La Guerra Imjin (1592-1598)

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Flavius Stilicho
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Re: La Guerra Imjin (1592-1598)

Mensaje por Flavius Stilicho »

9. La armada coreana contraataca.

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Las campañas navales de Sun-sin en 1592. Las fechas dadas son erróneas, ya que se ha mezclado el calendario lunar con el occidental. Así la batalla de Sacheon tuvo lugar el 29º día del 5º mes lunar, que en este caso no corresponde al 29 de mayo sino al 8 de julio.


Habíamos dejado al comandante coreano Won Gyun con su flota reducida (por su propia culpa) a 4 naves de guerra, y con los japoneses como amos de toda la costa de la estratégica provincia de Gyeongsang. Won Gyun tras recuperar la cordura no tuvo otra que requerir la ayuda de su colega de la provincia vecina de Jeolla: Yi Sun-sin (I Sunsin), comandante de la “armada de la izquierda de Jeolla”. Sun-sin ha sido comparado con Nelson pero en cuanto a carácter era diametralmente opuesto; su lema era “actua de forma prudente y pausada, como la montaña”.
Yi Sun-sin se tomó su tiempo para acabar de poner a punto a su escuadra, estudiar las cartas marinas de la provincia vecina y coordinar su actuación con la de su colega de la “armada de la derecha de Jeolla”: Yi Eok-gi; asi como cumplir con el importante requisito formal de recibir permiso del gobierno para actuar fuera de su provincia asignada.
Aunque la intención de Yi Sun-sin era la de que las dos escuadras de Jeolla avanzaran unidas contra las fuerzas japonesas, la primera orden que recibió fue la de cooperar con la casi inexistente escuadra de Won Gyun, y es que éste había estado mandando mensajes a Seúl quejándose de que Sun-sin se negaba a enviarle refuerzos.


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Yi Sun-sin


Batalla de Okpo (16-17, VI)
Sin saber que Seúl ya había caído, Yi Sun-sin zarpó de su base de Yeosu el 13 de junio al frente de 24 panokseon, 15 naves de guerra menores y 46 botes auxiliares (usados como enlaces y exploradores). Tras reunirse con Won Gyun y aparecer algún capitán suelto, la armada coreana contaba con aproximadamente unas 90 naves, entre ellas 27-28 panokseon.
Los exploradores coreanos descubrieron una flota japonesa de cerca de 50 naves anclada en el puerto de Okpo. Los japoneses se encontraban saqueando la zona -a pesar de la prohibición expresa de Hideyoshi-, y al aproximarse los coreanos corrieron a las naves para tratar de escapar bordeando la costa y arrojando por la boda el botín en el proceso. Sun-sin procedió a rodearlos con su escuadra, atrapando al menos a una veintena de naves que fueron destruidas o bien por fuego de cañón o por flechas incendiarias. Buena parte al verse atrapadas habían buscado refugio en la costa y sus tripulaciones huyeron al interior de los bosques.
Sun-sin sólo había tenido 3 bajas (heridos) y decidió no perseguir por tierra a los fugitivos japoneses. Cinco naves fueron avistadas más tarde cuando la flota se disponía a buscar un sitio para pasar la noche y al menos 4 de ellas destruidas.
Al día siguiente, se recibieron noticias de que otras 13 naves japonesas se encontraban en Jeokpinjo. Los japoneses se encontraban de nuevo saqueando una villa costera y huyeron en su mayoría tierra adentro, dejando 11 de sus naves en manos coreanas. Estos procedieron a saquearlas y después las quemaron.
Tras dicha acción llegó la noticia de la caída de Seúl; ambos comandantes recibieron la noticia con pesar y se retiraron a sus bases a escribir sus respectivos informes a la errante corte. Sun-sin se preocupó de señalar que 2 de sus 3 bajas habían sido causadas por las naves de Won Gyun, insinuando que este se había mantenido en “segunda línea” durante la acción de Okpo.


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Ilustración de un panokseon coreano


Batalla de Sacheon (8, VII)
La siguiente acción de Yi Sun-sin tuvo lugar tras recibir noticia -a través de Won Gyun- de que una fuerza naval japonesa avanzaba por la costa, aproximándose a la propia base de Sun-sin en Yeosu. Sun-sin zarpó con 23 naves de combate -había decidido prescindir de los pequeños y poco útiles botes auxiliares-, entre los que figuraba el primer ejemplar de “barco tortuga”. Tras unirse con las 3-4 naves de guerra de Won Gyun, se dirigió hacia Sacheon donde se encontraba fondeada una flota japonesa que incluía al menos 12 naves de guerra japonesas “con pabellones” (¿atakebune?).
Sun-sin no quería acercarse a las naves fondeadas ya que una fuerza de varios cientos de soldados se apostaba en una colina cercana. Por ello tras entrar en la bahía ordenó realizar una retirada fingida, consiguiendo su objetivo de atraer hasta la mitad de la bahía a parte de la escuadra japonesa. Llegado el momento, la escuadra coreana giró y se lanzó contra los japoneses en un ataque encabezado por el solitario buque tortuga.
A diferencia de la batalla de Okpo, esta vez había naves de combate entre la escuadra japonesa por lo que estos no se arredraron al contemplar el inesperado giro. El comandante japonés, animó a sus hombres a tratar de abordar al enemigo. La nave insignia japonesa consiguió llegar a enganchar a una nave coreana pero su abordaje fue rechazado. El retos de naves japonesas parece que ni siquiera llegaron a eso ya que se encontraron con que sus tiradores apenas podían infligír daño al enemigo, mientras ellas recibían a distancia un duro castigo a manos de la artillería enemiga.
Los coreanos lograron destruir todos los grandes navíos enemigos, dejando intactos algunos de los más pequeños en la esperanza de que el resto de los japoneses que quedaban en la costa tratraran de usarlos para escapar. Durante el combate, el propio Yi Sun-sin resultó herido por una bala de arcabuz. Al parecer perdió su habitual calma al observar que en el campamento japonés de la colina había conciudadanos coreanos y decidió acercarse a cañonearlo, siendo alcanzado por el fuego de arcabucería efectuado desde la colina. En cuanto a Won Gyun, éste se dedicó a recoger las cabezas de los japoneses muertos como trofeo, con el permiso expreso de Sun-sin que se burló diciendo que a un comandante “sin hombres ni barcos que comandar (en batalla)” se le debía proporcionar alguna tarea.


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Sun-sin, herido durante la batalla de Sacheon.


Batalla de Dangpo (9, VII).
Al día siguiente a la batalla de Sacheon, se recibió noticia de que en el cercano puerto de Dangpo se hallaba fondeada otra escuadra japonesa de 21 naves, entre ellas 9 naves de guerra de tamaño similar a los panokseon coreanos, entre las que destacaba una nave mayor con un alto pabellón: la nave insignia del comandante japonés, que parece haber sido Kurushima Michiyuki.
Fue nuevamente el geobukseon coreano el encargado de liderar el ataque contra la escuadra enemiga. A continuación intervinieron los panokseon; uno de ellos se acercó al insignia enemigo. Los coreanos tomaron nota de como el comandante japonés mantuvo en todo momento una expresión impasible como resignado a su suerte; fue abatido por una flecha y su cabeza cortada cuando su nave fue abordada. La muerte de Kurushima y el feroz ataque coreano, hicieron huir a la mayoría de los japoneses tierra adentro, abandonando sus naves para ser quemadas/hundidas a placer por los coreanos.

Batalla de Danghangpo (12, VII).
Tras la batalla de Dangpo, Yi Sun-sin vio con agrado como por fin se reunía con él la escuadra de su colega Yi Eok-gi. Eok-gi no sólo aportaba sus naves (40 en total) sino que además era un joven comandante (15 años menor que Yi Sun-sin) con talento y bien predipuesto a actuar de subordinado de Sun-sin. Con cerca de 50 panokseon, además del barco tortuga; los coreanos disponían ahora de una escuadra todavía más formidable.
El próximo objetivo coreano era un escuadrón de 26 naves niponas fondeadas en la estrecha bahía de Danghangpo: 13 pequeñas, 4 medianas y 9 grandes. Nuevamente destacaba una nave insignia -cuyo comandante desconocemos-; la única que no estaba pintada de negro, luciendo colores azul, rojo y banco. Cuatro de las naves portaban insignias con el lema de la secta budista Nichiren.
La escuadra coreana penetró en la estrecha bahía y sus naves se vieron obligadas a turnarse para disparar su artillería sobre los japoneses, mientras el barco tortuga seguía actuando a su antojo en vanguardia. Con los japoneses a la defensiva, el temor de Sun-sin era que estos de nuevo decidieran abandonar sus naves y ponerse a salvo huyendo tierra adentro. Sun-sin decidió recurrir de nuevo a fingir una retirada para alejar a las naves enemigas de la costa; los japoneses imprudentemente mordieron el anzuelo.
Al reanudarse el combate, el barco tortuga se lanzo directo contra la nave insignia nipona, practicamente embistiéndola y causando enormes destrozos con su artillería, mientras que el comandante caía abatido por flechas. El resto de naves japonesas trató de escapar pero los coreanos les rodeaban y sólo una nave consiguió escapar del cerco, aunque fue atrapada y destruida a la mañana siguiente, probablemente por una de las naves que Sun-sin había dejado destacadas en tareas de vigilancia antes de entrar en batalla. El escuadrón japonés había sido totalmente aniquilado salvo aquellos hombres que habían conseguido salvarse nadando hasta la costa.


