Las guerras judías y el origen del antijudaísmo

Toda la Historia Militar desde la Prehistoria hasta 1453.

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harry_flashman
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Las guerras judías y el origen del antijudaísmo

Mensaje por harry_flashman »

La distinción entre antisemitismo y antijudaísmo debería ser evidente: no todos los semitas son judíos, y entre de hecho la lucha entre los semitas musulmanes de oriente medio y los judíos, semitas o no, se mantiene en un apogeo similar al de las Guerras de las Cruzadas de hace 800 años. Sin embargo, ambas cosas se confunden. Si echamos un vistazo a la historia, resulta que el antijudaísmo occidental es anterior al antisemitismo e, incluso, a la enemistad árabe-judía, que sólo data desde el momento en que judíos y cristianos no abrazaron la revelación 'definitiva' que traía Mahoma, como este preveía que iba a suceder.

No. La inquina del mundo occidental contra los judíos es muy anterior. Es más: la tradicional enemiga de los cristianos contra los judíos, que sólo muy modernamente –tras el Holocausto- ha empezado a remitir, no es ‘de nacimiento’, dado que ambas religiones comparte el mismo tronco y, de hecho, todos sabemos que los primeros cristianos fueron judíos. Ni siquiera obedece a raíces doctrinarias, sino pura y simplemente al cálculo político.

Remontémonos al trepidante siglo I antes de Cristo. En el transcurso de la guerra de los romanos contra Mitrídates del Ponto, el ejército de Pompeyo el Grande se desplazó hacia Siria y Fenicia. Allí recibió delegaciones de los dos bandos que a la sazón estaban en guerra en Israel, como más o menos llevaban haciendo los judíos desde que volvieron de Babilonia. Pompeyo decidió que el bando que más podía favorecerle era el de Hircano (el de los fariseos) en contra del de Aristóbulo (el de los saduceos) y allá que fue. Los romanos tomaron Jerusalén por primera vez. No fue demasiado serio para cómo se les gastaban: sólo algo más de 10.000 muertos enemigos en toda la campaña.

Como se le dijo que en su venerado Templo los judíos no tenían imágenes, extrañado, decidió comprobarlo. Entró con su escolta y penetró en el sancta sanctórum, la sala donde sólo podía entrar el sumo sacerdote para hablar con Yavé. Comprobó, extrañado, que en efecto en el templo sólo estaban los rollos del libro sagrado, y se fue. No se llevó ni la mesa de oro de las ofrendas, ni la gigantesca Menorah de siete brazos, ni siquiera el tesoro del templo. Impuso a Hircano como sumo sacerdote de Israel con atribuciones reales, le asignó una fuerza militar romana que le protegiera y asegurara su fidelidad, y se fue, llevándose el tesoro que no era del templo e imponiendo pesados impuestos. Israel ya era territorio romano. Corría el 62 AC.

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Pompeyo Magno, iniciador de esta movida

Pero a los levantiscos judíos no les gustaba, evidentemente, el yugo romano. Empezaro, evidentemente, a conspirar contra Hircano desde el momento en que Pompeyo les volvió la espalda. El poder pasó a los fariseos, pero sus rivales, los saduceos –ambas representaciones religiosas-, siguieron plantándoles cara. Ambos tuvieron sus grupos armados –llamados ‘sicarios’ por los romanos, a la manera de los que pululaban por la Urbe-, que dirimían la lucha por el poder a cuchilladas. Éste poder fue cambiando de unos grupos a otros durante mucho tiempo mientras que los romanos, que habían dejado una suerte de autonomía a los hebreos, se limitaban a cobrar impuestos y reclutar tropas auxiliares. Un tercer grupo, el de los zelotes, se dedicaba principalmente a la lucha contra los romanos.

En torno al año 30, un personaje llamado Jesús de Nazareth o Jesuah ben Joseph se convirtió en un famoso predicador al que todas las corrientes judías consideraron herético. No hacía hincapié en el nacionalismo y propugnaba una interpretación más humana de la rígida ley judía. Finalmente, cuando la población de Jerusalén le recibió con honores, las autoridades judías -que en sus prédicas no quedaban muy bien paradas- se inquietaron temiendo que pudiese capitanear una revuelta, con las subsiguientes represalias romanas –de hecho, entre sus seguidores había sospechosos de ser zelotes como Judas Iscariote-. En una acción relámpago, lo apresaron y lo acusaron de sedicioso ante las autoridades romanas, que al punto lo crucificaron. Sus discípulos proclamaron su resurrección y comenzaron a transformar su judaísmo de acuerdo a las enseñanzas del Maestro.

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El templo de Jerusalén en el siglo IAC

Los judíos ortodoxos, por supuesto, no lo vieron con buenos ojos. Mientras se mantuvieron callados no pasó nada. Cuando empezaron a crecer, y a predicar su doctrina, se les acusó de tan heréticos como su maestro y se les trató del mismo expeditivo modo pese a ciertas peticiones de tolerancia entre personalidades influyentes. Al fin, captaron a un personaje importante, Saulo de Tarso (Siria, no Israel), por medio del mismo Jesucristo, se dice. Y se convirtió en propagandista de su nueva religión Hombre inteligentísimo, comprendió que si la misma se limitaba al pueblo de Israel nunca pasaría de ser una secta, y pese a la oposición de tradicionalistas como Pedro, discípulo del mismo Cristo, consiguió que se le autorizase a predicar y bautizar también a los gentiles, que ya no tendrían que hacerse judío y pasar por el molesto trámite de circuncidarse.

Pasaron los años y los judíos siguieron en Israel y sus colonias esparcidas por prácticamente todo el mundo conocido. La nueva religión, que se empezaba a conocer por cristiana, se seguía extendiendo. Un importante núcleo de adeptos vivía en Israel, pero seguía ganando adeptos por todo el mundo romano y, de forma especial, en la misma urbe: Roma. Sus organizadores, queda dicho, no eran tontos. Si el mundo se controlaba desde Roma, había que estar en Roma.


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harry_flashman
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Re: Las guerras judías y el origen del antijudaísmo

Mensaje por harry_flashman »

Llegamos al año 66. Los romanos no distinguían a cristianos de judíos. No eran más que unos pocos miles. En la famosa persecución de Nerón contra los seguidores del llamado Cristo, seguramente creyeran estar persiguiendo a una secta judía, tan vil que ni el resto de los judíos quería tener que ver con ellos. En Israel, de todas formas, la situación seguía siendo explosiva. Zelotes, fariseos y saduceos seguían puñal en mano aunque no se atrevían demasiado con los romanos, pese a que en la región, poco peligrosa, no había acantonadas tropas de primer orden sino auxiliares sirias. La Fortaleza Antonia dominaba Jerusalén.

En esas, apareció la chispa que hace saltar este tipo de situaciones: el prefecto Gesio Floro, que se adueñó del tesoro del Templo, que hasta Pompeyo había respetado. Los judíos, en un gran rasgo de humor, colocaron cestas en las calles para hacer una colecta para el pobre Gesio Floro. Éste no apreció el sentido del humor judío, apresó a los responsables y algunos más, y alternativamente los azotó, crucificó o decapitó, según, no faltando entre ellos judíos que eran también ciudadanos romanos. Los judíos tampoco fueron comprensivos con el malhumor de Floro y le abuchearon en una comparecencia pública. Este envió a algunas cohortes a restablecer el orden y la cosa acabó con tres millares de muertos.

La verdad es que se podía haber liado parda antes, por ejemplo si Cayo Calígula hubiera llevado a cabo su propósito de poner una estatua suya en el templo de Jerusalén, pero aún sin eso la cosa estaba caliente. Poco antes, en Cesárea, los griegos habían hecho filetes a no pocos judíos sin que los romanos intervinieran. El sumo sacerdote, Eleazar, proclamó la guerra santa. Como paso previo, tuvieron algunos enfrentamientos internos, mostrando cómo iba a ir la cosa en el futuro. El sacerdote Matatías fue expulsado dado que propugnaba la paz y el primer líder militar, Menahem, asesinado.

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Guerrero hebreo

Judea era una provincia de segundo orden, dependiente de Siria como hemos dicho, y las fuerzas que había no eran de élite, sino básicamente auxiliares sirios como decimos. Los sicarios de todos los movimientos sacaron sus armas. Los romanos, cogidos por sorpresa, fueron exterminados. Los supervivientes pudieron refugiarse en la Fortaleza Antonia. Sin suministros, pactaron abandonarla con la promesa de que se les permitiría la retirada. Les pasó como a Varo en Teotoburgo. No quedó ni uno. Los judíos sospechosos de contemporizar fueron también masacrados. El rey, que por variar se llamaba Herodes y la reina Berenice se salvaron por los pelos. Su guardia sucumbió.

