ANARQUISMO Y MARRUECOS

Historia Militar 1936-1939.

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caracalla
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ANARQUISMO Y MARRUECOS

Mensaje por caracalla »

A pesar haber asegurado Azaña la plaza militar de Melilla con su amigo el General Romerales y de haber nombrado comandante en jefe al General Gómez Morato, personas de confianza de la República, la sublevación militar da el primer chispazo en Marruecos y consiguen el primer triunfo para los alzados en el tiempo y en la total consumación. Pero enseguida van a surgir los temores de quedarse aislados al otro lado del estrecho, por la actuación agresiva de la flota, en donde ha fracasado la sublevación de la mayoría de su oficialidad. Comienza el inicio del más cruento enfrentamiento entre las dos Españas.

Dada por perdida la plaza marroquí, no fueron aquellos primeros meses de la barahúnda revolucionaria, propicios para que el Gobierno, que aquellos momentos solo servía, ante la mirada mundial de coartada legal a los alborotadores, tomara alguna medida con respecto a Marruecos. No tomó ninguna iniciativa ni diplomática ni acción alguna concreta.

Tampoco las cautelas francesas no hubieran consentido apadrinar ninguna acción de hostigamiento contra el levantamiento, pues veían con preocupación las simpatías que pudieran despertar en su zona la actitud amistosa del nacionalismo marroquí hacia los militares sublevados.

No eran vanas las precauciones francesas, pues sin su consentimiento ni ninguna negociación con éstos, una delegación de izquierdistas marroquíes de esta parte de Marruecos, presidida por Chakib Arslan, viaja hasta Ginebra para entrevistarse con los delegados del Gobierno republicano español frente a la Sociedad de Naciones, con la pretensión de conseguir que fueran recibidos en Madrid por el Presidente del Gobierno español auspiciados por aquel organismo internacional para abordar el futuro de Marruecos.

No les desalentó el nulo resultado obtenido en esta entrevista y la delegación de Arslan, siguió viaje a Madrid, donde entregó un memorándum en el cual se instaba al gobierno republicano a que proclamase la independencia del territorio marroquí y se aviniese a establecer un acuerdo bilateral. Aunque esta petición ya era antigua y la había propuesto Abd-el-Krim, nunca había sido hecha con aquellas pretensiones pues éste sólo planteó una amplia autonomía política y administrativa del tipo parecido al que la República aplicó la Generalitat de Cataluña.

El gobierno de Madrid, aún presidido por Francisco Giral, dio una rotunda respuesta negativa a la demandas de los nacionalistas magrebíes. Pero éstos, en lugar de desalentarse, marcharon a Barcelona donde los responsables de la Generalitat, muy sensibles a cualquier causa nacionalista y sobre todo con grandes deseos de participar en política exterior para demostrar su “independencia” con los poderes centrales, se ofrecieron para apoyar su causa. En el interregno había cambiado en Madrid el gobierno que ahora estaba presidido por Largo Caballero. La Generalitat, confiando tal vez que este cambio favorecería su torpe gestión, enviaron a la delegación para entrevistarse con el nuevo gobierno de Madrid, sin conseguir mayor éxito que el que habían logrado anteriormente con Giral. Las negociaciones fracasarían ante la negativa del gobierno republicano español de implicarse en el intento, presionado por el gobierno socialista francés, el cuál veía con preocupación el efecto contaminante que tal acción pudiera desencadenar en el nacionalismo soterrado existente por el norte de África.

Quienes mostraron una verdadera actividad por el problema marroquí fueron los anarquistas y sus centrales sindicales, cuyo empeño y trabajo he extractado de las páginas del libro:

“Durruti en la Revolución Española” (Fundación de Estudios Libertarios “Anselmo Lorenzo”, Madrid, 1996), Abel Paz (Diego Camacho, su verdadero nombre), en donde dedica un capítulo de su libro (titulado “García Oliver, Largo Caballero y el problema de Marruecos”, página 579. (Información ésta que recibo gentilmente de nuestro compañero José Luis)

El 15 de septiembre (1936) visitó España, por primera vez, Pierre Besnard el Secretario General de la AIT, a la cual la CNT se hallaba adherida.

Llegado a Barcelona se entrevistó con el Comité Regional de la CNT de Cataluña y con los miembros de esta organización en el Comité Central de Milicias Antifascistas, exponiéndoles “que la única manera de sacar a la revolución española del cenagal en que la había metido Léon Blum, era internacionalizando su lucha”

A los efectos expuso en detalle un plan para sublevar las tribus de Marruecos (Protectorado español), que debía iniciarse procurando la evasión de Abd-el-Krim, desterrado por los franceses desde 1926 en la isla de Reunión. Dicho plan debía coordinarse con una revolución en Portugal, potencia aliada con Franco. En relación a Portugal, les señaló que mantenía relaciones con la oposición en ese país, y que ésta mostraba intenciones de lanzarse a la calle. Que en la citada conspiración había entrado también la Confederación General del Trabajo, adherida a la AIT, la cual se proponía, junto con la oposición política, desencadenar una acción contra la dictadura de Salazar. Pierre Besnard daba a sus dos iniciativas una gran importancia, y de efectos benéficos sobre la revolución española. A modo de conclusión, Besnard señaló que antes de abandonar París se había entrevistado con Léon Jouhaux y otros socialistas de la oposición a Léon Blum, sobre “la no-intervención”, y que éstos le autorizaron a hablar en nombre de ellos a fin de convencer a Largo Caballero para que hiciera una declaración pública, por la cual el Gobierno republicano español acordaba la independencia del Rif y de todo el Protectorado español.

