INVASION BELGA:

En mayo de 1940 Bélgica movilizo un ejercito de 600.000 hombres; lo cual si se tiene en cuenta de que se trataba de un país pequeño, demuestra lo aguda que era la conciencia del peligro. Ya en 1936 el tiempo de servicio militar obligatorio había sido aumentado a 12 meses en contra de los 8 meses obligatorios hasta esa fecha. Los gastos de defensa ascendieron al 15% del presupuesto total del país.

En 1939 al declararse la movilización, se pasó de las 8 divisiones que consistía la fuerza del ejército en tiempo de paz a 22 grandes unidades, entre ellas dos divisiones de cazadores de las Ardenas y 2 divisiones de caballería. Pero este rápido y fragmentario reforzamiento fue, en gran parte, la causa de la debilidad del ejército belga. Las unidades en reserva no estaban convenientemente encuadradas por oficiales y, muchas veces, la acción de mando, era insuficiente; el equipo era mediocre y la infantería con sus grandes efectivos maniobraba con dificultad y totalmente sobrecargada de personal.

Una de de las dos divisiones de cazadores de las Ardenas, así como las dos divisiones de caballería eran motorizadas, pero en cambio no tenían carros de combate; los belgas consideraban que las fuerzas acorazadas eran un instrumento totalmente ofensivo y fundándose en esto y teniendo en cuenta su neutralidad habían rechazado la creación de fuerzas acorazadas propias.

La aviación era anticuada, no solo por falta de dinero para nuevas adquisiciones, sino también porque las naciones beligerantes no disponían de aviones sobrantes para dárselos a Bélgica, y desde luego, el país no estaba en condiciones de producirlos por cuenta propia. Cuando a fuerza de mucho insistir, consiguió que le cedieran 24 Hurricanes y 24 Facei Battle, la mayor parte de los 200 aviones que constituían la fuerza aérea belga eran casi prácticamente inservibles.

El 10 de mayo el ejército belga se había desplegado, aprovechando las características físicas del país, en las posiciones que defendían los dos grandes ríos paralelos el Escalda y el Mosa y el canal Alberto proyectado y concebido para ser utilizado también con fines militares. La línea defensiva avanzada corría a lo largo de la frontera, desde Amberes hasta Halen. La línea defensiva del canal Alberto, con obras de cemento, carreteras y puentes preparados para su interrupción y demolición, se apoyaba en la plaza fuerte de Lieja, modernizada y reforzada con cuatro fuertes entre ellos Eben-Emael, considerado el mejor sistema fortificado belga. El canal Alberto servia de línea de cobertura, detrás del cual el mando supremo belga situó el grueso de sus tropas, con la esperanza de poder contener en aquella zona cualquier ataque hasta la llegada de los aliados.

La línea defensiva principal, que se encontraba en una posición todavía mas retrasada, atravesaba el país por la mitad, partiendo desde Amberes y dirigiéndose hacia el sur, hasta la plaza fuerte de Namur. Esta línea conocida como KW, se apoyaba en Dyle, formando un obstáculo contra carros continúo desde Amberes a Wavre. Pero el 10 de mayo de 1940 los trabajos para completarlo no habían terminado aun en el sector Wavre-Namur, lo que dejaba abierto un paso a los alemanes.

El día 10 de enero de 1940 se produjo un incidente que tuvo profundas consecuencias. Aquel día, un avión alemán, que llevaba a bordo a dos oficiales, tuvo que efectuar un aterrizaje de emergencia en Malinas, después de haber perdido su ruta sobre Bélgica. Uno de los oficiales llevaba consigo una cartera que contenía las órdenes de operaciones destinadas al grupo de ejércitos B y que no consiguió destruir totalmente antes de ser detenido. Se estudiaron inmediatamente los documentos y ya no hubo dudas sobre su autenticidad; dichos documentos revelaban que Bélgica se encontraría en el centro de la dirección de penetración enemiga. Además los alemanes tenían previsto el empleo de de tropas aerotransportadas, y cuando estallasen las hostilidades tampoco Holanda salvaría su neutralidad como sucedió en 1914.

De un modo mas bien apresurado, sin consultar siquiera con el gobierno, el jefe de estado mayor; general Vanderbergen, dispuso la inutilización de las defensas de la frontera francesa, considerando que los ejércitos aliados avanzarían rápidamente por territorio belga, puesto que enseguida se había informado a Paris y a Londres de los documentos capturados y de la probabilidad de un ataque inminente. Pero en aquellos momentos, Francia y Gran Bretaña, prefirieron no intervenir, esperando que Bélgica tratase el asunto con Alemania por la vía diplomática.

Después de una atenta consideración por parte de las autoridades alemanas y porque el ataque no se había realizado, el gobierno belga censuro la inutilización de las instalaciones defensivas en la frontera francesa. El 15 de enero se volvieron a poner en servicio; se reprendió el comportamiento del general Vanderbergen y se le destituyo.

Si bien los intentos de enlazar el sistema defensivo belga con el de la provincia holandesa de Brabante fracasaron, (fue un ejercito francés el que realizo el enlace de las fuerzas belgas con las holandesas después de comenzar las hostilidades), tras los contactos anglo-franceses y después de un gran numero de entrevistas, los aliados consiguieron al fin poner a punto un plan general denominado “Plan Dyle”. La finalidad de este plan era sustituir la línea de frontera (geográficamente desfavorable y mal fortificada) por una mas corta y adecuada para la defensa y que atravesaba, de un modo casi rectilíneo, el centro del país.

