Obra El Juramento del Marqués de la Romana, donde el militar jura con sus tropas lealtad a la patria en 1808. Realizado por Manuel Castellano en 1850.

 

Después dela campaña de 1806, Napoleón pidió a la monarquía española, en virtud de los acuerdos suscritos en el Tratado de San Ildefonso (27 de junio de 1796), el envío de un cuerpo expedicionario de ejército a Alemania, con el objetivo de guarnecer las costas de mar Báltico y aumentar el bloqueo al que quería someter la Gran Bretaña; en base a éste Tratado, España debía facilitar a Francia 14.000 hombres de escogidas tropas españolas.

La división O’Farrel, que había permanecido de guarnición en el reino de Etruria, recibió la orden de marchar a la ciudad alemana de Hamburgo, en la costa del mar Báltico. Una hija de Carlos IV, María Luisa, ostentaba el título de Reina de Etruria.

El 22 de abril de 1807 ésta guarnición parte hacia su destino, atravesando el norte de Italia, Tirol, Baviera y Hannover; llegó a Hamburgo entre el 12 y el 24 de junio.

La composición de este cuerpo, según datos extraídos de José María Bueno, era la siguiente:

­ 3 batallones del Regimiento de Línea Zamora (2.256 hombres)
­ 2 batallones del Regimiento de Línea Guadalajara (1.504 h.)
­ 1 batallón de Infantería Ligera 1º de Voluntarios de Cataluña (1.200 hombres).
­ 1 regimiento de Caballería Ligera, el Villaviciosa (540 hombres)
­ 1 regimiento de Caballería de Línea, el Algarve (540 hombres)
­ Una compañía de artillería (100 hombres)
­ Total efectivos: 6.140 hombres.

Comandaba esta división el general de origen irlandés D. Juan Kindelán, que había sido nombrado segundo del comandante en jefe de la División del Norte, Don Pedro Caro y Sureda, marqués de la Romana, nombrado general el jefe de la expedición, quien parte del norte de España al frente de otras dos divisiones.

Éstas, después de cruzar los Pirineos por diversos puntos, se reunieron en Maguncia, Alemania, donde fueron revistadas por el propio Napoleón. La composición de estas dos divisiones, también según datos aportados por José María Bueno, era la siguiente:

­ 1 batallón de Regimiento de Línea Guadalajara (778 hombres)
­ 3 batallones del Regimiento de Línea Asturias (2.332 hombres)
­ Regimiento de Línea Princesa (2.282 hombres)
­ 2º batallón de Voluntarios de Barcelona, Infantería Ligera (1.240 hombres)
­ Regimiento de Caballería del Línea del Rey (540 hombres)
­ Regimiento de Caballería del Línea del Infante (540 hombres)
­ Regimiento de Dragones de Almansa (540 hombres)
­ Una compañía de zapadores-minadores (100 hombres)
­ Artillería a pie (270 hombres)
­ Artillería a caballo (89 hombres)
­ Tren de artillería (68 hombres)
­ Total efectivos (8.779 hombres)

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Estas tropas, en su viaje atravesando Europa, fueron contempladas por sus contemporáneos que los describieron como de rostro altivo y paso vivo, pequeños, de ojos vivos, muy morenos y con los dientes muy blancos. Los soldados portaban consigo tartanas con la impedimenta y un alto número de mujeres y niños. Causó sorpresa entre quienes vieron el paso de los militares la costumbre, desconocida entonces, de fumar cigarros. Hay que tener en cuenta que en Europa se solía fumar en pipa.

Las tropas de Kindelán fueron las primeras en llegar al Norte y entrar en combate; tomaron parte en el sitio de Stralsund, consiguiendo la rendición de la plaza el 18 de agosto de 1807. Kindelán, jefe de la división, fue condecorado con la Legión de Honor. Los efectivos participantes fueron muy considerados y atendidos por el mariscal Bernadotte, príncipe de Pontecorvo y general en jefe del ejército del Elba, a cuyas órdenes estaba. Este general escogería para su escolta o guardia de honor 100 granaderos españoles del regimiento de Zamora y una sección de 30 caballos del Rey.

Una vez reunidas todas las tropas españolas que formaban la expedición, en la ciudad de Hamburgo, permanecieron en la población como servicio de guarnición durante el invierno 1807-1808, bajo el mando supremo del dicho mariscal Bernadotte.

