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Crónica de Ricardo I

Paradigma del caballero cristiano, brillante estratega de la Tercera Cruzada, heredero de Inglaterra, Normandía y Aquitania y monarca casi siempre ausente de sus reinos. El rey Ricardo es uno de los personajes más controvertidos de la historia medieval inglesa.

Pocos monarcas han tenido tantas leyendas como este rey, que aparece por primera vez en uno de los exempla que trata el infante don Juan Manuel en El Conde Lucanor (en torno a 1330) en el que se cuenta: «Del salto que fizo el Rey Richalte de Inglaterra en la mar contra los moros».

Et luego dio de las espuelas al cavallo et saltó en la mar contra la ribera do estovan los moros. E comino quiera que estavan cerca del puerto, no era la mar tan vaxa que el rey et el cavallo no se metiessen todos so el ama, en guisa que non paresció ¿ellos ninguna cosa: pero Dios, así commo señor tan piadoso et de tan grant poder, et acordándose de lo que dixo en 1'Evangelio: que non quiere la muerte del pecador sinon que se convierta et viva, accor- do entonce al rey de Inglaterra, librol de muerte para este mundo et diol vida perdurable para sienpre, et escapol de aquel peligro del agua. Et enderece a los moros.

El motivo del ejemplo era subrayar que a pesar de ser Ricardo I Corazón de León hombre
de grandes pecados, hombre de guerra, sus hazañas como cruzado le hicieron merecer el
Paraíso.

Ricardo se yergue, caballero, en una monumental estatua construida en 1851 a la puerta de las Cámaras del Parlamento inglés en Westminster, Londres. Ningún rey como él ha sido fuente de tantas leyendas ni ha dado pábulo a tanta imaginación: incluso en la misma Inglaterra, donde, a decir verdad, pasó sólo seis meses de los 11 años de su reinado y cuya lengua vernácula probablemente no hablaba. Fue célebre por dirigir la Tercera Cruzada, héroe romántico por haber sido encarcelado en un lóbrego castillo de Austria y rey trovador descubierto en la prisión por el juglar Blondel. Blondel fue cantando de castillo en castillo hasta que llegó al de Dürnstem, donde el encarcelado Ricardo lo oyó cantar desde su celda y le contestó. Fue rescatado merced a un esfuerzo inmenso del pueblo inglés. Fue el juglar Ambrosio, historiador de la Cruzada, quien le aplicó el sobrenombre de Corazón de León por su valor militar y por una leyenda según la cual sacó el corazón por la boca a un león vivo. En la Historia de Inglaterra, sobre todo en las contadas acerca de Robin Hood y por el novelista sir WaIter Scott en Ivanhoe, Ricardo I es el espejo del valor y la caballerosidad, mecenas de trovadores y juglares, músico él mismo de no poco talento. Físicamente era alto y fuerte, de pelo rubio y ojos azules y a tales características físicas la leyenda ha añadido su elegancia, su esplendor y su generosidad.

Ricardo, sin embargo, nacido en Oxford el 8 de septiembre de 1157, cuarto de los hijos legítimos de Enrique Plantagenet, II de Inglaterra, duque de Normandía, conde de Angeo, odiaba a su padre y luchó contra él. En cambio, adoraba a su madre, Leonor, duquesa de Aquitania, cuyo primer marido había sido Luis VII de Francia. El odio a su padre y el amor hacia su madre, mas el hecho de que no imitara la lujuriosa vida sexual de su padre ni tuviera hijos con su mujer, Berengaria de Navarra, han hecho que la Historia haya sospechado en él una condición de invertido. Sin embargo, no hay pruebas contundentes de ello. Como angevino heredó la naturaleza colérica y apasionada de la familia de su padre, junto con el amor a la poesía y la música.

No fueron sólo los ingleses y franceses quienes le admiraron. También los mismos musulmanes contra quienes luchó en Tierra Santa. A los sarracenos les parecía noble y en todas las maneras superior a su aliado en la Cruzada, Felipe Augusto de Francia. La amistad de Ricardo con príncipes islámicos le ha dado ese deje de exotismo que vino a añadirse al romanticismo de su cautiverio.

