La Segunda Guerra Púnica en territorio ibérico

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La Segunda Guerra Púnica en territorio ibérico

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La Segunda Guerra Púnica en territorio ibérico

Por Messerschmitt Bf

1- Introducción

La ciudad de Cartago y el imperio que logró consolidar en el Mediterráneo occidental ha pasado a la historia por ser uno de los imperios más prósperos de la antigüedad y por ser capaz de disputar, hasta en dos ocasiones [1], el poder a los romanos. Heredaron de sus antepasados, los fenicios localizados en la costa del levante mediterráneo, un comercio que les otorgaba sustanciosos beneficios, una navegación y unas técnicas marineras muy refinadas, con las que fueron capaces de controlar las principales rutas comerciales gracias a la fundación de pequeños enclaves estratégicos en todo el ámbito mediterráneo.

Cartago, mientras jugó bien sus cartas, se erigió como la ciudad más próspera del Mediterráneo occidental, llegando a superar incluso a Roma. Hablando de la ciudad en sí, estaba a la vanguardia de las construcciones de la época: contaba con un sistema de alcantarillado unificado, multitud de baños públicos, edificios de hasta siete pisos de altura, etc. De entre todos los vestigios encontrados durante las excavaciones arqueológicas llamó especial atención el puerto circular con el que contaba la ciudad. Conservamos poco más que los diques donde se amarraban los barcos y donde los cartagineses crearon una especie de construcción en serie con la que construían los barcos de forma más rápida y barata.

El final de Cartago se debe al conflicto que tuvo con Roma. La cuenca mediterránea no era lo suficientemente grande como para dar cabida a dos potencias tan ambiciosas y que basaban su poder y riqueza en importantes conquistas militares (en el caso de Cartago, la conquista de Hispania y parte del norte de África es un buen ejemplo, mientras que por el lado romano tenemos la total anexión de la península itálica). La serie de conflictos, guerras y batallas que enfrentaron a estos dos imperios se conocen como las Guerras Púnicas [2]: en total fueron tres conflictos, independientes entre sí, que abarcan desde el año 264 a.C. hasta el 146 a.C. Así, tenemos la I guerra púnica que va desde el 264 a.C. hasta el 241 a.C., la II guerra púnica que comprende desde el 218 a.C. hasta el 201 a.C. y, finalmente, la III guerra púnica que abarca desde el 149 a.C. hasta el 146 a.C., siendo la más breve de los tres enfrentamientos.

El principal problema con el que se encontró la arqueología para desenterrar los vestigios que albergaba la ciudad de Cartago fue la destrucción a la que la ciudad fue sometida durante la III guerra púnica [3], una vez que los romanos penetran en ella. La mayoría de los restos hallados se corresponden con la Cartago que posteriormente fue ocupada y levantada por los romanos, fundada en el año 29 a.C. por Octavio y nombrada Julia Cartago, convirtiéndose así en la capital de la provincia romana de África. Pero no hay que confundir la destrucción de Cartago con el fin de su hegemonía o, por lo menos, con el fin de su importancia, riqueza y prosperidad, porque una vez ocupada y reconstruida por los romanos siguió siendo de vital importancia, ya que era por sus puertos por donde se sacaba el importante trigo procedente de África y se distribuía por todo el imperio. Además de esto, la ciudad llegó a convertirse en la segunda ciudad más poblada de todo el imperio, siendo superada solo por Roma, y llegando a albergar a unos 400.000 habitantes.

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Roma en el siglo IV a.C.

Los fundadores de Cartago se sabe que son de ascendencia fenicia, más exactamente de la ciudad de Tiro [4]. Se cree que desde el principio ya gozó de una gran independencia. Es al finalizar la I guerra púnica, la cual mencionaremos más adelante, cuando empiezan a poner sus miras y aspiraciones territoriales en la península ibérica. Parece cierto, y así lo de muestran las excavaciones arqueológicas, que con la caída de Tiro en manos de los asirios (en torno al 800 a.C.) tienen lugar los primeros pasos de Cartago como ciudad independiente. Con la caída definitiva de Tiro en poder de Nabucodonosor, en torno al 530 a.C., vuelve a haber otra pequeña migración procedente de Tiro. Para esta época, Cartago ya se había instituido como república independiente, con su propio senado y sus sufetes (el homólogo cartaginés de los cónsules romanos). A medida que pasa el tiempo van recolonizando las colonias que en su día habían ido fundando los fenicios y que tras la caída de Tiro había quedado en el aire. Es en este momento cuando deciden dar el paso y crear asentamientos en Sicilia y la península ibérica, cuya presencia se remonta trescientos años antes de que Amílcar desembarcase en la península con sus tropas.

