rancho que nos dan es bastante aceptable. Bueno: sí echo de menos esas wurst con choucrout que preparas en casa, pero la verdad es que con tanto ajetreo comemos todo lo que nos ponen, así que no sufras.
Nuestros mandos, aunque parezcan muy duros, en realidad nos tratan bien. Nuestro feldwebel de sección en un poco mayor que nosotros, pero nos trata con corrección y es un buen profesional, lo mismo que el jefe de nuestra compañía, el oberleutnant Schmidt, serio pero legal.
Tendríais que verme con el uniforme, vaya si hasta parezco un soldado de verdad, ja, ja. Esto es broma mamá, la verdad es que estamos contentos porque de momento todo va muy bien, y aunque al principio estaba algo preocupado porque no sabía que me iba ha encontrar, he de reconocer que mis temores eran infundados. Lamento no haberos podido llamar por teléfono, pero no es posible hacerlo desde aquí, porque el uso está restringido a un par de horas al día, y ya os podéis imaginar las colas que se arman para poder hablar. Así que si no os importa, yo os escribiré siempre que tenga un momento.
Papá, por cierto, ayer recibimos una felicitación del Oberst de nuestro regimiento, ya que quedó gratamente impresionado de unas maniobras que hicimos con fuego real. ¡Si, si con fuego real! Y a pesar del miedo inicial que pasé, he de reconocer que hasta disfruté. Luego hicimos un desfile ante el Oberst, al son de esa marcha que tanto te gusta, Preussens Gloria, y todo el acto quedó impecable. No está mal para ser unos reclutas, ¿no te parece, papá?, eso si, quedé con las piernas doloridas, porque el paso de la oca es un invento del diablo, aunque opines lo contrario. Por cierto que Otto opina que nuestra educación musical deja bastante que desear y mejor no te cuento su opinión sobre Preussens Gloria
En fin queridos padres, os tengo que dejar por el momento, y prometo escribiros muy pronto. Según creo, cuando finalice la instrucción de aquí a un par de semanas, nos van a dar unos días de permiso antes de que nos incorporemos a nuestro destino definitivo. Ojalá que nos veamos ya.

p.d. Os envió una fotografía de nuestra compañía, que aunque no se me vé porque vamos todos iguales, seguro que a papá le gustará
Muchos besos y abrazos, de vuestro hijo que os quiere,

Teodor”

Las lágrimas corrían por las mejillas de la madre, aunque éstas eran debidas a la alegría que sentía por saber que su querido niño, para ella siempre sería eso, un niño, estaba bien y con animos. A Franz tambien le gustaría saberlo.

Continuará.
A decir verdad, en esta lucha de cada instante, donde el resultado más corriente es que se petrifique todo lo que hay de más espontáneo y valioso en el mundo, no estoy seguro de que podamos ganar.
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Re: ¿Escribimos la historia de un soldado alemán?

Mensaje por fco_mig »

2. Hanna

-¡Teodor acaba de una vez que tenemos que irnos!-Tronó el vozarrón de Hans.
El aludido acabó de firmar la carta, la plegó, la metió en un sobre y la cerró antes de ponerle un sello.
-Debes ser todo un buen chico. Siempre escribiendo a casa... ¿O quizás me equivoco? La dirección pone que es una cervecería, según me he fijado.
-Es el negocio de mis padres, Otto. Ellos viven en el piso de arriba.
-¡Genial! Una cervecería que aún no conozco. ¡Me la tienes que presentar!
Así salieron todos. Aparte de Teodor, Hans y Otto estaban Adrian Müller, un austriaco larguirucho de Salzburgo y Rolf Bauer, que vivía en la misma ciudad, pero procedía de Galitzia. Este último era un hombre moreno y taciturno que aparentaba aún más edad que el gigantesco Hans. Se había unido al grupo casi por casualidad. Porque nadie más parecía aceptarle. No es que a Rolf le importara, pero la personalidad magnética de Otto lograba que todo el mundo se acercara. Lo cierto era que Otto se había hecho popular en todo el regimiento, pero los cuatro nombrados eran sus amigos más cercanos. ¿Por qué Rolf se unió a ese grupo con el que no parecía tener mucho en común? Eso nunca se supo.

Como siempre, era Otto el que eligió la taberna donde iban. Sorprendente cómo se enteraba de los mejores lugares en cualquier parte. Prometía que un día tenían que hacer entera la ruta de los cafés de Salzburgo; mientras, habría que conformarse con lo que había. Teodor se sento en una redonda mesa con sus compañeros y pidieron unas jarras de cerveza a la camarera: una muchacha rellenita, de aspecto jovial y alegre, aunque un punto vulgar para el gusto de Teodor.
-Eh! Teodor...-dijo Hans guiñando un ojo a Teodor.
-¿La camarera? Me parece que es más de tu tipo, mi querido Hans.
-No, en la barra. ¿No es esa la chica del tren?
Por un momento, Teodor se olvidó de dónde estaba. Contempló la aparición de la barra como si no pudiera ser cierto. La daba por perdida desde que había entrado en el cuartel. Hanna no llevaba uniforme, sino un vestido claro que resaltaba sus formas. Se apoyaba, indolente, sobre la barra de la taberna, como si todo aquel bullicio que la rodeaba le resbalara. Contemplaba su bebida con aire aburrido. ¿Se atrevería a levantarse y pedirle que...?
-¡Oh-oh!
-¿Sí, Otto? ¿Qué ocurre?
-Mucho me temo que no está sola.
Teodor desvio su mirada a la izquierda de la muchacha. A su lado vio un hombre alto y atletico, joven, rubio, un peinado cuidado y de fuertes pero suaves facciones. El hombre vestía un uniforme negro, y agudizando la vista, Teodor creyó ver la insignia de la SS en la solapa.
- ¡Vaya!... ¡Genial! - dijo Hans. - Lo siento, Teodor.
Teodor miraba de refilon a Hanna y a su "rival" pensando en lo dura que era vida y que le daba mas miedo ir a hablar con Hanna que imaginarse en el frente. Por fin aquel oficial de las SS, todo un ejemplo de crianza germánica, se fue hacia el excusado, Hans propino un doloroso codazo a Teodor (a veces, no era consciente de su propia fuerza), y le dijo:
-¡Ahora o nunca!
-¡Adelante!-apoyó Otto- ¡Que no se diga que cualquier SS tontaina le roba la chica a un hombre de la 45!
Teodor tuvo que tomar un largo trago de cerveza y armarse de valor. Era consciente que todos, incluído el generalmente taciturno Rolf le miraban. Se estaba levantando de su asiento cuando otro joven apuesto se acercó a su adorada y comenzó a hablarle. Se quedó a medio gesto. ¿Qué hacer? Se acabó de alzar, encendió un cigarrillo, nervioso. Sus compañeros seguían mirándolo, ya acusadores. Entonces, restalló un latigazo. Se volvió para darse cuenta que Hanna acababa de abofetear al joven.
-¿Por quién me toma usted? ¡Me insulta!
El joven en cuestión bajó la cabeza abochornado y se marchó. Teodor vió su oportunidad. Se aproximaba, ya entrando en el campo de visión de Hanna que pareció reconocerlo, cuando vió salir del excusado, por el rabillo del ojo, al oficial de las SS.

De repente, sonó la alarma aérea. Era un simulacro, claro. Pero los camareros no tardaron en cumplir con su papel. No era cosa de fallar en un simulacro donde había tantos uniformes presentes.
-¡Evacúen el local! ¡Diríjanse en orden a los refugios indicados! ¡Pero dense prisa!
Teodor tomó el brazo de Hanna al vuelo y la hizo salir rápido por la puerta trasera y se dirigieron hacia el refugio antiaereo mas proximo, los Hitlejugend ayudaban a personas despistadas. Se introdujeron juntos en el oscuro interior del refugio. El lugar estaba repleto y Hana y Teodor acabaron muy próximos el uno al otro, practicamente rostro contra rostro. Teodor desviaba la mirada, pero Hanna la mantuvo.
No podían mantenerse en silencio indefinidamente, aunque a ambos pareciera darles igual.
-Hola. ¿Me recuerda?-dijo por fin Teodor.
-Sí que le recuerdo. El accidente del tren, ¿verdad? No me dijo su nombre...
Teodor sonrió. No sabía si, en medio de la penumbra, ella podría verlo. Se sacó el paquete de cigarrillos del bolsillo.
-Teodor, Teodor Whenk. ¿Fuma usted?
-No, gracias. Pero mi deber como enfermera es recordale que es malo para la salud.
-Ahora soy soldado. De algo hay que morir ¿no?
Esta vez sonrió ella. Pudo verlo a pesar de la penumbra.
-Pero no es bueno hacerlo de cáncer de pulmón, se lo aseguro. ¿Esto suele terminar pronto?- preguntó mirando alrededor.
-Si, son simulacros de bombardeo, pero como dice Goering no serán necesarios, ningún avión sobrevolara el cielo alemán.
Hanna lo miró entonces muy seria y le preguntó.
-Teodor Whenk: ¿tú crees en el nacionalsocialismo?
Una pregunta extraña cuando todo parecía ir tan bien. Nunca pensó que a las chicas les fuera la política. De pronto se le ocurrió otra posibilidad que le hizo estremecerse: ¿y si era una agente de la Gestapo? Había oído que se mezclaban con la población y que, si decías algo inconveniente, estabas perdido. Intentó que no sonara a frase manida, repetida como un loro cuando contestó:
-Si, si, por supuesto que si, Alemania necesita a Hitler para librarnos de todos nuestros males. ¿Y tú? ¿Qué piensas?
-Yo también pienso es lo mejor que le ha pasado a Alemania. El Führer volverá a hacernos grandes.
Ahora fue Hanna la que parecía repetir la frase como un loro. Sin convicción. Por pura costumbre. Eso era lo normal, pero ¿a qué había venido, entonces, la pregunta original? Se encendieron las luces, dando por terminado el simulacro y la radiante cara de Hanna se impuso a todas las demás consideraciones.

Ella le dió un rápido beso en la comisura de los labios. En la mejilla, más que en la boca. Aún así bastó para que Teodor se ruborizara hasta la raíz de los cabellos. Luego, se perdió entre el bullicio de la gente que pugnaba por salir del refugio. Antes de que desapareciera de su vista se volvió y le dijo:
-Adiós, Teodor. ¡Nos veremos!
¿Qué querría decir con eso? Entonces se fijó que llevaba abierto el bolsillo superior derecho de su chaqueta: dentro había una tarjeta de visita con un nombre: Hanna Helzer, enfermera. No figuraba ninguna dirección, pero ya era algo. Algo que pudo enseñar a sus compañeros cuando se reunió con ellos antes del cuartel. Tuvo que soportar un montón de bromas y chanzas. Pero, como decía Otto: "un beso siempre es un buen comienzo".

El día siguiente comenzó con el ya típico: "¡Venga perros arriba!, ¡no pretenderéis que os sirva el desayuno en la cama!". Los días siguientes fueron muy intensos y plagados de ejercicios de combate: ...simulaciones de asalto a la bayoneta, con granadas de mano, ataques contra tanques, todo un sin fin de amalgama variada de entrenamiento que dejaron a Teodor y sus camaradas exhaustos y sin fuerzas para poder pensar en otra cosa que no fuera sobrevivir a aquellos intensos ejercicios. Ya habían costado varios heridos de distinta consideración, por lo que estaba claro que todo aquello tenía un fin previsto, y eso era algo que todos tenían asumido. Estaban a primeros del mes de agosto, y se rumoreaba que la división iba a partir tan pronto como estuviera completa en sus efectivos. Las especulaciones estaban a la orden del día. Todo el mundo, desde el último recluta hasta el oficial superior, hacía sus cábalas, sin que de momento hubiera nada cierto sobre lo que apostar.

Pero todo eso parecía ocurrir en una especie de mundo paralelo. Teodor no dejaba de pensar en una chica rubia de largas piernas y sonrisa encantadora: Hanna Helzer. Para él era el nombre más bello del mundo. Sabía que era una tontería, pero se había enamorado como un adolescente. Solo recuperó un poco el sentido cuando por fin llegó el 10 de Agosto. Todos prestaron su juramento de fidelidad. Otto, quién iba a decirlo, había obtenido el grado de Fahnenjunker-gefreiter una vez terminada la instrucción. En su informe ponía: "Hombre inteligente y carismático, llegará lejos si logra controlar su carácter disperso".
-Yo te juro, Adolf Hitler, Führer y Canciller del Reich, fidelidad y valor...-proclamaban todos.
El informe de Hans decía: "Un buen soldado. Noble, firme y fuerte como un buey". El de Müller no era tan halagüeño: "Declinó amablemente cuando le insinuaron la posibilidad de incorporarse a las Waffen SS. Parece tratarse de uno de esos austríacos a quienes no ha gustado el Anschluss, aunque parece conformarse".
-...Prometo obediencia hasta la muerte a ti y a los superiores por ti designados...
Lo único destacable del informe de Teodor era: "Muestra un gran interés y unas aptitudes innatas para la mecanica a pesar de su falta de formación. Sugerimos que siga cursos de ingeniero en cuanto sea posible". En cuanto a Rolf: "Muestra a veces una agresividad extrema que podría ser de origen psico-patológico. No habrá problema mientras la emplee solo con el enemigo."
-...Que Dios me ayude.

Continuará...
A decir verdad, en esta lucha de cada instante, donde el resultado más corriente es que se petrifique todo lo que hay de más espontáneo y valioso en el mundo, no estoy seguro de que podamos ganar.
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Re: ¿Escribimos la historia de un soldado alemán?

Mensaje por fco_mig »

Bien, chicos. Si no hay imprevistos, creo que ya lo tengo. Acabará siendo lo que llaman una "nouvelle". Es decir, algo demasiado extenso para ser un relato y demasiado corto para ser calificado como novela. Pero necesito vuestra ayuda en algo esencial: NO SE ME OCURRE NINGÚN TÍTULO QUE ME GUSTE. Por favor, dejad aquí vuestras sugerencias. Gracias por anticipado.

PD: una vez con el título, si al moderador le parece bien, podría abrir un hilo donde ir posteando la historia "por entregas".
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Re: ¿Escribimos la historia de un soldado alemán?

Mensaje por Tirador »

"Historia de un soldado" está ya usado...

Quizás "Simplemente, un soldado alemán".

O como has termindado esa carta a los padres: "Qué Dios me ayude. Historias de un soldado alemán"
"Wellington esta acabado, Sire. Muy mal se nos tiene que dar".

Dicho por un ayudante de campo desconocido a Napoleón la mañana del 18 de junio de 1.815...

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Re: ¿Escribimos la historia de un soldado alemán?

Mensaje por Fonsado »

Es buena idea.

¡Que Dios me ayude!

Suena bien. Me gusta.

Lo he leído entero pero necesito tener algo de tiempo para centrarme y poder dar alguna idea más. Si puedo lo repasaré este fin de semana.
...pues no hay fuerza que prevalezca contra quien es leal y valiente, como los españoles lo son....

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Re: ¿Escribimos la historia de un soldado alemán?

Mensaje por fco_mig »

Pues si "Qué Dios me ayude" os gusta más que el mejor que se me ocurrió a mí (que, como dije, no acaba de convencerme) que es "El buen chico", creo que podemos darlo por válido. Si es así, iniciaré el hilo en cuanto sea posible, comenzando desde el 1 - El nuevo recluta.
Saludos a todos y gracias.
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Re: ¿Escribimos la historia de un soldado alemán?

Mensaje por fco_mig »

OK. El público lo ha pedido. Se titulará "Que Dios me ayude" y empiezo el serial hoy mismo en otro hilo. Pueden considerarlo un regalo de Navidad.
Gracias por anticipado.
A decir verdad, en esta lucha de cada instante, donde el resultado más corriente es que se petrifique todo lo que hay de más espontáneo y valioso en el mundo, no estoy seguro de que podamos ganar.
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Re: ¿Escribimos la historia de un soldado alemán?

