BRIGADIER JUAN MANUEL DE URBINA Y ZÁRATE

"Personajes" que han dejado o pretendido dejar huella en la Historia siempre dentro de un contexto militar.

Moderador: Hans Joachim Marseille

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BRIGADIER JUAN MANUEL DE URBINA Y ZÁRATE

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Que los vascos han dado a España excelentes personas no hay para que decirlo y justo es destacar a aquellos que han sobresalido de entre ellos por sus acciones en cualquier campo y como este es un libro en el cual traemos a la memoria a aquellos militares que sirvieron a España pero que debido al inexorable paso del tiempo han sido olvidados, hemos pensado que es un buen momento para hablar del Brigadier Don Juan Manuel de Urbina y Zárate, vitoriano de pro y español insigne.

Vino al mundo Don Juan Manuel en la ciudad de Vitoria, el veinticinco de Junio de 1715, siendo sus padres Don Bartolomé José Ortiz de Urbina y Doña Brígida Ortiz de Zárate, marqueses de la Alameda. Fueron sus abuelos paternos Don Cristóbal Ortiz de Urbina y Doña Magdalena Ruiz de Zurbano, vitorianos. Fueron sus abuelos maternos Don Esteban de Ortiz de Zárate y Doña Gregoria González de Junquitu, naturales y vecinos de Vitoria.

Bien, las primeras noticias que tenemos de nuestro hombre nos lo sitúan en el quince de Noviembre de 1731, cuando empieza a servir al Rey en clase de Cadete, pasando a formar parte de la Compañía que mandaba D. Gaspar de la Torre, del Regimiento de Guardias de Infantería Españolas, permaneciendo en esa clase hasta al menos el veinte de Septiembre de 1734, siendo entonces su destino en la Compañía que mandaba el Capitán D. Juan Junco, habiendo pasado durante este periodo de tiempo por diferentes situaciones de guerra, habiendo demostrado con suficiencia su capacidad para distinguirse con gran valor, su amor y celo en el servicio del Rey y haber manifestado una adecuada conducta en todo cuanto sus Oficiales le mandaban y todo ello con gran satisfacción por parte de sus superiores.

Pero para hacer honor a los servicios prestados en esta etapa de su juventud a España y al Rey, procederemos a detallar las acciones en las que se halló, que fueron varias, dando así, de camino, un repaso a algunos de los hechos de armas españoles del siglo XVIII.

No sabemos a que ciudad fue destinado nuestro hombre a realizar sus primeras instrucciones y aprender los rudimentos del arte militar, ni donde juró las banderas, pero lo que si sabemos es que la primera acción de guerra en la que se halló y que supuso su bautismo de fuego, fue la reconquista y restauración a España de la plaza de Orán.

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Decidida España a recuperar aquella plaza en del norte de África y asegurarse la tranquilidad en aquella zona mediterránea, se mandó una expedición militar al mando de Don José Carrillo de Albornoz, conde de Montemayor, y de Don Francisco Javier Cornejo, dando comienzo a partir de este momento a la aventura militar de nuestro hombre en los campos de batalla y que le mantendrán en ellos hasta mediados de1746.

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Partió el quince de Junio de 1732 la Escuadra española del puerto de Alicante con los batallones elegidos al efecto, entre ellos las Reales Guardias de Infantería Española, entre cuyos efectivos se encontraba D. Juan Manuel de Urbina, teniendo que hacer frente a recios vientos que le dificultaron el avance, aunque ello no fue óbice para que al final se llegase a la zona elegida para el desembarco, en el paraje llamado de Las Aguadas, internándose acto seguido en el país la vanguardia del Ejército, la cual iba mandada por el marqués de Santa Cruz, quienes tras algunas escaramuzas con los moros y breve asedio se hicieron dueños del castillo de Mazalquivir, donde se colocó una batería Artillera.

Cuando llegó el resto del Ejército a la plaza, la noticia había corrido como la pólvora y llegaron a los españoles nuevas que decían que el enemigo, al perder su principal puerto, había abandonado la plaza de Orán, y aunque dieron cierto crédito a esas noticias recelaron de que se tratarse de una trampa, por lo cual se enviaron algunas Compañías en descubierta, que tras investigar volvieron confirmando la noticia.

Así, tras este hecho, procede el Ejército a avanzar hacia Orán, posesionándose de la plaza y puntos cercanos sin problemas, a la vez que la Regencia de Argel, espantada ante la idea de una invasión general del país por parte de los españoles huye, y aunque los nuestros barajaron la posibilidad no procedieron a ello, pues no eran esas las órdenes que había, de modo que el Ejército embarca y vuelve a la Península dejando una fuerte guarnición en la zona al mando del marqués de Santa Cruz.

