Los planes de Napoleón para la armada josefina
Publicado: 11 Ene 2020
Introducción.
El objetivo de esta presentación es comentar el estado de las escuadras españolas en el momento en que Napoleón impuso a su hermano como rey de España, y los planes que se tenían para estas.
Cuando uno mira el cuadro resumen del Estado General de la Armada en 1808, se encuentra que entre las 228 naves de la Armada (sin contar fuerzas sutiles) se habla de 42 navíos, 25 de ellos aparecen como “armados” y 3 como “en grada” (en construcción); también se mencionan 30 fragatas, 5 de ellas “armadas” y 1 “en grada”.
Aparentemente se trataba de una fuerza naval importante, y de la que sin duda Napoleón esperaba una mayor contribución que la que le ofrecía en ese momento un reticente aliado. Así una vez que en mayo se hizo con el control de la corona española, corona que acabaría traspasando a su hermano José, no se olvidó de prestar atención al estado y actividad de la Armada española.
El 16 de mayo Napoleón, desde Bayona, escribe a Murat en Madrid -que ejerce de Lugarteniente general del Reino de España- sobre la Armada española, y le expresa sus expectativas al respecto:
Por tanto España debería poner para la causa común, 6 navíos en Tolón, 3 navíos en Cartagena, 12 en Cádiz y 7 en Ferrol; lo que daría 28 navíos, lo que ciertamente es muy poco. Hay suficientes marineros en España. Pronto aprovisionaremos los arsenales. Lo único que hace falta es dinero y actividad.
Días más tarde, el 28 de mayo, también desde Bayona, escribe al ministro de marina francés, vicealmirante Decrès, detallándole las fuerzas con las que esperaba contar próximamente.
Para agosto, esperaba tener disponibles 42 navíos de línea franceses, distribuidos de la siguiente manera: 8 en Flesinga, 3 en Rochefort, 4 en Lorient, 7 en Brest, 2 en Lisboa, 5 en Cádiz, 12 en Tolón y 1 en Génova.
A estos 42 navíos esperaba Napoleón añadir otros 35 que se deberían botar en el periodo 1808-1809. A los 77 navíos franceses se sumarían 54 “aliados” (10 holandeses, 1 danés, 23 rusos y 20 españoles) para constituir lo que Napoleón describe como:
...una masa de 131 navíos, que exceptuando los 12 navíos rusos en el Báltico, dará que 119 navíos estén bajo mi inmediato liderazgo y apoyados por los campamentos, de 7.000 hombres en Texel, 25.000 en Amberes, 80.000 en Boulogne, 30.000 en Brest, 10.000 en Lorient y en Rochefort, de 6000 españoles en Ferrol, de 30.000 hombres en Lisboa, 30.000 en Cádiz, 20.000 en Cartagena, 25.000 en Tolón, 15.000 en Reggio y 15.000 en Tarento. Me parece que este sería un tablero de ajedrez que, sin exigir demasiada de la fortuna, sin siquiera requerir una habilidad extraordinaria en nuestros marineros, debe conducirnos a grandes resultados.
Joachim Murat (1767-1815), cuñado de Napoleón, que además de mariscal del Imperio le había otorgado el título de Gran Duque de Berg (y mas adelante rey de Nápoles). En este cuadro aparece con uniforme naval de Gran almirante del Imperio, un título mas que nada honorífico.
Antoine Roux. El navío de 110 cañones Commerce de Paris, en la fase final de su construcción en Tolón en 1806. Uno de los numerosos navíos franceses botados tras Trafalgar, y cabeza de serie de un nueva clase de navíos de tres puentes.
A lo largo de mayo y comienzos de junio, cuando la situación en España se creía erróneamente controlada, hubo tiempo para pergeñar unos primeros planes para “activar” la Armada española, siendo su primer hito la publicación el 10 de junio de un decreto de “Restauración de la Marina”.
S. A. I. y R. el gran Duque de Berg, Lugar-Teniente General del reino, se ha servido expedir el real decreto siguiente:
Considerando el interés mas urgente de España exige que se tomen las medidas mas enérgicas y convenientes para acelerar la restauración de la marina; que es necesario sacar todo el partido mas pronto posible de los navíos que se hallan fuera de estado de servicio, o que exigen reparos que no guardan proporción con su valor; y que la justicia y la humanidad dictan se proporcione trabajo para una clase tan interesante como lo es la de la maestranza de la marina española , según estado el que se no ha comunicado de los diferentes buques que la componen, hemos decretado y decretamos lo que sigue:
TITULO PRIMERO
Sobre los trabajos de armamento, carenas y construcción.