Juventud guerrera y poética

Después del nacimiento, en 1167, de su último hijo, Juan, motejado Sin Tierra, Enrique II y Leonor se separaron. Leonor se llevó consigo a Aquitania a Ricardo, entonces un muchacho de diez años. Vivieron en la ciudad de Poitiers, centro de trovadores, juglares, amor cortés y torneos de caballeros. Además, como muchacho alto y fornido, Ricardo no tardó en aprender el arte de guerrear en los ejercicios regulares que se practicaban. Poco después, sus habilidades tácticas saldrían a la luz. El joven tampoco era un bruto que sólo supiera intercambiar golpes de espada y maza. Sabía escribir poesía en francés y provenzal y hablaba latín. Antes de cumplir los 15 años se le nombró duque de Aquitania, sentado, según costumbre antigua, en la silla del abad de San Hilario, en Poitiers.

Leonor de Aquitania

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Fue quizás la mujer más poderosa del siglo XII. Esposa desde 1137 Luis VII de Francia, el monarca adoraba a esta bella y caprichosa mujer. Leonor le acompañó a la Segunda Cruzada. Allí, su comportamiento despertó los celos del rey, que anuló el matrimonio en 1152. Dos meses después, Leonor se casó con Enrique II, que dominaba así Inglaterra, Normandía y el Oeste de Francia. La rebelión de los hijos de Enrique contra su padre la convirtió en sospechosa de instigar la revuelta y fue apresada hasta la muerte de su esposo. Leonor administró el reino durante la Cruzada y lo devolvió intacto a Ricardo. Mantuvo a raya a Juan Sin Tierra y Felipe Augusto y recaudó el rescate del rey. Dedicó sus últimos años a mantener la unidad entre las posesiones de los Plantagenet en Inglaterra y Francia. 

Leonor de Aquitania, madre de Ricardo

La ocasión de emprender batalla no tardaría en llegar. Por motivos de la transferencia de sus respectivas herencias Ricardo, junto con su hermano mayor y heredero al trono, Enrique, y otro hermano, Godofredo, lucharon contra su padre en defensa de su madre, Leonor, que había sido hecha prisionera por Enrique II. Las fuerzas del rey de Inglaterra resultaron, sin embargo, superiores a las de Ricardo, el cual terminó sometiéndose humildemente a su padre. Enrique II perdonó sabiamente a su hijo y le encargó la difícil tarea de domar a los nobles recalcitrantes de Aquitania. Sin piedad ni lástima, en campañas estratégica y tácticamente brillantes, Ricardo asedió castillo tras castillo: Angeo y Lemosín, Poitou, Péngord, Angulema y Gascuña. Fue pacificando las rutas por las que viajaban los peregrinos hacia Santiago de Compostela y coronó su triunfo con la toma en 1179, a la edad de 22 años, del hasta entonces inexpugnable castillo de Taillebourg.

Inesperadamente, el príncipe Enrique murió en 1183 de una disentería aguda y dejó a Ricardo como heredero al trono. Su hermano Godofredo murió en 1186 en un torneo. Sólo quedó Juan Sin Tierra, a quien Ricardo negó territorio. Por esta razón, algún tiempo después Juan se alió con Felipe Augusto, rey de Francia, contra su hermano.

Jerusalén

Las peleas territoriales y las guerras dinásticas perdieron importancia frente a la noticia, trágica para el mundo cristiano, que llegó al final de 1187 desde Tierra Santa. En el mes de julio, los musul- manes, bajo el mando del célebre Al-Malik Al-Nasir Salah ed-Din Yusuí, conocido en Occidente como Saladino, habían derrotado en la batalla de Hattin, cerca deTiberiades, al reino cristiano de Palestina que habían establecido los primeros cruzados un siglo antes. El Papa, Gregorio VIII, despachó mensajeros que cruzaron Europa montados en caballos rápidos para apelar imperiosamente a los reyes, duques y condes de la cristiandad occidental a que rescatasen Tierra Santa y restaurasen el derecho de los peregrinos cristianos a rezar en los lugares santos de Jerusalén. Estos lugares cayeron en manos del Islam en el mes de octubre de 1187.

Una ola de emoción religiosa inundó Europa. ¡Qué magnífica ocasión para luchar se le había presentado a Ricardo! Además, ésta era una guerra santa que garantizaba la liberación del Infierno e incluso del Purgatorio al hombre que perdía la vida luchando contra los infieles.

