Juan Recalde escribió:Buenas tardes,
Continúo con la traducción del artículo, otro “tópico”…
6.- LA GUERRA DE TRINCHERAS, LA MÁS MORTÍFERA Y LA MÁS HORRIBLE
Las estadísticas son claras. Mientras que el número de “máquinas de matar”, particularmente el número de cañones y de ametralladoras, aumenta continuamente a lo largo de la guerra, las pérdidas mensuales no paran de … disminuir. En primer lugar, el fuego contribuye a reducir el fuego enemigo. Después, los soldados han cavado pozos y trincheras, a menudo espontáneamente desde que el frente se estabiliza, puesto que es el medio más evidente y el más eficaz para protegerse.
Buenas tardes.
Creo que esto no es un tópico, si no un error de confundir conceptos tácticos con estratégicos. Desde el punto de vista de la táctica la guerra de trincheras o de posiciones, que en esencia no fue más que la guerra de sitio a una escala enorme, claro que resulta menos mortífera que las batallas campales. Fue Alejandro Farnesio que dijo
"Dios me de cien años de guerra y ni un día de batalla."
Lo que resultaba mortífero no era el intercambio de disparos de una trinchera a otra, ni los duelos de artillería, si no las batallas para intentar romper el frente estático, y volver a la guerra de movimientos. La Gran Guerra ha quedado en la memoria como matanzas espantosas por ganar un palmo de terreno. Es la protección ofrecida por las trincheras la que hizo tan sangrientos los intentos de romper las líneas. Era un problema insoluble debido a la tecnología de la época en que la defensa resultaba mucho más fuerte que la ofensiva. Lo espantoso de la PGM no es el goteo constante de bajas en las trincheras, ni las matanzas de 1914, si no la futilidad de Verdún o la docena de batallas del Isonzo con millones gastados en material, centenares de miles de bajas, y ningún resultado decisivo salvo por el degaste.
Incluso cuando gradualmente se fueron desarrollando tácticas y nuevas armas para conseguir romper el frente continuo, y se contaba con la ventaja numérica para que la ofensiva no acabara en un avance limitado los costes eran enormes. Las ofensivas alemanas de 1918 pese a toda su brillantez táctica le costaron a los alemanes un millón de bajas y arruinaron su capacidad defensiva para poder mantener la resistencia. Igualmente, las ofensivas finales aliadas de los últimos Cien Días, a pesar de su superioridad material, numérica y el agotamiento de los alemanes por el bloqueo, resultaron muy costosas y los avances lentos y limitados. El problema es que no importa la contribución de las otras armas ni el desarrollo de tácticas, al final la infantería tiene que avanzar a pie por terreno batido por las ametralladoras y la artillería enemiga y franquear las alambradas para asaltar las posiciones enemigas. La aviación ayudaba pero estaba muy lejos de ser decisiva. Los tanques eran un principio de solución de este problema táctico, pero para ser completamente eficaces, necesitaban la cooperación de las otras armas. La infantería tenía que tener sus propios transportes acorazados, y la artillería también debía ser motorizada, idealmente también en vehículos acorazados. Las bajas en infantería del Ejército Rojo en sus ofensivas de la SGM, a pesar de su abrumadora superioridad en carros, cañones y aviones, demuestran que la mecanización debe ser completa para no sufrir elevadas bajas en la infantería.
Para 1918 ambos bandos habían desarrollado tácticas y material para romper el frente estático, pero como no tenían forma de explotar la ruptura, el frente se volvía a consolidar una vez que los atacantes dejaban atrás a su artillería, y las tropas que se retiraban por ferrocarril siempre podían hacerlo más rápido que los perseguidores que marchan a pie y a uña de caballo. Si no fuera por la debilidad alemana, el estancamiento habría continuado. Incluso con los medios mecanizados modernos y la aviación, en la SGM hubo numerosos frentes estáticos porque el atacante no podía progresar rápidamente o no conseguía la ruptura, como en Italia o Normandía.
Es una falsa paradoja que la guerra de movimientos sea más cruenta que la guerra de posiciones. Cuando los frentes están tranquilos es cierto, pero las bajas en las batallas de ruptura como el Somme o de desgaste como Verdún o la 3ª de Ypres fueron rara vez igualadas durante la Segunda Guerra Mundial, y nunca superadas a pesar de que el segundo conflicto fuera mucho más cruento globalmente.
La guerra de movimientos produce más bajas que la de posiciones debido a que por su propia naturaleza aumenta la frecuencia de los combates ya que las limitaciones logísticas y la necesidad de acumular municiones para el bombardeo limitaban la frecuencia de las ofensivas en la Gran Guerra, pero a largo plazo ahorra muchas más vidas y materiales porque llega a una decisión muchísimo más rápido que el agotamiento por desgaste, que es más incierto y dudoso porque los niveles de desgaste son parejos.
En suma, el frente continuo de la PGM es una aberración y una excepción en la historia de la guerra provocada porque la tecnología hizo que las capacidades de la defensa fueran muy superiores al poder de la ofensiva, y las fuerzas estuvieran tan equilibradas que no fue posible ni la maniobra, ni la concentración de una fuerza abrumadora para romper el estancamiento.
PD: Además, la comparación de las bajas de las batallas de movimiento de 1914 con las de las trincheras es tendenciosa, pues la táctica de la infantería apenas había progresado desde la Guerra Franco-Prusiana, y las ametralladoras y la artillería de tiro rápido hicieran que los avances de la infantería fueran aún más costosos en bajas que en 1870. Las matanzas de 1914 son el resultado de unas tácticas obsoletas y en gran parte todavía napoleónicas, confrontadas con un avance enorme en la letalidad de las armas. No se puede emplear esta anomalía dentro de una anomalía como fue la Gran Guerra, para decir que la guerra de trincheras no era tan mala.