2- Situación previa a la II Guerra Púnica

Durante la I guerra púnica el escenario principal fue Sicilia. Cartago se vio arrastrado a una “guerra de guerrillas” en la isla que no quería, ni estaba preparada, para llevar a cabo. Entra en el conflicto porque se veía obligada a defender sus plazas fuertes allí, así como a las ciudades aliadas suyas, importantes centros de comercio a través de los que distribuía sus productos, además de que su política comercial se había volcado mucho en Sicilia y no podía quedar privada de esa fuente de recursos.

Los cartagineses, como es sabido, pierden la guerra. A las pérdidas territoriales (la más destacable es Sicilia, en la cual Cartago se había volcado mucho debido a su riqueza) hay que añadir los pagos de guerra exigidos por Roma Según Tito Livio se contaban en 3.200 talentos de plata, o sea, unos 82.000 kg [5]) la pérdida de la mayoría del ejército (los mercenarios, muy numerosos en número, se llegarán a sublevar en el territorio africano que controla Cartago y provocarán una guerra muy costosa que se prolonga desde el final de la I guerra púnica hasta el 238 a.C.)6. En este momento de crisis y debilidad cartaginesa es cuando Amílcar se fija en esa Hispania que está todavía sin explotar, salvo por el reducido número de enclaves costeros que los púnicos ya poseían.

Quedan así, pues, definidas dos fases distintas:

- Antes y durante la I guerra púnica: atención de Cartago en Sicilia, Córcega y Cerdeña y un reducido número de enclaves costeros en Hispania.
- Después de la I guerra púnica y durante la II guerra púnica: atención en la p. ibérica.

Cartago no dejaba de ser una república de comerciantes que basaba su poder en el dominio del Mediterráneo y, tras la derrota, quedará muy tocada. Es aquí cuando optan por dirigir sus miras hacia la península ibérica, estableciendo su “cuartel general” en Qart Hadasht (“la ciudad nueva” o “nueva Cartago”), fundada en torno al año 227 a.C. La prohibición de poseer una flota de guerra a raíz de la derrota en la I guerra púnica no le impedía a Cartago tener una numerosa flota mercantil que fue la que utilizó Amílcar para atravesar el estrecho e iniciar la conquista de Hispania.

En lo que respecta a la situación romana, tampoco era de suma ventaja sobre los cartagineses. Esto, sin duda, contribuyó a dejarles las manos libres a los cartagineses para su expansión por Hispania. Roma tenía abiertos varios frentes, tales como la Galia cisalpina, que en este momento estaba ocupada por tribus galas hostiles al poder romano (cuando Aníbal cruza los Alpes, muchos de estas tribus se unirán a él contra Roma). Otro frente importante, y que obligó a Roma a desplazar algunas legiones, fue su lucha contra los piratas ilirios que entorpecían en demasía el comercio romano con las regiones orientales del Mediterráneo.

Es importante la mención de algunos tratados citados por los autores clásicos que han dejado constancia del contacto entre Roma y Cartago antes de las guerras púnicas, pero siempre hay que tener cuidado con el tema de las fuentes clásicas. Así, Polibio [7] propone la fecha de 509 a.C. para el primer tratado entre ambas ciudades [8], año en el que la república romana estaba recién formada. Otras fechas, algo más creíbles, proporcionadas por Diódoro y Tito Livio hablan del 348 a.C. [9] (cinco años más tarde una embajada cartaginesa felicitará a los romanos por su victoria sobre los samnitas). El tratado más importante y del que sí hay absoluta constancia es el tratado del Ebro, firmado en el 226 a.C. y que venía a repartir el área de influencia de ambas potencias en el contexto peninsular. Es importante porque será la causa del estallido de la II guerra púnica.

Los tratados tenían por objetivo delimitar las áreas de influencia romana y cartaginesa para así atajar posibles conflictos entre las urbes más importantes y poderosas del Mediterráneo occidental. Pese a conocer estos detalles de los susodichos tratados, son más las cosas que desconocemos de las que sabemos. Por ejemplo, se desconoce la lengua en la que los tratados eran redactados, aunque se cree que estarían en latín.

