La rebelión de los iberos (197-191 a. C.)

Toda la Historia Militar desde la Prehistoria hasta 1453.

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Bernardo Pascual
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Re: La rebelión de los iberos (197-191 a. C.)

Mensaje por Bernardo Pascual »

Otro suceso que seguramente sea falso. Al final del párrafo se menciona una ciudad, más que nada para ubicar la acción. Apuesto a que se adivina el nombre antes de llegar a él.
  • "A comienzos del año en que ocurrieron estos hechos Sexto Digicio, pretor en la Hispania Citerior, libró una serie de batallas más numerosas que memorables contra gran cantidad de ciudades que se habían sublevado después de la marcha de Marco Catón. La mayoría de las batallas fueron tan poco afortunadas que entregó a su sucesor apenas la mitad de los soldados que había recibido. Y está fuera de duda que toda Hispania habría tenido ánimos para sublevarse de no ser porque el otro pretor, Publio Cornelio Escipión, hijo de Gneo, libró con éxito muchas batallas al otro lado del Ebro provocando tal pánico que se pasaron a él no menos de cincuenta plazas fortificadas. Estas acciones las llevó a cabo Escipión cuando era pretor. Ya como propretor atacó a los lusitanos cuando marchaban de vuelta a su país con un botín muy cuantioso tras haber devastado la provincia Ulterior. Libró un combate de resultado incierto desde la hora tercera hasta la octava; estaba en inferioridad numérica pero llevaba ventaja en otros aspectos, pues combatió con hombres en formación compacta frente a una columna estirada y obstaculizada por el tropel de animales, y con soldados descansados frente a otros agotados por la prolongada marcha. El enemigo, en efecto, había salido al tercer relevo de la guardia, y a la caminata nocturna se había añadido otra de tres horas durante el día, sucediendo el combate a la fatiga de la marcha sin haber tenido ni un instante de reposo. Por consiguiente, al comienzo de la batalla tenían algunas fuerzas físicas y anímicas, y en un principio crearon desconcierto entre los romanos; después, la lucha se fue nivelando gradualmente. En esta comprometida situación el pretor prometió con voto unos juegos a Júpiter si derrotaba y hacía trizas al enemigo. Al fin los romanos pusieron mayor brío en su empuje y los lusitanos cedieron terreno y luego emprendieron una franca huída; los vencedores persiguieron de cerca de los que huían, y resultaron muertos en torno a los doce mil enemigos, cayeron prisioneros quinientos cuarenta, casi todos jinetes, y se capturaron ciento treinta y cuatro enseñas militares. El ejército romano perdió setenta y tres hombres. La batalla se desarrolló no lejos de Ilipa, ciudad a la que regresó Publio Cornelio al frente de su ejército victorioso y cargado de botín. El botín quedó todo expuesto delante de la ciudad, y se ofreció a los propietarios la posibilidad de identificar sus pertenencias; se le entregó al cuestor lo que quedó para su puesta en venta, y el producto de la misma fue repartido entre los soldados."
    Livio, XXXV, 1.
Cuando un relato es ficticio se recurre a tópicos, resultando así pues mucho más sencillo de entender que un relato histórico. Los datos confusos por tanto garantizan en cierto modo la veracidad.

Compárese el anterior con este otro fragmento. Este sí que es verídico.
  • "También en las dos Hispanias se desarrollaron con éxito las operaciones aquel año, pues Gayo Flaminio tomó al asalto con manteletes la plaza de Licabro, fortificada y rica, y cogió vivo al famoso régulo Corribilón, y por otra parte, el procónsul Marco Fulvio libró con éxito dos batallas contra dos ejércitos enemigos y tomó al asalto dos plazas de los hispanos, Vescelia y Elón, y muchos reductos fortificados; otras se entregaron voluntariamente. Luego se internó en el territorio de los oretanos, y después de apoderarse allí de dos plazas, Nobila y Cusibe, continuó su avance en dirección al río Tajo. Allí se encontraba Toledo, una ciudad pequeña pero bien defendida por su posición. Cuando la atacó, acudió un numeroso ejército de vetones en ayuda de los toledanos. Se enfrentó a ellos con éxito en una batalla campal, y una vez derrotados los vetones tomó Toledo con obras de asedio."
    Livio, XXXV, 22, 5-8.
A propósito, Licabro puede que se corresponda con Mengíbar. :~i


Nelitis neque litis

“...Sin embargo, estoy convencido de que si nos ocurre lo que es propio de los hombres, el proyecto no quedará en el aire ni le faltarán hombres cabales; su belleza atraerá a muchos que lo tomarán bajo su responsabilidad y se esforzarán por llevarlo a cabo.”
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Re: La rebelión de los iberos (197-191 a. C.)

Mensaje por Bernardo Pascual »

La clave para entender la segunda guerra púnica en Hispania, insisto, está en este hilo, en las dos Iliturgis. En ese asunto pienso muy parecido a Marcelo. Hay que apurar un poco más la datación. Si la destrucción corresponde a Catón, no pasa nada, a seguir buscando, pero si se relaciona con la segunda guerra púnica, diana. Personalmente, me muestro pesimista, pero por eso hay que investigar más a Catón.

http://aespa.revistas.csic.es/index.php ... ad/196/196

https://www.academia.edu/1146902/Avance ... _Tarragona_

No he entendido muy bien lo de cuándo y en qué circunstancias se construyeron las torres de la entrada, pero seguro que le encanta a Poliorcetos. :-
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“...Sin embargo, estoy convencido de que si nos ocurre lo que es propio de los hombres, el proyecto no quedará en el aire ni le faltarán hombres cabales; su belleza atraerá a muchos que lo tomarán bajo su responsabilidad y se esforzarán por llevarlo a cabo.”
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Re: La rebelión de los iberos (197-191 a. C.)

Mensaje por Poliorcetos »

Una polémica dura, muy fuerte, que algo he tratado ya. Las implicaciones y conclusiones abarcan muchos temas importantes: si los hispanos eran tontos o listos y si lo siguen siendo...

Del enlace http://aespa.revistas.csic.es/index.php ... ad/196/196
, el debate sobre la cronología, restitución y filiación cultural de las torres, ha
sido incesante (Pallarès 1987; Gracia et alii 1991;
Moret 1996; Gracia 2000; Moret 2001 y 2008). Nuestra intervención, desarrollada entre 2008 y 2010, tenía por finalidad esencial aclarar su cronología.
Pierre
Moret señaló, con razón, que la restitución propuesta
por Pallarès era incomprensible desde el punto de
vista estrictamente defensivo, dado que el ángulo
agudo frontal de las torres, así como el hecho de que
sus ejes fueran convergentes delante de la puerta, implicaban la existencia de un importante ángulo muerto
frente a ésta, y la consiguiente imposibilidad de protegerla eficazmente. Ello le condujo a pensar que se
trataba de construcciones “de prestigio”, sin auténtico valor funcional (Moret 1996: 217-218; 2006:
210). Muy recientemente, sin embargo, y a la luz de
un pasaje de Filón de Bizancio (A 44 a 52) sobre las
torres pentagonales, el mismo autor ha propuesto una
nueva restitución que revaloriza el papel defensivo de
las torres (Moret 2008). Según esta interpretación, el
cuerpo triangular anterior no se elevaría hasta la altura del piso superior, sino que este último se superpondría únicamente al cuerpo cuadrangular. De este
modo, se eliminaría el ángulo muerto frente a la
puerta, a la vez que la orientación convergente de las
torres permitiría concentrar el tiro en un punto crítico desde el punto de vista defensivo, situado a unos
cuarenta metros delante de las mismas. La función
del cuerpo triangular se reduciría, por tanto, a proteger la parte inferior del cuerpo cuadrangular de las
torres de las maniobras de zapa, la acción de los arietes y los tiros de la artillería
En cualquier caso, es evidente que la
muralla funcionó con las torres, aunque debió de ser
construida inmediatamente después —no antes— que
ellas.
A lo dicho por Moret, poco o ningún sentido veo. Es más, me parece todo lo contrario, altísimo valor defensivo y todas ellas elevadas con esa sección. Precisamente el ángulo muerto es estar en desenfilada. Cualquier vano, abertura o parapeto, estaría en desenfilada de la artillería atacante, protegidos los defensores por un afilado glacis. El cruce de los fuegos de los defensores se concentra en las bases de las torres y especialmente justo frente a la puerta, una verdadera zona de aniquilación sin poder ser contrarrestado por fuego de supresión o cobertura. Inexpugnable. De hecho, se asaltó otro sector. Los iberos no eran tontos, ni lo siguen siendo. Ni helenos ni romanos, tecnología hispana punta.
Prometí también que no haré guerra ni paz ni pacto a no ser con el consejo de los obispos, nobles y hombres buenos, por cuyo consejo debo regirme.
IV Item. Decreta que Don Alfonso, Rey de León y de Galicia estableció en la Curia de León en 1.188
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Re: La rebelión de los iberos (197-191 a. C.)

Mensaje por Bernardo Pascual »

En mi opinión, aquí, en este hilo, es donde se inscribe en realidad el célebre sitio de Sagunto.
  • “Por la misma época, cuando Marco Helvio abandonaba la Hispania Ulterior con una escolta de seis mil hombres que le había dado el pretor Apio Claudio, le salieron al paso los celtíberos cerca de la ciudad de Iliturgi con un enorme contingente de tropas. Valerio refiere que eran veinte mil hombres armados, que fueron muertos doce mil de ellos, que la plaza de Iliturgi fue reconquistada y pasados por las armas todos sus jóvenes. Desde allí Helvio se llegó hasta el campamento de Catón, y como la región estaba ya a salvo de enemigos mandó su destacamento de vuelta a la Hispania Ulterior, marchó a Roma y entró en la ciudad recibiendo la ovación por el feliz resultado de su acción. Ingresó en el erario catorce mil setecientas treinta y dos libras de plata en bruto, diecisiete mil veintitrés monedas de plata acuñadas con la biga y ciento diecinueve mil cuatrocientas treinta y nueve de plata oscense. La razón de que el senado le denegase el triunfo fue el hecho de haber combatido con los auspicios y en la provincia de otro. De hecho había vuelto pasados dos años, cuando ya había entregado la provincia a su sucesor Quinto Minucio, reteniéndolo allí durante todo el año siguiente una larga y grave enfermedad. Por eso Helvio entró en Roma y recibió la ovación sólo dos meses antes de que entrase en triunfo su sucesor Quinto Minucio. Éste, a su vez, aportó treinta y cuatro mil ochocientas libras de plata, setenta y tres mil monedas acuñadas con la biga y doscientas setenta y ocho mil de plata oscense.”
    XXXIV, 10.
El anterior fragmento, el asedio y la matanza de Iliturgi, se vuelve a repetir de forma extendida a continuación. En esta otra fuente, sin embargo, el nombre que se le da a la plaza es el de Segéstica o Seguncia, el lugar donde convergieron los pretores Helvio y Manlio con el cónsul Catón.
  • “Entretanto, el pretor Publio Manlio marchó a Turdetania con el ejército que le había entregado su antecesor Quinto Minucio, al que se había unido también el ejército de veteranos de Apio Claudio Nerón procedente de la Hispania Ulterior. Los turdetanos son considerados los más ineptos para la guerra de todos los hispanos. Confiados, no obstante, en su superioridad numérica, salieron al paso de la columna romana. Una carga de la caballería desbarató su formación en un instante. Apenas sí hubo combate con la infantería: los soldados veteranos, que tenían experiencia bélica y conocían bien al enemigo, no dejaron ninguna duda acerca del resultado. Sin embargo la guerra no quedó decidida con esta batalla. Los túrdulos reclutaron diez mil mercenarios celtíberos y preparaban la guerra con armas ajenas. El cónsul, entretanto, tras el susto de la rebelión de los bergistanos, suponía que también otras ciudades harían otro tanto si se les presentaba la ocasión, y desarmó a todos los hispanos de lado de acá del Ebro. Este hecho les resultó tan intolerable que muchos se quitaron la vida a ellos mismos, pues aquel pueblo indómito estaba convencido de que la vida sin armas no es tal. Cuando se informó de esto al cónsul convocó a los senadores de todas las ciudades y les dijo: “El no rebelaros va en interés vuestro tanto como nuestro, puesto que hasta ahora la rebelión siempre ha supuesto mayor daño para los hispanos que trabajo para el ejército romano. La única manera de evitar que ello ocurra es, a mi juicio, conseguir que no os sea posible rebelaros. Yo quiero conseguirlo por el procedimiento más suave. Ayudadme también vosotros en este empeño con vuestros consejos; ninguno seguiré de mejor grado que aquel que vosotros mismos me deis”. Como guardaron silencio, dijo que les daba un plazo de algunos días para reflexionar. Convocados a una segunda reunión tampoco dijeron nada, y entonces en un solo día derribó las murallas de todas las ciudades, marchó contra los que aún no se habían sometido, y a medida que iba llegando a cada comarca se le sometían todos los pueblos que habitaban en el contorno. La importante y opulenta ciudad de Segéstica fue la única plaza que tomó con manteletes y parapetos.”
    XXXIV, 17.