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Los moros aprovecharon la ida de los españoles para tratar de recuperar las plazas perdidas, asediándolas, poniendo en situación apurada a las guarniciones, ante lo cual se mandaron avisos a España en demanda de refuerzos, a la vez que se trataba de impedir la acometida mora llegando al extremo de tener que realizar una vigorosa salida por parte del marqués con sus hombres, que consiguió desbaratar la ofensiva mora. Pero el demasiado ardor puesto en la acometida provoca que se rompa la formación dando pie a que los moros se revuelvan y cerquen por todos lados a los nuestros, creando una situación bastante comprometida para las armas españolas, lo cual quedó conjurado al aparecer los refuerzos demandados, lo que aprovechó el marqués para rehacerse, reunir a los fugitivos y cercados y ya todos juntos rechazar al enemigo, pero con la mala fortuna de que es herido y muerto en el campo de combate.

Tras estos sucesos, se pacificó la zona, se dejaron bien guarnecidos los puntos más importantes y los demás regresaron a España.

El estallido en 1733 de la Guerra de Sucesión polaca dio lugar a que Europa se enfrentase nuevamente, pues Austria y Rusia apoyaron la candidatura de Augusto de Sajonia, mientras que Francia prestó su apoyo a la de Estanislao Leszcynski, que era suegro de Luis XV de Francia. Dicha situación obligó al país galo a firmar una alianza anti imperial con España, que se materializó con el Tratado del Escorial o Primer Pacto de Familia, firmado el 7 de Noviembre de 1733, entrando así España en la guerra.

Así pues, con esta nueva situación se decide que el Regimiento de Don Juan Manuel de Urbina se traslade junto al resto del ejército al Reino de Nápoles, para defender los intereses hispano-franceses sobre aquel reino y mantener de paso la influencia política española en el escenario internacional, debiendo España enfrentarse a los austriacos que querían imponer su hegemonía y cuyos ejércitos en Italia se hallaban al mando del príncipe de Belmonte, el cual, contando con seis mil infantes y dos mil de a caballo, partió de Bari llegando a la plaza de Bitonto, pues habían llegado noticias de que llegaban los españoles a esa ciudad.

De modo que al llegar a la zona, dispuso Belmonte a su caballería en la campiña cercana a la plaza de Bitonto y a parte de la infantería más veterana en el camino de San Martín, el que suponía traerían los nuestros para llegar a la plaza, pero al enterarse nuestros hombres de ello, variaron de inmediato el rumbo, y marchando por lugares menos cómodos consiguieron llegar a la vista del enemigo la tarde del día veintitrés de Mayo de 1734, y percatándose el conde de Montemayor, General de las tropas españolas, que los imperiales habían elegido el mejor sitio, decidió en consejo de guerra con su Estado Mayor, dejar el encuentro bélico para el siguiente día, pasando la noche en estado de alerta.
Se preparó Don Juan Manuel junto con sus compañeros para el combate que daría comienzo la mañana siguiente, veinticuatro de Mayo, y a primeras horas empezaron a situarse nuestras tropas, en siete columnas, cuatro de caballería y tres de infantería, disponiéndose de la siguiente manera:

- la derecha la ocuparon el Teniente General duque de Veragua y el Mariscal de Campo Don Reinaldo MacDonald, con siete compañías de Granaderos, tres batallones de Guardias Españolas y uno de Suizos,

- el centro lo ocupó el Teniente General marqués de Bers con el mismo número de Granaderos y los dos cuerpos de Lombardos y de la Corona,

- la izquierda, ocupada por el conde de Maceda y el Mariscal de Campo Don Juan Bautista Gages, constaba de ocho Compañías de Granaderos, tres Batallones de Guardias Valonas y el segundo de Suizos,

-la Caballería se hallaba mandada la primera columna por el Teniente General marqués de Pozo Blanco y el Mariscal conde de Sicilia, y constaba de la Brigada de Carabineros Reales,

- la segunda columna, mandada por el Teniente General marqués de Mina y el Mariscal marqués de Castelar, se componía de cuatro Escuadrones de los Regimientos de Pavía y Francia, cuatro de Granaderos a caballo y la de Granaderos Reales,

- la tercera la mandaban el Teniente General duque de Castropiñano y el Mariscal Don José Grimao, con elementos de los Regimientos de Milán, Flandes y Andalucía,

- por último, la cuarta estaba al mando del Teniente General marqués de Chatearefort y el Mariscal marqués de Bay, con los Regimientos de Borbón, Extremadura y Malta.