Tenemos que aludir brevemente a la figura de Amílcar Barca, padre de Aníbal, que ha sido eclipsado por la Historia en favor de su hijo, de forma similar a lo que ocurre con Filipo II de Macedonia y su hijo, Alejandro Magno (es un paralelismo muy evidente entre ambas familias, pues en los dos casos son los padres los que organizan y sientan las bases del ejército, mientras que son sus hijos los que llevan a cabo los proyectos de conquista que sus padres habían ideado). Cuando Cartago sale derrotada en la I guerra púnica y tiene que hacer frente a enormes reparaciones de guerra, es Amílcar el que se percata de que hay una zona que es Hispania y que cuenta con enormes recursos naturales tales como minas y una agricultura muy rica y que no está más que habitada por los indígenas [10]. Es en esta etapa, al principio de la presencia cartaginesa en la península, cuando comienza a aparecer los nombres de Aníbal (247 a.C.) y Asdrúbal (245 a.C.) que será importantes en la conformación del poder cartaginés en la península.

Hay claras diferencias entre la I y la II guerra púnica en lo que al bando cartaginés se refiere. En la I contaban con una potente flota con la cual controlaban toda una serie de islas (Córcega, Cerdeña, Sicilia o Baleares) en detrimento de otros pueblos como los romanos. Además, fue básicamente una guerra de guerrillas en territorio siciliano. Cuando su flota es destruida en una serie de batallas navales, las guarniciones de mercenarios bajo su mando se sublevan y pasan a simpatizar con los romanos, como es el caso de las tropas acantonadas en Cerdeña y Córcega.

En la II guerra púnica, Cartago lleva a cabo una política de conquista mucho más agresiva de lo que había practicado hasta ahora, muy parecida a la romana, con el objetivo de hacerse fuerte en Hispania. Ya no tienen una flota potente [11] y basan su poder en una fuerte formación terrestre que planta grandes batallas campales de tu a tu contra los romanos.

3- Cartago: de enclave comercial a potencia imperialista [12]

El tipo de colonización que llevan a cabo los cartagineses difiere bastante de la que practicaban los romanos. La de los primeros se basa en una concepción, por así decirlo, más mercantilista y comercial consistente en la fundación de ciudades-Estado semi-independientes en puntos clave que servían para controlar las vías de comunicación y abastecimiento (con los productos aquí obtenidos ellos comerciaban, sacando jugosos beneficios tales como pieles de gorilas de Camerún u estaño traído de las islas Casitérides, el extremo occidente entendido como Galicia, la Bretaña e Inglaterra). Es una colonización parecida a la que llevan a cabo las polis griegas en tanto que se trata de crear enclaves que en la práctica son independientes o semi-independientes.

Algunos puntos clave de la política de ocupación cartaginesa fueron el mestizaje con los autóctonos, el reclutamiento de mercenarios y el pago de tributo. Amílcar sigue un poco la idea del imperio alejandrino de simbiosis entre dos mundos (heleno y persa) y de esta forma se garantiza alianzas militares mediante matrimonios [13] con los jefezuelos de cada zona, pero esta estrategia estuvo lejos de funcionar, ya que muy a menudo los pueblos de la península se enfrentaban entre ellos, y pactar alianza con alguno no te garantizaba paz o estabilidad con los demás.

El dominio cartaginés del territorio, a diferencia del romano, fue muy soluble y se desbarató muy deprisa, en lo cual incidió la temprana invasión romana de la península. El dominio cartaginés podemos considerarlo más como una zona de influencia que como un dominio efectivo del territorio, donde la metrópolis exige el pago de tributos, que como una conquista efectiva y por la fuerza del territorio, a diferencia de lo que hacían los romanos, donde el pueblo conquistado se convertía en “romano”, por lo menos desde la implantación de la ciudadanía romana a todo el imperio por el emperador Caracalla en el s. III.

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El Mediterráneo a finales del siglo III a.C.

La colonización romana, como ya sabemos, es totalmente diferente. El férreo control sobre los indígenas y el terreno cada vez que conquistan un territorio es total. Otra clara diferencia con Cartago, es que el poder romano era muy fuerte en tierra, ejemplificado en las legiones. Por su parte, Cartago, basaba su poder en la fuerza naval, por lo que se veía favorecida por la particular geografía del Mediterráneo occidental, y su ejército no iba más allá de unos 3.000 soldados (la llamada Banda sagrada) escogidos de las mejores familias y que luchaban a la forma griega (hoplitas). Eso sí, en momentos de conflicto sus filas se engrosaban con toda clase de mercenarios, ya fuesen libios, mauritanos, y mismos hispanos, especialmente los famosos honderos baleares.