Las noticias corrieron y estallaron revueltas judías en todas partes donde había colonias importantes. Desbordados por el número, acabaron todas ellas bastante mal para los judíos. En Judea se hicieron con el control, pero poco a poco se dieron cuenta de la que habían armado: Habían declarado la guerra a Roma. Ni más ni menos.
Última edición por harry_flashman el 19 Feb 2011, editado 2 veces en total.
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anibalbarca
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Re: Las guerras judías y el origen del antijudaísmo

Mensaje por anibalbarca »

Muy bueno, Harry. Interesantísimo, compañero. :Bravo

Saludos.
Tu manera de escribir transmite tu imagen al resto: cuida tu ortografía y tus formas.

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harry_flashman
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Re: Las guerras judías y el origen del antijudaísmo

Mensaje por harry_flashman »

Rápidamente, como sus enemigos de Hamás y similares siglos después, se dotaron de organización militar. Los zelotes, como cuerpo de élite, los sicarios fariseos y saduceos y las milicias reclutadas de grado o por fuerza, combatirían juntos pero no revueltos. En medio de la que se avecinaba los pobres monjes esenios, que vivían en conventos estudiando las escrituras, decidieron esconderlas y dispersarse. Tan bien lo hicieron que fueron descubiertas hasta 1.800 años después (los manuscritos de Qumran). En medio de los preparativos para recibir a las legiones, no descuidaron la ejecución de los disidentes. Temiendo –con razón- que la respuesta militar viniese de Siria, no pocos judíos emigraron por el Neguev y el Sinaí hacia Egipto. En su gran mayoría, cristianos, ya que los judíos ortodoxos decidieron o quedarse a luchar, o no podían concebir vivir lejos de la tierra prometida.

Y la respuesta llegó desde Siria pero llevada por un legado bastante incompetente, Cestio Galo. Eligió mal la ruta de marcha, no aseguró bien su conexión con la retaguardia, y las partidas guerrilleras le infligieron una seria derrota en Beth Horon. Cestio Galo tuvo que retirarse dejando 6.000 muertos en el campo y abandonando su tren de suministros, que fue llevados en triunfo a Jerusalén.

De todas formas, los judíos más competentes sabían a qué se enfrentaban. Habían derrotado a Cestio Galo porque le habían sorprendido en un terreno donde sus fuerzas no habían podido desplegarse, pero los próximos que llegaran no cometerían ese error, y los romanos eran imbatibles a campo abierto, y más por fuerzas tan escasas y bisoñas como en realidad tenían los judíos. Así que decidieron convertir Jerusalén en una fortaleza y atrincherarse allí. Claro, los romanos eran también los asediadores más competentes de todos los tiempos, pero tampoco se podía estar en todo.

El emperador, Nerón, puso al cargo del asunto a su general más competente, Tito Flavio Vespasiano. La verdad es que después un periodo prolongado de paz en el Imperio, después de las guerras civiles y excepción hecha de la conquista de la lejana Britania por Claudio y las travesuras de la familia imperial Julio-Claudia en Roma (ya saben, Tiberio, Calígula, Nerón y eso), la revuelta judía y sus ramificaciones cayeron bastante mal. La consigna, por tanto, fue mano dura.

Vespasiano planificó su campaña con nueve legiones, pero para el combate eligió sólo tres, V, X y XV. Curtidas y veteranas, no auxiliares sirios, y perfectamente equipadas. Así que empezó con la cosa, empezando por Galilea: ciudades y pueblos tomados, habitantes masacrados, supervivientes vendidos como esclavos, suicidios judíos en masa… Vamos, como para hacer una película.

No pocas localidades se rindieron sin resistencia. Las tropas destacadas para defender Galilea comenzaron a desertar ante la inutilidad de la resistencia. Sus oficiales, por vergüenza torera, decidieron suicidarse. Su jefe, por eso de la jerarquía, supervisó el suicidio de todos los demás y luego se dirigió al campamento romano y se rindió. Llevado a presencia de Vespasiano, le convenció de que las Escrituras judías profetizaban que sería emperador en el plazo de un año. Supersticioso como todo buen romano, Vespasiano conservó al judío, José se llamaba, como prisionero. También porque era el primer militar de rango que conseguían.

Y en esas, que Roma se harta de Nerón, y le suicidan. Se suceden tres emperadores en un año: Galba, Otón y Vitelio. qie se van matando unos a otros mientras sus partidarios se acuchillan por las calles. El Senado le envía en secreto a Vespasiano el nombramiento de Emperador y le pide que vuelva para poner orden. El general recuerda la profecía del judío. Lo libera y lo incorpora a su Estado Mayor. Éste, agradecido, toma el nombre de su antiguo amo como hacían todos los libertos: se trata de Flavio Josefo, el historiador judío que es la principal fuente de información sobre esta guerra.

En Judea sigue el jaleo. Los romanos se van acercando a Jerusalén, precedidos por una gran masa de civiles que, en medio del desbarajuste, no renunciaron a celebrar la Pascua como manda Yavé, y se dirigieron al templo a sacrificar. Al mando de las operaciones se han quedo Tito, hijo de Vespasiano, y Trajano, oficial hispano padre de otro Trajano que sería emperador. Vespasiano les ordena que acaben con la campaña ellos, porque él tiene que ir a Roma. Al final, ambos llegan a la vista de la capital hebrea. Los judíos, dentro y a falta de romanos, se dedican a exterminar sospechosos. Los líderes son Juan de Giscala, jefe de los zelotes, Simon Bar Giora, sicario, y el sumo sacerdote Eleazar. En total, 24.000 combatientes y una gran masa de civiles, a los que los romanos impidieron salir para que ejercieran presión sobre los víveres. Tito y Trajano contaban con 70.000 legionarios y auxiliares.

Los romanos, pues, ponen sitio a Jerusalén en el año 70. Juan de Giscala trata de tomar el poder en solitario e inicia una matanza de enemigos, judíos, claro. Estos contraatacan y cercan a los zelotes en la fortaleza Antonia. A todo esto, los romanos disponen su maquinaria de asedio. Dentro, a ambos bandos se les ocurre destruir las provisiones de los rivales.

Con los judíos encerrados, casi sin alimentos y peleados unos con otros, Tito envía a parlamentar a Flavio Josefo para tratar de evitar la matanza. Le responden a flechazos. En una escaramuza, el propio Tito escapa por poco de ser apresado. Finalmente, Tito ordena una parada militar de todo el ejército romano frente a los muros de Jerusalén para impresionar al enemigo. Ni por esas. De las murallas caen, en cambio, los acusados de derrotistas.

Pasan varios meses. Tito ordenó en marzo iniciar el asalto. Primero se centraron en la fortaleza Antonia, el antiguo fuerte romano en manos de los zelotes, sitiados a su vez por todos los demás. Tras varios intentos fue tomado. Luego se pasó al templo, que fue incendiado, y de ahí a la ciudad propiamente dicha. Los cada vez más escasos resistentes se fueron retirando a un perímetro cada vez menor hasta que al final, a primeros de septiembre, Jerusalén fue conquistada. Nueve meses de asedio y cuatro de batalla. En todo el Imperio estaban hasta la coronilla de los judíos.

Y la cosa no acabó ahí, porque un millar de zelotes, que no estaban en Jerusalén y otros que escaparon, se encerraron en la inexpugnable fortaleza de Masada, donde resistieron varios meses más a Flavio Silva y la X Legio, que la acabó expugnando en uno de los sucesos más descollantes de la historia militar. En el año 73 acabó la guerra.

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Masada y la rampa construida por los romanos para el asalto final

Al final, Tito entró en Jerusalén. Hizo 700 prisioneros (ninguno de Masada), que fueron exhibidos en Roma, entre ellos, Giora y Giscala. El primero fue ejecutado y el segundo, encarcelado. En su triunfo figuraron lo tesoros del templo, que bien mirado, tampoco pintaban nada en Jerusalén porque ya no había templo.

Israel quedó hecho un desierto casi despoblado (cientos de miles de muertos, aparte los esclavizados y emigrados) y la popularidad judía, se la pueden figurar. Cuando se les puso a todos, en cualquier parte, un impuesto especial por ser judíos y pagar los gastos de guerra (fiscus iudaicus) nadie protestó lo más mínimo. Y eso que antes de la guerra su prestigio era grande y en Roma estaban bien mirados, pues habían apoyado a Julio César.

En esas circunstancias, nadie quiso ya tener demasiado que ver con los judíos y si alguien se encontraba a un seguidor del tal Cristo, lo primero que éste solía decir es que él no tenía nada que ver con los citados personajes.
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Re: Las guerras judías y el origen del antijudaísmo

Mensaje por CASYD »

Espectacular, harry, espectacular. :Bravo
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Re: Las guerras judías y el origen del antijudaísmo

Mensaje por Tosk »

Muy muy bueno, amigo Flashman...interesantísimo. Sigo atento :dpm:
harry_flashman escribió:Entró con su escolta y penetró en el sancta sanctórum, la sala donde sólo podía entrar el sumo sacerdote para hablar con Yavé. Comprobó, extrañado, que en efecto en el templo sólo estaban los rollos del libro sagrado, y se fue.
Dice la leyenda que a partir de ahí la carrera político-militar de Pompeyo comenzó a descender, por cometer tamaño sacrilegio.