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Sun-sin dirige una batalla desde un panokseon, mientras se ve en acción a un barco tortuga.


La escuadra combinada coreana permaneció unos días más barriendo las aguas de la zona, consiguiendo interceptar y destruir 7 naves niponas más. El día 18 de julio, cada comandante retornó a su base. Sun-sin informó a la fugitiva corte coreana de su exitosa campaña: 72 naves destruidas por ninguna perdida, con sólo 11 muertos y 26 heridos entre los hombres de su propia escuadra. Sólo pudo remitir las orejas de 88 cabezas cortadas, pero no dejó de señalar que sus ordenes eran priorizar el acabar con los japoneses y no la busqueda de trofeos individuales. Sun-sin prometió a sus hombres que señalaría en sus informes a quienes se distinguieran en combate, sin necesidad de que tuvieran que presentar “cabezas” para conseguir su recompensa. En su informe no dejó pasar la oportunidad de señalar de nuevo la escasa/nula contribución de Won Gyun a los éxitos coreanos, a pesar de que éste podía presentar más cabezas cortadas fruto de su esforzada dedicación a “recolectar” cabezas.


Con sus acciones la armada coreana había puesta en seria cuestión la posibilidad de que las flotas japonesas pudieran avanzar desde su base en Busan en dirección al Mar Amarillo, en apoyo de las tropas niponas que ya habían alcanzado Pyongyang. Desde Japón, Toyotomi Hideyoshi advirtió a sus comandantes navales de que tenían que pasar a la acción y destruir a la irritante armada coreana. De hecho aún antes de que llegaran las órdenes de Hideyoshi estos ya se habían dado cuenta de la seria amenaza y de que tenían que emprender alguna acción.






Próximo capítulo: 10. Yi Sun-sin continua al pie del cañón: Hansando.


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Re: La Guerra Imjin (1592-1598)

Mensaje por Lutzow »

Magnífico Flavius, como siempre... :dpm:

Los japoneses se merecían una lección, tenían demasiada confianza en sí mismos, hasta el punto de dispersar su flota sin tener en cuenta la posibilidad de un contraataque coreano... Lástima para estos que Sun-sin no hubiese estado al mando de las Flotas del Sur que podrían haber abortado el desembarco de raíz...

Saludos.
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Re: La Guerra Imjin (1592-1598)

Mensaje por Flavius Stilicho »

Lutzow escribió:Magnífico Flavius, como siempre... :dpm:

Los japoneses se merecían una lección, tenían demasiada confianza en sí mismos, hasta el punto de dispersar su flota sin tener en cuenta la posibilidad de un contraataque coreano... Lástima para estos que Sun-sin no hubiese estado al mando de las Flotas del Sur que podrían haber abortado el desembarco de raíz...

Saludos.
Los almirantes japoneses no parecen haber esperado ningún contraataque; de hecho los principales comandantes navales se encontraban en tierra tratando de buscar gloria en alguna pequeña acción contra lo que quedara del ejército coreano. Tras ver ante sus ojos la deblace de las escuadras coreanas de la provincia de Gyeongsang, parecen haber asumido que los coreanos tenían demasiado miedo como para luchar por mar.
Ciertamente si se hubiesen intercambiado los puestos de la pareja de comandantes navales de Gyengsang por la de Jeolla, el resultado de la invasión hubiera sido bien distinto. Pero bueno así eran las cosas antes de la guerra, que si se nombraba para un mando provincial a alguien competente era casi más por suerte que fruto de un concienzudo examen de las habilidades del individuo- y aun durante la guerra tendremos ocasión para alucinar con cierta decisión de la corte coreana... :-B

Saludos.
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Re: La Guerra Imjin (1592-1598)

Mensaje por Lutzow »

Casi como Flavius Stilicho y Honorio, que mala es la envidia... :-

Saludos.
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Re: La Guerra Imjin (1592-1598)

Mensaje por Flavius Stilicho »

Lutzow escribió:Casi como Flavius Stilicho y Honorio, que mala es la envidia... :-

Saludos.
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Re: La Guerra Imjin (1592-1598)

Mensaje por Ormuz »

Muy interesante lo de las armadas y la guerra naval. :Bravo

En un principio me habían llamado mucho la atención las naves coreanas por lentas y poco marineras. Todo lo contrario de las que se habían utilizado para luchar contra la piratería en zonas como el mediterráneo o el caribe. Ahora que veo el mapa de corea me imagino que a pesar de su lentitud no les sería difícil cortar el paso a los piratas en una costa que tiene muchos golfos y estuarios. Además si no me equivoco los wako no se contentaron con pequeñas razzias si no que, a veces, organizaban verdaderas expediciones militares que tenían por obejtivo poblaciones importantes. Cuando se concentraban en gran número no les debía ser fácil escapar...

Ahora que lo pienso ¿en que consistían esas pequeñas embarcaciones auxiliares de los coreanos? ¿eran naves rápidas? ¿navegaban a vela? :?
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Re: La Guerra Imjin (1592-1598)

Mensaje por Fonsado »

Ten por seguro que interés es lo que no falta.

Es una campaña poco conocida y bien narrada. La consecuencia es que nos tienes a todos esperando la próxima entrega.

:Bravo :Bravo :Bravo
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Re: La Guerra Imjin (1592-1598)

Mensaje por Flavius Stilicho »

Ormuz escribió:Muy interesante lo de las armadas y la guerra naval. :Bravo

En un principio me habían llamado mucho la atención las naves coreanas por lentas y poco marineras. Todo lo contrario de las que se habían utilizado para luchar contra la piratería en zonas como el mediterráneo o el caribe. Ahora que veo el mapa de corea me imagino que a pesar de su lentitud no les sería difícil cortar el paso a los piratas en una costa que tiene muchos golfos y estuarios. Además si no me equivoco los wako no se contentaron con pequeñas razzias si no que, a veces, organizaban verdaderas expediciones militares que tenían por obejtivo poblaciones importantes. Cuando se concentraban en gran número no les debía ser fácil escapar...

Ahora que lo pienso ¿en que consistían esas pequeñas embarcaciones auxiliares de los coreanos? ¿eran naves rápidas? ¿navegaban a vela? :?

Aparte del panokseon y el "barco tortuga", parece que había un pequeño barco denominado "hyeopseon" (barco estrecho), pequeño pero lo suficientemente grande como para tener cubierta. Probablemente si era "estrecho" es que se pretendía que fuera rápido pero la verdad ahora mismo no tengo más datos.
Las otras naves, que mencioné en su momento como botes auxiliares, parecen haber sido simples botes de pesca (pojakseon) militarizados. Supongo que los habría de formas variadas pero me imagino que los pesqueros contarían con alguna vela.

Saludos.
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Re: La Guerra Imjin (1592-1598)

Mensaje por zilus »

Que "facilmente" vencen los Coreanos a los Japoneses en el mar. Me ha dado la impresion que ahora en el mar se han cambiado los papeles, ahora son los Japoneses los que huyen despaboridos, totalmente supuerados por la situacion.
"Un brigadista inglés les explicó después que lo que más le había
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Re: La Guerra Imjin (1592-1598)

Mensaje por Flavius Stilicho »

zilus79 escribió:Que "facilmente" vencen los Coreanos a los Japoneses en el mar. Me ha dado la impresion que ahora en el mar se han cambiado los papeles, ahora son los Japoneses los que huyen despaboridos, totalmente supuerados por la situacion.

