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Estandartes del kuro-sonae (“regimiento” negro). En torno a 1559 estaba bajo el mando de Tame Mototada, un general de confianza de los Hōjō que fue encargado de defender el estratégico castillo de Hirai.

 

Liderazgo.

 
Los clanes japoneses eran organizaciones feudales en las que eran frecuentes las disputas entre los miembros de la familia (sobre todo a la hora de la sucesión); así como también que los principales vasallos utilizaran su poder para interferir dentro del clan, rebelarse o incluso en ciertos casos llegar a suplantar a la familia principal. En ese sentido el clan Hōjō fue modélico ya que se libró de disputas internas de entidad. El hecho de comenzar desde “cero” (Sōun y sus seis samuráis) sin tener una “familia” de vasallos ya establecida, le permitió ir tomando medidas para evitar los problemas que a veces aquejaban a otros clanes. 
 
El estilo de liderazgo de los Hōjō, hizo hincapié en la “unidad familiar”. Las sucesiones se llevaron a cabo sin problemas, varias veces organizándose en vida del líder, el cual pasaba el testigo formal a su heredero pero seguía activo. Los (en otros clanes problemáticos) hermanos, se mostraron aquí leales y capaces, asignándoles los puestos de mayor responsabilidad y confianza. Así vemos de manera frecuente que las principales campañas o la defensa de fortalezas importantes están en manos de miembros de la familia; siendo algunos de ellos adoptivos, como el caso notable de Hōjō Tsunanari.
 
Junto a estos miembros de la familia, hay una serie de vasallos de confianza, a los que también recurrir. Aunque el sistema hōjō vigila que no cobren suficiente fuerza como para crear su propio “clan”; por ello no es extraño que entre ellos no surgieran grandes figuras (“generales de renombre”) ya que no se dio pié a ello. 
Lo normal era dividir o recolocar a los vasallos samuráis, con redistribuciones de tierras según se iban conquistando territorios. A los considerados más fiables se les asignaba a los castillos de la cambiante frontera pero con la prevención de que mantuvieran tierras en zonas interiores, tierras que perderían en caso de cambiarse de bando.
 
Una forma adicional que practicaron los Hōjō de obtener vasallos de confianza, fue la de ofrecer el status de samurái a aquellos “jefes de aldea” que se mostraban dispuestos y más o menos capaces.Zoom in (real dimensions: 692 x 450)
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Okabe Gonnodayu, samurái del hatamoto hōjō (guardia). Su emblema es un jabalí salvaje que luce en un sashimono que un asistente está retirando previo al combate.
 
El ejército de los Hōjō.
 
Como todo ejército samurái de la época, el kashindan (el grupo armado de seguidores) se componía de varios elementos. Por un lado estaba el contingente de tropas de la familia (Kamon-shu) y por otro el de los aliados (Takoku-shu); a esto se añadían las tropas que aportaban los samuráis propietarios de tierras. 
 
Los ashigarus (descontados un puñado de asistentes personales) que aportaban los diversos samuráis se agrupaban en unidades propias (con samuráis como oficiales), y su mando estaba centralizado. Además directamente al servicio del daimyō había una unidad de guardias de corps (hatamoto) que ejercían de guardaespaldas y mensajeros de confianza.
 
En 1559 el hatamoto de Hōjō Ujiyasu se componía de 120 guardias (sin contar con sus servidores/ asistentes). Los guardias eran samuráis con tierras que además de su propio servicio aportaban el de otros servidores que les correspondían según su valoración económica, aunque al tratarse de guerreros semi-profesionalizados lo normal era que el daimyō les pasara un estipendio para cubrir parte de sus gastos en seguidores. 
 
El tamaño del ejército movilizable por los hōjō se estima en unos 20.000 hombres en época de Ujiyasu, y de 50.000 hombres en 1590 (aunque a veces se dan cifras superiores). Dentro de la composición del ejército destacaba la presencia de los 5 regimientos (sonae) “de colores”, en concreto de los 5 “colores de la suerte”: Aka-sonae (regimiento rojo), Ki-sonae (regimiento amarillo), Ao-sonae (regimiento azul), Kuro-sonae (regimiento negro) y Shiro-sonae (regimiento blanco). El regimiento blanco estaba asociado a la armada hōjō, al menos en 1559.
 
Podemos hacernos una cierta idea de la composición del kashindan hōjō en base a varios registros:
1556. Guerreros “Inami” (442,4 kan). 56 hombres: 12 jinetes (samuráis), 44 hombres a pie.
1571. Okamoto Masahide (hatamoto) (59 kan). 17 hombres: 1 samurái a caballo, 4 samuráis a pie, 6 ashigarus con lanza, 2 ashigarus portaestandartes y 4 ashigarus más (probablemente asistentes/porteadores).
1572. Miyagi Shirobei no jo (284,8 kan). 35 hombres: 7 samuráis a caballo, 17 ashigarus con lanzas, 2 ashigarus con arcabuz, un ashigaru con arco, 3 ashigarus portaestandartes y 5 ashigarus más.
1581. Ikeda Sozaemon (¿? kan). 27 hombres: 7 samuráis a caballo, 12 ashigarus con lanza, un ashigaru con arcabuz, un ashigaru con arco y 6 ashigarus más.
1588. Inomata Kuninori (150 kan). 25 hombres: 1 samurái a caballo, 2 ashigarus con lanzas, 1 ashigaru con arcabuz, 1 ashigaru portaestandarte y 20 tiradores ashigaru (con arcabuz).
 
