La rebelión de los iberos (197-191 a. C.)

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Bernardo Pascual
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La rebelión de los iberos (197-191 a. C.)

Mensaje por Bernardo Pascual »

Fragmentos extraídos de la obra de Tito Livio, AB URBE CONDITA (traducción de José Antonio Villar Vidal):

“Así estaban las cosas en Asia, Grecia y Macedonia apenas finalizada la guerra con Filipo y obviamente con la paz sin formalizar aún, cuando estalló en la Hispania Ulterior una guerra de gran envergadura. El mando de aquella provincia lo tenía Marco Helvio; éste informó por carta al senado de que los régulos Culca y Luxinio se habían levantado en armas; que estaban con Culca diecisiete plazas fortificadas, y con Luxinio las importantes ciudades de Carmone y Bardón; que a lo largo de toda la costa podrían unirse a la insurrección de sus vecinos los malacinos y sexetanos y toda la Beturia, y los que aún no habían desvelado sus intenciones. Leída esta carta en voz alta por el pretor Marco Sergio, al que correspondía la jurisdicción en los litigios entre ciudadanos y extranjeros, el senado decretó que se celebrasen elecciones de pretores y que el pretor al que hubiese correspondido la provincia de Hispania sometiese cuanto antes a la deliberación del senado la cuestión de la guerra de Hispania.”
XXXIII, 21, 5-9.

“Una triste noticia llegada de Hispania hizo que la alegría general por la confirmación de la paz en Macedonia fuese mayor, pues se hizo pública una carta según la cual e procónsul Gayo Sempronio Tuditano había sido derrotado en una batalla en la Hispania Citerior, su ejército había sido deshecho y puesto en fuga, muchos guerreros famosos habían caído en el campo de batalla, y Tuditano había sido retirado del combate gravemente herido falleciendo poco después.”
XXXIII, 25, 8-9.

“A continuación sortearon sus provincias los pretores, correspondiendo…a Quinto Fabio Buteón la Hispania Ulterior; a Quinto Minucio Termo, la Citerior… Un decreto dispuso que de las cuatro legiones que habían reclutado los cónsules entregaran a Quinto Fabio Buteón y a Quinto Minucio, a los que habían correspondido las provincias de Hispania, una a cada uno, la que ellos estimaran, así como cuatro mil aliados y latinos de infantería y trescientos de caballería a cada uno de ellos, que recibieron orden de partir cuanto antes para sus provincias. La guerra recomenzó en Hispania cuatro años después de haber finalizado la guerra púnica.”
XXXIII, 26, 1-5.

“En las mismas fechas, Gneo Cornelio Blasión, que había tenido a su cargo la Hispania Citerior antes que Gayo Sempronio Tuditano, entró en Roma recibiendo la ovación por decreto del senado. Desfiló llevando delante mil quinientas quince libras de oro, veinte mil de plata, y treinta y cuatro mil quinientos denarios de plata acuñada. Lucio Estertino, que venía de la Hispania Ulterior, ni siquiera tanteó la posibilidad del triunfo y aportó al erario público cincuenta mil libras de plata, y con el producto de la venta del botín construyó dos arcos en la plaza de los bueyes, delante de los templos de la Fortuna y de Mater Matuta, y otro en el Circo Máximo, y sobre estos arcos colocó estatuas doradas. Esto fue a grandes rasgos lo que se hizo durante el invierno.”
XXXIII, 27.

“El quince de marzo, fecha en que entraron en funciones, los cónsules Lucio Valerio Flaco y Marco Porcio Catón sometieron a debate en el senado la asignación de provincias. En vista de que la guerra de Hispania iba tomando tal incremento que se necesitaba ya un general y un ejército consular, el senado aprobó una resolución disponiendo que los cónsules se repartieran de mutuo acuerdo o por sorteo las provincias de Hispania Citerior y de Italia; aquel a quien correspondiera Hispania llevaría consigo dos legiones y quince mil aliados latinos y ochocientos jinetes, e iría al frente de veinte navíos de guerra; el otro cónsul alistaría dos legiones; éstas eran suficientes para defender la provincia de la Galia, al haberse quebrantado la moral de los ínsubres y los boyos el año anterior. El sorteo dio Hispania a Catón, e Italia a Valerio. Después sortearon sus provincias los pretores, correspondiendo… la Hispania Ulterior a Apio Claudio Nerón… Publio Manlio fue asignado al cónsul como colaborador para la Hispania Citerior… Apio Claudio fue autorizado a reclutar dos mil soldados de infantería y doscientos de caballería nuevos, aparte de la legión que había mandado Quinto Fabio. Igual número de hombres de infantería y caballería nuevos le fue asignado a Publio Manlio para la Hispania Citerior, además de la legión que había estado a las órdenes del pretor Quinto Minucio.”
XXXIII, 43.

“Cuando todo el mundo manifestaba sin rebozo su extrañeza por la pasividad ante la guerra desencadenada en Hispania, llegó una carta de Quinto Minucio en la que informaba de que se había enfrentado con éxito en una batalla campal a los generales hispanos Budare y Besadines cerca de la plaza de Turda; que habían muerto doce mil enemigos, el general Budare había caído prisionero, y los demás habían sido derrotados y puestos en fuga. Tras la lectura de esta carta era menos la alarma con respecto a Hispania, donde se había temido una guerra de grandes proporciones.”
XXXIII, 44, 4-5.

“Inmediatamente después de la derogación de la ley Opia, el cónsul Marco Porcio partió hacia el puerto de Luna con veinticinco navíos de guerra, cinco de los cuales eran de los aliados, dejando orden de que se concentrara allí el ejército. Tras enviar un bando por todos los puntos de la costa reunió naves de todas clases y al partir de Luna les dio orden de seguirlo hasta el puerto de Pireneo, desde donde pensaba marchar contra el enemigo con la numerosa flota. Dejando atrás los montes Ligustinos y el golfo Gálico, se encontraron en la fecha que había señalado. De allí pasaron a Roda, y desalojaron por la fuerza a la guarnición de hispanos que había en la fortaleza. Desde Roda, con viento a favor, llegaron hasta Emporias. Allí desembarcaron todas las tropas excepto las de marina.”
XXXIV, 8.

“Todavía en aquella época Emporias estaba formada por dos poblaciones separadas por una muralla. Una estaba habitada por griegos oriundos de Focea como los masilienses, y la otra por hispanos. Pero la parte griega, que daba al mar, tenía una muralla cuyo perímetro no llegaba en total a los cuatrocientos pasos, mientras que la muralla de los hispanos, más alejada del mar, tenía una circunferencia de tres mil pasos. La colonia romana que después incorporó el divino César tras la derrota de los hijos de Pompeyo constituyó un tercer tipo de población; actualmente están todos amalgamados en un solo cuerpo, al habérseles concedido la ciudadanía romana primero a los hispanos y finalmente también a los griegos. Quien los observara entonces, se preguntaría extrañado qué era lo que los defendía, pues por un lado estaba el mar abierto y por otro tenían delante un pueblo tan fiero y belicoso como el hispano. El guardián de su débil posición era la disciplina, que el miedo obliga a mantener cuando se está rodeado por otros más fuertes. Tenían muy bien fortificada la parte de muralla que daba al campo, y por aquel lado solamente habían puesto una puerta en la que siempre había alguno de los magistrados de guardia permanente. Durante la noche, una tercera parte de los ciudadanos vigilaba en las murallas; y no lo hacían sólo por hábito o por obligación, sino que ponían tanto cuidado en los turnos de centinela y en las rondas como si el enemigo estuviera a las puertas. No dejaban entrar en la ciudad a ningún hispano, ni tampoco salían ellos mismos sin una buena razón. La salida hacia el mar era libre para todos. Por la puerta que daba a la ciudad de los hispanos nunca salían sino en grupos numerosos, generalmente la tercera parte a la que había correspondido la vigilancia la noche anterior. El motivo de la salida era el siguiente: los hispanos, que no tenían experiencia en la navegación, se alegraban de comerciar con ellos y a su vez querían comprar los artículos que se importaban en barco y dar salida a los productos del campo. Estas ventajas mutuas eran la causa de que los griegos tuvieran libre acceso a la ciudad hispana. Éstos, por otra parte, se sentían más seguros por estar a cubierto bajo la protección de la amistad romana, que cultivaban con tanta lealtad como los masilienses aunque sus recursos eran menores. También en esta ocasión acogieron amable y generosamente al cónsul y al ejército. Catón se detuvo allí unos pocos días mientras averiguaba dónde estaban y cuántas eran las fuerzas del enemigo, y para evitar la inactividad incluso durante la espera, dedicó todo este tiempo al entrenamiento de sus hombres. Coincidió que era la época del año en la que los hispanos tenían el trigo en las eras; dijo; pues, a los abastecedores que no suministrasen trigo, y los envió a Roma diciendo: “La guerra se autoabastecerá”. Salió de Emporias y quemó y devastó los campos del enemigo, haciendo cundir el pánico y la huida por todas partes.”
XXXIV, 9.

“Por la misma época, cuando Marco Helvio abandonaba la Hispania Ulterior con una escolta de seis mil hombres que le había dado el pretor Apio Claudio, le salieron al paso los celtíberos cerca de la ciudad de Iliturgi con un enorme contingente de tropas. Valerio refiere que eran veinte mil hombres armados, que fueron muertos doce mil de ellos, que la plaza de Iliturgi fue reconquistada y pasados por las armas todos sus jóvenes. Desde allí Helvio se llegó hasta el campamento de Catón, y como la región estaba ya a salvo de enemigos mandó su destacamento de vuelta a la Hispania Ulterior, marchó a Roma y entró en la ciudad recibiendo la ovación por el feliz resultado de su acción. Ingresó en el erario catorce mil setecientas treinta y dos libras de plata en bruto, diecisiete mil veintitrés monedas de plata acuñadas con la biga y ciento diecinueve mil cuatrocientas treinta y nueve de plata oscense. La razón de que el senado le denegase el triunfo fue el hecho de haber combatido con los auspicios y en la provincia de otro. De hecho había vuelto pasados dos años, cuando ya había entregado la provincia a su sucesor Quinto Minucio, reteniéndolo allí durante todo el año siguiente una larga y grave enfermedad. Por eso Helvio entró en Roma y recibió la ovación sólo dos meses antes de que entrase en triunfo su sucesor Quinto Minucio. Éste, a su vez, aportó treinta y cuatro mil ochocientas libras de plata, setenta y tres mil monedas acuñadas con la biga y doscientas setenta y ocho mil de plata oscense.”
XXXIV, 10.

