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Georges Clemenceau ha sido, probablemente, el hombre más inclasificable de la política francesa en los dos últimos siglos. Demasiado individualista y demasiado partidario de la economía liberal, como para ser bien acogido por los izquierdistas, a la vez que demasiado preocupado por la cuestión social, demasiado partidario de la libertad y demasiado anticlerical, como para ser bien acogido por los derechistas. Y demasiado amigo de los anglosajones y demasiado francés, al mismo tiempo, como para poder ser bien visto por unos o por otros. Clemenceau se yergue, solitario, en la historia de Francia, como el individualista radical que fue toda su vida.

Nació el 28 de septiembre de 1841, en Mouilleron-en-Pareds (La Vendeè), en el seno de una familia republicana de provincias. Su padre fue un ferviente partidario de la Revolución de 1848, que expulsó a los borbones de Francia para siempre. Y también fue uno de los muchos franceses desengañados por el bonapartismo de Napoleón III. Murió en París el 24 de noviembre de 1929, en soledad. Su muerte no fue muy sentida ni muy llorada en casi ninguna parte del mundo, especialmente en Alemania y en la misma Francia, pese a la aparente paradoja.

Durante sus estudios como escolar se destacó como editor de un periódico panfletario de tendencia republicana, Le Travaille, que le deparó un arresto de 73 días durante el IIº Imperio. También bajo el IIº Imperio, en 1863, estaría encarcelado en la prisión de Mazas, durante cuatro meses, por haber proclamado la república en la Plaza de la Bastilla. De temperamento fogoso volvería a ser encarcelado en la Conciergerie de París, durante 15 días, por haberse batido en duelo.

UN MEDICO FRANCES EN NUEVA YORK

Licenciado en medicina, viajó en 1865 a Inglaterra, donde conoció a Stuart Mill. A finales de ese mismo año se trasladó a los Estados Unidos de América “...tras las huellas de Tocqueville...” como escribió él mismo. Ni siquiera en esa época de su vida ejerció la medicina. Sobrevivió escribiendo artículos para la prensa francesa y dando clases de francés. En ese tiempo casó con una de sus alumnas, Mary Plummer.

La experiencia americana resultó decisiva para su formación política. El republicano francés de provincias conoció la principal metrópoli de la que llamará “La Gran República de la Modernidad”. Su llegada se produce en pleno apogeo del culto al asesinado Lincoln, venerado entonces como apóstol de la libertad, y deambula por la Nueva York de Walt Whitman y de las postrimerías de la Guerra Civil (1861-1865). La impresión que recibe el espíritu de este joven provinciano será decisiva para su pensamiento. Como Tocqueville, Clemenceau descubre que el secreto de la pujanza y el bienestar es la libertad y la democracia, que permiten a los individuos desarrollar todas sus potencialidades sin las trabas que atenazan a las sociedades europeas. En América aprende que la injusticia social tiene una solución, la generación de la riqueza y la expansión del desarrollo económico, y que la democracia tiene una receta infalible, la solidez y el vigor de las instituciones, y la obligada observancia de la ley.

Retornado a Francia en 1869, es elegido Presidente de la Alcaldía del XVIII Arondisement de París (Montmartre), como candidato republicano-radical y con el Programa de Belleville. El famoso programa de los republicanos franceses, elaborado por León Gambetta en 1869. Elegido Diputado nacional en 1871, comenzó una carrera política que no llegaría a destacar hasta los inicios del nuevo siglo, el siglo XX, con motivo del llamado Affaire Dreyfus. En 1902 fue elegido Senador por Var, escaño que ocupó hasta 1920.