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Henry Giraud

Mientras el 7º ejército de Henry Giraud avanzase a través de Flandes, hasta la desembocadura del río Escalda formando un puente entre holandeses y belgas, el cuerpo expedicionario británico debería ocupar la posición “KW” a lo largo del rio Dyle, en el flanco meridional del ejército belga, entre Loumina y Wavre. Por el sur, el 1º ejercito francés del general Blanchard prolongaría la línea defensiva entre Wavre y la zona situada al norte de Namur (ciudad que seria defendida por dos divisiones belgas), y el 9º ejercito de Corap, basculando sobre el centro de su despliegue, avanzaría su ala izquierda para ocupar el Mosa hasta Namur, mientras dos divisiones de su ala derecha permanecerían en sus áreas ya asignadas. Finalmente el 2º ejército del general Hutzinger se mantendría en sus posiciones desde Donchery a Longuyon.

Naturalmente el éxito del “plan Dyle” dependía de que el ejercito belga consiguiese defender el “canal Alberto” por lo menos 5 días, tiempo que el general Maurice Gamelain consideraba necesario para la llegada de refuerzos

 

 

El 9 de abril mientras estos planes estaban todavía en fase de preparación, Alemania invadió Dinamarca y Noruega. En cuanto se les informo de la invasión, los embajadores francés y británico solicitaron que se permitiese a sus tropas la entrada a Bélgica. El momento parecía propicio; puesto que, por cierto tiempo, la Luftwaffe, estaría ocupada en los países escandinavos; pero el gobierno belga rechazó la propuesta aliada y el día 10 de abril curso un comunicado ratificando su decisión.

El día 15 de abril la situación pareció momentáneamente mas tranquila, pero el 24 todos los elementos de información confirmaban nuevamente las necesidad de ejercer en Bélgica una vigilancia especial.

El 8 de mayo, el embajador belga en Berlín, Davignon, informo que los alemanes estaban preparando un ultimátum a Bélgica. Casi de inmediato los holandeses confirmaron el fundamento de esta información y suspendieron los permisos de sus soldados. Fue en aquel momento cuando el agregado militar belga en Berlín, coronel Goethals envió un mensaje a sus superiores informando que el mando supremo alemán había dado a sus tropas la orden de atacar. En el transcurso de la noche del 9 de mayo a lo largo de todo el arco fronterizo que va desde Holanda a Bélgica, había claras señales de que los alemanes estaban efectuando movimientos de tropas. En Bruselas, después de una acaloradas discusión sobre la oportuno de solicitar apoyo a las potencias que se habían comprometido a garantizar la independencia de Bélgica, los ministros dijeron que solo debían de utilizar esta opción cuando se violase terreno nacional. A las 23,15 se decidió proclamar el estado de alarma y la noticia se transmitió a Londres y a Paris.

Occidente se encontraba ahora, frente a una crisis cuya gravedad imponía a todos una acción firme y decidida. Y esta situación se veía agravada por el hecho de haber estallado en Francia, una crisis política que casi había provocado la dimisión del gobierno y la del general Gamelain: Siguió una noche de extraordinaria agitación: las centrales telefónicas estaban sobrecargadas por el enorme flujo de informaciones procedentes de todas partes. Muy pronto empezaron a llegar noticias de que los aviones enemigos volaban sobre el país y poco antes de las 5 se recibieron las primeras noticias de bombardeos. Cinco minutos después se supo que se había violado la frontera y atacado el fuerte “Eben-Emael”.

Los ministros belgas estaban ansiosos por conocer el fundamento de aquellas graves noticias antes de dirigirse al las potencias aliadas, pero la alarma aérea y las explosiones que se produjeron a las 5,17 en la capital los convencieron muy pronto de que sus temores se convertirían en realidad. Y, finalmente, ordenaron que se apelara a Francia y Gran Bretaña.

En cuanto Gamelain recibió el aviso, desde Vinncennes, comenzó a poner en marcha como estaba establecido, el “Plan Dyle” y a las 7,30 de la mañana las tropas aliadas entraban en Bélgica; la “Drole guerre” había finalizado.


De las 137 divisiones que Alemania tenía en occidente, empleo 72 en la ofensiva inicial, excluyendo reservas, que habrían podido llegar al frente en un tiempo mínimo.

Por el norte, el grupo de ejércitos B, del general Van Bock, apoyado por la fuerza aérea del Kesselring, desplegaba 2 ejércitos, con un total de 28 divisiones. Su misión era destruir al ejército holandés, asegurarse el dominio de los pasos del “canal Alberto” y detener a los ejércitos aliados en el norte, cooperando después con parte del grupo de ejércitos A, en el aniquilamiento de las fuerzas que, de este modo, habrían sido cercadas. El 18º ejercito alemán que contaba con una, panzer-división, estaba al mando de Von Kuchler, debía penetrar en Holanda septentrional, al mismo tiempo que las tropas aerotransportadas desembarcarían en Holanda. El 6º ejercito al mando de Von Richenau, operaria en Limburgo holandés y belga, al norte del Mosa; este ejército contaba con dos, panzer-división, y una división motorizada.

En el centro el grupo de ejercitos A, al mando de Von Rundestedt, había de descargar, apoyado por la 3ª fuerza aérea de Sperrle, un formidable ataque a través de las Ardenas; contaba con 44 divisiones, entre ellas 7 acorazadas y 3 motorizadas. En vanguardia, para iniciar la ruptura del frente enemigo, se encontraría el poderoso grupo de unidades acorazadas de Von Kleist, que atravesaría el Mosa entre Dinant y Sedan. Este ataque estaría cubierto en el flanco derecho, por el 4º ejercito de de Von Kluge, que avanzaría a lo largo de la cuenca Sambre-Mosa para unirse después con e grupo de ejércitos B y cercar a las tropas enemigas. El 12º ejercito de Von List penetraría en Bélgica por Luxemburgo meridional y protegiendo el flanco sur de las fuerzas empeñadas en la ofensiva. Dos mandos de los ejercitos 2º y 9º, organizarian después un frente defensivo a lo largo de Aisne, los canales y el Somme, empleando divisiones de reserva y garantizando la libertada de maniobra a la fuerzas empeñadas mas la norte.

