La teoría del dominó

"Tenemos una información muy secreta que no tiene que salir de esta sala que la flota japonesa está fuera y todo indica que van al sur". Frank Knox, Secretario de la Marina de los EEUU.

Fuminaro Konoye era un hombre con todos los exquisitos modales y finas cualidades personales que poseen los cultos nobles japoneses. Primer ministro y príncipe por herencia, no era el hombre adecuado para conducir a su inquieto pueblo en esta aventura histórica. Sin embargo, fue su ímpetu el que llevo a la nación a una situación en la que virtualmente, no tenía otra alternativa que la guerra.
Imagen
En aquella época, se presentaba a Japón un dilema planteado por una combinación de circunstancias tan tendadora, que finalmente fue la causa de su entrada en el conflicto. La derrota militar de Francia y Holanda y el aislamiento de Inglaterra habían dejado indefensas las colonias en Malaya y de las Indias Orientales, situadas en la llamada “Area Sur”. También se reconocía que el aumento de las restricciones de los Estados Unidos, que Gran Bretaña y los Holandeses estaban respaldando, poco a poco menguaban sus reservas de petróleo, y a menos que se anulara el embargo, la necesidad de apoderarse de los pozos de las Indias Orientales Holandesas se había convertido en un objetivo primordial para la Marina Imperial. Con unas reservas de combustible solamente suficientes para unos meses, la clave de la cuestión no residía en la duda de si se deberían conquistar las zonas pretrolíferas, si no en el lapso de tiempo en que debería llevarse a cabo.

 

 

Enfrentados con esta situación, los mandos navales dijeron sin rodeos al primer ministro que la situación debería resolverse antes de octubre; en la paz o en la guerra, el Japón necesitaba petróleo. Sólo los estados Unidos quedaban para interponerse en el camino del Japón y evitar que se diera aquel golpe magistral que pondría en sus manos todo el petróleo que precisaban para llevar a buen término la guerra con China y darle el dominio del pacífico. El almirante Kichisaburo Nomura, el embajador japonés en Washington, luchaba desesperadamente y con poco éxito con Cordell Hull. Había sido enviado por Konoye a los Estados Unidos como embajador de “buena voluntad” en noviembre de 1940. Las únicas cualidades que este hombre de sesenta y dos años reunía para su cargo eran que conocía al presidente Roosevelt desde la época en que éste era secretario de Marina. Nomura aceptó el cargo a disgusto, y tan pronto se presentó la ocasión oportuna, pidió ser relevado para volver a Japón. En los últimos meses se había endurecido la actitud de los Estados Unidos, que insistían no sólo en la evacuación de Indochina por parte de las tropas japonesas, sino también del abandono del territorio Chino. Pero una retirada general de esta magnitud no podría realizarce sin destruir la moral del ejército imperial, dijeron los generales a Konoye, por lo tanto la propuesta debía ser rechazada de plano y con firmeza. Los Estados Unidos debían hacer alguna conseción, pero Cordell Hull permaneción inflexible. Estaba convencido, cómo la mayoría de los Norteamericanos, que Japón estaba al límite de sus fuerzas en China, en parte por los exagerados informes de Chiang Kai-Shek y en parte por sus propios informes de inteligencia, que decía que las sanciones harían entrar en razón al Japón. Además las fuerzas del lejano oriente se estaban reforzando, así que pensaba que el tiempo corría a su favor.
Con las negociaciones diplomáticas en punto muerto, Konoye intentó una aproximación hacia los Estados Unidos. A través del embajador norteamericano en Tokio, Joseph Grez, sugirió una conferencia en Hawai, entre él y el presidente Roosevelt. La propuesta no fue bien recibida por los Estados Unidos y todas las esperanzas de Konoye de alcanzar algún acuerdo se extinguieron cuando el gobierno norteamericano la rechazó el 3 de septiembre de 1941. Presionado por el alto mando japonés para que adoptara pronto una desición y afligido por la nota norteamericana, Konoye buscó el consejo de su emperador. El primer ministro veía pocas esperanzas de persuadir a los militares en abandonar sus planes de extender sus operaciones hacia el Sur del Pacífico, pero esperaba que Hiroito pudiera ordenarles que lo hiciesen. El 5 de septiembre, Konoye tuvo una audiencia privada con el emperador. Cuando informó a Hiroito del giro que podrían tomar los acontecimientos, este quedó horrorizado. “¿Quiere usted decirme”, preguntó el emperador, “que ha tomado precedencia la preparación para la guerra antes que las negociaciones diplomaticas? “. Konoye afirmó que así era y manifestó a su majestad la esperanza de que interviniera. Sin más preáambulos fueron citados ante la real presencia el general Sugiyama y el almirante Nagano, jefes del Estado Mayor del Ejército y de la Marina respectivamente, para enfrentarse con un sagaz interrogatorio, cómo los que acostumbraba a realizar Hirohito. “¿Cuánto tiempo se invertiría en finalizar una campaña victoriosa en la región del Sur?, preguntó el emperador. Se calcula en unos tres meses, contestó Sugiyama. Fríamente, el emperador recordó a Sugiyama cuando le había asegurado que la guerra con China sería corta, y sin embargo, la lucha era aún encarnizada después de cuatro años de hostilizades.”El jefe de estado mayor”, escribió Konoye, “agachó la cabeza incapaz de contestar”. En ese momento el almirante Nagano vino en ayuda de su colega. La situación era crítica, le dijo al emperador; tanto él como Sugiyama eran partidarios de la negociación con Norteamérica, pero debería hacerse algo más y con rapidez. Si las negociaciones fracasaban era su deber cuidar que el Japón estuviese preparado para lo peor. “¿Quiere usted decir que el alto mando da, ahora como antes, precedencia a la diplomacia?”, preguntó el emperador. Sugiyama y Nagano aseguraron que así era.
En la conferencia imperial del siguiente día 6 de Septiembre, Hiroito permaneció en silencio impasible mientras el barón Yoshimichi Hara expresaba la “impresión que se han abandonado todas las esperanzas de paz y que se pone más empeño en la guerra que en la diplomacia”. El ministro de Marina, almirante Oinawa, reafirmó precipitadamente que la diplomacia aún tenía prioridad sobre la guerra. Hubo una pequeña pausa, y ante la extrañeza de todos, el mismo Hiroito se dirigió a los miembros de la conferencia. “Lamentamos profundamente que el alto mando no haya sabido aclararnos la cuestión”. A continuación leyó un poema de su antecesor Meiji Tenno y continuó: “nosotros estamos determinados que la idea de paz de Meiji prevalezca en el mundo…” El auditorio quedó en silencio durante algunos minutos después que Hiroito se sentara nuevamente. Al fin el almirante Nagano tomó la palabra para asegurar que todos los miembros del alto mando permanecían leales al trono, que se sentían confusos ante el pensamiento de haber incurrido en el desagrado del emperador y reconocían la importancia de la diplomacia. Él y los demás creían en el uso de las armas solamente cómo último recurso. A pesar de la desacostumbrada intervención del emperador, algunos prefirieron creer que éste había aceptado el “plan nacional”; aunque de malas ganas. Al menos Hiroito no lo vetó. Si pudo hacerlo o no ahora no podremos saberlo. Además, él ignoraba los planes preparados desde Agosto por el Estado Mayor, pues Nagano y Sugiyama se lo ocultaron. Así entonces, se decidió negociar con los Estados Unidos para la eliminación de restricciones comerciales y financieras, y sin embargo, prepararse para la guerra al mismo tiempo.
El análisis de las alternativas disponibles dejaba a los japoneses cuatro opciones:
(1) Se podría salir de Manchuria, con el fin de reparar las relaciones con los Estados Unidos. Esta última no era una opción real. De hecho, una retirada de las ganancias tan duramente obtenidas en China e Indochina podría haber sido un suicidio para cualquier estadista que hiciera la idea suya, dada la posibilidad real de que esto provocaría intentos de asesinato o golpes de estado ejecutados por japoneses ultra nacionalistas, que eran una gran mayoría en Japón en este momento.
(2) Se podría mantener sus fuerzas en China y quedarse sin petróleo en pocos meses debido al embargo. Entonces tendrían que renunciar a sus ganancias en Manchuria habiendo utilizado sus preciosas reservas de petróleo para nada.
(3) Otra opción era atacar a Rusia, además de mantener sus fuerzas en Manchuria. Esto habría llevado a una situación peor para los japoneses que si se mantiene su posición en China. Lo más probable es tendrían que pagar indemnizaciones a los rusos después, además de perder sus ganancias en Manchuria y el uso de sus suministros de petróleo.
(4) La única otra opción era aprovechar la rica zona en petróleo de las Indias Orientales Holandesas. Esto llevaría inevitablemente a Japón a un conflicto con los EE.UU. y los británicos. Para evitar cualquier contraataque de los EE.UU. y los británicos, se tenía que llevar a cabo ataques en contra de sus bases principales, asegurando el éxito inicial y forzandolos a una rápida paz. Si a pesar de todo, insistían en seguir la guerra, tendrían bastante tiempo para consolidar sus ganancias en el sudeste de Asia. Es poco probable que los holandeses o los franceses fueran capaces de oponer gran resistencia como consecuencia de sus dificultades con Alemania en Europa en este momento. Los dos principales obstáculos reales eran entonces las bases en Singapur y Pearl Harbour. Sin embargo, si Singapur era neutralizado y capturado con éxito, entonces Birmania también tendría que ser capturada para evitar que los británicos intentaran retomar Singapur desde bases en toda Birmania. Teniendo Birmania también se cortaría la ruta de suministro a China. Si Pearl Harbour era atacado y se neutraliza con eficacia, entonces la base de los EE.UU. en las Filipinas también tiene que ser capturada. Por lo tanto, los japoneses se enfrentan a la "teoría del dominó invertido”, cada ataque y conquista daba lugar a nuevos ataques contra nuevos objetivos que son necesarios para mantener las ganancias iniciales. Era un muy mal plan.
Imagen
Hideki Tojo

