Las guerras del siglo XVII entre españoles e ingleses se reprodujeron en el XVIII con motivo de la llegada de los Borbones al trono español. Los británicos, como ya sabemos, se opusieron a la llegada de la dinastía francesa al trono patrio y, aunque en 1714 se consiguió un 'acuerdo' satisfactorio para todas las partes, las hostilidades no tardaron en reanudarse. 

La razón fue la actuación del cardenal Alberoni. La nueva dinastía galvanizó, en aquel momento, los deseos de renovación y regeneración nacional después de la larga decadencia de los reinados de los Austrias menores. Alberoni, primer ministro de Felipe V desde los tiempos de matrimonio del monarca con Isabel de Farnesio, acometió junto a la esposa del rey, cada vez más disminuido por sus problemas mentales, una política de reafirmación de los intereses españoles en Italia, tanto en sentido de beneficiar los 'intereses nacionales' como de crear principados satélites donde pudieran reinar los hijos de la segunda esposa del monarca. 

Como las cosas no fueron mal (se ocupó Sicilia y Cerdeña) las potencias signatarias del tratado de Utrecht decidieron intervenir y en 1718 una flota británica, al mando del almirante Byng, atacó a la española del almirante Castañeta en Cabo Passero -sin declaración de guerra- y la destruyó. Alberoni planeó el contraataque: se podía llevar la guerra a la misma Gran Bretaña apoyando a los Estuardo, escoceses y alternativamente partidarios de la independencia de Escocia y aspirantes al trono inglés, aún no británico.
 
En 1715, Jacobo Estuardo protagonizó una rebelión fracasada contra los ingleses y en 1719 James Butler, duque de Ormonde, viajó a España para recabar apoyos para una nueva intentona: pidió a Alberoni 8.000 soldados y 15.000 mosquetes, que servirían de apoyo a una fuerza de 'Highlanders' escoceses. Al final se pudieron conseguir los mosquetes, pero sólo 5.000 soldados. 

El plan era que la fuerza española desembarcase en el noroeste de Inglaterra cuando el ejército inglés estuviera ocupado con los Highlanders. Estos tendrían también otro apoyo español por parte de un grupo menor, para hacer constar que contaban con apoyo internacional. En marzo de 1719partieron las dos flotas invasoras. La principal, de Cádiz al mando de Baltasar de Guevara. La dirigida a Escocia salió de Pasajes al mando de Pedro de Castro y el escocés Earl Mareschal. 

Sin embargo, la flota principal nunca llegó a su destino: el servicio de inteligencia inglés descubrió la conspiración y, combinado eso con una fuerte tormenta que desbarató la flota a la altura de Finisterre, la operación fue abortada. 

Pero el grupo dirigido a Escocia sí llegó a su destino: 307 hombres, en dos fragatas, que el 13 de abril de 1719 tomaron el castillo de Eilean Donan, fortaleza central del Clan McKenzie, donde almacenaron sus suministros y esperaron la llegada de los clanes jacobitas. 

Estos, en efecto, llegaron, pero se perdió un tiempo muy valioso por indecisión sobre el plan a seguir: algunos querían conquistar Inverness, la capital escocesa, ya que el momento parecía propicio. Otros pretendían esperar más refuerzos. 

En esas, se dio tiempo a que llegaran tres barcos ingleses que intimaron a la rendición del castillo, defendido por escasas fuerzas españolas, ya que el cuerpo principal se había desplazado hacia otra posición en el interior del continente al saberse ya que la flota principal no llegaría. Los defensores abrieron fuego contra los invasores, pero la artillería naval y la diferencia numérica fue insuperable. El castillo capituló y los defensores fueron hechos prisioneros. Eilan Road fue volado. No sería reconstruido hasta el siglo XX. 

Ya sin posibilidad de resguardarse en el castillo, el grueso de las fuerzas españolas y escocesas se retiraron al paraje de Glenshiel, en las cercanas montañas de Kintail, donde recibieron refuerzos, aunque escasos (entre ellos, un grupo mandado por el famoso Rob Roy McGregor). No pasaban sin embargo de quinientos hombres. Contra ellos se dirigió el general Wigthman con unos 1.200 hombres, ingleses y escoceses aliados. 

El combate final tuvo lugar el 10 de junio de 1719. Los españoles y escoceses se atrincheraron entre el río Shiel y una altura defendida por unos doscientos españoles e highlanders al mando del coronel Nicolás Bolaño. Los ingleses atacaron a las cinco (quizá tras tomar el té) y sus adversarios resistieron sus ataques durante tres horas, hasta que la artillería y la retirada de algunos clanes 'highlanders' hicieron imposible la resistencia. Los españoles se retiraron por un paraje que aun es conocido como "Belachna-na-Spainnteach" (paso de los españoles) pero, sin escapatoria real, decidieron rendirse. 

Los escoceses supervivientes se retiraron, ya que mientras los españoles serían tratados con respeto según las leyes de la guerra, para ellos la muerte era segura, al ser tratados como rebeldes. En efecto, los españoles fueron conducidos a Inverness para ser luego repatriados. Los ingleses tuvieron más de un centenar de bajas. 

Así acabo Glenshiel, una de las últimas batallas escocesas por su independencia, o más bien en este caso por ocupar el trono británico, si no la última, y que yo sepa la última vez que un ejército extranjero peleó en Gran Bretaña.
 