    “Más difícil le ponían la guerra en Turdetania al pretor Publio Manlio los celtíberos contratados como mercenarios por el enemigo, como antes se ha dicho. Por eso el cónsul marchó para allá con sus legiones cuando el pretor le pidió en una carta que acudiera. En el momento de su llegada, los celtíberos y los turdetanos tenían campamentos separados. Con los turdetanos, los romanos entablaron inmediatamente pequeños combates atacando sus puestos de avanzada, y siempre salían victoriosos incluso de los enfrentamientos iniciados de forma temeraria. En cuanto a los celtíberos, el cónsul dio instrucciones a unos tribunos militares para que fuesen a entrevistarse con ellos y les diesen a elegir entre tres opciones; la primera, pasarse a los romanos, si querían, recibiendo el doble de paga que habían pactado con los turdetanos; la segunda, marcharse a sus casas recibiendo públicas garantías de que no les acarrearía ningún perjuicio el hecho de haberse unido a los enemigos de los romanos; la tercera, si a toda costa optaban por la guerra, que fijasen el día y el lugar para medirse con él en una batalla decisiva. Los celtíberos pidieron un día para deliberar. Celebraron una tumultuosa asamblea en la que participaron los turdetanos, razón de más para que no se pudiera tomar ninguna decisión. Aunque no estaba muy claro si se estaba en guerra o en paz con los celtíberos, los romanos traían provisiones de los campos y plazas fuertes de los enemigos como en tiempo de paz, cruzando a menudo sus trincheras en grupos de diez, como si en una tregua particular hubieran pactado intercambios recíprocos. El cónsul, en vista de que no era capaz de atraer al enemigo a una batalla, primeramente llevó algunas cohortes ligeras a saquear los campos de una comarca aún intacta, y después, enterado de que todos los bagajes y el equipamiento de los celtíberos habían quedado en Seguncia, dirigió hacia allí su marcha para atacarla. Como no hubo forma de ponerlos en movimiento abonó la soldada tanto a sus hombres como a los del pretor y regresó al Ebro con siete cohortes dejando el resto del ejército en el campamento del pretor.”
    XXXIV, 19.
Catón, tras unas negociaciones fallidas, volvió al Ebro y dejó en el sitio a los pretores. Aun así, Livio incluye seguidamente otras dos tomas ficticias de Sagunto por Catón. Véase que siempre se repite el detalle de la escalada de la Acrópolis. Sagunto fue asaltada por detrás, por sorpresa, mientras el combate se libraba en otro sitio, en la muralla de abajo.
  • “Con estas fuerzas tan reducidas tomó algunas plazas. Se pasaron a él los sedetanos, los ausetanos y los suesetanos. Los lacetanos, pueblo remoto y salvaje, continuaban en armas, bien por su natural fiereza o bien por su conciencia de haber saqueado a los aliados con incursiones por sorpresa mientras el cónsul estaba ocupado con su ejército en la guerra de los túrdulos. Por eso el cónsul, para atacar su ciudad fortificada, además de las cohortes romanas llevó también a la juventud de los aliados, justamente resentidos hacia ellos. Tenían una ciudad muy extendida a lo largo pero mucho menos a lo ancho. Hizo alto a unos cuatrocientos pasos de distancia. Dejó allí un retén de cohortes escogidas y les dio orden de no moverse de aquella posición hasta que él estuviese de vuelta; con el resto de las tropas dio un rodeo hasta el extremo opuesto de la ciudad. El contingente más numeroso de sus fuerzas auxiliares estaba constituido por jóvenes suesetanos, a los que dio orden de avanzar para atacar la muralla. Cuando los lacetanos reconocieron sus armas y enseñas recordaron con cuánta frecuencia se habían paseado impunemente por su territorio y cuántas veces les habían derrotado y puesto en fuga en batallas campales, abrieron súbitamente la puesta y se precipitaron en masa sobre ellos. Los suesetanos apenas sí resistieron su grito de guerra, cuánto menos su ataque. Cuando vio el cónsul que las cosas se desarrollaban como había pensado que ocurriría galopó a lo largo de la muralla enemiga hasta las cohortes, se las llevó con él mientras andaban todos dispersos en persecución de los suesetanos, las metió en la ciudad por la parte en que estaba silenciosa y desierta, y lo tomó todo antes de que volvieran los lacetanos. Poco después, como únicamente les quedaban las armas, se rindieron.”
    XXXIV, 20.

    “Inmediatamente después el vencedor marchó hacia el frente de Bergio. Éste era más que nada un refugio de salteadores desde donde partían las incursiones a los territorios ya pacificados de la provincia. Desde allí se pasó al cónsul un jefe bergistano y comenzó a disculparse a sí mismo y a los suyos diciendo que ellos no tenían el gobierno en sus manos, que los bandidos a los que habían dejado entrar se habían adueñado por completo del fuerte. El cónsul le dijo que volviese a casa y que inventase alguna explicación plausible de su ausencia; cuando viera que él estaba al pie de las murallas y que los bandidos estaban concentrados en la defensa de las fortificaciones, que estuviese atento para ocupar la ciudadela con los hombres que estaban de su parte. Se hizo todo según sus instrucciones; de repente cundió entre los bárbaros el pánico por un doble motivo; por una parte, los romanos estaban escalando los muros, y por otra, la ciudadela había sido ocupada. Dueño de esta posición el cónsul dispuso que quienes habían ocupado la ciudadela quedaran libres junto con sus parientes y conservaran sus bienes; dio órdenes al cuestor de poner en venta a los demás bergistanos, y a los bandidos los hizo ejecutar. Pacificada la provincia, estableció un elevado impuesto sobre las minas de hierro y plata, medida esta que supuso un enriquecimiento cada día mayor para la provincia. Con motivo de estas operaciones llevadas a cabo en Hispania, los senadores decretaron un triduo de acción de gracias.”
    XXXIV, 21.
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Re: La rebelión de los iberos (197-191 a. C.)

Mensaje por Bernardo Pascual »

Al acabar la segunda guerra púnica los romanos poseían dos bases en Hispania, una al norte del Ebro y la otra en la zona de Alicante y Murcia. Todo lo demás, lo de Itálica, son cuentos. Estas dos provincias estaban separadas por un territorio independiente, Valencia. El paso siguiente, por tanto, consistía en conquistar Valencia y unir las dos provincias. Para ello se justificó una guerra, de donde se inventaron el mito de Sagunto, la ciudad que los había traicionado. Los iberos, sin embargo, no estuvieron de acuerdo con sus pretensiones, por lo cual estalló una revuelta general. En el año 195 a. C., cuando enviaron a Catón, toda Hispania estaba en guerra con Roma. Sagunto, Jaén y Toledo se habían unido en una gran alianza, pero las tres capitales acabaron cayendo entre el 194 y el 192 a. C.

Cuando se lía todo es cuando se confunden Sagunto y Jaén, y la culpa de ello parece tenerla Polibio. En el guión original bastaba con Sagunto, pero eso no satisfacía a los Cornelio. Los Escipiones tenían que llegar hasta Jaén. De lo contrario, Silano se les llevaba la fama. Ya no valía con decir que Sagunto se había pasado a los romanos para después traicionarlos. En Cástulo también había ocurrido lo mismo.

Lo más fiable de Tito Livio, a diferencia de Apiano, que no vivía en Roma, son los Fastos Triunfales. El algodón no engaña. Catón sólo tuvo tres días de acción de gracias. El triunfo y las ovaciones se los llevaron otros, precisamente por las tomas de Sagunto y Toledo, y por una batalla anterior contra los ilergetes, en la que murió uno de sus régulos y fue apresado otro. :~i
  • “En las mismas fechas, Gneo Cornelio Blasión, que había tenido a su cargo la Hispania Citerior antes que Gayo Sempronio Tuditano, entró en Roma recibiendo la ovación por decreto del senado. Desfiló llevando delante mil quinientas quince libras de oro, veinte mil de plata, y treinta y cuatro mil quinientos denarios de plata acuñada. Lucio Estertino, que venía de la Hispania Ulterior, ni siquiera tanteó la posibilidad del triunfo y aportó al erario público cincuenta mil libras de plata, y con el producto de la venta del botín construyó dos arcos en la plaza de los bueyes, delante de los templos de la Fortuna y de Mater Matuta, y otro en el Circo Máximo, y sobre estos arcos colocó estatuas doradas. Esto fue a grandes rasgos lo que se hizo durante el invierno.”
    XXXIII, 27.

    “Por la misma época, cuando Marco Helvio abandonaba la Hispania Ulterior con una escolta de seis mil hombres que le había dado el pretor Apio Claudio, le salieron al paso los celtíberos cerca de la ciudad de Iliturgi con un enorme contingente de tropas. Valerio refiere que eran veinte mil hombres armados, que fueron muertos doce mil de ellos, que la plaza de Iliturgi fue reconquistada y pasados por las armas todos sus jóvenes. Desde allí Helvio se llegó hasta el campamento de Catón, y como la región estaba ya a salvo de enemigos mandó su destacamento de vuelta a la Hispania Ulterior, marchó a Roma y entró en la ciudad recibiendo la ovación por el feliz resultado de su acción. Ingresó en el erario catorce mil setecientas treinta y dos libras de plata en bruto, diecisiete mil veintitrés monedas de plata acuñadas con la biga y ciento diecinueve mil cuatrocientas treinta y nueve de plata oscense. La razón de que el senado le denegase el triunfo fue el hecho de haber combatido con los auspicios y en la provincia de otro. De hecho había vuelto pasados dos años, cuando ya había entregado la provincia a su sucesor Quinto Minucio, reteniéndolo allí durante todo el año siguiente una larga y grave enfermedad. Por eso Helvio entró en Roma y recibió la ovación sólo dos meses antes de que entrase en triunfo su sucesor Quinto Minucio. Éste, a su vez, aportó treinta y cuatro mil ochocientas libras de plata, setenta y tres mil monedas acuñadas con la biga y doscientas setenta y ocho mil de plata oscense.”
    XXXIV, 10.

    "Por las mismas fechas también hizo su entrada en Roma recibiendo los honores de la ovación Marco Fulvio Nobílior, que había marchado a Hispania hacía dos años como pretor. Desfiló llevando ante sí ciento treinta mil monedas de plata acuñada con la biga y, además de las monedas, doce mil libras de plata y ciento veintisiete de oro."
    XXXVI, 21, 10-11.
¡Eso sí que son documentos históricos!
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Re: La rebelión de los iberos (197-191 a. C.)

Mensaje por Bernardo Pascual »

La historia de Sagunto es un mito, una invención de los romanos para justificar la segunda guerra púnica. En realidad, Sagunto no fue destruida por Aníbal en el año 219 a. C., sino por los propios romanos veinticinco años después, en el 194 a. C.

Sagunto e Iliturgi son la misma ciudad. En el año 209 a. C., Sagunto, que hasta entonces había sido aliada de los cartagineses, cambió de bando tras la liberación por Escipión de los rehenes que los cartagineses retenían en Cartagena. Esta nueva alianza, sin embargo, duró muy poco. Un año después, cuando los romanos avanzaron hasta Cástulo, Asdrúbal, camino de Italia, retrocedió y volvió a sublevar a los ilergetes, es decir, los habitantes de Sagunto o Ilurci.

Aquellos, alentados por el general cartginés, atacaron por sorpresa las guarniciones romanas instaladas poco antes en su territorio, poniéndolas en fuga hacia las naves. Escipión castigaría severamente a los responsables del abandono de sus puestos, lo cual a su vez provocaría un motín dentro del ejército romano.

La guerra de los ilergetes, como se ha dicho, duró hasta el 194 a. C. Como apéndice de la segunda guerra púnica, alargó ésta ocho años más. Los principales líderes de los saguntinos fueron los régulos Indíbil y Mandonio. El primero murió en combate y el segundo fue obligado a entregarse por sus propios paisanos, siendo después ejecutado por los romanos.

La guerra, sin embargo, no acabó aquí. Los rebeldes pusieron en armas a otros pueblos y volvieron a sublevarse. La campaña más importante la protagonizó Catón, quien tras desembarcar en Ampurias fue pacificando toda la región hasta arrinconar a los rebeldes en Sagunto. A los pueblos que se habían unido a la revuelta a última hora, no obstante, los trató con clemencia.

El sitio de Sagunto duró ocho meses. Desde el sur llegaron los pretores Manlio y Helvio, mientras que Catón lo hacía desde el norte, tras cruzar el Ebro. Finalmente hubo una tregua, durante la que los saguntinos enviaron embajadores a Roma para solicitar la paz, pero cuando regresaron con las condiciones, el resto de sus paisanos se negaron a aceptarlas. Catón, al parecer, ya no regresó. El cerco quedó a cargo de los mencionados pretores.

El asalto final se efectuó de la siguiente manera. Mientras se combatía en la parte baja, la que pega al río, tropas númidas rodearon la colina y ascendieron la acrópolis por detrás. En la parte alta se encontraban las mujeres y los niños. Cuando vieron aparecer a los númidas prorrumpieron en grandes gritos. Los africanos, no obstante, se entretuvieron saqueando, mientras las mujeres corrieron cuesta abajo hacia donde estaban sus esposos.

