Testimonios rusos de la batalla de Stalingrado

La Unión Soviética y aliados vs Alemania y sus aliados

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Paradise Lost

Testimonios rusos de la batalla de Stalingrado

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Hola a todos. Vuelvo a publicar este post, ya que por los problemas técnicos acaecidos hace poco, se habían suprimido.

La batalla de Stalingrado.
En la ciudad soviética de Volvogrado, antes llamada Stalingrado, murieron en la segunda guerra mundial más de un millón de personas. Muchos de esos cuerpos, aún no han sido recuperados, sino que yacen en la estepa rusa, sin tumba, entre chatarra.

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Monumento a las víctimas.

En la primavera del 2002, la profesora Galina Oreschkina, se dirige con sus alumnos a la estepa rusa, en las inmediaciones de Volvogrado, antes Stalingrado. Tienen la intención de encontrar algunos cuerpos.

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Hace mucho tiempo que los huesos yacen en la estepa.

Bajo la hierba de la estepa, se encuentra mucha chatarra y esqueletos pertenecientes a la gran batalla. Al fin, encuentran un hueso perteneciente a un caído. ¿Ruso o alemán? La muerte no hace distinciones. Entonces los chicos, Sergei y Tatjana, empiezan a cavar. Encuentran astillas de hueso, alambre y munición. Una vez encontraron la última voluntad de un moribundo: “Quien encuentre esta nota, que escriba a mi familia, porque habré caído en el campo de batalla”. “Una frase que nos llegó al alma”, dice Galina. Se encargan de acabar con la esperanza de poder encontrar aún a los seres queridos. Galina Oreschkina: “Para mí, los soldados caídos en batalla, no están muertos del todo. Veo sus ojos desaparecidos, oigo sus voces en el campo. Yacen aquí y nos esperan. Quieren un entierro decente”.

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"Quien encuentre esta nota..."

Sombras del pasado.
Stalingrado, su nombre resuena como la mayor batalla de la segunda guerra mundial. Cerca de un millón de soldados soviéticos, cayeron en la defensa de la ciudad. Hitler perdió su VI ejército. Cerca de 230.000 hombres fueron rodeados. La mayoría se desangraron en las ruinas, fueron heridos, o murieron de hambre o de frío.

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Tropas en Stalingrado.

Galina Oreschkina se ocupa de los cementerios de soldados alemanes. Tuvo que soportar fuertes desavenencias. Muchos rusos no querían que los soldados alemanes recibieran sepultura en tierra rusa. Hay heridas que no cicatrizan. También hay dolor del lado alemán. Tristeza por los camaradas caídos. Más de 20.000 cuerpos de soldados alemanes, descansan en estos cementerios, cuya tierra está teñida de sangre. En las placas hay 11.000 nombres.

Aún siento ese horror.
Marcha hacia Stalingrado. Verano de 1942. La lucha se endureció. La población civil fue como siempre, la que más sufrió. Stalin prohibió la evacuación de los civiles. Debido a los ataques aéreos, más de 40.000 personas murieron en una semana. Un soldado ruso escribe a su hermana en Stalingrado. Espera que la guerra no le alcance.

Nadeschna Mitjukowa a quien iba destinada la carta, vivió el bombardeo con 8 años. No ha olvidado a su hermana pequeña ni a tantos muertos. Nunca volvió a ver a su padre Michail. Lo peor eran los ataques sobre los barcos con refugiados. La sangre enrojecía el Volga, recuerda. Nadeschna Mitjukowa: “Caían muchas bombas. Los barcos se balanceaban de un lado a otro. El barco que iba delante nuestro, fue alcazado y explotó. Las personas se ahogaron. Aún sueño con ello. Sueño como se ahogan lentamente. Aún siento aquel horror.

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Nadeschna Mitjukowa.

Las pesadillas de los habitantes de Volvogrado: La lucha casa por casa. Una muerte cruel en ambos bandos, como rusos y alemanes aún no habían presenciado. Balkas, se llamaban las pequeñas grietas en el terreno. Estaban llenas de cadáveres. Eberhard Stephan, comandante de un regimiento: “Era horrible. Estaba siempre rodeado de cadáveres. Se habían congelado. Horrible. Cientos y cientos. Los Balkas estaban llenos”.