Bien, como el conde de Montemayor había observado que la mayor parte de la fuerza enemiga estaba situada en la derecha, ordenó reforzar la izquierda nuestra con los Carabineros Reales, extendiendo la línea y procediendo a avanzar desalojando los puestos enemigos, de suerte que uno que atacó el conde de Maceda produjo una desbandada de los imperiales creando gran confusión, lo que se tradujo en que atacara fuertemente, avanzase más y ocupase posiciones, seguido a continuación y por orden de Montemayor de las demás tropas, poniendo en fuga a los austriacos y sus aliados.

Los Regimientos de caballería de Dragones de Francia y de Pavía realizaron exitosos ataques, mientras que el resto de la caballería persiguió al enemigo hasta las inmediaciones de Bari, alcanzando el Regimiento de Carabineros la retaguardia enemiga a muy pocos kilómetros de esa plaza, causándole graves daños entre la tropa y la oficialidad, llegando nuestros hombres hasta las mismas murallas de la ciudad.


"...como jueces de la competición están los dioses, que, naturalmente, se pondrán de nuestra parte, ya que nuestros enemigos han jurado en falso sobre ellos, mientras que nosotros, teniendo ante nuestros ojos tanta abundancia de posesiones, nos hemos mantenido firmemente apartados de ellas en virtud de nuestro juramento a los dioses" Jenofonte - Anábasis.
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Re: BRIGADIER JUAN MANUEL DE URBINA Y ZÁRATE

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Mientras, el General Rodoselli, Mariscal de Campo imperial, se había retirado a la plaza de Bitonto, procediendo a su defensa junto con la guarnición que allí había, pero a pesar de los esfuerzos que realizaron los sitiados por superar el trance, acabaron por capitular y tras rendirse entregaron a las puertas de la ciudad las armas y banderas y se tomaron por nuestra parte gran número de prisioneros, a quienes Montemayor ofreció servir bajo las banderas del Rey de España, haciéndolo alrededor de tres mil quinientos de ellos. Se dejó una fuerte guarnición en la plaza.

De los nuestros se contabilizaron entre muertos y heridos unos trescientos. En palabras de Clonard, la batalla se resume así:

”…Al fin se encontraron en los campos de Bitonto (24 de Mayo), donde se dio aquella famosa batalla, casi sin egemplo y sin copia alguna en los fastos militares del mundo, y en la que todo el ejército enemigo quedó muerto o prisionero. El regimiento de Lombardía…recibió…la misión de custodiar a cuatro mil austriacos desde Bitonto a Nápoles.”

El siguiente día veintiséis, marchó Don Juan Manuel de Urbina, nuestro hombre, junto con el resto del Ejército a la plaza de Bari, la cual también terminó capitulando y donde se hicieron numerosos prisioneros, entre ellos ni más ni menos que el príncipe de Belmonte -el General imperial-, al Teniente General príncipe Strumbali, a los Generales Vignales y Rodoschi y otros Jefes y Oficiales, junto con quince banderas y veinticuatro estandartes, todo su campamento, municiones y veintitrés cañones.

Tras estos acontecimientos, embarcó junto a su Regimiento con destino a la isla de Sicilia, donde participó en el sitio y toma de Castello Amare, en la zona de Palermo.

No terminaron aquí, ni mucho menos, las situaciones de guerra en las que se halló Don Juan Manuel de Urbina tras estos hechos de armas, no, sino que alerta como estaban las tropas españolas ante las evoluciones de los enemigos, ocurrió entonces que el Infante Don Carlos de Borbón salió de Parma y reunió un ejército de españoles con el que se dirigió al Reino de Nápoles, donde sus habitantes sentían aversión por los austriacos y querencia por los españoles, lo que los predispuso a favor de estos, cosa que aprovechó el de Borbón para hacer concesiones y promesas que animaran a los habitantes del reino a contribuir a los gastos militares.

Con esta coyuntura a su favor, consiguió hacerse poco a poco con el control de las plazas que ocupaban los imperiales, manteniendo estos ya únicamente en la región las plazas de Capua y Gaeta. Eran mandadas las tropas austriacas por los Generales Carafa y Traun.
En esto que llegó una escuadra española mandada por el conde de Clavijo con ocho mil hombres, que ocuparon las islas de Ischia y Prócide y con estos efectivos pudo el conde de Montemar -que operaba en sintonía con el Infante de Borbón- proceder a completar la invasión del territorio objeto de los intereses españoles, retirándose los austriacos a las dos plazas últimas citadas, y terminar con el cerco y asedio que soportaban y que duraba ya casi cuatro meses, acabando por ser capturada Gaeta el seis de Agosto de ese año de 1734.