Mensaje por fco_mig »

Pues no puedo, no sé por qué, comenzar aquí un nuevo tema. Bien: tendrá que ser aquí mismo.
Como puede verse, esta es una obra de muchos, el copista se ha limitado a ordenar, fijar y rellenar huecos allí donde ha podido y como mejor ha sabido. Ruego a todos que no interfieran en la narración. Eso sí, si alguien quiere poner mensajes tipo "nota al pie de página" puede hacerlo. Hay por aquí muchos expertos y los aficionados a los juegos metaliterarios encontrarán muchas sombras queridas implícitas y, a veces, explícitas.
En cuanto a los protagonistas y secundarios, ya los irán conociendo a todos. Espero que les guste.
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Re: ¿Escribimos la historia de un soldado alemán?

Mensaje por fco_mig »

Que Dios me ayude. La historia de un soldado alemán

Y lo que ha de salir de todas estas negaciones, sépalo el diablo.
R. J. Payró

1.- El nuevo recluta.

Teodor lloraba desconsolado en su cama, apretando la arrugada carta. Era la orden de movilización a nombre de Teodor Whenk: él. Se incluía un billete de segunda clase para el tren que salia el viernes de la estacion de Munich hacia Salzburgo donde debia dirigirse hacia el cuartel de la 45ª División situado en la AcademieStrasse, debía presentarse a las 10,00 de la mañana del día 26 de mayo. En esas pocas líneas, cabía todo un mundo.
Un mundo de miedo: miedo por sí mismo y por el futuro. Estaba claro que el Führer había levantado Alemania y que las potencias occidentales habían caído a sus pies, entregándole a la patria la antigua Checoslovaquia. Él mismo había alardeado con sus amigos ante la gran habilidad de Adolf Hitler. Conseguía que uno olvidara que era austríaco. Pero ¿cómo podía estar uno tan seguro de la habilidad del Führer? Las radios informaban conjuntamente con los periódicos, que la actitud de Polonia respecto a Danzing era una ofensa para el país, esto Teodor no lo tenia tan claro. Pero su tarea no era opinar. Debía estar con la Gran Alemania, como decía papá.
Una buena pregunta: ¿Por qué a la 45ª?. Una división que se había formado después del Aunschluss; decía papa que los austriacos eran sus hermanos de sangre, por eso formaban parte del Reich. No tenia nada contra los austriacos y, qué demonios: al menos eran también católicos como ellos. Él se había criado y vivía en Altheim, cerca de Landshut, a unos 50 kilómetros de Munich. No es que ejerciera de bávaro, como otros, pero... ¿por qué Salzburgo, que estaba tan lejos? Más de 105 kilómetros, si no recordaba mal su geografía.
Hubo una llamada a la puerta y su madre entró por ella. "Teodor" dijo mientras se agachaba y le secaba las lágrimas como había hecho tantas veces. Ya hacía tiempo que Teodor se sentía incómodo ante muestras tan evidentes de cariño. Ya no era ningún crío. Pero esta vez lo agradeció.
-¿Qué decía la carta?-preguntó su madre.
-Me movilizan.-contestó- Tengo que estar en Salzburgo el 26, por la mañana.
Pronunció estas sencillas palabras serio y circunspecto. La cara de su madre cambió dramáticamente.
-Pero... pero están locos. ¡Si acabas de cumplir veinte años! Están... ¡están locos, locos!- Su madre dijo las últimas palabras a gritos.
-Calla mamá.-dijo sencillamente- ¿No recuerdas a la señora Meyer?
La señora Meyer era, o por lo menos había sido, una de sus vecinas. Había cometido el error de, no estando de acuerdo con la política del gobierno, decirlo públicamente en la panadería. Un día dos hombres altos y muy discretos, con sus sombreros de ala ancha, llamaron a su puerta y muy educadamente le dijeron a la señora Meyer que les acompañara. De eso hacia un mes, y como decía papá "así aprenderá a no meterse con el Führer y mucho menos con el gobierno". No habían vuelto a saber nada de la señora Meyer. Todos temían preguntar. Su madre no tardó en callar. Luego se abrazó a su hijo y, llorando, se puso a abrazarlo y besarlo:
-Teodor, pobrecito mío...-repetía.
Teodor Whenk se derrumbó en brazos de su madre, las lagrimas brotaron de sus grandes ojos azules y pensó que la suerte estaba ya echada. Y se abandono a llorar en el hombro de su madre.

-Brindo por Teodor Whenk, el infante más valiente del bravo ejercito alemán, ahora sabrán que lo que nos paso en el 18 fue culpa de “ellos”.
Papá soltaba sus bravuconadas muy a menudo. Seguidor del Führer- "hasta la muerte si hiciera falta"- ante sus amigos presumía de su carné del partido y de sus tres visitas a la cercana Munich a ver sus discursos. Un veterano de guerra que regentaba una cervecería heredada de su padre, el difunto abuelo de Teodor. Teodor no pudo evitar ruborizarse ante el entusiasmo de su progenitor. No le importó que la cervercería estuviera llena a esa hora, papá seguía con su discurso patriótico.
-Ahora en Alemania, hijo mío, hay trabajo y hay dinero; vienen los buenos tiempos…Esa es mi máxima: los malos tiempos ya han pasado de largo. ¿Nunca os lo he dicho, acaso?
Cientos de veces lo había dicho. Era el final de unos días frenéticos: despedidas de familiares, amigos y vecinos (tuvo que dar mas veces la mano y recibir mas besos de los que nunca creyó posible). Su madre le compró un par de mudas limpias y su padre le sacó su viejo petate, recuerdo de cuando el mismo habia sido movilizado y le hizo entrega de una navaja con mango de madera muy desgastada.
Al fin llegó el viernes, dia de la partida.

Ese viernes el andén de la estación estaba lleno a rebosar de gente bulliciosa: la mayoría había ido también a despedir a sus hijos. Gritos, risas, sollozos y mucho nerviosismo. Teodor estaba allí, de pie junto a sus padres, mientras éste, que se había puesto su mejor traje y en la que destacaba la insignia dorada del partido en la solapa, miraba gravemente a su alrededor, como desaprobando todo aquel follón, a su parecer indigno de buenos alemanes. Miró a su hijo: estaba pálido, aunque aparentaba serenidad. Le estrechó entre sus brazos, y con un deje de orgullo le dijo:
-No olvides quien eres: Maximus Whenk, que Dios tenga en su gloria, les dió lo suyo a los franchutes en Sedán. Sé digno de él.–sus ojos brillan intensamente -Pórtate como un buen soldado y tráenos una cruz de hierro la próxima vez que vengas de permiso. Y escríbenos.
Su madre le miró y sin poder evitarlo, mientras sus lágrimas descendían por las mejillas, le abrazó sin poder decir ni una palabra.
Teodor, se rehizo y despidiéndose de sus padres se unió al resto del contingente que ya había empezado a formarse casi ordenadamente a las voces de los suboficiales encargados del transporte hasta su destino en el campamento militar de Salzburg. Gritos, órdenes, carreras y todo el mundo estaba en un santiamén a bordo de los vagones que en ese momento empezaban a deslizarse rumbo al campamento militar para iniciar su instrucción militar.

El convoy se puso en marcha lentamente, los gritos y las despedidas se hicieron más efusivas, mientras una multitud de pañuelos se agitaban en los andenes. Los reclutas apiñados en las ventanas se despedían de sus familiares, y a medida que el convoy se alejaba de la estación dejando Munich atrás, éstos iniciaban conversaciones con sus vecinos, deseosos de entablar amistades y albergando ilusiones respecto al futuro que les aguardaba, de momento en la 45 división de infantería.

Teodor, se dejó llevar por sus pensamientos y apoyando la cabeza en el cristal de la ventana, mientras oía el traqueteo del tren se quedó adormilado, hasta que llegó el violento frenazo que los ejes de la Henschel Br50 efectuaron al encontrarse otro tren en sentido contrario por su misma via. La Reichsbahn tenia esas cosas; eficaz, puntual, pero de cuando en cuando un error en un cambio de agujas y dos trenes se hacian pedazos.

El que habia sufrido la peor parte era el primer vagon, que habia quedado aplastado entre la maquina y el segundo vagon el comedor, que tampoco quedo para muchos trotes. Tras el encontronazo, Teodor supo lo que significaba recibir ordenes por alguien que no fuera su padre o el Sr. Ehrlich el panadero "...¡Reclutas hay que sacar a esa gente de ahi de inmediato! ¡En grupos de tres a formar!" Se vio delante de lo que quedaba del primer vagon oyendo gritos de socorro: la tactica era sencilla, se entraba, uno se abria paso y los otros si encontraban algo lo bajaban fuera.
Observó que en su vagón habia estado compartiendo el viaje con un grupo de las BundesDeustche Märder, de la liga femenina que afortunadamente traian el equipo sanitario y proporcionaron los primeros auxilios.
A pesar de que ninguna tenia mas de 20 años no se arredraron por el trabajo, especialmente una rubia que Teodor observo que al hablar a los heridos lograba un efecto sedante. Se prometió a sí mismo que averiguaria el nombre de esa chica antes de llegar a Salzburgo.
Cuando entregaron el siguiente herido, un capitan de artilleria al que los asientos del vagon habian roto las piernas, Teodor directamente se lo pregunto:
-¿Como te llamas?
-Hanna.- le respondió ella.-¿Por que quieres saberlo?
Nuestro hombre se disponía a contestar a tan embarazosa pregunta cuando se vio salvado por la voz del Sargento Mayor: "Reclutas, hay que desenganchar el vagon, y sacarlo de la via para poder enganchar el vagon comedor". A Teodor se le daban bien las herramientas y las máquinas. Admiró los sopletes con los que acudieron los ingenieros y observó fascinado su trabajo metódico y preciso para deshacer los amasijos que habia en las uniones de los vagones 1ª y el vagon comedor y cuando se les indico los futuros reclutas de la 45ª procedieron a volcar el vagón de primera para que la muy abollada Henschel Br 50 reenganchara los restantes y pudiera seguir viaje. Los heridos se quedaban en Trotsberg, a cargo de las chicas de la Liga. Por suerte, solo había que lamentar un par de heridos graves. El otro tren era un mercancias que al ir mas lento sufrio menos y pudo ir hasta el siguiente cambio de agujas con lo que dejo el camino libre.

Teodor se dio cuenta por primera vez en su vida, que la vida se la podia llevar el destino en cualquier momento. Bueno, el Destino, la Providencia o lo que fuera. Pero cuando por fin se sentó solo pensaba en las palabras de su padre y en la chica de cabellos dorados que habia visto como a un angel en medio del caos. mirara donde mirara solo se veia el rostro de jóvenes imberbes como el con un rostro entre el miedo y la emoción de la aventura. No valía la pena tratar de entablar amistades aún. ¿Quién sabe cuántos y quiénes irían a parar a la 45ª y no a otras divisiones e incluso otras armas? Teodor observaba al horizonte, salpicado de bosques y ganado, miraba a su alrededor y veia uniformes de todo tipo, chicos de las juventudes hitlerianas, los uniformes grises de la wehrmatch, los negros de las S.S y los azules de la luftwaffe, se fijo en un oficial altivo que lucia orgulloso su cruz de hierro de primera clase, una igual habia conseguido su padre luchando en Verdún en la primera guerra mundial, aquel oficial era impecable rubio esbelto con rostro arrogante y orgulloso de si mismo. En el fondo se parecía a su hermano Claus (Dos años mayor que él), que servia en las Waffen SS. Pero su hermano no tenia cruz de hierro.

-¡Vamos en marcha! todo el mundo abajo!- grito un oficial, desorientado por completo Teodor se bajo del tren, así que aquí acababa su viaje, estaba contento, había sido un viaje un tanto extraño: el accidente, Hana…

En tropel todos los reclutas que viajaban en los distintos compartimentos del tren iniciaron la salida en tromba para ir a colocarse de forma mas o menos ordenada frente al oficial y a un sargento que parecia solo sabia gritar: "¡Vamos!, Que es para hoy!!... Esa fila, la quiero ver recta, ahora mismo!! ¿Vosotros pretendeis ganar una guerra? ¿Pero que clase de lechuguinos reclutas me envian? Estos niños no creo que valgan para nada en cuanto oigan un tiro... Gott im Himmel!!...Verdamt!!!"

Teodor logró ir desplazandose entre los codazos y empujones de los demas reclutas y ubicarse en su zona. Mientras permanecia en posicion de firmes vió que aún muchos estaban rezagados e incluso algunos ni habían logrado sacar sus petates del tren. Aquel sargento no dejada moverse de un sitio a otro, era pequeño rubio y con los ojos ligeramente saltones, cada grito que daba le hacia brotar una extraña vena en el cuello, se ponía enrojecido y parecía que iba a explotar, Teodor se lo imaginaba en Muncih comiendo salchichas y tomando cervezas. Porque era bávaro, como él. Su acento le delataba en medio de tantos austríacos como estaba empezando a oír en el andén. Esos recuerdos a salchicha y cerveza le hicieron añorar la taberna de su padre, aunque testarudo y a veces demasiado hablador, queria a su padre. Este había luchado con valor en la 1ª guerra mundial, ¿estaría a la altura?, ¿tendría miedo?

En columna de a dos, detras de mi march, fue arrancado de sus pensamientos ese sargento de nuevo empezaba a chillar, quedo sorprendido de lo que antes era un completo desastre fuera ahora una columna mas o menos presentable. "En el fondo los alemanes (pensó), hacemos las cosas bien."
-Para mi gusto, hasta demasiado bien.-habló el chico bajito y rubio que marchaba a su lado.
-¡Oh!¿He pensado en voz alta?
-Pues sí. Y yo de tí me quitaría esa costumbre. Puede ser muy peligrosa, creéme.
-Oye, ¿de dónde eres?
-De un pueblecito de las montañas de Baviera del que seguro que no has oído hablar. ¿Por qué?
-Imposible. Tengo muy buen oído. Tu acento no es bávaro.
-¡Ah, eso! Ya hace seis años que vivo, es decir vivía, en Berlín. No hay derecho: te acostumbras a la gran ciudad, y el gobierno te mandan de vuelta con los provincianos.
-¡Miren el señorito! ¿No te gusta la compañía de destripaterrones como nosotros?-Saltó uno de los chicos de atrás. Era alto, moreno y fornido hasta el punto de aparentar más edad de la que realmente tenía: un verdadero coloso, pero el berlinés no se dejó impresionar.
-No he dicho nada aún sobre si la compañía es buena o mala. Supongo que eso me lo ha de indicar el sargento, como todo. Ah! Y conste que lo de "destripaterrones" lo has dicho tú, no yo.
Teodor reprimió la carcajada que le venía a la boca cuando el sargento bramó: "¡Silencio!". Pero bajó la voz para presentarse:
-Me llamo Teodor Whenk. Encantado de conocerte.
-Igualmente. Mi nombre es Otto Schultz. Y si nuestro autoproclamado destripaterrones se quiere presentar ya estaremos casi todos.
-Me llamo Hans Pfizer. Y no soy ningún destripaterrones. Vivo en Munich.
-Mmmm... ¿Y antes de vivir en Munich, de qué trabajabas?
Hans bajó la cabeza, avergonzado y musitó:
-Ayudaba a mis padres, trabajando en el campo.
-Tranquilo, que no es ninguna vergüenza. ¡A todos nos gusta comer!
"¡Silencio he dicho!" Se oyó bramar al sargento.

La madre de Teodor se dirigió al sofá con la carta de su hijo que momentos antes le había entregado Gretchen, su leal y vieja sirvienta, todavía sin abrir, y con un nerviosismo patente se sentó en el. Dudaba en abrirla o esperar a su marido Franz, para leerla juntos. Al final, decidió abrirla, y comentársela luego a su marido cuando viniera del trabajo en la taberna. Trabajo que cada día le absorbía más tiempo del que a ella le hubiera gustado.