Reconstrucción a costa de sangre y sudor.
Volvogrado es una ciudad al lado del Volga, con un millón de habitantes, reconstruida con sangre y sudor. A causa de la batalla, pasó a la historia. La ciudad es un monumento conmemorativo a Stalin y la guerra de la patria.
“Ese terreno tan disputado, sobre todo la colina Malmajew, es para nosotros sagrado”, dice Nikolai Feodotow. Es presidente de la asociación de veteranos de Stalingrado. Está muy comprometido con la conservación de los cementerios alemanes. Nikolai Feodotow: “Estaba presente, cuando se daba sepultura a los restos de algún joven soldado, cuando su cuerpo era enterrado. A veces vienen los familiares de los caídos. Han perdido a un ser querido. Eran jóvenes. No sabían con que finalidad lo hacían. Obedecían los órdenes de Hitler.”

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Nikolai Feodotow.

Consuelo para el alma rusa.
El melancólico “Träumerei” de Schumann suena en la sala. Fuera hay un cementerio con 35.000 caídos por la madre patria. La tragedia convertida en piedra, consuelo para el alma rusa. En un extremo, prospera una tienda con recuerdos: Cascos antiguos y armas viejas se ofrecen como souvenir. El museo de guerra también ha cambiado. Hay nuevas fotos y uniformes en la exposición.

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La exposición se renueva.

En medio de la devoción a los héroes soviéticos, los soldados alemanes también tiene una cara. Ya no son como antes, una horda fascista. Se concentran y exhiben cartas de soldados alemanes. Cartas que nunca llegaron. “Querida esposa y queridos hijos”, escribe un soldado. La última noticia que tuvieron de él sus seres queridos.

El museo tiene grandes problemas financieros. Incluso en el 2002, el año de la conmemoración del 60 aniversario del ataque a la ciudad, el director del museo se quejaba. Con la economía de Volvogrado todo va cuesta arriba. Una ciudad en decadencia con un gobierno comunista. El pasado tiene fuerza. Monumentos, estelas, cementerios por todas partes. En el centro de la ciudad: escolares con uniformes. Cada 20 minutos cambio de guardia. Son los mejores de la clase. Por eso pueden desfilar delante del monumento, y la guardia tiene armas históricas. Bajo el mandato de Gorbatschow se abolió, bajo el de Putin se volvió a introducir. Reflexiones sobre el pasado, sobre la victoria del invasor alemán.

El pasado tiene fuerza.
Piojosos, delgados, enfermos y golpeados, 110.000 soldados alemanes acabaron en el cautiverio. Sólo 5.000 de ellos volvieron a ver Alemania. Nadeschda Mitjukowa tampoco puede olvidar esas imágenes, recuerdos de infancia. Nadeschda Mitjukowa: “Vi a los prisioneros alemanes. Tenían una pinta muy mala, estaban hambrientos y no tenían ropa de invierno a pesar de que hacía mucho frío. Me dieron much lástima, a pesar de todo. No les odiaba. Les tenía compasión, ya que también eran personas.”

Nadeschda Mitjukowa es una de las que reconstruyeron la ciudad. Fue profesora de alemán. Nadeschda es presidenta del club “Niños de la ciudad de los héroes de Stalingrado”, y recopila las historias de los niños que sufrieron el ataque.

Los alumnos de Galina Oreschkina han estado todo el día removiendo la tierra de la estepa de Rossoschka y han encontrado un montón de cosas. Está oscureciendo. Durante el camino de vuelta cantan una canción de la guerra, sobre soldados caídos. Las sombras de Stalingrado cubren aún a los jóvenes de Volvogrado.

Fuente: ZDF Politik und Zeitgeschehen

Saludos


Paradise Lost

Testimonios rusos de la batalla de Stalingrado (II)

Mensaje por Paradise Lost »

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RAÏSSA GALTXENKO
Artillera antiaérea
Al otro lado del Volga no hay tierra para nosotros. Ya sabíamos que ni atravesaríamos el Volga, ni nos retiraríamos. No hay falta que nos convencieran. Sabíamos que debía ser así. Defendíamos nuestro país, y lo más importante, nuestra ciudad.