“Entretanto, en Hispania, el cónsul tenía su campamento cerca de Emporias. Allí acudieron tres representantes del régulo ilergete Bilistage –uno de ellos era su propio hijo-, y se quejaron de que sus plazas fortificadas estaban siendo atacadas y no tenían la menor esperanza de resistir a no ser que el romano enviase refuerzos; con tres mil hombres habría suficiente, y el enemigo se alejaría si llegaba un contingente de este volumen. A ello respondió el cónsul que sin duda era sensible tanto a su peligro como a su temor, pero que en modo alguno podía dividir el ejército y disminuir sus fuerzas sin riesgo cuando a corta distancia había un gran contingente de enemigos con el que previsiblemente tendría que enfrentarse en batalla cualquier día sin tardar mucho. Al oír esta respuesta los enviados se echaron a los pies del cónsul llorando y le suplicaron que no los abandonase en tan apurada situación; ¿adónde acudirían si los romanos los rechazaban? No tenían ningún aliado, ninguna otra esperanza en ningún lugar de la tierra; habrían podido verse fuera de aquel peligro si hubieran estado dispuestos a faltar a la lealtad y hacer causa común con los otros rebeldes; ninguna amenaza, ningún susto había hecho mella en ellos, confiando en que tenían en los romanos apoyo y ayuda suficiente; si ésta era inexistente, si el cónsul se la negaba, ponían a los dioses y a los hombres por testigos de que muy a su pesar se veían obligados a una ruptura, para no correr la misma suerte que habían sufrido los saguntinos, y que estaban dispuestos a sucumbir junto con los demás hispanos en vez de ellos solos.”
XXXIV, 11.

“Al menos aquel día fueron despedidos así, sin respuesta. Durante la noche siguiente la inquietud mantuvo al cónsul en la incertidumbre: no quería abandonar a los aliados, y no quería reducir su ejército, porque esto podría suponer que tendría que retrasar el combate o implicaría un riesgo si combatía. Prevaleció el criterio de no reducir las tropas, no fueran a infligirle entretanto alguna humillación los enemigos, y estimó que debía dar a los aliados la esperanza, ya que no la realidad, de una ayuda, que muchas veces, y especialmente en la guerra, lo aparente surte los efectos de lo real, y el que está convencido de contar con algún apoyo se salva gracias precisamente a esa confianza que le da esperanzas y audacia como si el apoyo fuese real. Al día siguiente respondió a los diputados que aun temiendo reducir sus tropas para favorecer a otros con ellas, tenía más en cuenta sin embargo la situación de peligro en que ellos se encontraban que su propia situación. Manda dar instrucciones de que un tercio de los soldados de cada cohorte preparen con urgencia comida cocinada para cargarla en las naves y que éstas estén listas para dos días después. Manda que dos de los diputados informen de ello a Bilistage y los ilergetes, y retiene a su lado al hijo del reyezuelo a base de un trato cortés y de regalos. Los diputados no se pusieron en marcha hasta que vieron embarcados a los soldados; cuando informaron de ello como de algo ya indiscutible, la noticia de la inminente llegada de los romanos se extendió tanto entre los suyos como entre los enemigos.”
XXXIV, 12.

“El cónsul, cuando los indicios de lo que quería hacer creer fueron suficientes, ordenó que se hiciera desembarcar a los soldados. Como estaba ya próxima la época del año en que era posible el desarrollo de las operaciones, él emplazó su campamento de invierno a tres millas de Emporias. Desde allí, según se presentaban las circunstancias, llevaba a sus soldados unas veces en una dirección y otras en otra a saquear los campos de los enemigos dejando una pequeña guarnición para la defensa del campamento. Salían casi siempre por la noche para alejarse lo más posible del campamento y coger al enemigo por sorpresa. Estas acciones servían de entrenamiento a los nuevos reclutas, y a la vez caían prisioneros un gran número de enemigos, que ya no se atrevían a salir fuera de las fortificaciones de sus plazas. Unas vez que puso a prueba suficientemente la moral de los suyos y del enemigo convocó una reunión de tribunos y prefectos, caballería en pleno y centuriones. “Ha llegado el momento, tantas veces deseado por vosotros, dijo, de que se os diera la oportunidad de poner a prueba vuestro valor. Hasta ahora habéis llevado una campaña más al estilo de salteadores que de guerreros; ahora vais a enfrentaros en una batalla en toda regla, enemigos contra enemigos; a partir de ahora vais a poder no ya devastar campos sino vaciar las ciudades de sus riquezas. Nuestros padres, a pesar de que los cartagineses tenían generales y ejércitos en Hispania y ellos no tenían ni un soldado, quisieron, no obstante, añadir al tratado de alianza una cláusula estipulando que la frontera de su imperio estaría en el río Ebro. Ahora que Hispania está ocupada por dos pretores, un cónsul y tres ejércitos romanos y desde hace ya casi diez años no hay ni un cartaginés en estas provincias, hemos perdido el dominio del lado de acá del Ebro. Es necesario que lo recuperéis con vuestras armas y vuestro valor y obliguéis a estos pueblos, que más que empeñarse en una guerra sostenida se rebelan de forma temeraria, a aceptar de nuevo el yugo que se sacudieron de encima”. Después de arengarlos sobre todo con consideraciones de esta guisa les anunció que por la noche los llevaría hasta el campamento enemigo y con esto les mandó marchar a reponer fuerzas.”
XXXIV, 13.

“A media noche, después de tomar los auspicios, el cónsul se puso en marcha al objeto de tomar la posición que quería antes de que los enemigos se dieran cuenta; dando un rodeo dejó atrás el campamento enemigo y al despuntar el día formó en orden de batalla y envió tres cohortes hasta el pie mismo de la empalizada. Los bárbaros, sorprendidos ante la aparición de los romanos a su espalda, corrieron a su vez a por las armas. Entretanto el cónsul se dirigió a sus hombres diciendo: “Sólo en el valor hay esperanza, y yo deliberadamente me he ocupado de que así fuese. Entre nuestro campamento y nosotros se encuentran los enemigos, y a nuestra espalda está el territorio enemigo. Tener la esperanza puesta en el valor es lo más hermoso y al mismo tiempo lo más seguro”. Dicho esto dio orden de que las cohortes retrocedieran simulando una huida para atraer a los bárbaros. Ocurrió tal como había previsto. Convencidos de que los romanos retrocedían presa del pánico, salieron de repente fuera de la puerta y cubrieron de combatientes todo el espacio que mediaba entre su campamento y las líneas romanas. Mientras tratan de formar atropelladamente el frente de combate y están aún desorganizados, los ataca el cónsul con todos sus hombres preparados y en orden. Lanzó primero al combate a la caballería desde las alas, pero en el flanco derecho fue rechazada al instante y al retroceder en tropel sembró también el pánico entre la infantería. Nada más percatarse de ello el cónsul ordenó que dos cohortes escogidas rodearan al enemigo por su lado derecho y aparecieran por la espalda antes de que se produjera el choque entre los frentes de infantería. Al cernirse esta amenaza sobre el enemigo se restableció el equilibrio perdido a causa del pánico de los jinetes romanos; pero la confusión en la infantería y la caballería del ala derecha era tal que el propio cónsul tuvo que echar mano a algunos y volverlos hacia el enemigo. De esta forma, la batalla se mantenía indecisa mientras se combatió con armas arrojadizas, mientras que en el ala derecha, donde se inició el pánico y la huida, los romanos resistían a duras penas; por el flanco izquierdo y por el centro los bárbaros, acosados, veían aterrados las cohortes que los amenazaban por la espalda. Cuando, después de lanzar los venablos de hierro y las faláricas, desenvainaron las espadas, fue como si se iniciara de nuevo el combate; no recibían heridas por lanzamientos imprevisibles efectuados al azar desde lejos; en el cuerpo a cuerpo confiaban por entero en su valor y fuerza.”
XXXIV, 14.

“Cuando los hombres estaban ya agotados, el cónsul los reanimó lanzando a la lucha a las cohortes de reserva desde la segunda línea. Se formó un nuevo frente. Los hombres de refresco, atacando con sus armas de lanzamiento íntegras a unos enemigos extenuados, primeramente deshicieron su formación con una dura carga en forma de cuña, y después, una vez dispersados, les hicieron emprender la huida: corriendo en desbandada por los campos trataban de llegar al campamento. Cuando vio que la huida estaba generalizada, Catón cabalgó de nuevo hacia la segunda legión que permanecía de reserva y le dio la orden de marchar tras las enseñas a paso de carga para atacar el campamento enemigo. Si algún soldado demasiado fogoso se adelantaba a la formación, él mismo le daba alcance a caballo, lo golpeaba con un pequeño venablo y ordenaba a los tribunos y centuriones que lo castigasen. Cuando ya se había iniciado el ataque al campamento, los romanos eran mantenidos a distancia de la empalizada a base de piedras, palos y toda clase de proyectiles. Al llegar la legión de refresco subió la moral de los atacantes al tiempo que los enemigos peleaban con más rabia en defensa de la empalizada. El cónsul lo examinó todo con la vista para lanzar el asalto por el punto en que la resistencia fuese menor. Vio que junto a la puerta izquierda había menos defensores, y dirigió hacia allí a los principes y hastati de la segunda legión. La guardia apostada junto a la puerta no resistió el ataque, y los demás, al ver que el enemigo estaba dentro de la empalizada y ellos habían perdido el campamento, arrojaron las enseñas y las armas. Fueron degollados en la estrechez de las puertas donde quedaban atascados debido a su propio número. Los soldados de la segunda legión descargaban tajos sobre las espaldas de los enemigos, los demás saqueaban el campamento. Valerio Anciate refiere que fueron muertos aquel día más de cuarenta mil enemigos; el propio Catón, nada dado, por cierto, a rebajar sus propias hazañas, dice que los muertos fueron muchos pero no da la cifra.”
XXXIV, 15.

