A partir del siglo VI d.C. los vascones se convirtieron en un enemigo endémico para visigodos y francos, protagonizando periódicas expediciones de saqueo que tuvieron como escenarios principales el valle del Ebro y la Aquitania. Para muchos historiadores resulta difícil creer que la belicosidad de los vascones surgiera de la noche a la mañana y han tratado de encontrar precedentes de esas acciones. En ese sentido ha tenido mucha aceptación una hipótesis que identifica las depredaciones de los bagaudas que durante los años centrales del siglo V azotaron el valle del Ebro como incursiones de montañeses vascones. ¿En qué elementos se apoya esa teoría? ¿Son esos indicios suficientemente sólidos? A lo largo de las próximas páginas trataremos de presentar datos que permitan dar respuesta a esas cuestiones. Pero antes es necesario dar un repaso a las relaciones de los vascones con el dominador romano.


1.- LA INTEGRACIÓN DE LOS VASCONES EN EL DOMINIO ROMANO

Cuando las legiones romanas empiezan a actuar en el valle del Ebro a principios del siglo II a.C. los vascones se extendían por un territorio que, grosso modo, coincidía con el de la actual comunidad Navarra. Quedaría fuera del ámbito vascón toda la depresión vasca (las actuales provincias de Álava, Guipúzcoa y Vizcaya) que según el geógrafo griego Estrabón poblarían várdulos, caristios y autrigones. No queda claro si éstos son pueblos menores incluidos en la etnia de los vascones o se trata de gentes de estirpe indoeuropea. El hecho de que tradicionalmente los habitantes de la depresión hayan sido vasco-parlantes ha originado un debate historiográfico sobre si várdulos, caristios y autrigones tenían en época prerromana la misma lengua que los vascones o si sus territorios fueron objeto de una "vasconización" en tiempos mucho más recientes.

Parece probable que, en el momento en que comenzamos a disponer de fuentes escritas, el territorio de los vascones strictu sensu no alcanzara la línea del Ebro. Los autores clásicos narran con detalle las campañas mantenidas por las legiones en esa zona, nombrando los diferentes pueblos indígenas con que se van encontrando, y en más de cien años de operaciones en la zona los vascones no aparecen mencionados ni una sola vez. Sería de esperar que, si hubieran estado asentados a orillas del río, existiera alguna referencia a ellos. El silencio de las fuentes se entendería mejor si supusiéramos que su territorio en el siglo II a.C. se limitaba a las zonas montañosas de la región (el saltus) que quedaban en una posición excéntrica respecto de los ejes de avance de la conquista romana (el valle del Jalón y la cuenca del Duero).

Habrá que esperar a las Guerras Sertorianas para que los vascones hagan su primera aparición en la historia escrita, aunque en realidad esas primeras menciones solo hagan referencia a su territorio. Tito Livio escribe que en el año 76 a.C. las tropas de Sertorio, tras dejar atrás Calagurris, atraviesan el Vasconum agrum hasta llegar al territorio de los berones. El texto no permite discriminar con seguridad si ese "campo de los vascones" estaba situado en la margen derecha o izquierda del Ebro, pero sin duda estaba bañado por sus aguas. Si las tierras de los vascones se extendían hasta el río ¿por qué no habían sido mencionados anteriormente?

Salustio escribe que algo más tarde (invierno del 75-74 a.C.) Pompeyo se retiró hacia el territorio de los vascones para aprovisionar a su ejército, probablemente con trigo importado desde Aquitania. Se ha interpretado que este hecho refleja el apoyo de los vascones al bando senatorial (al menos en el aspecto logístico, ya que no se menciona una intervención militar directa). Esta toma de partido se verá reforzada cuando los vascones dediquen al general romano su principal ciudad, cambiando su nombre original por el de Pompaelo (Pamplona), la ciudad de Pompeyo. Con esta acción los vascones se ponían bajo el patronazgo de ese importante personaje.

La conquista romana tuvo un impacto demográfico y económico muy negativo en las poblaciones del área del medio y alto Ebro. En el año 194 a.C. el cónsul Marco Poncio Catón tomó la ciudad de Iacca (Jaca) capital de los iacetanos con la ayuda de sus tradicionales enemigos los suessetanos. A éstos (generalmente localizados en la comarca de Las Cinco Villas) les tocó el turno algo más tarde cuando su ciudad de Corbio fue tomada por el pretor Aulo Terencio Varrón siendo todos sus habitantes vendidos como esclavos (184 a.C.). En el año 187 a.C. el pretor Lucio Manlio Acidino derrota a una coalición de celtíberos cerca de Calagurris (Calahorra), ciudad que será conquistada por Pompeyo y Metelo tras un terrible asedio durante las Guerras Sertorianas (en el 72 a.C.). En el año 76 a.C. Sertorio destruye las cosechas de los buscaones, cascantinos y graccurritanos.

Si hemos de hacer caso al silencio de las fuentes los vascones no se vieron afectados por esas destrucciones. En realidad parece que fue más bien al contrario: las derrotas de sus pueblos vecinos pudieron repercutir en beneficio de los vascones. Las descripciones geográficas de época imperial incluyen dentro de su territorio localidades que anteriormente habían estado adscritas a otros pueblos. Ptolomeo de Alejandría, que escribe en el siglo II d.C., menciona como vasconas las ciudades Iacca, Calagurris, Gracurris (Alfaro), Cascantum (Cascante), Segia (Ejea de los Caballeros), Alavona (Alagón) y Ergavica (de localización desconocida pero que Tito Livio asignaba a los celtíberos). Para algunos historiadores modernos esos cambios se explicarían por una expansión de los vascones sobre territorios que antes habían pertenecido a los celtíberos (una franja de terreno al sur del Ebro, entre Calahorra y Logroño), a los suessetanos (las comarcas de Las Bárdenas y Cinco Villas) y a los iacetanos (La Canal).

