Publicado: 07 Abr 2008
Mas bien tras la baja, hablo ahora mismo de memoria, pero creo que Woodgate murio de sus heridas ya dias despues.
Foro Militar e Historia Militar el Gran Capitán
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¿Solo de eso?Koniev escribió:Por si mes esplique mal, huvo un severo problema de juicio y de comunicacion
Gebisjäger escribió:LA BATALLA DE KARÁNSEBES: Por un barril de aguardiente
En marzo de 1788, durante la guerra Ruso-Turca (1787-1792), el ambicioso emperador José II, aliado de los rusos partió de Viena hacia el Banato, en la conflictiva frontera entre el Islam y la Cristiandad. Su iniciativa estaba destinada hacerle un hueco en la historia, y se la hizo pero no de la manera deseada sino ante uno de los sucesos más calamitosos y manifiestos de incompetencia militar.
El objetivo inicial de los austriacos era liberar el Sava, una vía fluvial estratégica, tomando las plazas fuertes turcas de Savak, Belgrado y Vindin, y finalmente la importante fortaliza de Nis, e incorporar toda Serbia al imperio austriaco. Para lograrlo reunió un ejército de de 245.000 hombres, 36.725 caballos y 898 cañones.
Aquellas fuerzas iban dirigidas por los hombres más incompetentes que hayan podido constituir el ejército austriaco: Coburg, Fabius, Wartersleben, Mitrovsy, Devins o Liechtenstein. Más que generales eran burócratas, despreocupados de las más elementales necesidades logísticas. “Los austriacos veían con gran recelo la intervención de su emperador en una campaña militar. Eran de sobra conocidos sus puntos de vista humanitarios y nadie entendía de qué manera podría contribuir a ganar una guerra. Pero su querencia por la gloria que acompañaba a la victoria hizo imposible convercerlo de que desistiese. Así las cosas, muchos vaticinaron ya al comienzo de la campaña que aquello acabaría mal, y los acontecimientos les dieron la razón”.
Tras una campaña llena de altibajos, en la tarde del 19 de septiembre de 1788, vino a acontecer la llamada Batalla de Karánsebes. El principal Cuerpo de Ejército, aproximadamente 100.000 hombres, estableció su campamento cerca de la pequeña ciudad de Karánsebes (en Rumanía). “Aquí tenemos que vencer”, exclamo alegremente el emperador, “la Historia lo ha previsto así. Aquí e donde el príncipe Eugenio consiguió una brillante victoria sobre los turcos y éste es el mejor lugar para volver a derrotarlos”. En efecto habría una segunda batalla de Karánsebes. Pero lo que iba a ocurrir allí es probablemente uno de los hechos más bochornosos de la historia bélica. Tal incidente refleja el extremo de decandencia moral al que había llegado el ejército austriaco.
Husares austriacos.
En la vanguardia del ejército, un contingente de húsares imperiales, cruzó el puente sobre el Timisul en Karánsebes en busca de turcos hostiles. Allí no había señal de un ejército otomano, pero los húsares se encontraron con un grupo de nómadas valacos (o gitanos), quienes se ofrecieron a vender aguardiente y muchachas a los cansados soldados. Los soldados de caballería después de un breve regateo llegaron a un acuerdo y se entregaron a los placeres que les ofrecían.
Unas horas más tarde, las primeras compañias de infantería cruzaban el mismo puente con las gargantas igual de secas. Cuando vieron la fiesta, los soldados de infantería pidieron alcohol también para ellos. Los húsares se negaron a repartir el aguardiente, y mientras que todavía estaban bebidos, construyeron fortificaciones improvisadas alrededor de su barril de aguardiente. Se originó una discusión acalorada, y un soldado disparó un tiro.