“Se considera que el cónsul tomó aquel día tres decisiones dignas de encomio. Una, el haber llevado al ejército dando un rodeo lejos de sus naves y de su campamento, iniciando el combate con el enemigo de por medio donde la única esperanza era el valor. La segunda, el haber puesto las cohortes como barrera a la espalda del enemigo. La tercera, el haber ordenado que la legión segunda, mientras todas las demás andaban dispersas en persecución del enemigo, avanzase hasta la puerta del campamento a plena marcha, pero en perfecto orden y formación con las enseñas al frente. Ni siquiera después de la victoria hubo descanso. Una vez dada la señal de retirada llevó a sus hombres de vuelta al campamento cargados de botín, les concedió unas pocas horas de descanso durante la noche y los llevó a los campos a saquear. Como los enemigos se habían dispersado en la huida, el saqueo se llevó a cabo en un radio más amplio. Esta circunstancia, no menos que la derrota sufrida el día anterior, indujo a la rendición a los hispanos de Emporias y a sus vecinos. También se rindieron muchos de otras ciudades que estaban refugiados en Emporias; a todos éstos se dirigió en tono amable y los mandó a sus casas después de darles vino y comida. A continuación emprendió la marcha con rapidez, y en todas partes por donde pasaba la columna salían a su encuentro diputaciones de ciudades que se le rendían; cuando llegó a Tarragona, toda la Hispania del lado de acá del Ebro estaba sometida, y los bárbaros le traían al cónsul como regalo los prisioneros romanos y aliados latinos que habían sido sorprendidos en Hispania por diversas circunstancias. Corrió luego el rumor de que el cónsul pensaba marchar a Turdetania al frente de su ejército, y a las montañas remotas llegó la falsa noticia de que había partido ya. Ante este infundado rumor que carecía de fuente segura se sublevaron siete plazas fuertes del país bergistano. El cónsul acudió allí con su ejército y los redujo de nuevo a la obediencia sin batalla alguna digna de mención. Pero el caso es que no mucho después, cuando el cónsul había regresado a Tarragona y antes de que marchase de allí a parte alguna, estos mismos se rebelaron. De nuevo fueron sometidos. Pero no hubo la misma indulgencia con los vencidos: todos ellos fueron vendidos como esclavos, para que no perturbasen la paz cada dos por tres.”
XXXIV, 16.

“Entretanto, el pretor Publio Manlio marchó a Turdetania con el ejército que le había entregado su antecesor Quinto Minucio, al que se había unido también el ejército de veteranos de Apio Claudio Nerón procedente de la Hispania Ulterior. Los turdetanos son considerados los más ineptos para la guerra de todos los hispanos. Confiados, no obstante, en su superioridad numérica, salieron al paso de la columna romana. Una carga de la caballería desbarató su formación en un instante. Apenas sí hubo combate con la infantería: los soldados veteranos, que tenían experiencia bélica y conocían bien al enemigo, no dejaron ninguna duda acerca del resultado. Sin embargo la guerra no quedó decidida con esta batalla. Los túrdulos reclutaron diez mil mercenarios celtíberos y preparaban la guerra con armas ajenas. El cónsul, entretanto, tras el susto de la rebelión de los bergistanos, suponía que también otras ciudades harían otro tanto si se les presentaba la ocasión, y desarmó a todos los hispanos de lado de acá del Ebro. Este hecho les resultó tan intolerable que muchos se quitaron la vida a ellos mismos, pues aquel pueblo indómito estaba convencido de que la vida sin armas no es tal. Cuando se informó de esto al cónsul convocó a los senadores de todas las ciudades y les dijo: “El no rebelaros va en interés vuestro tanto como nuestro, puesto que hasta ahora la rebelión siempre ha supuesto mayor daño para los hispanos que trabajo para el ejército romano. La única manera de evitar que ello ocurra es, a mi juicio, conseguir que no os sea posible rebelaros. Yo quiero conseguirlo por el procedimiento más suave. Ayudadme también vosotros en este empeño con vuestros consejos; ninguno seguiré de mejor grado que aquel que vosotros mismos me deis”. Como guardaron silencio, dijo que les daba un plazo de algunos días para reflexionar. Convocados a una segunda reunión tampoco dijeron nada, y entonces en un solo día derribó las murallas de todas las ciudades, marchó contra los que aún no se habían sometido, y a medida que iba llegando a cada comarca se le sometían todos los pueblos que habitaban en el contorno. La importante y opulenta ciudad de Segéstica fue la única plaza que tomó con manteletes y parapetos.”
XXXIV, 17.

“Tenía mayores dificultades para someter a los enemigos que los primeros que habían llegado a Hispania, porque los hispanos se pasaban a aquellos por estar hartos de la dominación cartaginesa, mientras que él es como si tuviera que reducirlos a esclavitud después que habían conseguido la libertad; y lo encontró todo tan revuelto que unos estaban en armas en tanto que otros eran asediados para obligarlos a rebelarse y no iban a resistir mucho más si no se acudía a tiempo en su auxilio. Pero el cónsul tenía tal fortaleza de espíritu y de carácter que se ocupaba personalmente de todos los asuntos, grandes y pequeños, y los resolvía, y no sólo pensaba y ordenaba lo que era pertinente sino que en la mayoría de los casos se ocupaba él mismo de su ejecución; a nadie imponía una disciplina más rigurosa y estricta que a sí mismo; en austeridad, velas y fatigas competía con el último de los soldados, y aparte del rango y el mando no tenía ningún privilegio en su ejército.”
XXXIV, 18.

“Más difícil le ponían la guerra en Turdetania al pretor Publio Manlio los celtíberos contratados como mercenarios por el enemigo, como antes se ha dicho. Por eso el cónsul marchó para allá con sus legiones cuando el pretor le pidió en una carta que acudiera. En el momento de su llegada, los celtíberos y los turdetanos tenían campamentos separados. Con los turdetanos, los romanos entablaron inmediatamente pequeños combates atacando sus puestos de avanzada, y siempre salían victoriosos incluso de los enfrentamientos iniciados de forma temeraria. En cuanto a los celtíberos, el cónsul dio instrucciones a unos tribunos militares para que fuesen a entrevistarse con ellos y les diesen a elegir entre tres opciones; la primera, pasarse a los romanos, si querían, recibiendo el doble de paga que habían pactado con los turdetanos; la segunda, marcharse a sus casas recibiendo públicas garantías de que no les acarrearía ningún perjuicio el hecho de haberse unido a los enemigos de los romanos; la tercera, si a toda costa optaban por la guerra, que fijasen el día y el lugar para medirse con él en una batalla decisiva. Los celtíberos pidieron un día para deliberar. Celebraron una tumultuosa asamblea en la que participaron los turdetanos, razón de más para que no se pudiera tomar ninguna decisión. Aunque no estaba muy claro si se estaba en guerra o en paz con los celtíberos, los romanos traían provisiones de los campos y plazas fuertes de los enemigos como en tiempo de paz, cruzando a menudo sus trincheras en grupos de diez, como si en una tregua particular hubieran pactado intercambios recíprocos. El cónsul, en vista de que no era capaz de atraer al enemigo a una batalla, primeramente llevó algunas cohortes ligeras a saquear los campos de una comarca aún intacta, y después, enterado de que todos los bagajes y el equipamiento de los celtíberos habían quedado en Seguncia, dirigió hacia allí su marcha para atacarla. Como no hubo forma de ponerlos en movimiento abonó la soldada tanto a sus hombres como a los del pretor y regresó al Ebro con siete cohortes dejando el resto del ejército en el campamento del pretor.”
XXXIV, 19.

“Con estas fuerzas tan reducidas tomó algunas plazas. Se pasaron a él los sedetanos, los ausetanos y los suesetanos. Los lacetanos, pueblo remoto y salvaje, continuaban en armas, bien por su natural fiereza o bien por su conciencia de haber saqueado a los aliados con incursiones por sorpresa mientras el cónsul estaba ocupado con su ejército en la guerra de los túrdulos. Por eso el cónsul, para atacar su ciudad fortificada, además de las cohortes romanas llevó también a la juventud de los aliados, justamente resentidos hacia ellos. Tenían una ciudad muy extendida a lo largo pero mucho menos a lo ancho. Hizo alto a unos cuatrocientos pasos de distancia. Dejó allí un retén de cohortes escogidas y les dio orden de no moverse de aquella posición hasta que él estuviese de vuelta; con el resto de las tropas dio un rodeo hasta el extremo opuesto de la ciudad. El contingente más numeroso de sus fuerzas auxiliares estaba constituido por jóvenes suesetanos, a los que dio orden de avanzar para atacar la muralla. Cuando los lacetanos reconocieron sus armas y enseñas recordaron con cuánta frecuencia se habían paseado impunemente por su territorio y cuántas veces les habían derrotado y puesto en fuga en batallas campales, abrieron súbitamente la puesta y se precipitaron en masa sobre ellos. Los suesetanos apenas sí resistieron su grito de guerra, cuánto menos su ataque. Cuando vio el cónsul que las cosas se desarrollaban como había pensado que ocurriría galopó a lo largo de la muralla enemiga hasta las cohortes, se las llevó con él mientras andaban todos dispersos en persecución de los suesetanos, las metió en la ciudad por la parte en que estaba silenciosa y desierta, y lo tomó todo antes de que volvieran los lacetanos. Poco después, como únicamente les quedaban las armas, se rindieron.”
XXXIV, 20.