Sin embargo, y a pesar del fervor cristiano, se imponían otras consideraciones políticas. Ricardo y su padre tenían que dejar Aquitania pacificada. Esto motivó una serie de campañas militares para reprimir a una nobleza rebelde y contestataria. Como Enrique II se negó a nombrar a Ricardo heredero suyo, Ricardo y Felipe Augusto de Francia hicieron la guerra al soberano de Inglaterra. El viejo monarca, derrotado, viéndose traicionado por todos sus hijos menos por uno ilegítimo llamado también Godofredo, murió en su castillo de Chinon el 6 de julio del año 1189.

 La tumba de Enrique II, padre de Ricardo

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Ricardo volvió a Londres para ser coronado, el 3 de septiembre de 1189 en la Abadía de Westminster. Ahora podía dedicarse plenamente a preparar la Cruzada, reorganizando la administración de Inglaterra y dejando a importantes obispos al frente de la misma. Para proteger sus derechos al trono, Ricardo obligó a su hermano Juan Sin Tierra a ausentarse durante tres años del reino. Con su hermano ilegítimo Godofredo siguió otra estrategia: le hizo arzobispo de Canterbury, lo cual le convertía en inelegible para ostentar la corona.

Para reunir las ingentes cantidades de dinero necesarias, Ricardo empleó el tesoro de 100.000 marcos ahorrados por su padre y vendió todas las tierras y todos los cargos que pudo. Obligó además a todo el pueblo a pagar un fuerte impuesto, el diezmo de la cruzada. L urgente necesidad de dinero explica suficientemente la cólera de Ricardo cuando se produjo una masacre de judíos pocos días después de su coronación. Aquí, el odio que la emoción de la Cruzada había suscitado contra los judíos estaba reñido con la necesidad de fondos. Y para recaudar estos fondos el rey necesitaba la ayuda de los judíos, que siempre mantenían sus ahorros en dinero líquido porque no podían invertirlos en tierras.

Ricardo movilizó un Ejército imponente de 4.000 hombres a caballo y un número igual a pie. Se embarcaron en 100 naves el 12 de diciembre de 1189. Ricardo y Felipe Augusto se reunieron y se pusieron finalmente en camino el 4 de julio de 1190. Ricardo, que sufría de cierta tendencia al mareo, viajó hasta Marsella y luego avanzó por la costa de Italia. Llegó a Mesina el 22 de septiembre y allí se encontró con la Flota y el Ejército cristianos.

En Sicilia, Ricardo tuvo que entretenerse luchando contra el rey Tancredo, que se negaba a reconocer los derechos de Juana, la hermana de Ricardo, viuda del recientemente tallecido rey Guillermo II de Sicilia. Además, Guillermo había legado un gran tesoro a Enrique II, padre de Ricardo. Y Corazón de León necesitaba urgentemente este tesoro. Al final, Ricardo decidió tomar Mesina por la fuerza de las armas y obligó a Tancredo a pagar 20.000 onzas de oro. De este modo, los cruzados dejaron en Sicilia unos recuerdos de asesinato y rapiña.

Pasaron varios meses más en el agradable clima de Sicilia. Durante este tiempo las diferencias entre el rey francés y Ricardo se fueron haciendo más profundas, sobre todo porque Corazón de León se negó a honrar la promesa que había hecho su padre de casarse con Alicia, hermana de Felipe Augusto. En realidad, en aquel momento Leonor, madre de Ricardo, viajaba acompañando a Berengaria, la hija del rey de Navarra, para casarla con Ricardo. De este modo se aseguraría la frontera de Aquitama contra los condes de Tolosa de Francia.

Finalmente, en abril de 1191 la enorme flota de 200 barcos que transportaba a los ejércitos de los reyes de Inglaterra y Francia salió de Mesina. Con una parada en Rodas, llegaron a Chipre, donde Ricardo y Berengaria se casaron. Ricardo conquistó brillantemente la isla. Consiguió así asegurar a los cruzados una base que protegería las largas líneas de comunicación y de abastecimiento de los ejércitos cristianos, que se extendían desde el Mediterráneo occidental hasta Palestina.

