8. Equipamiento.
 
8.1. Corazas.
 
Un tercio de los regimientos de coraceros estaban “acorazados” a finales de 1803, el segundo tercio estaba equipado para finales de 1804 y el último lo estuvo justo a tiempo para la campaña de 1805. 
 
La coraza de 1802 (conocida como “1er Modelo”) era básicamente la ya usada por el 8º de coraceros. Con el paso del tiempo se harían dos pequeñas modificaciones; la versión de 1806 (“2º Modelo”) tenía la parte inferior del pectoral más redondeada, mientras que la de 1809 (“3er Modelo”) era un poco más corta y tenía un perfil más pronunciado.
 
Las corazas de tropa de 1802 parece que pesaban 6,8 y 7,3 kg (venían en dos tallas); a ello habría que sumar el peso de otros elementos como el de las correas reforzadas de los hombros. Las versiones más pesadas de la coraza no pasarían en conjunto de los 8 kg.
 
La coraza francesa, como ya se ha mencionado, se componía de pectoral y espaldar. Aunque los franceses vieron la necesidad de protegerse también con espaldar, ésta parte era más ligera que la pieza frontal al estar “menos amenazada”. El pectoral adoptaba una característica forma, redondeada sobresaliendo ligeramente en forma de pico, lo que ayudaba a desviar los impactos. Para evitar los roces estaba forrado, sobresaliendo la tela escarlata de dicho forro.
 
La intención original era que las corazas pasaran unas rigurosas pruebas antes de ser admitidas para servicio. Dichas pruebas consistían en ser capaces de detener 3 balas (¿de pistola?) a 30 pasos. El número de descartes iniciales parece que fue tan elevado que los fabricantes lo consideraron inasumible. Entre la disyuntiva de pagar más por una coraza de mejor calidad o “descafeinar” las pruebas, se optó por esta última: se pasó a un único disparo y a algo más de distancia.
 
Algunos oficiales, los que se lo podían permitir, tendían a encargar corazas de mejor calidad y que solían llevar algún tipo de adorno en el extremo de la coraza (en torno a la línea de los remaches), así como unas correas más vistosas. Cuando en 1809 se detectó que varios oficiales prescindieron de sus corazas por el calor, fueron castigados con entre otras cosas a usar corazas de tropa.
 
No sería hasta 1807, tras Eylau y Friedland, en que se dictara la orden para que los generales de las brigadas y divisiones de coraceros, así como los oficiales de dichas unidades asignados a funciones de “estado mayor”, estuvieran también obligados a portar coraza. El propio Napoleón encargó para sí mismo y para su jefe de estado mayor; Berthier sendas corazas; sin embargo una vez que se la probó el emperador la descartó probablemente por considerar que le daba un aspecto ridículo. 
 
La coraza que recibieron los carabineros era la del “3er Modelo”, pero modificada para darle un costoso lucimiento que permitiera a estos distinguirse claramente de los coraceros. Dicha coraza estaba recubierta de una vistosa y fina capa de latón. Las correas de los hombros eran de cuero con guarniciones de cobre, y la tela del forro era azul. 
Los oficiales de carabineros usaban una coraza con capa de cobre en vez de latón, y normalmente este adoptaba un tono rojizo para hacerlo más característico.

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Bucquoy. Coracero del 5º Regimiento, sosteniendo el pectoral y con el espaldar puesto, 1805. 
 

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E. Detaille. Oficial superior del 7º de Coraceros, su coraza tiene una decoración típica en base a un patrón de hojas grabado en el borde.
 
 
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Reconstrucción del modelo de coraza y casco, fabricados para Napoleón.
 
 

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S. Latin. Carabineros en coraza: un oficial protege a un soldado caído.
 
 

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L. Rousselot. Ejemplares de corazas y cascos. Corazas: 11, 1er modelo (1804-1809); 12, oficial superior (1804-1809); 12, 3er modelo (1809-1815). Cascos: 7, casco de tropa (1804-1806); 8, 9 y 10, cascos de oficiales, el último de ellos del tipo “Minerva".