El hecho que los judíos siempre fueron pueblos de difícil sumisión...sin más los seleucidas siglos antes tuvieron las mismas dificultades.
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Re: Las guerras judías y el origen del antijudaísmo

Mensaje por APV »

Hay que tener en cuenta que ya había problemas anteriormente, en Alejandría hubo revueltas y bajo los Seleúcidas la rebelión de los Macabeos.
Conoce al enemigo y conócete a ti mismo; y en cien batallas no estarás jamás en peligro Sun Tzu.
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harry_flashman
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Re: Las guerras judías y el origen del antijudaísmo

Mensaje por harry_flashman »

Habíamos dejado a nuestros judíos bastante malparados. Con algunos aún viviendo en Palestina, y las colonias del mundo romano engrosadas por los que habían logrado huir antes del paso de Vespasiano, Trajano padre y Tito, y bastante mal mirados por todos. Durante una generación no se movió nada y volvió la Pax Romana a reinar sobre el Mediterráneo. En Judea se acantonó permanentemente una legión escogida: La X Fretensis. En el mismísimo Jerusalen.

Sin embargo, los judíos no habían olvidado el daño sufrido, la devastación de la Tierra Prometida y la destrucción del Templo. Los otros, los gentiles y los escasos pero cada vez más numerosos cristianos, tampoco habían olvidado la calidad de gente levantisca de los hijos de Moisés, cada vez más alejados de la sociedad romana. Sin embargo, se consideró que el castigo recibido había sido suficiente y el poder tomó como enemigos propiciatorios a los cristianos, que amenazaban con socavar las bases políticas romanas pues no se limitaban a adorar un Dios extraño y sublevarse de vez en cuando, sino que pretendían infiltrarse dentro del estado.

Nada se movió durante una generación. Sin templo, aunque se mantuvo uno ‘de emergencia’ en la devastada Jerusalén, la preeminencia política pasó a los fariseos, estudiosos de la ley ya que los saduceos, sacerdotes, quedaron sin posilbilidad de ejercer. Los fariseos definitivamente consideraron a los cristianos, aún a los nacidos judíos, fuera del Pueblo Elegido.

En torno a 115, sin embargo, se volvió a armar la gorda. Trajano, hijo del que había colaborado con Tito en la campaña del año 68, decidió meterle mano al reino de los Partos (Persia) y conquistar Mesopotamia, donde había una importante población judía. Preparando la campaña con la meticulosidad de los romanos de la época, tomó medidas para asegurar su retaguardia, en la que estaba Judea, zona dependiente de la gobernación de Siria. Seguramente prevenido por las indicaciones paternas, cuidó de atar bien corto a los hebreos que aún quedaban en la zona: les prohibió el estudio de la Torá y la observancia del Sabbath. No sé como estas medidas ayudarían a mantener el orden, pero bueno.

Pero el caso es que, como hemos dicho, en Babilonia existía una importante población judía desde los tiempos de la primera caída de Jerusalén, unos 500 años antes. Sabedores del trato romano a los hebreos tras la revuelta del año 66, combatieron ferozmente del lado de los partos. Fueron vencidos, claro, pero las noticias llegaron al mundo romano y, dentro de la tradicional rivalidad entre griegos y judíos, en todo el Mediterráneo occidental hubo ataques griegos a los barrios hebreos en venganza por la actitud de los judíos persas. Para qué querían más los griegos, que llevaban a palos con los hebreos de los tiempos de Seleuco y Antíoco.

Y claro, aquello no sentó bien a los judíos, no siendo despreciable el dato de que vivían muchos más judíos en tierra de gentiles que en la despoblada palestina. Y urdieron un levantamiento general que tuvo éxito en dos lugares: Cirenaica (Libia) y Chipre.

En Cirenaica, un llamado Lucas acudilló una revuelta general judía contra griegos y romanos. Se hicieron con el control de las ciudades y destruyeron los templos paganos, cargándose de paso a 200.000 fieles o así. Cuando tropas llegadas de Túnez y Egipto asumieron a su vez el control sobre los sublevados, el resultado fue que Cirenaica tuvo que ser repoblada de nuevo. Antes, los judíos se habían desplazado a Alejandría, que tomaron con el apoyo de la colonia local, y destruyeron, porque el plan era de alcance: hacerse con el poder en Cirenaica, conquistar Egipto y, desde allí, pasar a a Israel. Sólo después de dos años, en 117, Roma volvió a tener el control completo. El líder, Lucas, nunca fue capturado.

En Chipre pasó poco más o menos lo mismo. Los judíos tomaron el control y se quitaron de en medio a un cuarto de millón de griegos, según crónicas de la época. Después, la VII Legión realizó un asalto anfibio y aniquiló a los rebeldes, persiguiendo la marina romana a los fugados y pasándolos por la quilla, cuando los encontraban.

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Escenario de la II Guerra Judía

Esta vez en Judea no había pasado gran cosa, pero también había habido disturbios. Por añadidura, en la recién conquistada Mesopotamia los judíos se habían sublevado también.

Trajano envió a uno y otro sitio a Lucio Quieto (que, por cierto, era un bereber rifeño y ciertas fuentes apuntan a que era negro) con orden de pacificar y, sobre todo, de encontrar a los líderes huidos, que muy probablemente se habrían ocultado allí. El caso fue que tuvo éxito sin demasiadas masacres, pero la operación no pudo completarse porque Trajano murió. Lucio Quieto, apoyado por las legiones y sobre todo por sus fuerzas auxiliares bereberes, de fidelidad personal, era uno de los candidatos al trono pero otro mejor situado, Adriano, el de las memorias, lo ocupó. Lucio Quieto, ya gobernador de Judea, murió repentinamente. Según algunos, por orden de Adriano o de sus adeptos. Los judíos conocieron esta contienda como la Guerra de Kitos, aludiendo a Quieto.

Adriano prometió a los judíos permiso para reedificar el templo de Jerusalén y eliminar la ley de excepción. Con eso la cosa se calmó de momento, pero la imagen judía en todo el mundo romano fue a peor. Todos temían que cualquier día los judíos salieran de sus barrios por orden de algún mesías y los pasaran a cuchillo. Eran vistos como un peligro no latente, sino prácticamente inminente.
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Re: Las guerras judías y el origen del antijudaísmo

Mensaje por APV »

Había también motivos económicos en la revuelto a fin de cuentas el control romano de Mesopotamia deshacía ciertos lazos comerciales existentes que dominaban el rico comercio oriental.
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Re: Las guerras judías y el origen del antijudaísmo

Mensaje por harry_flashman »

Adriano, el de las Memorias, tiene buena fama. Para muchos, su reinado fue uno de los momentos culminantes del Imperio. Emperador, humanista, filósofo y buen administrador, fue también un competente militar, si bien eso suele quedar oculto por las anteriores virtudes.

Adriano tenia un plan para Roma: integrar dentro de la civiltas a todos los pueblos y tendencias del Imperio, crear un estado único y no varios paralelos. Para ello tenía que prestar mucha atención al hecho religioso, pues era la fuerza social dominante del mundo antiguo. Adriano era creyente, deísta. No creía en la religión romana, como prácticamente nadie desde hacía 200 años, pero sí que era útil en su función de divinizar el Estado. Como dijo Margarite Yourcenar, “Hubo un momento en que los dioses ya no estaban y Cristo aún no había llegado. De Cicerón a Marco Aurelio, el hombre estuvo solo”. Adriano era tolerante con las religiones en tanto en cuanto no interfirieran con el Estado y aceptaran su divinización. Su plan era bienintencionado pero chocó con dos: la cristiana y la judía.

La cristiana aceptaba el Estado y su organización, pero no divinizarlo, lo que abría una peligrosa vía que podía llevar incluso a su disolución –o al menos así se veía- al margen de que las virtudes cristianas no eran demasiado bien vistas por la romanidad clásica, que las atribuía a una religión débil, para pobres o esclavos. Adriano hizo perseguirlos, y tuvo suerte con el cálculo político de los dirigentes cristianos: ellos querían ser aceptados por Roma y quizá, con el tiempo, acabar ocupando los más altos cargos del Imperio. Por lo tanto, no podían luchar contra Roma. Debían hacer profesión de romanidad aunque Roma les rompiera la crisma. Unos cientos o miles de bajas eran asumibles y, además, eran bandera de la nueva religión. Ya dijo Tertuliano que la sangre de los mártires era semilla de nuevos cristianos. A la larga, sabían que serían demasiados para poder ser perseguidos y ya no sólo eran esclavos y sirvientes: Magistrados, funcionarios y militares empezaban a hacerse cristianos. Podían haber planteado resistencia armada, pero al margen de que ello plantearía una incongruencia teológica que en aquellos tiempos aún era importante (siglos después los Papas se pondrían al frente de ejércitos y llamarían herejes a quienes pusieran objeciones), plantearía un irremediable divorcio con Roma.