Queridos padres:

Espero que os encontréis bien al recibo de esta carta. Ahora, por fin, tengo un momento de descanso, que aprovecho para poder contaros unas cuantas cosas desde mi partida (que parece tan lejana, a pesar de que sólo han transcurrido cinco semanas!!) La verdad es que el tiempo aquí es difícil de mesurar, no tengo tiempo prácticamente para mí, pues entre la instrucción, los ejercicios físicos (que son agotadores), y otras tareas, acabo al final del día agotado.
Cómo añoro trabajar con papá en su cervecería, a pesar de los enfados y reniegos que me echaba de vez en cuando, y el ambiente de risas y cantos de los clientes. No quiero que os preocupéis por mí, me encuentro bien y aunque te parezca mentira mamá, he engordado un poco y ahora estoy más fuerte que antes (casi tan fuerte como Hans, un amigo). Cosas del ejército.
He hecho buenos amigos, en mi compañía hay varios de Munich, como Hans y hemos hecho buenas migas con él. Aunque creo que al que más aprecio es a Otto, berlinés aunque nacido en Baviera. Se las da un poco de cosmopolita y sabihondo, pero es simpático No te preocupes por la comida mamá (ya te conozco y se que estarás pensado en ello), el rancho que nos dan es bastante aceptable. Bueno: sí echo de menos esas wurst con choucrout que preparas en casa, pero la verdad es que con tanto ajetreo comemos todo lo que nos ponen, así que no sufras.
Nuestros mandos, aunque parezcan muy duros, en realidad nos tratan bien. Nuestro feldwebel de sección en un poco mayor que nosotros, pero nos trata con corrección y es un buen profesional, lo mismo que el jefe de nuestra compañía, el oberleutnant Schmidt, serio pero legal.
Tendríais que verme con el uniforme, vaya si hasta parezco un soldado de verdad, ja, ja. Esto es broma mamá, la verdad es que estamos contentos porque de momento todo va muy bien, y aunque al principio estaba algo preocupado porque no sabía que me iba ha encontrar, he de reconocer que mis temores eran infundados. Lamento no haberos podido llamar por teléfono, pero no es posible hacerlo desde aquí, porque el uso está restringido a un par de horas al día, y ya os podéis imaginar las colas que se arman para poder hablar. Así que si no os importa, yo os escribiré siempre que tenga un momento.
Papá, por cierto, ayer recibimos una felicitación del Oberst de nuestro regimiento, ya que quedó gratamente impresionado de unas maniobras que hicimos con fuego real. ¡Si, si con fuego real! Y a pesar del miedo inicial que pasé, he de reconocer que hasta disfruté. Luego hicimos un desfile ante el Oberst, al son de esa marcha que tanto te gusta, Preussens Gloria, y todo el acto quedó impecable. No está mal para ser unos reclutas, ¿no te parece, papá?, eso si, quedé con las piernas doloridas, porque el paso de la oca es un invento del diablo, aunque opines lo contrario. Por cierto que Otto opina que nuestra educación musical deja bastante que desear y mejor no te cuento su opinión sobre Preussens Gloria
En fin queridos padres, os tengo que dejar por el momento, y prometo escribiros muy pronto. Según creo, cuando finalice la instrucción de aquí a un par de semanas, nos van a dar unos días de permiso antes de que nos incorporemos a nuestro destino definitivo. Ojalá que nos veamos ya.

p.d. Os envió una fotografía de nuestra compañía, que aunque no se me vé porque vamos todos iguales, seguro que a papá le gustará
Muchos besos y abrazos, de vuestro hijo que os quiere,

Teodor


Las lágrimas corrían por las mejillas de la madre, aunque éstas eran debidas a la alegría que sentía por saber que su querido niño, para ella siempre sería eso, un niño, estaba bien y con animos. A Franz también le gustaría saberlo.
A decir verdad, en esta lucha de cada instante, donde el resultado más corriente es que se petrifique todo lo que hay de más espontáneo y valioso en el mundo, no estoy seguro de que podamos ganar.
André Breton
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Re: ¿Escribimos la historia de un soldado alemán?

Mensaje por fco_mig »

Que Dios me ayude. La historia de un soldado alemán

Y lo que ha de salir de todas estas negaciones, sépalo el diablo.
R. J. Payró

1.- El nuevo recluta.

Teodor lloraba desconsolado en su cama, apretando la arrugada carta. Era la orden de movilización a nombre de Teodor Whenk: él. Se incluía un billete de segunda clase para el tren que salia el viernes de la estación de Munich hacia Salzburgo donde debía dirigirse hacia el cuartel de la 45ª División situado en la AcademieStrasse, debía presentarse a las 10,00 de la mañana del día 26 de mayo. En esas pocas líneas, cabía todo un mundo.
Un mundo de miedo: miedo por sí mismo y por el futuro. Estaba claro que el Führer había levantado Alemania y que las potencias occidentales habían caído a sus pies, entregándole a la patria la antigua Checoslovaquia. Él mismo había alardeado con sus amigos ante la gran habilidad de Adolf Hitler. Conseguía que uno olvidara que era austríaco. Pero ¿cómo podía estar uno tan seguro de la habilidad del Führer? Las radios informaban conjuntamente con los periódicos, que la actitud de Polonia respecto a Danzing era una ofensa para el país, esto Teodor no lo tenia tan claro. Pero su tarea no era opinar. Debía estar con la Gran Alemania, como decía papá.
Una buena pregunta: ¿Por qué a la 45ª?. Una división que se había formado después del Aunschluss; decía papa que los austriacos eran sus hermanos de sangre, por eso formaban parte del Reich. No tenia nada contra los austriacos y, qué demonios: al menos eran también católicos como ellos. Él se había criado y vivía en Altheim, cerca de Landshut, a unos 50 kilómetros de Munich. No es que ejerciera de bávaro, como otros, pero... ¿por qué Salzburgo, que estaba tan lejos? Más de 105 kilómetros, si no recordaba mal su geografía.
Hubo una llamada a la puerta y su madre entró por ella. "Teodor" dijo mientras se agachaba y le secaba las lágrimas como había hecho tantas veces. Ya hacía tiempo que Teodor se sentía incómodo ante muestras tan evidentes de cariño. Ya no era ningún crío. Pero esta vez lo agradeció.
-¿Qué decía la carta?-preguntó su madre.
-Me movilizan.-contestó- Tengo que estar en Salzburgo el 26, por la mañana.
Pronunció estas sencillas palabras serio y circunspecto. La cara de su madre cambió dramáticamente.
-Pero... pero están locos. ¡Si acabas de cumplir veinte años! Están... ¡están locos, locos!- Su madre dijo las últimas palabras a gritos.
-Calla mamá.-dijo sencillamente- ¿No recuerdas a la señora Meyer?
La señora Meyer era, o por lo menos había sido, una de sus vecinas. Había cometido el error de, no estando de acuerdo con la política del gobierno, decirlo públicamente en la panadería. Un día dos hombres altos y muy discretos, con sus sombreros de ala ancha, llamaron a su puerta y muy educadamente le dijeron a la señora Meyer que les acompañara. De eso hacia un mes, y como decía papá "así aprenderá a no meterse con el Führer y mucho menos con el gobierno". No habían vuelto a saber nada de la señora Meyer. Todos temían preguntar. Su madre no tardó en callar. Luego se abrazó a su hijo y, llorando, se puso a abrazarlo y besarlo:
-Teodor, pobrecito mío...-repetía.
Teodor Whenk se derrumbó en brazos de su madre, las lagrimas brotaron de sus grandes ojos azules y pensó que la suerte estaba ya echada. Y se abandono a llorar en el hombro de su madre.

-Brindo por Teodor Whenk, el infante más valiente del bravo ejercito alemán, ahora sabrán que lo que nos paso en el 18 fue culpa de “ellos”.
Papá soltaba sus bravuconadas muy a menudo. Seguidor del Führer- "hasta la muerte si hiciera falta"- ante sus amigos presumía de su carné del partido y de sus tres visitas a la cercana Munich a ver sus discursos. Un veterano de guerra que regentaba una cervecería heredada de su padre, el difunto abuelo de Teodor. Teodor no pudo evitar ruborizarse ante el entusiasmo de su progenitor. No le importó que la cervercería estuviera llena a esa hora, papá seguía con su discurso patriótico.
-Ahora en Alemania, hijo mío, hay trabajo y hay dinero; vienen los buenos tiempos…Esa es mi máxima: los malos tiempos ya han pasado de largo. ¿Nunca os lo he dicho, acaso?
Cientos de veces lo había dicho. Era el final de unos días frenéticos: despedidas de familiares, amigos y vecinos (tuvo que dar mas veces la mano y recibir mas besos de los que nunca creyó posible). Su madre le compró un par de mudas limpias y su padre le sacó su viejo petate, recuerdo de cuando el mismo habia sido movilizado y le hizo entrega de una navaja con mango de madera muy desgastada.
Al fin llegó el viernes, dia de la partida.

Ese viernes el andén de la estación estaba lleno a rebosar de gente bulliciosa: la mayoría había ido también a despedir a sus hijos. Gritos, risas, sollozos y mucho nerviosismo. Teodor estaba allí, de pie junto a sus padres, mientras éste, que se había puesto su mejor traje y en la que destacaba la insignia dorada del partido en la solapa, miraba gravemente a su alrededor, como desaprobando todo aquel follón, a su parecer indigno de buenos alemanes. Miró a su hijo: estaba pálido, aunque aparentaba serenidad. Le estrechó entre sus brazos, y con un deje de orgullo le dijo:
-No olvides quien eres: Maximus Whenk, que Dios tenga en su gloria, les dió lo suyo a los franchutes en Sedán. Sé digno de él.–sus ojos brillan intensamente -Pórtate como un buen soldado y tráenos una cruz de hierro la próxima vez que vengas de permiso. Y escríbenos.
Su madre le miró y sin poder evitarlo, mientras sus lágrimas descendían por las mejillas, le abrazó sin poder decir ni una palabra.
Teodor, se rehizo y despidiéndose de sus padres se unió al resto del contingente que ya había empezado a formarse casi ordenadamente a las voces de los suboficiales encargados del transporte hasta su destino en el campamento militar de Salzburgo. Gritos, órdenes, carreras y todo el mundo estaba en un santiamén a bordo de los vagones que en ese momento empezaban a deslizarse rumbo al campamento militar para iniciar su instrucción militar.

El convoy se puso en marcha lentamente, los gritos y las despedidas se hicieron más efusivas, mientras una multitud de pañuelos se agitaban en los andenes. Los reclutas apiñados en las ventanas se despedían de sus familiares, y a medida que el convoy se alejaba de la estación dejando Munich atrás, éstos iniciaban conversaciones con sus vecinos, deseosos de entablar amistades y albergando ilusiones respecto al futuro que les aguardaba, de momento en la 45 división de infantería.

Teodor, se dejó llevar por sus pensamientos y apoyando la cabeza en el cristal de la ventana, mientras oía el traqueteo del tren se quedó adormilado, hasta que llegó el violento frenazo que los ejes de la Henschel Br50 efectuaron al encontrarse otro tren en sentido contrario por su misma via. La Reichsbahn tenia esas cosas; eficaz, puntual, pero de cuando en cuando un error en un cambio de agujas y dos trenes se hacian pedazos.

El que habia sufrido la peor parte era el primer vagon, que habia quedado aplastado entre la maquina y el segundo vagon el comedor, que tampoco quedo para muchos trotes. Tras el encontronazo, Teodor supo lo que significaba recibir ordenes por alguien que no fuera su padre o el Sr. Ehrlich el panadero "...¡Reclutas hay que sacar a esa gente de ahi de inmediato! ¡En grupos de tres a formar!" Se vio delante de lo que quedaba del primer vagón oyendo gritos de socorro: la táctica era sencilla, se entraba, uno se abría paso y los otros si encontraban algo lo bajaban fuera.
Observó que en su vagón había estado compartiendo el viaje con un grupo de las BundesDeustche Märder, de la liga femenina que afortunadamente traían el equipo sanitario y proporcionaron los primeros auxilios.
A pesar de que ninguna tenia mas de 20 años no se arredraron por el trabajo, especialmente una rubia que Teodor observo que al hablar a los heridos lograba un efecto sedante. Se prometió a sí mismo que averiguaría el nombre de esa chica antes de llegar a Salzburgo.
Cuando entregaron el siguiente herido, un capitan de artilleria al que los asientos del vagon habian roto las piernas, Teodor directamente se lo pregunto:
-¿Como te llamas?
-Hanna.- le respondió ella.-¿Por que quieres saberlo?
Nuestro hombre se disponía a contestar a tan embarazosa pregunta cuando se vio salvado por la voz del Sargento Mayor: "Reclutas, hay que desenganchar el vagon, y sacarlo de la via para poder enganchar el vagon comedor". A Teodor se le daban bien las herramientas y las máquinas. Admiró los sopletes con los que acudieron los ingenieros y observó fascinado su trabajo metódico y preciso para deshacer los amasijos que había en las uniones de los vagones 1ª y el vagón comedor y cuando se les indico los futuros reclutas de la 45ª procedieron a volcar el vagón de primera para que la muy abollada Henschel Br 50 reenganchara los restantes y pudiera seguir viaje. Los heridos se quedaban en Trotsberg, a cargo de las chicas de la Liga. Por suerte, solo había que lamentar un par de heridos graves. El otro tren era un mercancías que al ir mas lento sufrio menos y pudo ir hasta el siguiente cambio de agujas con lo que dejo el camino libre.

Teodor se dio cuenta por primera vez en su vida, que la vida se la podia llevar el destino en cualquier momento. Bueno, el Destino, la Providencia o lo que fuera. Pero cuando por fin se sentó solo pensaba en las palabras de su padre y en la chica de cabellos dorados que había visto como a un ángel en medio del caos. mirara donde mirara solo se veia el rostro de jóvenes imberbes como el con un rostro entre el miedo y la emoción de la aventura. No valía la pena tratar de entablar amistades aún. ¿Quién sabe cuántos y quiénes irían a parar a la 45ª y no a otras divisiones e incluso otras armas? Teodor observaba al horizonte, salpicado de bosques y ganado, miraba a su alrededor y veia uniformes de todo tipo, chicos de las juventudes hitlerianas, los uniformes grises de la wehrmatch, los negros de las S.S y los azules de la luftwaffe, se fijo en un oficial altivo que lucia orgulloso su cruz de hierro de primera clase, una igual había conseguido su padre luchando en Verdún en la primera guerra mundial, aquel oficial era impecable rubio esbelto con rostro arrogante y orgulloso de si mismo. En el fondo se parecía a su hermano Claus (Dos años mayor que él), que servia en las Waffen SS. Pero su hermano no tenia cruz de hierro.

-¡Vamos en marcha! todo el mundo abajo!- grito un oficial, desorientado por completo Teodor se bajo del tren, así que aquí acababa su viaje, estaba contento, había sido un viaje un tanto extraño: el accidente, Hanna…

En tropel todos los reclutas que viajaban en los distintos compartimentos del tren iniciaron la salida en tromba para ir a colocarse de forma mas o menos ordenada frente al oficial y a un sargento que parecía solo sabia gritar: "¡Vamos!, Que es para hoy!!... Esa fila, la quiero ver recta, ahora mismo!! ¿Vosotros pretendeis ganar una guerra? ¿Pero que clase de lechuguinos reclutas me envian? Estos niños no creo que valgan para nada en cuanto oigan un tiro... Gott im Himmel!!...Verdamt!!!"

Teodor logró ir desplazandose entre los codazos y empujones de los demas reclutas y ubicarse en su zona. Mientras permanecia en posicion de firmes vió que aún muchos estaban rezagados e incluso algunos ni habían logrado sacar sus petates del tren. Aquel sargento no dejada moverse de un sitio a otro, era pequeño rubio y con los ojos ligeramente saltones, cada grito que daba le hacia brotar una extraña vena en el cuello, se ponía enrojecido y parecía que iba a explotar, Teodor se lo imaginaba en Muncih comiendo salchichas y tomando cervezas. Porque era bávaro, como él. Su acento le delataba en medio de tantos austríacos como estaba empezando a oír en el andén. Esos recuerdos a salchicha y cerveza le hicieron añorar la taberna de su padre, aunque testarudo y a veces demasiado hablador, queria a su padre. Este había luchado con valor en la 1ª guerra mundial, ¿estaría a la altura?, ¿tendría miedo?