 
Epílogo
 
Esta operación o “aventura” debe enmarcarse en un período de “revanchismo español”, de rechazo del Tratado de Utrecht (1713) y de recuperación del prestigio internacional español, así como nuestros antiguos dominios, sobre todo en Italia, donde muy mucho contó la influencia de la reina consorte Isabel de Franesio y el cardenal Alberoni. 
De hecho, Alberoni es el artífice de esta "última invasión de Inglaterra", aprovechando el problema de la cuestión dinástica y guerra civil soterrada por la que pasaba Inglaterra por aquél entonces. Jorge I de Hannover había depuesto recientemente a Jacobo III Estuardo, último rey católico de Inglaterra, el cual contaba con un nutrido partido (los jacobitas) aunque muy dispersos por Inglaterra y, sobre todo, más cohesionado en Escocia. 

El ambicioso plan del cardenal Alberoni constaba de dos fases: 

Primera fase: El George Keith, décimo conde mariscal y simpatizante de la causa jacobita, se infiltraría en Escocia al mando de 300 infantes de marina españoles con el fin de levantar a los clanes del oeste contra los ingleses y tomar alguna plaza fuerte. Esta era una operación secundaria y de distracción, con el fin de que los ingleses llevaran más tropas y barcos hacia el norte, dejando más expuesto el sur de la isla. 

Segunda fase: Una vez conseguido esto, la flota principal de 27 naves y 7000 hombres a las órdenes de James Buttler, duque de Ormonde (antiguo capitán general del ejército británico, exiliado en España), desembarcarían en el suroeste de Inglaterra o Gales, donde los simpatizantes jacobitas eran abundantes. Junto con las tropas locales que se les unieran, el gran ejército resultante se dirigiría hacia el este para asediar y tomar Londres, deponer a Jorge y dejar el gobierno en manos de Jacobo. 

¿Por qué fracasó? 

- El factor metereólogico fue determinante, pues una gran tormenta a la altura de Finisterre dispersó y dañó la flota principal. En consecuencia se ordenó su regreso a los distintos puertos de la Península y abortar la misión principal. 

- España no gozaba de apoyos externos, de hecho estaba enfrentada a la Cuádruple Alianza (Francia, Gran Bretaña, Holanda y Austria) cuyo fin era mantener el “statu quo”de los acuerdos de Utrecht. El apoyo francés, hubiese sido determinante para el éxito de la empresa, por cercanía al Canal y por su flota y tropas. De hecho, con el tiempo el rey francés se convirtió en el mayor valedor de la causa jacobita. 

- Excesivamente ambicoso, se basaba mucho en que producido el desembarco habría un gran apoyo popular a favor de la causa jacobita. Sin embargo, como se comprobó hasta Culloden (1746) una tras otra revueltas jacobitas eran sofocadas. 

Lo paradójico es que la fuerza secundaria continuase, ciertamente por desconocer la suerte de la gran flota principal. Lo que está claro es que desde entonces la expedición se convirtió en una “huída hacia delante”, inacapaces de cumplir su misión y faltos de apoyos mayores externos e internos, al no sumarse Los highlanders en numero suficiente para realizar operaciones de gran calado.
 
Orden de Batalla en Glen Shiel 

1. Españoles y Jacobitas: 

- El grueso estaba constituido por: 

• Un regimiento español, que contaba aproximadamente 200 soldados, bajo su Coronel, Don Nicolás Bolaño. 
• El Clan Cameron de Lochiel con aproximadamente 150 hombres. 
• Aproximadamente 150 hombres de Lidcoat y otros 20 voluntarios. 
• Rob Roy (el de la novela de Sir Walter Scott y de la película) jefe de Clan MacGregor con 40 hombres. 
• El Clan MacKinnon con 50 hombres 

- A la izquierda: El Clan MacKenzie con 200 hombres de Lord Seaforth, y mandado por Sir John Mackenzie de Coul. El jefe de Clan MacKenzie, Lord Seaforth, en el lado de Friegan Ouran, contaba con otros 200 de sus mejores hombres. 

- A la derecha, Lord George Murray, el hijo del jefe de Clan Murray, se situó sobre una colina en la orilla sur del río Glen shiel, ocupadandolo con aproximadamente 150 hombres bajo el mando de Tullibardine en el centro, acompañado por Glendaruel 

- El General Mackintosh de Borlum estaba con el Coronel español. El jefe del Clan Keith, el Conde-Mariscal George Keith y el General rebelde Campbell estaban con Seaforth a la izquierda. 

2. El Ejército del Gobierno británico (Comandante en Jefe el General Joseph Wightman): 

- El ala derecha fue mandada por el Coronel Clayton y la componían: 

• 150 granaderos bajo el Major Milburn; del Regimiento de Montagu, mandado por Teniente Coronel Lawrence. 
• un destacamento de 50 hombres bajo Coronel Harrison. 
• el Regimiento holandés de Huffel, 
• Cuatro compañías de Arnerongen del Clan Fraser, Clan Ross y el Clan Sutherland. 
• En el flanco había 80 hombres del Clan MacKay conducidos por su jefe Lord Strathnaver , abanderado de los Mackay. 

- El ala izquierda , que fue desplegada en el lado del sur del río Glen shiel, consistió en: 

• el Regimiento de Clayton, mandado por Teniente-Coronel Reading 
• Con aproximadamente 100 hombres del Clan Munro en el flanco, mandados por George Munro de Culcairn. 

- Los dragones del gobierno y los cuatro morteros permanecieron detrás en el camino.