Inmediatamente los húsares y la infantería entablaron un combate unos contra otros. Los húsares desenvainaron sus sables y la infantería intentó una carga frontal con mosquetes y bayonetas caladas. Sonaron disparos y empezaron a caer muertos. Las cargas eran inútiles puesto que los húsares no cedían, entonces para sobrepasar la posición fortificada los infantes intentaron una estratagema. Gritaron: “¡Turken! ¡Turken!”, y la mera idea de enfrentarse con una de hueste de turcos aterrorizó de tal manera a los húsares borrachos que volvieron a cruzar el puente en dirección opuesta al galope tendido. Entre las unidades de infantería de la vanguardia también comenzó a cundir el pánico, asustados por sus propios gritos. Los oficiales gritaban desesperadamente a sus hombres “Halt Stehen bleiben! Halt! (¡Quédense donde están! ¡Alto!), pero era completamente inútil, la fuga ya era pura estampida sin orden ni concierto, además la mayoría de aquellos soldados eran húngaros, lombardos o eslovacos y a duras penas entendían una palabra de alemán en aquél “totum revolutum”. Se les había enseñado la palabra Vorwärts (¡Adelante!) y poco más. La situación empeoró cuando los oficiales, en un intento de restaurar el orden, gritaron “Halt! Halt!” (¡Alto! ¡Alto!), que fue interpretado mal por aquellos bisoños soldados sin conocimiento del idioma alemán como “¡Alá! ¡Alá!”.
Como la caballería corrió a través de los campos, un comandante de Cuerpo razonó que era una carga de caballería del ejército otomano, y ordenó que la artillería abriera fuego. Mientras tanto, al otro lado del río Timisul donde acampaba el grueso del ejército, ante tanto ruido y alboroto empezaron a huir los caballos de tiro, más los gritos y los fogonazos empezaron a excitar el ánimo de aquellos hombres y la angustia del gran miedo a morir. Ningún jefe capacitado trató de evaluar la situación y mantener y persuadir aunque fuera a sus hombres más inmediatos, todos sin excepción se unieron a la huida. ¿Quién podría explicar en aquél torrente políglota lo que había ocurrido al otro lado del río?. Los regimientos de retaguardia fueron alertados, pero incomunicados, empezaron a disparar a las sombras que se aproximaban hacia ellos, creyendo que eran hordas turcas que estaban en todas partes; mientras que en realidad estaban disparando a sus compañeros que huían del campamento.
El emperador José II, aún convaleciente de una enfermedad, aturdido, recibió un caballo para ser evacuado. Pero apenas acababa de montar fue derribado por la turba enloquecida, su guardia personal se abrió camino a sablazos para asistir a su emperador; pero eso no evitó que nuevo el emperador fuera derribado y acabara en el lecho del río Timisul. Empapado y espantado ante la idea de ser capturado por los turcos , se arrastró hasta una casa de Karánsebes donde finalmente fue rescatado por su guardía. A tal grado llegó aquella alocada fuga que ni la vida del emperador estuvo completamente a salvo. El pánico alcanzó proporciones desmesuradas. Todos corrían, imprecaban, rezaban, disparaban o morían. Las casas fueron saqueadas, las mujeres violadas y los pueblos incendiados. La senda del pánico quedó salpicada de mosquetes, sillas de montar, caballos muertos, tiendas de campaña,… de todos los despojos propios de un campo de batalla. Sólo mucho tiempo después los generales austriacos frenaron aquella fuga enloquecida, pero para entonces aquellas tropas estaban destrozadas y aturdidas por la conmoción.
Dos días después apareció ante Karánsebes el gran visir con sus tropas. No encontraron ningún ejército austriaco. En cambio, descubrieron ante ellos un espectáculo difícilmente superable: no menos de 10.000 austríacos muertos o heridos, cuyas cabezas fueron rápidamente cortadas.
José II
Tras esta debacle el emperador escribió al canciller Kaunitz: “Este desastre sufrido por nuestro ejército a causa de la cobardía de alguna de nuestras unidades aún es incalculable. El pánico reinaba por doquier, en nuestro ejército, en el pueblo de Karánsebes y en todo el camino hasta Timisoara, a diez leguas largas de allí. No puedo describir con palabras los terribles asesinatos y violaciones que se produjeron”.