Si los arcabuces dominaban el combate terrestre, eran los cañones los que dominaban el combate naval. De todas formas, hay que dar el mérito que se merece a Sun-sin, ya que supo sacar el máximo provecho del arma que tenía en sus manos.
Saludos.
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Re: La Guerra Imjin (1592-1598)

Mensaje por Flavius Stilicho »

10. Yi Sun-sin continua al pie del cañón: Hansando.


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Heráldica de Wakizaka Yasuharu (reconstrucción de Emmanuel Valerio)


Batalla de la isla Hansan (14, VIII)
Tras conocer las derrotas por mar japonesas, Hideyoshi despachó ordenes a los almirantes Wakizaka Yasuharu , Katō Yoshiaki y al veterano Kuki Yoshitaka para intervenir. Los tres comandantes ya habían empezado con los preparativos en Busan, aun antes de que llegaran las órdenes. Wakizaka Yasuharu aprestó su escuadra más rápidamente que el resto y decidió zarpar el primero ansioso por lograr una gloria personal. Su escudadra se componía de 73 naves: 36 naves grandes (¿atakebune?), 24 medianas (¿sekibune?) y 13 pequeñas (¿kohaya?).
Los preparativos nipones no habían pasado desapercibidos a los coreanos, que de nuevo habían reunido a sus dos escuadras “y pico”, lideradas por Sun-sin, Eok-gi y Won Gyun. Contaban con unos 53-54 panokseon y 2-3 “tortugas”. La escuadra enemiga de Yasuharu fue localizada en el estrecho de Gyeonnaeryang esperando en formación de batalla.
Yi Su-sin era reacio a internarse en el estrecho dado su escasa longitud de costa a costa y la presencia de arrecifes y rocas sumergidas. Además quería combatir en un entorno en el que a los japoneses les resultase difícil abandonar sus naves en la costa y escapar tierra adentro. Sun-sin prefirió retirar la escuadra coreana algo atrás en las cercanías de la isla de Hansan: allí habría mas espacio para los panokseon para maniobrar y les sería mas difícil huir tierra adentro, al ser islotes el terreno más próximo. Como anzuelo dejó a 6 panokseon para provocar a los japoneses.
Una vez más la táctica de Sun-sin se reveló efectiva y la escuadra nipona salió en persecución de los coreanos. Cerca de Hansan esperaba la escuadra coreana en una formación recientemente ensayada por Sun-sin y Eok-gi: el “ala de grulla”: así los flancos de la formación coreana se extendían y curvaban hacia adelante con el objetivo de “embolsar” a los japoneses y evitar su huida. De este modo los navíos más pesados se encontraban en el centro con los más ligeros en la “alas” incluyendo al menos un barco tortuga a cada lado. A retaguardia de la curvada línea coreana había más naves como reserva para ir rellenando posibles huecos.


Imagen
La escuadra de Wakizaka Yasuharu persigue a los coreanos (ilustración de Ehon Toyotomi Kunkoki)


Los coreanos se lanzaron al ataque, tratando de mantenerse inicialmente a distancia de cañón, reduciendo varias naves a astillas según las palabras de Sun-sin. El combate cuerpo a cuerpo llegó tras que los coreanos lanzaran una tormenta de proyectiles y flechas sobre sus rivales. La crónica japonesa de la batalla reseña especialmente la lluvia de proyectiles de mortero enemigos. Rodeados y machacados por el fuego enemigo, se permitió el abordaje de aquellos buques japoneses más vulnerables.. En su informe Yi Sun-sin menciona a aquellos oficiales que se distinguieron capturando naves enemigas, cobrando “cabezas” y liberando cautivos.
El combate duro casi todo el día, terminando con la llegada de la noche; con los coreanos victoriosos pero totalmente exhaustos. Catorce naves niponas consiguieron escapar a la trampa coreana. Entre ellas figuraba una “nave rápida” en la que iba a bordo el propio Wakizaka Yasuharu; según la crónica nipona en su nave había “10 muertos por cada vivo” y la propia nave había sido atacada con flechas incendiarias. Un capitán japonés: Manabe Samanosuke, eligió el seppuku (cortarse el vientre) a bordo de su incendiado barco antes que afrontar la vergüenza de huir en otra nave.
Unos 200-400 japoneses escaparon nadando a un islote cercano donde se encontraron que estaban atrapados y sin nada que comer. A pesar de su difícil situación consiguieron escapar en improvisadas balsas aprovechando la retirada de las patrullas navales coreanas de la zona, al parecer por culpa de una orden de Won Gyun.


Imagen
Esquema de la batalla de la isla de Hansan, a la izquierda una copia de la explicación de Sun-sin de la táctica del ala de grulla.


Batalla de Angolpo (16, VIII)
Wakizaka Yasuharu se retiró al puerto de Angolpo, encontrándose con sus colegas Katō Yoshiaki y Kuki Yoshitaka que habían corrido en su “persecución” en la idea de que Yasuharu iba a arrebatarles toda la gloria. Tras concer la realidad de la situación y teniendo reunidos sólo 42 naves, adoptaron una actitud convenientemente cauta, permaneciendo en el protegido interior del puerto.
Yi Sun-sin trató de provocarles avanzando sólo con la mitad de la escuadra coreana y dejando a la fuerza de Yi Eok-gi oculta en un posición de emboscada. Sin embargo esta vez los japoneses no reaccionaron. Sun-sin se resignó a organizar su escuadra en “grupos” que debían internarse en Angolpo, cañonear a los japoneses y retirarse dejando paso a otro grupo de relevo.
La superioridad artillera coreana se hizo valer de nuevo, pero los japoneses aguantaron luchando durante bastante tiempo, evacuando a sus heridos en botes a la vez que se mandaban hombres de refuerzo a las naves que sufrían el ataque coreano. Los objetivos principales de los coreanos eran los atakebune y grandes atakebune que había en las filas enemigas. Entre ellos destacaba el magnífico Nippon Maru de Kuki Yoshitaka; el insignia japonés vio como los cañones coreanos le abrían un peligroso y gran boquete en el centro del casco pero la brigada de carpinteros de abordo salvó la situación con eficacia.
Al llegar la noche, Sun-sin se retiró tras haber conseguido infligir bastante daño y causar muchas bajas. Durante la noche los supervientes japoneses escaparon, por lo que a la mañana siguiente los coreanos sólo se encontraron los restos de la flota japonesa y de varias piras funerarias en las que se había quemado a los muertos. Sun-sin declaró en su informe que durante el combate no quiso destruir todas las naves enemigas para que los supervivientes japoneses tuvieran algún medio para escapar en vez de quedarse en tierra y vengarse de la población local. Sin embargo no deja de ser llamativo que una de esas naves a las que Sun-sin “permitió generosamente huir” fuera el propio Nippon Maru, por lo que la afirmación de Sun-sin resulta poco creible y se trató de disfrazar el descuido que permitió la huida de los 3 almirantes japoneses.


Imagen
El Nippon Maru bajo ataque (Wayne Reynolds para Osprey)


En cualquier caso esta nueva campaña naval de Sun-sin había sido sin duda un éxito arrollador; acabando con gran cantidad de naves y hombres enemigos. Según sus propias cuentas, el coste coreano había sido sólo de 19 muertos y 114 heridos.
Tanto coreanos como japoneses eran conscientes del resultado estratégico de los éxitos navales coreanos: Konishi Yukinaga no podría recibir por mar los refuerzos que el plan de operaciones japonés contemplaba; quedaba la ruta terrestre pero esta no era exáctamente la más adecuada para una gran operación como el avance hacia China.
Hideyoshi ordenó el cese de actividades navales de importancia a la vez que enviaba al almirante Todo Takatora a Corea de refuerzo. Wakizaka Yasuharu fue “castigado” ordenándole fortificar la isla de Geoje, la primera de varias construcciones defensivas construidas por los japoneses en Corea.





Próximo capítulo: 11. China se une a la guerra.
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Re: La Guerra Imjin (1592-1598)

Mensaje por Lutzow »

Nuevamente el orgullo de los mandos nipones por encima de las consideraciones militares, aunque el de Yasuharu debía ser relativo; él sí que tendría que haber cometido sepukku...

Saludos.
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Re: La Guerra Imjin (1592-1598)

Mensaje por Flavius Stilicho »

Je, je. La mayoría de los samuráis no se tomaba la derrota tan a la tremenda. Ciertamente se tomaba nota de aquellos que elegían suicidarse para lavar su imagen, pero no dejaban de ser casos excepcionales. Siempre existía la posibilidad de que un daimyo muy descontento con la actuación de su servidor le ordenarse suicidarse. Hideyoshi obligó a suicidarse a algún daimyo pero esto era muy extremo; un caso fue el lider de los derrotados Hojo: Hojo Ujimasa; y otro fue Sassa Narimasa por ser incapaz de manejar su provincia.
En el caso de Yasuharu su derrota no fue considerada suficientemente grave y al parecer no empeñaba su reputación como una de las "siete lanzas de Shizugatake". Por cierto que los siete integrantes, los más leales de entre los leales samuráis de Toyotomi Hideyoshi y antiguos miembros de su guardia, no tuvieron ningún empacho en traicionar a su hijo y unirse a Tokugawa Ieyasu en la campaña de Sekigahara.
Saludos.
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Re: La Guerra Imjin (1592-1598)

Mensaje por zilus »

Los japoneses eran arrogantes pero si que aprendieron humildad y una leccion. Lo que no se aprende con palabras a palos entra.

Deseando ver que pasa con los Chinos. Genial y Enhorabuena por como te esta quedando los relatos.