Al sur, el grupo de ejércitos C, al mando de Von Leeb, tenia la misión de contener al enemigo en la “Línea Maginot” y la orilla derecha del Rhin hasta la frontera Suiza, con las 17 divisiones de los ejércitos 1º de Witzleben y el 7º de Dollman.

Como bien sabemos la resistencia holandesa ceso al anochecer del día 14 de mayo, y a las 17,45 el ejercito depuso las armas y dejo de combatir. Las unidades de la marina holandesa, junto con la reina Guillermina y su gobierno, cruzaron el canal de la mancha para continuar la lucha desde Inglaterra.

Mientras tanto el 6º ejército de Von Reichenau estaba empeñado en lograr un éxito en el frente belga. A las 5 del día 10 de mayo 53 de los 179 aviones belgas en condiciones de volar fueron destruidos en tierra, y todos los centros importantes de comunicaciones habían sido bombardeados. En el Limburgo reinaba el caos. La población se desparramaba por las carreteras e incluso varias unidades militares, dejándose llevar por el pánico. Las noticias que llegaban al comandante en jefe belga eran increíbles: parecía ser que los puentes de Woldwezel y de Vronnhoven, sobre el “Canal Alberto”, habían caído intactos en manos del enemigo y, lo que era aun mas alarmante, que tropas aerotransportadas alemanas estaban tomando tierra dentro del fuerte de “Eban-Emael”.

En efecto después de haber conquistado los dos puentes y dejar fuera de combate el fuerte de “Eban-Emael”, los alemanes se habían asentado solidamente en la orilla izquierda del Canal Alberto, si bien los carros de la 3ª y 4ª panzer-división quedaron paralizados en Maastricht, donde los holandeses habían volado los puentes sobre el Mosa, hasta el día siguiente, 11 de mayo, en que consiguieron tender un puente militar. Por este puente fueron pasando los carros de combate alemanes, y al mediodía llegaron sin problemas a Tangres. Una vez rebasada esta ciudad se abrieron paso en abanico, y por la tarde una unidad llego a Wareme, amenazando así Lieja por la retaguardia.
Fue en este momento cuando Hitler difundió un comunicado anunciando la caída del “Canal Alberto” y del fuerte de “Eban-Emael”. Naturalmente, se había llegado a esa delicada fase, el anuncio tuvo muy graves consecuencias en la moral de las tropas y en la opinión publica belga, confirmando en muchos pusilánimes la impresión de que los alemanes eran invencibles.

En realidad, la situación se estaba desarrollando según los planes. Al amanecer del día 10 el ejercito aliado estaba en marcha hacia el dispositivo de defensa principal, el “Plan Dyle”, al que el ejercito belga empezó a retirarse el día 11. Esta era precisamente la línea defensiva en la que los aliados habían decidido establecerse para detener el avance enemigo.

En lo concerniente a las fuerzas empleadas al norte, en el sector Sambre-Mosa, la situación era claramente favorable a los aliados, por cuanto se habían desplegado, en este sector casi 40 divisiones, incluidas las belgas, contra las 30 que Bock ponía en el terreno. En realidad la perdida del “Canal Alberto” no era nada mas que un desfavorable episodio de orden táctico, en comparación con lo sucedido 36 horas mas tarde entre Dinant y Sedan.

En las Ardenas, siete divisiones panzer se pusieron en movimiento al amanecer del día 10, asegurándose enseguida, sobre el río Mosa, las principales y primeras bases para el ataque. Frente a este avance, las tropas y unidades belgas se retiraron en dirección noreste para ceder sus posiciones a las tropas de cobertura de los ejércitos 2º y 9º francés.

Por la tarde de este mismo día 10, la caballería francesa estableció contacto con los alemanes en Marche, St Hubert y Etalle, pero al día siguiente se retiro atravesando el Mosa. Mientras tanto, Kleist concentro sus fuerzas para efectuar un espectacular paso del río, maniobra que empezó inmediatamente rompiendo la parte central del frente aliado. Era aquí, y no sobre el “Canal Alberto” , donde se decidiría la suerte de la campaña.



Mientras los belgas se las entendían con las tropas aerotransportadas alemanas, en el “Canal Alberto”, las tropas aliadas, según estaba previsto en el “Plan Dyle”, alcanzaban sus posiciones al norte del Mosa. El día 11 por la mañana, tres divisiones ingleses se organizaron para defenderse entre Wavre y Namur mientras el ejercito de Blanchard se desplegó a lo largo de la línea férrea Wevre- Namur, la caballería de Prioux avanzo hasta los ríos Mehaigne y Gette, extendiendo la línea defensiva de la 2ª división de caballería belga.

Mientras tanto el comandante en jefe belga había comenzado también a reagrupar el ejército a lo largo de la línea “KW”. Se retiraron las dos divisiones de cazadores de montaña belgas, desde las Ardenas a Namur y las dos divisiones de Lieja tuvieron que retroceder. Esta maniobra se realizo con dificultad, ya que el mediodía del día 11 las unidades panzer alcanzaron Tonares amenazando la retaguardia de los belgas. Afortunadamente los alemanes no aprovecharon a fondo su ventajosa situación y los restos de las unidades belgas pudieron retirarse detrás del Gette.

