El fracaso de las exportaciones navales del Imperio Alemán
Publicado: 01 Feb 2017
Durante el siglo XIX y principios del XX Gran Bretaña y Francia habían dominado con puño de hierro la exportación de buques de guerra para otros países que, ya sea por su retraso tecnológico o falta de capacidad de sus astilleros, no disponían de las condiciones necesarias para construir su propia Armada. En lo respectivo a Alemania sus éxitos se concretaban en dos acorazados construidos para China (clase Zhenyuan) en la década de 1880 y algunos cruceros tanto para este país como para Japón, pero desde entonces no había igualado la pujanza de sus rivales. Sin embargo el panorama cambió radicalmente con el advenimiento del HMS Dreadnought, muchas Potencias se mostraban interesadas en este nuevo modelo de barco, y eran pocos los países que disponían de la capacidad de construirlos; una ventana de oportunidad se abría para la industria naval militar del Imperio Alemán.
Acorazado Zhenyuan tras su captura por los japoneses
La carrera naval en Sudamérica.
Gracias a la exportación de caucho y café la economía brasileña despegó a principios del siglo XX, momento en que se decidió que el país debía convertirse en una Potencia internacional, y para ello nada mejor que disponer de una Marina poderosa, máxime cuando tanto Argentina como Chile habían modernizado sus respectivas Armadas a finales del XIX. Por ello se firmó un acuerdo con Gran Bretaña por el cual se construirían tres acorazados, que tras la aparición del HMS Dreadnought se cancelaron a cambio de dos acorazados modernos, el Minas Gerais y el Sao Paulo, cuyos contratos obviamente fueron firmados con Gran Bretaña, sin que los astilleros de Alemania o cualquier otro país tuviesen oportunidad de presentar un proyecto. Sin embargo la construcción de los clase Minas Gerais causó una gran inquietud tanto en Argentina como en Chile, que se aprestaron a recaudar fondos para disponer de sus propios acorazados tipo dreadnough, considerando acertadamente que uno solo de los nuevos acorazados brasileños era más poderoso que toda su flota reunida. Argentina tomó la delantera tras que la economía chilena se viese penalizada tanto por la caída en el mercado del nitrato como por el terrible terremoto que afectó a Valparaíso en 1906, mientras en 1908 el gobierno argentino ya había aprobado los fondos para la adquisición de dos dreadnoughts. Una delegación naval argentina recorrió Europa solicitando presupuestos para los buques requeridos, recibiendo ofertas de quinces astilleros de los cinco países capaces de construir este tipo de buques; Gran Bretaña, Estados Unidos, Alemania, Francia e Italia, pero todos los proyectos fueron rechazados, oficialmente debido a la aparición de los denominados “super-dreadnoughts” con la comisión del HMS Orion, mientras los países implicados en los diseños mostraban su enfado tanto por el tiempo y dinero destinados a los distintos proyectos presentados como por el temor a que Argentina pudiese revelar sus secretos de ingeniería naval. Finalmente el contrató se adjudicó a la empresa estadounidense Fore River Ship and Engine Company, que pudo ofrecer el precio más bajo, en parte por la disponibilidad de acero más barato, aunque los países europeos acusaron a EE.UU. de dumping y que el Departamento de Estado había influido decisivamente en la resolución adoptada. Quizá algo de ello había, pues como compensación Argentina ordenó la adquisición de una docena de destructores a astilleros británicos, franceses y germanos, pero en cualquier caso resultó la primera oportunidad perdida por Alemania.
Para 1910 Chile había conseguido los fondos necesarios para la adquisición de dos acorazados modernos, solicitando ofertas a diversos astilleros internacionales, aunque pocos se hacían ilusiones dada la estrecha unión existente entre este país y Gran Bretaña, desde que en 1830 los Oficiales de la Armada chilena se adiestraron en la Royal Navy, relación que se acrecentó cuando en 1911 una misión naval británica se instaló en Chile a petición de su gobierno. El acorazado USS Delaware visitó Valparaíso llevando los restos del Embajador chileno en EE.UU., mientras el crucero de batalla SMS von der Tann recalaba en Brasil y Argentina como muestra de su tecnología, pero sus esfuerzos resultaron inútiles y el diseño ofrecido por la empresa británica Armstrong Whitworth resultó el elegido. El primero de los buques, Almirante Latorre, estaba en construcción cuando estalló la Gran Guerra, y la Royal Navy llegó a un acuerdo con Chile para adquirirlo, siendo comisionado en Octubre de 1915 bajo el nombre HMS Canada. De este modo la Grand Fleet añadía a sus efectivos un poderoso acorazado armado con diez piezas de 356 mm, en una palpable demostración de las ventajas de disponer de un Imperio de ámbito mundial y las relaciones internacionales inherentes a esta condición. Pero existían muchos otros países interesados en disponer de dreadnoughts, y el Imperio Alemán estuvo presente en todos los proyectos, como veremos.
