Theodor Tolsdorff (1909-1978), conocido como el “León de Wilna” por sus hazañas en Rusia, fue el oficial de infantería más altamente condecorado del ejército alemán, y probablemente una de las carreras más espectaculares dentro de la Wehrmacht. Fue herido catorce veces y recibió la Cruz de Caballero de la Cruz de Hierro el 4 de diciembre de 1941, Cruz de Oro el 23 de agosto de 1942, Hojas de Roble el 15 de septiembre de 1943, Espadas el 18 de julio de 1944, y Diamantes el 18 de marzo de 1945. Cuando comenzó la guerra, si mis informaciones son correctas, era teniente en una compañía (14ª Compañía Panzerjäger) adscrita al 22º Regimiento Füsilier. Con esta compañía participó en la campaña polaca, donde obtuvo la Cruz de Hierro de segunda y primera clases y su ascenso a capitán. El 1 de enero de 1943 fue ascendido a mayor asumiendo el mando del 1º Batallón del 22º Regimiento Füsilier; el 1 de abril de 1944 fue promovido a teniente coronel y enviado como profesor a la Fahnenjunkerschule en Metz, cargo que sólo aguantó tres días, regresando nuevamente al Frente Oriental para hacerse cargo de su antiguo regimiento. Por su defensa de la ciudad de Wilna (de ahí su apodo de “León de Wilna”) recibió sus espadas el 18 de julio de 1944 y fue promovido a coronel. En agosto de 1944 se hizo cargo del mando de la 340ª División Volksgrenadier, combatiendo más tarde en las batallas de Aachen y en la contraofensiva de las Ardenas. El 30 de enero de 1945 fue ascendido a mayor general. Por su comportamiento en la defensa del Rin recibió los diamantes el 18 de marzo de 1945, promovido a teniente general y asignado al mando LXXXII Cuerpo de Ejército. En seis años había ascendido de teniente a teniente general con 35 años de edad (uno de los más jóvenes de la Wehrmacht). Se rindió al coronel Robert Sink en Austria el 7 de mayo de 1945. Murió el 1 de junio de 1978 en Wuppertal.
La fama de Tolsdorff no acabó, sin embargo, con la guerra. Años más tarde, en junio de 1954, fue llevado ante la justicia alemana en Traunstein, acusado de homicidio por haber ordenado la ejecución de un capitán del ejército y veterano de la IGM, Franz Xaver Holzhey. El juicio acaparó una gran atención de los medios de comunicación alemanes, muchísima más que la de los juicios anteriores de finales de 1940 y principios de 1950 contra los generales Balck, Hübner y Benthack. Este gran interés venía motivado por varias razones; primero, Tolsdorff era el oficial de infantería más condecorado del Heer, había sido herido 14 veces, y era un militar muy respetado. Segundo, Ernst von Salomon había inmortalizado al capitán Holzhey en “Der Fragebogen”, un best-seller de principios de 1950. En esta ficción, un oficial retirado que vivía en la villa bávara de Eisenärzt retiraba una señal de zona militar del frente de su casa, colocándola 20 metros más allá de de la carretera que pasaba por su casa. Observado por un oficial de las SS, era arrestado y ejecutado. Pero en la realidad la orden para ejecutarlo la dio Tolsdorff, y el capitán Holzhey había colocado una señal de la Cruz Roja en la vecindad de un hospital local. Tercero, en el juicio aparecieron como testigos el mariscal Albert Kesselring y el general de Infantería Friedrich Förtsch.
Contra todo pronóstico, el tribunal sentenció al teniente general Theodor Tolsdorff a una pena de tres años y medio de prisión por considerar que había actuado arbitraria y caprichosamente al no dar una oportunidad de explicarse al capitán Holzhey. La prensa reaccionó con acritud. El Kölner Stadtanzeiger comenzó su editorial diciendo que mientras que el tribunal había sido capaz de reconstruir la ejecución, “el ambiente de los primeros días de mayo de 1945 no puede ser recreado en un tribunal”. Un artículo del Süddeutsche Zeitung se preguntaba cómo nueve años más tarde el presidente del tribunal y “los satisfechos y bien alimentados miembros del jurado” podían evocar la atmósfera de los días finales, indicando que un tribunal civil no estaba en posición de juzgar las decisiones del mando militar de entonces. Mientras que el comunista Freies Volk babeaba: “Esta es la ‘democracia’ de Bonn, en la que se permite que un asesino de masas como Kesselring aparezca como testigo de la defensa en cada juicio de los generales fascistas”.
Las cosas no acabaron así para Tolsdorff, pues en septiembre de 1958 tuvo lugar la primera revisión del juicio de junio de 1954, que acabó con el sobreseimiento del caso por la Ley de Amnistía, pero que tuvo una segunda revisión nuevamente dos años más tarde, acabando finalmente en 1960 esta masoquista actitud del subconsciente alemán en una serie de juicios innecesarios contra uno de los militares más respetados de la Wehrmacht.
Saludos cordiales
José Luis