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Territorios vascones a finales del siglo I d.C. Fuente: http://commons.wikimedia.org

Esta supuesta expansión vascona no se produciría de forma violenta (para lo que no hay ningún indicio), sino que se manifestaría como una espontánea y paulatina instalación de elementos vascones en las tierras vecinas esquilmadas y casi despobladas. Roma habría consentido y tal vez estimulado estos movimientos considerando que los vascones serían unos ocupantes menos problemáticos que los habitantes originales. Estas migraciones explicarían la presencia junto al Ebro del Vasconum agrum mencionado por Tito Livio en tiempos de las guerras contra Sertorio. El triunfo final en ese conflicto del partido senatorial daría un impulso definitivo a esa expansión que quedaría ratificada en la nueva organización administrativa romana que adjudicaba a los vascones, clientes de Pompeyo, muchas de las ciudades que habían militado en el bando sertoriano.

Las nuevas tierras incorporados al territorio vascón constituirán el ager vasconum (el campo o llano de los vascos) una comarca con particularidades geográficas, culturales y socio-económicas muy distintas a las del saltus vasconum (la montaña de los vascos). El saltus era un territorio montañoso y cubierto de bosques con una economía fundamentalmente ganadera y con escasos centros urbanos (Pompaelo sería la única ciudad importante). En este territorio la lengua, las costumbres y la organización social vasconas se mantendrían con pocas alteraciones durante todo el periodo romano. Por contra el ager era una comarca básicamente llana con una economía basada en una agricultura latifundista y que contaba con numerosas ciudades. La vasconización de ese territorio, tardía y superficial, cederá rápidamente ante la vitalidad del latín y la cultura romana. Como consecuencia el ager tendrá más en común con otras comarcas del valle del Ebro que con el saltus.

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El territorio vascón: el saltus y el ager. Fuente: http://www.tierravascona.info/

Cincuenta años después del fin de las Guerras Sertorianas Octavio Augusto dirigirá una serie de campañas encaminadas a liquidar los últimos núcleos de resistencia en el norte de Hispania. De nuevo no hay ni una sola mención de que los vascones fueran uno de los objetivos de esa guerra (de hecho fueron los ataques de los cántabros sobre sus vecinos los autrigones una de las causas aducidas por los romanos para desencadenar las hostilidades). En palabras de Javier Arce hubo un bellum asturicum y un bellum cantabrum, pero no un bellum vasconicum. Los vascones solo habían recibido beneficios de la conquista romana, ¿por qué deberían luchar contra sus benefactores? Además la administración romana era muy permisiva (la romanización es un concepto moderno) y no se obligaba a los pueblos sometidos a renunciar a su religión, sus costumbres ni sus modos de vida. Ni tan siquiera se trató de imponer el latín, siendo aceptada la validez legal de los documentos redactados en las lenguas indígenas.

Los vascones no solo no se enfrentaron a los romanos sino que proporcionaron material humano al ejército romano a lo largo de mucho tiempo. Hay bastantes testimonios de la presencia de individuos de origen vascón en las legiones. En los muros de la iglesia de Sta. Eulalia en Muez (Navarra) está empotrada la lápida sepulcral de un tal Aemilio Ordunetsi, veterano de la legión II Augusta. En Roma se encontró la lápida de Cayo Mario Emiliano, calagurritano que sirvió en la VIIII cohorte pretoriana. Otro calagurritano llamado Cayo Flavio Emiliano sirvió también en la capital imperial en la IX cohorte urbana. Conocemos las lápidas de otros dos calagurritanos que sirvieron en el ejército romano: el jinete Cayo Valerio Próculo de la turma adscrita a la legión XI Claudia y Cayo Sempronio Fido, tribuno augusticlavius en varias legiones. Octavio contó durante las guerras civiles con una guardia de calagurritanos y Galba reclutó un par de cohortes auxiliares vasconas (de las que se conoce la cohors II Vasconum civium Romanorum) que se destacaron luchando contra las fuerzas de Civilis durante la revuelta de los batavos. También existía una cohors I Vardulorum.

2.- LOS VASCONES DURANTE EL BAJO IMPERIO

Parecería por tanto que los vascones se habrían integrado en el Imperio Romano de manera pacífica, y sin embargo los historiadores Barbero y Vigil en los años 70 desarrollaron una teoría que defendía que la romanización de los pueblos del norte de Hispania habría sido muy superficial y sus territorios nunca habrían estado plenamente controlados por Roma. Cuando en el Bajo Imperio el poderío romano comenzase a flaquear esa falta de control afloraría en forma de incursiones de saqueo protagonizadas por montañeses vascones, cántabros y astures contra las comarcas vecinas. En las fuentes escritas no hay ni rastro de esas supuestas agresiones y las evidencias arqueológicas no ofrecen mucha más luz al respecto. La tesis de Barbero y Vigil se fundamentaba en dos documentos: la correspondencia entre Ausonio y Paulino de Nola en la que los habitantes del saltus vasconum aparecen caracterizados como bandidos y salvajes, y la Notitia Dignitatum que reporta la existencia de tropas limitatenses en el norte de Hispania.

Del periodo 389 a 394 d.C. datan una serie de cartas intercambiadas entre el aristócrata romano Paulino (que subirá a los altares como San Paulino de Nola) y su maestro el rétor y poeta Ausonio. Mientras que éste seguía viviendo en Burdigala (Burdeos), Paulino había abandonado su carrera política y abrazado el cristianismo, retirándose a Hispania después de casarse. Ausonio en sus cartas intenta convencer a su antiguo discípulo para que regrese a Burdigala, reprendiéndole por haberse ido a vivir en el saltus Vasconum, a cuyos habitantes retrata como bandidos (latrones), bárbaros de costumbres feroces y conducta inhumana que practican ritos paganos. Paulino responde: "Pero ¿por qué se me acusa de esto, si en realidad no he habitado allí, sino en una región bien diferente rodeada de esplendorosas ciudades? y aunque mi vida hubiera transcurrido en los límites de Vasconia ¿por qué no pensar que, al contrario, sus formas salvajes no se habrían transformado en mi propia forma de vida dejando de lado sus costumbres bárbaras?".