En columna de a dos, detras de mi march, fue arrancado de sus pensamientos ese sargento de nuevo empezaba a chillar, quedo sorprendido de lo que antes era un completo desastre fuera ahora una columna mas o menos presentable. "En el fondo los alemanes (pensó), hacemos las cosas bien."
-Para mi gusto, hasta demasiado bien.-habló el chico bajito y rubio que marchaba a su lado.
-¡Oh!¿He pensado en voz alta?
-Pues sí. Y yo de tí me quitaría esa costumbre. Puede ser muy peligrosa, creéme.
-Oye, ¿de dónde eres?
-De un pueblecito de las montañas de Baviera del que seguro que no has oído hablar. ¿Por qué?
-Imposible. Tengo muy buen oído. Tu acento no es bávaro.
-¡Ah, eso! Ya hace seis años que vivo, es decir vivía, en Berlín. No hay derecho: te acostumbras a la gran ciudad, y el gobierno te mandan de vuelta con los provincianos.
-¡Miren el señorito! ¿No te gusta la compañía de destripaterrones como nosotros? - Saltó uno de los chicos de atrás. Era alto, moreno y fornido hasta el punto de aparentar más edad de la que realmente tenía: un verdadero coloso, pero el berlinés no se dejó impresionar.
-No he dicho nada aún sobre si la compañía es buena o mala. Supongo que eso me lo ha de indicar el sargento, como todo. Ah! Y conste que lo de "destripaterrones" lo has dicho tú, no yo.
Teodor reprimió la carcajada que le venía a la boca cuando el sargento bramó: "¡Silencio!". Pero bajó la voz para presentarse:
-Me llamo Teodor Whenk. Encantado de conocerte.
-Igualmente. Mi nombre es Otto Schultz. Y si nuestro autoproclamado destripaterrones se quiere presentar ya estaremos casi todos.
-Me llamo Hans Pfizer. Y no soy ningún destripaterrones. Vivo en Munich.
-Mmmm... ¿Y antes de vivir en Munich, de qué trabajabas?
Hans bajó la cabeza, avergonzado y musitó:
-Ayudaba a mis padres, trabajando en el campo.
-Tranquilo, que no es ninguna vergüenza. ¡A todos nos gusta comer!
"¡Silencio he dicho!" Se oyó bramar al sargento.

La madre de Teodor se dirigió al sofá con la carta de su hijo que momentos antes le había entregado Gretchen, su leal y vieja sirvienta, todavía sin abrir, y con un nerviosismo patente se sentó en el. Dudaba en abrirla o esperar a su marido Franz, para leerla juntos. Al final, decidió abrirla, y comentársela luego a su marido cuando viniera del trabajo en la taberna. Trabajo que cada día le absorbía más tiempo del que a ella le hubiera gustado.

Queridos padres:

Espero que os encontréis bien al recibo de esta carta. Ahora, por fin, tengo un momento de descanso, que aprovecho para poder contaros unas cuantas cosas desde mi partida (que parece tan lejana, a pesar de que sólo han transcurrido cinco semanas!!) La verdad es que el tiempo aquí es difícil de mesurar, no tengo tiempo prácticamente para mí, pues entre la instrucción, los ejercicios físicos (que son agotadores), y otras tareas, acabo al final del día agotado.
Cómo añoro trabajar con papá en su cervecería, a pesar de los enfados y reniegos que me echaba de vez en cuando, y el ambiente de risas y cantos de los clientes. No quiero que os preocupéis por mí, me encuentro bien y aunque te parezca mentira mamá, he engordado un poco y ahora estoy más fuerte que antes (casi tan fuerte como Hans, un amigo). Cosas del ejército.
He hecho buenos amigos, en mi compañía hay varios de Munich, como Hans y hemos hecho buenas migas con él. Aunque creo que al que más aprecio es a Otto, berlinés aunque nacido en Baviera. Se las da un poco de cosmopolita y sabihondo, pero es simpático No te preocupes por la comida mamá (ya te conozco y se que estarás pensado en ello), el rancho que nos dan es bastante aceptable. Bueno: sí echo de menos esas wurst con choucrout que preparas en casa, pero la verdad es que con tanto ajetreo comemos todo lo que nos ponen, así que no sufras.
Nuestros mandos, aunque parezcan muy duros, en realidad nos tratan bien. Nuestro Feldwebel de sección en bastante mayor que nosotros, pero nos trata con corrección y es un buen profesional, lo mismo que el jefe de nuestra compañía, el Oberleutnant Kreutz, serio pero legal.
Tendríais que verme con el uniforme, vaya si hasta parezco un soldado de verdad, ja, ja. Esto es broma mamá, la verdad es que estamos contentos porque de momento todo va muy bien, y aunque al principio estaba algo preocupado porque no sabía que me iba ha encontrar, he de reconocer que mis temores eran infundados. Lamento no haberos podido llamar por teléfono, pero no es posible hacerlo desde aquí, porque el uso está restringido a un par de horas al día, y ya os podéis imaginar las colas que se arman para poder hablar. Así que si no os importa, yo os escribiré siempre que tenga un momento.
Papá, por cierto, ayer recibimos una felicitación del Oberst de nuestro regimiento, ya que quedó gratamente impresionado de unas maniobras que hicimos con fuego real. ¡Si, si con fuego real! Y a pesar del miedo inicial que pasé, he de reconocer que hasta disfruté. Luego hicimos un desfile ante el Oberst, al son de esa marcha que tanto te gusta, Preussens Gloria, y todo el acto quedó impecable. No está mal para ser unos reclutas, ¿no te parece, papá?, eso si, quedé con las piernas doloridas, porque el paso de la oca es un invento del diablo, aunque opines lo contrario. Por cierto que Otto opina que nuestra educación musical deja bastante que desear y mejor no te cuento su opinión sobre Preussens Gloria
En fin queridos padres, os tengo que dejar por el momento, y prometo escribiros muy pronto. Según creo, cuando finalice la instrucción de aquí a un par de semanas, nos van a dar unos días de permiso antes de que nos incorporemos a nuestro destino definitivo. Ojalá que nos veamos ya.

p.d. Os envió una fotografía de nuestra compañía, que aunque no se me ve porque vamos todos iguales, seguro que a papá le gustará
Muchos besos y abrazos, de vuestro hijo que os quiere,

Teodor


Las lágrimas corrían por las mejillas de la madre, aunque éstas eran debidas a la alegría que sentía por saber que su querido niño, para ella siempre sería eso, un niño, estaba bien y con animos. A Franz también le gustaría saberlo.
Última edición por fco_mig el 08 Dic 2015, editado 1 vez en total.
A decir verdad, en esta lucha de cada instante, donde el resultado más corriente es que se petrifique todo lo que hay de más espontáneo y valioso en el mundo, no estoy seguro de que podamos ganar.
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Re: ¿Escribimos la historia de un soldado alemán?

Mensaje por fco_mig »

2. Hanna

-¡Teodor acaba de una vez que tenemos que irnos!-Tronó el vozarrón de Hans.
El aludido acabó de firmar la carta, la plegó, la metió en un sobre y la cerró antes de ponerle un sello.
-Debes ser todo un buen chico. Siempre escribiendo a casa... ¿O quizás me equivoco? La dirección pone que es una cervecería, según me he fijado.
-Es el negocio de mis padres, Otto. Ellos viven en el piso de arriba.
-¡Genial! Una cervecería que aún no conozco. ¡Me la tienes que presentar!
Así salieron todos. Aparte de Teodor, Hans y Otto estaban Adrian Müller, un austriaco larguirucho de Salzburgo y Rolf Bauer, que vivía en la misma ciudad, pero procedía de Galitzia. Este último era un hombre moreno y taciturno que aparentaba aún más edad que el gigantesco Hans. Se había unido al grupo casi por casualidad. Era el único que no había sido llamado a filas, sino que se había alistado como voluntario. No parecía encajar en ninguno de los grupos que se iban formando. No es que a Rolf le importara, pero la personalidad magnética de Otto lograba que todo el mundo se acercara. ¿Por qué Rolf se unió a ese grupo con el que no parecía tener mucho en común? Eso nunca se supo. Lo cierto era que Otto se había hecho popular en todo el regimiento, pero los cuatro nombrados eran sus amigos más cercanos. Teodor y Hans, por ser los primeros. Adrian era el único que había terminado el bachillerato, y se alegraba de tener a alguien como Otto, con el que podía hablar de Johan Strauss, de Hegel... Cuando se ponían a discutir, Teodor aún podía irles siguiendo, aunque Hans era el que terminaba por exclamar: "¡Dejaros ya de filosofías! ¡Hay que divertirse!" La "mundología" de Otto solucionaba esto último.

Como siempre, era Otto el que eligió la taberna donde iban. Sorprendente cómo se enteraba de los mejores lugares en cualquier parte. Prometía que un día harían entera la ruta de los cafés de Salzburgo; mientras, tenían que conformarse con lo que había. Teodor se sento en una redonda mesa con sus compañeros y pidieron unas jarras de cerveza a la camarera: una muchacha rellenita, de aspecto jovial y alegre, aunque un punto vulgar para el gusto de Teodor.
-Eh! Teodor...-dijo Hans guiñando un ojo a Teodor.
-¿La camarera? Me parece que es más de tu tipo, mi querido Hans.
-No, en la barra. ¿No es esa la chica del tren?
Por un momento, Teodor se olvidó de dónde estaba. Contempló la aparición de la barra como si no pudiera ser cierto. La daba por perdida desde que había entrado en el cuartel. Hanna no llevaba uniforme, sino un vestido claro que resaltaba sus formas. Se apoyaba, indolente, sobre la barra de la taberna, como si todo aquel bullicio que la rodeaba le resbalara. Contemplaba su bebida con aire aburrido. ¿Se atrevería a levantarse y pedirle que...?
-¡Oh-oh!
-¿Sí, Otto? ¿Qué ocurre?
-Mucho me temo que no está sola.
Teodor desvio su mirada a la izquierda de la muchacha. A su lado vio un hombre alto y atletico, joven, rubio, un peinado cuidado y de fuertes pero suaves facciones. El hombre vestía un uniforme negro, y agudizando la vista, Teodor creyó ver la insignia de la SS en la solapa.
- ¡Vaya!... ¡Genial! - dijo Hans. - Lo siento, Teodor.
Teodor miraba de refilon a Hanna y a su "rival" pensando en lo dura que era vida y que le daba mas miedo ir a hablar con Hanna que imaginarse en el frente. Por fin aquel oficial de las SS, todo un ejemplo de crianza germánica, se fue hacia el excusado, Hans propino un doloroso codazo a Teodor (a veces, no era consciente de su propia fuerza), y le dijo:
-¡Ahora o nunca!
-¡Adelante!-apoyó Otto- ¡Que no se diga que cualquier SS tontaina le roba la chica a un hombre de la 45!
Teodor tuvo que tomar un largo trago de cerveza y armarse de valor. Era consciente que todos, incluído el generalmente taciturno Rolf le miraban. Se estaba levantando de su asiento cuando otro joven apuesto se acercó a su adorada y comenzó a hablarle. Se quedó a medio gesto. ¿Qué hacer? Se acabó de alzar, encendió un cigarrillo, nervioso. Sus compañeros seguían mirándolo, ya acusadores. Entonces, restalló un latigazo. Se volvió para darse cuenta que Hanna acababa de abofetear al joven.
-¿Por quién me toma usted? ¡Me insulta!
El joven en cuestión bajó la cabeza abochornado y se marchó. Teodor vió su oportunidad. Se aproximaba, ya entrando en el campo de visión de Hanna que pareció reconocerlo, cuando vió salir del excusado, por el rabillo del ojo, al oficial de las SS.

De repente, sonó la alarma aérea. Era un simulacro, claro. Pero los camareros no tardaron en cumplir con su papel. No era cuestión de fallar en un simulacro donde había tantos uniformes presentes.
-¡Evacúen el local! ¡Diríjanse en orden a los refugios indicados! ¡Pero dense prisa!
Teodor tomó el brazo de Hanna al vuelo y la hizo salir rápido por la puerta trasera y se dirigieron hacia el refugio antiaereo mas proximo, los Hitlejugend ayudaban a personas despistadas. Se introdujeron juntos en el oscuro interior del refugio. El lugar estaba repleto y Hana y Teodor acabaron muy próximos el uno al otro, practicamente rostro contra rostro. Teodor desviaba la mirada, pero Hanna la mantuvo.
No podían mantenerse en silencio indefinidamente, aunque a ambos pareciera darles igual.
-Hola. ¿Me recuerda?-dijo por fin Teodor.
-Sí que le recuerdo. El accidente del tren, ¿verdad? No me dijo su nombre.
Teodor sonrió. No sabía si, en medio de la penumbra, ella podría verlo. Se sacó el paquete de cigarrillos del bolsillo.
-Teodor, Teodor Whenk. ¿Fuma usted?
-No, gracias. Pero mi deber como enfermera es recordale que es malo para la salud.
-Ahora soy soldado. De algo hay que morir ¿no?
Esta vez sonrió ella. Pudo verlo a pesar de la penumbra.
-Pero no es bueno hacerlo de cáncer de pulmón, se lo aseguro. ¿Esto suele terminar pronto?- preguntó mirando alrededor.
-Si, son simulacros de bombardeo, pero como dice Goering no serán necesarios, ningún avión sobrevolara el cielo alemán.
Hanna lo miró entonces muy seria y le preguntó.
-Teodor Whenk: ¿tú crees en el nacionalsocialismo?
Una pregunta extraña cuando todo parecía ir tan bien. Nunca pensó que a las chicas les fuera la política. De pronto se le ocurrió otra posibilidad que le hizo estremecerse: ¿y si era una agente de la Gestapo? Había oído que se mezclaban con la población y que si decías algo inconveniente estabas perdido. Intentó que no sonara a frase manida, repetida como un loro cuando contestó:
-Sí, por supuesto que sí. Alemania necesita a Hitler para librarnos de todos nuestros males. ¿Y tú? ¿Qué piensas?
-Yo también pienso es lo mejor que le ha pasado a Alemania. El Führer volverá a hacernos grandes.
Ahora fue Hanna la que parecía repetir la frase como un loro. Sin convicción. Por pura costumbre. Eso era lo normal, pero ¿a qué había venido, entonces, la pregunta original? Se encendieron las luces, dando por terminado el simulacro y la radiante cara de Hanna se impuso a todas las demás consideraciones.

Ella le dió un rápido beso en la comisura de los labios. En la mejilla, más que en la boca. Aún así bastó para que Teodor se ruborizara hasta la raíz de los cabellos. Luego, se perdió entre el bullicio de la gente que pugnaba por salir del refugio. Antes de que desapareciera de su vista se volvió y le dijo:
-Adiós, Teodor. ¡Nos veremos!
¿Qué querría decir con eso? Entonces se fijó que llevaba abierto el bolsillo superior derecho de su chaqueta: dentro había una tarjeta de visita con un nombre: Hanna Helzer, enfermera. No figuraba ninguna dirección, pero ya era algo. Algo que pudo enseñar a sus compañeros cuando se reunió con ellos antes del cuartel. Tuvo que soportar un montón de bromas y chanzas. Pero, como decía Otto: "un beso siempre es un buen comienzo".

El día siguiente comenzó con el ya típico: "¡Venga perros arriba!, ¡no pretenderéis que os sirva el desayuno en la cama!". Los días siguientes fueron muy intensos y plagados de ejercicios de combate: ...simulaciones de asalto a la bayoneta, con granadas de mano, ataques contra tanques, todo un sin fin de amalgama variada de entrenamiento que dejaron a Teodor y sus camaradas exhaustos y sin fuerzas para poder pensar en otra cosa que no fuera sobrevivir a aquellos intensos ejercicios. Ya habían costado varios heridos de distinta consideración, por lo que estaba claro que todo aquello tenía un fin previsto, y eso era algo que todos tenían asumido. Estaban a primeros del mes de agosto, y se rumoreaba que la división iba a partir tan pronto como estuviera completa en sus efectivos. Las especulaciones estaban a la orden del día. Todo el mundo, desde el último recluta hasta el oficial superior, hacía sus cábalas, sin que de momento hubiera nada cierto sobre lo que apostar.