Es importantísima la concepción que tenía Cartago en la forma de hacer la guerra, y que presentó una clara desventaja frente a Roma [14] (Nos referimos a antes y durante la I guerra púnica, porque con Amílcar y, sobre todo, con Aníbal, esta concepción, de la que dependía la supervivencia de Cartago, cambiará, y se basarán más en el concepto de guerra que tenía los reinos helenísticos de los diádocos). Cartago cuando tiene un conflicto siempre buscará un tratado que ponga fin a él con miras a no entorpecer el comercio, actividad principal de su próspera ciudad. Si nos fijamos, Cartago no tiene provincias ni ocupa territorios de la misma forma que lo hace Roma. Con Roma no pasaba esto: sus tratados terminaban por aplastar al rival, amén de las enormes indemnizaciones de guerra. Esto es, precisamente, lo que le ocurre a Cartago en las tres guerras que tiene con Roma.

4- La península ibérica entre dos frentes

La situación geográfica que ocupa la península ibérica en el Mediterráneo occidental fue de vital importancia como así lo demuestra la pugna de poder que hubo entre romanos y cartagineses sobre el tablero hispano durante la II guerra púnica. Este territorio fue el principal escenario de la contienda entre ambas potencias imperialistas y, además, era donde figuraba la base del poder bárquida. Fue en este territorio donde se inició la contienda e iba a ser aquí donde, exceptuando algunos combates en Italia, se iba a decidir. Roma tuvo claro, desde el principio, que para ganar la guerra era de obligado cumplimiento terminar con el poderío bárquida en la península. Puede que la península no fuese el lugar de combates decisivos y que todo el mundo conozca (¿quién no ha oído hablar de Cannas?) pero sin el control peninsular, sin sus recursos, el esfuerzo de guerra cartaginés no habría sido quien de poner a Roma contra las cuerdas.

Amílcar es capital en la expansión cartaginesa porque es quien le da esa salida hacia a Hispania al término de la I guerra púnica [15], que era donde estaba el futuro de Cartago. Desembarca en la península en torno al año 236 a.C. y pasa ocho largos años conquistando pueblos, explotando los ricos recursos mineros del sur peninsular, y exigiendo tributos a los indígenas subyugados. Para ello se sirvió de mercenarios reclutados in situ, tales como los iberos o los baleares (destacaban los honderos, pioneros en el uso de la honda).

Se cree (ni siquiera las fuentes clásicas se ponen de acuerdo) que encuentra su muerte en el año 228 a.C. en una emboscada llevada a cabo por los oretanos por la zona de Elche de la Sierra, en los alrededores del actual Albacete. No está es del todo seguro, pero se cree que iba al encuentro de una audiencia con el rey de los oretanos en la cual éste rendiría honores al púnico. Esto hizo que Amílcar avanzase con un cuerpo expedicionario minúsculo que sería víctima de una emboscada. En la acción se encontraban presentes tanto Aníbal como Asdrúbal, que consiguen huir con ayuda de la caballería númida. De haber caído junto a su padre habría sido interesante ver el modo en el que habría cambiado la historia la muerte prematura de los líderes púnicos.

Tras la muerte de Amílcar el mando recae sobre Asdrúbal el Bello [16] (no confundir con el otro Asdrúbal perteneciente a la familia Barca), su yerno, que pasa a ser gobernador de Iberia. Pese a no acometer grandes conquistas, es él quien va sentando las bases de un Estado cartaginés en la península. Llegará a firmar un tratado de paz con Orisón, el caudillo oretano responsable de la muerte de Amílcar; de hecho Aníbal (cuñado de Asdrúbal el Bello) casará con una hija de este caudillo para garantizar la paz y estabilidad de la zona. Hay autores han hablado de las ambiciones de Asdrúbal de dar un golpe de estado y formar una suerte de reino helenístico donde el poder estuviese monopolizado por él y no por el senado cartaginés. A ojos suyos ésta era la única forma de hacer frente al creciente poder romano en la cuenca mediterránea. En resumen, Asdrúbal es considerado un gran político y diplomático que supera con creces sus capacidades militares.