En el último caso (Kuninori) se refleja perfectamente la división entre los asistentes del samurái que permanecen junto a él (portando las lanzas y el arcabuz del samurái) y los ashigarus que se desligan del contingente personal para asignarlos a una unidad especializada. En los casos anteriores hay que asumir que 4-5 ashigarus permanecerán junto al samurái. Se da el caso registrado de un samurái hōjō valorado en 25 kan que únicamente aportaba su servicio (montado) y el de dos ashigarus que le acompañaban: uno con su lanza y el otro para llevar la bandera. Como se ve Masahide, miembro del hatamoto, aporta mayor nº de hombres en proporción al valor de sus tierras, por lo que probablemente recibía un estipendio aparte de las arcas del daimyō.
 
Acorde con la época, la caballería samurái no sería demasiada numerosa sobre el total, algo menor al 20%. En el caso de los Hōjō, la caballería no parece gozar de tanta fama como en sus vecinos los Takeda, probablemente por una falta de práctica en la organización de grandes unidades.
 
El punto fuerte de los Hōjō parece haber sido el uso de lanceros ashigaru, movilizados en grandes cantidades para “conquistar y asegurar” el terreno. El número de los tiradores no parece haber sido muy alto, según los registros que se conservan pero en muchos casos sólo se sabe el número de hombres a aportar y no su distribución. Para 1587 ya se ve una organización más avanzada con unidades de lanceros, arqueros y arcabuceros, siendo la presencia de unidades de arqueros mayor que en otros clanes que ya estaban más avanzados en la adopción masiva del teppo (arcabuz).
 
Los Hōjō se encontraban alejados de las rutas comerciales y los principales centros de producción de los teppo de origen portugués. Las crónicas hōjō hablan de que Sōun, recibió un teppo como regalo en 1510, pero este habría sido algún modelo de origen chino y probablemente quedó relegado a la categoría de curiosidad. Sus enemigos, los Takeda también iban en su día retrasados en la adopción del teppo, pero en 1559 los Uesugi ya recibieron la fórmula de la pólvora “bárbara” como regalo del shogun y parecen haber cobrado cierta ventaja sobre sus vecinos. Diez años más tarde, ya parece que los Hōjō usan de arcabuces en cierto número en la batalla de Mimasetoge.
 

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Representación del contingente del samurái Okamoto Masahide, miembro del hatamoto (Ritta Nakanishi). 
 

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Armadura hōjō. Se han conservado varios ejemplares con el emblema de los Hōjō, y parece que estos demandaban cierta uniformidad a los samuráis que aportaban seguidores a las unidades de tropas.
 

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Llamada a las armas en tierras hōjō, en torno a 1560 (Howard Gerrard). Los ashigarus son avisados de la inminencia de una campaña para que se preparen, recogen en casa sus armas (algunos elementos como armaduras y cierto tipo de armas permanecen almacenadas en el castillo) y continúan el trabajo con ellas a mano. Cuando se escucha la señal de asamblea o bien acuden rápidamente al castillo (si la señal es de urgencia) o bien pasan primero por casa para despedirse de la familia y vestirse con su mejor traje. Una vez en el castillo son registrados, y se les asignan las tareas que van a desempeñar.
 
Red de fortalezas.
 
El pilar de la estrategia defensiva de los Hōjō era su red de castillos, un elemento con el que ha quedado asociado para la posteridad. Una red que le fue muy útil en diversas situaciones, sobre todo cuando adoptaron una posición defensiva, pero que a la postre no pudo evitar su destrucción como clan. 
 
Normalmente la red de fortalezas, se componía de un castillo/fortaleza principal (honjō) y varios castillos satélite (shijō)). Según se fueron extendiendo sus dominios, los Hōjō establecieron en cada provincia de sus dominios un castillo principal, reforzado por un buen número de castillos satélite. Algunos castillos satélite podían ser de poca entidad, pero otros ocupaban zonas estratégicas como rutas de invasión o bien protegían importantes poblaciones; por lo que algunos llegaban a ser de un buen tamaño y acaban teniendo su propia subred de castillos satélite.
 
Dentro de estas redes de pequeños satélites, la función de muchos era mas un tema de servir como puestos avanzados, atalaya de comunicaciones y depósitos. Los Hōjō dedicaron especial esfuerzo al tema de las comunicaciones. Se valían de tradicionales hogueras para mandar señales, sobre todo por la noche, aunque también se podían usar distintos tipos de “combustibles” como por ejemplo excrementos secos de lobo para modificar el color del humo y mandar mensajes algo más complejos. Especialmente importante era que la red de castillos de costa diera aviso sobre incursiones navales. Asimismo los castillos para dar avisos a la zona circundante recurrían a campanas, en especial para dar la orden de recoger los suministros y acudir a la fortaleza, o bien el gran tambor taiko para dar el aviso de alarma a los guerreros de ponerse la armadura y estar prestos para el combate.
 