Pero todo eso parecía ocurrir en una especie de mundo paralelo. Teodor no dejaba de pensar en una chica rubia de largas piernas y sonrisa encantadora: Hanna Helzer. Para él era el nombre más bello del mundo. Sabía que era una tontería, pero se había enamorado como un adolescente. Solo recuperó un poco el sentido cuando por fin llegó el 10 de Agosto. Todos prestaron su juramento de fidelidad. Otto, quién iba a decirlo, había obtenido el grado de Fahnenjunker-gefreiter una vez terminada la instrucción. En su informe ponía: "Hombre inteligente y carismático, llegará lejos si logra controlar su carácter disperso".
-Yo te juro, Adolf Hitler, Führer y Canciller del Reich, fidelidad y valor...-proclamaban todos.
El informe de Hans decía: "Un buen soldado. Noble, firme y fuerte como un buey". El de Müller no era tan halagüeño: "Declinó amablemente cuando le insinuaron la posibilidad de incorporarse a las Waffen SS. Parece tratarse de uno de esos austríacos a quienes no ha gustado el Anschluss, aunque parece conformarse".
-...Prometo obediencia hasta la muerte a ti y a los superiores por ti designados...
Lo único destacable del informe de Teodor era: "Muestra un gran interés y unas aptitudes innatas para la mecanica a pesar de su falta de formación. Sugerimos que siga cursos de ingeniero en cuanto sea posible". En cuanto a Rolf: "Muestra a veces una agresividad extrema que podría ser de origen psico-patológico. No habrá problema mientras la emplee solo con el enemigo."
-...Que Dios me ayude.

Después de la ceremonia, pudo reunirse con sus padres que habían acudido a presenciar el acto. Contrariamente a lo que se pensaba no se dieron permisos, debido al acuartelamiento de la división en espera de recibir las órdenes oportunas. Fueron a comer a un restaurante distante a unos pocos kilómetros del acuartelamiento. Discreto y elegante al mismo tiempo.

Franz Whenk estaba orgulloso de su vástago. A pesar de ser un hombre parco en palabras su mirada y ademanes reflejaban el nuevo respeto que le inspiraba su hijo. Éste llevaba el galón de gefreiter que le habían otorgado como tirador de LMG, gracias a su buena puntería con la ametralladora (otro talento inesperado). Tras la comida, y mientras tomaban los cafés, Teodor les explicó que había sido destinado al 130 Regimiento de Infantería, igual que sus amigos, de los que les habló extensamente. Su madre se escandalizó un poco (ya venía preparada por las cartas, pero aún así) cuando supo todo lo que les había llegado a explicar Otto "del mundo"; su padre se limitó a sonreír: "algunos maduran pronto". El iría a una compañía de rifles como encargado de una LMG. Si no habían contratiempos, en breve partían a un destino todavía por conocer. De regreso al cuartel, Teodor se abrazó a sus padres y besando a Gretchen, su madre, en las húmedas mejillas, le susurró al oído:
-No te preocupes mamá, todo saldrá bien y nos veremos muy pronto.
Teodor penetró en el acuartelamiento, con los ojos llorosos y el corazón latiendo con fuerza.

Tras unos días más (casi el mes completo) de instrucción intensa y continuada, finalmente tras los ejercicios de la tarde y una vez formado todo el regimiento en compañias en medio del patio, un teniente perfectamente uniformado y con una larga ristra de medallas colgadas en la pechera, entre las que destacaba una cruz de hierro de caballero colgada de su cuello les leyó la orden 3.568-58 del OKW por la cual su regimiento se consideraba listo para el servicio y quedaba en activo, los permisos y pases de salida cancelados. Había que hacer el petate y el tren, con destino al frente (aún no se les informaba de cual) salía a las 00:45 h de la madrugada siguiente.... Tras los consabidos "Heil´s" la tropa se puso en marcha... "¡por fin al frente!".
El pobre Teodor se debatía entre dos emociones casi igual de intensas, por un lado la excitación de saber que todo iba a comenzar: !La Guerra!... por otra, el deseo de poder despedirse de Hanna.

-¡Iremos al este!
-¿Estás seguro?- Inquirió Hans.
-Si, me han ordenado que me presente al capitán para asistirlo como traductor porque sé polaco y ruso.- Aseguró Rolf.
-Esperaba que sólo fueran maniobras o para presionar.- Señaló Müller.
El silencio se hizo en el pelotón que empezó a disolverse mientras los soldados se dirigían a recojer su equipo tal como se le había ordenado. Otto, a quien la distinción no se le había subido a la cabeza, se acercó a Teodor y le dió un codazo amistoso.
-No te preocupes, con suerte la verás en la estación. Habrá gente que venga a despedirnos.
Teodor exhibió una tímida sonrisa y preparó su petate. Pero, en la estación extrañamente tranquila, mientras caía una suave lluvia, no vio la cara de Hanna.

Continuará...
Última edición por fco_mig el 08 Dic 2015, editado 1 vez en total.
A decir verdad, en esta lucha de cada instante, donde el resultado más corriente es que se petrifique todo lo que hay de más espontáneo y valioso en el mundo, no estoy seguro de que podamos ganar.
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Re: ¿Escribimos la historia de un soldado alemán?

Mensaje por fco_mig »

El tren se detuvo en una pequeña ciudad de Silesia que hacia frontera con Polonia, Teodor y sus camaradas bajaron del tren y se dirigieron a sus nuevas instalaciones cerca de un viejo monasterio donde se instalaron algunos oficiales. Por la noche recibieron las raciones de siempre y las típicas salchichas extrañas que a Teodor le repugnaban. Pasaron cinco días que fueron un ir y venir de rumores acerca de Polonia y sus continuos desafíos a Alemania, la radio anunciaba que Polonia seguía hostigando a la minoría alemana, el sargento de Teodor tenia a sus hombres preparados y por la noche se oían el ir y venir de camionetas y blindados, por fin la radio anuncio algo nuevo, soldados polacos habían atacado una estación de radio dentro de la frontera alemana, ni el führer ni Alemania iban a aguantar semejante provocación, Teodor y sus camaradas, salvo Rolf que parecía misteriosamente tranquilo, oían con los puños cerrados como esos "canijos" polacos se habían atrevido a atacar al Reich.

Esa noche ocurrió algo nuevo: fue la primera vez que oían el toque a rebato a altas horas de la noche y que el 130º regimiento estuviera preparado. Tal como lo había hecho en Salzburgo tantas veces, Teodor preparó su MG 34 y busco a sus compañeros de compañía. La fiesta estaba a punto de empezar. Era la madrugada del 1 de Septiembre de 1939. Desde la penumbra, docenas de aviones y descargas de artillería empezaron a tronar desde la zona alemana. Teodor y sus camaradas esperaban agazapados tras unos sacos terreros mirando hacia el lado polaco, el espectáculo era magnifico: los blindados avanzando tras los vehículos ligeros y trasportes por tracción animal. Una maquinaria bien engrasada. Hacia las seis de la mañana Teodor traspaso la frontera encima de un Opel bliz, junto alguno de sus camaradas. La carretera era tortuosa y por los lados del camino se veían cuerpos destrozados de caballos y hombres, con sus ojos abiertos mirando de forma acusadora.
Teodor dijo:-Me pregunto cómo será dispararle a un hombre en lugar de una diana.
-Nos han preparado para eso. No debe ser muy diferente de dispararle a un ciervo.-contestó Hans.
-¡Te equivocas!-interpuso Otto- Cuesta mucho dispararle a un hombre. Hay quien, la primera vez, vomita y se siente fatal durante días...
-Personalmente, no sé si podría matar a alguien. Sin odiarlo antes, quiero decir.-intervino Adrian.
-No creas. Odiar, lo que se dice odiar requiere cierto... cultivo. Es imposible odiar realmente a alguien si antes no lo has apreciado un poco, al menos. Matar porque es tu deber es otro asunto.
-Matar es matar. Eso es todo.-sentenció Rolf. A nadie pareció se le pareció ocurrir una réplica.
­-¡Soldados vamos a limpiar ese pueblo, nuestros panzer lo han sorteado pero hay oposición muy fuerte, nada de tonterías!- ordenó, de pronto, el sargento Müller (nada que ver con Adrian).

Situaron aTeodor en un cruce de caminos. Su misión era batir la zona por si alguien intentaba huir o por si llegaran refuerzos. Teodor tenia su MG 34 brillante, bien aceitada y lista para disparar. Veía al fondo a los de la división limpiando las casas una por una, granadas por las ventanas, patada en la puerta y ráfagas de mp38. De repente saltó del lugar un vehículo a toda velocidad. Las ordenes de Teodor eran claras: disparar a todo lo que andara por la carretera y no llevara la cruz negra. El vehículo se aproximaba mientas Teodor apuntaba. En el momento preciso, apretó el gatillo. La maquina escupió fuego y el coche empezó a detenerse lentamente. Del motor salía humo y la puerta del conductor se abrió. Descendió un hombre malherido que cayo al lado del camino.
-¡Buena puntería! ¡Le has destrozado el motor!- era el vozarrón de Hans, que de alguna manera había llegado hasta las cercanías del cruce, pues había perdido a todos sus amigos en la confusión del momento. De repente, se dió cuenta que había cometido un error: después de caer malherido aquel soldado polaco la artillería enemiga lo estaba tomando de referencia, y por lo visto lo estaban haciendo muy, pero que muy bien. "¡Qué graciosos los de los blindados! Por eso nos dejan el trabajo sucio a nosotros", pensó Teodor.

El sargento Müller (nada que ver con Adrian) se puso a dar gritos:
-¡Teodor, rápido: lleva la ametralladora a esos árboles al otro lado de la carretera y haz fuego de cobertura desde allí! ¡Franz, Adrian, Hans apoyadlo! ¡Otto, informa al teniente que hay una posición de artillería polaca en la loma enfilando la carretera!
Teodor desmontó la MG 34, corrió hacia donde le habían indicado y obedeció, poniendo todo su empeño en aquellos disparos. Sabia que no era solo fuego de cobertura. Sabia que eran las vidas de sus compañeros y la propia las que dependían de él. Los oídos le martilleaban con el sonido de la ametralladora hasta que sintió un fuerte golpe en un costado, que le alzó levemente del suelo. "¡Teufel! ¡Un francotirador!" pensó vagamente. Se rehízo como pudo y volvió a disparar. Tantas cosas dependían de ello... Lo bueno era que no sentía dolor, solo un ligero mareo. Poco a poco se fue sintiendo más y más débil. Solo dejó de disparar cuando la pérdida de sangre logró que se desmayara.

Lo primero que imaginó Teodor cuando despertó es que estaba en el Cielo. Pero los gemidos de otros hombres pronto lo devolvieron a la realidad: una enfermería donde había cientos de hombres heridos. Le pareció ver la cara de Hanna frente a él, hasta que la oyó hablar con la voz de Hans:
-Chico eres un fiera; recién llegado y ya condecorado.
El antiguo campesino no gritaba, pero no le hacía falta con su vozarrón.
-¿Qué ha pasado con los cañones? ¿Cómo he llegado hasta aquí?-preguntó a nadie en concreto. Su voz sonaba débil.
-Llegaste aquí gracias a este gigante:-era Otto, que señalaba a Hans.-Te cogió en brazos y te llevó corriendo hasta el puesto sanitario más cercano cuando descubrió que te habías desmayado.
-No te quites méritos, Otto.-respondió Hans. Señaló al compañero y dijo- Se rasgó la camisa e hizo un apósito con ella para parar la pérdida de sangre.
-Apósito que solo tu manaza pudo mantener en su sitio. No sabes lo cerca que has estado, Teo.-concluyó Otto, sacudiendo la cabeza.
-¿Y los cañones?
-¡Uh! Lo hubieras visto... Nunca hubiera creído que Rolf pudiera ser tan feroz.-dijo Hans.
-Suicida, diría yo.-interpuso Otto.- Subió por la ladera gritando y lanzando granadas como un poseso. Si el pelotón no llega a seguirle...

Al día siguiente, fueron a visitarlo Adrian y Rolf:
-¿Ya está despierto el dormilón?- inquirió Müller que entraba con un paquete en la mano.-Parece que está mejor ¿no crees?- señaló dirigiéndose a Rolf.
-Claro; no hay nada como un tiro para recuperar el color.- respondió Rolf con su humor negro.
Teodor sonrió mirando a sus compañeros.
-Te he traído algo para recuperar la sangre- dijo Adrian mientras deslizaba una pequeña botella de cerveza a Teodor. -Si los de intendencia preguntan no sabes nada. Por cierto es posible que te den un par de medallas, la de la herida y una cruz de hierro de 2ª; aunque no lo te lo garantizo; hay muchos que actuaron con gran valor.-dijo, mirando a Rolf, que contestó:
-Te tenemos que dejar, buen chico. Te mandan a retaguardia y nosotros tenemos que seguir. Estamos avanzando muy rápido, es posible que acabemos en un par de semanas.-¿eran imaginaciones o había un rastro de decepción en la voz de Rolf?
-Mientras te dejaremos con estas enfermeras.- Acabó Müller, guiñándole un ojo.

Teodor escuchaba la radio a la luz de media tarde. Todavía se sentía débil por la pérdida de sangre y tenía un buen agujero en el costado derecho. "Los británicos nos acusan ruinmente de haber hundido el Athenia. Es el clasico truco del señor Chamberlain y sus secuaces para complicar nuestra relacion con Estados Unidos. Nuestras tropas se acercan al rio Bug y estamos barriendo a los polacos en todos los frentes...". Abrió su cuaderno para escribir una carta a casa. Otra más. Entonces recordó algo sucedido poco antes de la invasión de Polonia, cuando él y sus amigos comentaban cuántas veces escribían a casa. Hans y Adrian lo hacían con una frecuencia parecida a la suya, aunque Teodor les ganaba a todos. Otto apenas escribía a su hermana cuando recibía algunas cartas. Cuando le preguntaron por qué, dijo:
-Vivo solo desde los catorce años y saben que sé cuidarme. En cuanto a por qué escribo sólo a mi hermana: os aseguro que, apenas han pasado veinte minutos, máximo media hora, todos en el pueblo están enterados del contenido de la carta. ¿Para qué repertirle las mismas noticias a mi padre, entonces? ¡Buf! En esa aldea, yo me asfixiaba...
-Sé lo que quieres decir...-dijo Hans.- Cuando llegó la orden de movilización solo llevaba quince meses instalado en Munich. No paré hasta conseguirlo, pero me pasó lo mismo que a tí: olvidé empadronarme y mi padre me tuvo que avisar a toda prisa. Lo que me sorprende es que te fueras tan joven ¡y directo a la capital de la nación!
-Ya me conoces, Hans: me gusta hacer las cosas a lo grande. Munich está bien, pero no deja de ser...-"una ciudad provinciana." le acompañaron todos imitando su acento. Luego, la carcajada general.- Sí. Berlín es mi ciudad. Lo será siempre. Cuando todo esto acabe, volveré allí y no olvidaré empadronarme, os lo aseguro.
-¿Y tú, Rolf?-preguntó Adrian.- Nunca te he visto enviar ni recibir cartas.
-Es porque no tengo familia... Ya no.
Todo el mundo se sorprendió por la declaración. Adrian sonó muy soprendido:-Pero ¿cómo? Tan joven...
-Soy hijo único y mis padres ya murieron.
-¿Pero no tienes tíos, primos...?
-Oh! Algún pariente lejano debe quedarme, Adrian. Pero la verdad es que ni sabría cómo hablarles ni se me ocurre qué podrían decirme ellos a mí.
-Pero entonces, si te ocurriera algo...
Rolf se encogió de hombros:-No creo que le importara a nadie.
-¡A nosotros sí!-saltó Teodor!- A nosotros nos importaría.
Rolf sonrió, cosa que hacía pocas veces:-Gracias, Teo; gracias a todos. Eso me hace sentir mejor.
Lentamente, Teodor cerró el cuaderno. Le parecía injusto enviar tantas cartas cuando algunos no tenían a quién escribir. Observando la puesta de sol, se le ocurrió de pronto si Alemania no iba a desangrarse, tal como había estado a punto de pasarle a él mismo.