Durante la tarde del día 12, mientras la Luftwaffe bombardeaba sistemáticamente las vías de de comunicación, los puestos franceses situados entre Tirlemont y Huy consiguieron contener a algunas unidades avanzadas del XVI Panzerkorp, en tanto en otros sectores solo algunas unidades de exploración lograron tomar contacto con la línea defensiva.
En efecto, las unidades de infantería del 6º ejercito alemán eran bastante lentas para seguir a sus vanguardias acorazadas; por lo tanto, no consiguieron aprovecharse de la confusión que se había creado en uno o dos puntos del despliegue aliado, sobre todo en el abandono prematuro de algunas posiciones de retaguardia situadas entre el Demer y el “canal Alberto”, dejando así tiempo al mando belga para evitar una crisis ciertamente grave. Además, en el norte, parecía que el ejercito de Von Reicheneau le costaba trabajo establecer contacto con el 18º ejercito de Kuchler, así que en el espacio existente entre dos ejércitos había pocas tropas alemanas.
Aquella tarde del citado día 12, en Casteau cerca de Mons, tuvo lugar una entrevista entre el rey Leopoldo, Deladier, los generales Georges, y Billote mas el jefe de estado mayor del C.E.B, sir Henry Pownall. Dada la fase a la que habían llegado los combates, se planteaba con extrema urgencia la necesidad de organizar el mando de un modo eficiente, por lo que se estableció que el general Billote, comandante del cuerpo de ejercito I francés, actuara como delegado del general Georges, comandante en jefe del frente noroccidental, para coordinar las actividades de las fuerzas aliadas en territorio belga. Pero esta solución a todas luces ambigua, no aseguraba la adecuada y eficiente acción de mando que requería la situación lo que posteriormente crearía grandes dificultades.
Billote, se encontró tan sobrecargado de trabajo que no tenía tiempo apenas para coordinar, y la consecuencia fue que el mando belga y el C.E.B, quedaban sin casi ninguna orden y directiva alguna.

El precio que se pagaba por la insuficiente preparación iba creciendo. Por ejemplo, la tarde del día 10 se encontraron en Lovaina 2 divisiones, una belga y otra británica, que habían recibido la misma orden de ocupar ese sector; solo después de la entrevista de Casteau el 12 de mayo se decidió asignar Lovaina a los británicos.

Tampoco había prácticamente enlace alguno entre los belgas y la división ligera motorizada francesa, que se encontraba en el Gette, precisamente en el momento en el que las unidades acorazadas alemanas estaban atacando, el dia 13 de mayo.
Serian los soldados, a quienes se lanzó al ataque a toda prisa y en medio de la confusión, los que pagarían estos errores con su vida.

En esta fase se extendía el frente de un modo casi continuo, a lo largo del “Canal Alberto”, la línea fortificada de Winterbekk, Diese, el Gette y el Mahigne.

A las 11 del día 13, protegidos por los bombarderos Stuka y por un pesado fuego de artilleria dirigido contra la zona de Hannut, Merdorp, y Jandrain, atacaron la 3ª y 4ª Panzerdivision. Los carros de combate franceses Osma y H-35, estaban dispuestos y dispersos a lo largo del frente en pequeños grupos, desperdiciando así su potencial bélico.
Esta batalla, la 1ª de carros de combate, puso de manifiesto la superioridad de la ofensiva y la mayor eficacia de los cañones móviles respecto a los fijos. Seguidos de cerca por su infantería, los carros de combate atacaban con gran flexibilidad, desbordando los núcleos de resistencia, atacando por los flancos y por la retaguardia, eludiendo al enemigo cuando era necesario e infiltrándose a lo largo de una 2ª dirección si la 1ª resultaba estar bloqueada. A las 17,45 fueron arrolladas las posiciones francesas, y el general francés Prioux decidió retirarse con sus divisiones ligeras motorizadas, detrás de los obstáculos contra-carros belgas de Perwez. Las elevadas perdidas de estas divisiones en la fase inicial de la campaña fueron irremediables, porque este era el único núcleo importante de carros de combate en los que el mando francés había basado sus planes.
Hay que reconocer que, en el encuentro, los alemanes también sufrieron bajas notables, lo que por lo menos tuvo la ventaja de dar al ejército 1º, que retrocedía rápidamente, el tiempo necesario para retirarse a nuevas posiciones.

Durante la noche del 13 al 14 de mayo, el cuerpo de caballería belga se retiró a la línea “KW”, mientras la infantería se alineaba dispuesta a combatir. Por la tarde del 14 de mayo las tropas aliadas estaban así desplegadas:

● Desde Breskens a la desembocadura del Escalda, al norte de Amberes, el frente estaba guarnecido por 3 divisiones del ejército francés, que habían recibido la orden de retirarse después de su inútil misión en Holanda. El frente se extendía en dirección S.E, a lo largo de unos 50 km, hasta los suburbios septentrionales de Lovaina; este sector estaba defendido por el ejercito belga, con las divisiones desplegadas en tres escalones.
● Desde Louvina a Wavre, los ingleses cubrían el frente, con cinco divisiones en el Dyle (dos de ellas de reserva), y otras cuatro mas retrasadas. Esta profundidad se había decidido a fin de permitir que el C.E.B, pudiera llevar cabo maniobras retardadoras, cuando fuera necesario hacerlo sin el menor riesgo posible. Mas tarde los acontecimientos demostraron lo acertado que estuvo Lord Gort, al adoptar este despliegue.
● De Wavre a Namur desplegadas 6 divisiones del 1º ejercito francés, con dos divisiones motorizadas en reserva; antes de retirarse, tenían que ejecutar una acción de cobertura en el sector Gembloux-Ernage. 2 divisiones belgas defendían las posiciones de Namur apoyadas por la artillería de la fortaleza.

