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La dinastía navarra de los años finales del siglo XV y comienzos del XVI, dados sus orígenes franceses, los Foix y los Albert, se encontraba en sus pretensiones más cercana a los monarcas franceses que a los monarcas de Castilla o Aragón. El rey Fernando II buscó acercar el Reino de Navarra hacia sus intereses (no debemos olvidar que su padre, Juan II de Aragón, había sido rey de Navarra) a través de su conocida política de alianzas matrimoniales, pero sin llegar a lograr un acercamiento con la casa reinante en Navarra.

Cuando la última reina de Navarra, Catalina, contrajo matrimonio con el francés Juan de Albert, Fernando II solicitó a la reina de Navarra la entrega de algunas fortalezas, como garantía de neutralidad del Reino de Navarra del reino en caso detener algún enfrentamiento bélico con Francia, ante lo cual los navarros prefirieron buscar apoyos en el rey de Francia Luis XII, con quien llegaron a firmar un tratado secreto, pronto conocido por Fernando II, tratado sobre el cual se pretextaba, por parte del monarca aragonés, que ambos estados preparaban una invasión de Castilla.

Ante estos hechos, Fernando II preparó en el año 1512 un ejército castellano al mando del duque de Alba, ocupando en julio de ese mismo año el Reino de Navarra, con escasas resistencias.

Al mismo tiempo Fernando II conseguía que el Papa Julio II, por medio de bulas, legalizara la ocupación castellana, al excomulgar a los reyes de Navarra, aunque la incorporación al Reino de Castilla, aun manteniendo muchas modalidades fiscales y jurídicas propias, plasmadas en un sistema foral, no sería definitiva hasta el año 1515; pero los objetivos de ocupar el pequeño Reino de Navarra tan deseado por Fernando II, no sólo por las motivaciones sentimentales, sino principalmente por las ventajas geográficas que le proporcionaba frente a su vecino francés, se habían visto cumplidos con extraordinaria rapidez y facilidad, para mayor satisfacción del monarca.

La guerra propiamente dicha resultó, como hemos apuntado, fácil y rápida para el ejército castellano, el cual comenzó sus operaciones el 21 de julio de 1512 y las finalizaría el 31 de agosto de ese mismo año.

La composición del ejército castellano era importante en comparación al pequeño territorio que iba a ocupar. El mando estaba a cargo del duque de Alba, quien llevaba como ayudantes a los capitanes de infantería Villalba y Rengifo, y la dirección de los cañones a cargo de Diego de Vera.

La tropa se componía de las siguientes unidades y número de gentes:
1.000 hombres de armas
2.500 caballos
6.000 infantes
20 piezas de artillería

y, citando nuevamente a Fernando Ruano, “amén de la flor de la nobleza de Castilla y Aragón”.

La guerra fue rápida y desde los primeros días de las operaciones la resistencia de los navarros cedió en su defensa “ante la presencia de las tropas aragonesas enviadas para reforzar al ejército invasor, tropas que Correa hace ascender a 3.000 infantes y 400 caballos, Cascante, Cintruénigo y Corella abatieron la bandera del de Albrit”.

Como se puede apreciar, la referencia de Fernando Ruano sobre el libro escrito por Luis Correa, indicándonos el número de infantes y caballos aragoneses que intervinieron en dicha guerra, resulta exagerada a la vista del Servicio de Gente de Armas recogido en el Registro de las Cortes de Aragón de 1512, como vamos a ver a continuación, compuesto entre todas las compañías por un total de 500 hombres.

Durante la celebración de las sesiones de las Cortes aragonesas del año 1512, se presentó a los cuatro brazos aragoneses una solicitud por parte de la reina, en representación de Fernando II, para su aprobación, la solicitud de un Servicio de Gente de Armas para participar, junto al ejército castellano, en la ocupación de Navarra, que tras las correspondientes deliberaciones se aprobó otorgar un Servicio de 500 jinetes por un periodo de tres años. El Servicio que se aprobó por las Cortes aragonesas tenía todavía todas las características de los ejércitos que se habían utilizado a lo largo de la Edad Media, cuando todavía no existían ejércitos permanentes, siendo un ejemplo de las unidades creadas por los señores o las ciudades, que hasta entonces eran el componente principal de los ejércitos.