“Inmediatamente después el vencedor marchó hacia el frente de Bergio. Éste era más que nada un refugio de salteadores desde donde partían las incursiones a los territorios ya pacificados de la provincia. Desde allí se pasó al cónsul un jefe bergistano y comenzó a disculparse a sí mismo y a los suyos diciendo que ellos no tenían el gobierno en sus manos, que los bandidos a los que habían dejado entrar se habían adueñado por completo del fuerte. El cónsul le dijo que volviese a casa y que inventase alguna explicación plausible de su ausencia; cuando viera que él estaba al pie de las murallas y que los bandidos estaban concentrados en la defensa de las fortificaciones, que estuviese atento para ocupar la ciudadela con los hombres que estaban de su parte. Se hizo todo según sus instrucciones; de repente cundió entre los bárbaros el pánico por un doble motivo; por una parte, los romanos estaban escalando los muros, y por otra, la ciudadela había sido ocupada. Dueño de esta posición el cónsul dispuso que quienes habían ocupado la ciudadela quedaran libres junto con sus parientes y conservaran sus bienes; dio órdenes al cuestor de poner en venta a los demás bergistanos, y a los bandidos los hizo ejecutar. Pacificada la provincia, estableció un elevado impuesto sobre las minas de hierro y plata, medida esta que supuso un enriquecimiento cada día mayor para la provincia. Con motivo de estas operaciones llevadas a cabo en Hispania, los senadores decretaron un triduo de acción de gracias.”
XXXIV, 21.

“Casi a un tiempo llegaron los informes enviados por Tito Quincio acerca de las operaciones desarrolladas en Lacedemón y por el cónsul Marco Porcio desde Hispania. El senado decretó tres días de acción de gracias por cada uno de ellos.”
XXXIV, 42, 1.

“…a Publio Cornelio la Hispania Ulterior, a Sexto Digicio la Citerior… No se aprobó el envío de un nuevo ejército a Macedonia; el que estaba allí sería conducido de vuelta a Italia por Quincio y sería licenciado; igualmente sería licenciado el ejército que estaba en Hispania a las órdenes de Marco Porcio Catón; Italia sería la provincia de los dos cónsules, y éstos alistarían dos legiones urbanas, de suerte que, tras el licenciamiento de ejércitos decidido por el senado, fuesen ocho en total las legiones romanas.”
XXXIV, 43, 8.

“En la Galia, el procónsul Lucio Valerio Flaco se enfrentó en una batalla campal cerca de Mediolano con los ínsubres y los boyos… Por aquellos días, su colega Marco Porcio Catón obtuvo el triunfo por lo hecho en Hispania. Llevó en este desfile triunfal veinticinco mil libras de plata en bruto, ciento veintitrés mil de plata acuñada con la biga, quinientas cuarenta mil de plata oscense, y mil cuatrocientas libras de oro. Del producto del botín dio a cada soldado doscientos setenta ases de bronce, y el triple a cada jinete.”
XXXIV, 46.

"…a Gayo Flaminio la Hispania Citerior, y a Marco Fulvio la Ulterior."
XXXIV, 55, 6.

"A comienzos del año en que ocurrieron estos hechos Sexto Digicio, pretor en la Hispania Citerior, libró una serie de batallas más numerosas que memorables contra gran cantidad de ciudades que se habían sublevado después de la marcha de Marco Catón. La mayoría de las batallas fueron tan poco afortunadas que entregó a su sucesor apenas la mitad de los soldados que había recibido. Y está fuera de duda que toda Hispania habría tenido ánimos para sublevarse de no ser porque el otro pretor, Publio Cornelio Escipión, hijo de Gneo, libró con éxito muchas batallas al otro lado del Ebro provocando tal pánico que se pasaron a él no menos de cincuenta plazas fortificadas. Estas acciones las llevó a cabo Escipión cuando era pretor. Ya como propretor atacó a los lusitanos cuando marchaban de vuelta a su país con un botín muy cuantioso tras haber devastado la provincia Ulterior. Libró un combate de resultado incierto desde la hora tercera hasta la octava; estaba en inferioridad numérica pero llevaba ventaja en otros aspectos, pues combatió con hombres en formación compacta frente a una columna estirada y obstaculizada por el tropel de animales, y con soldados descansados frente a otros agotados por la prolongada marcha. El enemigo, en efecto, había salido al tercer relevo de la guardia, y a la caminata nocturna se había añadido otra de tres horas durante el día, sucediendo el combate a la fatiga de la marcha sin haber tenido ni un instante de reposo. Por consiguiente, al comienzo de la batalla tenían algunas fuerzas físicas y anímicas, y en un principio crearon desconcierto entre los romanos; después, la lucha se fue nivelando gradualmente. En esta comprometida situación el pretor prometió con voto unos juegos a Júpiter si derrotaba y hacía trizas al enemigo. Al fin los romanos pusieron mayor brío en su empuje y los lusitanos cedieron terreno y luego emprendieron una franca huída; los vencedores persiguieron de cerca de los que huían, y resultaron muertos en torno a los doce mil enemigos, cayeron prisioneros quinientos cuarenta, casi todos jinetes, y se capturaron ciento treinta y cuatro enseñas militares. El ejército romano perdió setenta y tres hombres. La batalla se desarrolló no lejos de Ilipa, ciudad a la que regresó Publio Cornelio al frente de su ejército victorioso y cargado de botín. El botín quedó todo expuesto delante de la ciudad, y se ofreció a los propietarios la posibilidad de identificar sus pertenencias; se le entregó al cuestor lo que quedó para su puesta en venta, y el producto de la misma fue repartido entre los soldados."
XXXV, 1.

"Cuando ocurría todo esto en Hispania, no había partido aún de Roma el pretor Gayo Flaminio. Por eso, las derrotas, en mayor medida que las victorias eran tema frecuente de conversación por parte suya y de sus amigos; y puesto que había estallado en la provincia una guerra de grandes proporciones e iba a recibir de Sexto Digicio un ejército de muy pocos supervivientes, y esos pocos, además, llenos de miedo y prontos a la huída, intentó que se le asignase una de las legiones urbanas; a éstas le sumaría los soldados que él había reclutado en virtud de un decreto del senado, y del total elegiría seis mil doscientos soldados de infantería y trescientos de caballería; con la legión resultante –pues el ejército de Sexto Digicio no daba pie para muchas esperanzas- llevaría adelante la campaña. Los senadores de más edad sostenían que no se debían elaborar decretos del senado sobre la base de rumores infundados inventados por particulares para congraciarse a los magistrados; lo único que se debía dar por confirmado era lo que comunicasen desde las provincias los pretores por escrito o sus emisarios de palabra; si en Hispania había revueltas, podía autorizarse al pretor a hacer una recluta extraordinaria fuera de Italia. El criterio del senado fue que se hiciese esa leva de emergencia en Hispania. Valerio Anciate refiere que Gayo Flaminio navegó hasta Sicilia para hacer una recluta, y que durante la travesía de Sicilia a Hispania fue desviado hacia África por una borrasca, que tomó el juramento militar a los soldados que quedaban sueltos del ejército de Publio Africano, y que a las levas de estas dos provincias añadió una tercera en Hispania."
XXXV, 2.

"En Hispania la guerra no tuvo las proporciones que los rumores le habían atribuido. En la Hispania Citerior Gayo Flaminio tomó la plaza de Ilucia, en el territorio de los oretanos, y después condujo a sus hombres a los cuarteles de invierno; también durante el invierno se produjeron algunos combates, que no merecen ser recordados, para hacer frente a las correrías de salteadores más que de soldados enemigos, aunque con resultados diversos y no sin pérdida de hombres. Más importantes fueron las operaciones llevadas a cabo por Marco Fulvio. Cerca de la ciudad de Toledo se enfrentó en batalla campal a los vacceos, los vetones y los celtíberos; derrotó y puso en fuga a un ejército de estos pueblos y capturó vivo al rey Hilerno."
XXXV, 7, 6.

"A Flaminio y a Fulvio les fue prorrogado el mando en las Hispanias."
XXXV, 20, 11.

"También en las dos Hispanias se desarrollaron con éxito las operaciones aquel año, pues Gayo Flaminio tomó al asalto con manteletes la plaza de Licabro, fortificada y rica, y cogió vivo al famoso régulo Corribilón, y por otra parte, el procónsul Marco Fulvio libró con éxito dos batallas contra dos ejércitos enemigos y tomó al asalto dos plazas de los hispanos, Vescelia y Elón, y muchos reductos fortificados; otras se entregaron voluntariamente. Luego se internó en el territorio de los oretanos, y después de apoderarse allí de dos plazas, Nobila y Cusibe, continuó su avance en dirección al río Tajo. Allí se encontraba Toledo, una ciudad pequeña pero bien defendida por su posición. Cuando la atacó, acudió un numeroso ejército de vetones en ayuda de los toledanos. Se enfrentó a ellos con éxito en una batalla campal, y una vez derrotados los vetones tomó Toledo con obras de asedio."
XXXV, 22, 5-8.

"En cuanto a Lucio Emilio Paulo, aparte del ejército que iba a recibir del procónsul Marco Fulvio, se dispuso mediante un decreto que llevase a la Hispania Ulterior tres mil reclutas y trescientos jinetes, de forma que las dos terceras partes fuesen aliados latinos y una tercera parte ciudadanos romanos. El mismo complemento se le envió a Gayo Flaminio, cuyo mando había sido prorrogado para la Hispania Citerior."
XXXVI, 2, 8-9.

"Por las mismas fechas también hizo su entrada en Roma recibiendo los honores de la ovación Marco Fulvio Nobílior, que había marchado a Hispania hacía dos años como pretor. Desfiló llevando ante sí ciento treinta mil monedas de plata acuñada con la biga y, además de las monedas, doce mil libras de plata y ciento veintisiete de oro."
XXXVI, 21, 10-11.
Última edición por Bernardo Pascual el 21 Dic 2017, editado 2 veces en total.