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Lord Gort

Naturalmente el mando supremo alemán estaba satisfecho al comprobar que el enemigo caía en la trampa. El movimiento del ala izquierda del grupo de ejércitos I y su posterior inmovilización habían asegurado una gran libertada de acción a las tropas alemanas para la prevista operación de guadaña iniciada en Sedan. La tarde del 14 de mayo, el general Von Reichanaeu recibió la orden siguiente:”Atacar las posiciones enemigas entre Lovaina y Namur” el día 15 para impedir que los aliados se retirasen con orden, ya que ello constituía un gran peligro, para las divisiones acorazadas que estaban avanzando rápidamente por el sur. Por lo tanto, se debía atacar a los ejércitos aliados y a la vez, se les debía obligar a aferrarse a sus posiciones. Así pues, la 3ª y 4ª Panzer-división, con numerosas divisiones de infantería, atacaron al ejército francés, efectuando el esfuerzo principal en dirección a Gembloux. En conjunto las posiciones francesas resistieron el ataque, pero todas las reservas, escasas por cierto, tuvieron que desplegarse en abanico para proteger, por el sur, el flanco derecho; donde la cesión de terreno por parte del 9º ejercito constituía un serio peligro. Mas al norte, los alemanes consiguieron penetrar en Lovaina, en el sector de la división 3ª Británica, mandada por Montgomery; pero después fueron rechazados, en la tarde del día 15, por un vigoroso contraataque apoyado por artillería. Por lo demás, ningún sector del frente estaba amenazado.

Pero la suerte de estos ejércitos se decidiría muy pronto en el sur. La noche del día 15, dándose cuenta de la ruptura en el frente de Sedan era irremediable, el general Billote tomo una decisión de sumo gravedad: era preciso que las fuerzas aliadas en Bélgica se retiraran a la línea del Escalda y a las antiguas posiciones de la Frontera. Esto significaba el abandono del Plan Dyle y la vuelta al plan escalda que era una de las primeras soluciones tomadas en consideración antes del 10 de mayo. Por ser inevitable, esta decisión debería haberse comunicado inmediatamente a los belgas y a los británicos, y sin embargo Lord Gort no recibió la información hasta las cinco del día siguiente (y aun así gracias a un oficial que habían enviado a Billote y que por casualidad, había podido leer la orden antes de distribuirse). A las fuerzas belgas llego a las 10 de aquella mañana a través de los elementos de enlace de las mismas.

Los belgas acogieron la noticia con gran amargura. Baste citar las frase del subjefe de estado mayor del ejercito belga, general Derousseaux para darse cuenta de ello “llego como un rayo en un cielo sereno; junto con la posterior rendición, constituye el peor recuerdo personal de la campaña”.

Los ejércitos belgas y británico tenían que retirarse en todo el frente, en una profundidad de mas de 80 kilómetros. Sin embargo, la situación era aun bastante favorable, puesto que el enemigo no estaba todavía en condiciones de organizar un ataque sistemático contra las fuerzas que se replegaban. La retirada de las tropas en el sector septentrional se realizo aquella noche en 3 fases, y fue cubierta por las fuerzas de retaguardia, situadas en los canales navegables que se encontraban a lo largo de la línea de repliegue. Fue también necesario proteger el flanco septentrional de la retirada, ya que la 7ª división francesa había recibido la orden de abandonar la desembocadura del Escalda y desviarse hacia el sur. Cortando en ángulo recto la línea a lo largo de la cual se estaban retirando belgas y británicos, las tropas francesas provocaron tal confusión que, que acabaron por dispersarse y su jefe, el general Giraud, fue capturado por una patrulla alemana el día 18 de mayo. En el flanco septentrional fueron sustituidas por el cuerpo de caballería belga, que operaba en la región de Waas. Las dos divisiones fortaleza belgas, que estaban en Namur, recibieron la orden de abrirse camino hasta Gante; las restantes fuerzas del sector septentrional del frente, esto es, el 1º ejercito francés, se retiraron al escalda y al sensee, a lo largo de la linea Maulde-Bouchain –Arleaux, evacuando así territorio belga.

El día 20 de mayo el ejército belga sostenía el frente desde Terneuzen hasta Oudenaarde, con 11 divisiones en primera línea y siete de reserva. Las fuerzas inglesas estaban desplegadas en el Escalda, desde Oudenaarde hasta la frontera, a su vez con siete divisiones en primera línea y una de reserva.

Preocupado por la escasa eficacia del sistema de transmisiones y porque le llegaban noticias insuficientes sobre la situación de su flanco derecho, lord Gort decidió asegurar este sector por cuenta propia. Situó algunas de sus unidades en el río Scarp, cerca de Arras y a lo largo del canal La Bassee, en la retaguardia del 1º ejercito francés, y otros pequeños destacamentos a lo largo del canal, hasta la costa, asegurándose de este modo cierta protección en todas direcciones.

La preocupación del mando británico era muy comprensible, dada la atmósfera que reinaba por aquellos días en el alto mando francés, donde, al parecer, nadie se daba perfecta cuenta de la magnitud del desastre.

Mientras tanto en Francia, el general Gamelain había sido destituido de su cargo el 19 de mayo, precisamente en el momento que estaba ordenando una contraofensiva contra el flanco de las formaciones acorazadas que habían efectuado la irrupción en sus líneas. En realidad la orden era bastante absurda, dada la imposibilidad de reunir en el poco tiempo disponible, algo parecido a una masa de maniobra. Como había comprobado Churchill en el curso de su viaje a Paris, no habían quedado reservas dignas de ese nombre.


El anciano General Weignad sustituyo a Gamelain en el cargo de comandante en jefe francés; lo primero que hizo fue anular la orden de contraataque dada por su predecesor, y luego tomo la decisión de acudir al frente para comprobar personalmente el estado en que se encontraban las tropas.
En aquel momento ignoraba un dato esencial: a las 21 horas de la noche anterior, la 2ª panzer-división había llegado a Abbeville, completando el cerco de las fuerzas aliadas situadas al norte.