El número de hombres se repartía de la siguiente manera:

- 200 hombres de armas con sus “pages” a caballo o en “caballo aca” [sic] o mula y con caballos encubertados y todas las armas blancas, según pertenece a los hombres de armas, y lanzas largas.
- 300 jinetes a la manera acostumbrada, con corazas y barberas, armaduras de brazos, “cupotes” (= capotes) y faldas.

Las condiciones establecidas por las Cortes aragonesas eran las siguientes, debían de ser naturales del Reino de Aragón y tenidos por tales por fuero o Acto de Corte, o bien estar domiciliados o tener su principal residencia en el Reino aragonés, por lo menos en los dos años anteriores a la solicitud del Servicio.

En lo referente a los capitanes de la tropa, si reúnen las condiciones arriba indicadas, pueden llevar en su compañía domésticos y servidores, con el sueldo a su cargo, los cuales debían de llevar a su servicio más de seis meses, lo que jurarían delante de los diputados del Reino.

Si el cupo de hombres de armas y jinetes no se llegaba a llenar con los naturales del Reino de Aragón, en las condiciones aprobadas por los diputados aragoneses se indica que, en primer lugar, se completaría con gente idónea para el servicio de Valencia o del Principado de Cataluña, y si tampoco se completaba la gente con los naturales citados, se podía recurrir, siempre que resulte adecuada, a gente de Castilla y de Navarra.

Los requisitos que se establecieron para las distintas tropas fueron los siguientes:

- Hombres de armas: caballo encubertados, armados con armas blancas y lanza de arma larga.
- Su paje: según conviene (sin mayores indicaciones).
- Jinetes: corazas, capacete y babera, quijotes, falda y armaduras de brazos y “demás condiciones requeridas”, las cuales no especifican.

Para un mejor conocimiento de la composición de las compañías que se prepararon, vamos a dar unas nociones sobre el tipo de armamento y la estructura de una lanza, en el periodo citado. En primer lugar exponemos lo que era el armamento y composición de un hombre de armas, el cual se componía de un caballo fuerte para poder soportar la armadura del jinete, la cual podía llegar a pesar hasta treinta kilogramos, si era completa, al formar parte dichas unidades de la caballería pesada; llevaba también un quartago o caballo de mediana alzada para el paje o para sustituir al caballo titular, en caso de ser muerto o herido el animal durante el combate.

El armamento defensivo lo componían el arnés o armadura completa, y la rodela (escudo redondo para la defensa del flanco derecho del jinete); el armamento ofensivo consistía en lanza de madera (generalmente de fresno) de grueso tamaño y larga, estoque pendiente del arzón, espada y una daga. El paje, a su vez, llevaba un lanzón corto y grueso.

Las compañías de caballos ligeros llevaban armas sin grebas, lanza más corta y ligera que la de los hombres de armas, la jineta, espada o maza de arzón y un solo caballo, al ser considerados como caballería ligera combatían normalmente desplegados.

Los hombres de armas “a la bastarda”, recibían dicha denominación por la silla de montar que usaban, la cual era una silla media entre la llamada de brida y la jineta.

Los capitanes que mandarían las nueve compañías recogidas en el cartel aprobado por las Cortes de Aragón formaban parte de la alta nobleza aragonesa, lo que daba una estructura señorial al ejército formado, incluido el arzobispo de Zaragoza, que además llevaba en su compañía el doble de hombres de armas que las restantes, el resto de los capitanes eran el conde de Fuentes, Jaime de Luna, el gobernador de Aragón, el conde de Belchite, Blasco de Alagón (señor de la baronía de Pina y conde de Sástago), el conde de Aranda, Francisco de Luna y Juan de Alagón (duque de Luna).

Las condiciones establecidas por las Cortes aragonesas para el pago y control de las compañías resultan bastante ambiguas en lo relativo al número de jinetes y hombres de armas que puede llevar cada capitán, mientras que en otros puntos son muy concretas y aportan datos sobre la composición de las unidades. Así, se especifica que en el salario cobrado por el capitán de cada compañía se incluye el gasto por el mantenimiento de espías y trompetas, trompetas que llevará “como conviene a su oficio y pertenece a su honra” y “otras cosas a ellos necesarias”, sin especificar cuales son dichas cosas.