A los judíos se les daba una higa el estado, su divinización, la civiltas y el sursum corda. Ellos estaban en el mundo mil años antes que Roma, tenían un Libro, eran el pueblo elegido y ya estaba. Yavé les había prometido y dado una tierra y ni Roma ni san Roma tenían derecho a quitársela. Era una obligación divina recuperarla. Punto. Estaba el pequeño detalle de que desde los tiempos de Salomón no habían hecho más que perder guerras y pelearse entre sí, pero no era menos cierto que en todas se habían conducido con valor no exento de crueldad, con fanatismo y que una y otra vez habían vuelto a la lucha. En aquellos mil años desde Salomón, babilonios, asirios, medos, egipcios, macedonios y demás habían tenido ya su ascenso, plenitud, decadencia y ocaso. Pero los pobres y escasos judíos ahí seguían, dando guerra.

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Adriano, el de las memorias

Adriano también tomó cartas en el asunto. La guerra del 66 y la revuelta del 115 los habían señalado en el mundo romano como pueblo levantisco y peligroso. Y, peor aún, no peligroso a la manera de persas, germanos, godos o sármatas, que estaban lejos y que cuando daban guerra se enviaban un par de legiones que los rodeaban, masacraban y enviaban a quienes quedaban a los proveedores de esclavos: los judíos estaban en todas partes, de Hispania a Babilonia, de Panonia a Egipto, en las Galias y en Grecia. Y vistos los sucesos del 115, todo el mundo temía más o menos que en cualquier momento apareciera algún mesías que les ordenase volver a Jerusalén llevándose por delante a todos los gentiles. Las masacres de Alejandría, Cirenaica y Chipre no se habían olvidado, ni mucho menos.

Adriano concluyó que los metería en la civiltas aunque fuera a martillazos.

La situación en Judea parecía controlada. La región estaba bajo administración militar. En las ruinas de Jerusalén estaba acuartelada la Legio X Fretensis, veteranos de armas tomar que habían estado en todas las campañas de Oriente desde que Octavio la formara 150 años antes para emplearla contra Marco Antonio. Dos legiones más estaban acuarteladas al norte y sur de Israel. Sin templo, la dirección religiosa judía la llevaba un sanedrín itinerante. Dado el odio de judíos y griegos, la población civil podía ser también movilizada como tropa auxiliar. En todo el Imperio, además, la gente estaba sobre aviso contra los judíos. Adriano calculó que si les impedía el estudio de la Torá, prohibía la circuncisión, les obligaba a trabajar en el Sabbath y proscribía las leyes religiosas judías (es decir, destruía la identidad judía, nada más y nada menos), no les quedaría sino callar y tragar. Precisamente los hechos anteriores le tenían que haber prevenido sobre lo contrario.
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Re: Las guerras judías y el origen del antijudaísmo

Mensaje por harry_flashman »

Fue precisamente lo tremendo del desafío lo que debió motivar a los judíos a luchar por última vez. Si tragaban, desaparecían. Si luchaban, desaparecían también a buen seguro. No hay forma de saber si en aquel año 135, cuando empezó la tercera y última Guerra Judía, los hebreos tenían alguna esperanza de salir victoriosos, si pensaban que de una puta vez Yavé les mandaría algunas cohortes de serafines o el Arca de la Alianza de nuevo, o bien aplicaron el viejo dicho “de perdidos al río” o bien, más propiamente en este caso “muera aquí Sansón y cuantos con él son”. El caso fue que decidieron ir de nuevo a la guerra contra Roma.

Aquella rebelión fue preparada cuidadosamente. Se entrenaron soldados. Se fabricaron y almacenaron armas. Hasta se buscaron y se encontraron aliados que fueron (¡¡¡Quién lo diría ahora!!!) los árabes y un buen número de sirios y nabateos. Decididos a todo, el líder de la rebelión, el rabino Akiva, convenció al sanedrín de que ya que no había aparecido aún Mesías alguno, salvo el tal Jesuah que tampoco había servido de mucho, debían conseguir uno, y les convenció de que nombraran Mesías (así como suena) a Simon Bar Kochba, el jefe militar de la rebelión. Se le buscó evidentemente justificación religiosa: su nombre significaba “Simón, hijo de la estrella”, y en la Torá se decía que el Mesías sería “una estrella de la casa de Jacob”.

Simon Bar Kochba hizo lo que pudo por hacer honor al nombramiento, que no fue poco. El factor desencadenante fue la decisión de Adriano de construir una nueva ciudad en el solar de Jerusalén. Se la llamaría Aelia Capitolina y en el monte del Templo se erigirían dos grandes estatuas: una, del propio Adriano. Otra, de Júpiter Capitolino. Bajo la protección de la X Legión, comenzaron los trabajos.

Es difícil explicarse cómo es posible que los romanos volvieran a ser tomados por sorpresa (quizá la confianza en las propias fuerzas) pero el caso es que la X Legión fue cercada en Jerusalén, atacada sin espacio para desplegarse, y derrotada. Tuvo que retirarse con graves pérdidas y Jerusalén volvió a quedar en manos de los judíos. Los romanos, recordando la derrota de los refuerzos sirios del año 66, enviaron esta vez desde el sur a la Legio XXII Deiotariana, también veterana. Bar Kochba y los suyos la atacaron y la legión pasó a la historia como protagonista de otro de los desastres militares romanos. Fueron aniquilados. No quedan muchas referencias sobre qué sucedió porque no quedaron supervivientes y, tiempo después, tampoco de los atacantes.

Bar Kochba y Akiva proclamaron la restauración de Israel. Intentaron, de hecho, reedificar el templo. Acuñaron moneda. Pero a la par se prepararon para la defensa. Sabían que los romanos responderían y que este tercer desafío tendría una respuesta más dura aún que los anteriores. Adriano, con todo su humanismo a cuestas, ordenó acabar de una maldita vez con el problema judío, si bien no en los términos del tal Adolfo 1.800 años más tarde. Ordenó a Julio Severo (igual de allí viene el significado de la palabra…), otro general que daría origen a una dinastía de emperadores, que dispusiese la nueva campaña.

Imagen
Monedas de Bar Kochba

Doce legiones se trasladaron a Israel y procedieron a demoler cualquier lugar en el que encontraban cualquier conato de resistencia. No hubo batallas: fue más bien una ejecución. Bar Kochba y los últimos defensores se retiraron a la fortaleza de Beitar. Los romanos la sitiaron y apenas quedaba alguno con vida cuando la tomaron. Sabedores del respeto judío a las normas de pureza, etcétera, prohibieron enterrar los cadáveres de sus últimos héroes.

No hubo ni rendiciones ni tratados de paz. No había con quien. Cerca de 600.000 judíos, sobre una población ya disminuida, murieron. Las pérdidas romanas fueron también grandes, de tal forma que ni Adriano ni Severo quisieron celebrar el triunfo. Es más: en el informe al Senado se omitio la frase "Yo y las legiones estamos bien".

La represión posterior fue más política que física: se aplicaron todas las normas antijudaicas que Adriano había planeado previamente. Se expulsó a los judíos de Judea y muy especialmente de Jerusalén. Los rollos sagrados fueron quemados públicamente en las ruinas del templo. Se construyó Aelia Capitolina. La gobernación de Judea fue abolida y su territorio repartido entre otras. Para más humillación, se le cambió el nombre al territorio y se le dio el de los irreconciliables enemigos clásicos de los israelitas: los filisteos. La ‘nueva’ región se llamaría Palestina. Se prohibió el calendario hebreo y un buen número de rabinos y estudiosos de la Torá fueron ejecutados. Unos 300 años más tarde, Constantino les permitió volver a entrar un día al año en Jerusalén para lamentar su derrota. Luego, comenzarían a volver un poco de tapadillo y más abiertamente después, hasta que cuando en el siglo VII aparecieron por allí los árabes, ya convertidos en musulmanes, volvían a ser una población importante.

Pero de momento, los judíos pasaron a ser los apestados del Imperio. A vivir aislados. Se dictaron normas contra ellos. Todo el mundo les veía como sospechosos, de nuevo, como un peligro. Como gente extraña que odiaba al mundo y en cuyos barrios a saber qué pasaría. Que conspiraban para hacerse con el poder… La cosa se fue con el tiempo atenuando, pero ahí quedó el poso…
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Re: Las guerras judías y el origen del antijudaísmo

Mensaje por harry_flashman »

Y ahora, en mi retorno a este foro, quiseira hacerles una pregunta, además de agradecer los elogios recibidos por parte de tantos y tan buenos amigos. Este hilo lo he desarrollado en otro foro -pero creo que realmente en el que mejor encaja es en este- y en ese, a partir de este momento, incluyo algunas consideraciones históricas no militares. En concreto, sobre historia de la religión y de la Iglesia. Si se pueden incluir, sigo con ellas. Si no, paso a las conclusiones finales.