Días después, el siguiente al que un par de oficiales médicos seguidos de algunos asistentes empezaran a repasar las camas y los historiales. Tras observarle leyendo el informe, le adjuntaron una tarjeta donde destacaba la palabra Verwundete (herido) y una raya roja que significa que era transportable (Teodor sabía lo que quería decir esto, los trasladaban a otro hospital de retaguardia probablemente en el Reich, para dejar sitio a otros heridos). Ese día se hallaba sentado en una estación cualquiera. Escuchaba de nuevo una radio: "Nuestra línea Sigfrido es inexpugnable; si los franceses nos atacaran correrá un rio de sangre. El general Von LIst ha capturado Cracovia. ¡Victoria en todos los frentes!" A Teodor le encantaba la victoria y más aquella victoria fácil donde había sido partícipe.
Fuera, en el andén, Teodor observó que el tren presentaba algunas diferencias con el robusto expreso que habia llevado a Salzburgo. Se trataba de un viejo coche cama al que los prisioneros polacos estaban pintando de blanco pero que aun mantenía los emblemas PKP de los ferrocarriles polacos grabados orgullosamente. Entre vagon y vagon los polacos habian situado plataformas para algo similar a una Oerlikon de 40mm cuadruple, algo que indicaba que no era un simple tren Hospital: esto habia debido ser un proyecto de tren blindado. Picado por su curiosidad por las máquinas salió para observar al viejo grandullon mas detenidamente.
Allí sorprendió una conversación entre un comandante de Panzer y otro que le pareció un oficial de transmisiones, aunque su atención estaba absorbida por la forma extraña de la locomotora, los montajes para ametralladoras antiaéreas y los vagones plataforma que arrastraba la locomotora.
-Salieron de la bruma disparando a quemarropa, resistieron mientras mantuvieron operativos los cañones de sus vagones blindados y sus viejos Renault F-17 en plataforma. Un invento curioso, si señor.
-El Estado Mayor pidió la localización de al menos una locomotora porque había que desmantelar un hospital de campaña y trasladar los heridos a retaguardia, pero la Luftwaffe se ha pasado de eficiente y la mayor parte del equipo ferroviario polaco está hecho pedazos. Así que ahi tiene a los supervivientes pintando lo que queda de su tren de blanco...
Teodor decidió que estaría mejor en el departamento que tenía asignado, echando una cabezadita. Aunque se encontraba mucho mejor, aún se sentía débil. Alguien más había estado allí pues habia dos paquetes uno a su nombre y otro a nombre de un tal Michael Jenssen. Se sentó en el asiento que daba a la ventana (por algo había llegado el primero) y decidió que se acostaría en la cama de arriba. El paquete traía el sello de las BundesDeustcheMárder lo que le hizo pensar a Teodor en Hanna y en su cabellera rubia. Contenia chocolatinas, un paquete de cigarrillos, dos ejemplares de la revista Signal y lo que mas agradeció Teodor: dos cartas de su familia.

Continuará...
A decir verdad, en esta lucha de cada instante, donde el resultado más corriente es que se petrifique todo lo que hay de más espontáneo y valioso en el mundo, no estoy seguro de que podamos ganar.
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Re: ¿Escribimos la historia de un soldado alemán?

Mensaje por fco_mig »

3.-Rebautizado
El 6 de octubre de 1939 la radio alemana anuncio el cese de la resistencia polaca, inmensos contingentes de tropas se dirigían a la frontera occidental, a la linea Sigfrido, la propaganda alardeaba de la resistencia de sus muros y y sus bunkeres, pero la verdad es que la linea Sigfrido no era mas fuerte que la propaganda de Goebbels. Teodor fue dado de alta y se le concedió un permiso para ir a su casa. Su padre le fue a recibir a la estación y le abrazo orgulloso al ver en su pecho la cruz de hierro. Se dirigieron al centro de la localidad, y a Teodor le impresionó el aire de paz en el que se vivóa
.-Es curioso, padre, parece que no estemos en guerra.¿no crees?
La plaza estaba llena de luces y los niños correteaban, las tiendas estaban abiertas y mujeres curiosas se asomaban a sus escaparates. Teodor degustaba una cerveza junto a su padre luciendo su bonito uniforme, de golpe aparecio el tio Claus. Era un amigo de la familia (no un pariente de sangre) que había perdido las dos piernas en la batalla de Cambrai y bebía mucho. Desde pequeño le había contado batallitas a Teodor y éste por fin le podía contar una.
- ¡Tio Claus! Cuánto tiempo. ¿Cómo esta usted?- le dijo mientras le abrazaba, él le devolvió el abrazo desde su silla de ruedas.
-Que les habeis dado duro a esos polacos presuntuosos. ¡Yo solo habría dado una paliza a esos enclenques! Ya vereís como los "tommies" son mas duros.
Teodor se rió mientras daba un trago a su cerveza y daba un bocado a una gran salchicha: -¡Ya veremos tío Claus! Los polacos nos han durado 6 semanas.

Al dia siguiente Teodor bajo de su habitación a desayunar. Le parecía que volvia a ser de nuevo un niño, su madre le dio huevos con salchichas. Después fueron a la iglesia, y el párroco pidió por los muertos en la campaña polaca. Era un dia gris aunque no hacia demasiado frío. La gente empezó a saludar a Teodor y a darle la bienvenida. La madre de Teodor susurro a su hijo " esa mujer de allí es Elsa Hilfer, a su hijo lo mataron en Varsovia. ¡Ve y presenta tu pésame!" ,Teodor se acerco obediente, y le dijo quitandose el sombrero, "siento lo de su hijo, Frau Hilfer", esta le miro mientras le surgían unas lagrimas silenciosas de sus ojos azules
-Hoy lloro yo. Espero que tu madre no tenga que hacerlo mañana.
Frau Hilfer se alejo y Teodor se quedo helado, su alegría interior se quedo en nada, la señora tenia razón estaban jugando a un juego peligroso y los perdedores no tenían otra oportunidad. Recordó las palabras de Otto: "no sabes lo cerca que has estado, Teo" y se estremeció.
Al salir de la iglesia un grupo de niños lo rodeo, varios vestían el uniforme de las juventudes destacando sobre el tumulto la voz de Helmut su primo, a punto de cumplir 10 años. Era el hijo del hermano de su padre, el tío Helmut y su primera esposa, muerta al dar a luz. De su segunda esposa tenía a Ingrid, de siete años y el pequeño Dieter, de cuatro.
-Dejános verlas, Teodor.-pedía Helmut.
Teodor se obligo a sonreír, aún estaba preocupado por las palabras de Frau Hilfer, pero se giro hacia ellos para destacar las medallas que lucía en su uniforme.
-Vaya Teodor, veo que lograste la cruz de hierro- Dijo una voz a su espalda.
-¡Claus!- Exclamó Teodor -No sabía que te habían dado permiso.
-Ya ves, acabo de bajar del tren.
Ambos hermanos cruzaron una mirada helada. Sus relaciones siempre habían sido tensas hasta donde Teodor tenía uso de razón. Franz, su padre, siempre había estimulado la competencia entre ellos. Y Teodor siempre había tenido la impresión de ser el perdedor, como ahora: por mucho que hubiera ganado un par de medallas ¿qué era un simple cabo de la Wermacht al lado de todo un Oberscharführer de la división Leibstandarte de las Waffen SS, como Claus?
-Vine ayer mañana dentro de una semana nos mandan a la frontera con Francia.- Teodor admiró a su pesar los relampagos plateados y la calavera con las tibias cruzadas que lucía su hermano en el uniforme. A diferencia de él, que siempre había sido alto pero excesivamente delgado, Claus estaba perfectamente proporcionado. Tenía el cabello mucho más rubio y los mismos ojos azules: la imagen perfecta del gran guerrero ario.
-Dentro de poco ganare una de éstas.- dijo, señalando la cruz de Teodor. Este intentaba no ser consciente que las chicas murmuraban en voz baja mientras miraban a Claus.
-¡Basta de guerra por ahora!- dijo su madre con el tono que había perfeccionado durante años para regañarles, en especial cuando se peleaban -Estoy muy contenta que ambos esteís bien y hayaís vuelto a casa.-
Ambos hermanos bajaron levemente la cabeza pero Claus le dedico una sonrisa burlona a su hermano. "Siempre igual" pensó Teodor "Parece como si aún estuviesemos en la escuela."
Desde luego, Teodor se sentía cómodo a pesar de todo en la vida familiar. Era algo que había añorado. Pero en el fondo de su conciencia se decía que tenía que ponerse en contacto en cuanto pudiera con la BundesDeustcheMárder y preguntar por el domicilio de Hanna Helzer, de Salzburgo.
-¡Eh, enclenque! Vayamos al jardín a probar la puntería con la escopeta de papá y después te vienes conmigo a una fiesta que organizan los Amigos de las SS locales.
A Claus siempre le parecía que podía darle órdenes solo porque era el mayor. Lo peor era que, al fin, siempre se dejaba arrastrar. Recordó unas palabras que le había oído a Otto, confidencialmente: "No os lo he dicho chicos, pero os aseguro que las SS nos acabarán metiendo en un lío del que nos será muy difícil salir... si es que podemos". Naturalmente, todos habían querido saber a qué se refería exactamente, pero el berlinés dijo que era una impresión suya y nada más.
La vida en su pequeña localidad no habia cambiado demasiado, salvo el racionamiento de algunos alimentos como el azúcar y de los apagones de luz por la tarde. Esto queria decir que estaban preparando a la población civil para una larga guerra. Esas navidades (O solsticio de invierno como decían los más cercanos al partido aunque su padre siempre se negó a eso. Alegaba que él, aunque leal, no era ningún extremista) en el acuartelamiento fueron las más alegres que Teodor había pasado fuera de casa. No les faltó de nada e incluso tuvo la oportunidad de probar un famoso wisky americano ("Johnny Walker" decía la etiqueta y Otto y Adrian decían que no les preguntara nadie dónde lo habían conseguido) para celebrar la entrada de 1940, el cual, según decían los periódicos, iba a ser decisivo para el Reich y el destino de Alemania.
Con el paso de las fiestas empezó de nuevo la instrucción y los ejercicios de entrenamiento. Lo más novedoso, dentro de la rutina de la instrucción militar, es que empezaron a practicar el cruce de ríos con unas pequeñas motoras neumáticas. Lo practicaban una y otra vez, día tras día, poniendo los superiores mucho empeño en la velocidad y la concentración cada vez que lo repetían. La gente sin embargo, parecía relajada y con la moral muy alta.

Llegó junio, y con él llegó la acción.
- Vamos, soldados holgazanes, que tenemos órdenes de marchar. ¡Vamos, si no quieren que les patee sus traseros! - Vociferaba el sargento Schwerin, el de peor humor de toda la división (Otto le llamaba "Perro loco" a sus espaldas). Todos se equiparon rápidamente y se colocaron en formación. Teodor y sus amigos se emocionaron: “de nuevo en combate”. Durante la marcha, en la madrugada del 9 de junio, oían en la oscuridad un fuerte caudal de agua. De inmediato lo supieron: era un río, exactamente el Aisne. Ahora sabían por fin por qué demonios habían practicado cruce de ríos por cinco meses.

El 130° y el 133° habían sido enviados a la línea de vanguardia. Iban tanteando terreno, hacía mucha niebla y no estaban seguros de dónde pisaban. Eso les daba cierto temor, pero sabían que iban bien protegidos. Teodor sentía confianza, a pesar de la niebla. A las 05:00 la artillería abrió fuego. Sin importar la niebla, la división tenía que avanzar. La 130° fue la primera en cruzar el río, luego guió a la 133°. Apenas llegaron al otro lado del río, Teodor y sus compañeros se dieron cuenta de que el enemigo no los esperaba, pero que no se iba a rendir tan fácilmente: fueron recibidos por una generosa descarga de ametralladoras.
- ¡Al suelo, al suelo! – gritó Teodor, frenético.
La peor parte del tiroteo se la llevó el 133° Regimiento: su comandante, el teniente Schweitzer, un hombre alto y casi tan fuerte como Hans, murió de un tiro en el abdomen; sus soldados se defendían como podían. El ahora Obergefreiter Otto Schultz reunió a la gente y les dijo:
- Muchachos, debemos cubrir a los de la 133°,. Si no, los convertirán en pulpa… Hans, Rolf: id por el flanco izquierdo y disparad hacia allá – señaló hacia unos árboles -: allí está el nido principal de ametralladoras. Tú, Teodor, agarra bien la ametralladora y ven conmigo; avanzaremos a toda velocidad.
- ¿Estás loco? – inquirió Hans – ¡Os matarán! Con esta niebla no se puede ver nada.
-La niebla también nos cubrirá lo suficiente. Es eso, o quedarnos aquí a que nos frían como a salchichas. ¿Quién se viene conmigo? – gritó a unos pocos soldados.
Nadie se opuso. Cada grupo hizo lo suyo: el grupo de Hans fue al lado izquierdo y junto con Rolf y otros soldados lograron reducir a los defensores: habían tomado el nido. Rolf remató sin compasión al último soldado francés. Hans insistió luego en que el galo se había rendido ya, pero Rolf alegó que no se había dado cuenta. Hans tomó su propia ametralladora y empezó a hacer maravillas con ella. No era tan bueno como Teodor, pero bastaba desde esa posición: detuvo a toda una compañía francesa. Con el flanco izquierdo asegurado, Otto ordenó a su reducida tropa:
-¡Calen bayonetas!
Salvo Teodor, que tenía que cargar con su fiel MG 34, todos lo hicieron.
-¡Ahora, vamos a rodear esa barricada! ¡Todos tras de mí!
Eran un total de veinte, contando a Teodor y Otto. Hubo quien vaciló cuando éste avanzó decidido, pero el hecho que Teodor lo siguiera sin dudar logró que todos se sumaran al ataque. Los franceses los vieron venir por entre la niebla, pero entre el tiempo que tardaron en distinguirlos y la sorpresa de vérselas de golpe con un grupo de soldados decididos a todo, reaccionaron tarde. Cuando quisieron hacerlo ya los tenían encima, con Teodor escupiendo fuego con la MG 34. Pesaba como un plomo, luego nunca supo explicar cómo se las había arreglado para que la ametralladora resultara eficaz. Pero no tardaron en apoderarse de la barricada. Otto tomó un puesto de observación y dijo:
-Teo: tú conoces el código morse, ¿no?
-Un poco. Ya sabes que lo aprendí de niño y...
-¿Te acuerdas lo suficiente? ¿Tienes una linterna?
-Creo que sí que me acuerdo. Y sí, tengo linterna.
-Entonces, transmite con ella.
Así es como llegó el mensaje a quienes venían detrás: “Flanco izquierdo libre. Concentrar fuego sobre flanco derecho”. El teniente Wolfinger alcanzó a ver las señales: “¿Tomaron el flanco izquierdo? Pero… ¿Cómo?” Inmediatamente gritó a la artillería: “¡Fuego a flanco derecho! ¡Fuego a flanco derecho!” La artillería captó la señal y comenzó a disparar sobre ese flanco.
La MG de Teodor se había quedado sin municiones, pero encontró en la barricada dos morteros pequeños, con municiones casi completas. Instruyó a un grupo para manipularlos y dirigirlos hacia la retaguardia, donde todavía estaban algunos soldados enemigos. Cargaron, y dispararon. Volaron dos nidos de ametralladoras que Otto había distinguido. Luego Teodor, siguiendo el dictado de Otto, envió señales a los que venían atrás: “Despejado a 100 metros. Pueden avanzar”. Teodor y 10 de los soldados se fueron a uno de los nidos destruidos (Otto y el resto fueron al otro) y lo tomaron, esta vez no se moverían de allí. De pronto, sintieron el tableteo de ametralladoras sobre ellos. Teodor tomó una de las ametralladoras francesas aún operativas del nido y la vació sobre los franceses restantes de ese franco. El resto de sus compañeros le imitó.