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NIKOLAI ORLOV
Habitante de Stalingrado por entonces
Era una ciudad bonita. En el centro había edificios de diversas plantas y en las afueras había casas unifamiliares. Estaban muy bien cuidadas y la ciudad era muy verde. En aquella ciudad encontraba todo lo que quería. La oportunidad de aprender, de recuperar la salud y de pescar, porque el Volga era muy rico en peces.

Lo recuerdo claramente. Era un domingo por la tarde. El 23 de agosto, exactamente a las 4 y 8 minutos. Se oyó un terrible estruendo procedente del lado izquierdo del Volga. Eran formaciones de aviones. Al principio pensábamos que eran maniobras de nuestra aviación Pero de repente, oímos los silbidos y empezaron las explosiones.

Todo se derrumbaba delante de nuestros ojos. Yo vivía en la ribera del Volga, a un kilómetro del centro de la ciudad. Bombardeaban la mayor parte de la ciudad y cuando empezaron las explosiones pensé que había llegado mi hora, que no había escapatoria, que nos esperaba una época nueva y terrible.



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BORIS STEPANOV
Habitante de Stalingrado por entonces
Vi pasar unos hombres, con muy buena pinta. Parecían atletas olímpicos. Caminaban de pie y no tenían cuernos como el demonio. Tenían buena planta y eran simpáticos.



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ALEKSANDR RAKIZIDI
Soldado del ejército rojo
Los más fuertes de nosotros, podían lanzar las granadas contra los edificios hasta 10 ó 15 metros de altura. Cuando las granadas habían explotado, los alemanes abrían fuego y tenían muy buena puntería.

El jefe de nuestra compañía que se llamaba Vavaikov nos dio una orden: “Mirad bien las habitaciones del primer piso. Primero intentad sacarlos de ahí con las granadas. Si saltan por las ventanas, los mataremos aquí abajo”. Pero eran muy testarudos y continuaban disparando. Les lanzamos una granada tras otra. Al final sólo quedaba un alemán que disparaba y no nos dejaba entrar. Entraron en acción los más atrevidos. Se acercaron sigilosamente al edificio y vimos como entraron por el patio. Entonces se hizo el silencio. Nos tocaba a nosotros. En casos como ése no hacíamos prisioneros. Nada de manos arriba. Pero es que los alemanes disparaban y les pagábamos con la misma moneda.



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LIDIA ARAZKAIA
Habitante de Stalingrado por entonces
Un día nuestro padre abrió la tapa de nuestra trinchera, y preguntó al vecino que viví en un agujero al lado del nuestro: “¿Estáis vivos? Salid”. Toda la zona estaba arrasada. No quedaba ni una casa en pie.

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Lidia por aquel entonces.

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El padre de Lidia.

Cuando mi padre abrió la tapa un francotirador lo vio. Entonces cayó al suelo. No pudo ni acabar la frase. Dijo:”¿Estáis vi...?” y la bala le alcanzó.



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GARIA TOTXOLOV
Francotirador en Stalingrado
El oficial de la compañía nos dijo: “Ni un paso atrás. Al otro lado del Volga, no tenemos adónde ir. Resistid hasta la muerte.”

La cosa fue así. Al cabo de tres día alguien me dijo: “Tú que tienes los ojos alargados tienes que saber disparar. Coge un rifle de francotirador”. Y cogí uno. Éramos cuatro y caminábamos por la orilla del Volga. Teníamos que disparar contra los aislantes de los palos de telégrafo. Yo acerté dos de tres, y los demás sólo uno cada uno. El segundo acerté tres, y los demás ni uno. El comandante me dijo: “Ahora ya eres un francotirador”.

¿Qué si veíamos a los alemanes como seres humanos? No. No tenía ningún problema en matarlos. Si veía un vehículo en movimiento, intentaba acertar al conductor. Apuntaba un poco más adelante. No veía al conductor, pero como el vehículo se paraba...

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Garia por aquel entonces.

Fuente: Documental "Stalingrad, der Angriff" (Guido Knopp), ZDF.