ARTICULO I. Se procederá inmediatamente al armamento de los navíos Sta. Ana y Niño (Miño) en Cádiz; el Concepción en Ferrol; S. Carlos en Cartagena, y el Glorioso en Málaga.
El navío América, que se haya en Vigo, se pondrá en estado de poder salir a la mar para que pase a Ferrol.
ART. II. Se procederá al desguace de los navíos Conde de Regla, Soberano, S. Fermín, y S. Gabriel en Cádiz; del Mexicano y del San Fernando en Ferrol; del Astuto y del S. Joaquín en Cartagena, y del España en Vigo, por ser todos inútiles para el servicio.
ART. III. Se continuará en Cartagena la carena del navío S. Pedro Alcántara; se emprenderá sucesivamente en Cádiz la recorrida y apresto de los navíos S. Juan Bautista, Argonauta y Castilla. ART. IV. Se nos comunicara con la mayor brevedad posible el estado en que se hallan los navíos Emprendedor de 86 cañones, y el Tridente de 76, que están hace años en grada en el departamento de Ferrol.
ART. V. Si se pudiese continuar la construcción de estos navíos, se pondrá al mismo tiempo una quilla para una fragata de 40 cañones. En el caso contrario se emprenderán inmediatamente los trabajos de construcción para dos navíos, el uno de 3 puentes, y el otro de 74, además de la fragata mencionada.
ART. VI. El navío de 3 puentes se llamara las Cortes, el de 74 el Buenos-Aires, y la fragata el Almirante Gravina.
TITULO SEGUNDO.
Sobre los medios para pertrechar los arsenales.
ART. VII. Todas las maderas y herrajes que resulten de los navíos desguazados, y que sean susceptibles de emplearse en la composición o construcción de otros buques, se reconocerán y almacenaran con el mayor cuidado.
ART. VIII. Se tomaran inmediatamente las medidas necesarias para que lleguen a los tres departamentos las maderas ya cortadas, y que se hayan más inmediatas a cada uno de ellos.
ART. IX. Las maderas cortadas en los montes de Caravaca, Huescar, Cuenca y Mosqueruela, se conducirán a Cartagena, adonde se llevaran igualmente, sea por tierra o por mar, las de roble, cuyas cortas se hayan hechas en Cataluña.
ART. X. Las maderas cortadas en los montes de Ubrique se transportaran inmediatamente a Cádiz, y se activará la navegación de la pinada de Segura de la Sierra, que navega por el Guadalquivir hasta S. Lucar, de donde se conducirán por tierra hasta el Puerto de Sta. María, si las circunstancias lo exigen.
ART. XI. Las maderas que se hayan acopiadas en los riberos de la costa de Cantabria serán transportados por mar al Ferrol, bajo la protección de una escolta proporcionada; y las de pino que están cortadas en las montañas de Burgos, se conducirán a Santander para el mismo efecto.
ART. XII. El ministro de marina, encargado de la ejecución del presente decreto, nos entregará con la mayor brevedad posible el presupuesto de un fondo especial y suficiente, a fin de que las conducciones prevenidas en los artículos precedentes, sean satisfechas en el momento mismo en que se verifiquen.
Como bien sabemos, las cosas no salieron como Napoleón planeaba y sus planes rápidamente se torcieron, comenzado por una sublevación de los españoles, que entre otros muchos efectos le supuso la pérdida tanto de las fuerzas navales españolas, como de sus puertos, así como de la escuadra francesa fondeada en Cádiz. De hecho dicha escuadra fue conminada a rendirse el 9 de junio, un día antes de la publicación del decreto de restauración de la marina, rendición que se obtendría el 14 de junio.
El régimen josefino, llegaría a intentar levantar un ejército propio en España, pero por lo que respecta a una marina de guerra, esta no se materializaría nunca.
José Domingo de Mazarredo (1745-1812), teniente general de la Real Armada. A instancia de Napoleón, el rey José le nombró el 3 de junio para el cargo de las Secretarías de Estado y del Despacho de Marina, y de la Dirección General de la Armada. No se equivocaba Napoleón al elegir a Mazarredo, probablemente la mejor cabeza que tenía por entonces la Armada, para ejecutar la pretendida “restauración” de la marina.
Agustín Berlinguero. Vista de un navío de 112 cañones que forma parte de la “Colección de estampas que representan la clase y porte de los buques de guerra que componen la Marina Real de España”, de 1807.