En Tokio, Joseph Grew no estaba exento de aprensión sobre la forma en que iban evolucionando los acontecimientos. Las ambiciones militaristas del general Tojo eran conocidas por todos, y la tensión aumento rápidamente cuando adquirió supremacía sobre Konoye al ser nombrado el 17 de octubre Primer Ministro del nuevo gobierno.El 5 de noviembre, la Conferencia Imperial estableció un plazo hasta el 25 de noviembre para intentar una salida pacífica y negociada a los embargos de América. En caso contrario, sus fuerzas deberían prepararse y estar listas para la guerra en Diciembre. En ese momento, la planificación de la guerra comenzó en serio. Ese mismo día Tojo ofreció a los estados Unidos “paz mediante la negociación” y envió a Washington a un experto diplomático, Saburu Kurusu, bajo la apariencia de ayudar a Nomura. Kurusu era embajador en Alemania en la época en que se firmó el pacto tripartito, y de hecho fue él quien lo firmó en nombre de Japón. Pareció extraño que Kurusu fuese enviado para reemplazar al viejo almirante si Japón se estaba esforzando en una aproximación hacia los Estados Unidos. El 20 de Noviembre Kurusu terminó sus conversaciones con el departamento de estado y tras visitar la Casa Blanca, comunicó a Tokio que su “fracaso y humillación fueron completos”. Durante las negociaciones se había hecho énfasis en una fecha límite, después de la cual, “las cosas se sucederían automáticamente”. Además el despacho establecía claramente que el Japón había decidido ir a la guerra contra la Gran Bretaña y los Estados Unidos si las conversaciones fracasaban. Este mensaje se descifró el día 26 de noviembre, el día que Cordell Hull envió a Kurusu y Nomura la nota que interrumpía las conversaciones definitivamente. Si quedaba algna duda, esta se disipó dos días depués, cuando se descifró un telegrama en que se decía que las negociaciones serían “rotas de facto”. Por otra parte, el repetido énfasis sobre la importancia de mantener las apariencias de continuar las negociaciones, implicaba que la sorpresa era esencial para aquellas “cosas que sucederían automáticamente”. Mirándo los acontecimientos ahora, parecía obvio que el Japón preparaba un ataque, pero ¿donde?
Imagen
Nomura, Hull y Kurusu.

La “politica de defensa nacional” de Japón ya postulaba en 1901 un enfrentamiento contra los Estados Unidos en el Oeste del Pacífico. Creyendo que los norteamericanos tomarían la ofensiva en esa area, los japoneses planearon la destrucción de la Flota del Pacífico en sus aguas metropolitanas. La Marina Imperial se había preparado durante treinta años para combatir en algún lugar situado entre los archipiélagos de las Marianas y las Marshall. El almirante Isoroku Yamamoto en cambio tenía la idea de extender el límite de la zona de batalla hasta las islas Hawai y efectuar un ataque sorpresa contra Pearl Harbour. Esta idea nació indudablemente en la acción del almirante Togo contra Port Arthur y probablemente se inspiró en el ataque contra la flota italiana en Tarento. Cómo lo veía Yamamoto, la flota Norteamericana si bien no era un peligro para el Japón, sí lo era para las fuerzas expedicionarias en el Sur. La única manera de asegurar sus líneas de comunicación, era destruirla en su base, mientras el Ejército Expedicionario ocupaba las Indias Malayas y los Países Bajos. La operación fue confirmada el día 6 de noviembre de 1941. Ese mismo día fue activado el Ejército del Sur, con el general Hisaichi Conde Terauchi, quien había sido Ministro de Guerra en 1936, como comandante. Las órdenes del Cuartel General Imperial fueron prepararse para las operaciones en caso de que fracasaran las negociaciones con los Estados Unidos. Bajo su mando se situó el 14º, 15º, 16º y 25º Ejércitos, que comprenden diez divisiones y tres brigadas mixtas. La misión del Ejército del Sur en caso de guerra sería ocupar las posesiones americanas, británicas y holandesas en la "zona sur" en el menor tiempo posible. La operación se planificó en tres fases, la primera era invadir Malaya, el norte de Sumatra, Filipinas, Borneo británico, Hong Kong, Guam y Wake. Rabaul, Ambon, Timor Oriental y el sur de Sumatra, se tomaría en la segunda fase, y Java y el centro de Birmania en el tercero. Las operaciones contra las Filipinas y la Malasia Británica se iniciarían de manera simultánea. La campaña en las Indias Orientales estaría bajo el control del 16º Ejército, mientras que el 15º Ejército atacaría Tailandia. Al 14 º Ejército, se le asignó la tarea de ocupar las Islas Filipinas y al 25º Ejército le fue asignada la más importante y difícil misión, la conquista de Malasia y Singapur, y, en consecuencia, tendría en su haber cuatro de las diez divisiones del grupo de Ejércitos. El 20 de Noviembre, el Ejército del Sur recibió sus órdenes para las próximas operaciones, omitiendo únicamente la fecha en que comienzan las hostilidades.