Muy satisfecho debían estar los superiores de Don Juan Manuel de Urbina con sus acciones, celo y aplicación en el servicio, que debieron irle ascendiendo en el escalafón militar y, así, lo vemos recibiendo su patente de Capitán y siéndole conferido el mando de un Escuadrón del Regimiento de Dragones de la Reina, empleo concedido por Real orden de dieciséis de Abril de 1735. Si nos fijamos, se le destina a un arma diferente, pues ahora pasa a prestar sus servicios en la Caballería, quizás por petición propia.

En el desempeño de sus funciones le hallamos cuando es recibido por Caballero del Orden de Santiago, recibiendo el hábito de dicha Orden el diecinueve de Julio del año de 1737.Tras estos acontecimientos, se firmó la paz en 1738.

Pero los conflictos europeos no terminaban, porque como consecuencia de la llamada Guerra de Sucesión austriaca Italia vuelve a verse convertida en campo de batalla, y España, que firma con Francia el Tratado de Fontainebleau o Segundo Pacto de Familia, rubricado el veinticinco de Octubre de 1743 y con el objeto de mantener y reafirmar los intereses hispano - franceses en Italia y evitar la influencia política y militar austriaca, país que había firmado con Saboya el Tratado de Worms el anterior trece de Septiembre, envía nuevamente tropas a la península italiana y, así, su Regimiento recibe la orden de trasladarse a aquel país a contrarrestar la influencia austriaca. Iban los españoles mandados por el Teniente General Don Juan de Gages, quien había recibido la orden de encontrar al enemigo y obligarle a trabar combate u obligarle al menos a encerrase en sus plazas, para lo cual se puso en marcha el ejército el dos de Febrero de 1743, hostilizando y dificultando la situación del enemigo austriaco.

Impedir la presencia e influencia austriaca en Italia pasaba por un lado por intentar obtener para el infante Don Felipe de Borbón Milán, Mantua, Parma y Plasencia y por otro reafirmar a Don Carlos de Borbón como soberano de Nápoles. Además, Venecia, que por el Tratado de Worms veía amenazada su integridad territorial y sus intereses se inclina del lado borbónico.

El siguiente día cuatro pasó el ejército español a Solera y el cinco se mandaron tres mil hombres de reconocimiento a informarse acerca de las fortificaciones con que contaba la plaza de Bomporto y aunque se presentó batalla los austriacos la rehusaron, pasando entonces los nuestros al lugar llamado Camposanto, en la idea de que los imperiales pensasen que las intenciones españolas eran atacar Mantuano y así hacerles salir de Bomporto, quedando en dicho punto unos seiscientos españoles a las órdenes del Brigadier marqués de Bárcena y del Coronel Campó.

El siguiente día seis se presentó el austriaco en Camposanto, para retirarse el siete y volver el ocho con la caballería y la infantería pensando en atacar a los nuestros, en la idea de que el punto estaba óptimo para atacarlo y desbaratar los planes españoles, pero advertido de ello Don Juan de Gages, ordenó formar su ejército en dos líneas, distribuir la artillería en tres baterías y a la caballería la dispuso en nueve escuadrones en el ala derecha y tres en la izquierda.

Era ya pasado el mediodía cuando empezó a tronar la artillería a y a llover fuego sobre ambos ejércitos, a la vez que la Infantería imperial comenzó su avance hacia los nuestros, los cuales permanecieron impasibles hasta que el duque de Atrisco, con un par de escuadrones de caballería rompió la fila de caballería enemiga, que estaba formada por nueve escuadrones, lo que no impidió que se pudiera reorganizar para ser de nuevo arrollados por los jinetes españoles, que los pusieron en fuga y sin poder volver a reorganizarse, a la vez que les tomaron ocho estandartes y se les hizo varios prisioneros, entre ellos a los Tenientes Generales Cicer y Presqberg, el Brigadier Comendado de Cimuani y otros Jefes y Oficiales.

En estos ataques se distinguió Don Juan Manuel al mando de los hombres de su escuadrón, todos los cuales recibieron fuertes descargas de fusilería austriaca, causando muertos y heridos entre los nuestros, recibiendo en este día Don Juan Manuel de Urbina dos heridas, las cuales no le impidieron continuar mandando su escuadrón y seguir dando muestras de su buen hacer y animando a sus hombres con su ejemplo.