En medio de este desbarajuste, el general Ironside, jefe del estado mayor del imperio británico, acudió para conferenciar con Gort y con el general Billote. Ignorando, como Weygand, el estado de la situación, ordeno a lord Gort que forzase el camino hacia Amiens, colaborando a ser posible con franceses y belgas, a fin de restablecer la continuidad del frente aliado. A primera vista la orden era lógica, no había duda alguna de que entre los días 18 y 21 de mayo las unidades acorazadas alemanas, demasiado avanzadas respecto a la infantería, eran extremadamente vulnerables a un ataque, en tanto que su retaguardia se había creado un vació. La errónea decisión de Hitler de invertir las misiones asignadas a los ejércitos 2º y 12º retraso la llegada dos días de las tropas de apoyo. La idea de Ironside era buena, pero el tiempo y las fuerzas disponibles para llevarlas a la práctica eran insuficientes.

Por su parte Gort, confiaba en una operación que iba a efectuar en los alrededores de Arras y con un objetivo limitado; para esta operación pretendía emplear dos divisiones (la 50ª y la 5ª) y su brigada acorazada, al mando del general Franklyn. Este había aceptado coordinar sus ataques con los franceses, que a su vez, intentaban atacar en dirección Cambrai, donde seria posible establecer contacto con el nuevo grupo de ejércitos francés, que el 23 de mayo estaba preparando para atacar por el oeste.

Pero el ataque efectivo, iniciado al as 14 horas del día 21 de mayo, se desarrollo a escala limitada. Como los franceses todavía no se habían desplegado, los británicos empezaron solos la acción, y el general Martel, a quien se había confiado el mando de la operación, consiguió organizar una punta ofensiva tan solo con tres batallones de infantería y 74 carros de combate, 58 de ellos ligeros. A pesar de su modestia, la operación, realizada con energía, fue un verdadero golpe para las unidades avanzadas de la división 7ª del general Rommel y para la división Totenkopf. La agrupación inglesa avanzo unos 16 kilómetros y destruyo un gran número de tanques antes de ser detenida, lo que sucedió alrededor de las 20 horas. En consecuencia Martel se vio obligado a retirar sus fuerzas aquella misma noche.


Pero este contraataque en Arras, causo a los alemanes un deprimente efecto psicológico: la sorpresa fue tan grande que Rommel aquella noche informo en estos términos: “se han desarrollado durísimos combates entre las 15,30 horas y las 19 con centenares de carros enemigos apoyados por infantería.....” Lo cual indica que el mando supremo alemán también fue presa del pánico, pues juzgo que las fuerzas británicas ascendían a nada menos que 5 divisiones. Sintiéndose inseguro, Hitler envió a Keitel al lugar de la batalla, donde se reorganizo todo el despliegue de las fuerzas. La 5ª y 7ª panzer-división, con las brigadas motorizadas de la Totenkopf, permanecerían inmovilizadas, mientras que la 6ª y 8ª panzer-división retrocedieron hacia posiciones más al este.

A partir de aquel momento los alemanes mostraron cierto nerviosismo en la dirección de las operaciones. Von Rundsedt dijo después que el ataque de Arras fue la única maniobra aliada, en mayo de 1940, que le había inspirado cierto temor.

Aquella misma tarde del 21 de mayo, Ypres, el general Weygand convoco por primera vez (que fue también la última) a los tres comandantes en jefe aliados. Al llegar a la ciudad solo encontró al Rey Leopoldo y a su consejero militar, general Overstraeten, Billote; llego mas tarde, y lord Gort ni siquiera llego a tiempo de ver a Weygand. Este expuso sin demora su plan: el objetivo era cerrar la brecha existente mediante una ofensiva, desencadenada al mismo tiempo en el Norte y en el sur, por las fuerzas cercadas y por las que se encontraban en el Somme respectivamente. Las tropas belgas deberían retirarse sobre el Yser, a fin de reunir las fuerzas para la contraofensiva. El general Overstraeten era contrario a este plan, afirmando que una nueva retirada tendría una grave moral sobre las tropas. Y añadía: “la línea de Yser no esta convenientemente preparada, las carreteras están embotelladas por centenares de miles de fugitivos; el ejercito belga esta cansado y muchas unidades están en fase de disgregación. Nuestro ejercito esta en condiciones de batirse en las posiciones actuales, pero si se les obliga a retroceder y abandonar esas posiciones yo no puedo garantizarles nada”.
Durante la conversación que siguió se supo que Weygand no había sido informado aun de la llegada de los alemanes a Abbeville. Al saberlo la noticia lo trastorno. Mientras tanto llego Billote, que informo sobre la situación desastrosa en que se encontraba su grupo de ejércitos; de esta de esta declaración resulto evidente que el único instrumento ofensivo eficaz eran las fuerzas británicas. El mismo Weygand admitió entonces la dificultad de que los belgas se retirasen al Yser, por lo que dio su conformidad a que se mantuviesen en el canal Gante-Terneuzen y en el Escalda.


Faltaba solo convencer a lord Gort de que aceptase el nuevo plan. Cuando este llego comunico la noticia de que los alemanes habían atravesado el Escalda cerca de Oudenaarde, y añadió que, en su opinión, era inevitable una retirada hacia Lys. Lord Gort opinaba también que los aliados no estaban en condiciones de acometer una contraofensiva enérgica e inmediata, ya que las divisiones británicas estaban dispersas en frentes excesivamente amplios y los ejércitos franceses estaban prácticamente desechos. Cuando termino la reunión se había decidido trasladar las tropas aliadas a un nuevo frente formado por Valenciennes, el Escalda, la antigua línea defensiva de la frontera y el Lys.