La recolección de inteligencia comenzó en enero de 1941 en la isla de Formosa, donde se formó una pequeña unidad encabezada por el Coronel Masanobu Tsuji que tenía por propósito determinar los requisitos para el éxito de la guerra en la selva. Ya vimos que cuando Gran Bretaña declaró la guerra a Alemania en 1939, el Alto Mando Imperial del Ejército envió agentes a Hong Kong, la Indochina Francesa y Singapur. Con los informes de esos agentes, Tsuji esbozó los primeros planes preliminares para las invasiones de Hong Kong y Singapur. Durante los siguientes seis meses, la unidad reclutaría expertos y especialistas en todos los campos relacionados y desarrollaría los conocimientos necesarios para la preparación de las tropas para luchar en el ambiente de la selva dura.
Imagen
Masanobu Tsuji

Sobre la base de su investigación, Tsuji llegó a tres conclusiones con respecto a las defensas en Malasia:

(1) La fortaleza de Singapur era sólida y fuerte frente al mar, pero vulnerable en el lado de la península hacia el Estrecho de Johor;
(2) Los reportes de una fuerte Royal Air Force (RAF) resultaron ser falsos, en realidad eran hábil propaganda;
(3) Aunque las fuerzas británicas en malaya contaban de cinco a seis divisiones (más de 80.000 hombres), menos de la mitad eran europeos.

Tsuji afirma que hasta el 1 de enero de 1941, el ejército japonés no tenía ninguna experiencia o planes de combates en las zonas tropicales de Asia. De acuerdo con Tsuji, esta unidad no la integraban oficiales de alto rango, y no tenía muchos recursos para cumplir su cometido. Era el deber de la unidad informar sobre todas estas cuestiones a la Comandancia General en Tokio. Además, el alcance de la investigación se extendió sobre la totalidad de las regiones del Pacífico, así como Malasia, las Islas Filipinas, Indonesia y Birmania. Los fondos asignados a la unidad para la investigación fué de apenas 20.000 yenes. Incluso entre los oficiales comisionados elegidos no había uno sólo que tuviera alguna experiencia real en los trópicos. Este no es el epítome de una planificación superior, sobre todo cuando esta planificación sólo se realiza poco menos de un año antes que la guerra estallara y ni siquiera fue una planificación específica a Malasia y Singapur. La planificación que estaba más específicamente relacionada con Malasia y Singapur no se inició hasta septiembre de 1941. Estos comentarios parecen desmentir el mito de la masiva planificación japonesa para la guerra en Asia, con la excepción de la zona de Manchuria y China, donde el ejército había estado involucrado desde 1931 y era experto en la guerra en clima frío.
El grupo de investigación del Coronel Tsuji creía tener resuelto este problema mediante la creación de un folleto para cada uno de los soldados para leer durante el transporte a malaya. Se llama “Lea esto por sí solo, y la guerra se puede ganar”. El folleto personifica la minuciosidad japonesa. En él se enseñaba a las tropas cómo tratar a los bueyes de agua, tirando agua sobre ellos y frotandolos con barro con regularidad. Se les dijo cómo preservar el arroz y los cereales contra la humedad, y la forma de defenderse de los mosquitos de malaria y tratar la insolación. Sin embargo, con precisión o injustamente, se les advirtió también que, como los nativos defecan y orinan con bastante libertad en todos los lagos y corrientes... lo más seguro es beber sólo agua que haya sido debidamente purificada por filtración. El método de filtrado de realizaba mediante un equipo de filtrado conocido como filtro Ishii. Fue diseñado por Ishii Shiro quien encabezó el esfuerzo de guerra biológica de Japón entre 1936 y 1945. Fue su primer éxito. El filtro Ishii utilizaba finas capas de cerámica por cuyos poros circulaba el agua forzada bajo presión por una manivela mecánica.
Imagen
El dr. Ishii Shiro

"Durante su tiempo en el Colegio Médico del Ejército, Ishii se hizo famoso gracias al sorprendente invento de un filtro de agua. El primer prototipo exitoso fue construído en 1931, un año después de su regreso de Europa. Tal vez fue la epidemia de encefalitis en Shikoku le había impresionado con la necesidad de métodos de filtración eficaces. Desarrolló un filtro de agua de cerámica, mejorando notablemente la tecnología existente. Se superó la técnica arcaica de agua hirviendo en el campo, o del uso de desagradables compuestos purificadores de cloro, así como el equipo lento y engorroso entonces en uso. Inevitablemente, las tropas irritadas por la molestia de los viejos métodos habían recurrido con frecuencia a beber el agua de piscinas o charcos contaminados con los gérmenes, resultando muchos brotes de enfermedades como la disentería.” "Para demostrar la eficacia de su filtro, Ishii orinó en él, y bebió el agua resultante. Los jefes del Ejército y de la Marina que asistieron a la extraña presentación de Ishii quedaron debidamente impresionados. Más tarde, después de una serie de modificaciones, en 1936 se decidió adoptar el dispositivo para uso en campo”.
Imagen
El filtro Ishii en acción.

Continuando con la preparación, la lista de detalles del folleto es interminable. Los caballos deben recibir sombreros para el sol para evitar insolaciones, y los hombres deben evitar marchar en el sol del mediodía si es posible, mientras que los neumáticos en el inicio de la jornada se desinflan un 10 por ciento, para permitir la expansión en el calor. Los folletos no tienen muchos detalles militares, tales como flanquear las posiciones enemigas, sólo se entregaba instrucciones para el cuidado práctico del hombre y la máquina. Como advertía el folleto, se trata de un hecho histórico de que en todas las campañas tropicales desde la antigüedad han muerto más a causa de la enfermedad que en la batalla... Caer en una lluvia de balas es la muerte de un héroe, pero no hay gloria en morir por enfermedad o accidente o a causa de la falta de atención a la higiene. Y un punto más que harían bien en tener en cuenta es que las mujeres nativas están casi todas infectadas con enfermedades venéreas...