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"...como jueces de la competición están los dioses, que, naturalmente, se pondrán de nuestra parte, ya que nuestros enemigos han jurado en falso sobre ellos, mientras que nosotros, teniendo ante nuestros ojos tanta abundancia de posesiones, nos hemos mantenido firmemente apartados de ellas en virtud de nuestro juramento a los dioses" Jenofonte - Anábasis.
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Re: BRIGADIER JUAN MANUEL DE URBINA Y ZÁRATE

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La lucha que siguió fue tremendamente encarnizada y a los ataques austriacos se sucedían los españoles, los cuales, gracias a su coraje y buen orden consiguieron tras fortísimas descargas de fuego y contundentes ataques a la bayoneta del Regimiento de la Reina hacer retroceder al enemigo, quedando los españoles dueños del campo, que tras acabar de examinarlo y retirar a los heridos y prisioneros se dio por concluida la función el día nueve. En palabras de Clonard, lo podemos resumir así:

“…Pero el viejo cuerpo español ejecuta velozmente una maniobra de los mayores resultados; rompe su primera articulación con la línea; fórmase en martillo, y se arroja impetuosamente sobre los imperiales. Estos, que esperaban acometer en vez de ser acometidos, vacilan, titubean, y acaban por huir tumultuosamente, favoreciéndoles la oscuridad de la noche..….Mal parado el conde de Traun, sin empeñar en la batalla sus demás tropas, fue a recogerse con todas en las imponentes trincheras de Bon-Porto.”

Parece ser que el número de muertos, heridos y prisioneros sufridos por los españoles fue de mil seiscientos, entre ellos el Coronel de la Reina, mientras que por parte de los austriacos la cifra se elevó a más de cuatro mil quinientos.

Decir también que de los trofeos tomados a los imperiales, el Regimiento de Don Juan Manuel tomó el estandarte del Regimiento austriaco de Faimaster, junto a un par de timbales de los Coraceros Berlichingen, que tomó el Cabo Don Maximilano Antonio Méndez, que resultó herido en esta acción.

Tras este hecho de armas, pasó el Regimiento de Don Juan Manuel de Urbina a continuar las operaciones militares, manteniéndose alerta, hasta que Don Carlos de Borbón, con los españoles y napolitanos, dispuesto a impedir la invasión enemiga de sus estados, se desplazó a Velletri, estando los imperiales atrincherados en Monte Espino y la Fajola, y aunque los separaba un profundo valle se produjeron algunas escaramuzas sin resultados positivos para los austriacos, de modo que su General, Lobkowitz ordenó atacar por sorpresa a los españoles y, así, ordenó un primer ataque al amanecer del once de Agosto de 1744 sobre el Cuartel General español, rebasando a la Caballería y al Regimiento Irlanda, para a continuación lanzar un segundo ataque como una hora después, por la montaña, haciéndose con el control del terreno al superar a nuestros Fusileros de Montaña, pero repuestos Don Carlos de Borbón y el conde de Gages de la sorpresa inicial, ordenaron el envío de nuevas fuerzas a los lugares de mayor peligro, consiguiendo rechazar al enemigo tras más de tres horas de vivísimo fuego y encarnizados combates, resultando la victoria de los españoles, que se hicieron con el campo, hicieron prisioneros al Mayor General Novati, a ocho Oficiales y a setecientos soldados y les hicieron sobre dos mil muertos.

Por desgracia, los imperiales hicieron prisionero a nuestro conde de Mariani, a veinte Oficiales y a trescientos sesenta soldados, y resultaron muertos el Coronel del regimiento de Irlanda, Macdonal y otros Oficiales.

Tras este hecho de armas y habiendo sido ascendido al empleo de Coronel el diez y seis de Enero de 1745, no volvió a participar Don Juan Manuel de Urbina en ningún otro hasta que el cuatro de Agosto de ese año acampa con su Regimiento y el resto del ejército en San Julián, junto a la localidad piamontesa de Tortona y tras la realización de las trincheras y colocación de la artillería se sucedieron las escaramuzas y encuentros bélicos a partir del catorce de Agosto y que duraron hasta el tres de Septiembre, día en el que el marqués de Ormea, Comandante de la plaza, pidió una conferencia con el Teniente General de Trinchera español, Don Nicolás de Carvajal, proponiéndole mandar una embajada al rey de Cerdeña con el fin de comunicarle el estado de la plaza y que le diera instrucciones sobre si seguir o capitular, pero sabedor de ello Don Carlos de Borbón, se opone a ello, dándole de plazo hasta las seis de la tarde para capitular, si no se reanudaría el fuego. Los sitiados aceptaron y la plaza fue tomada ese mismo día tres de Septiembre.