Qart Hadasht, el enclave púnico más importante de la península, contaba con un puerto natural magnífico que, sin embargo, no será debidamente aprovechado puesto que la flota de Cartago en estos momentos era insignificante. La posición de la ciudad era fácilmente defendible porque estaba situada en una península dentro de una ensenada que, además, se cierra sobre sí misma y a la que solo se puede acceder a través de unos estrechos pasos fácilmente bloqueables. Su importancia también radicaba en los ricos yacimientos mineros que se encontraban a su alrededor, además de los importantes cultivos y pastos ganaderos de las zonas adyacentes. Pese a toda esa riqueza e importancia, no tuvo un gran desarrollo por la parte púnica, pues la ciudad cayó muy pronto en manos de Escipión una vez desembarca en la península y acomete la conquista de territorio cartaginés.

A la muerte de Asdrúbal a manos de un esclavo celta, el mando cartaginés en la península ibérica recae sobre Aníbal. Él tiene que desarrollar un gran esfuerzo y carácter, porque a esta edad aún era muy joven (cuando Asdrúbal el Bello es asesinado Aníbal tan solo cuenta con 26 años), para ganarse el favor del ejército. Además de eso, también tiene que conseguir la ratificación por parte de los sufetes del senado cartaginés. Tras esto es cuando vuelve a la península ibérica y desarrolla una serie de campañas militares contra los pueblos del centro peninsular [17] (zona de las actuales Albacete, Cuenca, Ciudad Real, etc.) que eran más cercanos a Qart Hadasht, la base cartaginesa más importante en Hispania. Estos pueblos eran demasiado próximos a su zona de influencia y a menudo dirigían razias contra ciudades oretanas aliadas de los cartagineses. Aníbal manda esta primera campaña para consolidar su poder, establecer unos límites claros para su expansión y demostrar a sus aliados que él es quien de garantizarle seguridad y estabilidad. Dirigirá también una segunda campaña contra los vetones [18] en la cual encontrará fuerte resistencia en la zona de la actual Salamanca. Finalmente consigue reducirla, pero la llegada del invierno (las heladas permiten cruzar con relativa facilidad los ríos congelados) seguirá hacia la zona del sector central de la cuenca del Duero, donde habita un pueblo de origen celta conocido como los vacceos. Estos capitularán ante el imparable avance de las fuerzas cartaginesas, entregando sus ciudades.

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Las campañas de Aníbal en Iberia.

A la vuelta hacia Qart Hadasht, cuartel general peninsular, vuelve a tener problemas con una gran confederación de pueblos carpetanos que esperaban su vuelta en la zona de la actual Talavera de la Reina, zona importante de paso del río Tajo, y mediante una gran maniobra logra cruzar el río y ponerse a resguardo de los enemigos, los cuales lo superaban ampliamente en número. Los carpetanos, amparados en su número, intentan cruzar el río mientras los cartagineses los esperaban en la orilla y son derrotados conforme van saliendo de él.

Todas estas maniobras a través de una península que estaba lejos de ser pacificada, explorada y conocida, amén de los precarias y largas marchas que había que realizar para salvar las distancias, ponen de manifiesto el conocimiento táctico de Aníbal, que luego le será de mucha utilidad en su campaña en la península itálica en batallas como las de Trasimeno, Trebia o Cannas.

Tres años más tarde de la muerte de Asdrúbal el Bello, en el 219 a.C., tiene lugar el asedio de Sagunto, que durará ocho largos meses, hasta que cae definitivamente en el 218 a.C. Según el tratado del Ebro, Sagunto quedaba dentro del aérea de influencia cartaginesa pero era una ciudad aliada de los romanos, los cuales la utilizan de excusa para declarar la guerra a los cartagineses, ya que los intereses de Roma en esta ciudad eran mínimos (ni siquiera mandan ayuda a los saguntinos cuando habían estado resistiendo bastantes meses, siendo Roma dueña del mar por aquel entonces). Sagunto representaba la segunda ciudad más importante, por detrás de Edeta, del territorio de los edetanos. Pese a no ser capital nominal, se considera que Sagunto era la capital comercial y económica de los edetanos. Era una ciudad muy rica, una suerte de ciudad-Estado que mantenía trifulcas y escaramuzas con los pueblos de su alrededor, los cuales eran aliados de los cartagineses [19]. Estos hechos desencadenaron rivalidades y luchas comerciales, algo que Cartago no podía permitir porque venía a socavar su poder en la península [20].