Saludos.
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Re: La Guerra Imjin (1592-1598)

Mensaje por Flavius Stilicho »

11. China se une a la guerra... pero a su propio ritmo.


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El imperio Ming hacia 1580


Considerando que China era el objetivo final de la campaña japonesa, surge la cuestión de por qué se retrasó tanto la intervención del Celeste Imperio en la guerra. Ya antes de la invasión, la corte Ming había tenido noticias de las agresivas amenazas japonesas; de hecho las primeras noticias habían llegado en 1591 a través del rey de las islas Ryūkyū, conminado a “colaborar” en una futura invasión de China. El hecho de no haberse enterado de las amenazas de Hideyoshi a través de la propia Corea molestó bastante en Beijing y sembró malestar y una cierta desconfianza, a pesar de que los coreanos reiteraron su lealtad. Además al igual que la coreana, la corte china parece haberse convencido de que en caso de que llegara a producirse una agresión japonesa, esta tomaría la forma de una incursiones wakō.
Una vez que se produjo la invasión, la corte Joseon se mostró reticente a pedir ayuda a los Ming. Les preocupaba dar a los chinos una palanca para inmiscuirse en la dinámica política coreana, así como algún cortesano expresó que traer tropas Ming supondría no sólo un gasto al tener que proporcionarles sustento sino también una alteración de la pacífica vida de las ciudades por donde pasaran las tropas. Una vez que se vio que el ejército coreano era incapaz de detener a los japoneses, este temor pasó a un segundo plano; sobre todo habiendo tenido la corte que abandonar Seúl.
Por su parte los chinos recibieron con cautela la petición de ayuda coreana. Cabía la posibilidad de que fuera una trampa y los coreanos estuvieran en connivencia con los japoneses; así que primero esperaron al informe de sus emisarios en Corea. Estos confirmaron a Beijing que el rápido avance japonés no se debía a una traición coreana y que los coreanos estaban sufriendo importantes bajas tratando de detener a los japoneses.


Imagen
El emperador Wanli en una revista de tropas.


La decisión formal de intervenir se tomó el 8 de agosto, aunque ya previamente se había mandado al otro lado de la frontera a una pequeña fuerza (1.000 hombres), aquella con la que se encontró el rey Seonjo en su huida de Pyongyang. El problema era que de momento el emperador Wanli no podía enviar ninguna gran fuerza a Corea, ya que las tropas del Norte estaban empeñadas en la “campaña del Ordos” para aplastar un rebelión que había tenido lugar en Ningxia.
Todo lo que se pudo reunir en agosto fue un ejército de 5.000 hombres (en buena parte caballería) bajo el mando del vicecomandante de la provincia fronteriza de Liadong: Zu Chengxun. A su llegada a Corea Chengxun se jactó de que con 3.000 hombres había derrotado a 100.000 mongoles, por lo que no le costaría dispersar a los cuatro vientos al ejército de los bandidos japoneses. Las derrotas previas coreanas apenas llamaban la atención de los chinos ya que simplemente concluyeron que estos carecían de verdaderas dotes marciales.
Zu Chengxun se puso al frente de un ejército de 4.000-6.000 hombres y se dirigió rápidamente contra Pyongyang. Llegó a la ciudad el día 23 bajo la cobertura de una intensa lluvia que enmascaró su avance. Las tropas chinas tomaron por sorpresa a la escasa guardia de la “puerta de las siete estrellas” y penetraron con total facilidad en la ciudad.
Los hombres de Konishi Yukinaga fueron totalmente pillados por sorpresa y agarrando las armas que tenían más a mano corrieron a las murallas a luchar con desesperación. En un principio se imaginaban ya perdidos al tener al enemigo dentro de la ciudad pero cuando la situación se fue aclarando y se dieron de cuenta que superaban en número al enemigo fueron ganando confianza. El ejército chino se encontró pronto atrapado entre una serie de calles y una sección de la muralla, con sus tropas dispersas en pequeños grupos e incapaces de hacer frente a los coordinados contraataques de los japoneses. La lluvia había cesado y los arcabuceros nipones disparaban a placer contra los encajonados chinos, que habían perdido todo el ímpetu del ataque inicial.
Zu Chengxun ordenó la retirada fuera de la ciudad y las tropas chinas emprendieron la huida perseguidos por los samuráis a caballo de Yukinaga que atraparon a muchos de ellos. La fuerza expedicionaria china había tenido unas 3.000 bajas y Chengxun “vencedor de 100.000 mongoles” huyó a Liaodong, tras decir al rey Seonjo que estaba ejecutando un “repliegue táctico”. A su regreso a China comunicó al emperador Wanli que debido a la “falta de apoyo coreano” no se había podido expulsar a los japoneses.
En Beijing se percataron de que la cosa era algo mas seria de lo sospechado, pero al menos de momento los japoneses no avanzaban. Los esfuerzos de Beijing se concentraron en terminar con la revuelta de Ningxia; por lo que habría que esperar medio año a que mandaran un nuevo ejército a Corea, eso sí, esta vez mejor preparado.


Imagen
Los japoneses persiguen a los chinos fuera de Pyongyang (Ehon Toyotomi Kunkoki)


Al rey Seonjo no le quedaba otra cosa que esperar pero al menos las noticias de la victoria de Yi Sun-sin en la isla Hansan le supusieron un gran alivio.
Sun-sin no iba a permanecer ocioso el resto del año. La construcción naval coreana no había cesado y ahora los 3 almirantes coreanos disponían de una fuerza total de 166 naves, 74 de ellas grandes naves de combate del tipo panokseon o geobukseon. Won Gyun llevaba tiempo proponiéndole a Sun-sin realizar una ataque contra la base japonesa de Busan y con ello lavar la deshonra coreana de los días de la invasión.
El 4 de octubre se presentaba la escuadra combinada coreana ante la desembocadura del río Nakdong. Al día siguiente avanzaron en medio de un temporal en dirección a Busan, destruyendo por el camino 24 naves japonesas que se pusieron a su alcance. Al llegar al puerto, en éste se encontraban según los cálculos del propio Sun-sin unas 470 naves. Es imposible saber cuantas de estas eran realmente naves de guerra, pero en cualquier caso los japoneses de Busan no parecen haberse planteado salir a dar batalla, sino que tomaron posiciones en las fortificaciones del puerto, en especial en las colinas circundantes.
Sun-sin acercó su escuadra todo lo que se atrevió y atacó a las indefensas naves a distancia con fuego de cañón y proyectiles incendiarios, destruyendo cerca de un centenar de naves. A pesar de que los japoneses contaban con algunos cañones coreanos capturados no consiguieron causar demasiadas bajas, aunque Sun-sin lamentó la pérdida de uno de sus mejores capitanes: Chong Woon.
Yi Sun-sin se planteó si volver a repetir el ataque el día siguiente, pero se decidió en contra. De nuevo alegó su decisión sobre la base de que la destrucción de la flota japonesa supondría que las fuerzas japonesas se quedarían estancadas en Corea y era mejor dejarles una vía de escape. Hay quien defiende que Sun-sin al contemplar cientos naves de transporte puede haber pensado que los japoneses estaban preparando la evacuación de Corea, pero lo cierto es que era todo lo contrario y la flota nipona estaba embarcada en un esfuerzo por traer suministros y refuerzos en vistas a una larga estancia en Corea.
Los comandantes japoneses dudaban seriamente de que fuera factible -al menos de momento- invadir China, pero no estaban dispuestos a renunciar a las conquistas efectuadas en Corea.


Imagen
La incursión de Sun-sin en Busan (Osprey Publishing)


Próximo capítulo: 12. El ejército Ming.
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Re: La Guerra Imjin (1592-1598)

Mensaje por Lutzow »

Vaya ritmo que llevas Flavius... :dpm:

Veo que por entonces las retiradas estratégicas y acortamiento de líneas ya estaban a la orden del día, nada nuevo bajo el sol... Nuevamente los japoneses muestran su exceso de confianza al no proteger debidamente las puertas, tuvieron suerte de no ser sorprendidos por un ejército mayor... Sin embargo en el mar parecen haber asumido su inferioridad, lógico después de sufrir un desastre tras otro... :~i

Saludos.
Delenda est Putinlandia

Es mejor permanecer con la boca cerrada y parecer un idiota, que abrirla y confirmarlo...
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Re: La Guerra Imjin (1592-1598)

Mensaje por Flavius Stilicho »

La verdad es que sorprende el poco cuidado de los hombres de Konishi Yukinaga. Por aquel entonces se estaba de obras para reforzar el perimetro de Pyongyang con terraplenes; entre la lluvia, las obras y que los que las realizaban eran mano de obra coreana, tal vez los guardias se despistaron en exceso. Aun así ya es la segunda vez que pillan a los de Yukinaga completamente desprevenidos; tal vez debería haber contratado a un buen equipo de "shinobi" para estar más prevenido...
En cuanto al mar, pues al final te acabas dando cuenta de lo que hay. Mejor permanecer fondeado en puerto y aguantar el chaparrón. Si ves que tratan de abordar tus naves siempre puedes acercarte a tratar de defenderlas.
Saludos.
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Re: La Guerra Imjin (1592-1598)

Mensaje por Flavius Stilicho »

12. Las garras del dragón: el ejército Ming.


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Guardias imperiales en la época del emperador Jiajing