Tras este hecho de armas y habiendo sido ascendido al empleo de Coronel el diez y seis de Enero de 1745, no volvió a participar Don Juan Manuel de Urbina en ningún otro hasta que el cuatro de Agosto de ese año acampa con su Regimiento y el resto del ejército en San Julián, junto a la localidad piamontesa de Tortona y tras la realización de las trincheras y colocación de la artillería se sucedieron las escaramuzas y encuentros bélicos a partir del catorce de Agosto y que duraron hasta el tres de Septiembre, día en el que el marqués de Ormea, Comandante de la plaza, pidió una conferencia con el Teniente General de Trinchera español, Don Nicolás de Carvajal, proponiéndole mandar una embajada al rey de Cerdeña con el fin de comunicarle el estado de la plaza y que le diera instrucciones sobre si seguir o capitular, pero sabedor de ello Don Carlos de Borbón, se opone a ello, dándole de plazo hasta las seis de la tarde para capitular, si no se reanudaría el fuego. Los sitiados aceptaron y la plaza fue tomada ese mismo día tres de Septiembre.

Tras estos hechos, las tropas españolas tomaron a Plasencia y su ciudadela los siguientes nueve y doce de Septiembre. Pasaron luego el río Po, participando Don Juan Manuel parte en el sitio de Valencia del Po, para tras apoderarse de varias plazas -Provera, Bobbio, Parma,…- cruzar nuevamente el Po dirigiéndose a Milán y temiendo el general imperial Schulemberg su pérdida, envió un ejército a socorrer aquella plaza, dispersando de esta manera a sus tropas, siendo esto aprovechado por el conde de Gages y por el infante Don Felipe para lanzarse sobre las tropas del rey de Cerdeña, el cual, con pocas tropas, optó por retirarse, encontrándose Schulemberg aislado y obligado a retirarse, quedando así el Milanesado, capital incluida, en manos españolas.
"...como jueces de la competición están los dioses, que, naturalmente, se pondrán de nuestra parte, ya que nuestros enemigos han jurado en falso sobre ellos, mientras que nosotros, teniendo ante nuestros ojos tanta abundancia de posesiones, nos hemos mantenido firmemente apartados de ellas en virtud de nuestro juramento a los dioses" Jenofonte - Anábasis.
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Re: BRIGADIER JUAN MANUEL DE URBINA Y ZÁRATE

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Al año siguiente de 1746, se reúnen los ejércitos españoles en la ribera del Tánaro con el objeto de impresionar a los austriacos, pero la crecida del río lo impidió, y aunque el marqués de Castelar intentó amilanarlos, no lo pudo hacer, emprendiendo un movimiento de retirada laborioso, intentando hacer creer a los imperiales que se dirigía sobre Parma, pero no lo pudo conseguir y se vio en la situación de entablar combate en las faldas de los montes parmesanos, pero como la posición del español era aventurada y no contaba con el apoyo de las tropas del infante Don Felipe, decide desplazarse hasta Porto Specie, en la región de Génova, y tras azarosos movimientos consigue unirse a las tropas del infante en Plasencia.

Pero las cosas, que tan bien iban, se torcieron, pues el rey de Francia, cansado por un lado del excesivo coste que estaba suponiendo tan prolongada campaña y temeroso del fortalecimiento de los españoles en Italia, hizo caso a la proposición de paz que le formuló el rey de Cerdeña, firmando con este un armisticio. Esto, evidentemente, perjudicaba los intereses españoles, a lo que había que sumar el peligro que suponían los treinta mil soldados veteranos que la emperatriz María Teresa hizo llegar a la región del Po desde la del Vístula.

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Nombramiento de Teniente de Rey de Pamplona (anverso)

Como se comprenderá, todos estos sucesos provocaron un giro en el estado de la situación, pues por un lado el rey de Cerdeña a tacó a los franceses -con quienes había pactado-, dejando a los españoles sin ese apoyo auxiliar, quedando diseminados por el territorio conquistado, no teniendo más remedio que concentrarse el ejército, lo que hizo a orillas del Tánaro, pero como las tropas imperiales entraron por el Milanesado, pensó Gages en la adversidad de verse atrapado entre dos fuegos, de modo que se retiró de Milán y demás ciudades conquistadas.

A esto, había que un problema más, y era que ocho mil hombres al mando del marqués de Castelar habían quedado abandonados en la zona de Parma y que había que ayudar, de modo que el conde de Gages, gran estratega, vio la zona de Plasencia como lugar ideal para enlazar con las tropas de Castelar y, de camino, recoger lo que quedaba de las tropas francesas al mando del Mariscal Maillebois.

Al fin, se reúnen con las del conde de Gages las tropas mandadas por Castelar y por Maillebois en Plasencia, decidiéndose en consejo de guerra esperar allí al enemigo y hacerle frente en batalla para desgastarlo, opción muy atrevida y con grandes riesgos, batalla imprudente pero necesaria en palabras de Clonard.