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“...Sin embargo, estoy convencido de que si nos ocurre lo que es propio de los hombres, el proyecto no quedará en el aire ni le faltarán hombres cabales; su belleza atraerá a muchos que lo tomarán bajo su responsabilidad y se esforzarán por llevarlo a cabo.”
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Re: La rebelión de los iberos (197-191 a. C.)

Mensaje por Bernardo Pascual »

Propuesta:

Tito Livio relata dos veces, a partir de dos fuentes distintas, la campaña de Catón. La batalla de Ampurias, XXXIV, 14-15, se repite de nuevo contra los lacetanos en XXXIV, 20. El desarrollo del encuentro es idéntico, y el escenario se correspondería con el Puig de Ullastret, a siete kilómetros de Ampurias. Ambas batallas además, en realidad la misma, son seguidas por una incursión de castigo contra los bergistanos.

Imagen
Ullastret

Segéstica y Seguncia, por tanto, también serían la misma ciudad, tratándose entonces de la fortaleza bergistana ocupada por bandidos o mercenarios.

Catón no habría llegado más al sur de Turta, acaso la misma Turda en la que el año anterior había combatido Quinto Minucio contra Budare y Besadines. De aquí quizás también procedieran los embajadores ilergetes enviados por Bilistage, los cuales acuden a Ampurias a pedir ayuda al cónsul. Esta ciudad debería ubicarse cerca de la costa. Por el nombre, podría corresponderse con Tortosa, por ejemplo. Hacia ella habría destacado Catón a Manlio.
  • “Y así me pongo en marcha hacia Turta para auxiliarlos; de allí continúo hacia Turta.”
    Catón.
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Re: La rebelión de los iberos (197-191 a. C.)

Mensaje por Poliorcetos »

Muy interesante. Hay algunas cuestiones que me surgen.
¿Motivo de la rebelión? Ya no hay cartagineses, como dicen, los romanos eran sus aliados contra ellos ¿Qué ha cambiado?

También el corto radio de acción de las operaciones, un día de marcha entre ida y vuelta, saliendo en la noche para que diera tempo a hacer cosas entre medias. No hay movimientos estratégicos de largo alcance, no hay paseos como esos de a Numancia por Palencia.

¿Por qué Ullastret, por tamaño, por sus defensas o por ubicación? Sus defensas son impresionantes, mucho para bandidos. Para mercenarios podría ser, una ciudad rica que se los puede permitir, o el régulo de turno, muy dedicado a la guerra de la cual emanaría su poder y se reflejaría en sus murallas ¿Algo de eso?
Prometí también que no haré guerra ni paz ni pacto a no ser con el consejo de los obispos, nobles y hombres buenos, por cuyo consejo debo regirme.
IV Item. Decreta que Don Alfonso, Rey de León y de Galicia estableció en la Curia de León en 1.188
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Re: La rebelión de los iberos (197-191 a. C.)

Mensaje por Bernardo Pascual »

Poliorcetos escribió: También el corto radio de acción de las operaciones, un día de marcha entre ida y vuelta, saliendo en la noche para que diera tempo a hacer cosas entre medias. No hay movimientos estratégicos de largo alcance, no hay paseos como esos de a Numancia por Palencia.
Oportuna comparación; a Schulten le vuelve a ocurrir exactamente lo mismo. Erróneamente opta también por un escenario de operaciones más amplio, por las grandes líneas estratégicas. Ni Emiliano se hubiese presentado en Julio ante Numancia, si se echan cuentas, ni a Catón le habría dado tiempo a atravesar la Península de punta a punta y volver. Además Schulten deja muchos cabos sueltos, se acaba despegando en exceso de las fuentes.

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A mi entender, el doble rulo revela la duplicación de forma bastante gráfica.
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Re: La rebelión de los iberos (197-191 a. C.)

Mensaje por Bernardo Pascual »

Un ejército de unos cuarenta mil hombres, presionando en Ampurias y contra los ilergetes, posiblemente un régulo lacetano, del interior, interviniendo en una revuelta en la que Roma apoyaba al otro bando, sedetanos, sisones y ceretanos. Leto, por lo de los lacetanos, es sinónimo de occido, lusos, lusones y lusitanos, y ya he comentado en otras ocasiones que los sorianos o cerindones eran los del este, los sirios, la Sedetania celtíbera. A mí me intrigan especialmente las conexiones con el resto de disturbios que se están produciendo al mismo tiempo en la mitad sur de la Península, y por último, como broche, la implicación del tal Hilerno, junto a Indíbil y Viriato, los tres únicos reyes iberos que se mencionan, nada menos que rey de los celtíberos, de los vetones y los vacceos, con su corte en Toledo.

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Yo creo que ocupan la posición más favorable y ofensiva, e incluso encierran dentro a rehenes de los alrededores.

Edito; me dejo a Orisón.
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Re: La rebelión de los iberos (197-191 a. C.)

Mensaje por Bernardo Pascual »

He propuesto Ullastret porque es la ciudad ibera, si no me equivoco, más próxima a Ampurias (dista unos once kilómetros), la mayor de todo el territorio indigete y una de las más grandes de toda Cataluña, y porque, al parecer, fue abandonada de forma repentina a comienzos del siglo II antes de Cristo. Además, Tito Livio parece describirla: “Tenían una ciudad muy extendida a lo largo pero mucho menos a lo ancho.” Ya de por sí el Puig de Sant Andreu tiene una forma alargada, pero por lo visto la ciudad se prolongaba hasta la Illa d´en Reixac, a cuatrocientos metros, donde se ha localizado otro enclave urbano.

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Re: La rebelión de los iberos (197-191 a. C.)

Mensaje por Bernardo Pascual »

Cuando Catón desembarca en Ampurias, la ciudad griega está prácticamente sitiada por los rebeldes. Así pues, sitúo la base de operaciones de éstos en la fortaleza más importante de la zona.

En una primera fase, Catón se dedica a desalojar las guarniciones enemigas y saquear el territorio de aquellos que secundan la revuelta. Mientras, los que se mantienen fieles le presionan para que acuda en su auxilio. El cónsul, sin embargo, en vez de dividir sus tropas, opta por el encuentro decisivo. Transcurrido el invierno, se dirige contra la capital de los iberos.

Después de librar la batalla, en la primavera del 194 antes de Cristo, Catón, con el paso ya expedito, se encamina hacia Tarragona. Tras su partida, no obstante, los bergistanos se sublevan de nuevo. Los mercenarios del interior, que apoyaban a los rebeldes, los lacetanos, se instalan ahora en la capital de aquellos, Segéstica o Seguncia. Catón, que ya ha llegado a Turta, intenta forzar a los sitiadores a presentar también batalla, pero éstos la rehúyen.

Desde allí, dejando a Manlio a cargo de la defensa, Catón avanza contra los bergistanos y finalmente acaba tomando su fortaleza mediante obras. A continuación, obliga a todos los iberos de aquel lado del Ebro a demoler sus murallas. A finales del verano, sin tiempo para más aventuras, el procónsul regresa a Roma.
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Re: La rebelión de los iberos (197-191 a. C.)

Mensaje por Bernardo Pascual »

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Re: La rebelión de los iberos (197-191 a. C.)

Mensaje por Fernando Martín »

El profesor D. Joaquín Ruiz de Arbulo, de la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona, lleva años intentando localizar este campo de Batalla. Se han hecho incluso fotos aéreas de toda esa zona del Empordá. De momento sin éxito. Don Joaquín es, para mi, uno de los grandes arqueólogos de España.
De todos modos, según él, es casi seguro que no fue en Ullastret. En sus ruinas no hay signos de lucha y, como ya se ha comentado, la ciudadela ibérica ya había sido abandonanda al parecer.
De todos modos la presencia de los romanos debió ser tan abrumadora que ya no se tiene noticia de ningún conflicto grave posterior en la zona.
a por ellos que son pocos y cobardes
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Re: La rebelión de los iberos (197-191 a. C.)

Mensaje por Bernardo Pascual »

Fernando Martín escribió:El profesor D. Joaquín Ruiz de Arbulo, de la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona, lleva años intentando localizar este campo de Batalla. Se han hecho incluso fotos aéreas de toda esa zona del Empordá. De momento sin éxito. Don Joaquín es, para mi, uno de los grandes arqueólogos de España.
De todos modos, según él, es casi seguro que no fue en Ullastret. En sus ruinas no hay signos de lucha y, como ya se ha comentado, la ciudadela ibérica ya había sido abandonanda al parecer.
De todos modos la presencia de los romanos debió ser tan abrumadora que ya no se tiene noticia de ningún conflicto grave posterior en la zona.
No lo entiendo ¿Se ha retractado después?:
  • “Si los hallazgos dispersos y amontonados encima de los pavimentos en Mas Castellar de Pontós parecían propios de una destrucción violenta que había acabado con la vida en el yacimiento, otro tanto parece suceder en el oppidum de Ullastret. J. Oliva había ya observado labores de emparedamiento defensivo en la puerta principal, un fenómeno ahora bien documentado en el Castellar de Meca y otros yacimientos del Levante destruidos por ataques romanos. Además, la dispersión de materiales por el yacimiento con idénticas cronologías apuntan a una destrucción generalizada seguida de un abandono que se produce en los inicios del siglo II a.C., la misma fecha observada en Pontós. Resulta pues necesario remarcar estos hechos arqueológicos singulares recordando los acontecimientos bélicos de la campaña del cónsul Catón en el año 195 a.C. descritos por Livio (Martínez Gázquez 1974). Una de las eras (areae) saqueadas por Catón para aprovisionar a sus tropas bisoñas según el relato de Livio fue sin duda Pontós, y el abandono definitivo del gran oppidum de Ullastret que durante dos siglos había jerarquizado el territorio de los indicetas, tuvo que ser consecuencia de la derrota ibérica en la famosa batalla cercana a Emporion. Una batalla en la que según Livio el cónsul rodeó el campamento de los iberos en rebeldía (castra hostium) en una maniobra audaz para obligar a sus tropas a un ataque sin posibilidad de retirada. Tras la batalla, el campamento, descrito por Livio (XXXIV, 15) como si se tratara de unos castra legionarios con empalizada y diversas puertas, fue conquistado al asalto con ayuda de la segunda legión que había quedado en reserva. Los campamentos romanos y su forma de realización eran conocidos por los iberos desde la Segunda Guerra Púnica y no podemos descartar la posiblidad de una fortificación provisional, pero también debemos preguntarnos si este “campamento” en que se habían concentrado los iberos a la llegada de la flota consular pudo ser en realidad un gran oppidum cercano como Ullastret.”
Santuarios y Fortalezas. Cuestiones de indigenismo, helenización y romanización en torno a Emporion y Rhode (S. VI - I A.C.). Joaquín Ruiz de Arbulo Universitat de Lleida.