Al verse rodeados y con la ciudadela perdida, los saguntinos intentaron escapar. Entonces se embotellaron en las puertas, siendo masacrados por la espalda. Algunos de los que conseguían salir intentaban rendirse a los que tenían delante, pero estos los acribillaban igualmente. La matanza se justificó recurriendo a aquella vieja traición de cuando Asdrúbal había regresado de los Pirineos, y de ahí, poco a poco, se fue forjando el mito.

Primero, siendo Catón quien los puso bajo sitio, se dijo que la alianza traicionada ya la habían firmado los saguntinos con Fabio Máximo al comienzo de la segunda guerra púnica. De esta versión posteriormente, sin embargo, se acabaron apropiando los Escipiones. Una variante paralela, es más, terminó por disociar Sagunto de Iliturgi. Bajo ese segundo nombre, habría traicionado a los hermanos Escipión y habría sido destruida después en venganza por su cachorro. Las iliturgis, así pues, se multiplicaron.
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“...Sin embargo, estoy convencido de que si nos ocurre lo que es propio de los hombres, el proyecto no quedará en el aire ni le faltarán hombres cabales; su belleza atraerá a muchos que lo tomarán bajo su responsabilidad y se esforzarán por llevarlo a cabo.”
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Re: La rebelión de los iberos (197-191 a. C.)

Mensaje por Bernardo Pascual »

Vamos a trabajar ahora con los siguientes textos:
"Mandonio e Indíbil, que se habían hecho ilusiones de dominar Hispania una vez expulsados de ella los cartagineses, como nada se había desarrollado de acuerdo con sus expectativas, concitaron a sus coterráneos —que eran los lacetanos—, sublevaron a la juventud de los celtíberos y devastaron con saña el territorio de los suesetanos y sedetanos, aliados del pueblo romano."
XXVIII, 24

"Después de este discurso los despidió mandándoles prepararse para salir al día siguiente; emprendida la marcha, en diez jornadas llegó al río Ebro. Luego cruzó el río y, tres días después, acampó a la vista del enemigo. Delante había una llanura rodeada de montañas. Escipión mandó arrear, hasta aquel valle el ganado robado en su mayor parte en los campos de los propios enemigos, para despertar la ferocidad de los bárbaros; después envió a los vélites como protección, dándole instrucciones a Lelio para que cuando estos escaramuceadores iniciasen el combate, cargara él con la caballería, que estaría escondida. Un oportuno saliente de la montaña cubrió la emboscada de los jinetes, y la lucha se inició inmediatamente. Se lanzaron a la carrera los hispanos sobre el ganado que avistaron desde lejos, y los vélites sobre los hispanos, ocupados con el botín. Primero los amedrentaron con proyectiles; luego, dejando las armas ligeras, que eran más aptas para exacerbar la lucha que para decidirla, desenvainaron las espadas y comenzó a desarrollarse el combate cuerpo a cuerpo. El resultado del combate a pie era dudoso, pero intervinieron los jinetes. No sólo machacaron, atacando frontalmente, a cuantos encontraron, sino que además algunos rodearon la base de la ladera y se presentaron por detrás para cerrar el paso al mayor número, y la matanza fue mayor de la que suelen causar los combates ligeros a base de acciones rápidas. Este revés, en lugar de minarles la moral a los bárbaros, inflamó su rabia. Por eso, para no parecer amilanados, al amanecer del día siguiente formaron en orden de batalla. El valle, estrecho, como se ha dicho antes, no tenía cabida para la totalidad de las tropas; aproximadamente dos terceras partes de la infantería y toda la caballería formaron el frente de combate; el resto de la infantería se situó en la ladera de la colina. Escipión calculó que la estrechez del lugar iba a su favor porque le parecía que el soldado romano se adaptaría mejor que el hispano a la lucha en un espacio reducido y, además, no tenía cabida para la totalidad de sus tropas; además ideó una táctica inesperada: como él no podía desplegar su caballería por las alas en tan reducido espacio, y al enemigo le iba a resultar inútil la suya porque la había metido con la infantería, ordenó a Lelio que se llevase a los jinetes rodeando las colinas, ocultando la marcha cuanto pudiera, y que aislase lo más posible el combate ecuestre del de la infantería; él dirigió todas las enseñas de infantería contra el enemigo y situó cuatro cohortes en la línea frontal porque no podía abrir más la formación. Entró inmediatamente en combate con el objeto de que éste no dejara ver el paso de los jinetes por las colinas, y los enemigos no se percataron de que habían sido rodeados hasta que percibieron a sus espaldas el tumulto de la lucha ecuestre. Había así dos batallas separadas: dos frentes de infantería y dos caballerías combatían en extremos opuestos de la llanura, porque la falta de espacio no permitía que los dos tipos de lucha se fundieran en uno solo. En el lado hispano la infantería no podía ayudar a la caballería ni viceversa, y la infantería que había entrado imprudentemente en acción en el llano confiando en la caballería era destrozada, mientras que la caballería, rodeada, no podía hacer frente ni por delante a la infantería —pues sus tropas de a pie estaban ya destruidas— ni por la espalda a la caballería; se defendieron largo tiempo formando círculo sobre sus caballos inmóviles, pero fueron muertos todos sin excepción; no sobrevivió ninguno de los que combatieron en el valle ni a pie ni a caballo. La otra tercera parte, que había permanecido en la colina para observar sin riesgos el combate más que para tomar parte en el mismo, tuvo sitio y tiempo para huir. También huyeron con ellos los propios régulos, que se habían escabullido en plena confusión antes de que quedase rodeado todo el ejército.

Aquel mismo día fue tomado el campamento de los hispanos con cerca de tres mil hombres, resto del botín aparte. Cayeron en aquella batalla unos mil doscientos entre romanos y aliados y resultaron heridos más de tres mil. La victoria habría sido menos cruenta si se hubiera luchado en un llano más abierto y más a propósito para la huida. Indíbil, renunciando a los proyectos bélicos y pensando que lo más seguro en su difícil situación era la probada lealtad y clemencia de Escipión, le envió a su hermano Mandonio. Éste, postrado de rodillas, echó las culpas al fatal delirio de unos tiempos en que, como contagiados por una epidemia, se habían vuelto locos no sólo los ilergetes y los lacetanos sino incluso el campamento romano; realmente, su situación y la de su hermano y el resto de sus paisanos era la siguiente: o bien le devolvían a Escipión, si lo deseaba, la vida que de él habían recibido, o bien, si les perdonaba, le dedicaban para siempre la vida que le debían dos veces sólo a él; la primera vez, como aún no habían experimentado su clemencia, habían confiado en su propia causa; ahora, por el contrario, no tenían ninguna confianza en su causa, su esperanza se cifraba por entero en la misericordia del vencedor. Desde antiguo los romanos tenían por costumbre, respecto a alguien con quien no tenían relaciones amistosas con un tratado formal ni con reciprocidad de derechos, no ejercer sobre él la autoridad como dominado hasta que rindiera todo lo divino y lo humano, entregara rehenes, se le quitaran las armas y se impusieran guarniciones a sus ciudades. Escipión se expresó en términos duros contra Mandonio, presente, y contra Indíbil, ausente; dijo que éstos sin duda habían merecido la muerte por su mala acción, pero que él y el pueblo romano les harían el beneficio de que vivieran. Además no les iba a quitar las armas ni exigir rehenes, garantías que exigen en realidad quienes temen una rebelión; él les dejaba el libre uso de las armas y los liberaba a ellos, y si se rebelaban, no se ensañaría con unos rehenes que no tenían culpa sino con ellos mismos; aplicaría el castigo no a personas inermes sino a enemigos armados; dejaba a su criterio la elección entre la benevolencia de los romanos y su ira, toda vez que tenían la experiencia de ambas cosas. Así dejó marchar a Mandonio, exigiéndole únicamente un dinero con que poder hacer efectiva la paga a las tropas. Destacó a Marcio a la Hispania ulterior, envió de nuevo a Tarragona a Silano y él se quedó algunos días, hasta que los ilergetes enviaran el dinero pedido, y después, con las tropas ligeras, dio alcance a Marcio, que iba ya cerca del Océano."
XXVIII


"Aquel mismo verano estalló en Hispania una guerra de grandes proporciones concitada por el ilergete Indíbil; el único motivo fue que la admiración hacia Escipión había derivado en menosprecio hacia los otros generales. Se pensaba que éste era el único general que les quedaba a los romanos, al haber dado muerte Aníbal a los demás, por lo cual tras la muerte de los Escipiones no habían tenido otro a quien mandar a Hispania, y cuando en Italia la presión de la guerra iba a más, lo habían llamado para hacer frente a Aníbal. Aparte de que los romanos en Hispania sólo tenían generales de nombre, también habían retirado de allí el ejército veterano; no había más que desconcierto, y una masa informe de novatos. Jamás se presentaría una ocasión como aquélla de libertar Hispania. Hasta entonces habían servido a los cartagineses o a los romanos, y no a unos u otros alternativamente, sino a ambos al mismo tiempo en algunas ocasiones. Los romanos habían expulsado a los cartagineses; si los hispanos se ponían de acuerdo podían echar a los romanos, de suerte que Hispania, libre para siempre de toda dominación extranjera, volviese a las costumbres y usanzas de sus antepasados. Exponiendo estas razones y otras parecidas sublevó no sólo a sus coterráneos sino a los ausetanos también, pueblo vecino, y a otros pueblos limítrofes a él y a éstos. Así, en cosa de unos pocos días, treinta mil hombres de a pie y unos cuatro mil de a caballo se concentraron en territorio sedetano, donde se les había ordenado. Por su parte, los generales romanos Lucio Léntulo y Lucio Manlio Acidino, ante el temor a que la guerra se extendiese si no se prestaba atención a los primeros movimientos, unieron también ellos sus ejércitos, atravesaron con sus tropas el territorio ausetano en son de paz como si este territorio hostil fuese amigo, llegaron a donde se habían establecido los enemigos y acamparon a una distancia de tres millas de su campamento. Primero se intentó infructuosamente a través de emisarios que depusieran las armas; después, cuando unos jinetes hispanos atacaron por sorpresa a los forrajeadores romanos, se envió a la caballería desde la avanzadilla romana y se libró un combate ecuestre cuyo resultado no revistió especial relieve para ninguna de las dos partes. Al salir el sol al día siguiente aparecieron todos armados y formados en orden de combate a unos mil pasos del campamento romano. En el centro estaban los ausetanos; el ala derecha la ocupaban los ilergetes, y la izquierda pueblos hispanos poco conocidos; entre las alas y el centro habían dejado espacios libres suficientemente amplios para lanzar por ellos a la caballería cuando llegase el momento. Por su parte, los romanos alinearon su ejército como de costumbre, siguiendo únicamente en una cosa el ejemplo del enemigo: también ellos dejaron entre las legiones espacios libres para la caballería. Pero Léntulo, convencido de que sólo iba a utilizar la caballería quien primero lanzase sus jinetes por los espacios abiertos en el frente enemigo, mandó al tribuno militar Servio Cornelio que diese orden a los jinetes de lanzar sus caballos por las calles abiertas en las líneas enemigas. Él, como el combate de la infantería se inició con poca fortuna, se entretuvo solamente en llevar desde la reserva a primera línea a la legión decimotercera como apoyo de la duodécima que retrocedía, y que estaba situada en el ala izquierda haciendo frente a los ilergetes; una vez equilibrado allí el combate, fue a reunirse con Lucio Manlio, que estaba en primera línea dando ánimos y llevando refuerzos a donde la situación lo requería, y le comunicó que en el ala izquierda la cosa estaba asegurada, y que, de un momento a otro, Cornelio, al que él había enviado con ese fin, envolvería al enemigo con el huracán de la caballería. Apenas había pronunciado estas palabras, cuando los jinetes romanos se lanzaron por entre los enemigos y desbarataron las líneas de infantería a la vez que les cerraron a los jinetes hispanos el espacio por donde lanzar sus caballos. Renunciando, pues, a combatir a caballo, los hispanos echaron pie a tierra. Los generales romanos al ver rotas las filas del enemigo, su desconcierto y su pánico y el incierto fluctuar de sus enseñas, animan a sus hombres y les piden que carguen sobre los enemigos descompuestos y no les dejen rehacer la formación.

Los bárbaros no habrían aguantado una acometida tan violenta si el propio Indíbil no se hubiera puesto delante de la primera línea de infantería con los jinetes que habían desmontado. Allí se mantuvo una lucha encarnizada durante algún tiempo; al fin, una vez que cayeron acribillados por los dardos los que peleaban en torno al rey, que se mantenía en pie medio muerto y después quedó clavado al suelo por una jabalina, comenzó una huida en desbandada. Murieron muchos más porque los jinetes no tuvieron tiempo de montar en sus caballos y porque los romanos acosaron con dureza a los desconcertados enemigos, y no cejaron hasta que también les quitaron el campamento. Murieron aquel día trece mil hispanos y cayeron prisioneros alrededor de mil ochocientos; romanos y aliados cayeron poco más de doscientos, especialmente en el ala izquierda. Los hispanos desalojados del campamento y los que habían huido durante la batalla primeramente se dispersaron por los campos y después retornaron cada uno a su ciudad.