Aquí se marca el inicio de la II guerra púnica [21]. Sagunto, a su caída, quedará convertida en colonia cartaginesa, pero con el desembarco de los Escipiones no durará mucho su trayectoria bajo el poder de Cartago. Es interesante tratar brevemente lo que fue el asedio de la ciudad. La acrópolis de esta ciudad estaba situada a una altura de unos doscientos metros y andaba en torno a los trescientos de longitud. No era excesivamente grande, pues, para que el asedio se alargase tanto. Los retrasos de Aníbal en su toma puede que le generasen dudas más adelante de cara a un posible asedio de Roma; de hecho, Aníbal nunca llegará a asediarla a pesar de que tenía el camino despejado justo tras la victoria en Cannas. En los asedios es donde salen a relucir las carencias de Aníbal como general, ya que no se encuentra tan cómodo como cuando presenta batalla a campo abierto. En un asedio uno no cuenta con toda la libertad de movimiento que le gustaría, además de que el número de tropas que se puede desplegar es limitado debido al espacio de la ciudad.

Ante la toma de una ciudad protegida como Sagunto, los romanos envían una embajada a Cartago. Finalmente no consiguen llegar a ningún acuerdo y tiene lugar la llegada de los romanos a Hispania en la persona de Cneo y Publio, ambos Escipiones, que desembarcan en Emporion en torno al 218 a.C. Eligen esta zona con intención de cortar el envío de refuerzos y suministros a Aníbal, que había partido a Italia en la primavera del mismo año. Montan en Tarraco su cuartel general y se ganan el apoyo de los pueblos iberos de la zona (hay que entender este apoyo como un apoyo personalista, de ningún modo se sintieron identificados con los romanos [22]). Son en estas posiciones al norte del Ebro donde pasan los siguientes años, reforzando sus ejércitos con los pueblos de la zona. Llegan a tener algunos combates con los cartagineses aunque ninguno excesivamente decisivo. En el 211 a.C., los cartagineses, bajo el mando de Asdrúbal, avanzan sobre el Ebro y derrotan a los romanos (ambos Escipiones caerán en batalla). El mando romano recae sobre un tal Lucio Marcio, que consigue rechazar el avance cartaginés. Al año siguiente, en el 210 a.C., con el cargo de procónsul, llega a Hispania Publio Cornelio Escipión, hijo y sobrino de los anteriores. Será él el que dirija la victoria romana sobre los cartagineses.

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La Segunda Guerra Púnica.

Los romanos se encontraron con la ventaja de que los generales cartagineses en Hispania actuaron desunidos, descoordinados y sin un claro liderazgo. El ejército cartaginés en la península constaba de tres cuerpos distintos, que se movían de forma autónoma, cada uno en torno a los 25.000 o 30.000 hombres y al mando, respectivamente, de Asdrúbal Barca, Asdrúbal Giscón y Magón Barca. De igual forma, Escipión divide en tres su ejército con intención de perseguir y batir los tres ejércitos cartagineses diseminados por la península (uno en la zona del estrecho de Gibraltar, otro en la Lusitania y el tercero en la Carpetania).

Ante esta situación, en el 209 a.C. Escipión decide marchar sobre Cartago Nova [23] (en el 210 a.C. había desembarcado en Emporion), principal base y puerto de operaciones púnica en Hispania. Con la liberación de rehenes de las aristocracias indígenas que los cartagineses mantenían en la ciudad también se granjearon el apoyo de numerosas tribus, en detrimento de los cartagineses. Con esta conquista se puede permitir desmovilizar su flota e integrar a los miembros de ella (la mayoría de procedencia itálica) en el ejército.

Al año siguiente (208 a.C.) Escipión marcha hacia el oeste, sobre el valle del Guadalquivir, para presentar batalla con Asdrúbal Barca que, ante la caída de Cartago Nova, estaba buscando la unidad de los ejércitos púnicos situados en la península para hacer frente a los romanos. Es en este contexto en el que tiene lugar la batalla de Baecula, donde Escipión vence a Asdrúbal, quedando su ejército muy tocado. Posteriormente se reunirá con los otros dos ejércitos púnicos de la península y es aquí donde decide partir a Italia a enviarle refuerzos a su hermano, que llevaba desde la batalla de Cannas (216 a.C.) deambulando por el sur de la península itálica (Aníbal había partido hacia Italia, vía los Alpes, en la primavera del 218 a.C. con intención de aprovechar el buen tiempo y no encontrar los pasos de montaña bloqueados por la nieve). Así pues, Asdrúbal consigue eludir el cerco romano y aproximarse a su hermano para intentar aprovisionar a sus diezmadas tropas que llevaban años en Italia, pero es interceptado en el 207 a.C. por tropas romanas en las cercanías del río Metauro, al norte de Italia, lugar de una gran batalla en la que él caerá.