En base a estas frases se ha afirmado que los vascones habían permanecido poco romanizados y que a finales del siglo IV ya mostraban indicios de una creciente inquietud, sin tener en cuenta el carácter y las motivaciones de sus autores. Ausonio era un hombre extremadamente culto que presumía de ello, lo que hoy denominaríamos un snob. Su forma de escribir es artificiosa, y utiliza recursos y tópicos de la retórica romana. El ancestral prejuicio cultural romano que identifica mecánicamente a los habitantes de las áreas montañosas como pastores y, automáticamente, como bandidos, había acabado convirtiéndose en un cliché literario. Ausonio y Paulino (que replica a su maestro usando su mismo lenguaje) exageran el salvajismo de los vascones para reforzar su propia imagen de personas sofisticadas. Sin duda el ambiente cultural del saltus sería muy pobre respecto al de Burdigala (o al de las grandes ciudades hispanas), y sin duda algunos de sus habitantes complementarían sus ingresos dedicándose a asaltar a los viajeros que cruzaban los pasos entre Galia e Hispania, pero parece excesivo ver estos textos como prueba del belicismo de los vascones ya a finales del siglo IV.

Pero lo que si que parece probado es que los vascones del saltus permanecieron fieles a los antiguos ritos paganos. Además del testimonio de Paulino y Ausonio tenemos otros indicios como son el que no se conozca en la sede pamplonesa ningún obispo anterior a Liliolo (que acude en el 589 al III concilio de Toledo) o que todavía en la primera mitad del siglo VII San Amando, obispo misionero franco, se dedique a predicar el evangelio a los vascones. Por contra en las ciudades vasconas del valle del Ebro la nueva religión tuvo una rápida aceptación conociéndose por ejemplo una carta de mediados del siglo V que los honorati y possessores de Turiasso, Cascantum, Calagurris, Vereia y Virovesca escriben al Papa Hilario dando su apoyo al obispo Silvano de Calagurris. Esas diferencias religiosas ahondarán aún más la brecha que separaba a los habitantes del saltus de los del ager.

El segundo documento aportado como prueba de la inquietud de los vascones es la Notitia Dignitatum. Se trata de un documento que incluye una relación de las unidades militares desplegadas a lo largo del Imperio (distributio numerorum). La Notitia era un documento "vivo" que debía ir actualizándose según las unidades fueran trasladadas, creadas o disueltas y debido a la terrible crisis militar que afrontó el Imperio desde finales del siglo IV esas actualizaciones se fueron descuidando. El despliegue de los ejércitos orientales parece reflejar la situación de entorno al 395, mientras que las entradas correspondientes a los occidentales se fueron actualizando (mejor o peor) hasta el año 420. Las tropas de la frontera del Rhin ya no aparecen lo que respondería a la ruptura de ese limes por los bárbaros el año 406. Las unidades asignadas al comes de Britania aparecen duplicadas en otros ejércitos de maniobra lo que implicaría que, cuando en el 401 Estilicón retiró de la isla esas tropas, nadie actualizó esa parte de la Notitia.

En el capítulo XLII de la Notitia se enumera una serie de unidades militares desplegadas en el norte de Hispania (la legíon VII Gemina y 5 cohortes auxiliares). Como estas tropas eran limitatenses (por exclusión, ya que no se menciona que fueran comitatenses) Barbero y Vigil llegaron a la conclusión de que debían formar parte de una frontera militarizada (limes) frente a los cántabros, astures y vascones que, por consiguiente, no debían estar integrados en el Imperio. La argumentación es algo débil y se basa solo en la Notitia no existiendo ningún testimonio literario de operaciones militares contra estos pueblos desde el siglo I, pero ha tenido una gran aceptación siendo defendida por autoridades como Alberto Balil. Al menos en lo que respecta a los vascones la situación de los campamentos romanos no era la mejor para impedir sus incursiones: la unidad con una localización más oriental es la cohors I Gallicae, con base en Veleia (Iruña, cerca de Vitoria). Desde ese punto difícilmente podrían interceptarse ataques procedentes del saltus que tuvieran como objetivo el valle del Ebro.


Reconstrucción de la puerta sur de Veleia, base de la cohors I Gallicae. Fuente: http://www.veleia.com

El desarrollo de la arqueología en el norte de España ha demostrado que la romanización de esas tierras era mucho más fuerte de lo que se pensaba cuando se desarrolló la teoría del limes y autores más recientes como Javier Arce han ofrecido otras explicaciones para la presencia de esas tropas negando la existencia de la frontera. Arce aboga por separar el estatus y la función de esas unidades militares: su estatus de limitanei no implica necesariamente la existencia de un limes. Tomando en consideración el tipo de tropas que aparecen enumeradas en el capítulo XLII de la Notitia este autor propone que esas tropas hispanas pudieran estar destinadas a "una defensa marítima en retaguardia": guardarían los pasos montañosos de la Cordillera Cantábrica para impedir que grupos de piratas pudieran adentrarse tierra adentro (se tiene como precedente las incursiones piráticas de los francos que asolaron las costas hispanas a finales del siglo III hasta que fueron derrotados por el emperador Maximiano Hercúleo). En cualquier caso la teoría del limes tiene hoy día muy poca aceptación.

Fuera cual fuera su función esas unidades militares son exactamente las mismas que estaban de guarnición en la zona a finales del siglo I (únicamente el ala II Flavia Hispanorum civium Romanorum en Petavonium parece haber perdido en algún momento sus monturas convirtiéndose en la cohors II Flavia Pacatiana). Son por lo tanto reliquias del Alto Imperio, y su despliegue un fósil de 300 años de antigüedad. Unas unidades como esas debían estar muy por debajo en la lista de prioridades del ejército romano tardoimperial: los recursos disponibles se destinarían prioritariamente a los ejércitos comitatenses y a las fronteras, debiendo las unidades hispanas nutrirse de reclutas locales y autoabastecerse cultivando sus propias tierras. Cuando Estilicón en el año 401 vacía los ejércitos de Britania y del Rhin para proteger Italia es muy improbable que dejase en Hispania nada que valiera la pena. No hay rastro de la existencia de tropas regulares en Hispania cuando en el 408 el usurpador Constantino III invade la diócesis (excepto una dudosa referencia de Zósimo a unas "legiones lusitanas") y Dídimo y Veriniano se ven obligados a improvisar un ejército privado con los siervos de sus latifundios.

