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Se dice además que Himmler también estudió la falsificación de dólares americanos, pero sin los brillantes resultados conseguidos con las Libras. El laboratorio oculto produjo 400.000 billetes al mes, todavía no suficientes según el jefe de los SS. Lo que ocurrió fue que alguien decidió obstaculizar la operación. El mayor Krueger, de acuerdo con algunos de sus técnicos, saboteó el programa. La guerra se volvió favorable a los aliados y centenares de millares de billetes de primera calidad en lugar de ser puestas en circulación fueron escondidos por el mayor en el lago Toplitz en Austria. La disminución de la producción fue motivada - decía Krueger - por dificultades técnicas. Se tacharon de imperfectos muchos billetes de primera calidad. Una verdadera suerte para el Banco de Inglaterra y para la Libra.

Es cierto en todo caso que la operación Bernhard estuvo a punto de causar una verdadera catástrofe en la economía del imperio británico. Muchos años después de acabada la guerra, las Libras falsas siguieron circulando en Gran Bretaña, en las apuestas, en transacciones con dinero negro, en las oficinas de cambio de Nueva York, creando no pocas dificultades al Gobierno inglés y alimentando la desconfianza en la moneda británica, que fue reemplazada sucesivamente en el papel de moneda de referencia por el dólar americano. Y no se puede excluir que una de las causas sea justo la presencia sobre los mercados internacionales de demasiados billetes falsos, o la sospecha de que lo fueran, dado que aquellos billetes impresos por los alemanes fueron difíciles que localizar.

Las investigaciones de los servicios aliados llegaron a las siguientes conclusiones: Krueger imprimió poco menos de 9 millones de billetes falsos, pero casi perfectos, del Banco de Inglaterra por un valor nominal de acerca de 140 millones de Libras, equivalentes a varios miles de millones de Libras actuales. Los billetes falsos fueron distribuidos en Turquía, Oriente Medio, Francia, Holanda, España, Portugal, Suiza, Países Escandinavos y sirvieron además para pagar deudas alemanas.

Entre las víctimas de las Libras esterlinas falsas se encontraba el valet del embajador británico en Ankara. Este hombre, albanés de nacimiento y de nombre Eliaza Bazna, era en realidad un espía al que los alemanes bautizaron "Cicerón" y que llegó a infiltrarse como chofer dentro del servicio doméstico del Embajador inglés en Turquía Sir Hugh Knatchbull-Hugessen, ascendiendo hasta su actual puesto de valet. Así le era fácil caminar por pasillos y salas de la embajada y conocer casi al minuto los pasos del embajador. Por esta razón pudo copiar, fotografiandolos, documentos de alto secreto guardados en la caja fuerte de la Embajada y que obligó al gobierno de Churchill y a los servicios de espionaje e investigación a redoblar la vigilancia y buscar, milímetro a milímetro cada punto hasta lograr hallar el lugar de donde fueron usurpados los documentos secretos. Estos fueron vendidos al embajador alemán en Turquía, Franz von Papen. Las Libras usadas para pagar las informaciones (curiosamente auténticas del todo, entre ellas los planes para la invasión en Normandía del 6 de junio de 1944), fueron obviamente falsas. Pero los alemanes pensaron que no habían hecho un buen trato. En efecto, no creyeron que los documentos fotografiados por "Cicerón" fueran auténticos.

Otra víctima de que se tienen informaciones, un ejecutivo suizo que aceptó de un reputado banco turco un pago en Libras. Eran falsas naturalmente.

Los falsificadores reclutados por los alemanes para esta misión hubieran debido ser eliminados una vez acabada ésta, en cambio lograron sobrevivir y se escabulleron, cómo Krueger. Las últimas informaciones que los Servicios lograron tener de él no arrojaron mucha luz: partió para Suiza en un automóvil Alfa Romeo cabriolé con una atractiva rubia a bordo y mucho dinero, naturalmente auténtico. De él y de los falsificadores no se tuvieron más noticias. Tal vez retomaron en otro lugar su rentable actividad.