El área en la que los japoneses si tenían ventaja es en el nivel de experiencia de combate. Las fuerzas japonesas eran superiores en la moral, el equipo y formación que la mayoría de los británicos y las Fuerzas de la Commonwealth. Además, muchas de las unidades que operan bajo los británicos en la campaña de malaya habían recibido poco entrenamiento. Algunas unidades de Australia y de la India se habían formado recientemente y tenían poca o ninguna experiencia real de la guerra. La mayor parte de las fuerzas británicas de la Commonwealth habían recibido poca formación de combate en la selva en comparación con sus contrapartes japonesas. “En junio de 1941, Tsuji supervisó unas maniobras secretas realizadas en el Golfo de Tonkin en la Indochina Francesa. Convencido de que con un buen entrenamiento y una actitud positiva, los soldados podían vencer cualquier obstáculo que se les presentaran, metió cual sardinas en lata, a miles de soldados con equipo de combate completo en las bodegas de barcos de transporte, sólo con un tatami de 1,80m x 0,90m para cada tres soldados y con un mínimo de agua. Los dejó así durante una semana con temperaturas de 49 grados y para completar el ejercicio, después los hizo desembarcar en playas abiertas bajo condiciones de combate con fuego real.” Cada ejercicio era cada vez más similar en su alcance, a la geografía y el clima de lo que se experimentó en malaya.
Imagen
Tomoyuki Yamashita

A medida que avanzaba la planificación, surgieron serias divergencias en cuanto a la modalidad táctica adecuada. El Estado Mayor de la Marina proponía que los desembarcos fueran precedidos por un intenso bombardeo de las defensas costeras y por fuertes ataques contra las bases aéreas, afirmando que de no seguirse este procedimiento, sus unidades de guerra estarían expuestas al ataque de los aviones enemigos. El ejército, abogando por la ventaja de la sorpresa, estaba convencido por los informes de inteligencia que los británicos no harían nada hasta que fuese declarada la guerra. El argumento se resolvió, finalmente, cuando el vicealmirante Ozawa Jisaburo, el Comandante en Jefe de la Escuadra del Sur, declaró: “Entiendo el deseo del ejército de tierra de atacar en forma rápida y sin bombardeo previo. Yo digo que la Marina debería aceptar las propuestas del ejército, aun a riesgo de ser inhabilitada”. El teniente del ejército imperial japonés, General Tomoyuki Yamashita estuvo de acuerdo y aceptó de buen grado los riesgos de aprovechar el elemento sorpresa. Aunque no es oficialmente designado para comandar la operación hasta el 6 de noviembre de 1941, Yamashita trabajó en los planes durante los meses anteriores en su cuartel general en Samah, un puerto en la isla de Hainan en el Mar de China Meridional. En un principio, se le había ofrecido cinco divisiones para la invasión. Sin embargo, Yamashita se sentía capaz de alcanzar los objetivos con sólo tres. Hay varios factores que lo llevaron a esta conclusión. En primer lugar, la investigación de Tsuji sugiere que los caminos del centro de la península serían el frente de batalla, y los flancos se extenderían a no más de un kilómetro a la izquierda o a la derecha debido a la densa jungla. En segundo lugar, las informaciones indicaban que la mayoría de las tropas que defendían Malasia no eran del más alto calibre. En tercer lugar, era consciente de la "costumbre japonesa de arrojar más tropas a la batalla que las podían ser mantenidas." Yamashita calcula que tres divisiones era el máximo que se podría alimentar, equipar y amunicionar. Basado en esta recomendación, el 25 º Ejército se creó con tres divisiones asignadas: la 5 ª División del Teniente General Takuro Matsui, la 18ª División del Teniente General Renya Mutaguchi, y la División de la Guardia Imperial del Teniente General Takuma Nishimura. La punta de lanza del 25 º Ejército era la 5 ª División que desembarcaría en Singora y Pattani, mientras que la Fuerza Takumi, un destacamento de la 18º División tomaría tierra en Kota Bahru. La tercera división, la Guardia Imperial, capturaría Bangkok y luego avanzaría hacia el sur hasta enlazar con Yamashita en Malasia en una fecha posterior. La tarea de capturar el punto de Victoria y que ocupa el sur de Tailandia fue asinada a la Fuerza Uno, un regimiento de la División 55º, que había sido dado a Yamashita para la operación.
La 5 ª División había sido reclutada en el distrito de Hiroshima y consistía en muchos incondicionales veteranos de la campaña de China. Había servido de forma continua en China desde 1937 hasta 1941, ganando una temible reputación por su crueldad entre los civiles chinos. La 18º División, reclutada en el distrito de Kurume, había participado en la Bahía de Hangzhou y las áreas de Nankín, en septiembre de 1937 y permaneció allí hasta que participó en la toma de Cantón, en una operación conjunta con las Divisiones de la Guardia Imperial en octubre de 1938. Luego avanzaron hacia Chiangsí capturando Nanning con la 5ta división y los guardias imperiales. Fue ubicada en la zona de Cantón de nuevo desde febrero 1940 hasta agosto 1941, cuando se trasladó a Indochina.
Los regimientos de la División de la Guardia Imperial era una elíte del ejército japonés. Tenían un físico superior y una insignia distintiva en la gorra, una estrella amarilla de cinco puntas dentro de una guirnalda. La división se creó con el propósito expreso de proteger al Emperador. Se reclutó en todos los distritos de Japón con el fin de cumplir con los más altos estándares físicos en el ejército japonés. Los guardias se apostaron en Tokio hasta septiembre de 1939, cuando la 1ª Brigada de Guardias fue enviada al sur de China, y de allí al norte de Indochina, antes de regresar a Tokio en abril de 1941. Mientras tanto, en junio de 1941 la 2ª Brigada de Guardias, después de servir en Shanghai y el sur de China, se trasladó a la isla de Hainan, donde fue reforzada y reorganizada en una división de campo de tres regimientos entrenados especialmente para la campaña malaya. Desde la isla de Hainan, la división fue enviada al sur de Indochina en julio de 1941 en los términos del Acuerdo Vichy-japonés.
Estas eran las tropas que Yamashita lanzaría a la batalla contra las fuerzas británicas y tailandesas. Estaban apoyadas por una división blindada de más de 230 vehículos y tanques de tamaño mediano. Menos conocido es que el 25 º Ejército incluía los escuadrones suicidas de formosanos y coreanos cuyo trabajo consistía en tomar el flanco de las defensas del enemigo. En el aire, Yamashita utilizó un tercio de los 354 aviones de primera línea basada en Indochina, incluyendo muchos de la última clase de combate tipo Cero. Además, la Flotilla Aérea 22, estacionada en los alrededores de Saigón, prestaba apoyo a la invasión con 180 aviones adicionales. El total de máquinas resultaba una formidable fuerza aérea de 534 modernos aviones, en comparación con las 158 máquinas obsoletas que el Vice-Mariscal Pulford puede meter en combate. El apoyo a las divisiones de infantería fueron dos regimientos de artillería de campaña pesada y la tercera brigada de tanques. Los medios navales que formaban el Escuadrón Sur del Almirante Ozawa incluían un crucero de combate, diez destructores y cinco submarinos.

Los planificadores de Samah habían identificado cinco objetivos operativos, que forman las fases esenciales de la campaña de tierra, mar, y aíre de Malasia:

(1) La captura simultánea de Singora y Pattani, Tailandia y Kota Bharu, Malasia.
(2) La captura de todos los aeródromos enemigos en el sur de Tailandia y Malasia.
(3) Ocupación de Kuala Lumpur, Malasia.
(4) Ocupación de Johor Bahru, Johore y el control de Estrecho.
(5) La conquista de Singapur.