Por fin, el 6 de junio de 1191 Ricardo llegó a Tierra Santa. Desembarcó en Tiro y continuó el día siguiente hasta San Juan de Acre. En Palestina encontró un enrevesado problema político: la rivalidad entre Guy de Lusignan, rey cristiano de Jerusalén, y Conrado de Montferrat, protegido por el rey de Francia. Mientras tanto, había que hacer la guerra contra el poderoso Saladino.

En el calor del verano, el agua escaseaba. A pesar de las difíciles condiciones, San Juan de Acre y luego Jaffa fueron asediadas y las murallas zapadas. San Juan de Acre se rindió a los cristianos el 12 de julio de 1191.

Durante la entrada triunfal de las fuerzas cristianas, un grupo de soldados ingleses profirió un insulto mortal contra el duque de Austria. Arrancaron su bandera del sitio en el que ondeaba en compañía de las de Inglaterra y Francia, cuyos monarcas pensaban que únicamente ellos tenían derecho al botín. Esta cuestión era igual de importante que la liberación de Tierra Santa de manos de los sarracenos. Pero la ofensa se vería vengada más adelante.

Lucha en solitario

En ese momento Felipe Augusto, enfermo y preocupado por lo que pudiera estar pasando en Francia, abandonó la Cruzada. Desde entonces Ricardo luchó solo contra los sarracenos, que le consideraban hábil, malicioso, sutil y audaz. La guerra entre cristianos y musulmanes se tornó cruel en extremo. El 20 de agosto de 1191 Ricardo masacró a 2.700 prisioneros de la guarnición de San Juan de Acre. El monarca no podía darles de comer y tampoco podía permitirse el lujo de dejar enemigos tras de sí mientras continuaba su campaña.

Felipe Augusto


Fue coronado en 1179, a los 14 años. Fortaleció los dominios norteños de Francia a costa de Flandes y los del Sur mediante el Languedoc. Vio la amenaza que suponía el imperio angevino (los territorios franceses en poder de Inglaterra) y abandonó la Cruzada para regresar a Francia y atacar las posesiones de los Plantagenet en ausencia de Ricardo. En la guerra que siguió, Felipe llevaba las de perder, pero a la muerte de Ricardo su hermano Juan no se mostró tan temible. Felipe Augusto mantuvo excelentes relaciones con el clero (permitiéndoles elegir a sus obispos) y los mercaderes y preparó a Francia para los tiempos de grandeza que le esperaban en el siglo XIII.


Ricardo no se dirigió directamente a Jerusalén, lo cual hubiera sido poco aconsejable dada la presencia de la caballería de Saladino, que sabía luchar en tierra abierta. Ricardo avanzó por la costa hasta tornar Jaffa, desde donde las líneas de abastecimiento a Jerusalén serían relativamente cortas. Camino de Jaffa, Ricardo tenía su flanco derecho protegido por el mar y el izquierdo por su infantería. Saladino no consiguió romper el orden cerrado de los cruzados.

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Saladino

Al final, después de haberse negado Saladino a aceptar las condiciones de Ricardo, ofreció batalla. Esta batalla, la de Arsuf, representó un triunfo para Ricardo. El monarca inglés aprovechó el enorme impulso de la caballería pesada, sin dejar que sus caballeros se dispersaran, lo que les habría convertido en presa fácil para las flechas de los sarracenos. El 10 de septiembre, Ricardo ocupó el puerto de Jaffa.

Entre las batallas, Ricardo negociaba con el hermano de Saladino, Al-Adil Saif-ed-Din, conocido en Occidente como Saifedin. Probablemente estas negociaciones dieron nacimiento a la leyenda del ambiente de caballerosidad e incluso de amistad que rodeaba las reuniones entre Ricardo y los sarracenos.

Incluso ofreció Ricardo dar término al conflicto casando a su hermana Juana con Saifedin, si Saladino concedía Palestina a su hermano. Los cristianos abandonarían las ciudades de la costa, la feliz pareja viviría en Jerusalén y los sarracenos darían libre acceso a los peregrinos a los lugares santos. Hasta qué punto Ricardo pensaba seriamente entregar a su hermana a un musulmán es algo que no sabemos, sobre todo porque, al negarse Juana de manera terminante a casarse con Saifedin, Ricardo sugirió que el moro se tornase cristiano (!). Quizás las negociaciones no eran más que un modo de ganar tiempo mientras Ricardo iba reconstruyendo paulatinamente los castillos entre Jaffa y Jerusalén.