Ante la situación de ventaja lograda, a Escipión le queda tiempo para reforzar su ejército antes de avanzar por la zona de Turdetania, último feudo cartaginés en la península. Una vez reabastecido, en el 206 a.C., tiene lugar la batalla de Ilipa contra los caudillos cartagineses Asdrúbal Giscón y Magón Barca, que caen derrotados. Tras esta batalla, los restos cartagineses, diezmados y desmoralizados, huyeron en estampida hasta Gadir, donde Magón intentó, sin éxito, atrincherarse y resistir. Finalmente embarcaría, no sin antes saquear los templos de la ciudad, y partiría a Italia, tras invernar en Menorca, donde contactaría con Aníbal.
Aquí es donde se da por terminada la etapa de Cartago en suelo ibérico, pero comenzaba una llamada a ser mucho más duradera: la de Roma.

5- Conclusión

Las guerras púnicas suponen la ruptura del equilibrio que había en el Mediterráneo, una suerte de equilibro entre el mundo griego, cartaginés y romano. Tras estas guerras, la totalidad del Mediterráneo occidental pasa a manos de Roma, quedando como potencia hegemónica de la cuenca mediterránea y dirigiéndose hacia otras regiones, tales como la Galia o Anatolia. Roma empieza ahora a dejar de ser una pequeña república austera, y a tomar decisiones estratégicas importantísimas que cambiarán para siempre el mundo de la Antigüedad. La guerra púnica para Roma no solo supuso su hegemonía y expansionismo, sino también una experiencia en la que aprenden muchas cosas de los cartagineses, tales como el comercio, ingeniería naval, agricultura intensiva, etc.

En resumen, con el final de la II guerra púnica se entiende una Roma que hasta antes del inicio de la guerra era una potencia que se circunscribía al contexto itálico, pero que al final de la misma se postula como la principal potencia de la cuenca mediterránea que pondrá sus miras en dos direcciones: la conquista y total pacificación de Hispania, que llegará con Augusto, y en el rico oriente.

Haciendo un balance general de los líderes cartagineses, podemos decir que es Amílcar el que crea un "imperio" en la península para poder hacer frente a los pagos de guerra exigidos por Roma, Asdrúbal será el que consolide esas posiciones cartaginesas en la península, pero es asesinado demasiado pronto, y Aníbal es el que perfecciona el ejército de su padre, con el que conquistará grandes zonas de influencia en la península, no con la idea de quedarse y hacerse fuerte en Hispania, sino de marchar hacia la península itálica y tomar Roma, donde fracasará.


Notas:

[1] Obviamos la III guerra púnica, pues aquí Cartago estuvo lejos de poder defenderse como había hecho en las dos primeras.
[2] Se conocen así porque la palabra "púnico" era utilizada por los romanos para referirse a los cartagineses y a sus antepasados fenicios. Se cree que son préstamos que el latín cogió del griego, dado que estos los griegos lo utilizaban para referirse a los fenicios.
[3] GOLDSWORTHY, A. (2002), Las guerras púnicas. Barcelona: Ariel. P. 420.
[4] BLÁZQUEZ, J. M. FERNANDEZ NIETO, J. LOMAS, F. J. y PRESEDO, F. (2012), Historia de España Antigua, tomo I: protohistoria. Madrid: Cátedra. P. 393.
[5] PEREZ RUBIO, A. (2012), La península ibérica, ¿el frente decisivo? en Desperta Ferro Antigua y Medieval: la Segunda Guerra Púnica en Iberia. Madrid, p. 6.
[6] PEREZ RUBIO, A. (2012), op.cit, p. 6.
[7] MUÑOZ, F. GONZÁLEZ, C. y ROLDÁN, M. Roma contra Cartago. Madrid: Historia 16, p. 6.
[8] HEURGON, J. (1982), Roma y el Mediterráneo occidental hasta las guerras púnicas. Barcelona: Editorial Labor. P. 284.
[9] HEURGON, J. (1982), op.cit. p. 284.
[10] BLÁZQUEZ, J. M. FERNANDEZ NIETO, J. LOMAS, F. J. y PRESEDO, F. (2012), op.cit. p. 445.
[11] El paso de Amílcar y su ejército a Hispania a través del estrecho se hace con naves de pequeño porte, requisadas en muchos casos a civiles.
[12] GONZÁLEZ WAGNER, C. (1983), Fenicios y cartagineses en la Península Ibérica: ensayo de interpretación fundamentado en un análisis de los factores internos. Madrid: Universidad Autónoma, p. 391.
[13] Aníbal, por ejemplo, se casa con una princesa íbera de nombre Himilce.
[14] PEREZ RUBIO, A. (2012), op.cit, p. 6.
[15] GONZÁLEZ WAGNER, C. (1983), op.cit, p. 399.
[16] GONZÁLEZ WAGNER, C. (1983), op.cit, p. 403.
[17] SÁNCHEZ MORENO, E. y PÉREZ RUBIO, A. (2012), ¿Entre la espada y la pared? Las gentes de Iberia en la contienda púnico romana en Desperta Ferro Antigua y Medieval: la Segunda Guerra Púnica en Iberia. Madrid, p. 32.
[18] Habitaban ciudades de la actual zona de Ávila, Ciudad Rodrigo, etc.
[19] Un ejemplo son los turboletas, habitantes del actual Teruel, pioneros en el tratamiento del hierro.
[20] GOLDSWORTHY, A. (2002), op.cit. p. 170.
[21] El desarrollo de la guerra sobre territorio peninsular lo he sacado de los mapas de las páginas 8 y 9 de Desperta Ferro Antigua y Medieval nº 17: la Segunda Guerra Púnica en Iberia, así como también en los capítulos 10 (p. 289-298) y 11 (p. 317-336) de la obra de Goldsworthy Las Guerras Púnicas.
[22] Sirva como ejemplo de que cuando se corre un rumor de que Escipión ha muerto, los ilergetes se levantan en armas.
[23] El avance hacia el sur por el levante peninsular fue seguido en todo momento por una escuadra romana.


6- Bibliografía

- BLÁZQUEZ, J. M. FERNANDEZ NIETO, J. LOMAS, F. J. y PRESEDO, F. (2012), Historia de España Antigua, tomo I: protohistoria. Madrid: Cátedra.
- GOLDSWORTHY, A. (2002), Las guerras púnicas. Barcelona: Ariel.
- GONZÁLEZ WAGNER, C. (1983), Fenicios y cartagineses en la Península Ibérica: ensayo de interpretación fundamentado en un análisis de los factores internos. Madrid: Universidad Autónoma.
- HEURGON, J. (1982), Roma y el Mediterráneo occidental hasta las guerras púnicas. Barcelona: Editorial Labor.
- MIRA GUARDIOLA, M. A. (2008), Cartago contra Roma: las guerras púnicas. Madrid: Aldebarán.
- MUÑOZ, F. GONZÁLEZ, C. y ROLDÁN, M. Roma contra Cartago. Madrid: Historia 16.
- PEREZ RUBIO, A. (2012), La península ibérica, ¿el frente decisivo? en Desperta Ferro Antigua y Medieval: la Segunda Guerra Púnica en Iberia. Madrid, p. 6-9.
- SÁNCHEZ MORENO, E. y PÉREZ RUBIO, A. (2012), ¿Entre la espada y la pared? Las gentes de Iberia en la contienda púnico romana en Desperta Ferro Antigua y Medieval: la Segunda Guerra Púnica en Iberia. Madrid, p. 32-36.

Nota de moderación.

Para comentar, debatir y ampliar el artículo se ha abierto el hilo correspondiente en http://www.elgrancapitan.org/foro/viewt ... 45&t=23056. También se puede felicitar al autor (Messerschmitt Bf) por este gran artículo.


“Me han querido pagar con decir que soy hechicero, y que de noche ando dentro de sus cuarteles en figura de lobo, y esto con tal aprensión, que me dicen que los clérigos de Zaragoza preguntan si es verdad. La curiosidad me pudiera hacer desear otro sitio para ver el papel que me hacían hacer, porque el pasado fue de hereje; éste de brujo, el otro como no sea de puto, estos otros lo harán tolerable” - Gregorio Britto, gobernador de Lleida durante los sitios franceses de 1646 y 1647.
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Rafa.Rodrigo (kappo)
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Re: La Segunda Guerra Púnica en territorio ibérico

Mensaje por Rafa.Rodrigo (kappo) »

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[...] y 100 millones de ducados [...]
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