El desembarco más arriesgado se espera que sea el de Kota Bharu en Malasia. Sin embargo, si tiene éxito, sería útil para crear una distracción de los desembarques de las fuerzas principales en Tailandia. Los planificadores británicos en cambio tenían los brazos atados. A lo largo de 1941, el Ministerio de Relaciones Exteriores Británico había sido enfático en su insistencia de que “ningún movimiento agresivo debe hacerse en contra de Tailandia, porque podría provocar una reacción de los elementos militares pro-japoneses en Tailandia o del propio Japón”. Churchill quiso dejar claro a Roosevelt que si estallaban las hostilidades en el sudeste asiático, no sería por su decisión. Sin embargo, los planes elaborados que se habían realizado para un ataque británico en Tailandia seguían operando. Oficiales británicos, vestidos de civil y haciéndose pasar por turistas, ingresaron a Tailandia para llevar a cabo el reconocimiento de las zonas de desembarco. Se encontraron con oficiales japoneses en misiones similares e incluso se alojaron a menudo en el mismo hotel, el Hotel Zoo dirigido por alemanes en Haad Yai. Ambas partes se ignoraban el uno al otro, mientras tomaban buena nota.

A estas alturas, podríamos suponer que después de estar luchando más de dos años contra los alemanes, los británicos habrían sido más cuidadosos en los aspectos de inteligencia. Hughes-Wilson, oficial de inteligencia británico, atribuye el fracaso del esfuerzo de la inteligencia en Singapur en cuatro defectos principales.

(1) La subestimación del enemigo.
(2) La fragmentación de esfuerzos.
(3) La falta de recursos.
(4) Sin influencia en los más altos niveles de mando y control.

La subestimación de las capacidades militares de los japoneses es considerada como la falla de la inteligencia individual más horrenda de los británicos en la campaña de malaya en 1941-42. "En muchos sentidos, esto es sorprendente, dado que Japón era una nación guerrera, con un historial impresionante. Además habían estado en guerra con China, el tiempo completo durante al menos cuatro años antes del estallido de la guerra en el Pacífico. Por lo tanto, era suponer que tenían mucha experiencia en combate”. "En ese momento se cree sinceramente que el japonés es físicamente pequeño, dientudo, que tenía problemas de visión y es incapaz de luchar contra la sofisticada maquinaria occidental". Hughes-Wilson señala el uso de tanques ligeros en Malasia por los japoneses como un ejemplo de subestimación británico. Los británicos afirman que los tanques no pueden ser utilizados en la selva. Por supuesto, los japoneses tenían los tanques, y los utilizarían de manera efectiva, para gran consternación de los británicos. "De todos modos la inteligencia habían asegurado a los sucesivos planificadores británicos que no había absolutamente ninguna amenaza armada de los japoneses". La fragmentación de los esfuerzos de inteligencia se debió a una mala organización o la falta de organización. Cada agencia de inteligencia cuidaba los asuntos propios sin tener en cuenta una acción concertada. "El enfoque británico a la gestión y coordinación de la inteligencia en el Lejano Oriente parece haber sido muy fragmentado". Los británicos tenían un esfuerzo de contra-inteligencia en Malasia. Sin embargo, trabajaba fragmentado y fue incapaz de entregar información. Japón en cambio había creado una efectiva red de inteligencia en Malasia y Singapur, aprovechando los miles de residentes japoneses y las numerosas compañías comerciales instaladas en las colonias británicas. También aprovechaban el abundante tráfico marítimo. Era normal que en las tripulaciones de los mercantes japoneses que tenían su ruta siguiendo la costa oriental de la península malaya hubiese oficiales de la Marina como observadores. Muchas de las actividades de los agentes japoneses eran conocidas por la policía británica, sin embargo se dejaba hacer para no crear problemas diplomáticos. También se permitieron numerosos vuelos de reconocimiento que se hicieron en las semanas anteriores al ataque, muchos de ellos detectados por la RAF. La despreocupación de las autoridades coloniales llegaba a extremos ridículos. En el puerto malayo de Endau estuvieron amarrados dos submarinos japoneses sin permiso, sin que nadie reaccionase. Un oficial británico, el capitán Collinge, dijo haber visto en septiembre u octubre de 1940 a un oficial japonés perfectamente uniformado observando unos ejercicios de un escuadrón de carros armados. Cuando informó de ello unos funcionarios civiles le replicaron que la política del gobierno era la de evitar a toda costa un incidente con Japón.Para mayor vergüenza, el principal agente japonés en Malasia fue un militar británico. El capitán Patrick Heenan, del 3/16 Regimiento Punjab, fue reclutado como espía en un viaje a Japón en el verano de 1938. A pesar de que era ya considerado sospechoso fue destinado a un puesto clave, como oficial de enlace con la fuerza aérea. Tenía acceso a todos los planes operativos y podía conocer la localización y el estado de todos y cada uno de los aparatos de la RAF en Malasia. Con esa información los japoneses pudieron comenzar la ofensiva con una serie de precisos ataques a las instalaciones de la RAF, en particular al aeródromo clave de Alor Star, asegurándose la superioridad aérea para el resto de la campaña. Heenan fue arrestado el 10 de diciembre, juzgado por una corte marcial y condenado a muerte en Singapur en enero de 1942, y posiblemente acabó siendo ejecutado durante los caóticos últimos días de resistencia.

Después de la guerra los británicos descubrieron sorprendidos que los japoneses habían tenido acceso a las comunicaciones entre el gabinete de guerra en Londres y el general Percival en Singapur. A finales de septiembre de 1940 el gobierno británico envió al comandante militar de Singapur una serie de documentos, información ultrasecreta que incluía los planes de operaciones para Extremo Oriente, las apreciaciones de inteligencia sobre la defensa de las colonias británicas, o los libros de códigos para la flota británica. Para asegurar el secreto y no comprometer la seguridad, se decidió no utilizar las comunicaciones habituales y enviar la correspondencia a Singapur en un mercante rápido de 7.500 toneladas, el “Automedon”. El mensajero encargado de llevar los documentos, el capitán Evans, tenía instrucciones de tirarlos al mar en caso de que el buque estuviese en peligro. Pero en noviembre de 1940, cuando el Automedon estaba ya en la parte final de su travesía, a la altura de las islas Nicobar, tuvo la mala suerte de encontrarse con el “Atlantis”, un buque corsario alemán camuflado como barco holandés. Estuvieron durante un tiempo navegando en paralelo, sin que la tripulación del Automedon sospechase nada, hasta que de repente el Atlantis aumentó su velocidad e hizo varios disparos de cañón. Uno dio de lleno en el puente matando al capitán del Automedon y dejando inconsciente al capitán Evans, otro destrozó la sala de radio, impidiendo así que el buque atacado enviase una señal de auxilio. Cuando los alemanes abordaron el mercante se encontraron con los documentos y con los códigos marítimos británicos. El Almirantazgo nunca supo que sus libros de códigos habían sido capturados. Como en un ataque de un buque corsario normalmente el barco atacado tenía tiempo de enviar un aviso, los británicos supusieron que el Automedon había sido torpedeado y hundido por un submarino. Los alemanes no tenían mucho interés por los proyectos británicos en Extremo Oriente, pero gustosamente pasaron toda la documentación a los japoneses.
Imagen
La máquina Purpura