Resalto la última frase:

“…y no podemos descartar la posibilidad de una fortificación provisional, pero también debemos preguntarnos si este “campamento” en que se habían concentrado los iberos a la llegada de la flota consular pudo ser en realidad un gran oppidum cercano como Ullastret.”

No lo había leído nunca, pero coincido exactamente con él. Muchas gracias por citarlo, Fernando. :dpm:

Edito: La ubicación de los bergistanos no la tengo nada clara.
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Re: La rebelión de los iberos (197-191 a. C.)

Mensaje por Poliorcetos »

Pues si que es raro e interesante. En un caso habla de empalizadas (XXXIV, 15) y en otro de murallas (XXXIV, 20) , no sé cómo figura en el original.
Por lógica. Un indeterminado y elevado número de defensores no cabe en un oppidum de esos. ¿6 Ha? más los habitantes. Además, también sería un problema que se alojaran en las viviendas de la población. Aunque la ciudad en sí ocupara un montón más de hectáreas, las defensas parecen concentradas en la ciudadela. Así que o bien había empalizadas rodeando la cudad en sí y murallas en la ciudadela (como entiendo el caso de Bergio) o bien, acampaban fuera en un campamento provisional como los romanos en la inmediata cercanía de la ciudad/ciudadela. Esta opción me parece mucho más lógica por la descripción de la batalla.

Hay algún detalle que me ha llamado mucho la atención, por eso escribo estas líneas. Si los defensores son cogidos por la espalda en las puertas:
a/ trataban de salir y escapar a campo abierto, recibiendo tajos de los romanos que estaban dentro del campamento.
b/ trataban de entrar a la ciudadela una vez huidos de su campamento o de las defensas exteriores, por eso se agolparon en la puerta y eran atacados por la espalda.

Y este párrafo que me encanta:
J. Oliva había ya observado labores de emparedamiento defensivo en la puerta principal, un fenómeno ahora bien documentado en el Castellar de Meca y otros yacimientos del Levante destruidos por ataques romanos.
Esto es poco compatible con salir a campo abierto a presentar batalla o a perseguir a los primeros atacantes. Y esa es la tónica que se repite en ambos casos o el mismo dos veces: salidas. Tapiar la puerta es para resistencia a ultranza.
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Re: La rebelión de los iberos (197-191 a. C.)

Mensaje por Bernardo Pascual »

Parece que vamos entrando en harina. Supongo que por puerta principal J. Oliva se refiere a una de las de la acrópolis. A mi entender, el ejército ibero fue derrotado, interceptado en su retirada y desbandado. Después siguió un asedio a la plaza, pero ésta acabó rindiéndose.

De nuevo volvemos a encontrar pantanos en un oppidum hispano. Pienso que las fuerzas rebeldes, muy numerosas, ocupaban toda la cordal, dentro y fuera del perímetro urbano, posiblemente con algún campamento adosado.

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Re: La rebelión de los iberos (197-191 a. C.)

Mensaje por Poliorcetos »

Otro detalle, no se habla de foso, que sepa, en ningún sitio. O no los había, o eran fácilmente superables. La ciudadela de Ullastret parece tener uno muy considerable. En las recreaciones no veo bien resuelto el tema acceso, sobre todo el Sur, entre otras cosas por el cruce del camino sobre el foso.
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Re: La rebelión de los iberos (197-191 a. C.)

Mensaje por Bernardo Pascual »

Insisto en que la ciudad, o la acrópolis, no es tomada.
  • “Como los enemigos se habían dispersado en la huida, el saqueo se llevó a cabo en un radio más amplio. Esta circunstancia, no menos que la derrota sufrida el día anterior, indujo a la rendición a los hispanos de Emporias y a sus vecinos. También se rindieron muchos de otras ciudades que estaban refugiados en Emporias; a todos éstos se dirigió en tono amable y los mandó a sus casas después de darles vino y comida.”
Después de la batalla se negocia la rendición. Esta Emporias ibera donde se refugian los hispanos se correspondería con Ullastret. Catón no habría avanzado hacia el interior dejando una supuesta ciudad ibera hostil adosada a la griega.
  • "Poco después, como únicamente les quedaban las armas, se rindieron."
¿Quiénes se rindieron, los que se habían dispersado o los que quedaban dentro?
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Re: La rebelión de los iberos (197-191 a. C.)

Mensaje por Bernardo Pascual »

  • Batalla A:
    "Cuando vio que la huida estaba generalizada, Catón cabalgó de nuevo hacia la segunda legión que permanecía de reserva y le dio la orden de marchar tras las enseñas a paso de carga para atacar el campamento enemigo."
  • Batalla B:
    "Cuando vio el cónsul que las cosas se desarrollaban como había pensado que ocurriría galopó a lo largo de la muralla enemiga hasta las cohortes, se las llevó con él mientras andaban todos dispersos en persecución de los suesetanos, las metió en la ciudad por la parte en que estaba silenciosa y desierta, y lo tomó todo antes de que volvieran los lacetanos."
Según la versión A, son los sublevados quienes huyen, pero según la B son los aliados ausetanos. En ambos casos, no obstante, Catón había dejado un contingente de reserva para atacar el enclave enemigo. La trampa se tiende en las dos batallas.
  • Batalla A:
    "Dicho esto dio orden de que las cohortes retrocedieran simulando una huida para atraer a los bárbaros. Ocurrió tal como había previsto. Convencidos de que los romanos retrocedían presa del pánico, salieron de repente fuera de la puerta y cubrieron de combatientes todo el espacio que mediaba entre su campamento y las líneas romanas."
Lo del rodeo es idéntico en los dos casos.
  • Batalla A:
    "A media noche, después de tomar los auspicios, el cónsul se puso en marcha al objeto de tomar la posición que quería antes de que los enemigos se dieran cuenta; dando un rodeo dejó atrás el campamento enemigo y al despuntar el día formó en orden de batalla y envió tres cohortes hasta el pie mismo de la empalizada."
  • Batalla B:
    "Tenían una ciudad muy extendida a lo largo pero mucho menos a lo ancho. Hizo alto a unos cuatrocientos pasos de distancia. Dejó allí un retén de cohortes escogidas y les dio orden de no moverse de aquella posición hasta que él estuviese de vuelta; con el resto de las tropas dio un rodeo hasta el extremo opuesto de la ciudad."
Varía la ubicación de la reserva. A mi modo de ver, la fuente B es un resumen que peca de infantil: los iberos salen por la puerta principal y los romanos agazapados entran por la trasera. Con todo, puede ayudar a entender la fuente A.
  • Batalla B:
    "Dejó allí un retén de cohortes escogidas y les dio orden de no moverse de aquella posición hasta que él estuviese de vuelta;"
  • Batalla A:
    "...por el flanco izquierdo y por el centro los bárbaros, acosados, veían aterrados las cohortes que los amenazaban por la espalda."
  • "Si algún soldado demasiado fogoso se adelantaba a la formación, él mismo le daba alcance a caballo, lo golpeaba con un pequeño venablo y ordenaba a los tribunos y centuriones que lo castigasen."
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Re: La rebelión de los iberos (197-191 a. C.)

Mensaje por Bernardo Pascual »

La genialidad que encomia Livio, estoy pensando, podría revelar unos movimientos muy similares a los de la batalla de los Vosgos. Para forzar el encuentro, Catón, como César, ocupa con inferioridad numérica una posición en apariencia desfavorable, con las líneas de retirada cortadas, pero cómoda para manejar las reservas en la lid y protegida por la espalda. Livio, si no me equivoco, dice que tenían cortado hacia el mar, pero no menciona en todo caso el campamento. Eso habría sido una locura.

En muchas fases previas a batallas, los romanos suelen construir, además del campamento principal, otro más pequeño, a veces para aguar o para dar salida a forrajeadores y convoyes si temen ser rodeados, pero en el combate mismo estos reductos también llegan a proteger los flancos. En ocasiones diría que se llega a apreciar esa intencionalidad.

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La disposición más lógica me parece la 4.
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“...Sin embargo, estoy convencido de que si nos ocurre lo que es propio de los hombres, el proyecto no quedará en el aire ni le faltarán hombres cabales; su belleza atraerá a muchos que lo tomarán bajo su responsabilidad y se esforzarán por llevarlo a cabo.”
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Re: La rebelión de los iberos (197-191 a. C.)

Mensaje por Poliorcetos »

ya puse alguna vez un enlace de Francisco García Alonso sobre fortificaciones ibéricas. Hay una parte que te puede resultar muy interesante sobre estos hechos. Catón busca estratagemas para sacar al enemigo de las fortalezas, pues éstas son de último modelo griego muy difíciles de tomar al asalto y lentísimo un asedio. Incluso que Aníbal las evitó en su día. Y la posibilidad que contaran con máquinas los iberos.
http://gladius.revistas.csic.es/index.p ... File/83/83

Lo que a mi más me llama la atención es el uso que hacen de estas fortificaciones. Allí se congregan los ejércitos y a sus pies o dentro de ellas combaten casi siempre, más que en campo abierto puramente. Repito que el influjo de las piedras y las casitas es exagerado, falta todo un mundo de defensas en torno a ellas, en tierra y madera, los verdaderos escenarios de todo este periodo. Las piedras que hoy en día se contemplan no sería más que la ciudadela, rodeada por un dispositivo enorme desconocido.