Curiosamente la única referencia clara a una fuerza militar (o paramilitar) estable en Hispania la encontraremos cuando el césar Constante (hijo de Constantino III) y su general Geroncio, dueños ya de la diócesis, decidan confiar la defensa de los pasos pirenaicos occidentales a sus propias tropas (recordemos que los vándalos, suevos y alanos llevaban ya algún tiempo saqueando Aquitania). Los hispanos se quejaron de esa medida pidiendo que la guarda de los pasos continuara estando confiada "a los rústicos que desde tiempos remotos ejercen una útil y fiel custodia". Arce concluye que estos rústicos solo podía ser saltuarii vascones, tropas irregulares encargadas de proteger los caminos y las zonas montañosas (generalmente frente a los propios latrones vascones mencionados por Paulino de Nola). De ser así resultaría que los vascones, no solo no eran una amenaza contra el poder romano en Hispania, si no que constituirían la única fuerza defensiva de la diócesis a principios del siglo V.

3.- LOS BAGAUDAS

Como es bien sabido será la traición de las tropas que habían sustituido a los "rústicos" que guardaban los pasos pirenaicos lo que permitirá la irrupción de vándalos, suevos y alanos en la diócesis hispana en el año 409. A partir de ese momento la península sufrirá durante años las depredaciones de los bárbaros. Pero no solo de los bárbaros, ya que a mediados del siglo V se suman a los saqueos aquellos a los que las fuentes denominan bagaudas.

El fenómeno bagaúdico, aunque aparece ahora por primera vez en Hispania, tiene precedentes en la Galia. Los bagaudas aparecen mencionados por primera vez en relación con la campaña llevada a cabo en el año 285 por Maximiano Hercúleo para restaurar el poder imperial en la Galia tras la terrible crisis militar de mediados del siglo III. La escasa información sobre este episodio proviene del panegírico de Maximiano que define la bagauda como un ejército de campesinos: "Campesinos sin experiencia adoptan apariencia militar: el labrador imitaba al infante, el pastor al jinete, y el rústico que saquea sus propias cosechas al enemigo bárbaro". Se trata por tanto de ciudadanos romanos, procedentes de áreas rurales, que toman las armas y actúan como un ejército... o como una banda guerrera. Probablemente naciera como una medida de autodefensa en las zonas más amenazadas por las incursiones bárbaras (Gallia Belgica) en un momento en el que las constantes usurpaciones y guerras civiles impedían al gobierno imperial garantizar su seguridad. La restauración imperial protagonizada por Diocleciano y Maximiano exigía la desaparición de esas fuerzas locales, que fueron aplastadas con facilidad por las legiones de este último.

Creo que es importante recalcar el carácter militar (o paramilitar) que caracteriza a la bagauda desde un primer momento. De hecho actualmente se tiende a aceptar como más probable que el propio nombre bagauda (que según Eutropio y Jerónimo era como ellos mismos se denominaban) tenga raíz céltica y signifique "guerrero" (sustantivo baga "guerra" más sufijo auda). La bagauda se comporta como una fuerza militar y los autores contemporáneos los ven como algo diferente a un simple grupo de bandidos. Los bagaudas dirigidos por líderes carismáticos (principem rebellionis se denomina a Tibatton) pueden llegar a realizar acciones espectaculares y bien planificadas.

Un buen ejemplo de esas acciones lo tenemos en el invierno del 407-408 cuando los bagaudas de los Alpes logran hacerse con el bagaje de un ejército imperial en retirada. El siguiente brote se centra en el Tractus Armoricanus (entre las desembocaduras del Sena y del Loira) donde operará entre los años 435 y 437 una bagauda liderada por un tal Tibatton. Algunos historiadores modernos interpretan los acontecimientos que tienen lugar en esa misma región entre los años 407 y 417 como una precuela de esa bagauda, aunque los autores contemporáneos no los califiquen así.

El hecho de que la bagauda gala del siglo V tenga como escenario regiones con un escaso tejido urbano (Armónica y los Alpes) ha llevado a autores como Chadwick y Dockés a relacionar el movimiento bagaúdico con la existencia de poblaciones poco romanizadas entre las que pervivirán intactas costumbres ancestrales y antiguos ritos paganos. Esas poblaciones podrían haber aprovechado la debilidad de la autoridad central (con un imperio golpeado por las invasiones y las usurpaciones) para sacudirse el yugo romano. En ese sentido se plantea que los bretones podrían haber asumido un papel preponderante en la bagauda armoricana. Estos razonamientos serán la base de la llamada "tesis nacionalista" que, como veremos, tendrá mucho peso en el estudio de la bagauda hispana.

Sin embargo es la llamada "tesis social" la que mayor aceptación ha tenido para explicar las causas de la bagauda del siglo V ¿Qué es lo que lleva a los campesinos a abandonar sus labores y levantarse en armas contra el poder imperial? El historiador E.A. Thompson es el primero en abordar el nacimiento de la bagauda desde una perspectiva marxista o de "lucha de clases". Los campesinos oprimidos por la creciente presión fiscal se verían forzados a poner sus tierras y sus personas en manos de los grandes propietarios convirtiéndose en colonos "libres solo de nombre". Los abusos de los possessores les llevará a tratar de recuperar su libertad levantándose contra ellos y contra el estado romano que los sostiene.