Los norteamericanos, en contraparte, hicieron una jugada magistral. A mediados de 1930, los japoneses habían desarrollado una maquina encriptadora de mensajes, cuya construcción parecía “lo más avanzado que la inventiva humana podía conseguir para disponer de un sistema de encriptado ideal e indescifrable”. Hacia 1937 la mayoría de las oficinas diplomáticas japonesas utilizaban el cifrado de mensajes con la nueva máquina, y durante 2 años la información recolectada de la escucha de emisiones era de muy escaso valor. Con el ambiente de guerra flotando, los norteamericanos pensaron que la seguridad nacional dependía del conocimiento de las actividades japonesas. Por lo tanto, un pequeño equipo de criptógrafos comenzó la tarea de descifrar el código japonés. A finales de Agosto de 1940 lo habían conseguido y las emisiones de radio japonesas se hicieron inteligibles de nuevo. El código diplomático se conocía con el nombre de “Púrpura” y a la operación de descifrado como “Mágico”. Este fue sin duda uno de los golpes más brillantes de la guerra. La forma de cómo se logró sigue siendo un misterio. Los japoneses no lo saben y los norteamericanos que lo saben no lo dicen. Solamente una cosa es cierta; ningún oficial japonés reveló su secreto. La teoría aceptada es que los norteamericanos recibieron ayuda del Almirantazgo Británico para el efecto, al tener ellos ciertos conocimientos del código de la marina Imperial. Otra teoría habla acerca del cadáver de un oficial naval japones que llevaba un libro de claves. Sea como sea, el hecho que los norteamericanos pudiesen leer todos los mensajes altamente secretos de los japonese se transformó en la única baza que tenían en la guerra del pacífico. Desgraciadamente, “Mágico” aún no estaba desarrollado como una herramienta de la inteligencia, ya que el acceso a los mensajes interceptados estaba restringido a un pequeño número de destinatarios. De esta manera se disminuía la probabilidad que los japoneses se enteraran de la falla en su seguridad y cambiaran el sistema. Para ellos el código “Purpura” tenía la clasificación de seguridad máxima y parece que nunca consideraron la posibilidad de haber sido descifrado. Solamente las embajadas y consulados más importantes contaban con una de las máquinas para descifrar los mensajes. En la mañana del 4 de Diciembre de 1941 fue interceptado un mensaje por el capitán de corbeta A.D. Kramer, en la Unidad de Seguridad en las Comunicaciones. El mensaje contenía la frase “Lluvia y viento del Este”, que de acuerdo a las anteriores escuchas y análisis significaba la guerra. El destino final del mensaje es un misterio. La investigación posterior que realizó el Congreso de los Estados Unidos no encontró rastros de este telegrama ni de otros mensajes interceptados. Los amantes de las conspiraciones argumentan sobre ésta hipótesis diciendo que entrega “pruebas concluyentes” que en la mañana del 6 de Diciembre había gente en Washington que sabía que Japón había optado por la guerra. Hoy día ya sabemos que a menos que los americanos hicieran algunas concesiones in extremis, las hostilidades comenzarían a primeras horas del día 8 de diciembre. Los comandantes japoneses tenían libertad absoluta en cuanto a decidir el momento oportuno para lanzar sus fuerzas al ataque; lo importante era que los objetivos se alcanzasen en la fecha señalada. Yamashita recibió órdenes definitivas la tarde del día 2 de diciembre: “Queda establecido de antemano que todas las operaciones militares se iniciarán el día 8 de diciembre. El 25º Ejército deberá cooperar con la Marina de Guerra en la fase inicial de las operaciones militares, cuyo objetivo principal será la ocupación de Malasia. El comandante del 25º Ejército dará comienzo a las operaciones siguiendo las órdenes recibidas con anterioridad”.
Brooke-Popham en cambio había recibido prohibición de ordenar Matador sin el permiso expreso del Gabinete de Guerra, que transmitiría su aprobación a través de los Jefes de Estado Mayor en un cable de telégrafo, el método más rápido de llegar al Lejano Oeste. Churchill había estado solicitando una promesa de apoyo de los Estados unidos en el sudeste de Asia, pero Roosevelt se hizo esperar. La ruptura se produjo cuando Roosevelt le dijo al embajador británico en los EE.UU. Lord Halifax en una reunión en Washington el 1 de diciembre, que Gran Bretaña podría contar con el apoyo estadounidense en el caso de una guerra con Japón. Halifax informó a Churchill que si Japón atacaba una posesión británica "sin duda podría contar con su apoyo, aunque puede ser que tome un corto tiempo -él habló de unos pocos días- para las cosas en forma política aquí". Así, cuando Brooke-Popham solicitó a los Jefes de Estado Mayor iniciar Matador por su propia iniciativa, el permiso le fue concedido el 5 de diciembre en un cable dirigido a él y el almirante Phillips. Los comandantes en jefe fueron informados de que la garantía de los Estados Unidos y su apoyo armado era "condicionada a un ataque japonés a territorio británico, o de las Indias Orientales Holandesas, o ya sea para prevenir un desembarco japonés en el istmo de Kra, o en respuesta a una violación de cualquier otra parte del territorio de Siam". Después de leer el telegrama, el jefe del Estado Mayor de Brooke-Popham comentó sécamente: “Le han dado a usted la responsabilidad de declarar la guerra a Japón". Esta era la última cosa que Brooke-Popham quería escuchar, pero informó a Percival, el 5 de diciembre, que “ahora podría llevarse a efecto Matador sin hacer referencia a Londres si yo tenía información de que una expedición japonesa estaba avanzando con la aparente intención de aterrizar en el Istmo de Kra, o si los japoneses violaran alguna otra parte de Tailandia”.
Imagen
De izquierda a derecha, Air Force Marshall Conway Pullford, Major Gen. Arthur E. Percival, Air Chief Marshall Sir Robert Brooke-Popham and Vice Admiral Sir Geoffrey Layton.