También te paso otro enlace sobre Ullastret que te será interesante:
http://www.enciclopedia.cat/EC-GEC-0068280.xml

Y mis elucubraciones sobre las cosas que me cuesta entender de sus fortificaciones:
viewtopic.php?f=87&t=16979&start=7290#p924617
viewtopic.php?f=87&t=16979&start=7290#p924683

Esa esquina no la comprendo, falta algo o algo no está en su sitio, como el paso por el foso. No me extraña que en caso de tener que refugiarse en ella se atascaran en la puerta.
Prometí también que no haré guerra ni paz ni pacto a no ser con el consejo de los obispos, nobles y hombres buenos, por cuyo consejo debo regirme.
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Re: La rebelión de los iberos (197-191 a. C.)

Mensaje por Bernardo Pascual »

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Estaba equivocado. Sí que permite que el enemigo se interponga entre él y el campamento, con lo cual las cohortes que amenazan a los lacetanos por la espalda se corresponderían con el retén dejado en su custodia. Catón cabalgó mucho ese día. Una vez afirmado el flanco derecho, y contenida la penetración por el izquierdo mediante la amenaza de dichas cohortes, cuando el rival empezó a flaquear, acudió de nuevo a los reales para cortar desde allí la retirada, por ejemplo.
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Re: La rebelión de los iberos (197-191 a. C.)

Mensaje por Bernardo Pascual »

Catón fue nombrado cónsul en el 195 antes de Cristo, y para finales del 194 ya estaba de vuelta en Italia celebrando el triunfo. Según Tito Livio, la batalla contra los lacetanos se libró después del invierno, es decir, en primavera o verano del 194 antes de Cristo. Seguidamente pacificó aquella parte del Ebro. Es más, tras un segundo levantamiento, aún llegó a tomar mediante obras una fortaleza bergistana. No le pudo dar tiempo, por tanto, a bajar hasta Andalucía y regresar después por el centro de la Península, pasando por Sigüenza y Numancia.

Los turdetanos a los que se refiere Livio no se pueden identificar con los turdetanos históricos, sino acaso con los habitantes de Turta, una ciudad desconocida pero cuya ubicación desentrañaría todo este rompecabezas. Allí precisamente comienza esta guerra, aunque tampoco está claro si Quinto Minucio la ataca o la defiende.

Los turdetanos habían contratado mercenarios celtíberos, gentes del interior, ¿para qué? O bien había una guarnición romana cerca, o bien estaban en guerra entre ellos mismos; seguramente las dos cosas. Si la revuelta se había generalizado en toda Cataluña, cabría pensar que la situación de Ampurias también se tendría que estar reproduciendo en Tarraco, al igual que en el resto de ciudades costeras que se hubiesen mantenido leales a Roma. Lo de Tarraco, no obstante, tiene una especial importancia porque se supone que allí sí que residían romanos.

Si Segéstica y Seguncia fuesen la misma ciudad todo encajaría, porque se estaría hablando entonces de la fortaleza bergistana. Tampoco se trataría de celtíberos históricos, sino de lacetanos, igualmente gentes del interior. Livio llama a todos celtíberos. Según él Indíbil era celtíbero. El problema está con los bergistanos. Catón ya había pasado por allí. Los bergistanos o bargusios, por más que gentes de la montaña, tal vez tengan que ver más con Barcino que con Berga.
  • “Atravesando el Ebro, sojuzgó a los ilurgetes y bargusios, después a los airenosios y andosinos tocando ya los Pirineos.”
    Polibio.

    “Sometió a los bargusios, ausetanos y a la Lacetania, región extendida ante los Pirineos.”
    Tito Livio.
A los famosos turboletas, enemigos de los saguntinos, se les relaciona con Teruel. De este modo, Turta o Turba también se viene identificando con esa ciudad. He de reconocer que eso encaja para llevar desde allí a Catón a Sigüenza, pero cada vez estoy más convencido de que algo falla. Aníbal no habría necesitado una justificación para intervenir en Sagunto, pero, por otro lado, el tratado con Roma le obligaba a fortificar y promover un puerto cerca de la desembocadura del Ebro. La ingerencia de Roma en Sagunto yo la conectaría con las negociaciones paralelas que Aníbal estaba manteniendo con los ilergetes. De este modo Turta, la ciudad del río, se correspondería con Hibera, una plaza bajo control cartaginés en el 216 antes de Cristo, y acaso también, como propone el Diccionario geográfico-histórico de la Hispania antigua, con Intíbilis, una ciudad romana con un nombre de lo más evocador. No se si se me entiende.
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Re: La rebelión de los iberos (197-191 a. C.)

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Re: La rebelión de los iberos (197-191 a. C.)

Mensaje por Bernardo Pascual »

Polibio trata con cierta profundidad el tema de las causas de la segunda guerra púnica y, aunque no lo dice abiertamente, al menos duda que romanos y saguntinos fuesen aliados antes del estallido de la contienda, por dos motivos: primero porque entonces no se podría haber fijado el Ebro como frontera de las dos áreas de influencia, y segundo porque entonces las hostilidades se habrían roto en el momento mismo en que los saguntinos hubiesen sido agredidos, no después de largas conversaciones y la ruina de la ciudad.

Según Tito Livio, Aníbal atacó Sagunto porque los saguntinos habían hostilizado a los turboletas, aliados suyos. La cuestión está en con quién entabló Aníbal antes amistad, con los turboletas o con los saguntinos, y, más concretamente, a quiénes habría tenido más necesidad de agradar. En el fondo, según Livio, Aníbal agrada a los turboletas con el único fin de justificar una guerra con Roma. Ahora bien, si se ubica a los turboletas en la orilla derecha del Ebro, a poca distancia del delta, los intereses sobre esta región sí que habrían tenido preferencia, e incluso a causa de ellos se podría haber llegado a una confrontación con Sagunto, lugar de paso obligado.
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Re: La rebelión de los iberos (197-191 a. C.)

Mensaje por Bernardo Pascual »

Poliorcetos escribió: ¿Motivo de la rebelión? Ya no hay cartagineses, como dicen, los romanos eran sus aliados contra ellos ¿Qué ha cambiado?
Vamos a ello, pero poco a poco.

Al parecer se trata de una revuelta general que se extiende a casi toda la costa mediterránea y a todo el valle del Guadalquivir. Acaso sólo se libre el litoral valenciano, precisamente la zona de mayor presencia militar romana. Los movimientos insurgentes son respaldados por régulos del interior. La actuación romana se articula en dos tiempos: apoyo a los aliados y castigo a los sublevados, y una posterior penetración, una vez pacificada la costa, contra esos régulos del interior que prestaban ayuda a los rebeldes. En todo caso, la iniciativa en un principio la llevan los hispanos, lo cual implica cierta coordinación. Podría ser que al final de todo el organigrama, si bien no con un mando directo, más en calidad de condotiero que de dirigente, como equilibrador de la balanza, se encuentre el tal Hilerno.

Catón, como él mismo dice, no ataca Turta, sino que acude a levantar el sitio. De lo contrario, la habría puesto bajo asedio, pero en vez de eso marcha contra la ciudad donde se habían instalado los mercenarios.

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Bases militares romanas al acabar la segunda guerra púnica.
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Re: La rebelión de los iberos (197-191 a. C.)

Mensaje por Poliorcetos »

Bernardo Pascual escribió:Parece que vamos entrando en harina. Supongo que por puerta principal J. Oliva se refiere a una de las de la acrópolis. A mi entender, el ejército ibero fue derrotado, interceptado en su retirada y desbandado. Después siguió un asedio a la plaza, pero ésta acabó rindiéndose.

De nuevo volvemos a encontrar pantanos en un oppidum hispano. Pienso que las fuerzas rebeldes, muy numerosas, ocupaban toda la cordal, dentro y fuera del perímetro urbano, posiblemente con algún campamento adosado.

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Yo no se si fue en Ullastret, pero una ciudadela así se tiene que defender con mucha gente. Lo digo por lo de la puerta tapiada. Tomar un castillo no implica una batalla, pero una ciudad o un oppido sí. Por muchos que sean los que te ataquen, siempre se les puede hacer un buen destrozo en una salida. Me refiero a que lo cuantitativo se vuelve cualitativo; ya no sólo se toma una plaza, sino que incluso se puede ganar una guerra, tanto más, como dijo Escipión, si la pierde el asaltante.

¿Cómo era Ullastret? ¿Llegaba la ciudad hasta la necrópolis? ¿Se extendía por toda la laguna? ¿Dispondría Catón sus legiones en la loma occidental?
Respondo aquí.
esas puertas eran buenas para defensa, pero complicadas para una salida en fuerza. Por eso opino que si se atascaron en unas puertas fue al entrar en la ciudadela y no al salir del campamento. Una mera opinión.

Sobre el mapa:
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Mi impresión sobre el mapa, desconociendo el lugar, es un primer castro (amarillo) que acaba englobando el barrio exterior dentro de una poderosa muralla (azul) Los de la isla, ni idea. Desde luego que vivir ahí tendría que ser de lo más insalobre posible, no me extraña que abandonaran el asentamiento. No alcanzo a comprender cómo podían vivir allí, o tal vez fuera sólo un refugio de emergencia, ni idea. Pero proporciona un dato muy interesante. La lengua que la une a tierra. Desde luego, con la posición (marrón) que tiene, desembocaba en un lugar indefenso por la muralla principal de la ciudad. más lógico hubiera sido un enlace hacia ella (en verde) o es que eran independientes unos de otros. La zona roja, si no eran arrabales, como dices, todo el cordal (y así cubriría la lengua a la isla) sería el lugar perfecto para plantar un campamento de asedio, al lado del agua. Y también por la forma del terreno, a primera vista las zonas englobadas por las líneas moradas son una buena zona de expansión, o para un campamento, con posibilidad de formar en las terrazas algunos terraplenes y empalizadas. Ahora que lo pienso, fosos ahí tal vez no, por pillar el nivel freático que estaría bastante alto.
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Re: La rebelión de los iberos (197-191 a. C.)