Con algunos matices el testimonio de los autores contemporáneos viene a confirmar la validez de algunos aspectos de la teoría social. Salviano de Marsella, que escribe De gubernatione Dei, en los años cuarenta del siglo V, fue testigo muy próximo de la bagauda gala. Salviano repite con insistencia que es el insoportable sistema fiscal lo que obliga a muchos romanos a convertirse en fugitivos (fugitivi) y buscar refugio en las territorios dominados por los bárbaros. El marsellés dice literalmente que "quienes no se refugian entre los bárbaros se ven obligados a actuar como ellos" (hi qui barbaros non confugiunt, barbari tamen esse coguntur). La pérdida de la provincia de África y de otros territorios reducirá mucho las posibilidades de recaudación y los exactores se verán obligados, para mantener el aparato estatal y el ejército, a redoblar las cargar impositiva de las provincias todavía controladas por el Imperio. Los nuevos impuestos afectarán solo a los más humildes ya que, como señala Salviano, los poderosos encontraban siempre el modo de esquivar la rapacidad de los recaudadores. Eso será la puntilla para muchos pequeños propietarios libres que, sin poder hacer frente al pago de los tributos, se verán obligados a malvender sus tierras y ponerse bajo la protección de algún poderoso. Otros preferirán conservar su libertad y se "echarán al monte", formándose así grupos de desesperados a los que se incorporarán colonos y esclavos huidos, ciudadanos arruinados, desertores del ejército y todo tipo descontentos que se enfrentarán al dilema de emigrar a las regiones dominadas por los bárbaros o organizarse a imitación de las bandas guerreras bárbaras y vivir del pillaje.

4.- LA BAGAUDA HISPANA

Muy poco después de finalizada la revuelta de Tibatton en la Galia tenemos noticias de un estallido bagaúdico en Hispania, diócesis que hasta ese momento se había visto libre de ese fenómeno. La única fuente de que disponemos para este episodio es el Cronicón escrito por Hidacio, ya que Isidoro de Sevilla en su Historia Suevorum copia casi exactamente lo escrito al respecto por el primero. Hidacio era obispo de Aquae Flaviae (Chaves, Portugal) y escribió una crónica histórica de su época que pretendía ser una continuación de las crónicas de San Jerónimo y San Eusebio. Gracias a él tenemos información sobre hechos de la Hispania del siglo V que de otro modo serían totalmente desconocidos. Y sin embargo para los historiadores modernos el Cronicón resulta algo frustrante ya que la información que proporciona es esquemática y puntual, carente de análisis, limitándose a presentar cronológicamente los acontecimientos que considera más importantes. Respecto a la bagauda hispana la obra de Hidacio contiene solo cinco breves apuntes, siendo sorprendente el gran debate historiográfico que han suscitado esas pocas frases. El obispo galaico no toma partido, no dice quienes forman parte de la bagauda ni que circunstancias les han llevado a unirse a ella, limitándose a enumerar las vicisitudes de un grupo armado. Los vascones no aparecen mencionados de forma expresa en ninguno de los cinco pasajes.

La primera mención a los bagaudas la encontramos en la entrada del Cronicón correspondiente al año 441: Asturius, dux utriusque militiae, ad Hispanias missus, Tarraconensium caedit multitudinem Bacaudarum (Chron.125). ("Asturio, duque de las dos milicias, es enviado a las Hispanias. En la Tarraconense mata a una multitud de bagaudas").

El texto no puede ser más escueto, pero ofrece algunas claves. En primer lugar localiza la actuación de la bagauda en la provincia Tarraconense (que englobaría grosso modo el valle del Ebro y los territorios circundantes). Nos indicaría además que la bagauda (que no tenemos noticias de cuando pudo haberse iniciado) había alcanzado unas proporciones preocupantes (los bagaudas son una multitud) que obligarán al gobierno imperial (es decir a Aecio) a enviar contra ella a Flavio Asturio, que no es precisamente un don nadie: el título de magister utriusque militiae (lo de dux debe ser un gazapo que Hidacio corregirá en la siguiente entrada) correspondía al comandante en jefe de las fuerzas imperiales occidentales, aunque parece que en esos momentos se usa para designar al segundo en el mando tras Aecio (que sigue siendo "el" magister utriusque militiae añadiendo ahora la coletilla de et patricius). Asturio llegará a ser consul en el año 449 conservándose uno de sus dípticos consulares que confirman que había sido magister utriusque militiae. En consecuencia el ejército comandado por Asturio debía ser importante (aunque Hidacio nunca da cifras) y el hecho de que fuera "enviado" sería indicativo de que, tras el desastre de Castino en el año 422, no debían quedar en Hispania fuerzas militares dignas de ese nombre.

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Reenactor moderno vestido como un alto oficial romano tardoimperial. El magister Asturio pudo haber tenido un aspecto parecido. Fuente: http://www.romanarmy.com/cms/

La actuación de Asturio contra la bagauda hispana debió de alargarse un par de años ya que Hidacio en su entrada para el año 443 escribe: Asturio magistro utriusque militiae, gener ipsius successor ipsi mittitur Merobaudis, natu nobilis et eloquentiae merito, vel maxime in poematis studio veteribus comparandus, testimonio etiam provehitur statuarum. Brevi tempore potestatis suae Aracellitanorum frangit insolentiam Bacaudarum. Mox nonnullorum invidia perurgente, ad urbem Romam sacra praeceptione revocatur (Chron.128) ("A Asturio, maestre de las dos milicias, le sucede su yerno Merobaudes, hombre de noble linaje y grande dotes oratorias, sobresaliente sobre todo por sus poemas dignos de ser comparados con los antiguos, como demuestra el hecho de haber merecido una estatua. Durante su breve mandato quebró la arrogancia de los bagaudas de Araceli. Después por la envidia de algunos fue llamado urgentemente a Roma por orden imperial"). Aunque más conocido por su faceta de poeta (la base de la estatua mencionada por Hidacio se ha encontrado en el foro Trajano de Roma) Flavio Merobaudes, nacido en la Bética, era un militar que combatió eficazmente a las órdenes de Aecio. Merobaudes podría tener experiencia en la lucha con los bagaudas ya que una inscripción menciona que dirigió una victoriosa campaña en los Alpes contra ciertos rebeldes, lo que probablemente se refiera a los bagaudas de dicha región.