La situación empeoro todavía más con la muerte del general Billote, victima de un accidente de carretera cuando regresaba a su puesto de mando. De este modo desapareció de la escena, sin haber podido comunicar sus órdenes. Su sucesor Blanchard, no estuvo al corriente de las decisiones tomadas y de las decisiones adoptadas, hasta las 12 del día siguiente. Mas tarde ya fue imposible toda coordinación. La situación evolucionaba tan rápido que los generales Weygand y Blanchard no pudieron ejercer ningún mando sobre las fuerzas desplegadas en el norte y durante el resto de la campaña cada ejercito se vio forzado a obrar por cuenta propia.

Los carros de combate habían cubierto los 380 km que separaban Bastogne de la costa en unos diez días aproximadamente. La operación guadaña, realizada hasta el día 21 de mayo con gran habilidad, había puesto en fuga a todas las fuerzas que habían tratado de detenerlas; y sin embargo, a pesar de este empuje, las fuerzas alemanas necesitarían otros dieciséis días para cubrir los 50 Kilómetros que separaban Abbeville de Dunkerke.

En la noche del 22 al 23 de mayo el general Von Brauchitsch, resumió la situación en términos exactos: no sintiendo excesivo temor por las reacciones aliadas, ordeno a su grupo de ejércitos que continuasen con energía la acción de cerco. El general Von Rundstedt, no se mostraba demasiado entusiasta ante la idea de una conversión hasta el norte. Preocupado por la presencia en su flanco meridional del reconstituido 7º ejercito francés y por el contraataque de Arras, decidió, de acuerdo con Von Kleist, agrupar sus unidades acorazadas a lo largo de la linea Gravelines, St Omer, Bethune, donde permanecieron temporalmente, lo que dio otro día a los británicos para reforzar las defensas en su flanco occidental.

La misma tarde del 23 de mayo, Brauchitsch, ignorando la decisión de Rundstedt, decidió trasladar el ejército de Kluge, del grupo de ejércitos A de Rundstedt, al grupo de ejércitos B de Bock. Con el fin de poner bajo un solo mando todas las unidades destinadas a aniquilar las fuerzas cercadas de los aliados. Esta orden, que había de entrar en vigor a las 20 horas de día siguiente, habría decidido probablemente la suerte de los aliados. Pero entonces intervino Hitler. A las 11,30 del 24 de mayo, mientras visitaba el puesto de mando de Rundstesdt en Charleville, se le informo de las ordenes dadas por Brauchitsch e inmediatamente Hitler las anulo. Y no solo aprobó la decisión de Rundstesdt de detener las unidades acorazadas, sino que ordeno además que esta detención fuese permanente en lugar de temporal.

Mientras tanto, la situación de las fuerzas aliadas se estaba haciendo imposible tras la primera línea, ya que a las grandes columnas de fugitivos, las incursiones aéreas y las primeras y apresuradas fases de evacuación creaban un grave desorden.

Al amanecer del día 24 el ejercito belga estaba desplegado y contacto con el enemigo en un arco de 95 kilómetros, que se extendía desde Menin, hasta el mar. A pesar de las grabes perdidas sufridas en hombres y en material, la moral de algunas unidades belgas seguía siendo excelente, pero en otras se había instalado cierto pesimismo.


Durante la noche del 23 al 24 de mayo y a la mañana siguiente, la artillería alemana sometió a un intenso fuego las defensas aliadas situadas entre Cuortrai y Menim, mientras los Stukas extendían el ataque a la retaguardia. Al comienzo de las tarde después de haber atravesado el Lys, a ambos lados de Courtrai, cuatro divisiones atacaron consiguiendo arrollar las posiciones defensivas belgas. Desde el punto de vista estratégico, el lugar había sido muy bien elegido. Lanzando cerca del punto de unión de los ejércitos británicos y belga, amenazaba el enlace de ambos y podía aislarlos. Pero el mando aliado se dio cuenta de este peligro y actuó rápidamente: la brecha fue taponada aquella misma noche con las reservas que quedaban, maniobra que algunos criticaron después injustamente, sosteniendo que aquellas reservas no debían de haberse utilizado tan pronto. ¿Pero que otra cosa se podía hacer?

En el ínterin el Rey Leopoldo había leído una patética proclama a sus tropas: “ La gran batalla que estamos teniendo será dura. Combatiremos con todas nuestras energías y con gran valor; nos batiremos en este suelo donde en 1914 detuvimos victoriosamente al agresor. Bélgica espera que hagáis honor a su bandera. Soldados, cualquiera que sea vuestro destino es el mío”.

Pero a las 7 del 25 de mayo habían roto el frente y formado una cabeza de puente mas al norte. Pese algunos brillantes hechos aislados, como el de los cazadores de las Ardenas, que retrasaron el avance enemigo en un espléndido contraataque, las horas del ejercito belga estaban contadas. En la madrugada los alemanes atacaron con violencia en el oeste, en una línea comprendida entre Geluwe e Izegen. Atravesaron el canal Mandel, y las cabezas de puente constituidas el día anterior quedaron de este modo unidas, mientras que mas al norte forzaron el paso del canal derivado Deynze-Heist.

Al mando supremo aliado, que tenia que hacer frente a peligros cada vez mayores en seis puntos distintos, le llovían las peticiones de refuerzos. Como reserva solo quedaban los restos de tres divisiones, pero se trataba de tropas que habían soportado durísimos combates. La 3ª división solo podía reunir 1250 hombres y todas sus armas pesadas habían sido abandonadas o destruidas durante el combate. Sorprendía incluso que aun existiera un frente continuo, pues si bien los alemanes lo habían roto en muchos puntos, en cada ocasión todas las brechas habían sido taponadas, aunque en el último momento.

La tarde del 26 de mayo el rey de los belgas comunico a Blanchard el siguiente mensaje: “El mando belga me pide que informe al comandante en jefe de los ejércitos aliados que la situación del ejercito belga es grave, pero que no obstante el mando tiene intención de continuar la lucha. Sin embargo, ya se a llegado al limite de toda resistencia”.