Fuente: El Factor Clave. Erik Durschemied. Ed. Salvat
¡Qué risas, por Dios! Gracias por el hilarante documento. Menudo ejemplo de "ejército" que se derrota a sí mismo por una "disciplina" que no merece tal nombre. Y que no me vengan ahora con los inconvenientes de un ejército políglota. Aníbal o Marlborough se las apañaron bastante bien con ejércitos políglotas.Gebisjäger escribió:LA BATALLA DE KARÁNSEBES: Por un barril de aguardiente
En marzo de 1788, durante la guerra Ruso-Turca (1787-1792), el ambicioso emperador José II, aliado de los rusos partió de Viena hacia el Banato, en la conflictiva frontera entre el Islam y la Cristiandad. Su iniciativa estaba destinada hacerle un hueco en la historia, y se la hizo pero no de la manera deseada sino ante uno de los sucesos más calamitosos y manifiestos de incompetencia militar.
El objetivo inicial de los austriacos era liberar el Sava, una vía fluvial estratégica, tomando las plazas fuertes turcas de Savak, Belgrado y Vindin, y finalmente la importante fortaliza de Nis, e incorporar toda Serbia al imperio austriaco. Para lograrlo reunió un ejército de de 245.000 hombres, 36.725 caballos y 898 cañones.
Aquellas fuerzas iban dirigidas por los hombres más incompetentes que hayan podido constituir el ejército austriaco: Coburg, Fabius, Wartersleben, Mitrovsy, Devins o Liechtenstein. Más que generales eran burócratas, despreocupados de las más elementales necesidades logísticas. “Los austriacos veían con gran recelo la intervención de su emperador en una campaña militar. Eran de sobra conocidos sus puntos de vista humanitarios y nadie entendía de qué manera podría contribuir a ganar una guerra. Pero su querencia por la gloria que acompañaba a la victoria hizo imposible convercerlo de que desistiese. Así las cosas, muchos vaticinaron ya al comienzo de la campaña que aquello acabaría mal, y los acontecimientos les dieron la razón”.
Tras una campaña llena de altibajos, en la tarde del 19 de septiembre de 1788, vino a acontecer la llamada Batalla de Karánsebes. El principal Cuerpo de Ejército, aproximadamente 100.000 hombres, estableció su campamento cerca de la pequeña ciudad de Karánsebes (en Rumanía). “Aquí tenemos que vencer”, exclamo alegremente el emperador, “la Historia lo ha previsto así. Aquí e donde el príncipe Eugenio consiguió una brillante victoria sobre los turcos y éste es el mejor lugar para volver a derrotarlos”. En efecto habría una segunda batalla de Karánsebes. Pero lo que iba a ocurrir allí es probablemente uno de los hechos más bochornosos de la historia bélica. Tal incidente refleja el extremo de decandencia moral al que había llegado el ejército austriaco.
Husares austriacos.
En la vanguardia del ejército, un contingente de húsares imperiales, cruzó el puente sobre el Timisul en Karánsebes en busca de turcos hostiles. Allí no había señal de un ejército otomano, pero los húsares se encontraron con un grupo de nómadas valacos (o gitanos), quienes se ofrecieron a vender aguardiente y muchachas a los cansados soldados. Los soldados de caballería después de un breve regateo llegaron a un acuerdo y se entregaron a los placeres que les ofrecían.
Unas horas más tarde, las primeras compañias de infantería cruzaban el mismo puente con las gargantas igual de secas. Cuando vieron la fiesta, los soldados de infantería pidieron alcohol también para ellos. Los húsares se negaron a repartir el aguardiente, y mientras que todavía estaban bebidos, construyeron fortificaciones improvisadas alrededor de su barril de aguardiente. Se originó una discusión acalorada, y un soldado disparó un tiro.