De forma impresionante, los alemanes cruzaron el río y aseguraron un puesto ofensivo. Siguieron combatiendo y avanzando hasta que entraron en Reims. El general Materna no dejaba de maravillarse ante la audacia de los soldados del 130° regimiento, aunque fuera a cambio de quedar muy disminuidos. Cuando supo que los responsables del éxito del cruce de la 45 habían sido unos simples cabos, hizo llamar ante sí a Teodor y a Otto. No sabían por qué les habían llamado y se presentaron un tanto nerviosos. El berlinés era optimista, pero Whenk no las tenía todas. Se cuadraron cuando Materna salió de la tienda del Estado Mayor y se acercó a ellos.
Heil Hitler!
Heil!-dijeron, casi simultáneamente Teodor y Otto.
-Obergefreiter Schultz, Gefreiter Whenk: he tenido referencias de que ustedes fueron quienes guiaron la acción de asegurar el flanco izquierdo del río Aisne, ¿es cierto?
A Teodor no se le ocurrió nada que decir, fue Otto quien, no sin falta modestia, dijo:
-Sólo cumplimos órdenes, herr general. Se nos ordenó avanzar y avanzamos. Eso es todo.- El general sonrió, no tanto por las palabras como por el hecho que, aunque solo fueran dos, mantuvieran el escalafón. La de estos hombres parecía ser una promoción que prometía bastante.
-Su acción fue más allá de las órdenes. Fueron, ustedes y quienes les acompañaron, muy valientes. Pocas acciones he visto como la suya, se lo aseguro. Por ahora, sepan que he tomado algunas decisiones. Ya se les comunicará por su comandante de regimiento. Por mi parte, sólo quería felicitarlos a ambos por su valentía.
-Mi valentía no fue mayor que la los soldados que me acompañaron.-dijo Teodor.
-Es cierto. -añadió Otto.- Ellos tienen exactamente el mismo mérito que nosotros, herr general.
-Pero sin ustedes, nunca lo hubieran conseguido. No sean tan modestos. Estoy orgulloso de tener a mis órdenes a gente como ustedes. Pueden retirarse. ¡Heil Hitler!
Heil!

Continuará...
A decir verdad, en esta lucha de cada instante, donde el resultado más corriente es que se petrifique todo lo que hay de más espontáneo y valioso en el mundo, no estoy seguro de que podamos ganar.
André Breton
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Re: ¿Escribimos la historia de un soldado alemán?

Mensaje por fco_mig »

-Fue estúpido. En realidad, fue estúpido.-decía Teodor con voz queda.
-Había que arriesgarse. De lo contrario, hubiéramos acabado como el 133º. No ha habido tanta diferencia, al final. Pero al menos nosotros nos cubrimos de gloria, de lo que se deduce que entre el heroísmo y la estupidez existe una línea tan fina como las alas de una mariposa, como dicen los poetas.-concluyó Otto también en voz baja.
La conversación tenía lugar en susurros porque se hallaban en la catedral de Reims. La idea de visitarla, ya que estaban allí, había sido primero de Otto. Luego, Adrian había solicitado acompañarle y, por fin, todo el grupo se había unido a la improvisada excursión.
-No os preocupeís tanto.-susurró Hans.- Hicisteis algo pocas veces visto. Nos han concedido la cruz de hierro de 2ª clase, colectivamente, al 130º Regimiento. Y a todos los que participamos en la acción, nos han ascendido a gefreiter.
-A los que estamos vivos, al menos.-interpuso Rolf.
Era verdad: el camino hacia Reims había sido muy duro. De los siete que habían acompañado a Hans y Rolf, dos habían muerto y otros tres habían resultado heridos. Dos se recuperarían, pero el tercero había perdido una pierna: la guerra había terminado para él. De los dieciocho que participaron en el asalto capitaneados por Otto y Teodor, seis habían caído para siempre y otros ocho habían resultado heridos. De éstos, solo cinco iban a recuperarse. Bastante peor que en Polonia. Por suerte, no había durado mucho. Oyeron el toque de las campanas.
-¿Nos quedamos a oír la misa?-preguntó Adrian.
-Antes, todos vosotros tendríais que confesaros.-contestó Otto.
-¿Lo dices por la gente que matamos?-preguntó Hans.
-No. Más bien me refiero al pecado de lujuria.
Se refería al hecho que Hans y Adrian se habían convertido en unos verdaderos adictos al burdel. Rolf y Teodor también se dejaban caer por allí de vez en cuando. Rolf decía que iba lo bastante para satisfacer sus necesidades. Teodor decía lo mismo, aunque en realidad era porque le parecía que estaba faltando al respeto a Hanna, por tonto que pudiera parecer. Una vez en el exterior, Otto les repitió de nuevo sus razones para no acudir.
-Ya vereís lo que me voy a reir cuando alguno de vosotros agarre la sífilis... Os tengo dicho que lo mejor es buscarse un plan cerca del acuartelamiento. De preferencia, una mujer casada.-guiñó el ojo- Si no es posible, hay que aguantar como sea si no quereís exponeros.
-Bah! ¡Tonterías!-dijo Hans con su vozarrón.
-¡Venga, Otto!-siguió Adrian.-¿Crees que no las revisan, a las chicas?
-Ya veremos...
Lo cierto es que no se rió cuando Adrian contrajo, efectivamente, la sífilis. Cuando fueron a visitarle, dijo que nunca más dudaría de los consejos de Otto. En cuanto a Teodor y Rolf, dijeron haber escarmentado en cabeza ajena. Y lo cierto es que no volvieron a las andadas. Solo Hans continuó desafiando al peligro de las enfermedades venéreas. Alegaba que no podía aguantar, aunque lo cierto es que disminuyó la frecuencia de las visitas. Es por ello que tuvieron que explicarle a Adrian lo que sucedió una soleada mañana de fines de julio, por entonces aún seguía el tratamiento:
Mientras desayunaban, el sargento Schwerin volvió con sus gritos: “¡¡¡Todos a formación, vagos, hay inspección especial!!! ¡Muevan su miserable humanidad, antes de que se la convierta en un infierno!” Pocos minutos después, todos estaban en correcta formación. Los pocos soldados que quedaron del 130° regimiento eran la formación más pequeña, pero sabían que en unas semanas llegarían refuerzos desde Alemania. Hicieron adelantarse al la altura del portaestandarte de la formación a Otto y a Teodor.

Entró un Volkswagen escoltado por varias motocicletas oficiales. Era nada menos que el mariscal Gerd von Rundstedt, quien venía a revisar el estado de las tropas. Ocasión grande, no todos los días venía el recién ascendido a Generalfeldmarschall. Dio un corto discurso, elevando la moral de los soldados. Luego, se organizó una ceremonia de entrega de medallas improvisada, pero organizada de inmediato. Von Rundstedt se acercó primero al portaestandarte y proclamó:
-Por disposición del Führer, y en reconocimiento al valor probado en combate, decide condecorar al estandarte del 130° Regimiento de Infantería con la Cruz de Hierro en 2° Clase.- El capitán Brandt hinchó el pecho con orgullo. Lo mismo hicieron el teniente Kreutz y los sargentos. El mariscal avanzó unos pasos y se dirigió a Otto.
-Obergefreiter Otto Schultz: por su valentía, arrojo y liderazgo en acción de batalla, y por llevar a cabo una distinguida acción militar, el Führer ha decidido honrarle con la Cruz de Hierro en 1° Clase y el ascenso a Unterfeldwebel.
-Gracias, Herr Feldmarschall.
-Le felicito, Schultz. Esperamos mucho de usted.-volvió a avanzar unos pasos y se dirigió a Teodor.
-Gefreiter Teodor Benegorf: por su valentía, arrojo y...
-Pero señor, yo...
-Ah! Ya me habían dicho que era usted un ejemplo de modestía.-sonrió el mariscal- Pero no debemos quitarnos el mérito nunca. Créame, Benegorf.
Lo que en realidad intentaba decirle Teodor es que se él se apellidaba Whenk y no Benegorf. Los sargentos se miraron entre ellos, miraron a los tenientes Kreutz y Hohlein, éstos al capitán Brandt, que a su vez miró al mayor-comandante von Topp, que hizo ademán pero no se atrevió a dirigirse al mariscal sin permiso.
-Como decía, Benegorf, el Führer ha decidido honrarle con la Cruz de Hierro en 1° Clase y el ascenso a Unteroffizier Oberjäger.-saludó militarmente y concluyó.-Espero volver a verle. Buena suerte, Benegorf.
-G-gracias, Herr Feldmarschall.-Teodor le devolvió el saludo, pues no se le ocurría que otra cosa podía hacer. Volvió a sonreír von Rundstedt y al volverse hacia su coche se detuvo un momento ante Otto.
-¿Le ocurre algo, Schultz?-preguntó. Otto tuvo que apretar los dientes para contestar:
-Pf... N-no, Herr Feldmarschall.
-Yo en su lugar iría a la enfermería en seguida. Se ha puesto colorado de repente...
-S-sí, Herr Feldmarschall.
-Bueno, vamos Eric.-añadió dirigiéndose a su chófer.- Dentro de veinte minutos...
Nadie pudo recordar después dónde tenía que estar Gerd von Rundstedt veinte minutos después.

-¡Lo nunca visto!-decía Hans, riendo y dándole uno de sus golpes en la espalda a Teodor que, por una vez, apenas lo sintió.- ¡Te han rebautizado! ¡Esta si que es buena!-decía el gigante entre risas.
-¡Benegorf, Benegorf...! ¿De dónde demonios habrá sacado ese apellido? ¡Yo me llamo Whenk!
-Sin duda, ha habido un error en alguna parte.-dijo Otto, secándose las lágrimas.- No te preocupes: cuando nos llegue el nombramiento, lo corregiremos. ¡Aunque si lo prefieres, te puedes cambiar oficialmente el nombre!- concluyó volviendo a reírse.
Estaban todos de buen humor porque el aire de la victoria embargaba a toda la división. O al menos o lo que quedaba de ella por que a decir verdad el 130º y el 133º se podían fusionar en dos batallones escasos. El dia 22 los delegados enviados por Petain habían firmado la rendición en el mismo vagón que veintidós años antes habían hecho firmar a nuestros delegados el humillante tratado de Versalles.

De vuelta al acuartelamiento de Salzburgo, preguntó a la BundesDeustcheMárder por la dirección de Hanna Helzer, residente en la misma ciudad. No tuvieron ningún problema en dársela. Se dirigió hacia allí ostentando con orgullo los galones de sargento. Por doquier Teodor veía a la gente radiante de felicidad. La guerra estaba a punto de terminar debían pensar. No podía evitar comparar esas caras con las de la población francesa que había visto: una mezcla de sorpresa, temor, resignación, esperanza, y resentimiento. Las escenas que había presenciado habían sido sorprendentes como las largas columnas de prisioneros franceses hacia el este, las fortificaciones francesas que estaban intactas, el desfile en los Campos Eliseos, incluso la cara de un tendero francés cuando tras tomar algo de fruta sacaron dinero para pagarle. Pero no era momento para pensar en el pasado, sino en el futuro. Llevaba en su mano una botella de champán comprada en Francia antes de partir y escondida cuidadosamente en el petate. La vida sonreía: iba a darle a Hanna toda una sorpresa. Llegó finalmente a la dirección indicada y le franqueó el paso al portal una oronda mujer, que barría con tranquilidad las escaleras, y a la que preguntó amable y sonriente por Hanna.
La respuesta fue sorprendente:
-Esa chica y su familia ya no están aquí- balbuceó la portera que se había quedado petrificada.
A Teodor se le heló el corazón en el pecho cuando la mujer añadió casi como un susurro, pero que atronaba en el silencio del portal:
-Eso mismo les dije cuando vinieron preguntando por ella a los agentes de la Gestapo.

Teodor sabia que habia gente la que se debia de evitar, y precisamente la Gestapo eran de esa especie. Se les podía diferenciar rápidamente por los largos abrigos de piel y por las gafas de sol que llevaban aunque fuera pleno invierno. Durante una temporada, antes de la guerra, les pudo observar haciendo preguntas a vecinos suyos sobre los dueños de negocios familiares.
Teodor sabia muy poco sobre su funcionamiento y a qué se dedicaban exactamente y prefería seguir sin saberlo, pero si estaban buscando a Hanna... No podía adentrarse más e iniciar su propia investigación ya que era un simple soldado y se vería inmerso en un profundo laberinto de donde difícilmente podría salir bien parado. Resignado, sin poder hacer nada útil, regreso al cuartel.

Continuará...
A decir verdad, en esta lucha de cada instante, donde el resultado más corriente es que se petrifique todo lo que hay de más espontáneo y valioso en el mundo, no estoy seguro de que podamos ganar.
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Re: ¿Escribimos la historia de un soldado alemán?

Mensaje por fco_mig »

Al día siguiente había pruebas de tiro y unos juegos de guerra en el bosque cercano a los que acudiría la división y Teodor tenia su cabeza en cualquier sitio menos en los blancos: su pelotón falló de una manera estrepitosa. Y en los juegos de guerra fue prácticamente aniquilado a las primeras de cambio y él mismo fué hecho prisionero en un descuido lamentable.
Como consecuencia de ello fue citado para responder ante el Major Von Topp que dijo:
-Su pelotón, con la posible excepción del de Schultz, es el mejor del que dispongo... o disponía. ¿Qué es lo que le ocurre, Whenk? ¿La familia, la novia, algo que se pueda solucionar?
- La verdad es que no lo sé, señor
- Pues piensa que la Wehrmacht tiene solución para la mayoria de los problemas y más para un Feldwebel con una Cruz de Hierro de 1ª Clase herido de guerra. Muy grande debe ser el problema para que con una botella de Schnapps y un teléfono en este despacho no le encontremos solución.
Teodor estaba sorprendido, esperaba que el ridiculo del dia le pasara factura y su comandante se ofrecia a ayudarle, esto no podía estar pasando.
-Eso sí me tiene que dar tu palabra de que mañana recuperaremos las dos posiciones que hemos perdido y nuestra división dejará en ridículo a esos payasos de la 7ª división
-No se preocupe, Herr Major. No volverá a pasar. Mañana será distinto, señor
Teodor ante una solución, habría ofrecido su alma por librar a Hanna de la Gestapo y ahora era tan sencillo como reconquistar dos colinas y ser los primeros en puntería, las vueltas que da la vida.
- Coge la botella grande de Schnapps que hay en ese mueble, trae dos vasos y cuéntame que te preocupa, que no puedo permitir que mi mejor tirador haga el ridículo dos días seguidos.
- Se trata de la Gestapo señor...
Ahí el mayor comandante Von Topp guardó un silencio sepulcral.
- Usted ha dicho que yo se lo cuente y yo se lo cuento: hay una chica a la que busca la Gestapo. Debe tratarse de un error. Para mí es una nacionalsocialista convencida.
- En fin, siempre la misma canción. ¿Es una chica bonita?
- Si, ¿por que lo pregunta?
- Nada, cosas mías.- Teodor no lo sabía, pero el Major estaba recordando su propia, y no tan lejana, juventud.- Ahora me explico lo que te ha pasado. Bebamos por esa chica, apúntame sus datos y su dirección y vuelve a tu puesto. Veré que puedo hacer. Mañana antes de ir a las maniobras tendrás noticias de ella; buenas o malas.

Tras una noche intranquila, volvió a la cámara de suboficiales. Casi todos los reemplazos habían llegado ya. Algunas caras nuevas: Otto conversaba con dos sargentos. Uno de ellos se adelantó, era bajito y moreno y le ofrecía una fiambrera.
-Eh, camarada…, ¿gustas?
-¿Qué es? – preguntó Teodor
-Perdona la intromisión, mi nombre es Otto…¡Otto Balling, quiero decir! Ya sé que hay otro Otto.-señaló a Schultz, que alzó la mano sonriendo.- Es blaue zipfel, una salchicha típica de Franconia. Las hacen mis padres que tienen una carnecería en Nuremberg. Este es mi amigo Lothar Streicher.
–Tanto gusto, yo soy Teodor Whenk, de Altheim.
-El gusto es mío.
-Te recomiendo la salchicha. ¡Y la acompañaremos con cerveza y chucrut!-saltó Otto Schultz.- Voy a buscarlo a la despensa, antes que venga Perro Loco y nos estropee la fiesta. Para los nuevos:-añadió.- sólo le llamo "perro loco" en la intimidad; para lo demás, es el Stabsfeldwebel Fritz Schwerin.-Se fue entre risas.
-He oído lo de tu chica.-dijo entonces Lothar.- Es todo un honor servir a nuestro führer en la Bundesdeustche Märder, ¿no crees Teodor? Mi hermana Elmar también sirve al Reich.
Teodor conocía bien el tono que empleaba el chico. Estaba claro que Lothar era un nazi convencido:
-Sí, por supuesto. Todo es poco para servir a la Patria.-"Cuidado, Teodor, que no suene a slogan propagandístico repetido", pensó. Se acercó a la mesa donde iban a disponer el desayuno con el chucrut que traería Otto (el berlinés, claro. Tendrían que hacer algo con los nombres. Quizás habría que llamarlos Otto I y Otto II o algo así.). Vió que sobre ella estaba el Der Stürmer: La portada del periódico tenía una caricatura donde se acusaba a los judíos de practicar asesinatos rituales con la sangre de los niños cristianos.
-¡Algún día borraremos a esta lacra social!- decía Lothar mientras señalaba con violencia la caricatura. No le estaba cayendo bien. Su padre era miembro del Partido y su hermano Claus pertenecía a las SS, pero ninguno de ellos era tan vehemente en sus convicciones. Mira por dónde, este Lothar estaba consiguiendo que hasta su hermano Claus le empezara a caer bien.
- Sabes Teodor, nuestro amigo es alguien muy influyente ahí donde le ves, no tendrá problemas cuando lleguemos a nuestro destino – comentó Otto (el de Nuremberg) con tono sarcástico.
-¡Ya sabes, Otto, que no me gusta que menciones eso públicamente! – cortó tajante Lothar.
-Perdona, compañero. Sólo pretendía ser cortés.- Luego supo que el padre de Lothar era el director del Der Stürmer, Julius Streicher. En cuanto a lo de su "destino", tardó un poco más en saberlo.