Saludos
Paradise Lost

Testimonios rusos de la batalla de Stalingrado (III)

Mensaje por Paradise Lost »

Tras una extensa búsqueda, he encontrado más información sobre la familia Arazkaya, expuesta un poco más arriba.
Había colgado el testimonio de Lidia Arazkaya, cuyo padre fue abatido por un francotirador alemán.
Aquí teneis la foto para hacer un poco de memoria:

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Lidia Arazkaya

Pues bien, su hermana mayor Anna, que por entonces contaba con 21 años, escribió un diario que hoy en día ha sido publicado y del que que a continuación os traduzco algunos pasajes. Ésta es la primera parte:


ESTÁBAMOS MUERTOS DE MIEDO (I parte).
Diario de Stalingrado.

Anna Arazkaja tenía 21 años cuando empezó el ataque a Stalingrado. Su familia fue bombardeada e intentó, como muchos otros, en un agujero en el suelo, sobrevivir al horror. Anna escribió sus espantosas vivencias en su diario, del cual reproducimos algunos extractos.

30 de agosto de 1942.
Hoy es domingo y permanecemos desde hace una semana a salvo en nuestro agujero. El 23 de agosto se lanzaron las bombas. En la calle hay un montón de ruinas y yacen los cadáveres de personas inocentes.

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La familia Arazkaja. Una de las pocas fotos, que Anna pudo salvar de la guerra.

4 de septiembre de 1942.
Estamos siendo bombardeados desde hace dos semanas, a pesar de que ya no hay nada que bombardear. Antes de que amaneciera, lanzaron bombas incendiarias en nuestra calle. Una cayó al lado de nuestra valla, y otra dio de lleno en la casita de Kudrjawzew, pero finalmente se pudo apagar. Los Wigiljanskijs se han quemado todos. Estábamos en un círculo de fuego, pero Dios nos ha salvado. Dios sea bendito. Oh Dios... ¿Sobreviviremos a todo esto? Tengo miedo. Por todas las calles hay barricadas y la verdadera pesadilla aún está por llegar. [...] No quiero morir sin haber vivido lo suficiente. Si sobrevivo a esto nunca olvidaré el año 1942 y tampoco este agujero.

20 de septiembre de 1942.
Hoy es día 20. Nosotros y el mes de septiembre no hemos podido salir a rastras de este agujero. El día 23 hará un mes que somos bombardeados incesantemente. He vivido entre toda clase de miedo y dolor. No sé como una persona puede sobrevivir a todo esto. Raja Zwetkowa ha muerto al pisar una mina. Estamos muertos de miedo. Si Dios nos concediera el milagro de salir vivos... [..]

14 de noviembre de 1942.
He perdido al hombre más valioso de mi vida para siempre... mi padre. Sus recuerdos salen a la superficie cada día, cada hora, cada minuto. ¡Que bien me sentía a su lado! ¿Adónde nos guiará ahora el destino sin él?
Un francotirador alemán lo ha matado. Me acuerdo de la tarde de hace un mes y medio. La tarde del 26 de septiembre era muy tranquila, era luna llena, y no había viento ni nubes de tormenta. Entonces llegó nuestro padre y dijo: “Salid del agujero y respirad algo de aire fresco”. Cogió en brazos a su querida Lidia, la pequeña. Nos sentamos alrededor suyo. Esa tarde nuestro padre estaba pensativo. Parecía como si sus ojos mirasen hacia un punto, en el Volga.

Nuestro padre dijo que todos, excepto Lidia, éramos lo suficientemente grandes para ayudarle, ya que pronto se expulsaría a los alemanes, y tendríamos que construir una casa nueva, mejor y más grande. Yo me sentía muy a gusto al lado de mi padre. Junto a él no tenía miedo a la guerra. Entonces nos llevó de nuevo al agujero para que nos durmiéramos y se ocupó de organizar un poco nuestro refugio.

A primera hora de la mañana del 27 de septiembre, nuestro padre nos despertó. Fuera estaba todo tranquilo, el sol de septiembre brillaba, el agua brillaba y resplandecía sin apenas movimiento, como si fuera un espejo. Parecía como si todo hubiera acabado y no hubiera guerra alguna. Nuestro padre encendió un fuego y empezó a cocinarnos papilla de sémola. En ese momento, llegaron corriendo Viktor y Patschik y la tranquilidad despareció. Intercambiaron un par de palabras y desaparecieron. Nuestro padre abrió la tapa del refugio y gritó a los vecinos: “Schura, sal afuera. ¿Estáis aún vi...?”. Su vida terminó en medio de esa palabra. Un disparó le alcanzó y nuestro padre empezó lentamente a desplomarse hacia las escaleras del refugio.