El objetivo de esta presentación es comentar el estado de las escuadras españolas en el momento en que Napoleón impuso a su hermano como rey de España, y los planes que se tenían para estas.
Cuando uno mira el cuadro resumen del Estado General de la Armada en 1808, se encuentra que entre las 228 naves de la Armada (sin contar fuerzas sutiles) se habla de 42 navíos, 25 de ellos aparecen como “armados” y 3 como “en grada” (en construcción); también se mencionan 30 fragatas, 5 de ellas “armadas” y 1 “en grada”.
Aparentemente se trataba de una fuerza naval importante, y de la que sin duda Napoleón esperaba una mayor contribución que la que le ofrecía en ese momento un reticente aliado. Así una vez que en mayo se hizo con el control de la corona española, corona que acabaría traspasando a su hermano José, no se olvidó de prestar atención al estado y actividad de la Armada española.
El 16 de mayo Napoleón, desde Bayona, escribe a Murat en Madrid -que ejerce de Lugarteniente general del Reino de España- sobre la Armada española, y le expresa sus expectativas al respecto:
Por tanto España debería poner para la causa común, 6 navíos en Tolón, 3 navíos en Cartagena, 12 en Cádiz y 7 en Ferrol; lo que daría 28 navíos, lo que ciertamente es muy poco. Hay suficientes marineros en España. Pronto aprovisionaremos los arsenales. Lo único que hace falta es dinero y actividad.
Días más tarde, el 28 de mayo, también desde Bayona, escribe al ministro de marina francés, vicealmirante Decrès, detallándole las fuerzas con las que esperaba contar próximamente.
Para agosto, esperaba tener disponibles 42 navíos de línea franceses, distribuidos de la siguiente manera: 8 en Flesinga, 3 en Rochefort, 4 en Lorient, 7 en Brest, 2 en Lisboa, 5 en Cádiz, 12 en Tolón y 1 en Génova.
A estos 42 navíos esperaba Napoleón añadir otros 35 que se deberían botar en el periodo 1808-1809. A los 77 navíos franceses se sumarían 54 “aliados” (10 holandeses, 1 danés, 23 rusos y 20 españoles) para constituir lo que Napoleón describe como:
...una masa de 131 navíos, que exceptuando los 12 navíos rusos en el Báltico, dará que 119 navíos estén bajo mi inmediato liderazgo y apoyados por los campamentos, de 7.000 hombres en Texel, 25.000 en Amberes, 80.000 en Boulogne, 30.000 en Brest, 10.000 en Lorient y en Rochefort, de 6000 españoles en Ferrol, de 30.000 hombres en Lisboa, 30.000 en Cádiz, 20.000 en Cartagena, 25.000 en Tolón, 15.000 en Reggio y 15.000 en Tarento. Me parece que este sería un tablero de ajedrez que, sin exigir demasiada de la fortuna, sin siquiera requerir una habilidad extraordinaria en nuestros marineros, debe conducirnos a grandes resultados.
Joachim Murat (1767-1815), cuñado de Napoleón, que además de mariscal del Imperio le había otorgado el título de Gran Duque de Berg (y mas adelante rey de Nápoles). En este cuadro aparece con uniforme naval de Gran almirante del Imperio, un título mas que nada honorífico.
Antoine Roux. El navío de 110 cañones Commerce de Paris, en la fase final de su construcción en Tolón en 1806. Uno de los numerosos navíos franceses botados tras Trafalgar, y cabeza de serie de un nueva clase de navíos de tres puentes.
A lo largo de mayo y comienzos de junio, cuando la situación en España se creía erróneamente controlada, hubo tiempo para pergeñar unos primeros planes para “activar” la Armada española, siendo su primer hito la publicación el 10 de junio de un decreto de “Restauración de la Marina”.
S. A. I. y R. el gran Duque de Berg, Lugar-Teniente General del reino, se ha servido expedir el real decreto siguiente:
Considerando el interés mas urgente de España exige que se tomen las medidas mas enérgicas y convenientes para acelerar la restauración de la marina; que es necesario sacar todo el partido mas pronto posible de los navíos que se hallan fuera de estado de servicio, o que exigen reparos que no guardan proporción con su valor; y que la justicia y la humanidad dictan se proporcione trabajo para una clase tan interesante como lo es la de la maestranza de la marina española , según estado el que se no ha comunicado de los diferentes buques que la componen, hemos decretado y decretamos lo que sigue:
TITULO PRIMERO
Sobre los trabajos de armamento, carenas y construcción.