Convocados después por Mandonio a una reunión, en la que se lamentaron de sus desastres y recriminaron con dureza a los promotores del levantamiento, acordaron enviar embajadores con el propósito de entregar las armas y llevar a cabo la rendición. Éstos echaron la culpa a Indíbil como promotor de la guerra y a los demás jefes, que en su mayoría habían caído en el campo de batalla, y cuando se ofrecieron a entregar las armas y rendirse se les respondió que se aceptaba su rendición a condición de que entregasen vivos a Mandonio y a los demás inductores de la guerra; en caso contrario, los romanos invadirían con su ejército el territorio de los ilergetes y de los ausetanos, y después el de los otros pueblos. Ésta fue la respuesta que se les dio a los embajadores y que transmitieron a la asamblea. Mandonio y los demás jefes fueron detenidos allí mismo y entregados al suplicio. Se les concedió la paz de nuevo a los pueblos de Hispania; se les exigió aquel año tributo doble y trigo para seis meses, y capotes y togas para el ejército, y se cogieron rehenes de cerca de treinta pueblos."
XXIX


“Cuando todo el mundo manifestaba sin rebozo su extrañeza por la pasividad ante la guerra desencadenada en Hispania, llegó una carta de Quinto Minucio en la que informaba de que se había enfrentado con éxito en una batalla campal a los generales hispanos Budare y Besadines cerca de la plaza de Turda; que habían muerto doce mil enemigos, el general Budare había caído prisionero, y los demás habían sido derrotados y puestos en fuga. Tras la lectura de esta carta era menos la alarma con respecto a Hispania, donde se había temido una guerra de grandes proporciones.”
XXXIII, 44, 4-5.

“Por la misma época, cuando Marco Helvio abandonaba la Hispania Ulterior con una escolta de seis mil hombres que le había dado el pretor Apio Claudio, le salieron al paso los celtíberos cerca de la ciudad de Iliturgi con un enorme contingente de tropas. Valerio refiere que eran veinte mil hombres armados, que fueron muertos doce mil de ellos, que la plaza de Iliturgi fue reconquistada y pasados por las armas todos sus jóvenes. Desde allí Helvio se llegó hasta el campamento de Catón, y como la región estaba ya a salvo de enemigos mandó su destacamento de vuelta a la Hispania Ulterior, marchó a Roma y entró en la ciudad recibiendo la ovación por el feliz resultado de su acción. Ingresó en el erario catorce mil setecientas treinta y dos libras de plata en bruto, diecisiete mil veintitrés monedas de plata acuñadas con la biga y ciento diecinueve mil cuatrocientas treinta y nueve de plata oscense. La razón de que el senado le denegase el triunfo fue el hecho de haber combatido con los auspicios y en la provincia de otro. De hecho había vuelto pasados dos años, cuando ya había entregado la provincia a su sucesor Quinto Minucio, reteniéndolo allí durante todo el año siguiente una larga y grave enfermedad. Por eso Helvio entró en Roma y recibió la ovación sólo dos meses antes de que entrase en triunfo su sucesor Quinto Minucio. Éste, a su vez, aportó treinta y cuatro mil ochocientas libras de plata, setenta y tres mil monedas acuñadas con la biga y doscientas setenta y ocho mil de plata oscense.”
XXXIV, 10.

“Entretanto, el pretor Publio Manlio marchó a Turdetania con el ejército que le había entregado su antecesor Quinto Minucio, al que se había unido también el ejército de veteranos de Apio Claudio Nerón procedente de la Hispania Ulterior. Los turdetanos son considerados los más ineptos para la guerra de todos los hispanos. Confiados, no obstante, en su superioridad numérica, salieron al paso de la columna romana. Una carga de la caballería desbarató su formación en un instante. Apenas sí hubo combate con la infantería: los soldados veteranos, que tenían experiencia bélica y conocían bien al enemigo, no dejaron ninguna duda acerca del resultado. Sin embargo la guerra no quedó decidida con esta batalla. Los túrdulos reclutaron diez mil mercenarios celtíberos y preparaban la guerra con armas ajenas. El cónsul, entretanto, tras el susto de la rebelión de los bergistanos, suponía que también otras ciudades harían otro tanto si se les presentaba la ocasión, y desarmó a todos los hispanos de lado de acá del Ebro. Este hecho les resultó tan intolerable que muchos se quitaron la vida a ellos mismos, pues aquel pueblo indómito estaba convencido de que la vida sin armas no es tal. Cuando se informó de esto al cónsul convocó a los senadores de todas las ciudades y les dijo: “El no rebelaros va en interés vuestro tanto como nuestro, puesto que hasta ahora la rebelión siempre ha supuesto mayor daño para los hispanos que trabajo para el ejército romano. La única manera de evitar que ello ocurra es, a mi juicio, conseguir que no os sea posible rebelaros. Yo quiero conseguirlo por el procedimiento más suave. Ayudadme también vosotros en este empeño con vuestros consejos; ninguno seguiré de mejor grado que aquel que vosotros mismos me deis”. Como guardaron silencio, dijo que les daba un plazo de algunos días para reflexionar. Convocados a una segunda reunión tampoco dijeron nada, y entonces en un solo día derribó las murallas de todas las ciudades, marchó contra los que aún no se habían sometido, y a medida que iba llegando a cada comarca se le sometían todos los pueblos que habitaban en el contorno. La importante y opulenta ciudad de Segéstica fue la única plaza que tomó con manteletes y parapetos.”
XXXIV, 17.

“Más difícil le ponían la guerra en Turdetania al pretor Publio Manlio los celtíberos contratados como mercenarios por el enemigo, como antes se ha dicho. Por eso el cónsul marchó para allá con sus legiones cuando el pretor le pidió en una carta que acudiera. En el momento de su llegada, los celtíberos y los turdetanos tenían campamentos separados. Con los turdetanos, los romanos entablaron inmediatamente pequeños combates atacando sus puestos de avanzada, y siempre salían victoriosos incluso de los enfrentamientos iniciados de forma temeraria. En cuanto a los celtíberos, el cónsul dio instrucciones a unos tribunos militares para que fuesen a entrevistarse con ellos y les diesen a elegir entre tres opciones; la primera, pasarse a los romanos, si querían, recibiendo el doble de paga que habían pactado con los turdetanos; la segunda, marcharse a sus casas recibiendo públicas garantías de que no les acarrearía ningún perjuicio el hecho de haberse unido a los enemigos de los romanos; la tercera, si a toda costa optaban por la guerra, que fijasen el día y el lugar para medirse con él en una batalla decisiva. Los celtíberos pidieron un día para deliberar. Celebraron una tumultuosa asamblea en la que participaron los turdetanos, razón de más para que no se pudiera tomar ninguna decisión. Aunque no estaba muy claro si se estaba en guerra o en paz con los celtíberos, los romanos traían provisiones de los campos y plazas fuertes de los enemigos como en tiempo de paz, cruzando a menudo sus trincheras en grupos de diez, como si en una tregua particular hubieran pactado intercambios recíprocos. El cónsul, en vista de que no era capaz de atraer al enemigo a una batalla, primeramente llevó algunas cohortes ligeras a saquear los campos de una comarca aún intacta, y después, enterado de que todos los bagajes y el equipamiento de los celtíberos habían quedado en Seguncia, dirigió hacia allí su marcha para atacarla. Como no hubo forma de ponerlos en movimiento abonó la soldada tanto a sus hombres como a los del pretor y regresó al Ebro con siete cohortes dejando el resto del ejército en el campamento del pretor.”
XXXIV, 19.
Nelitis neque litis

“...Sin embargo, estoy convencido de que si nos ocurre lo que es propio de los hombres, el proyecto no quedará en el aire ni le faltarán hombres cabales; su belleza atraerá a muchos que lo tomarán bajo su responsabilidad y se esforzarán por llevarlo a cabo.”
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Re: La rebelión de los iberos (197-191 a. C.)

Mensaje por Bernardo Pascual »

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Se lanzaron a la carrera los hispanos sobre el ganado que avistaron desde lejos, y los vélites sobre los hispanos, ocupados con el botín. Primero los amedrentaron con proyectiles; luego, dejando las armas ligeras, que eran más aptas para exacerbar la lucha que para decidirla, desenvainaron las espadas y comenzó a desarrollarse el combate cuerpo a cuerpo. El resultado del combate a pie era dudoso, pero intervinieron los jinetes.”
“Primero se intentó infructuosamente a través de emisarios que depusieran las armas; después, cuando unos jinetes hispanos atacaron por sorpresa a los forrajeadores romanos, se envió a la caballería desde la avanzadilla romana y se libró un combate ecuestre cuyo resultado no revistió especial relieve para ninguna de las dos partes.”
Es la misma batalla. Cuando Mandonio se entrevista supuestamente con Escipión, Indíbil ya estaba muerto.

Y aquí la tenemos por triplicado, posiblemente la buena:
“Cuando todo el mundo manifestaba sin rebozo su extrañeza por la pasividad ante la guerra desencadenada en Hispania, llegó una carta de Quinto Minucio en la que informaba de que se había enfrentado con éxito en una batalla campal a los generales hispanos Budare y Besadines cerca de la plaza de Turda; que habían muerto doce mil enemigos, el general Budare había caído prisionero, y los demás habían sido derrotados y puestos en fuga. Tras la lectura de esta carta era menos la alarma con respecto a Hispania, donde se había temido una guerra de grandes proporciones.”
XXXIII, 44, 4-5.
¡Lo tenemos, Poliorcetos! ¡Por fín lo hemos resuelto!

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“...Sin embargo, estoy convencido de que si nos ocurre lo que es propio de los hombres, el proyecto no quedará en el aire ni le faltarán hombres cabales; su belleza atraerá a muchos que lo tomarán bajo su responsabilidad y se esforzarán por llevarlo a cabo.”
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Re: La rebelión de los iberos (197-191 a. C.)

Mensaje por Bernardo Pascual »

Poliorcetos escribió: 30 Jul 2018
Lutzow escribió:
Guerrero íbero alcanzado por un pilum, desconozco el autor...

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Muerte de Indíbil por un pilo romano, 205a.C. Carlos Fernández del Castillo.
De Tito Livio: Ab Urbe Condita. XXIX, 2
Indíbil no murió en el 205 a. C., sino en el 195 a. C. Su gran victoria sobre los romanos, de hecho, tuvo lugar en el año 196 a. C.:
“Una triste noticia llegada de Hispania hizo que la alegría general por la confirmación de la paz en Macedonia fuese mayor, pues se hizo pública una carta según la cual e procónsul Gayo Sempronio Tuditano había sido derrotado en una batalla en la Hispania Citerior, su ejército había sido deshecho y puesto en fuga, muchos guerreros famosos habían caído en el campo de batalla, y Tuditano había sido retirado del combate gravemente herido falleciendo poco después.”
XXXIII, 25, 8-9.
Al año siguiente, sin embargo, fue cuando Indíbil sufrió la derrota que le costó la vida. Tito Livio no se cansa de contar esta batalla. Con las otras dos, tenemos al menos cinco versiones.
“Cuando todo el mundo manifestaba sin rebozo su extrañeza por la pasividad ante la guerra desencadenada en Hispania, llegó una carta de Quinto Minucio en la que informaba de que se había enfrentado con éxito en una batalla campal a los generales hispanos Budare y Besadines cerca de la plaza de Turda; que habían muerto doce mil enemigos, el general Budare había caído prisionero, y los demás habían sido derrotados y puestos en fuga. Tras la lectura de esta carta era menos la alarma con respecto a Hispania, donde se había temido una guerra de grandes proporciones.”
XXXIII, 44, 4-5.
“Por la misma época, cuando Marco Helvio abandonaba la Hispania Ulterior con una escolta de seis mil hombres que le había dado el pretor Apio Claudio, le salieron al paso los celtíberos cerca de la ciudad de Iliturgi con un enorme contingente de tropas. Valerio refiere que eran veinte mil hombres armados, que fueron muertos doce mil de ellos, que la plaza de Iliturgi fue reconquistada y pasados por las armas todos sus jóvenes.”
XXXIV, 10.
“Entretanto, el pretor Publio Manlio marchó a Turdetania con el ejército que le había entregado su antecesor Quinto Minucio, al que se había unido también el ejército de veteranos de Apio Claudio Nerón procedente de la Hispania Ulterior. Los turdetanos son considerados los más ineptos para la guerra de todos los hispanos. Confiados, no obstante, en su superioridad numérica, salieron al paso de la columna romana. Una carga de la caballería desbarató su formación en un instante. Apenas sí hubo combate con la infantería: los soldados veteranos, que tenían experiencia bélica y conocían bien al enemigo, no dejaron ninguna duda acerca del resultado. Sin embargo la guerra no quedó decidida con esta batalla. Los túrdulos reclutaron diez mil mercenarios celtíberos y preparaban la guerra con armas ajenas.”
XXXIV, 17.
Luego entraremos a analizar la batalla, una de las mayores que libraron romanos e iberos. Lo que interesa ahora más que nada es contextualizarla. Tras la muerte de Indíbil, Mandonio fue entregado a los romanos, quienes lo ejecutaron, pero no acabó aquí la resistencia de Sagunto. Todavía no está muy claro quienes eran esos celtíberos que se hicieron con el control de la ciudad en sus últimos días.
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Re: La rebelión de los iberos (197-191 a. C.)