 

 

 

8.2. Cascos.
 
En consonancia con cierta “moda” dieciochesca, la caballería pesada francesa -incluidos coraceros como los del 8º de “cavalerie”- se habían encontrado sus cabezas protegidas no por cascos sino por tricornios dotados de refuerzos metálicos (en forma de cruz); y eso a pesar de que los dragones contaban con cascos. Ya en 1798 se había planteado la necesidad de dotar a la caballería pesada con cascos pero hubo que esperar a 1801, al final de la guerra.
 
El coronel Merlin del 8º, consiguió en 1801 que el Ejército del Rin encargara cascos para su unidad, y al parecer fue responsable del diseño. El 1º de coraceros se vio obligado a adoptar el mismo diseño, a pesar de que a su comandante no le gustaron demasiado.
 
El casco de coraceros estaba basado en el de los dragones: un casquete ligero de hierro dotado de visor y rematado por una cimera de latón. Al casco le daban su espectacularidad, la banda de cuero recubierta de piel sobre el visor (turbante), la pluma (escarlata para la tropa) en el lateral y los adornos de la cresta que incluían un penacho y una crin de caballo. El resultado era un casco espectacular pero por desgracia no ofrecía mucha protección frente a los sables enemigos. Además muchos jinetes encontraban molesta la larga crin.
 
El modelo de casco no estaba realmente estandarizado, encargando cada regimiento los suyos, por lo que se encontraban variaciones entre unos y otros. En 1811 se introdujo un modelo general que por un lado debía estandarizar el casco y por otro resultar algo más económico. El intento de hacerlo más barato derivó en un modelo de baja calidad, mas endeble e inestable (al ser menos sólida la sujeción de los diversos elementos). A la vista de sus defectos, las tropas intentaron conservar sus viejos cascos; prefiriendo su reparación en vez de su sustitución siempre que fuera posible.
 
El casco de los oficiales era en principio el mismo que el de la tropa, con ligeras variaciones en calidad y decoración para aquellos oficiales que se lo podían permitir. A partir de 1808 estas ligeras variaciones pasaron a ser más pronunciadas con la irrupción de una moda por cascos “al estilo Minerva”, con un perfil mucho prominente.
 
Los carabineros se distinguían inicialmente por sus morriones de piel, morriones que los señalaban como “los granaderos de la caballería”. Lamentablemente dichos morriones aunque impresionantes, carecían de un adecuado correaje para sujetarlos bajo la barbilla durante la carga, dando como resultado que muchos acababan en el suelo durante una batalla. Napoleón se alarmó al ver a carabineros con la cabeza desnuda y graves heridas en ella. En un principio se trabajó para dotar a los morriones de un mejor método de sujeción pero con la decisión de dotarles de coraza se prefirió que pasaran también a llevar casco. 
 
Al igual que con la coraza, darles el mismo casco que a los coraceros hubiera supuesto un insulto, así que el casco adoptó una espectacular forma inspirada en los cascos griegos, con un largo penacho escarlata en vez de la crin de caballo. Los cascos eran de cobre, teniendo una tonalidad amarilla los de la tropa y rojiza los de los oficiales.
 

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Casco de coraceros.
 
 

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Morrión de carabineros.
 
 

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L. Rousselot. Corazas y cascos de carabineros, la versión con tonos más rojizos es propia de oficiales aunque no todos la llevaban en ese tono.
 
 

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Diversos ejemplares de cascos de coraceros.
 
 

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J.O.B. (Jacques Onfroy de Breville). Coracero del 5º “en marcha”, 1812. Nótese el curioso recogido de la crin de caballo para evitar que se agite con el viento, asi como un más común uso de un protector para cubrir la pluma escarlata.

 

 

 

8.3. Espadas.
 
Como la mayoría de las caballerías pesadas (y dragones) de la época, coraceros y carabineros estaban equipados con algún tipo de espada de un sólo filo apta para para dar estocadas y no sólo para el tajo. Por ello los sables de dichas unidades eran o bien rectos o como mucho ligeramente curvados. Aunque en otros países el término sable sólo se usaba para sables curvos, los típicos de la caballería ligera, en el caso francés esta era un denominación más genérica. 
 
La gran ventaja de las estocadas era que eran más letales que los habituales golpes de tajo. El problema con los sables rectos es que cuando había una melé de caballería, lo normal era que no hubiera mucho espacio para tirar estocadas y la mayoría de los golpes fueran de tajo, movimiento además que salía de manera más natural a la mayoría de los combatientes, golpes que eran más eficaces si eran dados con un sable curvo.
 