Los capitanes también estaban obligados a servir personalmente mientras dure el Servicio aprobado, aunque en las muestras, servicios de pago, realizadas por los diputados del Reino de Aragón veremos que nunca están presentes los titulares de las compañías.

Sobre la organización de las compañías se establecieron diversas condiciones, indicando que si algún capitán quisiera llevar un mayor número de hombres, además de los asignados, estando incluida su lanza, pueda disminuir por cada hombre de armas de más que llevara a dos jinetes. Si querían llevar a más hombres de armas a la bastarda, estos no podrían exceder de un total de diez hombres, cambiando dos hombres armados a la bastarda por tres jinetes.

Una vez completadas las compañías por los capitanes, estas debían realizar en la ciudad de Zaragoza el juramento ante los Diputados del Reino de Aragón, juramento en el cual se establecieron, entre otras, las siguientes condiciones:

- Se debía realizar el homenaje (acto del juramento) con las armas y caballos que iban a utilizar “u otros tan buenos como los que fueran a utilizar”.
- Los hombres de armas, mientras durase el Servicio, no podían vender las armas ni los caballos.
- No podrán cambiar los animales que utilicen, salvo por otros igual de aptos o mejores, y siempre con licencia de su capitán.
- No se jugarán ni empeñaran el caballo ni las armas.
- El Servicio lo harían personalmente y no por un sustituto.

En el aspecto estrictamente militar se aprecian importantes contradicciones sobre lo publicado hasta el presente, y lo recogido en la documentación consultada. Lo primero que llama la atención es que la oblación, acto del juramento de las compañías ante los Diputados del Reino de Aragón, se realizó en la ciudad de Zaragoza el día 30 de octubre de 1512 (las presentaciones individuales de cada Compañía se habían realizado entre el 20 de octubre, el conde de Fuentes, y el día 27, Juan de Aragón), con gran presteza al tener el aviso desde la zaragozana ciudad de Ejea de los Caballeros de la entrada en el Reino de Aragón de tropas francesas, entrada que nunca se produjo, pero que motivo el rápido traslado de las compañías aragonesas a la zona, fronteriza con el Reino de Navarra, aprobándose también el pago a las compañías.

Pero al analizar las fechas observamos que las compañías aragonesas aportadas por el Reino se juntaron casi dos meses después de dar por finalizadas el rey Fernando II las operaciones militares en Navarra, tras la ocupación total del citado Reino, lo que no coincide con las constantes referencias sobre los varios miles de nobles aragoneses que participaron en la guerra de Navarra, lo cual no parece muy cierto a tenor de lo recogido en los registros de Cortes de Aragón de 1512, con los principales nobles aragoneses como capitanes de las compañías creadas para participar en la guerra, pudiendo darse una participación de otros nobles aragoneses, aunque de un estado nobiliar inferior, y siempre en un número escaso y a título particular, no encontrando una razón que justifique que en todos los estudios consultados se indique de presencia de importantes unidades de nobles aragoneses participando en la guerra.

Ya hemos citado como el día 30 de octubre las compañías aragoneses hicieron su presentación ante los Diputados del Reino, llegando a presentar un total de 486 hombres (30 bastardos, 194 hombres de armas, 73 jinetes a la bastarda y 174 jinetes por sí), más los nueve capitanes. Pocos días después las compañías se encontraban en la frontera de Aragón con Navarra, en el espacio comprendido entre la Ribera alta del Ebro y las Cinco Villas, con casi todas las compañías asentadas en la localidad de Sádaba, menos la de Jaime de Luna que se encontraba en Sangüesa, en total el Servicio lo componían 471 hombres, más los capitanes.