Para finales de 1191, las fuerzas cristianas estaban acampadas a 12 kilómetros de la Ciudad Santa. El otoño y el invierno fueron crudos. El fango y la lluvia imposibilitaron la campaña. Los ejércitos sarracenos eran todavía numerosos, mientras que a los cruzados no les llegaban refuerzos. En todo caso, suponiendo que conquistaran Jerusalén, ¿cuántos cristianos se quedarían para protegerla? Al fin y al cabo, como explicó Saifedin a Ricardo, para los musulmanes Jerusalén también era una ciudad santa, y esto probablemente no se les hubiera ocurrido antes a los cristianos de Occidente. Así pues, Ricardo se volvió atrás y regresó a la costa.

Ricardo y sus fuerzas se retiraron a la ciudad de Ascalón, importante lugar en el cruce de caminos entre Egipto, Siria y Palestina, que Corazón de León reconstruyó durante la primavera de 1192 con poderosas fortificaciones. En realidad, la política militar del momento, al ser casi imposible la toma de Jerusalén, imponía asegurar los puertos y garantizar los derechos de los peregrinos.

Le preocupaba a Ricardo lo que estaba aconteciendo en Inglaterra. Había sabido que Juan Sin Tierra estaba usurpando el poder real, mientras que Felipe Augusto amenazaba los territorios de los Plantagenet en Normandía. Las habilidades diplomáticas de Ricardo consiguieron que Conrado de Montferrat fuera nombrado rey cristiano de Tierra Santa, mientras que su rival Guy de Lusignan quedaría contento con apropiarse de Chipre. Desafortunadamente, Conrado fue asesinado poco tiempo después por dos seguidores de la secta de los hashashin o asesinos. Ricardo quedó salpicado por sospechas de responsabilidad en este crimen, del que era seguramente inocente. Para sustituir a Conrado, su viuda, Isabel, se casó el 5 de mayo de 1192 con el conde Enrique de Champaña, sobrino de Ricardo I de Inglaterra.

Esfuerzo final

Ahora que Ricardo no tenía oposición en el campo cristiano, decidió reunir todas sus fuerzas una vez más y realizar un último esfuerzo para tomar la Ciudad Santa, arriesgándose al peligro de lo que pudiera estar ocurriendo en Inglaterra y Normandía. Desde allí, Juan Sin Tierra y Felipe Augusto intrigaban contra él. Ricardo decidió quedarse un año más en Tierra Santa. Cuando llegaban a Beit Nuba, cerca de Jerusalén, donde ya habían estado el otoño anterior, los cruzados se encontraron con que el hábil Saladino estaba ya atacando sus líneas de comunicación. Jerusalén estaba protegida por poderosas murallas. La ciudad no sería tomada fácilmente.

Ricardo y los cruzados volvieron una vez más a la costa. Mientras tanto, Saladino tomó Jaffa. Ricardo recibió la noticia desde San Juan de Acre. Como los vientos eran adversos, le llevó dos días llegar a Jaffa. Abandonando su armadura, Ricardo encorajinó a sus seguidores saltando directamente al agua en el episodio referido por don Juan Manuel en El conde Lucanor. Los cristianos derrotaron a los desorganizados sarracenos, dedicados al pillaje. El 5 de agosto de 1192 Ricardo ganó otra gran batalla contra una fuerza mucho mayor que la suya. Con estacas de tiendas de campaña hizo construir una empalizada. Detrás de ella formó una línea compuesta por pares de soldados armados de escudos y lanzas para repeler a los caballos sarracenos y entre las dos filas de hombres situó arqueros. La caballería de Saladino cargó siete veces, cada vez con 1.000 caballeros. Al final, Ricardo hizo pasar a sus arqueros al frente para que lanzaran sus flechas contra la caballería musulmana. El genio del monarca consistió en saber el momento exacto en que la pesada caballería cristiana sacaría más ventaja de su poder y peso. Las fuerzas de Saladito fueron completamente derrotadas. Ya no había nada que hacer.