Inmediatamente los húsares y la infantería entablaron un combate unos contra otros. Los húsares desenvainaron sus sables y la infantería intentó una carga frontal con mosquetes y bayonetas caladas. Sonaron disparos y empezaron a caer muertos. Las cargas eran inútiles puesto que los húsares no cedían, entonces para sobrepasar la posición fortificada los infantes intentaron una estratagema. Gritaron: “¡Turken! ¡Turken!”, y la mera idea de enfrentarse con una de hueste de turcos aterrorizó de tal manera a los húsares borrachos que volvieron a cruzar el puente en dirección opuesta al galope tendido. Entre las unidades de infantería de la vanguardia también comenzó a cundir el pánico, asustados por sus propios gritos. Los oficiales gritaban desesperadamente a sus hombres “Halt Stehen bleiben! Halt! (¡Quédense donde están! ¡Alto!), pero era completamente inútil, la fuga ya era pura estampida sin orden ni concierto, además la mayoría de aquellos soldados eran húngaros, lombardos o eslovacos y a duras penas entendían una palabra de alemán en aquél “totum revolutum”. Se les había enseñado la palabra Vorwärts (¡Adelante!) y poco más. La situación empeoró cuando los oficiales, en un intento de restaurar el orden, gritaron “Halt! Halt!” (¡Alto! ¡Alto!), que fue interpretado mal por aquellos bisoños soldados sin conocimiento del idioma alemán como “¡Alá! ¡Alá!”.
Como la caballería corrió a través de los campos, un comandante de Cuerpo razonó que era una carga de caballería del ejército otomano, y ordenó que la artillería abriera fuego. Mientras tanto, al otro lado del río Timisul donde acampaba el grueso del ejército, ante tanto ruido y alboroto empezaron a huir los caballos de tiro, más los gritos y los fogonazos empezaron a excitar el ánimo de aquellos hombres y la angustia del gran miedo a morir. Ningún jefe capacitado trató de evaluar la situación y mantener y persuadir aunque fuera a sus hombres más inmediatos, todos sin excepción se unieron a la huida. ¿Quién podría explicar en aquél torrente políglota lo que había ocurrido al otro lado del río?. Los regimientos de retaguardia fueron alertados, pero incomunicados, empezaron a disparar a las sombras que se aproximaban hacia ellos, creyendo que eran hordas turcas que estaban en todas partes; mientras que en realidad estaban disparando a sus compañeros que huían del campamento.
El emperador José II, aún convaleciente de una enfermedad, aturdido, recibió un caballo para ser evacuado. Pero apenas acababa de montar fue derribado por la turba enloquecida, su guardia personal se abrió camino a sablazos para asistir a su emperador; pero eso no evitó que nuevo el emperador fuera derribado y acabara en el lecho del río Timisul. Empapado y espantado ante la idea de ser capturado por los turcos , se arrastró hasta una casa de Karánsebes donde finalmente fue rescatado por su guardía. A tal grado llegó aquella alocada fuga que ni la vida del emperador estuvo completamente a salvo. El pánico alcanzó proporciones desmesuradas. Todos corrían, imprecaban, rezaban, disparaban o morían. Las casas fueron saqueadas, las mujeres violadas y los pueblos incendiados. La senda del pánico quedó salpicada de mosquetes, sillas de montar, caballos muertos, tiendas de campaña,… de todos los despojos propios de un campo de batalla. Sólo mucho tiempo después los generales austriacos frenaron aquella fuga enloquecida, pero para entonces aquellas tropas estaban destrozadas y aturdidas por la conmoción.
Dos días después apareció ante Karánsebes el gran visir con sus tropas. No encontraron ningún ejército austriaco. En cambio, descubrieron ante ellos un espectáculo difícilmente superable: no menos de 10.000 austríacos muertos o heridos, cuyas cabezas fueron rápidamente cortadas.