ARTICULO I. Se procederá inmediatamente al armamento de los navíos Sta. Ana y Niño (Miño) en Cádiz; el Concepción en Ferrol; S. Carlos en Cartagena, y el Glorioso en Málaga.
El navío América, que se haya en Vigo, se pondrá en estado de poder salir a la mar para que pase a Ferrol.
ART. II. Se procederá al desguace de los navíos Conde de Regla, Soberano, S. Fermín, y S. Gabriel en Cádiz; del Mexicano y del San Fernando en Ferrol; del Astuto y del S. Joaquín en Cartagena, y del España en Vigo, por ser todos inútiles para el servicio.
ART. III. Se continuará en Cartagena la carena del navío S. Pedro Alcántara; se emprenderá sucesivamente en Cádiz la recorrida y apresto de los navíos S. Juan Bautista, Argonauta y Castilla. ART. IV. Se nos comunicara con la mayor brevedad posible el estado en que se hallan los navíos Emprendedor de 86 cañones, y el Tridente de 76, que están hace años en grada en el departamento de Ferrol.
ART. V. Si se pudiese continuar la construcción de estos navíos, se pondrá al mismo tiempo una quilla para una fragata de 40 cañones. En el caso contrario se emprenderán inmediatamente los trabajos de construcción para dos navíos, el uno de 3 puentes, y el otro de 74, además de la fragata mencionada.
ART. VI. El navío de 3 puentes se llamara las Cortes, el de 74 el Buenos-Aires, y la fragata el Almirante Gravina.
TITULO SEGUNDO.
Sobre los medios para pertrechar los arsenales.
ART. VII. Todas las maderas y herrajes que resulten de los navíos desguazados, y que sean susceptibles de emplearse en la composición o construcción de otros buques, se reconocerán y almacenaran con el mayor cuidado.
ART. VIII. Se tomaran inmediatamente las medidas necesarias para que lleguen a los tres departamentos las maderas ya cortadas, y que se hayan más inmediatas a cada uno de ellos.
ART. IX. Las maderas cortadas en los montes de Caravaca, Huescar, Cuenca y Mosqueruela, se conducirán a Cartagena, adonde se llevaran igualmente, sea por tierra o por mar, las de roble, cuyas cortas se hayan hechas en Cataluña.
ART. X. Las maderas cortadas en los montes de Ubrique se transportaran inmediatamente a Cádiz, y se activará la navegación de la pinada de Segura de la Sierra, que navega por el Guadalquivir hasta S. Lucar, de donde se conducirán por tierra hasta el Puerto de Sta. María, si las circunstancias lo exigen.
ART. XI. Las maderas que se hayan acopiadas en los riberos de la costa de Cantabria serán transportados por mar al Ferrol, bajo la protección de una escolta proporcionada; y las de pino que están cortadas en las montañas de Burgos, se conducirán a Santander para el mismo efecto.
ART. XII. El ministro de marina, encargado de la ejecución del presente decreto, nos entregará con la mayor brevedad posible el presupuesto de un fondo especial y suficiente, a fin de que las conducciones prevenidas en los artículos precedentes, sean satisfechas en el momento mismo en que se verifiquen.
Como bien sabemos, las cosas no salieron como Napoleón planeaba y sus planes rápidamente se torcieron, comenzado por una sublevación de los españoles, que entre otros muchos efectos le supuso la pérdida tanto de las fuerzas navales españolas, como de sus puertos, así como de la escuadra francesa fondeada en Cádiz. De hecho dicha escuadra fue conminada a rendirse el 9 de junio, un día antes de la publicación del decreto de restauración de la marina, rendición que se obtendría el 14 de junio.
El régimen josefino, llegaría a intentar levantar un ejército propio en España, pero por lo que respecta a una marina de guerra, esta no se materializaría nunca.
José Domingo de Mazarredo (1745-1812), teniente general de la Real Armada. A instancia de Napoleón, el rey José le nombró el 3 de junio para el cargo de las Secretarías de Estado y del Despacho de Marina, y de la Dirección General de la Armada. No se equivocaba Napoleón al elegir a Mazarredo, probablemente la mejor cabeza que tenía por entonces la Armada, para ejecutar la pretendida “restauración” de la marina.
Agustín Berlinguero. Vista de un navío de 112 cañones que forma parte de la “Colección de estampas que representan la clase y porte de los buques de guerra que componen la Marina Real de España”, de 1807.