Gracias a algunas de las muestras, que las compañías debían de realizar ante los Diputados nominados para poder recibir el pago estipulados por las Cortes, conocemos el posterior despliegue de las compañías aragonesas, siempre en la misma zona antes indicada, que cubre todas la zona de las Bardenas y la posible entrada por los más norteños valles del Pirineo. La segunda muestra se realizó ante el Diputado Juan de Obón de Ariño entre los días 7 y 14 de marzo del año 1513, estando las compañías desplegadas en las localidades navarras de Tafalla (Arzobispo de Zaragoza), Sangüesa (conde de Belchite y conde de Aranda), Lumbier (Blasco de Alagón, Juan de Alagón y Francisco de Luna) y en la aragonesa de Sos del Rey Católico (Gobernador de Aragón, conde de Fuentes y Jaime de Luna), presentándose un total de 455 hombres entre todas las compañías (40 bastardos, 346 hombres de armas, 4 jinetes hombres de armas y 65 jinetes por sí), apreciándose una gran movilidad de los hombres incorporándose en las unidades de “hombres de armas”, quizás debido a ser el grupo que menos coste económico tenía para las personas que lo integraban el mantenimiento del equipo, sobre todo si tenemos presente que las compañías aragonesas no debieron de participar en ninguna acción militar, contrariamente a lo indicado en las fuentes bibliográficas.

La tercera muestra de la que se tiene una documentación más detallada, fue realizada ante el Diputado aragonés Spañol de Sos entre el día 5 y el 27 de agosto de 1513, estando repartida las compañías entre las localidades navarras de Lumbier (conde de Fuentes y conde de Belchite), Caseda (conde de Aranda y Jaime de Luna), Valtierra (Blasco de Alagón), Argüedas (Juan de Alagón) y Cabanillas (Francisco de Luna), y en las aragonesas de Sádaba (Gobernador de Aragón) y Magallón (Arzobispo de Zaragoza), sumando un total de hombres presentados a la muestra de 418 (42 bastardos, 309 hombres de armas, 6 jinetes hombres de armas y 61 jinetes por sí), casi cien hombres menos de los que debían de componer el Servicio aprobado por las Cortes aragonesas, pero a quienes se pagaron 286.800 sueldos jaqueses, por tres meses de servicio, que era el pago estipulado para las compañías completas.

Después del citado pago, en el Registro de las Cortes de Aragón de 1512 vienen recogidos y aprobados otros siete pagos realizados a las citadas compañías, en general realizados cada dos meses, finalizando el servicio en diciembre de 1514, cuando las compañías debieron de volver al Reino de Aragón y disueltas, coincidiendo con la anexión por el rey Fernando II del Reino de Navarra a Aragón, no debiendo considerar los aragoneses que su labor, más bien de tipo policial que militar, fuera ya necesaria y teniendo que hacerse cargo de su labor las autoridades castellanas, con el consiguiente ahorro que para las ciudades, que era de quienes se sacaba el dinero para pagar las compañías a base de cargar sisas (impuestos) sobre el pan y la carne.

Como último detalle, cabe indicar que, quizás debido a la falta de actividad militar de las compañías, en los actos de las muestras, donde los hombres debían de acudir con todo su equipo para poder recibir su sueldo, los Diputados apreciaron abundantes fraudes en los caballo, arneses, armas, etc., que presentaban los hombres, ante lo cual las Cortes de Aragón ordenaron que quienes entregasen a otras personas cualquier arma o pieza de las indicadas para la realización del Servicio, la persona que los recibiera los perdiera en el acto, salvo que “con aquellas armas y caballo haya de servir el dicho sueldo”, esto es, que entre a formar parte de alguna compañía.

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Mapa de la zona de actuación de las compañías aragonesas entre 1512 y 1514.


Bibliografía y fuentes:
Investigación e información, D. Leonardo Blanco Lalinde
Antonio Domínguez Ortiz, El Antiguo Régimen: Los reyes Católicos y los Austrias, Madrid, Alianza, 1973 (Historia de España Alfaguara, III).
Fernando Ruano Prieto, Anexión del Reino de Navarra por Fernando el Católico, Madrid, Viuda de Tello, 1899.
Luis Correa, Historia de la conquista de Navarra, Pamplona, 1843.
Manuel Gracia Rivas, La “invasión” de Aragón en 1591, Zaragoza, Diputación General de Aragón, 1992.
José Antonio Armillas Vicente, El ejército, Zaragoza, Ayuntamiento de Zaragoza, 1978 (Cuadernos de Zaragoza, 30).
Archivo de la Diputación Provincial de Zaragoza, ms. 104, Registro de las Cortes del año 1512.
Archivo Municipal de Zaragoza, Libros de Actos Comunes, n.º 15, Cuaderno de investigación de la gente de Zaragoza para la formación de Milicias hecho en 1494, 1512, 1516, 1558 a 1689.


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