Las naciones de los Tercios

Historia Militar de todas las épocas en las que directamente ha intervenido dichos países. Hasta el 2006.

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Flavius Stilicho
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Las naciones de los Tercios

Mensaje por Flavius Stilicho »

1. Los ejércitos plurinacionales en la era de los Tercios.

Durante los siglos XVI y XVII lo más corriente era que los diversos ejércitos en conflicto fueran plurinacionales. En ocasiones la plurinacionalidad del ejército derivaba del hecho de que el monarca lo fuera a la vez de varios estados diferenciados; aunque lo normal era que se produjera por la presencia de tropas extranjeras, lo que hoy llamaríamos mercenarios, entendiendo como tales las que servían a un señor o estado que no era el suyo natural.
El recurso a tropas foráneas no era nada nuevo y había amplios ejemplos en siglos anteriores. Pero ahora la expansión de los ejércitos, en especial en lo que respecta a una mayor presencia de infantería disciplinada, generó una inmensa demanda de profesionales que el “mercado interno” de los principales estados en pugna no podía atender. Para los años 30 del siglo XVI lo habitual era que los estados necesitaran el doble de hombres de los que habían necesitado antaño.

Estamos en una época en la que en la mayoría de los estados los ejércitos permanentes, en un sentido moderno de la definición, son relativamente pequeños o directamente inexistentes.
Las alternativas que se presentaban a los estados para emprender una gran campaña no dejaban mucho margen. Los sistemas de conscripción apenas estaban desarrollados y las tradicionales milicias tenían una eficacia limitada; útiles en el mejor de los casos para la defensa del territorio, pero de poco uso en una campaña ofensiva. Además de una escasa disposición de las milicias para operar fuera de su territorio, había que tener en cuenta las diversas restricciones legales y políticas existentes en la mayoría de los estados que provocaban que muchas veces un monarca tuviera que “negociar” permisos para su reclutamiento y uso.

Estaba la opción de buscar voluntarios de entre los súbditos, claro está, pero generalmente no se encontraban en número suficiente ni con la preparación necesaria para una campaña inmediata. Al final la solución más rápida que se tenía era recurrir a “profesionales” de la guerra. Profesionales que abundaban en ciertas zonas como podían ser Alemania, Suiza o los Balcanes; así como los que quedaban “en paro” en ciertos países cuando llegaba la desmovilización al venir un periodo de paz (o de bancarrota). Además de las regiones pobladas pero relativamente atrasadas económicamente, otras regiones exportadoras eran aquellas que sufrían turbulencias de índole político o religioso, dando lugar a exiliados.

No sería hasta la segunda mitad del siglo XVII cuando, de la mano de reformas fiscales y administrativas, los grandes estados pudieran ir reformando sus ejércitos, e ir instalando sistemas de reclutamiento para el mantenimiento de unos ejércitos, que sin ser exactamente nacionales en el sentido moderno del término, sí estaban centrados en los naturales de los diversos estados. Los estados mejoraron en el arte de “imponer obligaciones militares” a sus súbditos; aunque eso no quita que siguiera existiendo un contingente de “tropas extranjeras” en muchos de ellos durante el siglo XVIII.


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Piqueros entrenando, un reflejo del creciente papel de una infantería disciplinada en el campo de batalla.


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Mercenarios alemanes, segunda mitad siglo XVI.


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Batalla de Gravelinas (1558) entre los ejércitos español y francés. El bando hispánico lo formaban: españoles, valones, borgoñones y un gran número de alemanes, Igualmente en el bando francés militaban numerosos alemanes.



Críticas contemporáneas al uso de extranjeras.
Uno de los primeros y mas famosos críticos fue Maquiavelo, criticando a los que solo sirven por la paga, lo que no basta para hacerles tan fieles que quieran morir por su señor. De todas formas, Maquiavelo era un firme defensor de una milicia no profesional, ya que consideraba peligrosos incluso a los propios vasallos si estos son profesionales: Debe, pues, el rey, si quiere vivir seguro, formar su infantería con hombres que en tiempo de guerra acudan de buen grado a pelear, y en el de paz, con mayor gusto vuelvan a sus casas, lo cual sucederá siempre que fíen su subsistencia en otra clase de trabajo.

El resto de autores puede que no fueran tan radicales respecto al uso de soldados súbditos profesionales, pero en general se sumaban con entusiasmo a la hora de criticar el uso de extranjeros. Tratadistas y humanistas eran prácticamente unánimes en criticar su empleo. En algunos casos da la impresión de que algunos critican por mera moda y por poder invocar un discurso moralizante sacando ejemplos del mundo romano (y demostrar su conocimiento de autores como Vegecio). Y probablemente también influía la mala impresión dejada en el pasado por las acciones de los condottieri, vistos como traicioneros e intrigantes.


Aun así, no deja de ser cierto que el uso de tropas extranjeras presentaba numerosos problemas, y algunos tratadistas hablaban con conocimiento de causa. Había críticas que no dejaban de ser justas al menos en parte. Asimismo, aunque no quedase mas remedio que emplear tropas extranjeras, había prevenciones que era útil tener en cuenta. Veamos algunos ejemplos.