José II
Tras esta debacle el emperador escribió al canciller Kaunitz: “Este desastre sufrido por nuestro ejército a causa de la cobardía de alguna de nuestras unidades aún es incalculable. El pánico reinaba por doquier, en nuestro ejército, en el pueblo de Karánsebes y en todo el camino hasta Timisoara, a diez leguas largas de allí. No puedo describir con palabras los terribles asesinatos y violaciones que se produjeron”.
Fuente: El Factor Clave. Erik Durschemied. Ed. Salvat
Qué te puedo decir Gebisjäger? Muy buen relato!Jaro escribió: Un espejo lejano está dedicado a los caballeros franceses del siglo XIV con toda su "arrogancia y frivolidad" como bien dice Gebisjäger, y culmina en Nicópolis, donde tanto de ellos encontraron la muerte.
Sarraceno es el nombre común que como apunta correctamente satrack que se da a los musulmanes.Flogger escribió:Excelente como siempre tus relatos.
Un par de observaciones.
Los sarracenos eran turcos?
Respecto a la caída de Jerusalen luego de Hattin creo que no hubo una matanza de la población cristiana. Saladino pactó con la guarnición la evacuación de la ciudad.
Sin embargo, cuando la ciudad fue conquistada por los cruzados, en el siglo anterior, realizaron tal orgía de destrucción que se decía que la sangre llegaba hasta los tobillos.
Saludos
Gracias por la información Satrack y Gebisjäger.Gebisjäger escribió:Sarraceno es el nombre común que como apunta correctamente satrack que se da a los musulmanes.Flogger escribió:Excelente como siempre tus relatos.
Un par de observaciones.
Los sarracenos eran turcos?
Respecto a la caída de Jerusalen luego de Hattin creo que no hubo una matanza de la población cristiana. Saladino pactó con la guarnición la evacuación de la ciudad.
Sin embargo, cuando la ciudad fue conquistada por los cruzados, en el siglo anterior, realizaron tal orgía de destrucción que se decía que la sangre llegaba hasta los tobillos.
Saludos
Saladino es de origen kurdo, pero el grueso de sus tropas profesionales estaban formadas por turcos (caballeria y arqueros) y kurdos.
Respecto del punto de la rendición de Jerusalén ciertamente las fuentes hablan de negociación y salida pactada de la población cristiana latina o católica (capitulaciones del 2 de octubre), pues se otorgó un plazo de 40 días para pagar rescate, y unos 7.000 cristianos pobres fueron liberados a cambio de 30.000 besantes. Sin embargo, muchos otros no pudieron pagar su libertad (más de 15.000), los cuales serían sometidos al cautiverio y esclavitud. La mayoría de los edificios religiosos se trasformaron para el culto musulmán, y si acaso se respetaron los templos de rito cristiano no latino.
Sin duda, Saladino fue caballeroso y aplicó la caridad musulmana con los vencidos (se dice también que liberó a los ancianos incapaces de pagar el rescate). Pero en realidad esta amnistía no alcanzó a todos. Desde luego no hubo masacres como las que en el 1099 protagonizaron los cruzados, pero cuando entraron los musulmanes seguro que no fue un camino de paz y gloria, y en ese sentido (conforme a mí fuente Eric Durschmied) entiendo que hubo saqueos, rehenes y destrucción de templos y símbolos cristianos.
Mientras voy a buscar haber que encuentro de la caída de Jerusalén en 1187.
Saludos.
Lo tengo, pero aún no he tenido tiempo para leerlo.Gebisjäger escribió:Respecto a la toma de Jerusalen por Saladino en 1187, la historia oficial alaba su generosidad al permitir el paso de todos los que se pudieron permitir el pago de una tasa o rescate, remarcar si acaso que decapitó delante de las murallas a todos los caballeros templarios que capturó.
Es interesante leer el relato de Amin Maalouf en "Las Cruzadas vistas por los árabes" (capítulo X).