Espero volver ser más asiduo a este foro, como antaño.
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Re: Las guerras judías y el origen del antijudaísmo

Mensaje por Antigono Monoftalmos »

Interesante artículo flashman :Bravo , las guerras judías son un elemento interesante en la historia de Roma en los siglos I y II d.C que demuestran que la famosa Pax Romana no se extendía a todos los territorios del Imperio.
Tosk escribió:El hecho que los judíos siempre fueron pueblos de difícil sumisión...sin más los seleucidas siglos antes tuvieron las mismas dificultades.
APV escribió:Hay que tener en cuenta que ya había problemas anteriormente, en Alejandría hubo revueltas y bajo los Seleúcidas la rebelión de los Macabeos.
En realidad los judíos no eran tan difíciles de someter, siempre que no se interfiriera en su culto; los persas no tuvieron ningún problema con ellos, ni tampoco los Ptolomeos; pero con los seleúcidas sí ya que estos intentaban helenizarles...lo mismo que los romanos que intentaban romanizarles; si hubieran tenido un poco de mano izquierda se habrían ahorrado disgustos y rompecabezas, en una zona además muy sensible; lo único que lograron fue que los judíos de Oriente prefiriesen el dominio parto que el romano...lo cual no me extraña.
El momento ideal para ser un héroe, es aquél en que se ha acabado la batalla y los otros tipos han muerto, que Dios los tenga en su gloria, y tú te llevas todo el mérito.
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Re: Las guerras judías y el origen del antijudaísmo

Mensaje por Oskar Matzerath »

Magnífico. El pueblo judío siempre ha luchado a lo largo de su historia contra vecinos de diferente religón y con ansias de destrucción. Y siempre ha sobrevivido. Debe formar parte de su idiosincrasia o de su ADN, pero el hecho es que su hecho diferencial, su religión, ha logrado evitar su desaparición y a la vez ha provocado que siempre hayan tenido que luchar.
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Re: Las guerras judías y el origen del antijudaísmo

Mensaje por anibalbarca »

harry_flashman escribió:Y ahora, en mi retorno a este foro, quiseira hacerles una pregunta, además de agradecer los elogios recibidos por parte de tantos y tan buenos amigos. Este hilo lo he desarrollado en otro foro -pero creo que realmente en el que mejor encaja es en este- y en ese, a partir de este momento, incluyo algunas consideraciones históricas no militares. En concreto, sobre historia de la religión y de la Iglesia. Si se pueden incluir, sigo con ellas. Si no, paso a las conclusiones finales.
Yo creo que sería una lástima dejar este maravilloso trabajo a medias, ¿no crees? :wink: Prosigue, por favor.
harry_flashman escribió:Espero volver ser más asiduo a este foro, como antaño.
Amen.

Saludos.
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Re: Las guerras judías y el origen del antijudaísmo

Mensaje por harry_flashman »

Pero bien, dirán ustedes. Ya sabemos de la Guerras Judías pero ¿De donde viene el antijudaísmo de los 1.900 años posteriores? ¿De ahí? Caray, si los romanos desaparecieron del mapa 300 años más tarde y ya no se acuerdan más que dos o tres de Adriano ni de su tía. No se apuren. Ahora vamos con ello y ahí si les digo que habrá algo de opinión -no mucho- junto a los hechos históricos.
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Re: Las guerras judías y el origen del antijudaísmo

Mensaje por harry_flashman »

Llámenlos ustedes como quieran, pero los primeros dirigentes de la Iglesia eran gente sumamente inteligente, que comprendían que no podían enfrentarse a Roma –el ejemplo judío ahí estaba- y que tenían que crecer para sostenerse al margen del deber religioso que se habían impuesto de predicar el Evangelio, o buena nueva.

Y una de las principales armas de la Iglesia, más allá de la nueva religión, era la propaganda, que se llevó a cabo en dos niveles. Una, hacia los nuevos fieles. Otra, hacia el poder. En este segundo apartado el mensaje era claro: nosotros somos cristianos, no veneramos a los dioses clásicos, pero somos leales romanos igual que nuestro Maestro, por más que fuera Hijo de Dios. Y por esta lealtad que tenemos, pedimos la misma tolerancia que se tiene con los demás.

Eso, claro, eran palabras que había que demostrar con hechos. Y resulta que en la época había un clarísimo carro al que subirse para demostrar fidelidad a Roma ¿Cuál era? Efectivamente: los judíos, el más tenaz enemigo interior del Imperio en los años de su apogeo. La Iglesia, que tenía el pecado original de provenir de Judea y cuyos primeros miembros fueron judíos, demostraría su romanidad proclamándose, al igual que Roma, primero distinta y luego enemiga de los judíos.

La religión cristiana no es como la musulmana, por ejemplo. La religión musulmana la crea un intelectual y por eso está muy bien concebida. La cristiana la crea un maestro seguido por un grupo de personas sencillas. Apenas alguno de los Apóstoles y discípulos originales de Cristo tenía formación y probablemente la mayoría eran analfabetos: pescadores, obreros… “prostitutas, borrachos, pecadores”, así era como juzgaba el poder hebreo a los seguidores de Jesuah Ben Joseph que, encima, cometió el pecado de predicar más contra los dirigentes del judaísmo que contra los romanos. El peligro de revuelta contra los romanos, con el que se escudaron para proceder a su ejecución, provenía en realidad más bien de que Jesuah pudiera cambiar de opinión, de que el pueblo actuara por su cuenta o de que creara un caldo de cultivo para que apareciera cualquier otro porque de momento no había hecho gran cosa contra el enemigo (al menos, según las fuentes disponibles actualmente). Pero si su movimiento seguía creciendo, las predicaciones de que al fin y al cabo el templo no era tan importante, era un tiro que iba directamente contra ellos. Cristo predicó mucho contra los fariseos, pero quienes fueron sus mas tenaces enemigos eran los saduceos: los maestros sacerdotales luego aniquilados por Tito y Adriano. Mejor cortar por lo sano.

Eso quiere decir que tal vez nadie recogiera por escrito lo que Jesuah Ben Joseph, Jesús de Nazaret o Jesucristo dijo o no dijo durante su predicación. Que si alguien lo hizo, actuó por su cuenta, de tal forma que entre los posibles escritos y la tradición oral, en los primeros años del cristianismo no hubo una codificación de las enseñanzas de Cristo –habría 30 o 40 Evangelios, según lo que cada cual recordara o hubiera oído sobre el Maestro- aparte de lo fundamental, ni una teología, ni mucho menos una organización eclesial aparte del Tu Est Petrus. No. Todo eso comenzó más tarde. ¿Saben cuando? En torno al año 70 D.C., mientras Tito pulverizaba Jerusalén ¿Captan?
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Re: Las guerras judías y el origen del antijudaísmo

Mensaje por harry_flashman »

En efecto, cuando la Iglesia se dotó de organización uno de sus primeros objetivos fue vestirse de romanidad y, para demostrarla, cargar juntamente con el Imperio junto al enemigo común que, además, era el tronco del que procedían. Cortar los puentes con el mismo tampoco era una tarea que se pudiera tomar a la ligera.

Parte del trabajo se lo habían hecho ya los propios judíos, al expulsar de su seno a los herejes seguidores de Jesuah. Sí es cierto que muchos de ellos seguían viviendo en Israel, pero como otras tantas comunidades heréticas, mal miradas, como lo habían sido los samaritanos. Cristo había predicado contra los fariseos, pero los saduceos se habían revelado como enconados enemigos de la nueva fe. Los zelotes, pese a que probablemente uno de ellos (Judas Iscariote –Iscariote es la forma griega de ‘sicario’, palabra que viene del latín ‘sica’, o daga, de tal forma que su nombre traducido sería Judas el Sicario-) estuviera con Cristo, tampoco tenían gran interés por una secta pacifista, como no fuera para asesinarlos por colaboracionistas. De hecho, a quien había levantado la voz se lo habían cepillado. El hecho de que Saulo de Tarso hubiera extendido la predicación a los gentiles y muy especialmente a los odiados e incircuncisos griegos, había hecho el resto. Muchos cristianos ya no eran judíos. Había que demostrar, ahora, que la ‘ideología’ tampoco lo era.

En torno al año 70, como decimos, la Iglesia se dio su primera codificación y se empieza a considerar de capital importancia escribir textos bien documentados y coherentes histórica y teológicamente sobre las enseñanzas de Cristo. Es entonces cuando Mateo, Marcos y Lucas escriben sus tres Evangelios partiendo de fuentes previas. Unos veinte años después, Juan escribe el suyo, menos histórico y más simbólico y teológico. Los cuatro, sin embargo, tienen mucha similitud: los romanos casi no aparecen. Jesucristo aparece en Judea, vive en Judea y predica entre los judíos. Sus seguidores son judíos pero muy principalmente sus enemigos, sus críticos, y quienes finalmente le asesinan, son judíos. Tras mucho estudiarlos se encuentra una incoherencia teológica: las profecías indican que el Mesías moriría para salvar y liberar a su pueblo. En ese sentido, sería difícil condenar y rechazar a los actores necesarios para que se cumpliera la voluntad de Dios y su hijo. Se explicó luego de mil maneras, atendiendo al libre albedrío y abstrusas explicaciones, pero nunca acabó de quedar claro. Sigue habiendo iglesias –y ojo, de las más antiguas, sectas coptas, etíopes y demás- que consideran santo a Judas el Sicario. Y algún hereje hubo que predicó que Jesús era el Hijo de Dios pero el Redentor era Judas. Pero se dejó en el aire.