Mientras tanto en Washington DC, el 5 de diciembre tuvo lugar el siguiente intercambio en una reunión de gabinete en la Casa Blanca:
Frank Knox, Secretario de la Marina: "Tenemos una información muy secreta que no tiene que salir de esta sala que la flota japonesa está fuera. Están fuera del puerto. Están en el mar".
El presidente Roosevelt: "La pregunta de la Armada y mía, es si la flota va hacia el sur".
Varios ministros del Gabinete: “¿hacia Singapur?”
El presidente Roosevelt: "Probablemente. Ese es el objetivo supuesto si van al sur"…
Frank Knox: "Todo indica que van al sur”
Roosevelt hizo un llamado de última hora a Hirohito para decirle que la concentración de grandes fuerzas japonesas en Indochina había creado "una razónable duda de su carácter defensivo" y que los pueblos de las Indias Orientales Holandesas, Malasia y Tailandia no podían estar indefinidamente “en un barril de dinamita". Él y el Emperador tenían "un deber sagrado para restablecer la amistad tradicional y evitar más muertes y destrucción en el mundo". En el momento en que el mensaje es traducido al japonés, codificado y se transmite a Tokio, ya era demasiado tarde para tener algún efecto. El sábado 6 de diciembre 1941 un bombardero Lockheed Hudson del Escuadrón N º 1 de la Real Fuerza Aérea Australiana, con base en Kota Bahru y en el límite de su área de patrullaje, descubrió un crucero japonés que escoltaba a tres buques de transporte al sur del Cabo de Camboya en el la punta de Indochina. Treinta y cuatro minutos más tarde, el teniente John C. Ramshaw y su tripulación observaban un convoy mucho más grande con una fuerte escolta de cruceros y destructores dirigiéndose hacia el oeste. Ramshaw voló sobre el convoy a menos de 1.000 pies. Los buques de guerra japoneses no abrieron fuego, pero se lanzó un hidroavión. El piloto de 27 años de edad, se metió en las nubes para evitar problemas, mientras que su operador de radio señalaba la novedad. El monzón del noreste se encontraba en su época más turbulenta, y aunque según meteorología "las lluvias tropicales periódicas dificultan navegación y el reconocimiento de buques", era evidente para los pilotos australianos que los convoyes constituían una fuerza de invasión que estaba bien adentro del rango Kota Bahru. Dos horas y media más tarde, un segundo Hudson de la misma escuadrilla, pilotado por el Teniente de Vuelo Jimmy Emerton, también se encuentra con el convoy principal y confirma el avistamiento de Ramshaw.
Sin saberlo los dos pilotos australianos, los buques transportaban los 26.640 soldados del 25 º Ejército del general Yamashita. El convoy principal se había reunido en la isla de Hainan, a 250 kilómetros al sur de Hong Kong, donde los soldados habían estado practicando desembarcos anfibios. Al amanecer del 4 de diciembre, los barcos zarparon desde el puerto de Samah y se dirigiron a mar abierto. Observando el cielo desde la cubierta del Ryujo Maru, Yamashita señaló que el sol y la luna eran visibles a simple vista, lo que significaba un buen augurio para su campaña.
Para la primera parte de su viaje por Indochina, el vicealmirante Ozawa Jisaburo, comandante naval de Malasia, mantuvo la Segunda Flota cerca a la costa para evitar su detección desde el aire, y una vez que llegó a aguas abiertas, el 4 de de diciembre, la suerte estaba de su lado. Las fuertes lluvias y densas nubes cubrieron a los barcos japoneses de la observación aérea.
Los avistamientos positivos de los convoyes por estos dos aeroplanos enviaron “un escalofrío de emoción a través de la sede del aire, en Singapur. Todos los rumores y los retazos reunidos por la inteligencia en los últimos meses contribuyeron a la ineludible conclusión de que una invasión japonesa estaba en marcha”. Ese mismo día la Oficina Combinada de Inteligencia, el centro neurálgico de la organización de combate británico en todo el Extremo Oriente, fue alertada de la salida de estos convoyes del puerto y los puntos reales de ataque. Las noticias del avistamiento de los convoyes se entregaron a Sir Robert Brooke-Popham en el cuartel general del Lejano Oriente a las 2 pm el 6 de diciembre. Sabiendo que los días de Singapur estaban contados, Brooke-Popham no se atrevió a iniciar la guerra con Japón. Consideró que los avistamientos no eran pruebas suficientes que los barcos japoneses fueran a atacar a Tailandia y ordenó nuevos aviones de reconocimiento durante la noche. Brooke-Popham después alertó al comandante de la flota asiática de Estados Unidos, el almirante Hart, quien se encontraba en conferencia con el almirante Phillips en Manila. Mientras Phillips se subía a un Catalina para volver a Singapur, Brooke-Popham “esperaba a ver si los barcos japoneses mantenían su curso agresivo o si era un farol para forzar la mano de Gran Bretaña”. En la mañana del 6 de diciembre, Percival había tomado un vuelo regular a Kuala Lumpur para resolver algunas de las dificultades en la Operación Matador, con el General Sir Lewis Heath. El comandante del III Cuerpo de la India era especialmente opuesto a Matador, argumentando que era una “pésima y potencialmente peligrosa idea, que pondría a sus tropas en el limbo hasta que se tomara la decisión acerca de si se carga a Tailandia para hacer frente a los japoneses en las playas o se retirase a la línea Jitra previamente preparada”.
Percival recibió la noticia de los convoyes japoneses por teléfono en la sede del III Cuerpo en Singora a las 3 pm. "A las 15.15 horas ordené al comandante del III Cuerpo de la India asumir el primer grado de preparación", y “anticipando que se le podría ordenar la Operación Matador, instruí al Comandante de la 11ª División de la India para estar listo para moverse en corto plazo”. En el marco del plan revisado, la 11 ª División India al mando del Mayor General David Murray-Lyon y con base en el norte de Kedah, se dirigiría a Singora, 130 kilómetros al norte de la frontera malaya por carretera y ferrocarril, mientras que una fuerza separada - que consisten los regimientos 3/16º de Punjab y el regimiento 5/14º guarnición de Penang, una compañía de zapadores y minadores, una ambulancia de campo y una batería de la Fuerza de Voluntarios Malayos (MSVF), se dirigirían por la carretera hacia Patani desde la ciudad fronteriza de Kroh hasta la posición “Cornisa” .

Percival regresó a Singapur a las 6.30 pm esperando que Brooke-Popham hubiese activado Matador. Se quedó desconcertado al descubrir que el Comandante en Jefe seguía indeciso. Un hombre menos prudente habría aceptado que todas las pruebas apuntaban a una invasión japonesa de Tailandia, pero Brooke-Popham no era un hombre de decisiones arriesgadas. Pidió confirmación absoluta que la invasión estaba a la vista y, mientras tanto, “Percival, Heath y su personal miraban sus relojes con ansiedad” mientras sus posibilidades disminuían con cada hora. Percival había sido desplazado por Brooke-Popham sobre la base de la antigüedad, pero este era momento de decisiones en cuanto a la Operación Krohcol y Percival, “correcto, puntilloso y leal, no era hombre de insistir en nada a un oficial superior”. La falta de movilidad de Percival en torno a su mando y la falta de comunicaciones eficientes ya había tenido un efecto adverso en sus preparativos, y ahora la naturaleza fragmentada del mando de Brooke-Popham comenzaba a influir en los acontecimientos. El Ejército y la Fuerza Aérea se habían trasladado a la Sala de Operaciones Combinadas en el camino de Sime, mientras que la rama administrativa del Comando de Malasia se mantuvo en Fort Canning. La Marina de Guerra y Brooke-Popham se mantuvieron en la Base Naval, a media hora de distancia en el lado norte de la isla. Percival y los otros comandantes debían moverse continuamente entre estos lugares para las reuniones. Esa noche, Percival hizo una última llamada a Shenton Thomas en la Casa de Gobierno para informarle que había sido activado el primer grado de preparación en todas las tropas bajo su mando.