Mensaje por Poliorcetos »

En tres, se ataca una columna en marcha. En el caso Turda, batalla campal a secas.

Atacar un columna en marcha es extraño. Es como si no hubiera declaración de guerra previa y atacan a traición, como parecen dar a entender. En ese caso, es una marcha hacia una ciudad. Se contradice. Así que bien pudieron ser sorprendidos cuando avanzaban a la toma de una ciudad. No se marcha a una ciudad o a través de las proximidades de una ciudad si no es en son de guerra o previo pacto.

Y lo más raro, sólo en la versión Iliturgi se toma la ciudad.
Prometí también que no haré guerra ni paz ni pacto a no ser con el consejo de los obispos, nobles y hombres buenos, por cuyo consejo debo regirme.
IV Item. Decreta que Don Alfonso, Rey de León y de Galicia estableció en la Curia de León en 1.188
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Re: La rebelión de los iberos (197-191 a. C.)

Mensaje por Bernardo Pascual »

El padre de España, el primero que la dio a conocer al mundo, el primero que divulgó nuestra geografía, no fue Polibio, sino Catón. Antes de él, y pese a haber combatido ya aquí durante la segunda guerra púnica, los romanos no tenían ni idea sobre la Península. No hay por tanto datos anteriores a Catón, salvo Cartagena y Baécula. Ni siquiera conocían Tarragona, no al menos con ese nombre. Como digo, todo empieza a salir a la luz con Catón, los ilergetes, Sagunto, etc.
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Re: La rebelión de los iberos (197-191 a. C.)

Mensaje por Bernardo Pascual »

Poliorcetos escribió: 05 May 2020 En tres, se ataca una columna en marcha. En el caso Turda, batalla campal a secas.

Atacar un columna en marcha es extraño. Es como si no hubiera declaración de guerra previa y atacan a traición, como parecen dar a entender. En ese caso, es una marcha hacia una ciudad. Se contradice. Así que bien pudieron ser sorprendidos cuando avanzaban a la toma de una ciudad. No se marcha a una ciudad o a través de las proximidades de una ciudad si no es en son de guerra o previo pacto.

Y lo más raro, sólo en la versión Iliturgi se toma la ciudad.
Para la toma de la ciudad todavía faltaba casi un año. Los iberos atacan a los forrajeadores, y entonces son sorprendidos por la carga de caballería. Se trata de una emboscada que se vuelve en contra de ellos. Vamos a ir analizándola poco a poco, que aquí hay mucha tela. En las dos primeras versiones, la del 206 y la del 205 a. C., las más extensas, la batalla dura dos días, la escaramuza el primero y la batalla el segundo. Hay que ver si no se está duplicando también.
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Re: La rebelión de los iberos (197-191 a. C.)

Mensaje por Bernardo Pascual »

Creo que está claro que las dos primeras, la del 206 y la del 205 a. C., son la misma. Éstas, a su vez, coinciden con la de Manlio contra los turdetanos. La clave, insisto, está en la carga de caballería.
“Confiados, no obstante, en su superioridad numérica, salieron al paso de la columna romana. Una carga de la caballería desbarató su formación en un instante.”
La segunda parte es la que me intriga:
“Apenas sí hubo combate con la infantería: los soldados veteranos, que tenían experiencia bélica y conocían bien al enemigo, no dejaron ninguna duda acerca del resultado. Sin embargo la guerra no quedó decidida con esta batalla. Los túrdulos reclutaron diez mil mercenarios celtíberos y preparaban la guerra con armas ajenas.”
¿Son dos días seguidos o se trata de dos encuentros más distanciados? ¿Se corresponde el segundo con el propio sitio de Sagunto?

Catón viene y va. Recordemos, por otro lado, que uno de los motivos de la destrucción de Iliturgi fue precisamente el ataque a las caravanas romanas. Hay otro detalle también muy interesante:
“Por su parte, los generales romanos Lucio Léntulo y Lucio Manlio Acidino, ante el temor a que la guerra se extendiese si no se prestaba atención a los primeros movimientos, unieron también ellos sus ejércitos, atravesaron con sus tropas el territorio ausetano en son de paz como si este territorio hostil fuese amigo, llegaron a donde se habían establecido los enemigos y acamparon a una distancia de tres millas de su campamento.”
Igual que Catón, respetan a los aliados de los ilergetes, pese a estar también en guerra con ellos.
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Re: La rebelión de los iberos (197-191 a. C.)

Mensaje por Bernardo Pascual »

Se repite todo el rato lo mismo. Dado lo estrecho del campo de batalla, la caballería no puede formar en los flancos. Los iberos la sitúan entre la infantería, mientras que los romanos, al parecer, dan un rodeo por fuera del campo de batalla. El combate se mantiene más o menos igualado hasta que llega la caballería romana y carga sobre los iberos por la espalda.
“Escipión calculó que la estrechez del lugar iba a su favor porque le parecía que el soldado romano se adaptaría mejor que el hispano a la lucha en un espacio reducido y, además, no tenía cabida para la totalidad de sus tropas; además ideó una táctica inesperada: como él no podía desplegar su caballería por las alas en tan reducido espacio, y al enemigo le iba a resultar inútil la suya porque la había metido con la infantería, ordenó a Lelio que se llevase a los jinetes rodeando las colinas, ocultando la marcha cuanto pudiera, y que aislase lo más posible el combate ecuestre del de la infantería; él dirigió todas las enseñas de infantería contra el enemigo y situó cuatro cohortes en la línea frontal porque no podía abrir más la formación. Entró inmediatamente en combate con el objeto de que éste no dejara ver el paso de los jinetes por las colinas, y los enemigos no se percataron de que habían sido rodeados hasta que percibieron a sus espaldas el tumulto de la lucha ecuestre.”
“En el centro estaban los ausetanos; el ala derecha la ocupaban los ilergetes, y la izquierda pueblos hispanos poco conocidos; entre las alas y el centro habían dejado espacios libres suficientemente amplios para lanzar por ellos a la caballería cuando llegase el momento. Por su parte, los romanos alinearon su ejército como de costumbre, siguiendo únicamente en una cosa el ejemplo del enemigo: también ellos dejaron entre las legiones espacios libres para la caballería. Pero Léntulo, convencido de que sólo iba a utilizar la caballería quien primero lanzase sus jinetes por los espacios abiertos en el frente enemigo, mandó al tribuno militar Servio Cornelio que diese orden a los jinetes de lanzar sus caballos por las calles abiertas en las líneas enemigas. Él, como el combate de la infantería se inició con poca fortuna, se entretuvo solamente en llevar desde la reserva a primera línea a la legión decimotercera como apoyo de la duodécima que retrocedía, y que estaba situada en el ala izquierda haciendo frente a los ilergetes; una vez equilibrado allí el combate, fue a reunirse con Lucio Manlio, que estaba en primera línea dando ánimos y llevando refuerzos a donde la situación lo requería, y le comunicó que en el ala izquierda la cosa estaba asegurada, y que, de un momento a otro, Cornelio, al que él había enviado con ese fin, envolvería al enemigo con el huracán de la caballería.”
Para mi que estos dos fragmentos, no obstante, provienen de una misma fuente ya muy distorsionada, en la cual incluso se duplica la batalla añadiendo el día anterior, el de la escaramuza. En el fondo en esa supuesta jornada previa también viene a ocurrir lo mismo. Los iberos atacan a los forrajeadores, a la columna, y la cosa se mantiene igualada hasta que también aparece la caballería romana. Esa, además, es ni más ni menos la forma en que se resume la batalla de Manlio contra los turdetanos.
“Confiados, no obstante, en su superioridad numérica, salieron al paso de la columna romana. Una carga de la caballería desbarató su formación en un instante.”
En mi opinión, lo de que la caballería ibera ocupaba los huecos entre la infantería es una interpretación errónea. Opino que, como se dice más tarde, combatían a pie entre la propia infantería; no así los romanos. El ataque frontal de la caballería romana tampoco tiene sentido, y menos aún cuando seguidamente se dice lo del rodeo que estaba efectuando el tal Cornelio.

En el caso de Turda se trata de una carta al Senado y, por tanto, sólo se hace mención de la victoria, sin más detalles. Ni siquiera se dice quien libró esa batalla. Se le atribuye a Minucio porque era el pretor en ese momento, pero él no estaba allí.

Que conste que no he sacado estas duplicaciones a partir de estos detalles, sino en base a todo lo que estamos viendo sobre Sagunto. El contrastar ahora estos fragmentos no hace sino confirmar mi teoría. Mandonio es el saguntino al que ejecutaron los romanos, ejecución que Polibio fecha erróneamente tanto en torno al 219 a. C., sin saber que se trata de Mandonio, y ya refiriéndose a él, en el 205 a. C., igualmente equivocado. Mandonio fue ejecutado poco antes de ser sitiada Sagunto, es decir, en el 195 a. C.
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“...Sin embargo, estoy convencido de que si nos ocurre lo que es propio de los hombres, el proyecto no quedará en el aire ni le faltarán hombres cabales; su belleza atraerá a muchos que lo tomarán bajo su responsabilidad y se esforzarán por llevarlo a cabo.”
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Re: La rebelión de los iberos (197-191 a. C.)

Mensaje por Poliorcetos »

Eso tiene sentido: una batalla frontal en un espacio estrecho, no el asalto a una columna en marcha tan tranquilamente. Les esperaban en un estrechón. Me dan que pensar los de la colina, como si fuera una emboscada pero no intervienen.

¿Sabes en lo que pienso? En Claudio Nerón, cuando atrapa a Asdrúbal en un desfiladero tapando ambos lados. Solo que a Nerón nos lo pintan lelo (no Lelio) Así que a Claudio Nerón posiblemente le encestaran esta batalla por decir que hizo algo, pese a lo cual Asdrúbal escapa.
Prometí también que no haré guerra ni paz ni pacto a no ser con el consejo de los obispos, nobles y hombres buenos, por cuyo consejo debo regirme.
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Re: La rebelión de los iberos (197-191 a. C.)

Mensaje por Bernardo Pascual »

Poliorcetos escribió: 05 May 2020 Me dan que pensar los de la colina, como si fuera una emboscada pero no intervienen.
Una idea muy jugosa, esos aliados, a los que los romanos respetan sus tierras, se mantienen quietos durante la batalla, mientras muere el rey de los ilergetes, y después entregan a Mandonio. Hay que comprobar si encaja. La acusación esa de cobardía que pesa ahí todo el rato también da mucho que pensar.

En cuanto a lo de Nerón, yo estoy convencido que, pese a esa mención a la Ausetania, no es otra cosa que una duplicación de la batalla de Baécula. Estamos viendo que eso de la Ausetania y la Turdetania no suele aclarar mucho. Ni el propio Poibio sabe por dónde sopla el viento.
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Re: La rebelión de los iberos (197-191 a. C.)

Mensaje por Bernardo Pascual »

Aquí tenemos también una emboscada muy parecida, pero lo más interesante es el nombre del desfiladero, el Saltus Manlianus. Curiosamente Manlio es el que fue atacado por los ilergetes en un desfiladero, y también se dirigía a Tarragona.
“[40,39] Como su sucesor tardó un poco en llegar a Hispania, Fulvio Flaco sacó a sus ejércitos de los cuarteles de invierno y empezó a devastar las zonas más alejadas de la Celtiberia, donde sus habitantes no habían llegado a rendirse. Mediante esta acción, irritó más que intimidó a los indígenas, que secretamente reunieron una fuerza y bloquearon el paso Manlio, por donde estaban casi seguros que marcharían los romanos. Graco había encargado a su colega, Lucio Postumio Albino, que informara a Quinto Fulvio de que debía llevar su ejército a Tarragona, donde tenía intención de licenciar a los soldados veteranos, incorporar los refuerzos a las distintas unidades y reorganizar todo el ejército. Fulvio también fue informado de que estaba próxima la fecha de la llegada de su sucesor. Esta información obligó a Flaco a abandonar sus proyectadas operaciones y retirar a toda prisa su ejército de la Celtiberia. Los bárbaros, ignorantes de la verdadera razón y pensando que se había dado cuenta de su ausencia y de que se habían armado secretamente, pusieron aún más empeño en el bloqueo del paso. Cuando la columna romana entró en el puerto, el enemigo se precipitó sobre ellos desde ambos lados. En cuanto Flaco vio esto, se apresuró a controlar los primeros síntomas de desorden en la columna, dando a los centuriones la orden de que todos los hombres se mantuvieran donde estaban y dispusieran sus armas. Reuniendo en un solo punto los bagajes y los animales de carga, logró por sus propios esfuerzos, los de sus legados y sus tribunos militares, disponer sus fuerzas en la formación de combate que requería el momento y el lugar, sin alterarse en absoluto. Recordó a sus hombres que se enfrentaban a aquellos que ya se habían rendido dos veces, personas traidoras y viles en las que hasta entonces no había crecido ninguna virtud ni valor. Con aquello, el enemigo les había dado la posibilidad de alcanzar un regreso glorioso y memorable; llevaría en triunfo a Roma las espadas enrojecidas por la sangre de los enemigos y el botín goteando su sangre. El tiempo no le permitió decir más, el enemigo estaba sobre ellos y los combates habían empezado ya en los puntos más alejados. A continuación, las dos líneas chocaron.