Tan pronto como Pierre Besnard llegó a Madrid, se presentó en el Ministerio de la Guerra, y se le anunció que el Presidente del Consejo de Ministros no podía recibirlo porque se encontraba ausente. Entonces Besnard se dirigió al Comité Nacional de la CNT, cuyos miembros, una vez informados, le delegaron como acompañante a Federica Montseny, que se encontraba accidentalmente en Madrid. A las 17 horas Largo Caballero recibió a Federica Montseny y a Pierre Besnard, pero de muy mal humor, basado “en un vago incidente que acababa de tener con la CNT”. La intención de Largo Caballero era clara, pues con el pretexto de que no se encontraba de buen humor, trataba de esquivar la discusión sobre el proyecto de Marruecos. Federica Montseny respondió también de manera airada a Largo Caballero, diciéndole que no se podían postergar asuntos vitales bajo la excusa de “vagos incidentes”. La actitud de Federica impresionó al líder socialista y aparentó calmarse, pero no accedió a la entrevista, fijándola para el día 18 de septiembre a las 16 horas.

El día 18 a las 16 horas, Pierre Besnard, acompañado esta vez del Secretario General de la CNT, David Antona, aguardó en la antesala; ambos hubieron de esperar para ser recibidos a las 17 horas. La recepción fue fría e incluso descortés. Sin preámbulos, Largo Caballero se negó a discutir con el Secretario de la AIT, añadiendo que él sentía horror por las complicaciones. Besnard respondió también utilizando el mismo tono y le dijo que la CNT, organización obrera tanto o más importante que la UGT, pertenecía a la Internacional de la que él era su Secretario. Quizá porque Largo Caballero no esperaba esa puntualización, ni tampoco una actitud tan arrogante como la suya, fue el caso que se calmó, y bajó el tono, pero una conversación de la importancia que significaba la cuestión a discutir, estaba claro que requería otro clima psicológico.

El primer contacto con los nacionalistas árabes, como ya hemos dicho, fue a últimos de julio.

Hacia el 20 de septiembre se situó la tercera fase de las negociaciones, que era la que debía atender García Oliver, recién salido Bernard de España. Pero prosigamos utilizando la misma fuente de información:

“Regresaron los delegados del CAM y, a mis proposiciones concretas sobre ayuda económica y armamento para luchar en Marruecos contra los militares por la defensa de su país, expusieron sus puntos de vista y proposiciones, consistentes en:

1) No aceptaban, en aquellos momentos, la independencia de Marruecos, porque, según ellos, su independencia atraería sobre Marruecos la dominación de Italia o Alemania, que consideraban perores que la española.

2) Ellos deseaban, entonces, para Marruecos, una autonomía parecida a la que Inglaterra había concedido a Irak después de la IGM.

3) Si nosotros aceptábamos los dos puntos anteriores, ellos estaban dispuestos a suscribir el correspondiente Pacto, que entraría en vigor después de que nosotros lográsemos lo siguiente:

A) Que lo aceptase y lo hiciese suyo el Gobierno de la República Española y
B) Que el Gobierno de la República Española lograse que, a su vez, fuese aceptado por el Gobierno de Francia.

(…) En Madrid (la delegación marroquí) se encontró con Largo Caballero, quien había sido sometido a una fuerte presión del lado de París y de Londres. París y Londres, que habían sido informados, ¿cómo?, ¡yo no lo sé!, pero era natural e inevitable, sobre ese proyecto, eran francamente hostiles. En el caso de París se comprende, porque el Gobierno de Léon Blum debió preguntarse qué podía ocurrir en el caso de que efectivamente el Rif consiguiera su independencia. En consecuencia, el Gobierno español explicó a la delegación árabe que no podía ratificar el tratado hecho en Barcelona, pero que estaba dispuesto a facilitar dinero y armas para que se llevaran a efecto acciones contra Franco en el Protectorado español. Aquí –sigue comentando David Rousset- topamos con el comportamiento de la delegación marroquí. Si yo me hubiese encontrado junto a ellos, debo decir que les hubiera aconsejado aceptar los medios de acción, lo que no fue el caso. La delegación marroquí se comportó como una delegación representante de un movimiento burgués, que no desea emprender operaciones si estas no reciben todas las garantías políticas necesarias. Respondieron a Largo Caballero “que ellos no eran agentes del Segundo Bureau. Que estaban dispuestos a emprender inmediatamente su acción el los términos que se reconocían en lo tratado en Barcelona”, que no era otra cosa que un pacto del tipo tratado Franco-Sirio”.