Los principales castillos estaban en manos de miembros de la familia o de vasallos de confianza, contando con una guarnición permanente que se reforzaría en tiempos de guerra movilizando a los samuráis-granjeros y los campesinos-ashigaru. Una labor fundamental era la de mantenimiento de los castillos, en la que tenían que participar los campesinos de la zona pero no sólo ellos. En 1587, un tifón dañó gravemente el castillo de Hachigata y su comandante: Hōjō Ujikuni ordenó que la reparación de los muros debía tener prioridad sobre la de las propias casas de los guerreros del castillo, y en el caso de aquellos samuráis que estaban fuera de campaña debían ser sus esposas (y criadas) las que colaboraran en las reparaciones. Tratándose de una tierra, azotada frecuentemente por tifones y terremotos, las labores de reparación en los castillos eran bastante frecuentes.
 
Otro aspecto importante era mantenerlos aprovisionados para caso de sitio, y las leyes hōjō eran bastante rigurosas prohibiendo el movimiento de alimentos en tiempos de campaña sin el correspondiente permiso oficial.
 

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Castillo yamajiro de Yamanaka (Peter Dennis). Yamanaka controlaba el estratégico paso a través de la barrera Hakone hacia Odawara.
 

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Odawara (Gentaro Kagawa), principal fortaleza hōjō y honjō por excelencia.
 
 

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Castillo de Shimoda (Gentaro Kagawa). Shimoda era la principal base naval hōjō
 
Tipos de castillos.
 
El primer castillo levantado por los Hōjō, fue el de Nirayama (Izu). Era un típico castillo de la época, del tipo yamajiro (“de montaña”). El yamajiro tenía una larga tradición, y en principio era el modelo favorito al inicio de la era Sengoku. Los yamajiro ofrecían una excelente visión del entorno, y eran menos vulnerables a los terremotos. Por contra estaban limitados por el relieve de la montaña, aunque en algunos casos se llevaron a cabo importantes labores para “esculpir” la propia montaña. 
 
Para trazar su contorno, Hōjō Sōun se sirvió del bastante simple método “nawabiri”: a lo largo de la montaña se usaron cuerdas estiradas y estacas para delimitar por donde irían los muros de tierra. Dichos muros se trataba de erigirlos verticalmente para dificultar el arraigo de vegetación; durante su construcción se solían utilizar paneles de madera para ayudar a darles forma. Encima de los muros se insertaban estructuras de madera como parapetos y torres. Al pié de los muros se abrían fosos, en algunos casos como el de Yamanaka (Izu) se usaban fosos shogi, con su peculiar forma ajedrezada. Dichos fosos dificultaban el ataque obligando a los atacantes a moverse a través o por encima de las secciones que cruzaban el foso, a la vez que se exponían al fuego de los defensores.
 
Las necesidades estratégicas de control del territorio y de mejorar las redes de comunicaciones, llevaron a que cada vez se diera más importancia a los castillos en terreno más o menos llano. Así tenemos que cobran importancia los hirayamajiro (montaña & llano), castillos que se situaban en una colina o zona elevada dentro de una planicie. Para compensar la falta de defensas naturales que ofrecía una montaña, dichos castillos hacían un uso más extensivo de fosos y murallas.
Odawara, considerada una de las fortalezas más importantes de Japón durante la época, era un hirayamajiro. Los Hōjō se dedicaron a ampliarlo y mejorar sus defensas. El castillo original se asentaba en una colina, y se fueron añadiendo con el tiempo diversos recintos fortificados para ampliar la superficie. Por el lado de la colina, había fosos secos, mientras que en el lado del llano eran húmedos.
No siempre se podía encontrar un terreno elevado apropiado, por lo que también existía el hirajiro (castillo en el llano); más difíciles de defender pero una necesidad para controlar ciertos enclaves de importancia económica y/o política. A partir de la década de 1540 se empezó a extender el uso de piedra para levantar muros, algo hasta entonces poco usado; lo que permitió construir ejemplares de hirajiro mejor defendibles (así como menos vulnerables a los terremotos).
 
La extensión de las nuevas técnicas constructivas fue de Oeste a Este, por lo que los Hōjō llegaron un poco tarde a estas novedades, aunque parecen haber tomado nota de los avances de cara a alguna de las últimas construcciones en la década de 1580; como por ejemplo en Hachiōji, aunque estuviera asentado en una montaña.
 
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Castillo yamajiro de Nirayama (Gentaro Kawaga).
 
 
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Castillo de Sakasai (Shimōsa), aunque situado sobre una leve altura y técnicamente considerado un hirayamajiro, en la práctica es casi más un hirajiro cuya principal defensa es el río y el foso húmedo.
 

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Restos de la muralla de piedra de Hachiochi, junto a un puente. El escalonamiento en terraza puede deberse a que los constructores hōjō todavía no estaban muy familiarizados con el levantamiento de muros de piedra.