[40.40] La batalla resultó porfiada en todos los sectores, pero con suerte diversa. Los legionarios lucharon espléndidamente y las dos alas tampoco pusieron menos empeño. Los auxiliares extranjeros no pudieron mantener sus posiciones, al enfrentarse a quienes, aunque armados de la misma manera que ellos, les superaban como guerreros. Cuando los celtíberos vieron que en una batalla regular y con sus líneas formadas resultaban inferiores a la legiones, lanzaron un ataque en formación de cuña, maniobra que les daba tal fuerza que resultaban imposibles de resistir, fuera cual fuese el terreno al que los llevase su presión. También ahora provocaron el desorden en las legiones y casi rompieron la línea romana. Fulvio, viendo este desorden, galopó hasta la caballería legionaria y les dijo: "A menos que vengáis al rescate, este ejército estará acabado". Todos le gritaron que por qué no les decía qué quería que hiciesen, que ellos estaban prontos a cumplir sus órdenes. Él les respondió: "que doblen las turmas los jinetes de ambas legiones y lanzad a vuestros caballos donde la cuña enemiga está presionando a los nuestros. Vuestra carga tendrá más fuerza si lanzáis los caballos sin riendas, como se dice que hicieron muchas veces los jinetes romanos cubriéndose de gloria. Quitaron el bocado a los caballos y cargaron contra la cuña desde ambas direcciones en dos veces, a la ida y a la vuelta, provocando una gran masacre entre el enemigo y quebrando sus lanzas. Cuando fracasó la cuña en la que habían puesto todas sus esperanzas, los celtíberos se desanimaron por completo y abandonaron casi cualquier intento de lucha, empezando a buscar a su alrededor un modo de escapar. Cuando la caballería auxiliar vio la notable hazaña de los jinetes romanos, también ellos, encendidos por el valor de los otros y sin esperar órdenes, espolearon sus caballos contra el enemigo que estaba ya completamente desordenado. Esto resultó ser decisivo, los celtíberos huyeron precipitadamente en todas direcciones y el comandante romano, viendo como volvían la espalda, prometió un templo a la Fortuna Ecuestre y la celebración de solemnes Juegos en honor a Júpiter Óptimo Máximo. Los celtíberos, dispersándose al huir, fueron despedazados por todo el paso. Se afirma que ese día murieron diecisiete mil enemigos y que se capturó con vida a más de tres mil setecientos, junto con setenta y siete estandartes militares y cerca de seiscientos caballos. El ejército victorioso permaneció acampado aquel día en su propio campamento. La victoria no se alcanzó sin pérdidas: perecieron en el campo de batalla cuatrocientos setenta y dos soldados romanos, mil diecinueve aliados y latinos, así como tres mil auxiliares. Con su antigua gloria así renovada, el ejército victorioso marchó hacia Tarragona. Tiberio Sempronio, que había llegado dos días antes, salió al encuentro de Fulvio y le felicitó por haber prestado un brillante servicio a la República. Con el mayor acuerdo entre ellos, decidieron qué soldados debían ser licenciados y cuáles debían continuar. Tras relevar a los que ya habían cumplido su tiempo de servicio, Fulvio se embarcó con ellos para Italia y Sempronio condujo las legiones a la Celtiberia.”
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Re: La rebelión de los iberos (197-191 a. C.)

Mensaje por marcelo »

Hay un tema muy interesante en lo que planteas Bernardo. Ya sabes que yo soy poco creyente en el cómo y más en el qué y si encaja en la lógica de la campaña. Es evidente que en el final de la 2ª guerra púnica se habla de una sucesión de acciones muy grande de las cuales en alguna se aprecian similitudes con otros hechos. Voy a centrarme en esa primera rebelión de Indíbil y Mandonio en 206 a.C.

¿Ocurrió realmente? ¿Tiene sentido que uno de los que supuestamente participa en la muerte de tu padre sea perdonado? Que después de perdonarlo, se enrole contigo. Y que tras rebelarse en 206 a.C. provocando una batalla donde mueren muchos romanos, sea perdonado. Y que al año siguiente se vuelvan a rebelar contra los propretores que quedan al cargo de la península.

Tengo que releerlo todo, una vez más. Pero Bernardo y Poliorcetos, una vez más, me revuelven el patio :D
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Re: La rebelión de los iberos (197-191 a. C.)

Mensaje por Bernardo Pascual »

marcelo escribió: 07 May 2020 Hay un tema muy interesante en lo que planteas Bernardo. Ya sabes que yo soy poco creyente en el cómo y más en el qué y si encaja en la lógica de la campaña. Es evidente que en el final de la 2ª guerra púnica se habla de una sucesión de acciones muy grande de las cuales en alguna se aprecian similitudes con otros hechos. Voy a centrarme en esa primera rebelión de Indíbil y Mandonio en 206 a.C.

¿Ocurrió realmente? ¿Tiene sentido que uno de los que supuestamente participa en la muerte de tu padre sea perdonado? Que después de perdonarlo, se enrole contigo. Y que tras rebelarse en 206 a.C. provocando una batalla donde mueren muchos romanos, sea perdonado. Y que al año siguiente se vuelvan a rebelar contra los propretores que quedan al cargo de la península.

Tengo que releerlo todo, una vez más. Pero Bernardo y Poliorcetos, una vez más, me revuelven el patio :D
Cuando ya se sabe que hay una duplicación o un error es fácil pillar esos detalles contradictorios. Lo difícil es deducir las duplicaciónes y los errores a través de ellos. Ahí Poliorcetos sí que es un genio. Yo me baso más en las estructuras literarias, en la repetición de textos. Respecto a esos detalles, sin embargo, soy muy crédulo. Lo que comentas sobre las reincidencias de Indíbil ya lo debatimos hace tiempo, pero entonces yo trataba de justificar a Polibio. A Poliorcetos, en cambio, siempre le resultó sospechoso. Ahora ya puedo añadir más detalles, aunque ya no tenga mérito, por ejemplo, la entrevista entre Mandonio y Escipión. ¿Por qué no acude también Indíbil? Pues porque ya estaba muerto. Ahí es cuando prenden a Mandonio después de la batalla. Al atribuir esta historia a Escipión, sin embargo, se aprovecha para presentarlo como un hombre compasivo.

Veamos otra selección de fragmentos. Igual encontramos más detalles de esos, que falta nos hacen. El objetivo consiste en localizar ese misterioso desfiladero Manliano donde se libró la batalla.
"Mandonio e Indíbil, que se habían hecho ilusiones de dominar Hispania una vez expulsados de ella los cartagineses, como nada se había desarrollado de acuerdo con sus expectativas, concitaron a sus coterráneos —que eran los lacetanos—, sublevaron a la juventud de los celtíberos y devastaron con saña el territorio de los suesetanos y sedetanos, aliados del pueblo romano."
XXVIII, 24

"Después de este discurso los despidió mandándoles prepararse para salir al día siguiente; emprendida la marcha, en diez jornadas llegó al río Ebro. Luego cruzó el río y, tres días después, acampó a la vista del enemigo. Delante había una llanura rodeada de montañas.”
XXVIII

“Exponiendo estas razones y otras parecidas sublevó no sólo a sus coterráneos sino a los ausetanos también, pueblo vecino, y a otros pueblos limítrofes a él y a éstos. Así, en cosa de unos pocos días, treinta mil hombres de a pie y unos cuatro mil de a caballo se concentraron en territorio sedetano, donde se les había ordenado. Por su parte, los generales romanos Lucio Léntulo y Lucio Manlio Acidino, ante el temor a que la guerra se extendiese si no se prestaba atención a los primeros movimientos, unieron también ellos sus ejércitos, atravesaron con sus tropas el territorio ausetano en son de paz como si este territorio hostil fuese amigo, llegaron a donde se habían establecido los enemigos y acamparon a una distancia de tres millas de su campamento.”
XXIX

“Por la misma época, cuando Marco Helvio abandonaba la Hispania Ulterior con una escolta de seis mil hombres que le había dado el pretor Apio Claudio, le salieron al paso los celtíberos cerca de la ciudad de Iliturgi con un enorme contingente de tropas.”
XXXIV, 10.

“Entretanto, el pretor Publio Manlio marchó a Turdetania con el ejército que le había entregado su antecesor Quinto Minucio, al que se había unido también el ejército de veteranos de Apio Claudio Nerón procedente de la Hispania Ulterior. Los turdetanos son considerados los más ineptos para la guerra de todos los hispanos. Confiados, no obstante, en su superioridad numérica, salieron al paso de la columna romana.”
XXXIV, 17.

“Como su sucesor tardó un poco en llegar a Hispania, Fulvio Flaco sacó a sus ejércitos de los cuarteles de invierno y empezó a devastar las zonas más alejadas de la Celtiberia, donde sus habitantes no habían llegado a rendirse. Mediante esta acción, irritó más que intimidó a los indígenas, que secretamente reunieron una fuerza y bloquearon el paso Manlio, por donde estaban casi seguros que marcharían los romanos. Graco había encargado a su colega, Lucio Postumio Albino, que informara a Quinto Fulvio de que debía llevar su ejército a Tarragona, donde tenía intención de licenciar a los soldados veteranos, incorporar los refuerzos a las distintas unidades y reorganizar todo el ejército. Fulvio también fue informado de que estaba próxima la fecha de la llegada de su sucesor. Esta información obligó a Flaco a abandonar sus proyectadas operaciones y retirar a toda prisa su ejército de la Celtiberia. Los bárbaros, ignorantes de la verdadera razón y pensando que se había dado cuenta de su ausencia y de que se habían armado secretamente, pusieron aún más empeño en el bloqueo del paso.”
XL, 39.
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Re: La rebelión de los iberos (197-191 a. C.)

Mensaje por Bernardo Pascual »

“Graco había encargado a su colega, Lucio Postumio Albino, que informara a Quinto Fulvio de que debía llevar su ejército a Tarragona, donde tenía intención de licenciar a los soldados veteranos, incorporar los refuerzos a las distintas unidades y reorganizar todo el ejército.”
Esta frase plantea una duda. ¿Tenia que pasar Lucio Postumio por donde estaba Quinto Fulvio o simplemente tenía que notificarle los planes del nuevo pretor a través de un mensajero? Aquí surge el tema de las escalas. Livio solventa la duda con la frase siguiente:
“Fulvio también fue informado de que estaba próxima la fecha de la llegada de su sucesor. Esta información obligó a Flaco a abandonar sus proyectadas operaciones y retirar a toda prisa su ejército de la Celtiberia.”
Ahora queda claro. Tiberio Sempronio se retrasa, y entonces ruega a su colega que informe de su tardanza y sus disposiciones a su antecesor. Eso, al menos, es lo que entiende y trasmite Livio, pero por escalas me refiero a si este detalle, el del correveidile, en principio sin demasiada importancia, tenía alguna trascendencia en el conjunto del relato, y sobre todo en el texto original, aquel en el que se documenta Tito Livio. Qué más da que el mensajero lo mandase Albino o directamente Graco. De hecho, es un dato perfectamente prescindible. Situaciones de éstas se tenían que dar siempre. Lo curioso, además, es que, si Tiberio Sempronio ya llegaba tarde, a su antecesor le entraran de repente las prisas. ¿Creía que ya no iba a venir ese año?

Está claro que hay algo raro. Graco llega tarde pero Fulvio abandona con prisas la Celtiberia para reunirse con él. Además, por si fuera poco, Flaco tenía planes que debe interrumpir. Evidentemente a Livio se le pasa algo. Tanto es así que el final ya ni se entiende:
"Los bárbaros, ignorantes de la verdadera razón y pensando que se había dado cuenta de su ausencia y de que se habían armado secretamente, pusieron aún más empeño en el bloqueo del paso."
¿Qué más da, de nuevo, que conocieran o no la verdadera razón? En ese caso habrían pensado que se acobardaba, pero por lo visto la emboscada ya la habían preparado de antemano. ¿Alguien entiende algo?

gc88gc Me dejaba esto, el comienzo del párrafo, pero no cambia mucho lo comentado. Más bien confirma que Fulvio estaba esperando a Graco, quien llegaba con retraso.
“Como su sucesor tardó un poco en llegar a Hispania, Fulvio Flaco sacó a sus ejércitos de los cuarteles de invierno y empezó a devastar las zonas más alejadas de la Celtiberia, donde sus habitantes no habían llegado a rendirse. Mediante esta acción, irritó más que intimidó a los indígenas, que secretamente reunieron una fuerza y bloquearon el paso Manlio...”
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Re: La rebelión de los iberos (197-191 a. C.)

Mensaje por Bernardo Pascual »

Otro rompecabezas.
“A continuación sortearon sus provincias los pretores, correspondiendo…a Quinto Fabio Buteón la Hispania Ulterior; a Quinto Minucio Termo, la Citerior...”