Este pasaje de Hidacio es especialmente importante porque es el argumento principal (y casi único) de los autores que defienden que las acciones de la bagauda tarraconense son en realidad incursiones de saqueo de vascones del saltus por tierras del valle del Ebro. Estos historiadores se basan en la localización del topónimo Araceli. ¿Pero donde estaba Araceli? Plinio menciona a unos aracellitani pertenecientes al convento cesaraugustano (la misma división administrativa a la que pertenecen los vascones), pero Araceli no aparece entre las poblaciones vasconas enumeradas por Ptolomeo (tal vez fuera una localidad pequeña). En el Itinerario Antonino se señala la mansio Araceli entre Alba y Alantone, lo que la localizaría más o menos en la zona de Huarte-Araquil (pudiendo ser el topónimo moderno Araquil una derivación del antiguo Araceli). Esto la situaría en pleno territorio vascón, muy cerca del límite entre el saltus y el ager. Orlandis ha propuesto una localización alternativa en el despoblado de Araciel, situado entre Corella y Alfaro, donde hay restos romanos. Esta propuesta situaría Araceli también en territorio vascón pero ahora muy claramente en el ager, encontrándose más próxima que Huarte-Araquil de los posteriores escenarios de la bagauda (Tyriasso y la regio Cesaraugustana).



La localización de Araceli en territorio vascón ha llevado a bastantes autores a identificar a los bagaudas hispanos con vascones enlazando así con la llamada "tesis nacionalista" que mencionábamos anteriormente y con la "teoría del limes": las acciones de los bagaudas serían una continuación de los ataques de los montañeses que habían obligado a organizar una frontera en el norte de Hispania. Sánchez Albornoz escribió: "Creo que detrás de la bagauda vascona hubo algo más que un movimiento social, hubo un movimiento nacional de los vascones". Posteriormente J. Orlandis desarrolla esa teoría razonando que, aunque en otras provincias hispanas está también atestiguada la existencia de grandes dominios trabajados por colonos, solo en la Tarraconense estalla la bagauda, lo que se explicaría por la presencia en esta provincia de un "hecho diferencial" que no sería otro que la actitud agresiva de los vascones del saltus. J.J. Sayas adopta el mismo razonamiento aunque planteando una solución ecléctica: la bagauda aglutinaría a gentes empobrecidas de las ciudades y de las villae, a pequeños y medianos propietarios aplastados por las contribuciones, y a las gentes del saltus, inclinadas a la rebeldía.

La verdad es que la frase de Hidacio parece escasa base para sustentar toda esa teoría. Incluso si aceptamos que Aracil estaba cerca del saltus, ¿provenían los bagaudas de esa localidad o simplemente estaban concentrados allí? ¿No sería factible que el contingente imperial mandado primero por Asturio y luego Merobaudes hubiera llevado a cabo una operación de "barrido" empujando a los bagaudas poco a poco por el embudo del valle del Ebro hasta arrinconarlos en el área navarra? Por otra parte basta con dar un vistazo a la situación política del momento para comprender que es lo que diferenciaba a la Tarraconense de las otras provincias hispanas. Cuando los bárbaros se reparten en el año 411 las provincias hispanas solo la Tarraconense se libra del reparto y permanece en manos romanas. Los vándalos de Genserico (que habían aglutinado a los alanos supervivientes) cruzan a África en el año 429 dejando la Bética, la Lusitania y la Cartaginense libres de bárbaros. Los 20 años de ocupación debieron dejar muy maltrecho el aparato administrativo romano en esas provincias y solo debería estar empezando a recuperarse cuando en año 438 los suevos, que habían permanecido en la Gallaecia, pasan a la ofensiva: en el 439 caía en sus manos Mérida, y en el 441 Sevilla. Enseguida llevarán sus incursiones hasta el resto de la Bética y la Cartaginense. Por lo tanto parece bien claro que en el año 441 (cuando tenemos la primera noticia de la bagauda hispana) la única provincia en la que se mantenía intacta la administración romana (y la recaudación de impuestos) era la Tarraconense. Ese es el "hecho diferencial" que explica porque estalla la bagauda solo en esa provincia: en el resto sus habitantes se verían libres de pagar impuestos porque los bárbaros impedían la acción de los recaudadores. Es probable incluso que se redoblase la presión tributaria en la Tarraconense para compensar la pérdida de las otras provincias. Como indicaba Salviano esa presión, que en esos momentos solo la encontramos en la Tarraconense, es el detonante de la bagauda, no siendo necesario por lo tanto recurrir a la supuesta belicosidad de los vascones para explicarla.

Pero volvamos a la narración de Hidacio. Ya hemos visto como la bagauda tarraconense no debió ser considerada como una amenaza menor por Aecio que dirigió un ejército contra ella en un momento en el que los suevos se extendían sin apenas resistencia por el resto de las provincias hispanas. La acción de Asturio y Merobaudes debió dejar muy debilitada a la bagauda porque cuando en el año 446 Aecio vuelve a enviar un ejército a Hispania lo dirigirá (por fin) contra los suevos. Pero ese ejército, que incluía un gran número de foederati (aliados) godos y estaba dirigido por el nuevo magister utriusque militiae Vito, será derrotado.

Pero al parecer la Bagauda tarraconense no había sido destruida totalmente y en el año 449 volvemos a tener noticias de ella. Justamente ese mismo año los suevos hacen su primera aparición en la Tarraconense: Rechiarius accepta in conjugium Theodoris regis filia, auspicatus initium regni, Vasconias depraedatur mense Februario (Chron.140) ("Habiendo tomado Rechiario por esposa a una hija del rey Teodorico y empezado a reinar bajo tan buenos auspicios, depreda en el mes de Febrero las Vasconias"). Es llamativo que los supuestamente belicosos vascones vean saqueado su propio territorio con tanta facilidad.