Regreso y cautiverio

El 2 de septiembre de 1192 Saladino y Ricardo firmaron la paz. Ricardo destruyó las fortificaciones de Ascalón, un detalle en el que el sarraceno había insistido. Aparte de esto, los sarracenos ofrecieron a los cristianos conservar lo que habían conquistado más una garantía de libre acceso a Jerusalén para los peregrinos. La Tercera Cruzada había terminado sin que Jerusalén hubiese sido devuelta a la cristiandad.

El 9 de octubre de 1192 Ricardo se hizo a la mar. Había estado más de dos años fuera de Inglaterra. Sin embargo, a pesar de haber dejado como supremo mando al obispo de la Catedral de Ely, una mole que todavía se eleva visible desde millas a su alrededor en la campiña plana del Este de Inglaterra, el obispo no podía resistir más la desenfrenada ambición del hermano más joven de Ricardo, Juan Sin Tierra.

Ricardo, rumbo a Marsella, supo que el conde de Tolosa, permanente enemigo de Aquitania, planeaba tomarle prisionero. Cambió entonces de dirección, pensando regresar a Inglaterra por Alemania y el mar del Norte. Su barco se vio sorprendido en el Adriático por una tempestad que dejó al rey, náufrago, en la costa, no muy lejos de Venecia. Al planear la ruta que debía tomar, buscó una que evitara las tierras del emperador del Sacro Imperio Romano-Germánico Enrique VI, enemigo suyo desde los episodios de Sicilia ocurridos dos años antes. Ricardo se dirigió hacia Moravia, territorio hostil al emperador. Aunque se disfrazó como un peregrino de regreso de Tierra Santa fue reconocido en un par de ocasiones. Pero logró escapar hasta que la tercera vez fue hecho prisionero, poco antes de las Navidades de 1192, en una taberna situada en las afueras de Viena.

Ricardo pasó a estar en manos del duque Leopoldo de Austria, cuya bandera había sido violentamente arrancada por los soldados ingleses bajo el mando de Corazón de León. ¡Qué magnífica ocasión de venganza! Leopoldo en- carceló al rey inglés en el castillo de Dürnstem, situado en los altos del Danubio. Según la leyenda, el juglar Blondel viajó por toda la ancha y espaciosa Alemania buscando a Ricardo Corazón de León. Fuera de las murallas de Dürnstein cantó una melodía que él y Ricardo habían compuesto juntos. Ricardo la cantó, lo cual reveló dónde estaba cautivo el rey trovador. Esta leyenda data, sin embargo, de un siglo más tarde. Sea como fuere, la situación de Ricardo era ahora conocida y empezaron las negociaciones para su liberación, que duraron año y medio. Leopoldo vendió al monarca por 100.000 marcos al emperador Enrique VI.

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Castillo de Dürmstein en la actualidad

Al oír la noticia del cautiverio de su hermano, Juan Sin Tierra se había declarado rey de Inglaterra y de Normandía con el consentimiento de Felipe Augusto. Mientras tanto, Juan buscaba aliados en Inglaterra, pero tenía en su contra a la reina madre, Leonor. Mensajeros ingleses descubrieron a Corazón de León en el pueblo de Ochsenfurt, camino de Speyer. Allí se iba a celebrar una especie de proceso contra el monarca inglés, acusado por el duque Leopoldo y por el emperador de haberse aliado con los enemigos del Imperio y de haber asesinado a Conrado de Montferrat. Según la leyenda, Ricardo se defendió con tanta nobleza, brío y habilidad que el emperador le dio el beso de la paz.

Ahora bien, Inglaterra tuvo que hacer un esfuerzo inaudito para pagar el rescate de su rey, quien, mientras Augusto envió un mensaje a Juan Sin Tierra: «Ten cuidado. El Diablo anda suelto». Por fin, después de complicadas y difíciles negociaciones entre el emperador y Felipe Augusto, Ricardo Corazón de León recuperó su libertad el cuatro de febrero de 1194 por el precio de 150.000 marcos, un tributo de 5.000 marcos por año y la subordinación de Inglaterra al Imperio. El 14 de marzo de 1194, casi tres años después de haber dejado Inglaterra, Ricardo desembarcó por fin en su tierra natal.