Mensaje por Bernardo Pascual »

Poliorcetos escribió: La zona roja, si no eran arrabales, como dices, todo el cordal (y así cubriría la lengua a la isla) sería el lugar perfecto para plantar un campamento de asedio, al lado del agua.
Este emplazamiento no sólo sería un buen candidato por lo del agua, sino que también porque cubre la retaguardia o la ruta de abastecimiento, el cruce del Daró, y cumple la distancia de los cuatrocientos pasos. Las otras elevaciones, al oeste y al sur, también vienen a distar lo mismo, pero en la batalla queda desprotegido el flanco derecho, con lo cual el campamento se debería situar a la izquierda del despliegue. En cuanto que Catón dispuso sus tropas en el otro extremo de la ciudad, el opuesto al campamento, las otras ubicaciones lo obligarían a formar en la laguna.

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¿Rompe en dos Catón el ejército enemigo, y mientras una parte huye la otra sucumbe intentando entrar en la acrópolis?

A mi ver, lo único que cambia de una versión a otra es que, en la primera, da el rodeo y después envía unas cohortes a su izquierda para que desde allí amenacen la retaguardia enemiga pero sin intervenir, mientras que en la segunda deja ya esas cohortes de retén antes de dar el rodeo. Tal vez, más que enviarlas las muestra.

La isla recuerda un poco al campamento de Vercingetórix en Avaricum. Es una buena posición defensiva y no debe extrañar que se aprovechara, aunque desconozco si en el 195 antes de cristo todavía estaba habitada. Su superficie, si no me equivoco, es de unas cinco hectáreas, al parecer tiene muralla y creo que no se han hallado restos romanos. Sorprende también lo lejos que queda la necrópolis donde pudo haber acampado Catón, a un kilómetro de la acrópolis.
Lutzow escribió:Ciudad íbera de Ullastret (Bajo Ampurdán), cortesía de Rocío Espín Piñar.

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Saludos.
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Re: La rebelión de los iberos (197-191 a. C.)

Mensaje por Bernardo Pascual »

Ante un tratado como el del Ebro el movimiento siguiente consiste en apoyar a los disidentes y acoger a los exiliados del otro lado, y consta que esta treta la pusieron en práctica ambos rivales, los romanos con los saguntinos y los cartagineses con Indíbil. Aníbal atrajo a Indíbil de la única forma que lo podía hacer, concediéndole feudos al sur del Ebro.

Un ibero llamado Abelos se congració con los romanos liberando a los rehenes que los cartagineses retenían en Sagunto. Si gracias a su astucia llegó a rey, tal vez pudo ser conocido como Abelos-riges. En todo caso los romanos, si bien hicieron las paces con Idíbil, y le perdonaron más de una, nunca le permitieron extender sus dominios al sur del Ebro. Las dos veces que lo intentó se enfrentó a ellos.
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Re: La rebelión de los iberos (197-191 a. C.)

Mensaje por Bernardo Pascual »

Poliorcetos escribió: No alcanzo a comprender cómo podían vivir allí, o tal vez fuera sólo un refugio de emergencia, ni idea. Pero proporciona un dato muy interesante. La lengua que la une a tierra. Desde luego, con la posición (marrón) que tiene, desembocaba en un lugar indefenso por la muralla principal de la ciudad. más lógico hubiera sido un enlace hacia ella (en verde) o es que eran independientes unos de otros.
Igual usaban barcas. Seguro que al atacante siempre se le olvidaban. Ciertamente la isla parece defender la parte más vulnerable y alejada. :~i
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Re: La rebelión de los iberos (197-191 a. C.)

Mensaje por Bernardo Pascual »

Si Bilistages hubiese sopesado una defección, no habría enviado a su hijo. Si lo envía es como rehén. No estaban siendo asediados sólo por ser amigos de los romanos. Si se tratase del rey de Turta tendría sentido tanto lo de los mercenarios celtíberos, como el que Livio se refiera a los turdetanos como poco belicosos. No está hablando de los tartesios, aunque él podría creerlo. Otro detalle aparece cuando los lacetanos, al ver a los sedetanos o suesetanos, sus enemigos, no pueden contenerse en las filas a causa del desprecio que sienten hacia ellos.

El líder de esta revuelta podría ser un ilergete, un pariente de Indíbil, y con éste serían tres los intentos de invadir la Sedetania después de que Aníbal se la entregase a aquel. Los turdetanos o turboletas mantenían una guerra civil, porque una mayoría se oponían a Bilistages. Por eso comerciaban entre los campamentos y la ciudad como si estuviesen en paz. El desprecio de los lacetanos en realidad no va contra ellos, sino contra su rey.
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Re: La rebelión de los iberos (197-191 a. C.)

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César versus Ariovisto.
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Re: La rebelión de los iberos (197-191 a. C.)

Mensaje por Bernardo Pascual »

  • “Entretanto, el pretor Publio Manlio marchó a Turdetania con el ejército que le había entregado su antecesor Quinto Minucio, al que se había unido también el ejército de veteranos de Apio Claudio Nerón procedente de la Hispania Ulterior. Los turdetanos son considerados los más ineptos para la guerra de todos los hispanos. Confiados, no obstante, en su superioridad numérica, salieron al paso de la columna romana. Una carga de la caballería desbarató su formación en un instante. Apenas sí hubo combate con la infantería: los soldados veteranos, que tenían experiencia bélica y conocían bien al enemigo, no dejaron ninguna duda acerca del resultado.”

    “Por la misma época, cuando Marco Helvio abandonaba la Hispania Ulterior con una escolta de seis mil hombres que le había dado el pretor Apio Claudio, le salieron al paso los celtíberos cerca de la ciudad de Iliturgi con un enorme contingente de tropas. Valerio refiere que eran veinte mil hombres armados, que fueron muertos doce mil de ellos, que la plaza de Iliturgi fue reconquistada y pasados por las armas todos sus jóvenes. Desde allí Helvio se llegó hasta el campamento de Catón, y como la región estaba ya a salvo de enemigos mandó su destacamento de vuelta a la Hispania Ulterior, marchó a Roma y entró en la ciudad recibiendo la ovación por el feliz resultado de su acción.”
¿Se ven aquí las dos fuentes relatando un mismo suceso?
  • “Desde allí Helvio se llegó hasta el campamento de Catón, y como la región estaba ya a salvo de enemigos mandó su destacamento de vuelta a la Hispania Ulterior, marchó a Roma y entró en la ciudad recibiendo la ovación por el feliz resultado de su acción.”

    “Entretanto, el pretor Publio Manlio marchó a Turdetania con el ejército que le había entregado su antecesor Quinto Minucio, al que se había unido también el ejército de veteranos de Apio Claudio Nerón procedente de la Hispania Ulterior.”
Catón desembarca en Ampurias mientras Manlio se dirige directamente a hacerse cargo del ejército de Minucio, al cual incorpora la escolta de Helvio. Según Tito Livio, en el mismo lugar son atacadas dos columnas, una cuando viene y otra cuando va, pero también dice que Helvio llegó al campamento de Catón antes de entregar su escolta.

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  • “La razón de que el senado le denegase el triunfo fue el hecho de haber combatido con los auspicios y en la provincia de otro. De hecho había vuelto pasados dos años, cuando ya había entregado la provincia a su sucesor Quinto Minucio, reteniéndolo allí durante todo el año siguiente una larga y grave enfermedad. Por eso Helvio entró en Roma y recibió la ovación sólo dos meses antes de que entrase en triunfo su sucesor Quinto Minucio.”

    “Cuando todo el mundo manifestaba sin rebozo su extrañeza por la pasividad ante la guerra desencadenada en Hispania, llegó una carta de Quinto Minucio en la que informaba de que se había enfrentado con éxito en una batalla campal a los generales hispanos Budare y Besadines cerca de la plaza de Turda; que habían muerto doce mil enemigos, el general Budare había caído prisionero, y los demás habían sido derrotados y puestos en fuga. Tras la lectura de esta carta era menos la alarma con respecto a Hispania, donde se había temido una guerra de grandes proporciones.”
La Turda de Minucio, donde gana el triunfo, está en la Citerior. ¿No la confunde Tito Livio con Iliturgis? Vale la pena la nota a pie de página de la edición de Gredos:
  • “325- Pero, según XXXIII, 26, 2, Quinto Minucio Termo tenía a su cargo la citerior.”
Precisamente: “La razón de que el senado le denegase el triunfo fue el hecho de haber combatido con los auspicios y en la provincia de otro."

Propuesta:

Helvio abandona su provincia, la Ulterior, donde ha estado dos años. Una escolta de veteranos le acompaña hasta la Citerior. Allí se reúne con Manlio, el lugarteniente de Catón, que no detenta magistratura, y juntos se dirigen hacia los turdetanos. Ganan una batalla contra un enemigo mucho más numeroso, el cual intenta sorprenderlos durante la marcha. Acampan en Turta, y llevan a cabo una sangrienta represión. Al mismo tiempo, Manlio pide ayuda por carta al cónsul, quien no tarda en acudir.
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Re: La rebelión de los iberos (197-191 a. C.)

Mensaje por Bernardo Pascual »

Sucesos que se repiten en el relato de Tito Livio:

-El rodeo al otro lado del campamento y el retén dejado a la espalda del enemigo en las dos batallas.
-El envío de unas pocas tropas para atraerlo.
-Las dos emboscadas que tienden a la escolta de Helvio y la llamativa superioridad numérica de los turdetanos en ambos casos.
-Las dos rebeliones de los bergistanos al enterarse que Catón marcha a la Turdetania.
-Las dos Segedas como focos bergistanos de resistencia, Segéstica y Seguncia.

Sin duplicaciones:
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