Mientras eso ocurre los bagaudas vuelven a hacerse notar, según Hidacio: Basilius ob testimonium egregii ausus sui congregatis Bacaudis in ecclesia Tyriassone foederatos occidit: ubi et Leo ejusdem ecclesiae episcopus, ab eisdem qui cum Basilio aderant, in eo loco obiit vulneratus (Chron.141) ("Basilio, para dar prueba de su destacada audacia, después de haber reagrupado a los bagaudas, mató a los federados en la iglesia de Tarazona; León, obispo de esta iglesia, murió herido por las gentes de Basilio"). El texto plantea algunas incógnitas. Un tal Basilio reagrupa a los bagaudas, lo que vendría a confirmar que las campañas de Asturio y Merobaudes los habían dispersado pero no derrotado definitivamente. El problema es que no tenemos idea de quien es ese Basilio ya que Hidacio no se toma la molestia de presentarlo y ninguna otra fuente lo menciona. El nombre es griego y, aunque diversos autores lo han identificado como suevo, visigodo, o incluso como un general romano, lo más lógico es que se trate de un líder bagauda, un princeps rebellionis como Tibatton. Bajo su dirección los bagaudas empiezan a llevar a cabo acciones audaces ya que quería probar su audacia a alguien, tal vez al suevo Requiario. Acabar con un contingente de foederati (¿visigodos?) debió resultar bastante impresionante en ese sentido y es indicativo de la fuerza de la renacida bagauda. La presencia de fuerzas de foederati en la Tarraconense implica que los provinciales se sentían amenazados (por los suevos o por los bagaudas), siendo muy significativa la ausencia de tropas regulares romanas que ya no vuelven a hacer acto de presencia.

La matanza de los foederati tiene lugar en Tarazona, localidad situada en la límite meridional del ager vasconum. Este escenario y el hecho de que el obispo de la ciudad resultara también muerto lleva a decir a Orlandis que la acción fue perpetrada por vascones paganos. Como hemos visto Hidacio no menciona a los vascones en ningún momento y los autores modernos están llegando a conclusiones muy arriesgadas basándose solo en que los hechos tuvieran lugar cerca del territorio vascón (esta vez incluso muy lejos del saltus). La muerte del obispo León admite interpretaciones que no tienen nada que ver con el "furor anticlerical" de los paganos, ya que el episcopado urbano formaba parte de los possessores contra los que se dirigirían las iras de unos bagaudas "sociales". Aún cabe otra explicación más simple: los foederati derrotados buscarían refugio en la iglesia con la esperanza de que se respetara el asilo en sagrado. Hay paralelos cercanos en el tiempo: durante la revuelta de Gainas los muy cristianos habitantes de Constantinopla masacraron a miles de godos que habían buscado refugio en una de las iglesias de la ciudad. El obispo León puede que muriera tratando de proteger a los guerreros derrotados acogidos a sagrado.

La demostración de Basilio debió impresionar favorablemente a Requiario porque, cuando en verano de ese mismo año 449 el rey suevo regresa de la Galia, une sus fuerzas con las del líder bagauda para saquear juntos el valle del Ebro: Rechiarius mense Julio ad Theodorem socerum profectus, Caesaraugustanam regionem cum Basilio in reditu depraedatur. Irrupta per dolum Ilerdensi urbe, acta est non parva captivitas (Chron.142) ("Marcha Requiario en el mes de Julio a la corte de su suegro Teodorico, y a la vuelta, depreda, en unión de Basilio, la región Cesaraugustana. Tomada por engaño la ciudad de Lérida, son reducidos á cautividad muchos de sus habitantes"). Vemos que los bagaudas, dirigidos por Basilio y aliados ahora de con los suevos, son capaces de extender sus correrías por comarcas del valle del Ebro bastante alejadas de su área de actividad anterior. Ni suevos ni bagaudas debían estar equipados para tomar una ciudad bien amurallada, pero si fueron capaces de capturar "por engaño" la ciudad de Ilerda que en todo caso no debería estar demasiado bien guarnecida (Paulino y Ausonio la mencionan como una ciudad arruinada). Si los bagaudas fueran vascones resultaría muy difícil comprender que se aliasen en el mes de Julio con los mismos suevos que en Febrero había saqueado su patria.

El año 449 marca el punto álgido de la actividad bagaúdica en la Tarraconense, logrado gracias a la eficaz liderazgo de Basilio y a la alianza con los suevos. Pero después de ese año no tenemos más noticias de Basilio: Hidacio no vuelve a mencionarlo y no sabemos cual pudo ser su destino. Respecto a la alianza con los suevos, ésta no duró mucho tiempo debido al cambio de actitud de los poderosos visigodos. En el 449 Teodorico I no había puesto objeciones a que su yerno saquease la Tarraconense porque él mismo estaba enemistado con el Imperio. Pero la amenaza superior que representaba Atila empujó al rey visigodo a hacer las paces con Roma y a aliarse con su viejo enemigo Aecio para presentar un frente común contra los hunos. La nueva amistad entre visigodos y romanos iba a ser bastante duradera. En el año 453 una embajada conjunta romano-visigoda encabezada por el comes Frontón y el comes Mansueto visita la corte sueva arrancando a Requiario el compromiso de no volver a atacar las provincias Tarraconense y Cartaginense. A partir de ese momento los bagaudas van a estar solos.