La llegada a Inglaterra

En Inglaterra las ciudades que se habían aliado con Juan Sin Tierra no tardaron en capitular. La única que se mantuvo rebelde fue Nottigham, cuyo gobernante —o sheriff— perdura en la memoria de todos como el «malo» en las leyendas que tratan sobre Robin Hood, que se había visto privado de sus propiedades por las maquinaciones del sheriff y Juan. El 17 de abril de 1194 entró Ricardo en la Catedral de Winchester con la corona puesta y acompañado de los jefes laicos y eclesiásticos del reino para demostrar que era, efectivamente, el rey de Inglaterra. Juan Sin Tierra, asustado, se echó a los pies de su hermano. Ricardo Corazón de León le perdonó confiado en su poder.

Juan “sin tierra”

Cuando Ricardo partió a la Cruzada, su hermano menor mantuvo su promesa de no pisar Inglaterra hasta que supo que el rey había nombrado heredero a su sobrino Arturo. Cuando supo además que Corazón de León había sido apresado por el duque Leopoldo, se alió con Felipe Augusto de Francia para tomar el poder en Inglaterra. Pero el regreso de Ricardo frustró sus planes. Juan fue desterrado y privado de todas sus posesiones. Los dos hermanos se fueron reconciliando y Juan sin Tierra se convirtió en 1199 en Juan I de Inglaterra. Su reinado estuvo marcado por la guerra con Francia, en la que Juan perdió muchos de los dominios ingleses. Tuvo que enfrentarse además a la rebelión de los barones y se vio obligado a firmar una Carta Magna que aseguraba los derechos feudales de estos nobles. Pero el acuerdo no surtió efecto y el príncipe Luis de Francia, que apoyaba a los barones, invadió Inglaterra. Juan I murió durante esta invasión, en 1216, detestado por el pueblo inglés.

Al llegar la primavera, en el mes de mayo de 1194, ya batallaba Ricardo en Normandía contra Felipe Augusto. En la campaña de aquel verano, Ricardo ganó batalla tras batalla, reduciendo castillo tras castillo de las ricas tierras de Normandía. Después Ricardo bajó por tierras de Aquitania para castigar a los rebeldes. Desde Angulema escribió a Hubert Walter, arzobispo de Canterbury y la persona que muy eficazmente administraba Inglaterra en la ausencia del rey, para decirle que había hecho prisioneros a 300 caballeros y a 40.000 hombres armados.

No sólo era Ricardo un guerrero poderoso: también era un diplomático hábil. Casó a su hermana Juana con Raimundo VI de Tolosa (Francia) y, como Ricardo estaba ya casado con la princesa de Navarra, con esta boda aseguró la frontera del Sur de sus reinos. Felipe Augusto se encontró solo, aislado a base de acuerdos y tratados hechos por Ricardo. Durante los años siguientes se sucedieron constantes campañas que buscaban recuperar los castillos y tierras que Felipe Augusto había usurpado durante la ausencia de Ricardo. Por fin, y gracias a la intervención del Papa, se llegó a una tregua firmada el 13 de enero de 1199. Mientras se discutía un matrimonio político entre el hijo de Felipe Augusto y la sobrina de Ricardo, Corazón de León marchó a sus tierras de Poitou, donde, por un motivo de poca monta, emprendió el asedio del castillo de Chalus, en el Lemosín. En marzo de 1199, exponiéndose sin cuidado como era su costumbre, a Ricardo le hirió en la espalda una saeta disparada desde una ballesta. La herida se tornó gangrenosa y el 6 de abril de 1199, a la edad de 41 años, Ricardo murió, legando su reino a su hermano Juan. Ricardo fue enterrado junto a su madre en Fontevrault.

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Tumba de Ricardo en Fontevrault

Después de emplear todas sus habilidades militares y diplomáticas para restablecer los reinos angevinos hasta lo que habían sido, Ricardo murió en una campaña de poca importancia. ¿Quién sabe sí, pacificados sus reinos, Ricardo no hubiera regresado a Tierra Santa para conquistar Jerusalén 700 años antes de que lo hicieran dos sargentos del Ejército inglés el 9 de diciembre de I917?

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