En torno a 1575 fray Martín de Rada declaraba que el ejército Ming ascendía a 4.178.500 infantes y 780.000 jinetes, pero no están muy claras las fuentes de sus datos. Otras fuentes nos dan cifras de 3 y 2 millones de tropas, supuestamente movilizables. Un general chino de la época cifraba el ejército en unos todavía generosos 900.000 hombres, aunque bien es cierto que afirmaba que 2/3 no eran mas que una turba indisciplinada. Lo cierto es que la corte de Beijing no sabía de cuantos soldados podía disponer ya que sus registros oficiales eran totalmente irreales.
Para mediados del siglo XVI el tradicional sistema wei-so (o weisuo) de los Ming era un reliquia inoperante y costosa. La idea había sido la de crear compañías (so) de guardia (wei) autosuficientes de soldados dándoles tierras para trabajar a cambio de su movilización en caso de crisis y siendo hereditaria la condición de “soldado-granjero”. Cada guarnición wei-so debería haberse compuesto de 5 compañías de 1.120 soldados, pero la realidad era que a lo largo del siglo XVI las diversas guarniciones eran incapaces de reunir apenas la mitad de los hombres; llegando en ocasiones a situarse en el 2-3% de la cifra oficial. El gran problema estribaba no tanto en los número sino en que los integrantes del sistema wei-so eran incapaces de formar un ejército realmente efectivo, ya que no se había hecho ningún esfuerzo en transmitir una herencia marcial entre generaciones. En la práctica eran meros campesinos. El problema no acababa allí, sino que además se reveló que el sistema ni siquiera era autosuficiente y la corte de Beijing se encontró con que tenía que dedicar regularmente subsidios en grano y dinero para mantener una estructura militar vacía de sentido.


Imagen
Tropas Ming en la época del emperador Wanli.


El resultado del declive del sistema wei-so fue que a lo largo del siglo XVI se tuvo que recurrir a otras fuentes para formar los ejércitos de campaña Ming: voluntarios, reclutas forzosos (en ocasiones meros vagabundos) y mercenarios. El tamaño y la calidad de dichas fuerzas era muy heterogéneo. El sistema de administración militar adolecía de corrupción por lo que los fondos rara vez llegaban a ser suficientes. La escasez y/o desviación de fondos provocaba que normalmente los ejércitos reclutados fueran más pequeños que los que estipulaban las ordenes de Beijing y que los soldados no siempre estuvieran bien pagados. La propia campaña del Ordos que entretuvo a los ejércitos Ming en 1592, aunque disfrazada por la corte bajo la guisa de un alzamiento mongol, era en realidad un motín a gran escala de las mal pagadas tropas de la zona.
Al igual que sus confucianos colegas coreanos, los oficiales Ming sufrían la condición de ser considerados inferiores a sus equivalentes civiles, los cuales se entrometían en la estrategia creyendo dominar la materia en base a sus lecturas de los clásicos. El sistema de recompensas e incentivos se articulaba en torno a la presentación de cabezas cortadas de enemigos, lo que daba lugar en muchos casos a la picaresca de hacer pasar cabezas de civiles por las de enemigos; aunque esa misma picaresca también se daba entre los propios japoneses.


Imagen
Cañón Ming instalado en una carreta.


Puede que el ejército Ming no fuera todo lo temible que se suponía que debía ser, pero como descubrirían los japoneses no dejaba de ser una fuerza a ser tenida en cuenta. En medio de los problemas que arrastraba seguía siendo capaz de defender la frontera frente a los nómadas de la estepa y había conseguido infligir un gran correctivo a los piratas que se habían enseñoreado de parte de sus costas durante un tiempo. Bajo el liderazgo del gran general Qi Jiguang las tropas chinas habían experimentado un renovado ímpetu, recuperado parte de su disciplina y efectuado reformas en sus métodos tácticos. Qi Jiguang había modernizado las tropas del sur para derrotar a los wakō en la década de los 60 y en la década de los 70 había estado al frente de las tropas del norte con notable éxito, frenando toda incursión. Como legado a sus sucesores dejó un par de tratados militares, destacando el Jixiao Xinshu (“nuevo tratado sobre la eficiencia militar”).
En el ejército Ming parece haberse dado un especial hincapié en el entrenamiento en armas; por ejemplo fray Martín de Rada menciona la buena preparación de los arqueros chinos. Sin embargo el entrenamiento flaqueaba cuando se subía al nivel de unidad, por lo que los “batallones” chinos tenían grandes carencias tácticas. En el combate propiamente dicho los generales chinos solían confiar en la presencia de un puñado de unidades escogidas, bien disciplinadas y equipadas. No era raro que el propio general al mando se pusiera al mando de una estas unidades y se lanzara en vanguardia del ataque, confiando en que la masa de reclutas de detrás se uniría al ataque. Dichas unidades solían luchar ferozmente e impresionaron a menudo a sus aliados coreanos. Pero por otro lado dichas tácticas son un reflejo del abandono de las tácticas de maniobra, en la que en tiempos anteriores se habían distinguido las tropas Ming.


Imagen
Jinete Ming armado con arco y espada.


Los ejércitos Ming eran heterogéneos, variando según la función para la que se habían reclutado. Las “tropas del norte” estaban especializadas en lidiar con las tribus nómadas de la frontera esteparia; por lo que contaban con bastante caballería, aunque menos que en siglos anteriores por la dificultad y coste de conseguir y mantener un alto número de caballos. El jinete típico era un arquero a caballo, aunque también podían usar armas de cuerpo a cuerpo como lanzas y espadas.
Las propias tribus de al otro lado de la frontera solían aportar guerreros como mercenarios, desde pequeñas bandas a tribus enteras; siendo normalmente destinadas a luchar en provincias lejanas de su fuente de origen. La caballería china se encontró con que Corea no era un terreno especialmente apto para su uso y aun menos cuando la guerra evolucionó a una lucha por fortalezas. En las ocasiones en que se llegó al combate cuerpo a cuerpo, en principio a pequeña escala, parece que el samurái a caballo solía imponerse en el uno contra uno. Las “tropas del norte” también contaban con infantería, aunque esta normalmente se había configurado en formaciones mas aptas para repeler a la caballería que para luchar contra infantería rival. Así por ejemplo una de las tácticas de la infantería norteña era adoptar una formación defensiva agrupándose en torno a carros tirados por mulas equipados con piezas ligeras de artillería.


Imagen
Infantería "sureña".


Con el tiempo se fueron destinando a Corea una mayor cantidad de “tropas del sur”, mejor preparadas para las exigencias del combate de infantería contra infantería. Dichas tropas habían triunfado décadas antes contra los piratas y bandidos de las costas del Sur y Este. Durante dicho conflicto, Qi Jiguang había desarrollado una estructura de escuadras de armas denominada el “pato mandarín”. Dicha escuadra se componía de 12 miembros y su configuración básica era: 4 lanceros equipados con lanzas largas (picas), dos espadachines equipados con escudos, dos hombres equipados con lanzas de bambú “de múltiples puntas” (largas varas de bambú con con ramas y hojas sin cortar, a veces endurecidas al fuego) y como reserva dos hombres equipados con tridentes y/o alternativamente con algún otro tipo de arma (por ejemplo un arma de fuego). La escuadra la completaban un cabo con una bandera y un porteador. Con dicha combinación se podía equipar de forma barata y relativamente eficaz a los reclutas y había resultado eficaz para frenar a las espadas de los piratas y bandidos.
Mas allá del tipo de escuadra promovida por Qi Jiguang, nos encontramos con tropas equipadas con una gran diversidad de armamento: espadas de diversos tipos, gujas chinas, arcos, ballestas de repetición y armas de fuego individuales. De estas últimas los chinos tenían sus tradicionales y primitivas variantes, como por ejemplo las de tres tubos; pero también conocían los modelos europeos más modernos a través de los portugueses y de los propios piratas. Antes de la guerra de Corea ya se producían en China arcabuces de estilo europeo pero parece que su uso era limitado, ya que había oficiales que no veían claras sus ventajas y dudaban de su eficacia en ciertos climas o escenarios. Parte del problema parece haber sido la baja calidad de los primeros arcabuces chinos de estilo europeo, probablemente más debido a un problema de corrupción en la administración militar que a falta de capacidad técnica en las fundiciones chinas. Tras encontrarse en Corea frente a las andanadas masivas de un ejército totalmente equipado con arcabuces modernos, se daría un renovado énfasis en la fabricación de arcabuces/mosquetes de mecha.


Imagen
Representación de una escuadra "pato mandarín": los dos espadachines portan escudo pequeño y escudo grande y protegen normalmente los flancos de los lanceros (el del escudo pequeño porta normalmente alguna jabalina); los dos hombres equipados con varas de bambu las utilizan para "contener" al objetivo facilitando el ataque de sus compañeros.