El sable de caballería pesada (de 1784) fue considerado insatisfactorio, a la vista de los resultados de las guerras revolucionarias, por lo que los regimientos de coraceros estrenaron nueva espada a partir de 1801. 
 
Dicha espada era el sable “An IX” (año noveno), cuyo diseño estaba basado en el sable de 1786 distribuido a las elitistas unidades de las Guardias de Corps y Grenadiers à Cheval. El “An IX” era un sable de hoja recta y plana de un sólo filo, hoja que medía 97,45 cm y tenía un ancho de 28,7 cm a la altura de la parte central. La punta era del tipo “punta en lomo”.
 
Aunque considerada un buen arma, no dejaba de tener defectos que hicieron recomendable modificarla, para dar lugar al sable “An XI”. Una queja de los coraceros era que la hoja era demasiado pesada, así que en la nueva versión se aligeró al forjarla con acanaladuras. Otra queja era que en el modelo original la vaina era totalmente metálica por lo que las espadas tendían a desafilarse al ser envainadas; por ello se modificó la vaina reforzándola en general y poniendo guías de madera en el interior para evitar que se mellara. También se hicieron algunos arreglos en la empañadura para darle mayor sujeción a los elementos y un mejor agarre.
 
Aunque el sable “An XI” se empezó a producir, no fue aceptado oficialmente hasta que no se introdujo una ligera modificación en la empuñadura, de tal manera que las barras guarda-nudillos pasaran a unirse a la base del pomo. Por ello a veces se habla de un sable “An XIII”, aunque propiamente seguían siendo iguales al XI en lo básico. 
 
Los carabineros por su parte usaban o bien el sable “An IV” -versión modernizada del sable de 1777 de los “carabineros de Monsieur”- o bien una versión propia del “An IX” que se caracterizaba por tener 4 barras en la guarda en vez de 3. Cuando se les obligó a adoptar corazas, uno de los muchos signos de distinción que se les otorgó para contentarles por el mal trago, fue el de poder adoptar un nuevo sable, distinto a los coraceros, se trataba del sable ligeramente curvo con hoja “a la Montmorency” y una longitud de 97,5 cm. Este tipo de hoja, sería la que se generalizaría en toda la caballería francesa con el “modelo 1822”, con una versión para la caballería ligera y otra para la pesada.
 
A los oficiales, tanto de coraceros como de carabineros, se les autorizaba a tener versiones más ornamentadas de las espadas si se lo podían permitir; e incluso en algunos casos tenían libertad para elegir sables rectos o curvos según fuera su gusto.

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Sables “An XI” (arriba) y “An IX” (abajo).
 
 

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Sables de carabineros. Los carabineros tenían un gran aprecio al símbolo de la granada que lucían en las empuñaduras de sus primeros sables, llegando al extremo de al tener que cambiar de sables arrancarlo del sable viejo para soldarlo por su cuenta en el nuevo.
 
 

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D.A. Cueto. Coracero a la carga. La posición en que se esgrime el sable es incorrecta ya está muy elevado, cuando debería estar alzado pero inclinando la punta hacia abajo para después ejecutar el movimiento de estocada.
 
 

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P. Benigni. Carabinero montando guardia, sable “a la Montmorency” en mano; 1810-1812.
 
 

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Carabinero peleando en Borodino (1812), sable vs bayoneta. Para atacar a la infantería se consideraban más útiles las estocadas que los tajos.
 
 

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Waterloo (1815): combate entre el capitán Edward Kelly del 1º Life Guards y el coronel Habert del 4º de Coraceros. Kelly salió vencedor. Aunque no se ve muy bien, el coronel parece estar intentando hacer una parada con su sable.

 

 

 

8.4 Armas de fuego.
 
La caballería pesada de la época era en general bastante reluctante a ser equipada con carabinas o mosquetones de caballería. Desde su punto de vista, dichas armas estaban destinadas para o bien tropas que no confiaban en la carga con sable o bien para la labor escaramucear; y ambas cosas eran “impropias” de la caballería pesada. Al final la mayoría acababa aceptando la necesidad de que al menos una parte de los jinetes de cada escuadrón tuviera algún tipo de arma larga de fuego, aunque sólo fuera para servicio de los piquetes de vigilancia. Los coraceros se mostraron especialmente reacios a recibir armas largas, alegando razones de sobrepeso y la incomodidad de manejarlas con la coraza puesta. 
 