Parece ser que el embajador de la República en París, Luis Araquistáin, y su cuñado, el ministro de Exteriores Alvarez del Vayo propagaron la noticia de que los alemanes estaban penetrando en Marruecos, lo que supuso entre los franceses los peores presagios. La “noticia” ocasionó tal alarma entre los franceses, que París pidió apoyo a Inglaterra por si los rumores resultaran exactos ya que a los ingleses siempre les preocupó la potencia artillera que se pudiera instalar enfrente al Peñón. Además de inquietar a franceses e ingleses, estos rumores de una actividad militar alemana en Marruecos fueron difundidos también con la intencionalidad de crear incidentes en la zona española del Protectorado y excitar a los indígenas contra las autoridades franquistas.

Faupel, representante alemán en Burgos, informó a Berlín el 9 de enero con un categórico mentís a la infundada información y Von Neurath, a su vez apartó a los franceses de tales temores dándoles toda clase de seguridades, lo que no obvió para que éstos ya hubieran concentrado tropas a lo largo de la frontera entre las dos zonas de Marruecos. El ministro alemán les aseguró que podían estar tranquilos, ya que no había voluntarios alemanes en el Protectorado.

En 1937, Felipe Pretel, del PCE, instaló una emisora clandestina en Tánger con el fin de trasmitir las consignas del gobierno de Valencia. También desde esa ciudad, el diplomático Cerdeira, intentó organizar actuaciones que ayudaran a la subversión de las tribus.

Carlos de Baráibar, director de Claridad, fue otro que igualmente organizó planes para sublevar a las tribus utilizando importantes sumas de dinero, pero los cónsules españoles, conocedores del carácter marroquí, le hicieron desistir de sus planes, pues la actitud cambiante de los jefecillos moros no permitían ninguna confianza.

Se reconocía la superioridad de la política de las autoridades militares en la zona española, a lo que se añadía el poco interés de los franceses, en permitir que los republicanos sobornasen a los moros de la zona sublevada. El 3 de mayo de 1937, el cónsul-general de la República en Rabat comunicó a Valencia que el residente francés estaba “al corriente de todo y no podía autorizar y menos contribuir a que se realizase agitación en nuestra zona desde la francesa”.

Se barajaron toda clase de proyectos, algunos verdaderamente surrealistas, con tal desestabilizar o por lo menos inquietar el Marruecos dominado por los nacionales. Llegaron estos proyectos, en niveles altos del Gobierno español, a considerar ceder a Francia parte del territorio en la zona española del Protectorado, para que a su vez fuera transferido otro a Alemania de una colonia africana francesa, en la creencia que con este pago Hitler abandonaría a Franco. Los ingleses manifestaron su indudable hostilidad a tal proyecto, pues además que Londres no estaba a favor de conceder colonias a Alemania, históricamente Inglaterra favorecía la presencia en ambas orillas del estrecho de Gibraltar de una potencia débil, como España y no Francia.

Este proyecto imaginativo, aunque irreal, ideado en altas esferas del Gobierno republicano, se filtró a los nacionales, casi seguramente porque el espionaje italiano en Londres tenía acceso a los documentos de la embajada española. Los nacionales anunciaron el proyecto a bombo y platillo, ya que era una excelente baza propagandística. Servía como réplica perfecta a los que acusaban a Franco de entregar Mallorca a Italia.
Otra posibilidad de sugerir que la guerra de España representaba un peligro para Inglaterra era subrayando las actividades alemanas en Marruecos. El 11 de enero, seguramente aprovechando la resaca del bulo de Luis Araquistáin, y su cuñado, el público inglés se llevó un verdadero susto al leer los titulares del conservador y pro-franquista Daily Telegraph de Londres, que publicó una noticia sobre la construcción de emplazamientos de artillería pesada en la costa de África, los cuales podrían representar un peligro para la libertad de navegación por el Estrecho y para el mismo Peñón de Gibraltar. Aunque en principio se logró disipar los nubarrones que habían producido aquella falsa noticia, las investigaciones inglesas siguieron durante 1937 y 1938, revelando los documentos que la inquietud oficial inglesa era mucho mayor de lo que el Gobierno admitía en la Cámara.

En 1937, los franceses yugularon cualquier movimiento nacionalista con deportaciones y residencias vigiladas en el Sahara. Con esto terminaba toda posible acción futura de desestabilización quedando asegurado el protectorado español de cualquier infiltración nacionalista que pudiera inquietar a las autoridades franquistas.

Las autoridades republicanas presentaron el 9 de marzo de 1937 ante el Comité de No Intervención su queja en relación con la utilización de los soldados magrebíes en la contienda, a lo que el gobierno británico respondió que consideraba la presencia de marroquíes en el ejército franquista como una cuestión interna y esencialmente española, dado que consideraron aquellas unidades como integrantes del Ejército español; tampoco Francia descalificó la utilización de tropas nativas, pues existía la disimulada colaboración de muchos de los oficiales franceses, e incluso el alistamiento mercenario de algunos de ellos, fue un hecho habitual.


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