La siguiente aparición de los bagaudas en el Cronicón de Hidacio corresponde al año 454 y el texto no puede ser más escueto: Per Fredericum Theudorici regis fratrem Bacaudae Tarraconenses caeduntur ex auctoritate Romana (Chron.158) ("Frederico, hermano del rey Teodorico, bate a los bacaudas tarraconenses en el nombre de Roma"). Como en los casos anteriores el encargado de reprimir la bagauda era un guerrero de prestigio que seguramente estaba al mando de una fuerza considerable. Frederico era uno de los hijos de Teodorico I y ayudó a su hermano Teodorico (II) a acceder al trono asesinando a su otro hermano Turismundo. Frederico era católico y mantenía correspondencia con el Papa Hilario. Murió en año 463 combatiendo a Aegidio y sus aliados francos cerca de Orleans. Frederico logró lo que no pudieron los generales romanos derrotando definitivamente a los bagaudas que ya no vuelven a ser mencionados por Hidacio. Aquí acaba la historia de la bagauda hispana, aunque algunos historiadores han querido ver un rebrote bagaúdico en un incidente descrito por Hidacio en la zona de Braga dos años más tarde (aunque el texto habla claramente de bandoleros: In conuentu parte Bracarensis, latrocinantum depredatio perpetratur).

5.- EPÍLOGO: VASCONES CONTRA VISIGODOS

Creo que todo lo expuesto permite concluir que la teoría que identifica los bagaudas tarraconenses con montañeses vascones se basa en indicios poco sólidos. Es posible, e incluso probable, que vascones del saltus participaran en las acciones de la bagauda, pero afirmar con rotundidad, como se ha hecho, que éstas eran en realidad incursiones de bandas de vascones parece excesivo.

Si nos ceñimos a las fuentes escritas no encontramos testimonios de incursiones vasconas hasta el último cuarto del siglo VI: Gregorio de Tours menciona por primera vez algaras vasconas en Aquitania en el año 578, mientras que Isidoro de Sevilla sitúa las primeras operaciones contra las “inruptiones vasconum” en el reinado de Recaredo, después del III Concilio de Toledo (año 589). Para entonces la situación política sería radicalmente distinta a la existente en época de los bagaudas. En el año 472 los visigodos penetraron en Hispania reemplazando definitivamente a la administración romana en el gobierno de la diócesis (actuando en connivencia con el dux de la Tarraconense Vicencio, último representante conocido de la autoridad imperial). Los visigodos se limitaron a liquidar la escasa resistencia encontrada y a situar guarniciones en algunas ciudades (entre otras se citan Pamplona y Zaragoza) ya que hasta la derrota de Vouillé en el 507 sus prioridades están al norte de los Pirineos. Después de esa fecha la monarquía visigoda vivirá un periodo de debilidad bajo la tutela ostrogoda seguido de una época de anarquía y disgregación política que no culminará hasta que Leovigildo ocupe el trono entorno al año 569. Durante los 100 años que median entre la sustitución de la administración romana en Hispania y la ascensión de Leovigildo la presencia visigoda en muchas zonas de la Península fue testimonial o directamente inexistente. Muchas regiones hispanas habrían alcanzado una autonomía “de facto” como consecuencia del vacío de poder generado por la desaparición de la administración imperial y la incapacidad de la monarquía visigoda para sustituirla plenamente. Leovigildo dirigirá una serie de campañas militares encaminadas a obtener la sumisión de las entidades políticas que se mantenían independientes del poder visigodo: entre los años 570 y 577 el monarca visigodo, además de guerrear contra suevos y bizantinos, reducirá a la obediencia a la ciudad de Córdoba y a las regiones de Orospeda, Sabaria y Cantabria. Vasconia, que habría obtenido una independencia similar, será el objetivo de la campaña del año 579. Según la Crónica de Juan Biclarense: “El rey Leovigildo ocupa parte de las Vasconias y funda la ciudad llamada Victoriaco”. Leovigildo no fue capaz de lograr en una sola campaña la sumisión de los vascones y la peligrosa rebelión de su hijo Hermenegildo (iniciada el año anterior) y las complicaciones internacionales derivadas le impedirán completarla.

Con el establecimiento de guarniciones godas en Victoriaco (Vitoria), Oligico (Olite) y otras poblaciones se consolidará (ahora si) un frontera que separará definitivamente el saltus del ager y acabará de dislocar la economía de los montañeses vascones. El tradicional intercambio de productos entre la montaña y el llano quedará entorpecido o interrumpido. Ya antes el temprano establecimiento de una guarnición en Pamplona habría privado a los montañeses de un mercado natural para sus productos. A esto se unirían las consecuencias derivadas del establecimiento a uno y otro lado de los Pirineos occidentales de dos reinos germanos (franco y visigodo) enfrentados casi de continuo, establecimiento que tendrá repercusiones negativas en el tráfico de personas y mercancías por los pasos. Todas las actividades económicas ligadas al comercio transpirenaico se verán afectadas y las gentes del saltus que ofrecían servicios de guía, comida, alojamiento y protección a los viajeros (incluso los latrones que los asaltaban) dejarán de percibir unos ingresos complementarios muy importantes. Los montañeses vascones se verán abocados ahora a una economía de subsistencia y el saqueo de las regiones circundantes se convertirá en un sustitutivo de las fuentes de ingresos tradicionales ahora vedadas.

El medievalista Roger Collins describe perfectamente esta nueva situación: "Anteriormente en los Pirineos Occidentales y el valle del Alto Ebro, habían podido coexistir [] dos formas de sociedad y organización económica vagamente interrelacionadas, bajo una única denominación y posiblemente unidas por una lengua común. A lo largo de los siglos V y VI esa comunidad se rompió. Los habitantes de las ciudades y sin duda los de las zonas rurales del interior, se mostraban dispuestos a cooperar con la nueva autoridad central recientemente instalada en la península, el reino visigodo, para defender ahora unos valores y unas formas de vida que los montañeses -ahora los únicos portadores del nombre de vascones- no solo eran ajenos, sino una amenaza". La belicosidad de los vascones solo se manifestará cuando la consolidación del reino visigodo en Hispania produzca la definitiva ruptura de la comunidad entre el saltus y el ager. En ese contexto intentar encontrar incursiones vasconas en una época anterior (en el periodo de la actividad de la bagauda tarraconense o antes) no tendría demasiado fundamento.

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En la red:

http://es.wikipedia.org/wiki/Merobaudes
http://www.thelatinlibrary.com/hydatiuschronicon.html
viewtopic.php?f=87&t=16418


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