Junto a esto, aparece otro detalle. De lo poco que los romanos aparecen en el Evangelio, que es la narración de la vida de una persona –el Hijo de Dios para algunos, un predicador judío para otros- en la Judea romana, es casi como ‘los buenos’. En Sevilla se dice “Joé con el joputa de Pilatos, que casi nos deja sin Semana Santa”. Poncio Pilatos, el prefecto, hace todo lo que está legal y humanamente en su mano para salvar de la crucifixión a Jesuah Ben Joseph, pero no puede hacer otra cosa que condenar ante la no rebatida acusación de sedición: Le han dicho que Jesús de Nazareth se ha proclamado rey de los judíos, como ya hay otro, que es Herodes, y el propio acusado no lo niega de forma convincente, debe condenar, pero a desgana. Ojo: el mismo Herodes tampoco se toma muy en serio la acusación, y en los Hechos de los Apóstoles sale después el siguiente Herodes que tampoco se muestra sanguinario con los cristianos, sino que más bien se los toma a broma, vayan a saber por qué ¿quizá porque Herodes estuviera apoyado por Roma? En cambio, el mismo pueblo judío que había aclamado a Cristo el domingo, pide su ejecución el jueves. No hay por qué dudar de eso: la historia nos ha enseñado ejemplos similares a miles, pero en este caso se resalta. Coincidencia con la dirección en la que soplaba el viento.

He aquí los detalles. Los cabos, que los ate cada cual. Los romanos trataron de salvar a Cristo (cómo se cumpliría la voluntad de Dios y la Redención en caso de que Pilatos dijera a Caifás que le crucificaría a él si no dejaba de dar la plasta, queda en el aire, repito). Los judíos fueron quienes en realidad, lo mataron. Y es evidente que tuvieron bastante que ver, pero si en el caso romano se deben haber suavizado las cosas porque es más que probable que un prefecto no hubiera dedicado un minuto a otro judío (salvo en el caso de que no se quedara patidifuso al ver que los judíos le entregaban a un sedicioso), en el caso del Sanedrín ni en un ápice se les rebaja la responsabilidad. El pueblo judío pide la ejecución del Hijo de Dios. Los cristianos jamás se han revuelto contra Roma. Es más: la han servido fielmente cuando se les ha dejado. Los judíos, en cambio, son levantiscos, crueles, asesinos. Siempre están conspirando. A nosotros también nos odian, porque también somos romanos… Predicaciones ‘ad hoc’ de curas y obispos y los errores políticos judíos hicieron el resto.

Pasaron los siglos. Al final, Roma fue cristiana y la Iglesia perpetuó el Imperio Romano. Hoy, como hace 1.800 años, un hombre vestido de blanco sigue gobernando el mundo desde Roma y Occidente fue cristiano y cuando llegaron los Ilustrados a comerse algunos curas, el pensamiento del cristianismo siguió pemeando la nueva forma de ver las cosas.

Y muchas cosas se olvidaron. En el mundo cristiano se olvidó a Akiva, a Bar Kochba, a los muertos de Chipre y de Cirenaica, a Giora y a Giscala, a Aelia Capitolina y a Gesio –en el mundo hebreo, en cambio, nunca se han olvidado las guerras contra Roma-. Pero no que los judíos eran gente sospechosísima y de poco fiar, y que siempre estaban conspirando con algún propósito oculto. Cuando llegaron germanos, burgundios, alamanos, ostrogodos y similares, conocieron a los judíos, pero a través de lo que de ellos les contaron los romanos. Y les aplicaron el mismo tratamiento.

Y así se siguió durante 1.800 años, y se inició la cadena de hechos que acabó llevando a las expulsiones, a los pogromos, a los Sabios de Sión, a la declaración Balfour, a Auschwitz y a los bombardeos de Gaza. Sólo recientemente la Iglesia ha reconocido su papel en el antijudaísmo y ha pedido perdón.

Los judíos, por su parte, tampoco fueron en sus hechos mucho más crueles que otros pueblos e imperios de la Antigüedad. Defendieron ferozmente su tierra y sobre todo su identidad. La diferencia con otros fue que todos los demás han desaparecido. Sólo ellos siguen aquí, y siguen recogiendo la herencia de odio y desconfianza que contra ellos se concitó en tiempos del Imperio. Ya me dirán ustedes si nosotros no seguimos siendo en buena parte romanos.
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Re: Las guerras judías y el origen del antijudaísmo

Mensaje por Japa »

Antigono Monoftalmos escribió: En realidad los judíos no eran tan difíciles de someter, siempre que no se interfiriera en su culto; los persas no tuvieron ningún problema con ellos, ni tampoco los Ptolomeos; pero con los seleúcidas sí ya que estos intentaban helenizarles...lo mismo que los romanos que intentaban romanizarles; si hubieran tenido un poco de mano izquierda se habrían ahorrado disgustos y rompecabezas, en una zona además muy sensible; lo único que lograron fue que los judíos de Oriente prefiriesen el dominio parto que el romano...lo cual no me extraña.
Discrepo: el problema en tiewmpos de ROma no es la interferencia en la religión, porque los romanos no interferían. EL problema es más grave y profundo, se trata de la enorme fractura social producida en Israel en lso tiempos de los seleucidas y agrandada con la política helenizante de Herodes el Grande, que produjo un brutal desequilibrio económico en Israel. La mayor parte del pueblo quedaba al margen de la vida económica, basada en la importancia de las rutas comerciales establecidas desde los puertos hebreos, que quedaba en manos de las familias poderosas (casi siempre sacerdotales) y los gentiles, apoyados decididamente por el monarca. La administración romana posterior a Herodes se limitó a no tocar las cosas, pero estas empeoraban de manera irreversible. Debido a ello se produjo una división en facciones que, a medio plazo, dinamitó la convivencia entre los propios judíos y fue el detonante del alzamiento.

La faccicón conservadora, los saduceos, estaba centrada en el sanedrín, una especie de consejo sacerdotal de ancianos, defensores a ultranza de la tradición, es decir, la estricta obediencia a la casta sacerdotal legitimada por el Templo. Eran, por cierto, usurpadores desde un punto de vista estricto, ya que se habían hecho con el poder sacerdotal de forma ilegal en el tiempo de los macabeos. Pese a tener el poder, sus adeptos eran una minoría menguante porque su política era inmovilista: no hacer nada, para que todo siguiera igual. Frente a ellos destacaban los fariseos, los zelotas y los esenios.

Los fariseos eran una especie de rama proguesista del judaismo, que entre otras cosas abogaba por ir más allá de los rituales del templo, profundizar en la caridad y, en cierto modo, el individualismo religioso, ya que por encima de los dogmas sacerdotales, los judíos debían ser capaces de leer, estudiar e interpretar las Escrituras como base de la fe. Por supuesto esto les anatemizaba a ojos de los saduceos y les daba una gran popularidad entre la juventud.

Los esenios no intentaban cambiar el estado de las cosas, más bien trataban de crear una nueva sociedad basada en la comunidad, una suerte de monacato judío. Su actividad política era muy escasa ya que sus colectividades buscaban el aislamiento.

Los zelotas eran los seguidores de Judas el Galileo (no confundir con el apostol Judas) y consideraban que la raiz de todos los males era la presencia de los extranjeros y la opresión de Roma. Abominaban de los otros tres grupos y buscaban el enfrentamiento abierto. Al originarse la revuelta se hicieron con el poder y se dedicaron con entusiasmo al exterminio de sus opositores.

Tras la guerra los fariseos quedaron como únicos supervivientes. Los zelotas fueron exterminados en el campo de batalla, los esenios fueron masacrados alternativamente por ambos bandos y, tras la destrucción del templo, los saduceos perdieron cualquier poder que les restara.