Jerónimo Jiménez de Urrea (1566) nos da unas pautas sobre como deben comportarse los extranjeros y sobre la importancia de lo capitulado.
Si estos soldados sirven a príncipe extranjero y en los capítulos que con él hacen ponen como condición que en cualquier tiempo que hallaren a otro señor que les dé mayor sueldo, podrán dejar lo menos por lo más, parece que pueden hacerlo honradamente, por amor de tal conveniencia, pero siempre que el primer príncipe les diera el sueldo que el segundo les ofrece, aunque no esté capitulado, están obligados a servirle bien y lealmente. Y si estos soldados estuviesen a sueldo de su príncipe natural o de su patria, por ningún precio deben servir a otro señor enemigo.
Si está capitulado que sirvan con buena y mala fortuna, con buena y mala fortuna han de servir, y si tal condición no está capitulada, faltándoles las pagas por accidente o por otra causa cualquiera , parece que sería lícito, no siendo pagados , irse a servir a quien más les conviniera, pues no sirven más que por las pagas . Pero si estos soldados sirven a su príncipe natural o a su patria, y se viesen en toda la miseria y necesidad del mundo, antes deben morir en ella que desamparar a su príncipe o a sus capitanes, cuando no se hallase allí su rey.


Bernardino de Escalante (1583) es una muestra de la desconfianza que se tenía en España de las naciones extranjeras que servían a ambos lados en un conflicto, ya que se creía que no se empeñarían con vigor a la hora de luchar contra los de su misma nación.
Siendo más ordinarios entre los Príncipes cristianos los tudescos, suizos, italianos, y algunas bandas de caballos húngaros, y griegos, y todos estos vienen a servir movidos por solo el interés de sus pagas, sin otro respeto ni obligación. De suerte que se hallan las más veces, siendo vecinos y deudos encontrados en los ejércitos enemigos... Las demás naciones generalmente acuden a sus reyes naturales, como son obligados.

Marcos de Isaba (años 80 del siglo XVI) señala el agravio que tenían que sostener los soldados naturales frente a los extranjeros.
El buen soldado, aunque haya y pase grandísima necesidad, ha de tener a bien que los soldados que sirven por la paga a su príncipe sean pagados y entretenidos del dinero que hubiere primero que los vasallos naturales, pues (éstos) están seguros, que en paz o guerra ellos son sustentados y ayudados.

Diego de Álava y Viamont (1590) señala otro agravio y pone en duda el compromiso con la victoria.
Bastaba lo que cada día vemos en las ocasiones que se ofrecen de hallarse esta mezcla de naciones, que la gloria de la victoria se reparte entre todos y la nota de ser vencidos es solamente de los vasallos del Príncipe vencido, pues nunca se dice que los mercenarios fueron causa de este daño y, siendo su trato acudir a quien mejor se lo pagare, quién duda que sus ánimos han de estar más atentos a que esta guerra dure, que no a que se acabe el peligro o fin de sus vidas.

Giovanni Botero (1593) saca a colación otro problema, el de que las tropas extranjeras de repente sean necesarias en su propia tierra y desamparen a sus contratadores.
... y también deteniéndose y tardando, como lo han hecho algunas veces los esguízaros en las mayores necesidades de Francia, y asimismo llamándolos a la patria para el remedio de su tierra, como aconteció a los grisones, que, perseguidos de Juan Iácomo de Médicis, dejaron en la mayor necesidad el servicio del rey Francisco Primero de Francia.

Diego Enríquez de Villegas (1647) señala la mayor lealtad de los naturales, aunque solo lo sea porque el coste de la traición suele ser mayor.
El soldado natural sufre mas la hambre, la sed, y el rigor; no se pasa al enemigo tan fácilmente como el extranjero, porque este pasándose puede con facilidad introducirse en su patria, sin temor de la pena: aquel si se pasa, o pierde la patria, o volviendo a ella queda sujeto al castigo, y a la afrenta en el aprieto del sitio; persevera, o anima a los compañeros, no se amotina tan fácilmente, no falta a la lealtad, no se rinde a la traición, no se facilita a la compra, no se reduce al trato tan prontamente, antes permanece firme, constante, leal, y alentado.
...siempre han de ser preferidos los naturales, habiendo igualdad de méritos; que cuando fueran tan notorios, tan grandes, tan singulares los del extranjero, en este caso debe ser preferido al natural, mas con una calidad, que sea naturalizándole el Príncipe.


Juan Baños de Velasco (1680) repite tópicos comunes sobre los extranjeros, entre ellos el del peligro que supone reclutar soldados no católicos.
El soldado extranjero no es tan idóneo porque no discurre en las mejoras del bien ni se aflige por los empeoramientos del mal; su Sol es el salario, su noche la falta: en esta lobreguez muda de dueño; según su codicia abandona su obligación, porque no estima la fama, alborota el país, porque no le duele; obra cualquiera maldad, porque mañana se puede ir a otra parte. Y si no es Católico, que diremos. Y si quiere vomitar su venenosa secta, que se hará... Y podrá a Dios parecer bien esta masa de harinas tan diferentes.