Tras la captura en 1805 de numerosas armas en el arsenal de Viena, hubo un intento de dotar con mosquetones austriacos a los coraceros pero éste quedó en nada. Napoleón lo dejó pasar por el momento, pero en su mente estaba presente lo ridículo que podía ser que una unidad de coraceros fuera sorprendida en sus acantonamientos, cada vez más comunes en territorio potencialmente hostil; o durante una marcha. Una pequeña fuerza hostil o simples rebeldes podían poner en jaque a toda una fuerza de coraceros, simplemente bloqueando un puente (sin vados próximos) o atrincherándose en un edificio.
 
De cara a 1812 se ordenó repartir 16.000 mosquetones de caballería a los coraceros/carabineros. 
 
Se trataba de mosquetones de los modelos “IX/XIII” (no había mucha diferencia entre ambos modelos). El “An IX” estaba basado en el antiguo modelo de caballería de 1777. Tenía una longitud de 1,145 m. y un peso de 3,289 kg. El calibre era 17,1 mm. Estaba dotado de una corta bayoneta de 0,487 m.
 
Los carabineros habían perdido sus armas largas al comienzo de las Guerras Revolucionarias, para cederlas a unidades más necesitada. Al comienzo de la época imperial fueron equipados con mosquetes de dragón de los modelos “An IX/XIII”. Dichas armas tenían 1,417 m. de longitud, 4,275 kg de peso y un calibre de 17,5 mm. Adicionalmente parece que también se llegaron emplear otras armas, como por ejemplo los mosquetes de artillería “An IX”, de 1,30 m. de longitud. Los mosquetes fueron retirados con su reconversión a caballería acorazada, recibiendo por tanto en 1812 las mismas armas que los coraceros.
 
Algo más populares que los mosquetones eran las pistolas, de las que el coracero debía portar dos. La realidad parece que era bastante diferente y no todos llevaban las pistolas reglamentarias. De hecho en el periodo 1805-1807, varias revistas sacaron a la luz que había regimientos de coraceros que ni siquiera tenían cartucheras, por lo que los que llevaran pistola parece que no esperaban tener que recargarlas en combate.
 
Hasta mediados del siglo XVIII no era raro que la caballería estuviera instruida para usar tanto la espada como la pistola en la carga; a pesar de la escasa eficacia de esta última. Federico el Grande tuvo que usar muñecos de paja para demostrar a sus jinetes que sus disparos de pistola rara vez daban en el blanco. 
 
Para algunos la pistola apenas era útil mas allá de servir para disparar a un caballo agonizante. Sin embargo la realidad es que podía sacar de un apuro en algún caso extremo. Es conocida la anécdota de que el gran duque Constantino se salvó en Austerlitz gracias a que consiguió herir con su pistola al caballo del feroz mameluco Mustaphá, mameluco que se supone lamentó públicamente no haber podido cortarle la cabeza al gran duque para ofrecérsela a Napoleón.
 
Bastante más relevante fue el uso que los coraceros dieron a sus pistolas en Dresde (1813). Un cuadro enemigo fue roto gracias a que la lluvia había “inutilizado” temporalmente los mosquetes de la infantería, mientras que los coraceros pudieron hacer uso de sus pistolas que al haber estado a resguardo -las pistoleras quedaban cubiertas por la piel que se ponía encima de la silla de montar- mantenían la pólvora seca.
 
Las pistolas de caballería eran de los modelos “An IX” y “An XIII”. Ambos modelos tenían el calibre 17,1 mm, y la misma longitud: 0,352 m. Sin embargo la XIII era algo más ligera que la IX: 1,269 kg frente a 1,29.

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Mosquetón de caballería “An IX”.
 
 

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Pistola “An XIII”.
 
 

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S. Latin. Un coracero (del 9º) descabalgado prepara su pistola, protegido por un trompeta. 1806-1807.
 
 

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W. Kossak. Coraceros durante la retirada de 1812.
 
 

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P. Benigni. Coracero en servicio de piquete con mosquetón y sin armadura, 1813.
 
 

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Carabineros, 1813-1814; uno de ellos con mosquetón a la espalda.