“El sorteo dio Hispania a Catón, e Italia a Valerio. Después sortearon sus provincias los pretores, correspondiendo… la Hispania Ulterior a Apio Claudio Nerón… Publio Manlio fue asignado al cónsul como colaborador para la Hispania Citerior… Apio Claudio fue autorizado a reclutar dos mil soldados de infantería y doscientos de caballería nuevos, aparte de la legión que había mandado Quinto Fabio. Igual número de hombres de infantería y caballería nuevos le fue asignado a Publio Manlio para la Hispania Citerior, además de la legión que había estado a las órdenes del pretor Quinto Minucio.”

“Por la misma época, cuando Marco Helvio abandonaba la Hispania Ulterior con una escolta de seis mil hombres que le había dado el pretor Apio Claudio, le salieron al paso los celtíberos cerca de la ciudad de Iliturgi con un enorme contingente de tropas.”


“Por eso Helvio entró en Roma y recibió la ovación sólo dos meses antes de que entrase en triunfo su sucesor Quinto Minucio.”

"Entretanto, el pretor Publio Manlio marchó a Turdetania con el ejército que le había entregado su antecesor Quinto Minucio, al que se había unido también el ejército de veteranos de Apio Claudio Nerón procedente de la Hispania Ulterior."
Imagen

Quinto Minucio es sucesor de Marco Helvio en cuanto que su verdadero antecesor, Gayo Sempronio, había muerto en batalla, pero en realidad a Minucio le había correspondido la Citerior mientras que a Helvio la Ulterior. Es decir, Helvio abandona la Ulterior, su provincia, con una escolta de veteranos suyos propios. Luego se junta con Manlio y ambos son los que libran la batalla del desfiladero próximo a Sagunto. Por eso, por estar en otra provincia, a Helvio, se supone, no le conceden el triunfo. ¿Pero entonces por qué se lleva el triunfo Minucio y no Manlio? Seguramente se debe a que Manlio no era pretor, sino un simple colaborador de Catón, un legado. Catón todavía no había llegado a Hispania, así que el pretor de la Citerior en ese momento era Minucio.
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Re: La rebelión de los iberos (197-191 a. C.)

Mensaje por Bernardo Pascual »

Resumiendo. Ahora ya puedo presentar mi extravagante teoría. La emboscada del Saltus Manlianus no la sufrió Fulvio Flaco, sino, como su nombre indica, Publio Manlio, cuando tras una incursión de saqueo en territorio saguntino, con la colaboración de Marco Helvio procedente de la Ulterior, posiblemente de Cartagena, fue requerido por Catón a Tarragona. Algo así; esto sólo es un primer borrador.

De paso añado otra arriesgada teoría que también tengo todavía en pañales. Sobre Tiberio Sempronio Graco, el padre de los Graco, existe una leyenda que proviene de Numancia, la cual en realidad se debe a un malentendido. Se dice que Graco negoció con los numantinos, y es cierto, pero no fue el padre, sino el hijo. A partir de ahí, de esa confusión, surgió la imagen del gran pacificador, pero no hay tal paz de Graco. Por eso a Graco senior se le confunde con Catón.
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Re: La rebelión de los iberos (197-191 a. C.)

Mensaje por Bernardo Pascual »

Poliorcetos escribió: 03 May 2020 Polibio:
LIBRO DECIMONONO

CAPÍTULO ÚNICO
Las ciudades de más allá del río Betis.

«Manifiesta Polibio que los muros de todas las ciudades situadas más allá del río Betis fueron derribadas en un mismo día por orden de Catón. Estas ciudades eran numerosas y las poblaban hombres habituados a la guerra».
“Dice Polibio que las murallas de todas las ciudades de esta parte del Betis fueron desmanteladas en un mismos día por orden suya...
El mismo Catón dice que tomó más ciudades que días pasó en España.”
Plutarco.
“Cuando Polibio dice que Tiberio Graco ha destruido trescientas ciudades (celtíberas), sonríe (Posidonio) y dice que es en beneficio de Graco que Polibio llama ciudades a simples fortines...”
Estrabón.
  • Tanto Tiberio Graco como Catón destruyen trescientas ciudades y obligan a demoler y no levantar nuevas murallas.
  • La batalla de Flaco contra los celtíberos es la misma que la de Catón. Es la batalla de Cuarte. Ya, ya llegaremos a esa otra.:lol:
  • El discurso en Numancia no lo pronuncia Catón, sino Graco junior, el verdadero Graco.
  • Graco, supuestamente, refundó Iliturgi.
Imagen
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Re: La rebelión de los iberos (197-191 a. C.)

Mensaje por Poliorcetos »

Eso promete. Cuenta, cuenta, que yo me atasqué al principio.

Tenemos a dos Pretores que envían, uno a cada provincia. El de la citerior cae en combate, derrotado. Su ejército se dispersa.Se pierde la provincia por completo. Sin embargo la Ulterior resiste.

Envían a otros dos Pretores. El de la Ulterior se la encuentra en guerra ¿Y el de la Citerior? ¿Quinto Minucio Termo, con noticias tranquilizadoras y entrada en triunfo? ¿Por eso Catón desembarca en primero en fuerza y después en Ampurias? ¿Por eso tiene que ir escoltado por 6.000 hombres Helvio? Dice que hay 3 ejércitos romanos en Hispania, que el norte del Ebro se perdió.

Esto es de donde copiaron la campaña de Cneo. Recorre la costa, obteniendo la sumisión de los lugares y le van devolviendo prisioneros. Como todo está mezclado, a ver si por esa vía saco algo.
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Re: La rebelión de los iberos (197-191 a. C.)

Mensaje por Bernardo Pascual »

El triunfo se corresponde con la victoria sobre los ilergetes, con la muerte de Indíbil, la batalla del desfiladero de Manlio, atribuida erróneamente a Fulvio Flaco. El triunfo se lo conceden a Minucio porque era el pretor de la Citerior en ese momento, pero el ejército romano, por lo visto, lo comandaban Manlio y Helvio.
Como su sucesor tardó un poco en llegar a Hispania, Fulvio Flaco sacó a sus ejércitos de los cuarteles de invierno y empezó a devastar las zonas más alejadas de la Celtiberia, donde sus habitantes no habían llegado a rendirse. Mediante esta acción, irritó más que intimidó a los indígenas, que secretamente reunieron una fuerza y bloquearon el paso Manlio, por donde estaban casi seguros que marcharían los romanos. Graco había encargado a su colega, Lucio Postumio Albino, que informara a Quinto Fulvio de que debía llevar su ejército a Tarragona, donde tenía intención de licenciar a los soldados veteranos, incorporar los refuerzos a las distintas unidades y reorganizar todo el ejército. Fulvio también fue informado de que estaba próxima la fecha de la llegada de su sucesor. Esta información obligó a Flaco a abandonar sus proyectadas operaciones y retirar a toda prisa su ejército de la Celtiberia. Los bárbaros, ignorantes de la verdadera razón y pensando que se había dado cuenta de su ausencia y de que se habían armado secretamente, pusieron aún más empeño en el bloqueo del paso.”
XL, 39.
Esos veteranos que se iban a licenciar componen la escolta de Helvio. Se dirigían hacia Tarragona, al encuentro de Catón, junto con el lugarteniente de éste, Publio Manlio. Tiene pinta de que al menos este último estuviese realizando una incursión contra Sagunto, pero aquí ya me pierdo. La emboscada, al parecer, se produce cuando estaban abandonando el territorio. Supongamos que operan desde Valencia contra la propia Sagunto, y desde allí se les comunica que se reúnan con el cónsul en el Ebro, teniendo por tanto que atravesar una zona si no en guerra abierta, bastante hostil. No se...
Nelitis neque litis

“...Sin embargo, estoy convencido de que si nos ocurre lo que es propio de los hombres, el proyecto no quedará en el aire ni le faltarán hombres cabales; su belleza atraerá a muchos que lo tomarán bajo su responsabilidad y se esforzarán por llevarlo a cabo.”
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Re: La rebelión de los iberos (197-191 a. C.)

Mensaje por Poliorcetos »

Desde el principio:
Apiano
La guerra de los iberos. 39¬. "Algún tiempo después, cuando los romanos estaban en guerra con los celtas de en torno al Po y con Filipo de Macedonia, los iberos se levantaron de nuevo, a la vista de los muchos trabajos en que estaban inmersos los romanos.Y fueron enviados desde Roma, como generales, contra ellos, Sempronio Tuditano y Marco Helvio, y después de aquéllos, Minucio. Y como refuerzo, al hacerse mayor la sublevación, fue enviado Catón con fuerzas más numerosas.
Y me pierdo. Minucio no sé si va en sustitución del difunto Tuditano, pues no aparece Quinto Fabio Buteón. Livio cuenta que no hubo Pretor desde su muerte hasta la llegada de ambos pretores de relevo. Según Apiano, parece que si, que fuera Minucio, que vino sin Buteón. Y recibe el triunfo en 195 AC. Y sin embargo, cuando llega Catón, el norte del Ebro está perdido. Si obtuvo un triunfo, no fue al norte del Ebro, como mucho, entre Cartagena y el Ebro. El que entra en ovación es Cneo Cornelio Léntulo, predecesor de Tuditano.

Saquearía a diestro y siniestro y se vengan con su sucesor. Una vez muerto, su sucesor no fue capaz de llegar hasta el Ebro, o pasarlo al menos, por eso va Catón. Ahora tengo que cuadrar más cosas, porque en principio, si tenían que ir a Tarragona, no sería a licenciar soldados, sería a tomarla, al menos a enlazar con Catón por tierra.
Prometí también que no haré guerra ni paz ni pacto a no ser con el consejo de los obispos, nobles y hombres buenos, por cuyo consejo debo regirme.
IV Item. Decreta que Don Alfonso, Rey de León y de Galicia estableció en la Curia de León en 1.188
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Re: La rebelión de los iberos (197-191 a. C.)

Mensaje por Bernardo Pascual »

Apiano lo cuenta bien, incluso mejor que Livio. La guerra en la Citerior contra los ilergetes o turdetanos la comandan:
  1. Tuditano (muerto en batalla)
  2. Helvio, pretor de la Ulterior que tras la muerte de Tuditano se hace cargo también de la Citerior.
  3. Minucio, al mando cuando se libra la batalla del desfiladero, aunque no presente en ésta.
  4. Catón (asistido por Manlio).
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“...Sin embargo, estoy convencido de que si nos ocurre lo que es propio de los hombres, el proyecto no quedará en el aire ni le faltarán hombres cabales; su belleza atraerá a muchos que lo tomarán bajo su responsabilidad y se esforzarán por llevarlo a cabo.”
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Re: La rebelión de los iberos (197-191 a. C.)

Mensaje por Bernardo Pascual »

Esta es la mejor de todas, y lo más increíble es que hasta ahora nadie se haya dado cuenta. Es exactamente la misma batalla. Todo coincide.

Después del repaso que le estamos pegando, la expansión romana por Hispania se va a poder resumir en un par de folios, la mitad incluso que lo que le ocupa a Apiano. Por algo Apiano no cuenta nada de estas guerras. Son todo duplicaciones. Tito Livio relata la batalla de los ilergetes más de seis veces. No hay pretor que no la librara. Sólo con ella rellena un tercio de lo referente a Hispania, el otro con Sagunto y el otro con Baécula.