Por la tarde, mientras continuaban las maniobras (esta vez su pelotón parecía otro completamente distinto al del día anterior) fue llamado a presencia del Mayor. El sargento Müller (nada que ver con Adrian) le sustituría al frente del pelotón mientras tanto. Llegó hasta la tienda del comandante y, tras saludar a Von Topp, éste le sonrió satisfecho:
-Veo, sargento Whenk, que su pelotón está vuelta. Eso me satisface.
-Sí, señor. Gracias, señor.
-Por lo que hace a lo otro...-su rostro se ensombreció.- Bueno empezemos por el principio: he tenido que realizar unas llamadas.
Sacando unos papeles anotados empezó a leer:
-Su padre es, mejor dicho era, pues ya murió: Josef Helzer, de Salzburgo. Carpintero y ebanista. Estuvo en el ejército kaiserlich und königlich durante la anterior guerra. En ingenieros, alcanzando en 1917 el grado de offiziersstellvertreter, sirviendo en una unidad bosnia. Muerto en acción en el río Vadar, en 1918. Su madre es Isabella Roseltia de Trento, aunque la familia materna de ésta era alemana. Tuvieron tres hijos: Klaus, Angela y Hanna. Esta última hija póstuma, concebida durante el que fue su último permiso antes de dar su vida en cumplimiento del deber.-Teodor se sintió conmovido: no sabía que Hanna había crecido sin padre. Tampoco que, teniendo en cuenta las fechas, debía ser un poco mayor que él aunque no lo aparentara. El Major continuó:
-Tu chica ha comenzado estudios de arquitectura en Munich. Su hermana acabó el bachillerato y se casó. Su hermano estudió derecho. No me ha quedado claro si lo acabó, pero... bueno, esa es la cuestión... La Gestapo las ha convocado, a ella y a su madre, por un asunto en relación con el hermano. Ella no estaba en la ciudad así que la Gestapo no sabe donde está.- El comandante contuvo una sonrisa y Teodor emitió un suspiro de alivio. -Con las fiestas navideñas no tienen claro si sigue en Munich o ha regresado a Salzburgo o ha ido a pasar las fiestas con algunos parientes o amigas o está en camino hacia aquí o allí.- Von Topp hizo una pausa y concluyó: El caso es que su hermano ha aparecido en una lista cuando ocupamos Francia.- Teodor quedó perplejo. -Estaba en un campo de internamiento francés, aunque ahora se halla en paradero desconocido.
-¿Un campo de intenamiento francés?- Inquirió Teodor.
-Si- Tras un silencio ominoso añadió -Un campo para los rojos españoles.

Continuará...
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Re: ¿Escribimos la historia de un soldado alemán?

Mensaje por fco_mig »

4. -En Rusia no hay que despertar a nadie
¿Cómo el hijo de una persona que había sido héroe de guerra como el Führer estaba preso en un campo para presos políticos en Francia? Probablemente combatiria en la Brigada XI y en el batallon "Edgar André" de alemanes. Estaba en sus cavilaciones cuando oyó un sonido muy familiar:"¡Soldados, todos a sus puestos de combate!"lo que le hizo volver a su mundo y recordar su palabra, su pelotón debía reconquistar las dos colinas que habían perdido el día anterior. Al final del día, ambas colinas habían caído y la 7ª división se había cubierto de oprobio. Sus oficiales recibieron un gran rapapolvo de los mandos. Por otro lado, se consideraba totalmente saldada la deuda con el mayor von Topp, que lo felicitó por su labor.
Teodor se iba convirtiendo en un veterano y pensó que quizás a la larga sería posible ingresar en la academia de oficiales o seguir ascendiendo como suboficial. Mientras, iban pasando los meses, sin nuevas de Hanna. Su cara empezaba a convertirse en un recuerdo borroso. Sin embargo, cuando paseaba por las calles, se descubría a menudo tomando el camino que llevaba a la dirección de ésta. Pensó más de una vez en volver a preguntar, pero finalmente lo desechó. Por otra parte, pronto iba a tener que preocuparse por otra cosa.
Ocurrió cuando, en una ocasión, tuvo que entrar en un mingitorio público. Era día laborable en Salzburgo y estaba prácticamente vacío. Entonces, oyó unos ruidos inequívocos. Y vió dos pares de piernas asomando bajo la puerta de un excusado. "Vaya, vaya. Parece que vamos a cazar maricas", se dijo mientras se disponía a dar una patada a la puerta y llevar a ambos invertidos ante las autoridades. La puerta saltó con violencia, y ya se disponía a saltar sobre sus presas cuando se quedó paralizado. El nombre le salió con voz temblorosa:
-Otto...
Era Otto Schultz: el berlinés, el más prometedor, el mejor hombre de toda la división. No podía ser, pero era.
-Teodor, yo...
Teodor no quiso oír nada más. Salió corriendo de los servicios y caminó sin parar hasta plantarse en una calle que, como no tardó en descubrir, era la de la dirección de Hanna.

-¿Qué os pasa a vosotros dos ultimamente?-preguntó Hans.
Se encontraban en una cervecería. Fuera del cuartel, seguían siendo todos tan amigos como siempre. Pero desde hacía tres días (los mismos del mal encuentro en los servicios públicos) tanto Teodor como Otto parecían hallarse incómodos cuando estaban juntos. Hans esperaba una respuesta y Teo no sabía qué contestar. Rolf acudió en su ayuda:
-Probablemente, ya saben lo que nos viene encima...
-¿Qué quieres decir?- Preguntó Hans.
-Eso ¿qué quieres decir?-dijo Adrian.
-Que vamos a invadir Rusia.
La frase cayó como una bomba. Teodor y Otto apenas lograron disimular la sorpresa. Por suerte, Adrian y Hans estaban tan estupefactos que no llegaron a darse cuenta. Poco a poco, Teodor recordó la conversación en el cuarto de oficiales con el "Otro Otto" y Lothar, aquella que habían mencionado un "destino".
-¿Cómo lo sabes?- preguntó Müller.
-Es evidente para cualquiera con tres dedos de frente. Mañana, cuando nos trasladen al este, no será para hacer maniobras de verano, ni a Polonia para hacer sacos terreros antes de ir al Africa, y no vamos a limitarnos a presionar a los "demonios rojos" como tú los llamas, Hans. Va a ir demasiada gente para lo primero, no hace falta molestarse en rebatir lo segundo y no me trago que para lo último haga falta tanta movilización. Vamos a atacar y, si nosotros, pobres soldados, lo sabemos, más lo sabrán ellos. ¿Recordaís el cruce del Aisne y el camino a Reims? Pues allí tomamos por sorpresa a los franceses. Ahora, no tendremos esa ventaja. Los rusos nos estarán esperando a menos de ser muy tontos. Seguro que Otto y Teo están preocupados, como yo, por lo que nos viene encima.
-Pero ¿estás seguro, Rolf?
-Completamente. Pero no os molesteís en preguntar a los mandos. Ni siquiera el viejo von Topp lo confesará. -dijo mirando a Teodor.- Pero va camino de convertirse en un secreto a voces.
El resto de la velada fue bastante poco alegre. Hans intentó animarles diciendo que les iban a dar a los demonios rojos igual que les habían dado a polacos y franceses. Pero sonaba un poco forzado. Y eso que todos los del grupo odiaban a los comunistas. Otto, como siempre, fue el que mejor lo expresó: "¿habeís mirado el mapa últimamente? Rusia es... inmensa". Sólo se podía confiar en que el Alto Mando supiera lo que se hacía. Teodor se retrasó mientras iban de vuelta hacia el cuartel y tropezó con un tipo. Le pidió perdón y se alejó de él. Le pareció notar algo familiar en su cara. Luego, hurgando en uno de los bolsillos de su chaqueta, encontró un sobre cerrado que no estaba antes. En el acuartelamiento, encontró un sitio donde leerlo sin ser molestado y al abrirlo:
"Estimado amigo.
Sé que ha estado preocupado por mi y se lo agradezco mucho. Por desgracia no puedo comunicarme con usted directamente aunque tengo mucho que contarle pues ambos correríamos peligro, un peligro que quizás usted no haya percibido pues esta oscuridad que inunda Europa no hace más que crecer.Quizás llegue el día que la luz disipe esas tinieblas y podamos encontrarnos. Hasta entonces tenga mucho cuidado, se lo ruego, y mantenga los ojos bien abiertos, incluso a lo que no quieren que veamos.
Suya afectuosamente, Hanna Helzer
PD: destruya la carta, me consideran peligrosa y por tanto los que me conozcen lo son.
"
Al día siguiente, cuando subió al tren que iba a llevarlos al destino que les había anunciado Rolf, aún no se había atrevido a destruir la carta.

El tiempo pasó con más rapidez de la que pensaba. Ya estaban en Junio. Y el aburrimiento empezaba a hacer mella en algunos elementos de su regimiento puesto que su entrenamiento no consistia mas que en tareas de vigilancia de los trenes de cereales sovieticos y hacer ejercicios de paso de rio. Todo el mundo estaba, sin embargo, tenso y nervioso. Hans llegó al extremo de pelearse con unos tanquistas en una cantina de pueblo por algo que luego nadie supo recordar qué era. El gigante había dejado KO a dos de ellos. Le cayeron tres días de arresto, que ya había cumplido. Teodor hubiera encontrado extraño lo de la vigilancia y los entrenamientos de cruce si, antes de llegar, no hubiera tenido la conversación con Rolf. Era por ello que no podía apartar los ojos del río Bug. En una de sus contemplaciones estaba cuando se le acercó Otto Schultz que se dirigió a él con un:
-Hemos de hablar...
-No hace falta, Otto. Tu secreto está a salvo conmigo.
Otto no dijo una palabra, expectante. Teodor continuó entonces.
-Confieso que hubo un momento en que estuve a punto de denunciarte. Pero entonces me dije: ¿qué pesa más: el hecho que sea un invertido o que se trata de un gran soldado al que no dudaría en confiar mi vida y, por añadidura, uno de mis mejores amigos? La conclusión es que pesa mucho más lo último. Siento que no puedas evitar lo primero, pero no me importa, mientras nadie sufra daño por ello.
El rostro de Otto se distendió y dijo:
-¿Te importaría acompañarme cinco minutos, de todos modos? Hay cosas que hubiera querido contaros a todos y nunca me he atrevido...
-Vamos.
Sin perder de vista a la gente, se retiraron a un lugar donde no pudieran escucharlos. Allí, Otto le contó la historia: había nacido, efectivamente, en un pequeño pueblo de los alpes de Baviera y, cuando se hizo evidente para todos de qué palo iba, su vida se convirtió en una especie de pesadilla. Nunca se había llevado muy bien con su padre, pero su desprecio era más de lo que podía soportar. Su hermana no le comprendía, aunque le aceptara como era. Sólo su madre se mostraba comprensiva con él. Por eso cuando ella murió, cumplidos los catorce años, se fué de casa. Llegó a Berlín porque alguien le comentó que allí la gente era tolerante con las rarezas de todos.
-¿Qué hiciste allí?-preguntó Teodor.
-Asómbrate: me alisté en las SA.
-¿Un camisa parda? ¿Tú?
-Sí. Llegué a Berlín a finales de febrero o principios de marzo, ya no lo recuerdo, de 1933. Nuestra fiesta estaba a punto de acabarse, aunque en las SA no lo sabíamos. Llegué a conocer a Ernst Röhm a quien, dicho sea de paso, le gustaba andar con efebos. Y, por aquel entonces, yo lo era.
Luego, siguiendo un plan de las SA, había tomado contacto con un periodista a quien sabían homosexual: "Gottlieb se llamaba. No te diré su apellido". Y entonces Schultz había cometido un gran error: enamorarse. Tuvo la suerte que la "Noche de los Cuchillos Largos" llegara pronto. Su misión perdió sentido y, con la excusa que no estaba de acuerdo con el nuevo rumbo, se había dado de baja de las SA y del partido nazi. Poco después, empezó a ayudar en el periódico de Gottlieb (publicación que tampoco nombró).
-Si hoy puedo pasar por un tipo simpático y muy bien educado es gracias a Gottlieb. Tomó un tosco campesino bávaro y devolvió al hombre que ves ahora...-Otto dejó que su mirada se perdiera en las aguas del Bug, buceando en silencio en sus recuerdos.
-¿Qué le pasó?-preguntó Teodor. Entonces Otto suspiró.
-Me pesará toda la vida: un día volvía yo de hacer la compra cuando ví desde la esquina que se lo estaban llevando los de la Gestapo. No sé si sería por crítico con el gobierno, por marica o por las dos cosas. Entonces huí. A menudo me he preguntado si debí quedarme, intentar hacer algo...
Había tenido que volver, derrotado, a su aldea. No pasó mucho hasta que su padre le tiró a la cara la orden de movilización.
-Al principio, me pregunté si sería una trampa. Si la Gestapo no me estaría esperando a mí en la estación. Me tranquilicé un poco cuando vi todo el jaleo de gente que se iba a unir a mi división (sí, nunca pensé que la sentiría como mía, pero así es). En el tren pensé en una la forma de ocultarme. Ni pensar en hacerse el machote. Entonces, aprovechando que ninguno de los chicos había pasado de Munich, pensé que si lograba parecer un tipo sofisticado, disimularía cualquier amaneramiento. El resto ya lo sabes.
Parecía que no hubiera nada más que decir. Pero Teodor rompió a hablar entonces: le habló de Hanna y también de su carta, o nota, o lo que fuera. Otto la leyó y dijo:
-Por lo poco que la ví, me pareció una chica lista. Creo que deberías destruirla.
-¿Tú crees?
-Sí. Incluso tengo algo de miedo porque le hayas preguntado al viejo von Topp por ella. Podría tener consecuencias, no sé... En todo caso, ya has metido la pata. Si te preguntan, ten mucho cuidado. Sé cómo piensa esa gente desde que estuve en las SA.
Con un fósforo, la nota ardió. Ya solo quedaban cenizas cuando les llamaron a ambos para que acudieran a una reunión de todos los suboficiales. Teodor se levantó de la piedra donde había estado sentado y dijo:
-Llegó la hora fatal. ¿Hacemos como que nos sorprendemos de la noticia?
-Pienso que será lo mejor. - contestó Otto, levantándose a su vez.

Continuará...
A decir verdad, en esta lucha de cada instante, donde el resultado más corriente es que se petrifique todo lo que hay de más espontáneo y valioso en el mundo, no estoy seguro de que podamos ganar.
André Breton
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lonesomeluigi
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Re: ¿Escribimos la historia de un soldado alemán?

Mensaje por lonesomeluigi »

¡¡¡Buen trabajo, continuamos expectantes!!! :dpm:
Mölders era conocido por su gran carácter. Sus hombres lo apodaron "Vati" (papaito), en reconocimiento a su actitud paterna hacia ellos y también por el cuidado que tuvo en su bienestar. Era una persona devotamente religiosa que exigía que todos los aviadores aliados capturados por aquellos bajo su mando fueran tratados civilmente, y que a menudo invitaba cuando podía a estos pilotos capturados a cenar con él.
"Era un táctico maravilloso. Mi admiración por él era ilimitada. Tenía un gran ingenio y una gran personalidad. Era el hombre con más principios que jamás haya conocido".
Günther Rall.
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