En la campaña del Ordos de 1592 vemos un ejemplo de como un ejército chino era capaz de transportar con eficacia un tren de artillería de 400 piezas por un terreno no excesivamente cómodo. Artillería que se utilizaría para reducir el reducto rebelde de Ningxia. La administración militar Ming daba gran importancia a los cañones; extremadamente útiles para la defensa de fortalezas y fortificaciones, como las de la Gran Muralla; así como para llevar a cabo asedios de fortalezas enemigas. Pero la cosa no quedaba ahí, sino que los chinos también estaban dispuestos a utilizarlos activamente en el campo de batalla.
La artillería Ming presentaba una gran variedad de modelos y formas, desde pequeñas piezas anti-personal hasta grandes cañones de sitio. Hacia finales del siglo, los tradicionales modelos chinos de cañones fueron siendo relegados a labores de defensa de plazas, según se iban introduciendo modelos de estilo europeo. Y es que los chinos estudiaron con gran interés los modelos que introdujeron los portugueses en Asia. Los primeros cañones portugueses que les llamaron la atención fueron las pequeñas piezas navales del tipo de los falconetes que se cargaban abriendo la recámara. Los chinos no sólo los adaptaron -denominándolos “Fo Lang Ji pao”- para el uso naval, sino que también estaban presentes en importantes cantidades en el ámbito terrestre, incluso incorporados en las ya mencionados carros de guerra tirados por mulas.
Por último los Ming recurrían mucho al uso de flechas “cohete” propulsadas por pólvora. Los inventarios chinos revelan una gran cantidad de ellas como parte del material de sus ejércitos en campaña. Aunque al igual que los coreanos tenían sistemas de lanzaflechas múltiples, incluido uno para uso individual; se prefería en vez de lanzar múltiples flechas pequeñas, lanzar flechas de una en una pero mas grandes y aterradoras (y con un mayor alcance).





Próximo capítulo: 13. Soldados virtuosos, guerrilleros y monjes guerreros.
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Re: La Guerra Imjin (1592-1598)

Mensaje por Marco Aurelio Draco »

Excelente post Flavius,muy esclarecedor e interesante :Bravo
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Re: La Guerra Imjin (1592-1598)

Mensaje por Flavius Stilicho »

Gracias Marco, creo que el ejército Ming merecía su propio post. Me alegro de que haya resultado interesante.
Saludos.
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Re: La Guerra Imjin (1592-1598)

Mensaje por Antigono Monoftalmos »

Va a ser interesante ver como acabará este enfrentamiento sino-japonés en pleno siglo XVI :~i
Dos países que aún tienen cuentas pendientes hoy en día.
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Re: La Guerra Imjin (1592-1598)

Mensaje por APV »

Flavius Stilicho escribió:Así por ejemplo una de las tácticas de la infantería norteña era adoptar una formación defensiva agrupándose en torno a carros tirados por mulas equipados con piezas ligeras de artillería.
Era una táctica adoptada por Qi Jiguang que era bastante razonable para la situación: la caballería china del norte había menguado mucho en número y la infantería no podía enfrentarse sola a los mongoles so pena de repetir el desastre de Tummu.

Como había hecho los husitas, llevaban carros que en batalla se unían formando un muro, en ellos dos piezas de artillería ligera además de cuatro mosquetes. Veinte soldados custodiaban el carro la mitad moviéndolo y usando la artillería y la otra mitad (entre ellos los 4 mosqueteros) como fuerza de asalto.
Flavius Stilicho escribió:Qi Jiguang había desarrollado una estructura de escuadras de armas
Había diseñado una idea de brigada mixta operativa de caballería, infantería y carros aunque seguía bastante más vinculado a la táctica de infantería limitando el papel de la caballería a la persecución final.
Conoce al enemigo y conócete a ti mismo; y en cien batallas no estarás jamás en peligro Sun Tzu.
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Re: La Guerra Imjin (1592-1598)

Mensaje por Ormuz »

Muy interesante el artículo del ejército chino. Me ha gustado mucho :D

Vaya armas más raras las de los chinos :shock
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Re: La Guerra Imjin (1592-1598)

Mensaje por Flavius Stilicho »

APV escribió:
Flavius Stilicho escribió:Así por ejemplo una de las tácticas de la infantería norteña era adoptar una formación defensiva agrupándose en torno a carros tirados por mulas equipados con piezas ligeras de artillería.
Era una táctica adoptada por Qi Jiguang que era bastante razonable para la situación: la caballería china del norte había menguado mucho en número y la infantería no podía enfrentarse sola a los mongoles so pena de repetir el desastre de Tummu.

Como había hecho los husitas, llevaban carros que en batalla se unían formando un muro, en ellos dos piezas de artillería ligera además de cuatro mosquetes. Veinte soldados custodiaban el carro la mitad moviéndolo y usando la artillería y la otra mitad (entre ellos los 4 mosqueteros) como fuerza de asalto.
Flavius Stilicho escribió:Qi Jiguang había desarrollado una estructura de escuadras de armas
Había diseñado una idea de brigada mixta operativa de caballería, infantería y carros aunque seguía bastante más vinculado a la táctica de infantería limitando el papel de la caballería a la persecución final.

Gracias por el aporte :dpm:
Lo he buscado y efectivamente parece que Qi Jiguang sugirió crear una brigada mixta formada por 3000 jinetes, 4000 infantes, 128 carretas pesadas y 216 carretas de guerra ligeras. Lo que ya no tengo claro es si se trató de una propuesta coyuntural para una campaña o si de verdad quería organizar el ejército de forma estable en ese tipo de brigadas. Esto último le hubiera venido muy bien al ejército Ming.
Por cierto, me dio cuenta ahora de que debería haber puesto en el post escuadras de armas combinadas, que escuadras de armas a secas queda poco claro.
Ormuz escribió:Muy interesante el artículo del ejército chino. Me ha gustado mucho :D

Vaya armas más raras las de los chinos :shock
Cierto, sorprende mucho el amplio y curioso catálogo de armas de los chinos. Y eso que sólo he mencionado una parte de ellas. He encontrado una gran cantidad de información sobre armas curiosas en esta página:http://greatmingmilitary.blogspot.com.e ... e%20weapon

También he encontrado este video sobre las "tropas coreanas" que supongo intenta reflejar el modo de combate de una esucadra coreana hacia al final de la guerra, tras recibir adiestramiento por parte de los chinos. No se hasta que punto es realista pero al menos tiene algo de entretenido:


Saludos.
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Re: La Guerra Imjin (1592-1598)

Mensaje por ALGERNON »

Esta guerra Imjin (gracias a tu relato) esta cada vez mas apasionante.-
Excelente la explicacion del ejercito Ming (y yo que lo unico que sabia de los Ming era lo de los jarrones) :oops:

Mario
"Cuando la cobardía crece, se convierte en una catástrofe. Cuando a las personas les falta el coraje de admitir sus errores, de disculparse, de adaptarse a la realidad, de aprender, se convierten en monstruos. Y cuando el mundo los ignora, los monstruos deciden que es el mundo que tiene que adaptarse a ellos"
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Re: La Guerra Imjin (1592-1598)

Mensaje por Flavius Stilicho »

ALGERNON escribió:Esta guerra Imjin (gracias a tu relato) esta cada vez mas apasionante.-
Excelente la explicacion del ejercito Ming (y yo que lo unico que sabia de los Ming era lo de los jarrones) :oops:

Mario
Gracias Mario. No es nada raro que cuando uno oye Ming, se le vaya la mente a la preciosa cerámica china. Aunque no tenga mucho que ver con el tema, aprovecho para recomendar a cualquiera que se pase por Valladolid a que visite el Museo Oriental que está en el Convento de los Agustinos Filipinos. Buena parte de las piezas fueron obtenidas en su día por los misioneros agustinos en sus viajes a Filipinas, China y Japón, y sin duda es la mejor colección de arte oriental que hay en España; muy interesante y poco conocida.
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Re: La Guerra Imjin (1592-1598)

Mensaje por Flavius Stilicho »

Flavius Stilicho escribió:
ALGERNON escribió:Esta guerra Imjin (gracias a tu relato) esta cada vez mas apasionante.-
Excelente la explicacion del ejercito Ming (y yo que lo unico que sabia de los Ming era lo de los jarrones) :oops:

Mario
Gracias Mario. No es nada raro que cuando uno oye Ming, se le vaya la mente a la preciosa cerámica china. Aunque no tenga mucho que ver con el tema, aprovecho para recomendar a cualquiera que tenga la oportunidad de pasar en España por Valladolid, a que visite el Museo Oriental que está en el Convento de los Agustinos Filipinos. Buena parte de las piezas fueron obtenidas en su día por los misioneros agustinos en sus viajes a Filipinas, China y Japón, y sin duda es la mejor colección de arte oriental que hay en España; muy interesante y poco conocida.
Saludos.
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Re: La Guerra Imjin (1592-1598)

Mensaje por Flavius Stilicho »

13. Por la Religión, la Patria y el Rey: soldados virtuosos, guerrilleros y monjes guerreros.


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Gwak Jae-u es el guerrillero más legendario de la guerra Imjin. Sus característicos ropajes rojos están asociados a una leyenda, según el cual el tinte rojo se habría obtenido de la sangre menstrual de doncellas coreanas proporcionando al ropaje de un "yin" capaz de repeler el "yang" de las balas japonesas.