El problema social de Israel, dicho sea de paso, quedó resuelto tras las guerras: exterminda la población de judea, ya no había problema alguno. EL fariseismo evolucionó en los siguientes años en las comunidades judías en el extranjero, y desembocó en el judaísmo rabínico, centrado en el estudio y la sinagoga. Dado que desde un principio los fariseos fueron los principales rivales del cristianismo dentro del judaísmo superviviente, los evangelios (escritos después de las guerras judías, no lo olvidemos) les señalaron como hipócritas y fraudulentos.
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Re: Las guerras judías y el origen del antijudaísmo

Mensaje por Japa »

Notaréis que no he mencionado a los cristianos al enumera las facciones: lso cristianos eran un grupúsculo bastante marginal, con características a medio camino entre esenios y fariseos, ya que abogaban por una forma de vida comunitaria pero no se aislaban. Antes de la Guerra estuvieron a punto de escindirse por la controversia entre Santiago (líder de la secta) y Saulo (ex fariseo) en el tema de la circuncisión. En los evangelios se explica que Pedro medió entre ambos, pero es una reescritura posterior: Pedro no era el jefe espiritual de los cristianos, lo era Santiago y lo demostraba su mandato en Jerusalén. La conversión de Pedro en padre de la iglesia es posteiror, y obedece al simple motivo de que la hacerlo los obispos de ROma se presentaban como herederos de su supuesta autoridad.

El cristianismo judaico fue exterminado cuando cayó Jerusalén, quedando Pablo como lider indiscutible y abriéndose así la prédica a los gentiles como modo de expansión, mientras los judíos seguían centrados en sí mismos. De este modo a la muerte de Pablo el cristianismo ya se ha diferenciado del judaísmo.
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Re: Las guerras judías y el origen del antijudaísmo

Mensaje por Japa »

harry_flashman escribió: En torno al año 70, como decimos, la Iglesia se dio su primera codificación y se empieza a considerar de capital importancia escribir textos bien documentados y coherentes histórica y teológicamente sobre las enseñanzas de Cristo. Es entonces cuando Mateo, Marcos y Lucas escriben sus tres Evangelios partiendo de fuentes previas. Unos veinte años después, Juan escribe el suyo, menos histórico y más simbólico y teológico. Los cuatro, sin embargo, tienen mucha similitud: los romanos casi no aparecen. Jesucristo aparece en Judea, vive en Judea y predica entre los judíos. Sus seguidores son judíos pero muy principalmente sus enemigos, sus críticos, y quienes finalmente le asesinan, son judíos. Tras mucho estudiarlos se encuentra una incoherencia teológica: las profecías indican que el Mesías moriría para salvar y liberar a su pueblo. En ese sentido, sería difícil condenar y rechazar a los actores necesarios para que se cumpliera la voluntad de Dios y su hijo. Se explicó luego de mil maneras, atendiendo al libre albedrío y abstrusas explicaciones, pero nunca acabó de quedar claro. Sigue habiendo iglesias –y ojo, de las más antiguas, sectas coptas, etíopes y demás- que consideran santo a Judas el Sicario. Y algún hereje hubo que predicó que Jesús era el Hijo de Dios pero el Redentor era Judas. Pero se dejó en el aire.
Los evangelios no fueron escritos por los apóstoles. Fueron recopilados a lo largo del siglo I y el II, a partir del conjunto de escrituras de los cristianos. Reciben el nombre de un apostol porque cada grupúsculo reclamaba la autoridad de uno de los padres fundadores. Por el camino fueron quedando aquellos que no lograron la aprobación conciliar, como el de Tomás, cuya autoridad fue borrada de un plumazo (un resto de ese plumazo permanece en los evangelios superviventes, cuando Tomás duda ante Jesús resucitado, lo que le señala como falto de fe y menos digno que el resto) o el de María de Magdala, que fue expurgado junto al resto de los textos gnósticos, ya que tras la reforma de Pablo la mujer carecía de cualquier atisbo de autoridad o respeto. El de Juán es una recopilación basada en los otros tres que incluye además textos no cristianos como el del Apocalipsis, que es en realidad un poema escatológico judío de la primera guerra contra Roma.

Buena parte de lo escrito en los evangelios es posterior y ajeno a la predicación original, y se incorporó para ir ajustando las cosas de acuerdo a las tendencias. Es el caso que ya he mencionado de la supuesta autoridad de Pedro (muy oportuna, como la del supuesto legado de COnstantino), de la natividad (basada en los mitos mitraicos, ya que el mitraísmo se había extendido en Roma y era un culto rival muy popular), el párrafo de la moneda (Dad al César lo que es del César, un mensaje descaradaente proromano) o, como ha señalado Harry, el papel otorgado al personaje de Pilatos. ¿Un gobernador romano dudando sobre crucificar a un supuesto inocente?. Por cierto que la escena del "crucifícalo" es claramente apócrifa, ya que el judaísmo rechazaba la muerte por crucifixión como contraria a su religión, luego una multitud judía jamás hubiera pedido una cricifixión, si acaso una lapidación*. Precisamente el saber lo profundo de la ofensa que se hacía a los judíos con la crucifixión era un buen estímulo para los romanos, que crucificaban a diestro y siniestro.

Incluso hay partes que son gazapos, como una de las resurrecciones. En un versículo se menciona que Jesús pasó por el pueblo donde había vivido ELiseo y resucitó a un hombre, y lo dejan así, tal cual, como si fuera algo sin importancia (cuando la otra resurrección, la de Lázaro, es recreada con todo detalle). Lo que debía decir el texto inicial es que Jesús pasó por el pueblo donde Eliseo había resucitado a un hombre (un milagro un tanto raruno dentro de los hechos de Eliseo, ya que este era más dado a los castigos aterradores, pero está en el Antiguo Testamento, unos ladrones asesinaron a un viajero y echaron el cadáver en la tumba de ELiseo, y al contacto con el cuerpo del profeta el muerto resucitó). EL escriba que copiara ese texto no debía estar versado en la tradición hebrea y se limitó a adjudicarle a Cristo el milagro.

Sucede lo mismo, por cierto, con la única referencia a Cristo de un autor clásico, la de Flavio Josefo. Josefo (Fariseo) nunca pudo decir que Jesus era el hijo de Dios. EL epíteto debió ser añadido por algún piadoso copista siglos después, para dignificar el texto.


*Inolvidable escena de la vida de Brian: mira que la he visto veces y me sigo riendo.
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Re: Las guerras judías y el origen del antijudaísmo

Mensaje por Antigono Monoftalmos »

Sí, yo también opino que el papel de Pilatos en los evangelios es muy "light"; sabiendo como eran los gobernadores romanos, muy similares a los sátrapas persas, gobernaban las provincias extrayendo todos los recursos que podían para el Imperio (y su bolsillo particular) y a los nativos que les diesen, y si no estaban contentos crucifixiones o empalamientos en masa; creo recordar que Pilatos ya había practicado crucifixiones en masa en Samaria por una revuelta contra el precio del pan, así que su papel de legalista y civilizado romano no le cuadra.
Oskar Matzerath escribió:Magnífico. El pueblo judío siempre ha luchado a lo largo de su historia contra vecinos de diferente religón y con ansias de destrucción. Y siempre ha sobrevivido. Debe formar parte de su idiosincrasia o de su ADN, pero el hecho es que su hecho diferencial, su religión, ha logrado evitar su desaparición y a la vez ha provocado que siempre hayan tenido que luchar.
No veo ninguna diferencia entre los judíos y otros pueblos similares de la Antigüedad como los griegos, que también se las traían con la violencia santa...o sagrada. Además ya he nombrado casos antes donde los judíos estuvieron muy tranquilos bajo dominio extranjero.
Y no veo mal que luchasen contra Roma, lo mismo hicieron numantinos y cartagineses y se les respeta por ello, los mismos griegos son admirados por su resistencia a las ansias imperialistas persas. Amaban su país y lucharon por él contra unos invasores a los que nadie había dado vela en aquél entierro.
Japa escribió:el problema en tiewmpos de ROma no es la interferencia en la religión, porque los romanos no interferían. EL problema es más grave y profundo, se trata de la enorme fractura social producida en Israel en lso tiempos de los seleucidas y agrandada con la política helenizante de Herodes el Grande, que produjo un brutal desequilibrio económico en Israel. La mayor parte del pueblo quedaba al margen de la vida económica, basada en la importancia de las rutas comerciales establecidas desde los puertos hebreos, que quedaba en manos de las familias poderosas (casi siempre sacerdotales) y los gentiles, apoyados decididamente por el monarca. La administración romana posterior a Herodes se limitó a no tocar las cosas, pero estas empeoraban de manera irreversible. Debido a ello se produjo una división en facciones que, a medio plazo, dinamitó la convivencia entre los propios judíos y fue el detonante del alzamiento.
Si mal no recuerdo, la facción aspirante al trono de Herodes (los asmoneos) eran apoyados por los partos...y fueron apoyados por Cleopatra VII, la última de los Ptolomeos.
De todas formas la intromisión de los romanos en el Templo fue de manual de incompetencia si se quería dar buena impresión a los judíos, podían haber tomado nota de Ptolomeo III que cuando pasó por Jerusalén hizo sacrificios apropiados en el Templo.
El momento ideal para ser un héroe, es aquél en que se ha acabado la batalla y los otros tipos han muerto, que Dios los tenga en su gloria, y tú te llevas todo el mérito.
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Re: Las guerras judías y el origen del antijudaísmo

Mensaje por harry_flashman »

Me van a perdonar la fabulación, pero hay un contexto histórico en el que Pilatos hubiera juzgado favorable a Cristo. Sería este, aunque históricamente e sumamente improbable.