En febrero de 1808, Dinamarca, aliada de los franceses, declara la guerra a Sueca por negarse ésta a apoyar el bloqueo marítimo contra la Gran Bretaña; las tropas españolas fueron enviadas a la península de Jutlandia para guarnecerlo ante una posible invasión sueca.

En el mes de junio del mismo año, y a consecuencia de los sucesos que se desarrollaron en España (2 de mayo de 1808), fueron diseminadas por todo el territorio danés, según orden expresa de Napoleón, estableciendo el Cuartel general en Nyborg, capital de Fionia. La distribución de las tropas en territorio danés quedó de la siguiente forma. (Datos extraídos de José María Bueno):

1. División de Jutlandia al mando del general Kindelán:
­ Regimiento Zamora (Coronel M. Salcedo), en Veile, Fredericia y Koldino.
­ Regimiento Algarbe (Coronel José Yebra) en Tender, Husum y Tonning.
­ Regimiento del Rey (Coronel Miguel Gamba) en Horsens, Skanderborg y Aarhus.
­ Regimiento del Infante (Coronel Francisco Mariano) en Randus y Mariager.

2. División de Fionia al mando del de la Romana:
­ Regimiento de la Princesa (Coronel Conde de San Román) en Nyborg, Kjertemünde, Assens y Middelfart.
­ Regimiento Villaviciosa (Coronel Armendáriz) en Faaberg.
­ Regimiento de Almansa (Coronel Juan A. Caballero) en Gogensee y Odense.
­ Artillería (Brigadier Martínez Vallejo y Capitán J. López) y los zapadores, en Nyborg y Kjertemünde.
­ Un batallón ligero en Svedenborg.
­ Otro batallón ligero y artillería en la isla de Langenland al mando del general francés Gauthier.
­ Regimiento de Guadalajara (Coronel Vicente Martorell) y de Asturias (Coronel Louis de Dellevielleuze), estacionados en la isla de Seeland, bajo el mando del general francés Fririon.
­ Los depósitos, al mando del General Hermosillas, se establecieron en Hamburgo y Altona.

LA+ROMANA-LA EXPEDICIÓN ESPAÑOLA A DINAMARCA, 3ª PARTE,- por D. Jose Mª ...

De la estancia de las tropas españolas en Dinamarca se conservan muchos testimonios de aspectos cotidianos, que evidencian la confraternización entre éstas y la población nativa, muchas veces maravillada de “lo exótico” de los llegados.

Las noticias de los sucesos acaecidos en España a primeros de mayo no llegaron, de momento, a conocimiento de los expedicionarios; los franceses interceptaron toda la correspondencia e, incluso, impidieron a cañonazos que cualquier embarcación se acercase a la costa. Sólo conocían parte de los acontecimientos, los que publicaba la prensa francesa...

La llegada de uno de los ayudantes del de la Romana, que había sido enviado a España, junto con varios oficiales que habían sido destinados a los Regimientos del Rey y Zamora, y que conocían los sucesos de Madrid, pusieron de manifiesto los hechos, y se estuvo a punto de provocar un levantamiento de las tropas. Un espía inglés, un sacerdote católico llamado Robertson, consiguió llegar hasta La Romana, y le mostró las proclamas de las Juntas de Asturias, Galicia y Andalucía. Le comunicó que el gobierno inglés estaría dispuesto a facilitarles transportes para embarcar sus tropas para España.

El general elaboró un plan para concentrar todas las tropas en la isla de Fionia, utilizando la excusa de una revista de inspección. Desgraciadamente, antes de que éste plan pudiese llevarse a cabo, La Romana recibió órdenes de que todas las tropas españolas bajo su mando presten inmediatamente, en sus respectivas guarniciones, un juramento de fidelidad al nuevo rey José Bonaparte, órdenes firmadas por el propio General Bernadotte el 22 de julio de 1808, y que fueron enviadas directamente a La Romana a Fionia, al General Kindelán a Jutlandia, y al Brigadier Delevielleuze a Seeland.

El cumplimiento de éstas órdenes fue muy distinto en cada uno de los lugares. En Jutlandia, Kindelán, que desde el principio tomó partido con los franceses, consiguió jurasen las tropas a su mando, con el engaño de que las demás habían jurado ya, si bien costó gran trabajo, produciéndose un grave escándalo y hubiera perecido el oficial que llevó la orden, a no huir precipitadamente. Kindelán se pasó finalmente a los franceses, abandonando sus tropas.