HMS Canada.
Acorazado Zhenyuan tras su captura por los japoneses
La carrera naval en Sudamérica.
Gracias a la exportación de caucho y café la economía brasileña despegó a principios del siglo XX, momento en que se decidió que el país debía convertirse en una Potencia internacional, y para ello nada mejor que disponer de una Marina poderosa, máxime cuando tanto Argentina como Chile habían modernizado sus respectivas Armadas a finales del XIX. Por ello se firmó un acuerdo con Gran Bretaña por el cual se construirían tres acorazados, que tras la aparición del HMS Dreadnought se cancelaron a cambio de dos acorazados modernos, el Minas Gerais y el Sao Paulo, cuyos contratos obviamente fueron firmados con Gran Bretaña, sin que los astilleros de Alemania o cualquier otro país tuviesen oportunidad de presentar un proyecto. Sin embargo la construcción de los clase Minas Gerais causó una gran inquietud tanto en Argentina como en Chile, que se aprestaron a recaudar fondos para disponer de sus propios acorazados tipo dreadnough, considerando acertadamente que uno solo de los nuevos acorazados brasileños era más poderoso que toda su flota reunida. Argentina tomó la delantera tras que la economía chilena se viese penalizada tanto por la caída en el mercado del nitrato como por el terrible terremoto que afectó a Valparaíso en 1906, mientras en 1908 el gobierno argentino ya había aprobado los fondos para la adquisición de dos dreadnoughts. Una delegación naval argentina recorrió Europa solicitando presupuestos para los buques requeridos, recibiendo ofertas de quinces astilleros de los cinco países capaces de construir este tipo de buques; Gran Bretaña, Estados Unidos, Alemania, Francia e Italia, pero todos los proyectos fueron rechazados, oficialmente debido a la aparición de los denominados “super-dreadnoughts” con la comisión del HMS Orion, mientras los países implicados en los diseños mostraban su enfado tanto por el tiempo y dinero destinados a los distintos proyectos presentados como por el temor a que Argentina pudiese revelar sus secretos de ingeniería naval. Finalmente el contrató se adjudicó a la empresa estadounidense Fore River Ship and Engine Company, que pudo ofrecer el precio más bajo, en parte por la disponibilidad de acero más barato, aunque los países europeos acusaron a EE.UU. de dumping y que el Departamento de Estado había influido decisivamente en la resolución adoptada. Quizá algo de ello había, pues como compensación Argentina ordenó la adquisición de una docena de destructores a astilleros británicos, franceses y germanos, pero en cualquier caso resultó la primera oportunidad perdida por Alemania.
Para 1910 Chile había conseguido los fondos necesarios para la adquisición de dos acorazados modernos, solicitando ofertas a diversos astilleros internacionales, aunque pocos se hacían ilusiones dada la estrecha unión existente entre este país y Gran Bretaña, desde que en 1830 los Oficiales de la Armada chilena se adiestraron en la Royal Navy, relación que se acrecentó cuando en 1911 una misión naval británica se instaló en Chile a petición de su gobierno. El acorazado USS Delaware visitó Valparaíso llevando los restos del Embajador chileno en EE.UU., mientras el crucero de batalla SMS von der Tann recalaba en Brasil y Argentina como muestra de su tecnología, pero sus esfuerzos resultaron inútiles y el diseño ofrecido por la empresa británica Armstrong Whitworth resultó el elegido. El primero de los buques, Almirante Latorre, estaba en construcción cuando estalló la Gran Guerra, y la Royal Navy llegó a un acuerdo con Chile para adquirirlo, siendo comisionado en Octubre de 1915 bajo el nombre HMS Canada. De este modo la Grand Fleet añadía a sus efectivos un poderoso acorazado armado con diez piezas de 356 mm, en una palpable demostración de las ventajas de disponer de un Imperio de ámbito mundial y las relaciones internacionales inherentes a esta condición. Pero existían muchos otros países interesados en disponer de dreadnoughts, y el Imperio Alemán estuvo presente en todos los proyectos, como veremos.
HMS Canada.