Bien, el heroísmo español se vio superado en la batalla de Plasencia del dieciséis de Junio, en la cual fallecieron no menos de siete mil soldados españoles, salvándose de milagro Don Juan Manuel de Urbina, quien todavía participaría en un combate más, el sostenido el día diez de Agosto de ese año de 1746, en la sangrienta batalla del paso de Tidone, cuando con su Regimiento desbarata y vence al imperial Regimiento Dragones de Saboya, cogiéndosele un estandarte.

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Nombramiento de Teniente de Rey de Pamplona (reverso)

Estos sucesos y la muerte de Felipe V el nueve de Julio de1746 cambian radicalmente la situación para España, pues Fernando VI, el nuevo rey, comprende que la guerra en Italia ya no va a reportar intereses a España, sino perjuicios y que el beneficiado de la presencia hispana iba a ser su hermano Carlos, de modo que decide retirarse, lo cual queda materializado tras la firma el dieciocho de Octubre de1748 de la Paz de Aquisgrán, por la cual Don Carlos de Borbón se queda con Nápoles, Don Felipe de Borbón con Parma, Plasencia y Guastella y España se libera de un conflicto que ya nada bueno le iba a reportar.

Tras los últimos combates, regresa a España Don Juan Manuel de Urbina, pasando a Pamplona a ocupar la plaza de Teniente de Rey, cargo que obtuvo el cuatro de Enero de 1747 y de cuyo desempeño solo tenemos noticia de un par de incidentes, que son:

1- por una noticia que se tuvo, mandó el doce de Julio de 1759 detener y encarcelar a un ciudadano aragonés-Don José Ibáñez y Gafia- que se hospedaba en uno de los mesones de la ciudad de Pamplona y aunque revocó la orden esa misma noche, volvió a darle efecto al día siguiente manteniéndosele preso en el castillo de la Ciudadela hasta el siguiente día quince, y como el procedimiento había sido contrario a las leyes vigentes se solicitó para el señor Ibáñez reparación ajustada a derecho, lo que así se hizo.

2- siendo Teniente de Rey de la plaza de Pamplona obtuvo también el cargo de Gobernador interino de dicha plaza. Consecuencia de esto disputó en 1773 con el Comandante de la Ciudadela sobre que el mando supremo de dicha Ciudadela recaía sobre el y no en su Comandante, el cual era su subordinado, pero la cosa no llegó a más, primero por un Real Decreto de veintinueve de Mayo de 1774 que dejaba las cosas claras a favor de Don Juan Manuel de Urbina y segundo, porque este falleció en ese año de 1774.

Como no podía ser de otra manera, tras tantos años de permanente estado de guerra, llega el momento de pensar en asentarse y en fundar una familia, conociendo en Pamplona a la que sería su mujer y madre de sus hijos, la bella señorita Doña Ana María Gaytán de Ayala Larzanguren, hija de los marqueses de Aravaca y Tola, natural de la villa de Salvatierra, en Álava, recibiendo la autorización real para contraer matrimonio el seis de Mayo de 1749. Con Ana María tuvo varios hijos, de los cuales sabemos que su hijo Ramón era Teniente en Noviembre de 1773.

Ya su vida discurre plácidamente entre su trabajo como Teniente de Rey y Gobernador interino de Pamplona y su familia, sus amigos y sus aficiones, entre las que a buen seguro se hallaba la caza como buen militar que era y curtido en cien batallas, hasta que el veintidós de Julio de 1760 le llega despacho oficial por el que Su Majestad le honra con el empleo de Brigadier de los Reales Ejércitos, pero al transcurrir el tiempo y ver como otros brigadieres con menos años de servicio y menos batallas a sus espaldas obtienen el empleo de Mariscal de Campo, y sintiéndose por ello discriminado, no puede callar y en 1763 envía al Rey un memorial exponiéndole su caso y los méritos por los que se cree merecedor de obtener ese empleo de Mariscal de Campo. Pero ¡ay!, no obtiene la respuesta deseada y ya, en el desempeño de su cargo y en la dedicación a su familia, entrega este buen vasco su alma al Señor el veintiséis de Marzo de 1774, en la ciudad de Pamplona, tras cuarenta y tres años de servicio abnegado y profesional a España y al Rey.
"...como jueces de la competición están los dioses, que, naturalmente, se pondrán de nuestra parte, ya que nuestros enemigos han jurado en falso sobre ellos, mientras que nosotros, teniendo ante nuestros ojos tanta abundancia de posesiones, nos hemos mantenido firmemente apartados de ellas en virtud de nuestro juramento a los dioses" Jenofonte - Anábasis.
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Re: BRIGADIER JUAN MANUEL DE URBINA Y ZÁRATE

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Fuentes Documentales:

1- Fundación Sancho el Sabio. Caja Vital. Archivo de los marqueses de la Alameda, con las signaturas siguientes :

- URBINA, C73 N5, C77 N39, C77 N9, C77 N13, C77 N41, C73 N20, C77 N43, C77 N81, C77 N45, C73 N46, C77 N46, C73 N7, C23 N1, C75, N38, C75, N49

2- Archivo General de Simancas. SGU Legajos 2496, 3,7; 1,8 y 2,8

3- Caballeros de la orden de Santiago. Siglo XVIII, 1739 a 1745. Tomo III, página 83. Vicente de Cadenas y Vicent. Ediciones Hidalguía, Madrid 1978.

