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Agustín Ramón Rodríguez González es uno de los historiadores navales más importantes de las últimas décadas. Miembro de la Real academia de la historia y autor de influyentes obras, ha recibido numerosos premios a lo largo de su carrera. 
 

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─ ¿Por qué decidió estudiar historia y qué le llevó a la historia naval?
 
Yo quise ser oficial de la Armada, pero tras un bachiller de ciencias y un año de preparación para la oposición de entrada, en el reconocimiento médico me diagnosticaron una sordera incipiente, pero progresiva, de origen genético, que me convertía en inútil. Como siempre me había gustado la Historia, especialmente la militar y la naval, la opción que me quedó fue hacer esa carrera, que fue todo un vuelco en mi vida.
 
Y luego la Historia naval me pareció además fascinante no solo por las batallas y los buques de cada época, sino por la complejidad y variedad que requiere para entender lo que sucede: desde la tecnología a la diplomacia, desde la economía a los propios marinos.
 
─ ¿Qué autores han tenido mayor influencia en su obra?
 
Como historiador, sin duda, don José María Jover Zamora, un gran maestro y una gran persona, y luego, en el plano naval, por supuesto Fernández Duro y su monumental obra, y luego, en temas más específicos, escritores como Luis de la Sierra por su amenidad, o Garrett Matingly, el de la “Armada Invencible” por su manera de encajar en las cuestiones navales y militares el ambiente de la época, mentalidades, diplomacia, etc. 
 
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José María Jover Zamora.
 
─ Sus trabajos abarcan épocas muy variadas. ¿Cuál es su favorita y por qué?
 
Realmente mis trabajos abarcan desde los descubrimientos hasta la guerra civil española de 1936-39, pero creo que los más novedosos y con mayor investigación por mi parte han sido los dedicados a la época de la Restauración y la guerra del 98, son con los que empecé, y el tema de mi tesina y tesis doctoral, y aún vuelvo sobre ellos, convencido de que todavía hay mucho que decir y mucho que investigar: desde los marinos inventores de la época, como Peral, González Hontoria, Villaamil, Bustamante, etc, a cuestiones diplomáticas, espionaje, episodios olvidados, etc, un poco en la línea de mi libro “Tramas ocultas de la guerra del 98”, que salió hace un año y todavía aporta cosas poco conocidas: como el peligro japonés sobre el Pacífico español, el espionaje en la guerra, operaciones planeadas pero que finalmente no se llevaron a cabo, etc.
 
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─ ¿Qué ha cambiado en el estudio de nuestra historia naval en las últimas décadas?
 
En que han surgido muchos autores, entre divulgación e investigación, que nos están permitiendo recuperar una historia poco y mal conocida, llena de tópicos simplificadores o erróneos y de “leyendas negras”. Hoy hay mucho más interés sobre esos temas y el lector aficionado tiene un mayor bagaje previo que hace veinte o treinta años, y es más crítico.
 
─ ¿En qué momento dejó España de ser una potencia naval? ¿Las Dunas, Trafalgar u otro?
 
Eso lo ha sido siempre, y lo seguirá siendo por nuestros intereses y situación geográfica. Ha habido épocas de declive y otras de protagonismo, como creo que ha pasado con todos los países con pasado naval.
 
Y ser una gran potencia naval no depende tanto de grandes batallas supuestamente decisivas como de procesos mucho más complejos. Después de Las Dunas España siguió siendo una potencia naval, no la primera, pero todavía muy importante, hasta que la decadencia del reinado de Carlos II la llevó a un mínimo, para resurgir con mucha fuerza en el XVIII. En cuanto a Trafalgar, la enorme crisis de la Armada se debió más a la crisis interna, de nuevo, y a la invasión napoleónica que a la misma batalla. En pleno reinado de Carlos III, con la toma inglesa de La Habana, se perdió el arsenal y muchos más navíos que en la célebre batalla, y sin embargo la Armada siguió pujante.
 
Mas duro fue el 98, pero es de anotar que apenas diez años después España se embarcaba en construir “dreadnoughts” antes que muchas potencias supuestamente más desarrolladas. Y si contamos solo los países que fueron capaces de construirlos en sus propios astilleros, veremos que la lista se hace muy corta.
 

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La Habana 1762.
 