Pilatos, en su oficina, recibe a un funcionario que le pasa a la firma las sentencias de muerte. Pilatos va preguntando causa y firmando.

P: Jesuah ben Joseph… ¿Por?
- Sedición.
P: ¿Sedición? ¿Y nos lo trae los judíos cuando normalmente somos nosotros quienes tenemos que cazarlos? ¡¡¡Por Júpiter, que esto hay que verlo!!! Que lo traigan
Y un Jesús de Nazaret molido a palos es llevado a presencia de Pilatos.
P:¿Este es? No impresiona mucho… ¿Qué ha hecho, en concreto? ¿Disturbios, asesinatos…?
- Se ha proclamado hijo de Dios y Rey de los Judíos
P: Otro judío loco, entonces ¿Y qué más? ¿Armas escondidas? ¿Ha llamado a rebelión.
- En realidad parece que no… Ha tenido algún incidente con sus sacerdotes, una pelea en el templo o algo así… Este es el tipo al que aclamaron el otro día.
P: ¡¡¡Acabáramos!!! Les crea problemas y nos lo pasan a nosotros para que sus seguidores nos culpen a nosotros y no a ellos ¿Sabéis lo que pienso? Que si le soltamos serán ellos quienes tengan en qué ocuparse y quizá nos dejen un tiempo en paz. A ver, judío ¿Es verdad que eres rey de los Judíos?
- Eso es lo que han dicho otros por mí
P: ¿Y que eres el Hijo de Dios?
- Todos somos hijos de Dios
P: ¡¡¡Sé más claro, joder!!! ¿Qué quieres en realidad? ¿Tienes algo contra tus sacerdotes? ¿O me apuñalarás cuando vuelva la espalda?
- Sólo estoy aquí para anunciar la Verdad
P : ¡¡La verdad!! Valiente palabra… No sé si te das cuenta de que te puedo mandar a la cruz o dejarte salir en libertad
- Estoy en manos de mi Padre, como tú. Yo moriré para salvar a los míos.
P: ¿Sabéis? Lo voy a liberar. Creo que los judíos nos quieren meter un gol. Que se ocupen ellos de sus asuntos. Este hombre no es peligroso. Si ellos se quieren lavar las manos, me las voy a lavar yo.
- Prefecto, estoy de acuerdo con vos, pero la acusación de sedición es muy seria, y este hombre no la ha negado con claridad.
- Si no le condenáis, es posible que no falte quien diga algo en Roma. Y está aquello…

Y Pilatos bajó la cabeza y reflexionó. Sí, no había sido muy escrupuloso en la rendición de cuentas de los impuestos. Una inspección no llegaría en buen momento…

P.: Judío, me caes bien. Creo que eres un buen hombre. Pero hay poderosas razones que aconsejan que te conceda tu deseo. Morirás. Ojalá salves a los tuyos, sea eso lo que sea. Lleváoslo.

Mientras se lo llevaban, se volvió a un funcionario
- Que no sufra mucho.
Y Pilatos volvió a la lista complacido. No carecía de buenos sentimientos.
¡¡Gritemos bien alto Arriba España y Viva Franco antes de poner el pie en esta tierra de cabrones!! (General Moscardó, presidente del COE, a la delegación española a los JJOO de Londres-48)
"Hitler es un hombre extraordinario. Moderado, sensible, humanista y lleno de grandes ideas" (Francisco Franco a Pedro Teotónio Pereira, 1940).
Groucho lo llevaba escrito. Tip no.
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Re: Las guerras judías y el origen del antijudaísmo

Mensaje por Japa »

Lo que realmente enfurecía a los judíos era el tener que pagar tributos a Roma, tributos que se esquilmaban al pueblo, que se sumaban al tradicional diezmo al templo (exento, of course), y cuyos supuestos beneficios (obras públicas, comercio…) sólo beneficiaban a los poderosos y las familias helenizadas. Hay que tener en cuenta que la tradición agrícola-ganadera judía había desparecido debido al empeoramiento del clima y el suelo 8causado entre otras cosas por una gran deforestación a lo largo de varios siglos) y la concentración de tierras en manos de los privilegiados, dejando a la mayor parte de la gente del campo en la miseria, de ahí que las semanas de celebraciones, cuando todos acudían a Jerusalén, se redoblaba la vigilancia, ya que las muchedumbres que venían del campo solían ser gente casi en la indigencia, fácil de levantar. Ese sustrato de desesperación fue lo que alimentó la revuelta, los fariseos podían ser populares entre los jóvenes de Jerusalén, pero para las masas de indigentes los movimientos mesiánicos y zelotes eran un verdadero imán.

Pensemos en las inmensas obras de Herodes el Grande: esa fiebre constructora de puertos, palacios y fortalezas, por no mencionar la reforma del Templo, desangró a la nación. El recuerdo de Herodes era aborrecido por muchos motivos, y la losa que supusieron sus impuestos no era el menor.

EN cuanto a Pilatos, el Sanedrín tenía autoridad para juzgar los delitos religiosos, pero no para detener a alguien por supuestos alborotos y entregarlo a los romanos. Si Jesús fue ante Pilatos, llegó a su presencia por obra de los alguaciles romanos, y sería lógico ya que como he dicho en la semana de los festejos se extremaban las precauciones. Pero una vez los cristianos se convirtieron en una religión alejada del judaísmo acusar a los romanos de haber crucificado a Cristo era políticamente problemático, mientras que acusar de lo mismo a los judíos con todo tipo de detalles (incluído eso de "caiga su sangre sobre nosotros") resultaba de lo más idóneo, teniendo en cuenta la pésima fama de los judíos tras la segunda revuelta.

Por cierto que Josefo no destaca especialmente a Jesús, sólo lo menciona al hablar de diversas revueltas mesiánicas como la de Juan el Bautista, sin darle especial sigificado a su muerte o la supervivencia de su gente, lo que resulta normal si tenemos en cuenta que los cristianos eran muy minoritarios en tiempos de la primera guerra.
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Re: Las guerras judías y el origen del antijudaísmo

Mensaje por Sirili »

Menudo hilo, Harry, felicidades. Me lo voy a leer otra vez, con detalle; pero antes quería darte la enhorabuena. :Bravo
¡Ay! ¡Nikal Seyn ha muerto..., ha muerto ante Delhi!
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Re: Las guerras judías y el origen del antijudaísmo

Mensaje por Urogallo »

Bueno, hay que tener en cuenta que aparte de unos impuestos bastante asfixiantes ( Habituales bajo cualquier tiranuelo) Herodes pudo acometer sus grandes proyectos gracias a las aportaciones de los judios del extranjero, que eran numerosísimos por todo el imperio, y que enviaban tributos al templo. Tributos que luego Herodes invertía en sus programas de construcciones, lo que no ayudaba a que los sacerdotes le tuviesen mucho cariño.
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Re: Las guerras judías y el origen del antijudaísmo

Mensaje por Johnny Darko »

En Judea se acantonó permanentemente una legión escogida: La X Fretensis. En el mismísimo Jerusalen.
Y segun Mommsen una cohorte hispana y otra tracia tambien .
Dentro de cada gaita, hay pequeños arroyos y pequeños arboles, y el viento suena al pasar atraves de ellos, por eso Escocia debe ser como una gaita inmensa.
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Re: Las guerras judías y el origen del antijudaísmo

Mensaje por Tosk »

Bienvuelto Darko...a ver si vemos tus aportes más seguido, de a poco vienen volviendo quienes estaban MIA jejeje.
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Re: Las guerras judías y el origen del antijudaísmo

Mensaje por Johnny Darko »

Voy a tener pronto problemas. Entro con login automatica que no se cual es, cuando tenga que cambiarla y confirmar la antigua; solo la fortuna decidira si puedo seguir posteando con esta cuenta.

Perdon por el offtopic.
Dentro de cada gaita, hay pequeños arroyos y pequeños arboles, y el viento suena al pasar atraves de ellos, por eso Escocia debe ser como una gaita inmensa.
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TEMISTOCLES
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Re: Las guerras judías y el origen del antijudaísmo

Mensaje por TEMISTOCLES »

Los evangelios no fueron escritos por los apóstoles.
¿Estás seguro? Yo en cambio te afirmo que de los cuatro evangelistas que se incluyen hoy en el Nuevo Testamento, Mateo y Juan sí que fueron apóstoles, y contemporáneos de Jesús. Los otros dos, Marcos y Lucas, fueron discípulos directos de Pedro y Pablo respectivamente. Siendo este último el único que no le llegó a conocer personalmente.

SALUDOS!!!
QUI MORI DIDICIT, SERVIRE DEDIDICIT. "QUIEN SABE MORIR, NO SE RESIGNA A SERVIR"
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