Batalla del Tajo
[39,30] En Hispania, a comienzos de la primavera, los pretores Cayo Calpurnio y Lucio Quincio sacaron a sus fuerzas de los cuarteles de invierno y unieron sus fuerzas en Beturia; como el enemigo estaba acampado en la Carpetania, avanzaron hacia allí dispuestos a dirigir sus operaciones de mutuo acuerdo. El combate se inició, entre partidas de forrajeadores, en un lugar no muy lejos de las ciudades de Dipo y Toledo; recibieron refuerzos de ambos campamentos y gradualmente se vio arrastrada a la lucha la totalidad de ambos ejércitos. En aquella lucha desorganizada, el enemigo se vio ayudado por su conocimiento del terreno y las características el combate. Los dos ejércitos romanos fueron derrotados y obligados a retroceder hasta su campamento. El enemigo no presionó a sus desmoralizados adversarios. Los comandantes romanos, temiendo que el campamento pudiera ser asaltado a la mañana siguiente, retraron a sus ejércitos en silencio durante la noche. Los hispanos formaron en orden de combate al amanecer y marcharon contra la empalizada; sorprendidos al encontrar el campamento vacío, entraron en él y se apoderaron de cuanto fue dejado atrás en la confusión de la noche. Después de esto, regresaron a su propio campamento y permanecieron inactvos durante algunos días. Las pérdidas de los romanos y los aliados en la batalla ascendieron a cinco mil muertos, armándose el enemigo con los despojos de sus cuerpos. Luego se trasladaron hasta el río Tajo. Los generales romanos, mientras tanto, dedicaron todo su tempo a alistar tropas auxiliares hispanas de las ciudades aliadas y a restaurar la moral de sus hombres tras el pánico de la derrota. Cuando consideraron que ya eran lo bastante fuertes y los propios soldados les pedían enfrentarse al enemigo y limpiar su deshonra, avanzaron y fijaron su campamento a una distancia de doce millas del río Tajo. Luego, a la tercera guardia, partieron con los estandartes desplegados, y en formación de cuadro llegaron al Tajo al amanecer. El campamento enemigo estaba sobre una colina al otro lado del río. Había dos lugares por los que se podía vadear el río y por ellos fueron llevados rápidamente los ejércitos: Calpurnio por el de la derecha y Quincio por el de la izquierda. El enemigo permaneció inmóvil, desconcertado por el repentno avance de los romanos y preguntándose qué hacer cuando podrían haber atacado a los romanos y ponerlos en desorden mientras atravesaban el río. Mientras tanto, los romanos habían hecho cruzar sus bagajes y los habían reunido en un solo punto. No quedaba tempo para montar un campamento atrincherado y, viendo que el enemigo se había puesto en movimiento, se desplegaron en línea de batalla. Dos legiones, la quinta, del ejército de Calpurnio, y la octava, del de Quincio, formaron en el centro, la posición más fuerte de todo el ejército. El terreno era llano y despejado hasta el campamento enemigo, sin que se pudieran temer sorpresas o emboscadas.
[39,31] Cuando los hispanos vieron las dos columnas romanas a este lado del río, decidieron enfrentárseles antes de que pudieran formar un frente unido y, saliendo de su campamento, corrieron a la batalla. La batalla se inició con mucha dureza, pues los hispanos estaban plenos de moral tras su reciente victoria y a los romanos les aguijoneaba una humillación a la que no estaban habituados. El centro romano, formado por dos de las más agresivas legiones, peleó con gran valor; y el enemigo, viéndose incapaz de desalojarlos de cualquier otra manera, formó en cuña y, concentrados así y cada vez más numerosos, presionaban sobre el centro. Cuando el pretor Calpurnio vio que la formación tenía problemas allí, envió a los lugartenientes Tito Quintlio Varo y Lucio Juvencio Talna, cada uno a una legión, con orden de restaurar su ánimo y hacerles recordar que todas sus esperanzas de victoria y de mantener su dominio sobre Hispania residían en ellos; si cedían, ni un solo hombre vería no ya Italia, sino ni siquiera la otra orilla del Tajo. Él mismo, con la caballería de ambas legiones, dio un pequeño rodeo y cargó contra el fanco de la cuña enemiga que presionaba el centro; Quincio, con la caballería aliada, lanzó una carga similar por el otro fanco. Sin embargo, la caballería bajo el mando de Calpurnio luchó con mayor determinación, y el pretor más que nadie. Él fue el primero en cargar contra el enemigo, moviéndose de tal manera entre las filas de combatientes que resultaba difícil reconocer a qué bando pertenecía. El notable valor del pretor encendió el de la caballería, y el de la caballería encendió el de la infantería. Los centuriones principales, viendo al pretor en medio de los proyectles arrojados por el enemigo, sintieron que su honor propio estaba en juego y cada uno de ellos urgió a su signífero, gritándoles para que hicieran avanzar sus estandartes y apremiando a sus soldados para que los siguieran de inmediato. Se elevó nuevamente el grito de guerra de todo el ejército y todos se lanzaron hacia delante, como si cargaran desde un terreno más elevado. Igual que un torrente, se precipitan y abaten a su desconcertado enemigo, y les resulta imposible resistir su ataque en cargas continuadas. La caballería persiguió a los fugitvos hasta su campamento e irrumpió en él, mezclada con la masa de enemigos. Aquí dio comienzo un nuevo combate entre los que habían quedado para vigilar el campamento y los jinetes romanos, que se vieron obligados a desmontar y luchar a pie. La quinta legión se unió entonces a los combatientes, subiendo el resto tan rápidamente como pudo. Los hispanos fueron destrozados por todas partes del campamento; no escaparon más de cuatro mil hombres. De estos, alrededor de tres mil, que habían conservado sus armas, ocuparon una monte próximo y el resto, solo a medio armar, se dispersó por los campos. La cantidad de enemigos había ascendido a más de treinta y cinco mil, de los que solo sobrevivió a la batalla aquel pequeño número. Se capturaron ciento treinta y dos estandartes. De los romanos y los aliados, cayeron poco más de seiscientos; de los auxiliares de la provincia, alrededor de ciento cincuenta. La pérdida de cinco tribunos militares y unos pocos caballeros romanos dio la impresión de una victoria notablemente sangrienta. Como no habían tenido tempo de fortificar su propio campamento, se quedaron en el del enemigo. Al día siguiente, Calpurnio dirigió unas palabras de agradecimiento y elogio a la caballería, regalando fáleras a los jinetes. Les dijo que la derrota del enemigo y la captura de su campamento se debió principalmente a su actuación. El otro pretor, Quincio, regaló cadenas y fíbulas a sus jinetes. También recibieron recompensas los centuriones de ambos ejércitos, especialmente aquellos que habían ocupado el centro de la formación.

Batalla del desfiladero de Manlio
[40,39] Como su sucesor tardó un poco en llegar a Hispania, Fulvio Flaco sacó a sus ejércitos de los cuarteles de invierno y empezó a devastar las zonas más alejadas de la Celtiberia, donde sus habitantes no habían llegado a rendirse. Mediante esta acción, irritó más que intimidó a los indígenas, que secretamente reunieron una fuerza y bloquearon el paso Manlio, por donde estaban casi seguros que marcharían los romanos. Graco había encargado a su colega, Lucio Postumio Albino, que informara a Quinto Fulvio de que debía llevar su ejército a Tarragona, donde tenía intención de licenciar a los soldados veteranos, incorporar los refuerzos a las distintas unidades y reorganizar todo el ejército. Fulvio también fue informado de que estaba próxima la fecha de la llegada de su sucesor. Esta información obligó a Flaco a abandonar sus proyectadas operaciones y retirar a toda prisa su ejército de la Celtiberia. Los bárbaros, ignorantes de la verdadera razón y pensando que se había dado cuenta de su ausencia y de que se habían armado secretamente, pusieron aún más empeño en el bloqueo del paso. Cuando la columna romana entró en el puerto, el enemigo se precipitó sobre ellos desde ambos lados. En cuanto Flaco vio esto, se apresuró a controlar los primeros síntomas de desorden en la columna, dando a los centuriones la orden de que todos los hombres se mantuvieran donde estaban y dispusieran sus armas. Reuniendo en un solo punto los bagajes y los animales de carga, logró por sus propios esfuerzos, los de sus legados y sus tribunos militares, disponer sus fuerzas en la formación de combate que requería el momento y el lugar, sin alterarse en absoluto. Recordó a sus hombres que se enfrentaban a aquellos que ya se habían rendido dos veces, personas traidoras y viles en las que hasta entonces no había crecido ninguna virtud ni valor. Con aquello, el enemigo les había dado la posibilidad de alcanzar un regreso glorioso y memorable; llevaría en triunfo a Roma las espadas enrojecidas por la sangre de los enemigos y el botín goteando su sangre. El tiempo no le permitió decir más, el enemigo estaba sobre ellos y los combates habían empezado ya en los puntos más alejados. A continuación, las dos líneas chocaron.
[40.40] La batalla resultó porfiada en todos los sectores, pero con suerte diversa. Los legionarios lucharon espléndidamente y las dos alas tampoco pusieron menos empeño. Los auxiliares extranjeros no pudieron mantener sus posiciones, al enfrentarse a quienes, aunque armados de la misma manera que ellos, les superaban como guerreros. Cuando los celtíberos vieron que en una batalla regular y con sus líneas formadas resultaban inferiores a la legiones, lanzaron un ataque en formación de cuña, maniobra que les daba tal fuerza que resultaban imposibles de resistir, fuera cual fuese el terreno al que los llevase su presión. También ahora provocaron el desorden en las legiones y casi rompieron la línea romana. Fulvio, viendo este desorden, galopó hasta la caballería legionaria y les dijo: "A menos que vengáis al rescate, este ejército estará acabado". Todos le gritaron que por qué no les decía qué quería que hiciesen, que ellos estaban prontos a cumplir sus órdenes. Él les respondió: "que doblen las turmas los jinetes de ambas legiones y lanzad a vuestros caballos donde la cuña enemiga está presionando a los nuestros. Vuestra carga tendrá más fuerza si lanzáis los caballos sin riendas, como se dice que hicieron muchas veces los jinetes romanos cubriéndose de gloria. Quitaron el bocado a los caballos y cargaron contra la cuña desde ambas direcciones en dos veces, a la ida y a la vuelta, provocando una gran masacre entre el enemigo y quebrando sus lanzas. Cuando fracasó la cuña en la que habían puesto todas sus esperanzas, los celtíberos se desanimaron por completo y abandonaron casi cualquier intento de lucha, empezando a buscar a su alrededor un modo de escapar. Cuando la caballería auxiliar vio la notable hazaña de los jinetes romanos, también ellos, encendidos por el valor de los otros y sin esperar órdenes, espolearon sus caballos contra el enemigo que estaba ya completamente desordenado. Esto resultó ser decisivo, los celtíberos huyeron precipitadamente en todas direcciones y el comandante romano, viendo como volvían la espalda, prometió un templo a la Fortuna Ecuestre y la celebración de solemnes Juegos en honor a Júpiter Óptimo Máximo. Los celtíberos, dispersándose al huir, fueron despedazados por todo el paso. Se afirma que ese día murieron diecisiete mil enemigos y que se capturó con vida a más de tres mil setecientos, junto con setenta y siete estandartes militares y cerca de seiscientos caballos. El ejército victorioso permaneció acampado aquel día en su propio campamento. La victoria no se alcanzó sin pérdidas: perecieron en el campo de batalla cuatrocientos setenta y dos soldados romanos, mil diecinueve aliados y latinos, así como tres mil auxiliares. Con su antigua gloria así renovada, el ejército victorioso marchó hacia Tarragona. Tiberio Sempronio, que había llegado dos días antes, salió al encuentro de Fulvio y le felicitó por haber prestado un brillante servicio a la República. Con el mayor acuerdo entre ellos, decidieron qué soldados debían ser licenciados y cuáles debían continuar. Tras relevar a los que ya habían cumplido su tiempo de servicio, Fulvio se embarcó con ellos para Italia y Sempronio condujo las legiones a la Celtiberia.
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Re: La rebelión de los iberos (197-191 a. C.)

Mensaje por Poliorcetos »

Entonces, que yo me entere, viendo lo visto:
-La campaña de Catón es la de Graco Toda o en parte.
-Si lo que nos cuentan de Catón lo hizo Graco ¿Qué hizo Catón?
-Catón debió operar al norte del Ebro (una vez más) así que la parte de sus idas y venidas a Turdetania, serán las de Graco.

Ahí empieza mi problema. Esa Turdetania. Catón operaría contra los turboletas, próximos al Ebro, mientras Graco en el sur, en la Turdetania tradicional, al sur del Betis. Y alguien la lió por el camino, entre Plutarco y Estrabón. Eso y ahora todos los eruditos haciendo cábalas con los topónimos, en los cuales están atrapados.
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Re: La rebelión de los iberos (197-191 a. C.)

Mensaje por Bernardo Pascual »

Poliorcetos escribió: 10 May 2020 Entonces, que yo me entere, viendo lo visto:
-La campaña de Catón es la de Graco Toda o en parte.
-Si lo que nos cuentan de Catón lo hizo Graco ¿Qué hizo Catón?
Al revés, gran parte de lo que se cuenta sobre Graco lo hizo Catón, o más exactamente lo hicieron Manlio y Helvio, subalternos de Catón.

A Graco le pasa como a los Escipiones, la fama le viene por el hijo, pero sobre él en concreto se sabe muy poco. Los supuestos pactos con los celtíberos se refieren en realidad a la paz de Mancino con los numantinos, en la que estuvo implicado su hijo (el famoso discurso de Catón en Numancia). Del mismo modo, las trescientas ciudades que se dice que tomó, las tomó Catón en su recorrido desde Ampurias a Sagunto. Por lo demás, la batalla del desfiladero, la de la muerte de Indíbil, ya no es que se le adjudique sólo a él. Se les atribuye a todos los generales que intervinieron en la Península. Ahí sí que queda mucho todavía por descubrir, pero también tenemos ahora muchísima documentación sobre un sólo suceso.

Lo que estoy pensando ahora es que hubo una batalla anterior, no se si el día antes o más separada, la de los escaramuzadores y los forrajeadores, en la que por lo visto murieron muchos romanos. Tal vez fue a raíz de ella cuando Indíbil atrajo a muchos aliados, a todos aquellos a los que los romanos después intentaron recuperar de nuevo respetando sus territorios cuando marcharon contra Sagunto.

Está complicado, pero hemos dado un paso gigantesco. Ahora sí que la hemos liado del todo. :dpm:

Lo que me preocupa es que ahora hemos puesto en contacto, a través de Graco, Numancia con Sagunto, y aquí sí que podría ocurrir lo menos esperado. Recuerda, Poliorcetos, aquella relación que descubriste entre Viriato y Cartagena. No me atrevo ni a asomarme al precipicio. Ya digo que el resumen de Apiano se podría quedar muy corto. Podríamos llegar a plegar toda la Historia en dos grandes duplicaciones.
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