La armada coreana sería el primer traspiés que llevaría al descarrilamiento de la aparentemente imparable maquinaría de guerra japonesa. La intervención china sería otro traspiés, pero tardaría un tiempo en hacer efecto. Antes de que pudiera hacer efecto, hubo un segundo traspiés japonés al encontrarse estos con una inesperada resistencia por tierra. Recordemos que los planes japoneses preveían la asimilación de las provincias coreanas como si se tratase de provincias japonesas conquistadas en las guerras civiles previas. Así la invasión de China descansaba en la asunción de que Corea sería capaz de suministrar los medios, sobre todo logísticos, para hacerla factible. La realidad sería bien diferente y los coreanos no se mostraron todo lo colaboradores que esperaban los japoneses.
La resistencia coreana al invasor se articuló en torno a varios elementos. Por un lado estaban las tropas regulares supervivientes: aquellas situadas en zonas todavía no ocupadas, como por ejemplo las de la provincia de Jeolla cuya costa estaba bien protegida por Yi Sun-sin. En las zonas ocupadas surgieron guerrillas formadas por tres tipos de elementos: tropas regulares dispersas, grupos de voluntarios “patriotas”, y finalmente grupos de monjes guerreros; dando lugar a los denominados “ejércitos virtuosos”: uibyeong Se calcula que a lo largo de 1592 la resistencia coreana en tierra recayó en los hombros de 84.500 regulares, 22.200 irregulares y 8.000 monjes guerreros.


Imagen
Guerrillas atacando botes de suministro japoneses


Provincias de Jeolla y Chungcheong.
La provincia suroccidental había sido dejada a un lado en el inicial avance japonés, por lo que contaba todavía con un importante contingente de tropas regulares que reforzado por voluntarios podía alcanzar la cifra de 50.000 hombres.
Las fuerzas locales coreanas se propusieron inicialmente liberar Seúl pero su primer intento tropezó en el fuerte de Yongin (12, VII). La vanguardia coreana de 1.900 hombres fue derrotada ante el fuerte por la llegada de los refuerzos nipones con Wakizaka Yasuharu al frente -el mismo Yasuharu que sería derrotado mas tarde en la batalla naval de la isla de Hansan-; en su huida sembraron el pánico en el grueso del ejército que se dispersó tras perder a bastantes oficiales de alto rango.

Los planes japoneses para tomar Jeolla implicaban el avance de varias columnas de la 6ª división de Kobayakawa Takakage en dirección a la capital provincial Jeonju. Al tener noticia de ello se movilizó un ejército de circunstancias compuesto por los cerca de 6.000 guerrilleros del uibyeong levantado por Go Gyeong-myeong -un erudito de 60 años-, y unos 2.000 regulares liderados por el general Gwak Yong. En el primer día de la batalla de Geumsan (16,17, VIII), regulares y voluntarios se lanzaron contra los terraplenes nipones, consiguiendo estos últimos penetrar brevemente en la villa antes de ser rechazados. Al siguiente día, los defensores japoneses se concentraron en derrotar lo más rápido posible a los “flojos” regulares; al ver a estos retirarse, los voluntarios perdieron el ánimo y se unieron a la huida. Un consternado Gyeong-myeong prefirió la muerte a la vergüenza de la derrota; aunque técnicamente era un “guerrillero” no había conseguido asumir el principio de “vive para luchar otra día”.
Los victoriosos japoneses salieron de Geumsan en dirección a Jeonju. Atravesaron las montañas derrotando sucesivamente a tres grupos de fuerzas guerrilleras que se habían apostado en el camino. Cansados tras tres días de combates se acercaron a su objetivo pero los exploradores japoneses informaron de una nutrida línea defensiva coreana cerca de la ciudad por lo que el ejército nipón decidió darse la vuelta. Lo cierto es que los coreanos difícilmente hubieran podido defender la ciudad ya que casi no quedaban tropas a mano pero recurrieron a plantar numerosas banderas para dar la impresión de un gran ejército, ardid que funcionó.
En cuanto al resto de las columnas japonesas, estas no consiguieron siquiera acercarse a Jeonju. Una columna se vio detenida por los guerrilleros en la vecina provincia de Gyeongsang; mientras que otra fue derrotada en el combate de Ichi, al ser emboscada por las fuerzas del general coreano Gwon Yul.


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Heráldica de Kobayakawa Takakage (Emmnuel Valerio)


Al norte de Jeolla se encontraba la provincia de Chungcheong. En dicha provincia se encontraba Cheongju, una de las principales bases de suministros japonesas en el interior de Corea. Cheongju se convirtió en el objetivo del uibyeong local, liderado por Jo Heon. Jo Heon desconfiaba de los regulares provinciales (que habían perdido en primer lugar Cheongju) y prefirió valerse de la tercera fuerza coreana en liza: los monjes guerreros. Los monjes de la provincia estaban liderados por el monje Yeong-gyu y se habían empezado a movilizar aun antes incluso de que el rey Seonjo desde su exilio en la frontera hiciera un llamamiento a los monjes budistas a luchar por la patria. La respuesta fue grande, a pesar de las tiranteces existentes entre los monjes budistas y una corte que promovía un neo-confucianismo militante. Mas allá de su número, los monjes proporcionaban un elemento de combate cohesionado y firmemente convencido de que los diablos japoneses eran un desafío a lo divino.
La expedición contra Cheongju se acabó formando por 1.500 monjes, 1.100 voluntarios y una fuerza testimonial de 500 regulares. El ataque tuvo lugar el 6 de septiembre. Monjes y voluntarios asaltaron las murallas, defendidas por tropas pertenecientes a Hachisuka Iemasa (parte de la 5ª división). Los japoneses rechazaron el ataque pero se preocuparon al ver por la noche como los coreanos encendían un gran número de fuegos y desplegaban numerosas banderas. Temerosos de que estos hubieran recibido grandes refuerzos, evacuaron Cheongju.

El siguiente paso obvio coreano era marchar contra el “saliente” de Geumsan, la base avanzada japonesa que amenazaba tanto a la provincia de Jeolla como a la de Chungcheong. Pero había dos problemas graves. El primero era que en la zona de Geumsan se encontraban buena parte de los 10.000 de Kobayakawa Takakage. El otro problema era que la victoria de Cheongju lejos de unir a regulares, voluntarios y monjes, había sembrado la disensión entre ellos: los regulares se retiraron de la expedición mientras que los voluntarios decidieron actuar por separado de los monjes y no compartir la gloria de la victoria.
Jo Heon atacó Geumsan con 700 voluntarios (22-VII); su fuerza fue totalmente aniquilada, tras ser rodeada completamente durante la noche. El monje Yeong-gyu había seguido a Jo Heon -tras recibir mas monjes de refuerzo- y le había exhortado a no atacar en solitario. A pesar de la derrota de los voluntarios, los monjes se sintieron obligados a dar batalla ellos: siendo también prácticamente aniquilados tras tres días de combates.
El sacrificio coreano no fue en balde. Takakage reconoció de momento la imposibilidad de conquistar Jeolla y preocupado por la seguridad del saliente de Geumsan decidió retirarse antes de que los coreanos pudieran coordinar nuevos ataques.


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La segunda batalla de Geumsan



Provincia de Gyeongsang.
La primera resistencia en territorio “ocupado” nació como era de esperar en la primera zona por donde pasaron las fuerzas japonesas: la provincia suroriental de Gyeongsang; una zona vital en la línea logística japonesa Busan-Seúl.
A los nueve días del desembarco japonés surgió la primera “guerrilla” coreana, al reunir el pequeño terrateniente Gwak Jae-u a una cincuentena de sus conciudadanos de Uiryeong para defender su villa de los japoneses. Los japoneses pasaron de largo mientras que Gwak Jae-u veía como era tildado de “rebelde” por las autoridades provinciales coreanas que no veían con buenos ojos el surgimiento de movimientos fuera de control. Jae-u estuvo a punto de acabar en prisión o ejecutado pero por fortuna conocía a un oficial de reclutamiento recién llegado de Seúl que le concedió credenciales para reclutar tropas. A mitad del verano había reunido cerca de 1.000 voluntarios, a los que dirigió con una encomiable prudencia, centrándose en las partidas de forrajeo japonesas y en los botes de suministros japoneses que usaban el río Nakdong como vía de transporte.
En alguna fecha entre la caída de Seúl y el cruce del Imjin, Gwak Jae-u obtuvo la que tal vez fue la primera “victoria” coreana en tierra. Una fuerza japonesa comandada por el monje Ankokuji Ekei marchaba camino de Jeolla como parte del ya mencionado proyecto de invasión de dicha provincia. De camino los japoneses tenían que cruzar el río Nam cerca de Uiryeong, por lo que los exploradores se adelantaron a investigar el río y marcaron los vados con estacas. Tras retirarse los exploradores aparecieron los hombres de Jae-u para cambiar las estacas y ponerlas en una zona mas profunda. Cuando las tropas japonesas empezaron a cruzar el río se encontraron con problemas para avanzar, siendo en dicho momento atacados por los hombres de Gwak Jae-u. Tras sufrir fuertes bajas, los japoneses tuvieron que retirarse y dar un rodeo en su marcha.
En su rodeo por el Norte, Ankokuji Ekei no tardó en encontrarse con nuevos guerrilleros. Esta vez se trataba de las fuerzas de Son In-gap, unos 3.000 hombres según Ekei que intentaron frenarle sin éxito. Previamente dicho grupo ya había atacado una fortaleza japonesa en la zona de Chogye y aunque derrotados habían conseguido matar a su comandante. A continuación le tocó encontrarse con un tercer ejército guerrillero: el de Kim Myeon en la zona de Hapcheon; esta vez los guerrilleros hicieron un buen uso de las montañas y la espesura para emboscar a las tropas japonesas y lanzarles una lluvia de proyectiles sin que estos pudieran responder con eficacia. Ekei se dio por vencido en su marcha hacia Jeolla y se retiró hacia la cobertura de los fuertes japoneses.