En Seeland, ocurrió lo contrario; los Regimientos Asturias y Guadalajara, que habían tenido noticias de los sucesos de España, se negaron a jurar y se sublevaron, atacando a los franceses y causando la muerte de un oficial. Luego marcharon sobre Copenhague, pero por el camino fueron interceptados por los franceses y obligados a deponer las armas.

En Fionia y Langeland, La Romana trató de ganar tiempo. Sabía que la tropa era reacia a firmar y que se podían producir motines, lo que hubiese comprometido el plan de evasión. Unos juraron sin dar los vivas mandados; los artilleros juraron lo que jurasen sus oficiales; los zapadores se negaron rotundamente a hacerlo; los dragones de Almansa interrumpieron la lectura de la orden con los gritos de ¡Viva España! ¡Muera Napoleón! y al amenazarles con un castigo ejemplar rompieron filas en el mayor desorden. Al ir a jurar el Batallón de la Princesa, por un movimiento no se sabe si convenido o espontáneo, oficiales y tropa se agruparon alrededor de la bandera y fijando en ella la vista permanecieron así largo rato en el silencio más profundo, que no dejaba por esto de ser muy elocuente, hasta que salió un cabo de filas y dirigiéndose al Marques de La Romana con el arma presentada, le dijo respetuoso, pero enérgicamente: "Mi general; mi compañía no jura a José ni a otro alguno, sino esa bandera, pues en llegando a España veremos a quien representa." El capitán de ingenieros D. Fernando Miyares cuenta que el cabo dijo exactamente: "Mi general, yo no quiero jurar; sé muy bien que el no obedecer es un delito capital, y me presento para ser fusilado, porque en tratándose del juramento, de ninguna manera obedeceré, mándelo quien lo mandare."

A pesar de aquella manifestación tan expresiva, se leyó la orden y se dieron las voces para hacer las descargas prevenidas; mas en lugar de obedecerlas, los soldados del Batallón de la Princesa, con asombro general, descansaron las armas tan silenciosos y resueltos como antes. Su coronel el conde de San Román pudo al fin hacerse obedecer; pero toda la noche siguieron disparando sus fusiles al aire con la algazara y desorden consiguientes y en son de mofa.

Bernadotte conminó a La Romana mediante un ultimátum a que hiciese jurar a sus tropas inmediatamente. Pero La Romana había recibido la visita del oficial del Regimiento de Cataluña, el subteniente Fábregas, quien había llegado hasta la escuadra inglesa, y traído documentos en los que los ingleses aseguraban tener dispuestos los buques para embarcar toda la “División del Norte”; por ello, impartió órdenes a todas las guarniciones para que se concentraran en Nyborg a fin de proceder a su embarque.

La Romana, con los Regimientos de la Princesa (dos batallones), Voluntarios de Barcelona (dos compañías), dos Escuadrones del Regimiento de Almansa y la artillería a caballo, se apoderó de Nyborg. Los ingleses, después de un encarnizado combate con los daneses, desembarcaron en la plaza y, después de conferenciar con La Romana, decidieron el traslado a la isla de Langeland de las tropas; en ésta sería efectuado en embarque de la totalidad de las tropas. El Regimiento de Caballería Algarve fue hecho prisionero cuando intentaba cruzar el Pequeño Belt.

En Langeland se habían concentrado ya los Dragones de Villaviciosa y el Batallón Ligero de Barcelona y, un poco más tarde, el Ligero de Cataluña, efectivos que se apoderaron de toda la isla; La Romana y sus tropas pudieron desembarcar con total tranquilidad. Había conseguido reunir las fuerzas restantes el 13 de agosto; algunos cuerpos habían tenido que recorrer 18 leguas en 21 horas para unirse al Cuartel general. 

El 21 de agosto, el almirante británico Sir James Saumarez (1757-1836) y su escuadra ancló frente la costa oriental de Langeland, donde embarcaron los 9.000 hombres que había conseguido reunir el de La Romana, sin abandonar más que los caballos que no podían transportarse, y salvándose toda la artillería (25 piezas). A continuación zarparon con rumbo a Goteborg, en la costa de Suecia.

El 5 de septiembre, los 9.000 españoles fueron embarcados en 37 buques enviados por la Gran Bretaña, y zarparon con destino a A Coruña; no obstante, debido al mal tiempo, arribaron a Santoña y Santander, el 8 de octubre.

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