Lord Gort había recibido también un mensaje que, entre otras cosas decía: “los belgas ya no tienen mas fuerzas disponibles para detener el avance sobre Ypres. Por lo tanto debe descartarse la idea de una retirada es este punto, ya que una maniobra semejante destruiría nuestras unidades mucho mas rápidamente que una batalla, y con el inconveniente de no causar daño alguno al enemigo. Se a dado la orden de de extender las inundaciones a la orilla oriental del Yser y del Ypelee; pero hay que hacer observar que el nivel de las aguas subirá lentamente, ya que estamos ahora en el periodo de de las mareas bajas”.

En estas trágicas circunstancias se inicio el ultimo de de lucha del ejercito belga. El mayor peso del ataque alemán se concentraba en el sector central del frente, en dirección a Tielt, donde a las ultimas horas de la mañana se abrió una brecha de mas de 8 kilómetros. Y como no se disponía de medios adecuados para taponarla, los alemanes encontraron el camino abierto hacia la ciudad de Brujas.

A las 12,30 del 27 de mayo el Rey Leopoldo envió a Lord Gort el siguiente mensaje:” El ejercito belga esta desanimado. Hace cuatro días que esta combatiendo ininterrumpidamente bajo constantes bombardeos, y se esta acercando la hora en que no podrá continuar la lucha. En estas circunstancias, para evitar un colapso general, el rey no tendrá mas remedio que rendirse.” A las 14,30 la misión militar francesa recibió una comunicación similar

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Rey Leopoldo

A las primeras horas de aquella mañana, el almirante Keyes, jefe de la misión militar británica en Bélgica, transmitio al Rey Leopoldo un mensaje del Rey de Inglaterra, en el que se le rogaba que abandonase el país para continuar dirigiendo la resistencia belga desde Inglaterra. Al recibir este mensaje, el soberano se retiro con la reina madre Isabel y poco después el Rey y su madre comunicaron que habían tomado la decisión en firme de permanecer en Bélgica. Entonces Keyes telefoneo a Churchill para comunicarle la decisión del soberano e informarle de que el ejercito belga no estaba en condiciones siquiera de aguantar la lucha ni un solo día mas. Y que una delegación belga se disponía a solicitar el cese de las hostilidades.

A las 17,00 el general de división Derousseaux se dirigió a las líneas alemanas. Después de un viaje largo y dificultoso, llego al puesto de mando de un general de cuerpo de ejército, quien trasmitió directamente su mensaje al mando supremo alemán. La respuesta fue clara y concisa; el Fuhrer pedía la rendición incondicional.

A las 22,30, después de otro accidentado viaje el general de división Derousseaux pudo regresar al alto mando belga. Y a las 23 el Rey Leopoldo, de acuerdo con su jefe de estado mayor, decidió aceptar las condiciones y dispuso que el cese de las hostilidades entrase en vigor, a las 4 de la tarde del día 28 de mayo. Mientras tanto, la 60ª división francesa, todavía bajo mando belga, atravesó el Yser, y aquella misma tarde la misión militar francesa abandono el alto mando belga y se traslado a La Panne.

El almirante Keyes, que se había ido también a La Panne para informar a Londres de lo que estaba sucediendo, regreso a Brujas a las 23 a fin de presentar al Rey Leopoldo una nueva invitación de Churchill para que se dirigiese a Inglaterra. Pero el rey rechazo este último ofrecimiento, por lo que el almirante se despidió de él para dirigirse a Nieuport, donde le esperaba el coronel Davy. En este lugar, junto con otros oficiales, trataron de encontrar un medio para abandonar el país. Cuando al fin habían encontrado un barco de pesca, oyeron el ruido del motor de una lancha torpedera; con una lámpara de bolsillo señalaron entonces el nombre de Keyes e inmediatamente después entraron en el puerto otras tres lanchas más. Después de hundir en las profundas aguas del puerto sus automóviles, la misión militar inglesa en Bélgica, emprendió de madrugada su viaje de regreso a Gran Bretaña.

En el frente belga cesaron las hostilidades a las 4 del día 28 de mayo de 1940, excepto en el sector Roulers-Ypres, donde algunas unidades que habían quedado aisladas y por lo tanto faltas de noticias, continuaron combatiendo otras dos horas mas.

A las 10,30 el mando belga recibió, por medio de la delegación de armisticio, que se encontraba en el puesto de mando del general Von Reichenau, cerca de Renaix, un mensaje del mando alemán que pedía a los belgas que dejasen pasar libremente a algunas columnas alemanas que se encaminaban al mar. Una copia de este mensaje se envió inmediatamente a la misión francesa de La Panne con un ciclista porta-ordenes, pues habían sido cortadas las comunicaciones telefónicas; pero el documento tuvo que ser devuelto porque el general Champon ya había abandonado Bélgica. A las 11, las columnas alemanas estaban en camino de Dixmudey Ostend.

A partir de entonces la única resistencia a las fuerzas de Bock, en el sector de Nieuport a Camines, la ofrecía el cuerpo de ejercito II del general Alan Brooke, reforzado por las divisiones 3ª y 4ª, por la artillería del cuerpo de ejercito ingles y de la 60ª división francesa.

 

 

Y en este lugar, donde yacían los restos de millares de soldados ingleses y británicos caídos en la primera guerra mundial, fue donde comenzó la heroica defensa del perímetro de Dunkerke.

Fuentes consultadas;

 “Asi fue la 2ª Guerra mundial” de Sir Basile Didell Hartt. Vol; I, II.

Winston Churchill; memorias Vol I.

Caída de Bélgica; de Jean-León Charles..