4- Historia de España desde el tiempo primitivo hasta el presente. Tomo IV. Carlos Romey. Barcelona,1845

5- Relacion de la batalla de Bitonto, en el Reyno de Napoles, y rendición de Bari por las Catholicas armas de España, mandadas por el Excelentissimo Señor Conde de Montemayor, en los días 24. y 25. de Mayo de 1734. Conde de Montemayor. Universidad de Sevilla, Fondo Antiguo, signatura: A111/009(34)

6- Las campañas de Italia durante los años 1743 - 1748. Páginas 13 - 17. María del Carmen Melendreras Gimeno. Universidad de Murcia, 1987.

7- Trofeos austriacos y sardos obtenidos por los ejércitos hispanos de Felipe V y Fernando VI (1717 - 1759) Luis Sorando Muzás. Revista Emblemática nº 14, 2008, páginas 127 - 150

8- Historia del reinado de Carlos III en España / Antonio Ferrer del Río, Introducción, capítulo V. Biblioteca Virtual Miguel de cervantes. http://www.cervantesvirtual.com

9- Historia de España.Volumen VII, páginas 193 - 196. Emiliano Fernández de Pinedo, Alberto Gil Novales y Albert Dérozier. Editorial Labor, Barcelona 1988.

10 - Historia Orgánica de las Armas de Infantería y Caballería Españolas. Tomo 5, páginas 200 a 203. Tomo 7, páginas 478, 481, 484, 485. Tomo 15, página 19. Serafín Mª. de Sotto y ab Ach, III conde de Clonard.

11- Quaderno de las Leyes y agravios reparados a suplicación de los tres estados del Reino de Navarra…los años 1765 y 1766. Año 1766, páginas 20 y 21. Ilustrísima Diputación del Reino de Navarra. Pamplona, 1766

12- Juzgados militares de España y sus Indias. Tomo II, páginas 197 y 198. Félix Colón de Larriategui. París 1828.



IMÁGENES

1- Escudo de Vitoria. Sacado de internet.

2- Bandera de España en la época de Don Juan Manuel de Urbina y Zárate. Sacada de internet.

3- Álbum de la Infantería Española desde sus primitivos tiempos hasta el día. Hoja Serafín Mª. De Sotto y ab Ach, III conde de Clonard. Madrid 18.

4- Álbum de la Caballería Española desde sus primitivos tiempos hasta el día. Hojas 20 vta. y 23 vta. Serafín Mª. de Sotto y ab Ach, III Conde de Cloanard. Madrid 1861

5- Historia Orgánica de las Armas de Infantería y Caballería Españolas. Tomo Serafín Mª. de Sotto y ab Ach. III conde de Clonard.

6- Archivo Nacional del País Vasco

7- Archivo General de Simancas

8- Archivo Nacional del País Vasco
"...como jueces de la competición están los dioses, que, naturalmente, se pondrán de nuestra parte, ya que nuestros enemigos han jurado en falso sobre ellos, mientras que nosotros, teniendo ante nuestros ojos tanta abundancia de posesiones, nos hemos mantenido firmemente apartados de ellas en virtud de nuestro juramento a los dioses" Jenofonte - Anábasis.
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Re: BRIGADIER JUAN MANUEL DE URBINA Y ZÁRATE

Mensaje por Schweijk »

Leer tus semblanzas sigue siendo un placer, Iaguno.
"No sé lo que hay que hacer, esto no es una guerra".

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laguno
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Re: BRIGADIER JUAN MANUEL DE URBINA Y ZÁRATE

Mensaje por laguno »

Gracias Schweijk por tus palabras.

Un saludo
"...como jueces de la competición están los dioses, que, naturalmente, se pondrán de nuestra parte, ya que nuestros enemigos han jurado en falso sobre ellos, mientras que nosotros, teniendo ante nuestros ojos tanta abundancia de posesiones, nos hemos mantenido firmemente apartados de ellas en virtud de nuestro juramento a los dioses" Jenofonte - Anábasis.
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