Todo sucedió en un momento. Parecía un sueño. Oí todo mientras aún estaba medio adormecida. Cuando la bala le alcanzó, abrí los ojos. Lo primero que vi fue a nuestro padre desplomarse sin ayuda, cubierto de sangre. Nuestra madre se quedó paralizada y no podía reaccionar, no podía moverse. Corrí hacia él, pero era demasiado tarde. Estaba muerto, aunque su pulso y su corazón aún latían. La sangre le salía a borbotones de su sien derecha. Intenté taponar la herida con mi dedo, pero sencillamente se hundió en el agujero de su cabeza, y la sangre continuó saliendo... saliendo...

Todos gritamos, y ese grito hizo acudir a Viktor. Permanecía de pie callado, y miraba a nuestro padre con los ojos desgarrados por el dolor. Por sus mejillas corrían las lágrimas y su cabello fue despeinado por unas balas, que seguramente provenías del mismo tirador. Silbaban sobre sus orejas y hombros, pero él permanecía allí inmóvil, como sino se diera cuenta de nada. Yo grité: “Corre Viktor, sal de ahí”. Entonces empezó un increíble tiroteo, pero ya no oímos nada más, porque cerramos la tapa del refugio, nos metimos en nuestro agujero y nos sumergimos en nuestra inconsolable pena.

Fuente: ZDF Politik und Zeitgeschehen

Saludos
Stalingrado!

Mensaje por Stalingrado! »

Como siempre paradise te las traes... Esos relatos son sumamente valiosos, vemos la cara de la moneda de parte rusa... osea siempre se ve la alemana o la de los soldados asesinados por los comisarios... aqui vemos al sovietico como ciudadano sufriendo la invasion..

Invasion doble se podria decir.. pues el PKKA invadia sus casa y la VVS su tranquilo cielo. Aparte de la Wehrmacht que invadia su pais.
Paradise Lost

Testimonios rusos IV: Anna Arazkaja (y II)

Mensaje por Paradise Lost »

Traducción de la segunda parte del extracto del diario de Anna Arazkaja, relatado anteriormente.

ESTÁBAMOS MUERTOS DE MIEDO (II parte).
Diario de Stalingrado.

Dónde se encontraba Víctor y que le había sucedido, no lo sabíamos, porque el seguía afuera y nosotros estábamos sentados en el refugio. Entonces vimos, mejor dicho, oímos la voz de Patschik. Miraba sorprendido a nuestro padre y sólo hacía que preguntar: “¿Ha matado alguien al tío Mischa?”. Se arrastró como un gato hasta nuestro refugio repitiendo una y otra vez: “Ponedle una vena apretada.”. Entonces se calló y un brazo asomó en el refugio. De un dedo goteaba sangre. También podíamos ver los pies, que calzaban los mismos zapatos que nuestro Víktor. Estaba claro que Víctor yacía muerto sobre la tapa del refugio. Nuestra desgracia era doble y diría que perdimos la razón.

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Anna, con su madre, en 1927.

Así estuvimos sentados con nuestro padre muerto, comiendo y durmiendo durante dos días. Ese día perdieron la vida muchas personas y nuestro padre fue el primero. Nuestros vecinos Vera y Jewdokija Pawlowna Sosnin fueron asesinados, y en las inmediaciones del refugio yacían muchos soldados rusos. No antes del segundo día por la tarde, llegó llorando silenciosamente nuestra tía Marussja y entonces escuchamos la voz de Viktor. No podíamos creerlo. Estaba vivo. Su mejor amigo, Patschik, era quien había muerto. Vino hacia nosotros, para llorar a nuestro padre. La tía Marussja lloraba tan silenciosamente que nadie podía oírla. Patschik era su único hijo.