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Gwak Jae-u en la batalla de Uiryeong.


Las cosas se complicaban y Ukita Hideie tuvo que mandar a la provincia a tropas de la 9ª división de reserva (Toyotomi Hidekatsu & Hosokawa Tadaoki) en apoyo de la 7ª división (Mōri Terumoto). La fuerza japonesa logró recuperar algunas posiciones perdidas, pero a pesar de todo, importantes fuerzas guerrilleras coreanas campaban por toda la línea del Nakdong, y los japoneses se limitaban a reaccionar respondiendo a una amenaza tras otra. No sólo eso, sino que la insurrección se extendió por toda la provincia y los coreanos lograron retomar Gyeongju en un golpe de mano, gracias en buena parte al uso del “pigyok chinchollae” un proyectil explosivo de efectos retardados que causó gran impresión en la guarnición japonesa.
Los japoneses no estaban por la labor de ver como se acumulaban revés tras revés. Las tropas de japonesas, marcharon contra Jinju en el río Nam: el punto fuerte de la resistencia coreana en la línea del Nakdong. Por ello reunieron una fuerza de 15.000-20.000 hombres. Jinju era defendida por 3.700 regulares bajo el mando del general Kim Si-min. El general coreano era un hombre diligente que se había tomado en serio su misión y había preparado bien la defensa, asegurándose de tener no sólo piezas de artillería sino además 170 (o tal vez solo 70) arcabuces “modernos” recién manufacturados.
Las tropas japonesas se lanzaron al asalto (8, XI) arrollando a grupos de coreanos rezagados que se encontraron las puertas de Jinju cerradas. Al acercarse a las murallas descargaron sus habitual rociada de arcabucería, pero a diferencia de otras ocasiones los coreanos se negaron a quedar impresionados. En los tres días siguientes se iba a desarrollar una lucha brutal. Los japoneses prepararon una torre de asedio de tres plantas que llenaron de arcabuceros, ademas de las habituales protecciones para tiradores en forma de empalizadas. Por su parte los coreanos habían distribuido por las murallas no sólo arqueros, arcabuceros y piezas de artillería sino cualquier elemento que pudiera ser de algún uso como piedras, calderos de agua hirviendo, elementos incendiarios, tableros con púas, etc.
Durante 3 días se sucedieron los asaltos, siendo rechazados los japoneses de manera sangrienta en el acto de escalar los muros. Guerrilleros empezaron a acudir a la zona, incluido Gwak Jae-u, hasta alcanzar unos 2.500; demasiado pocos para levantar el sitio pero una fuente de preocupación para los japoneses y una recarga de moral para los defensores.
Tras analizar la situación los japoneses decidieron lanzar un último asalto (13, XI). Antes del ataque se procedió a levantar el campamento simulando el abandono del sitio para acto seguido lanzarse a la carrera en un último intento. El ataque estuvo a punto de tener éxito, a los defensores les quedaban pocos proyectiles y estaban al límite de sus fuerzas. Sin embargo los defensores se aferraron obstinadamente a las murallas y prevalecieron, aunque el propio Kim Si-min resultó herido de muerte.
Los japoneses aceptaron la derrota y se retiraron aprovechando una tromba de agua para ocultar su retirada. El fracaso ante Jinju implicaba la imposibilidad de proseguir y liquidar los núcleos de resistencia del valle del Nakdong.


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Kim Si-min y el primer sitio de Jinju.


Provincias de Hwanghae, Gyeonggi y Gangwon.
La provincia oriental de Gangwon había sido ocupada inicialmente por la 4ª división de Mōri Yoshinari. La campaña de conquista había progresado bien, con los japoneses tomando fácilmente posición tras posición. Aquí la insurrección se empezó a mostrar a partir de agosto, cuando Yoshinari ya había empezado la labor administrativa de poner “a punto” la provincia y recaudar impuestos. Los ataques a posiciones japonesas se sucedieron por parte de una variedad de grupos guerrilleros. En general los japoneses defendieron bien sus fuertes derrotando a las guerrillas coreanas cuando estas atacaban, pero al poco estas volvían a aparecer: un ejemplo típico fue el caso de Chuncheon defendida por Shimazu Tadatsune, en noviembre resultó asediada y en su apoyo acudió su padre Shimazu Yoshihiro. Tras retirarse Yoshihiro, las guerrillas reaparecieron y esta vez Tadatsune opto por solucionarlo a las bravas, liderando una salida y aplastando a la fuerza enemiga. A pesar de este tipo de éxitos, lo cierto es que la provincia se escapaba de las manos de los japoneses.

La insurrección coreana se extendió a finales de septiembre por la provincia de Hwanghae, a la que se suponía en principio bajo la mano firme de la 3ª división de Kuroda Nagamasa. El uibyeong de Hwanghae se concentró en el fuerte de Yeonan; 500 soldados entre voluntarios y soldados dispersos, además de 2.000 civiles lo habitaban. Contra él marchó Nagamasa con 3.000 hombres. Las tropas niponas construyeron rampas y torres de asedio pero los defensores consiguieron incendiar los medios de asalto japoneses con antorchas y flechas incendiarias. El asedio duró 4 días (3-6, X), repeliendo los coreanos todo intento de asalto. Kuroda Nagamasa no sólo abandono el sitio sino que preocupado por la posibilidad de quedar aislado, se retiró de la capital provincial hacia una posición mejor situada para servir de enlace entre Seúl y Pyongyang.

En principio la provincia en la que situaba la capital de Seúl parecía fuertemente controlada. Sin embargo no lo estaba la vecina isla de Ganghwa, que servía de refugio desde el que las fuerzas coreanas podían realizar incursiones a su antojo. En una de ellas localizaron y mataron al daimyō Nakagawa Hidemasa, que había salido de caza.
Hasta Gyeonggi, se acercó el general coreano Gwon Yul procedente de Jeolla. Gwon Yul se instaló en el fuerte de Doksan, abandonado por los japoneses. Gwon Yul tenía intención de usar esta base avanzada como punto de concentración para soldados, guerrilleros y monjes y organizar un intento de recuperar Seúl., a sólo dos días de marcha. Ukita Hideie reaccionó enviando una fuerza a tomar el fuerte. Según la tradición coreana, la guarnición estaba escasa de agua y pronta a rendirse cuando Gwon Yul ideó una treta: puso bien a la vista del enemigo varios caballos y ordeno rociarlos con arroz de forma que a distancia parecía que estaban siendo lavados con agua. Los japoneses habrían cedido en sus intenciones al creer que la guarnición contaba todavía con un amplio suministro de agua.
El caso es que Doksan permaneció en manos coreanas, suponiendo una grave amenaza tanto para la propia Seúl como para las rutas de provisiones japonesas.


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Guerrillas coreanas atacando a tropas japonesas (ETK)



Próximo capítulo: 14. Aventuras de Katō Kiyomasa en el lejano Norte.
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Re: La Guerra Imjin (1592-1598)

Mensaje por Trancos-Alatriste »

Exhibir muchos estandartes para aparentar mayor número de combatientes, rociar a los caballos con arroz para aparentar abundancia de agua...

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Re: La Guerra Imjin (1592-1598)

Mensaje por Flavius Stilicho »

Cierto, hay mas ejemplos como poner a todos los hombres a portar dos antorchas por la noche o a tocar numerosos instrumentos en la espesura de las montañas. Es de suponer que no siempre funcionaban y que generalmente sólo se mencionan aquellos casos en que sí, pero aun así son ardides "típicos" que merece la pena intentar.
En un terreno desconocido lleno de montañas, colinas y bosques como era Corea debía ser difícil para los japoneses realizar una adecuada exploración; aun mas si cabe ya que parece que no contaban con unidades organizadas de infantería/caballería verdaderamente especializadas en este tipo de tareas. Por ello no es extraño que de vez en cuando cayeran en estos ardides, en emboscadas o sufrieran asaltos por sorpresa.
Saludos.
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