─ ¿Es consciente la sociedad española de la trascendencia del mar y de los hombres que lo surcaron en nuestra historia? ¿Se dan en otros países los problemas que hay en el nuestro para consultar archivos?
 
Creo que no, incluso en nuestros símbolos, para la mayoría todavía es una sorpresa saber que la bandera fue la que dio Carlos III a su Real Armada, o que las columnas del Plus Ultra son una referencia a los descubrimientos y a la primera vuelta al mundo, con todo lo que eso supone.
Valoramos poco lo nuestro, y eso incumbe también al pasado, por eso nuestros archivos, pese a su enorme riqueza, no tienen la atención, presupuesto y personal que debieran. Luego llegan aquí investigadores extranjeros y literalmente alucinan con nuestra riqueza documental.
 
─ A su juicio, ¿cuáles han sido los marinos españoles más importantes?
 
Es difícil escoger, pero sin duda Álvaro de Bazán, Blas de Lezo y Casto Méndez Nuñez entre los luchadores, aparte de personas como Urdaneta y Elcano entre los grandes navegantes, Jorge Juan, Malaspina, Tofiño y tantos otros en el terreno de las ciencias, etc. Pero hay muchos más que merecen el recuerdo.
 

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─ ¿Actualmente cuál es el nivel de la armada española en el contexto internacional?
 
Creo que bastante mejor de lo que se piensa, aunque dados nuestra posición geográfica y nuestros intereses, sería necesaria una mayor atención. Pocos países están a nuestro nivel, como prueban los contratos para construir buques para Noruega, Australia y otros. ¿Cuántos países son capaces de construir portaaeronaves y fragatas modernas, ahora mismo favoritas para el concurso abierto por la US Navy? 
 
─ Entre sus obras, ¿de cuáles está más orgulloso? ¿Por qué motivos?
 
De mi tesis doctoral sobre la política naval de la Restauración, entre 1875 y 1898, especialmente porque dudaba mucho de mi capacidad para hacerla. Y también del libro sobre Trafalgar y el conflicto naval anglo-español del siglo XVIII, por ser una buena síntesis de un período muy largo y complejo.
 
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─ A lo largo de su carrera qué le ha generado más satisfacciones: ¿la investigación, la escritura o la enseñanza?
 
Cada una de ellas tiene sus satisfacciones y sus sinsabores. La investigación puede ser muy tediosa, pero disfruta uno mucho cuando descubre documentos importantes y clarificadores o cuando se te “cruzan”, o confirman y completan varios entre sí. La escritura vuelve a ser tediosa, pero tiene sus momentos, cuando crees haber acertado al exponer algo difícil de manera comprensible y amena y que ofrece algo nuevo al lector. Y en cuanto a la enseñanza, es un gozo convivir con jóvenes y suscitar su interés, y una frustración enorme cuando solo consigues aburrirles.
 
─ Tenemos el honor de contarlo entre los miembros de El Gran Capitán. ¿Le ha servido para ampliar sus conocimientos? ¿Puede un foro convertirse en una herramienta eficaz de divulgación?
 
El honor es el de tener tan buenos compañeros, aportando cada uno lo que sabe y puede sobre temas de lo más variados y atrayentes. Y por supuesto que me he enterado de muchas cosas que desconocía, o he vuelto a analizar hechos, datos y juicios que daba por supuestos, rectificando en unas ocasiones, y matizando o completando en otras.
 
Y claro que el foro “El Gran Capitán” es una magnífica herramienta de divulgación, de acceso a información, bibliografía, de opiniones y críticas.
 
─ ¿Qué le queda por hacer?
 
Acabo de corregir pruebas de un libro sobre las biografías de grandes marinos españoles poco recordados, del siglo XVI al XX, merecedores de que alguien los dé a conocer, y por si alguien se anima a realizar monografías más completas sobre ellos. Y también he entregado el borrador de otro sobre la guerra de los 30 años en el mar, también con la intención de reavivar el interés por el tema, actualizarlo y completarlo por otros investigadores.
 
Y ya estoy pensando en otros trabajos, pues como he dicho ya, la tarea es inmensa y además tengo la enorme suerte de disfrutar con ella.
 

 

La historia naval española da como para que decenas de historiadores trabajen durante decenas de años y todavía queden cuestiones por conocer o aclarar. Que por otra parte es algo propio de la historia: el pasado siempre guarda sorpresas, nuevas interpretaciones y nuevos análisis.