Entonces sacamos el cadáver de nuestro padre del agujero. Al día siguiente, cuando ya había oscurecido, envolvimos en una sábana los cadáveres de Patschik y nuestro padre y los enterramos en el sótano de los Podleskows. Cada uno tomó una taza de harina, que aún teníamos en el refugio, y nos dirigimos al Volga. Cuando pasamos ante el agujero, pude ver los cadáveres de Vera y su madre, que aún nadie había podido enterrar. Me marche la última y empecé a marearme. Ya no tenía apenas fuerzas. Rodé como una piedra hacia el agujero porque ya no podía caminar, porque tenía las piernas muy débiles y me dolían. Cuando llegamos al Volga, bajamos hasta el agua porque teníamos la lengua seca y una sed insoportable. Bebimos ávidamente. En el agua, yacían incontables soldados...

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El padre de Anna con su hermano Viktor, 1927.

Hasta que llegamos al transbordador, soportamos fuego de artillería y un incesante bombardeo. Corrimos toda la noche. Teníamos que lanzarnos al suelo constantemente. Los incesantes disparos de los alemanes iluminaban la zona. Estaba claro como el día. Nos tirábamos al suelo y tan pronto como la luz desaparecía, corríamos de nuevo. Lidja, nuestra hermanita, lloraba todo el camino.

Enseguida llegaron los aviones alemanes. No sé cuantos eran, pero cayeron muchas bombas. Un bombardeo horrible. Las bombas caían delante, detrás, a un lado... y nuestra embarcación se tambaleaba como si en un segundo fuera a volcarse. Como si de un milagro se tratase, el experto capitán nos llevo heroicamente hasta la orilla. Alguien gritó la orden: “¡Dispersaos!”, y corrimos hacia el bosque. [...] Los valientes camilleros arrastraban a los heridos. Los aviones volaban muy bajo y podían vernos, pero aún así lanzaban sus bombas. [...] En el bosue, por fin pudimos estirarnos en el suelo. En el refugio era imposible hacerlo.

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La hermana de Anna, Lidja, en la actualidad.

20 de febrero de 1943.
Hurra! Hurra! Hurra! El tres de febrero Stalingrado ha sido liberado. Los alemanes han sido vencidos, y en la calle hay largas columnas de prisioneros. Era repugnante verlos: medio congelados, medio desnudos, sucios... Malditos monstruos, ¿qué habíais venido a hacer aquí? Les hubiera golpeado a todos. Quería vengar a mi padre, a mi tierra herida, a mi juventud perdida...

23 de marzo de 1943.
Es muy difícil vivir, una carga insoportable, porque perdimos nuestra casa. Lo perdimos todo, incluso a nuestro padre. [...] He conocido a un piloto y me ha llevado al baile. Pero aún no tengo pelo después de haber pasado el tifus, y me he puesto un invento en la cabeza, para disimular [...]

Anna Arazkaja sobrevivió a la guerra. Murió en 1996, a la edad de 75 años. Su diario se gurda hoy en día en el museo de Volvogrado, antes Stalingrado. En enero de 2003, se reprodujo un extracto de su diario por primera vez en nuestra web. Lidja Arazkaja, la hermana de Anna, nos concedió una entrevista para la trilogía del documental “Stalingrad”.

EL diario ha sido traducido del ruso por Inna Levandovitch.
Textos de Steffi Schöbel.


Para más información os recomiendo la trilogía del documental "Stalingrad (Der Angriff, der Kessel, der Untergang)" de Guido Knopp, donde aparece la entrevista de la hermana de Anna, Lidja, y muchas más testigos de la época.

Saludos
Guderian
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Parches

Mensaje por Guderian »

Paradise Lost :Bravo

Magnífico!

Saludos :dpm:
¡El tanque del comandante al frente, como guía a seguir! - Heinz-Wilhelm Guderian
josev

Mensaje por josev »

Tengo los pelos de punta,real como la vida misma.gracias por la aportacion
Obi

Mensaje por Obi »

Buena recopilación, hace tiempo que buscaba biografías de estas de civiles que sobrevivieron a la guerra
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Triton
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Mensaje por Triton »

Una gran idea el recuperarlos porque son muy buenos. :dpm:

Saludos.
........Y caminaré sin miedo por el valle de las sombras y la muerte y a nada temeré porque soy el mayor hijo de puta del valle.
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