En la actualidad, ese mito de las dos Españas, sin embargo, tiende a ser sustituido por el de las diez y siete. Ahora, precisamente, a todo el mundo le cuadra más la diversidad que la dualidad anterior, la cual poco a poco se va matizando. Incluso da la impresión de una mayor credibilidad, igual que suenan más creíbles las invasiones dorias que el amamantamiento de Rómulo y Remo por una loba. Antes sólo estaban los celtas y los iberos, de cuyo encuentro, tal como el maestro lo enseñaba en la escuela, habían surgido los celtíberos, una mezcla entre africanos y europeos, entre morenos y rubios, ganderos y agricultores, guerreros y constructores, la auténtica esencia española. Ahora cada autonomía tiene un origen distinto, más complejo, por supuesto. Las etnias han aumentado, y curiosamente se adaptan a las Comunidades Autónomas. Es más, si antes los dos focos eran el europeo y el africano, ahora los focos son lingüísticos: el catalán, el vasco, el gallego y el castellano; iberos, vascones, celtas y celtíberos respectivamente. Los vascones se habrían extendido por Navarra y la Rioja, los iberos por todo el Levante, etc.
Alguno dirá que esta es la verdad definitiva, jurará que ya no va a haber más, e incluso añadirá que, en cierto modo, siempre se supo. Las leyendas de los antiguos celtas, de los antiguos vascones, argumentará, han llegado hasta el presente por insospechados vericuetos, y si esto parece poco científico, ahí están los más recientes e innovadores estudios del ADN, ante los que todo historiador, como todo hombre de letras ante el de ciencias, debe agachar la cabeza. Con el Dr. Mengele hemos topado, amigo Sancho.
Dice Gustavo Bueno que el pasado no existe, que el pasado se perfecciona en el presente. Cuando creemos mirar al pasado, lo que estamos haciendo en realidad es entender el presente, analizarlo, despiezarlo, separar sus partes. Es complicado, tanto como entender que al alcanzar la velocidad de la luz el tiempo se para. Si España no existiera, el Estado actual me refiero, no existirían los iberos, igual que si Alemania no existiera, tampoco existirían los germanos, o sin el País Vasco los vascones. Pero las fuentes antiguas hablan de ellos, exclamará alguien. Da igual; son sólo palabras. Lo que les da sentido es la realidad, el presente. ¿Si los vascones eran los antiguos vascos, o los iberos los antiguos españoles, si eliminamos de la ecuación a los actuales vascos o los actuales españoles, en qué se quedan aquellos? En nada. Para los historiadores romanos, ni los vascones ni los iberos eran los antepasados de nadie. Constituían una masa informe, tan informe que los propios nombres poseían una acepción genérica o abstracta. Tampoco se trataba de pueblos, porque la idea o el concepto de pueblo también es posterior, al menos tal como se entiende en el presente, que, insisto, es lo que importa.“A mi modo de entender, los que están persuadidos a que por la historia particular se puede uno instruir lo bastante en la universal, son en un todo semejantes a aquellos que, viendo los miembros separados de un cuerpo poco antes vivo y hermoso, se presumen estar suficientemente enterados del espíritu y gallardía que le animaba. Pero si uno, uniendo de repente los miembros y dando de nuevo su perfecto ser al cuerpo y gracia al alma, se lo mostrase segunda vez a aquellos mismos, bien sé yo que al instante confesarían que su pretendido conocimiento distaba antes infinito de la verdad y se asemejaba mucho a los sueños. Y ciertamente, que por las partes se forme idea del todo, es fácil; pero que se alcance una ciencia y conocimiento exacto, imposible. Por lo cual debemos estar persuadidos a que la historia particular conduce muy poco a la inteligencia y crédito de la universal, de la que únicamente el reflexivo conseguirá y podrá sacar utilidad y deleite, confrontando y comparando entre sí los acontecimientos, las relaciones y diferencias.”
Polibio
Poco a poco. Con el título del hilo sólo pretendo expresar mi admiración por Julio Caro Baroja. Espero que no se me acuse de plagio o se piense erróneamente que el contenido pudiera salirse del más estricto ámbito antiguo, o si se apura, protohistórico.