Mientras tanto, había habido una intensa actividad diplomática para aclarar las obligaciones británicas y estadounidenses hacia Thailandia, cuya seguridad ahora estaba amenazada. El Presidente Roosevelt sugirió que el Gobierno británico debía decir a los tailandeses que no tenía ninguna intención de invadir su país, pero estaban ansiosos por ver conservada su soberanía e independencia. El 4 de diciembre, Sir Josiah Crosby informó a la Oficina de Relaciones Exteriores de su impaciencia a la "falta de voluntad de Londres para dar a Thailandia una promesa clara de apoyo militar en caso de una invasión japonesa. Crosby también informó de que el Ministro de Relaciones Exteriores de Thailandia "esta mañana me presionó con mucha urgencia por una declaración inmediata de nosotros que Japón se encontraría en guerra con nosotros si atacase Thailandia”. Al día siguiente Crosby telegrafío que había recibido un llamado urgente del Primer Ministro tailandés, el general Pibulsongkram, diciendo que esperaban un ataque de los japoneses en los próximos días, y pidió más seriedad de [una] declaración pública inmediata por parte de Su Majestad. El Secretario de Estado Lord Cranborne pensó que sería prudente que se entregaran detalles de la Operación Matador a Crosby para su información secreta y personal. "Es importante que si y cuando la operación se lleva a cabo no deben cumplir con la resistencia tailandesa”.
Crosby se sorprendió al enterarse que las tropas británicas pronto podrían invadir Thailandia y el 7 de diciembre envió una súplica apasionada a Brooke-Popham de no violar la soberanía tailandesa. No fue hasta más tarde ese día que el primer ministro tailandés recibió un mensaje de Churchill diciéndole: "Hay una posibilidad de una inminente invasión japonesa de su país", telegrafió Churchill. "Si son atacados, defíendase. La preservación de la plena independencia y la soberanía de Thailandia es un interés británico y se considerará un ataque contra usted un ataque contra nosotros mismos”.
Zoom in (real dimensions: 800 x 587)Imagen
Catalinas PBYs del 205º Sqn de la RAF en Singapore, 1941.

Mientras tanto, el reconocimiento aéreo no había podido localizar de nuevo la flota de invasión en la tarde del 6 de diciembre. Un segundo Catalina despegó de Singapur el día 7 con órdenes de buscar en la costa Oeste de Indochina para poner a prueba la teoría de que los convoyes se habia concentrado en el fondeadero de Kao Rong. Esta aeronave encontró el convoy principal a 80 kilómetros al sur del Cabo de la Vela al Oeste de Camboya en ruta a Thailandia. Tan pronto fue divisado, el Catalina, piloteado por Flg Patrick Bedell fue atacado y derribado por aviones cazas antes de que pudiera hacer contacto por radio con su base. Tres Hudson enviados en la mañana del 7 no lograron encontrar el convoy a causa de la mala visibilidad, lo que obligó a dos de ellos a abandonar la búsqueda. Habían pasado treinta horas vitales desde los primeros avistamientos, cuando en la noche del domingo uno de los aviones de reconocimiento avistó un buque mercante y un crucero frente a la costa tailandesa. El crucero había abierto fuego sobre el Hudson, pero había fallado. A 6.48 pm cuatro buques japoneses, tal vez destructores, se había visto a 70 millas de Singora, al vapor y al sur, hacia Patani y Kota Bahru. Los criterios para el lanzamiento de la Operación Matador se habían cumplido, pero ya era demasiado tarde para ponerla en acción. El convoy enemigo, si se dirigía a Singora, llegaría a su destino cerca de la medianoche los días 7-8 de diciembre, mientras que era poco probable que las tropas británicas llegaran antes de las 2 am del 8 de diciembre. Percival entonces consideró que un encuentro entre la fuerza japonesa y su pequeña columna sería “muy arriesgado, sobre todo porque la fuerza enemiga se espera que incluya tanques". Informó entonces a Brooke-Popham que “en las circunstancias actuales Matador no es confiable". Brooke-Popham exasperadamente indeciso, escribió en su despacho: "Si el informe del Catalina después de haber sido derribado por aviones japoneses en la mañana del 7 de diciembre de 1941, es correcto, entonces este fue el primer acto de guerra en el área de Malasia entre el Japón y el Imperio Británico”. En ese momento, sin embargo, no hizo nada. Brooke-Popham y Percival aplazaron la decisión hasta las 10:30 pm, hora en que se les unió Tom Phillips, quien había regresado de Manila. Al parecer Phillips era mucho más decidido que estos dos, porque a las 11:20 PM Percival instruyó por teléfono al General Heart que Matador no iba a ser activado esa noche, pero que debería tener todo listo para ponerlo en marcha en la madrugada del 08 de diciembre si así lo ordena. Heath apenas podía creer lo que escuchaba. La indecisión de Brooke-Popham le había colocado en una posición incómoda. Sus hombres tendrían que soportar una lluvia torrencial durante toda la noche en espera de una orden que puede o no puede venir por la mañana, para entrar en Thailandia.
Phillips había utilizado su tiempo en el vuelo de regreso desde Manila para decidir qué hacer con sus naves. Mientras que el Ejército y la Fuerza Aérea estaban limitados por cuestiones de diplomacia, no había nada que le impidiera hechar su pequeña flota al mar y dirigirse a la costa norte de Malasia. Phillips tenía intención de poner este plan en acción, pero primero quería poner a prueba la reacción de los otros comandantes. En la mesa de conferencias se encontraban Phillips, el gobernador Thomas, dos funcionarios civiles, cuatro oficiales de la Armada, Sir Robert Brooke-Popham y el Vice-Mariscal del aire Pulford. Percival había regresado a Singapur, pero fue representado por dos miembros de su personal. No hay actas oficiales de la reunión, pero un joven oficial de marina, teniente comandante JW McClelland, que estaba encargado de las señales
en un extremo de la habitación, tomó apuntes subrepticiamente. Según el relato de McClelland, Phillips abrió la reunión diciendo que no creía que los japoneses iban a desplegar buques capital o portaaviones en aguas malayas. Su principal peligro provenía de los submarinos japoneses y, después de eso, los ataques de los aviones, esto último de pocas probabilidades de lograr resultados significativos gracias a sus armamentos antiaéreos, a menos que tuviera muy mala suerte. Como el torpedo era el arma a la que los barcos pesados son especialmente vulnerables, el principal peligro provenía desde el bombardero torpedero, tal como había quedado ampliamente demostrado en la destrucción del acorazado Bismarck. Sin embargo, durante la temporada de monzones sería difícil llevar a cabo ataques simultáneos, mientras que el avión torpedero era vulnerable a los ataques de los cazas de protección durante su aproximación. Por lo tanto, la protección de los cazas basados en los aeródromos de la costa era fundamental. Phillips llegó a la conclusión de que si el factor que rige la situación era la preservación de sus barcos, no había duda de que debía retirarse hacia el Oeste y esperar refuerzos.
McClelland dice que Shenton Thomas rompió el silencio que siguió. Dijo que no sabía nada acerca de la guerra, a excepción de la de tipo tribal, pero que había sido una completa sorpresa para él saber que la llegada de los buques de guerra sólo era un engaño, y además, que los japoneses podrían estar a punto de llamarlo. Si lo hicieran, ¿no cambiaría esto por completo las circunstancias? ¿No deberían informar al Gobierno de Londres lo que deseaba hacer el Almirante?
Hoy en día, es imposible saber que hubiese sucedido si Brooke-Popham hubiese actuado con más decisión y autorizara Matador cuando los barcos japoneses fueron avistados el 6 de diciembre. Pero si sabemos, que la noche del 7 de diciembre, cuando se confirmó que se estaban acercando a Malasia, era demasiado tarde. La operación Matador nunca se puso en marcha.

 


 

Si quieres debatir este artículo entra en su foro de discusión