Por último, tenemos la lapidaria advertencia de Carlo Maria Carafa (1688).
Que sean (los soldados)... vasallos del propio Príncipe, cuando no obliga a otra cosa la necesidad, porque los forasteros más presto se compran que se eligen, y por lo común son lo peor de sus países, acostumbrados mas presto a huir y hurtar que a combatir.


Dentro de los países exportadores de tropas también había criticas a la salida de hombres para luchar por monarcas extranjeros, aunque estas podían ser mas matizadas. Se reconocía que no era lo mismo marchar para servir a un estado amigo, sobretodo si este profesaba la misma religión y luchaba contra los enemigos de ésta. Así los ingleses, usuales críticos de los mercenarios, no podían sino encomiar el servicio en los ejércitos protestantes que luchaban contra los católicos. Por contra no podían entender como los escoceses parecían estar dispuestos a luchar por cualquiera o como se permitía que potencias católicas reclutaran directamente en las islas.
El punto de vista de las autoridades de los “Tres Reinos” (Inglaterra, Escocia e Irlanda) era algo diferente ya que veían ciertos elementos prácticos, como por ejemplo la oportunidad de librarse de elementos considerados perniciosos, como podían ser hombres ociosos acostumbrados a las armas o directamente vagabundos; para ello se hacían levas forzosas para potencias extranjeras en lo que equivalía a una suerte de pena de exilio.
Se calcula que durante la guerra de los 30 años entre 55.000 y 80.000 hombres de las islas británicas fueron a servir en el extranjero. Los ingleses serían entre 10 y 15.000, los irlandeses mas de 15.000 y los escoceses entre 25 y 50.000.



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Frans Hals; la compañía del capitán Reinier Reael y el teniente Cornelis Michielsz Blaeuw. Las milicias, como esta milicia cívica de Haarlem, podían contribuir a la defensa del territorio y las ciudades, pero habitualmente se demostraron incapaces de ser una fuerza campal eficaz.


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Sascha Lunyakov. Reclutamiento de soldados durante la Guerra de los 30 Años, al lado de lo que parece ser una aldea saqueada. Según algunos críticos, el mercenariado atraía a lo peor de sus naciones.


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Un conocido grabado alemán que nos muestra a mercenarios escoceses recién desembarcados en Stettin, 1631, para unirse al ejército de Gustavo Adolfo de Suecia.



Si muchas veces se recalca el componente multinacional de los ejércitos de los Habsburgo, antes de ver el caso español es conveniente repasar brevemente lo que sucedía en otros países.

Provincias Unidas.
Los “rebeldes” neerlandeses difícilmente habrían sobrevivido a la Guerra de los 80 Años limitados a sus propias fuerzas y las de sus aliados. La gran capacidad financiera de la república holandesa le permitió contratar tropas alemanas, inglesas, escocesas y francesas (hugonotes), e incluso llegó a mantener al menos un regimiento “valón” independiente formado con desertores del bando realista.
En 1568 y 1572, Guillermo de Orange tuvo que confiar casi por entero en tropas alemanas, en lo que no dejaba de ser una invasión de los Países Bajos. Después ya pudo configurar un ejército en el que los naturales eran mas o menos la mitad de los efectivos de la infantería. Asimismo se calcula que en 1635 un 47% de los soldados neerlandeses eran naturales de las Provincias.
Es de destacar que las sistemáticas practicas de entrenamiento llevadas a cabo por Mauricio de Nassau, permitieron dar una mayor consistencia a este componente plurinacional, creando una suerte de escuela para oficiales protestantes, que después difundían en sus países, no sólo entrenando tropas sino mediante manuales de amplia difusión.

En 1688 cuando Guillermo de Orange “invadió” Inglaterra, no se limitó a confiar en aquellos ingleses, escoceses e irlandeses, dispuestos a unírsele contra Jacobo Estuardo, se llevó consigo a tropas holandesas (“prestadas” por los Estados Generales), así como hugonotes franceses. También se acabaron uniendo tropas danesas que participarían en la campaña de Irlanda. A su vez los neerlandeses reemplazaron con tropas alemanas a aquellas que marcharon temporalmente a Inglaterra.


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Jacob de Gheyn, piquero holandés. La ilustración pertenece a un conocido manual de entrenamiento militar. El modelo parece haber sido el hugonote francés Pierre du Moulin, miembro de la guardia del príncipe Mauricio.


Suecia.
En Suecia la situación era inicialmente opuesta a la neerlandesa. La limitada capacidad financiera de los monarcas suecos -que encima veían como sus rivales daneses se podían permitir grandes fuerzas de mercenarios- les llevó a hacer de la necesidad virtud. En Suecia y Finlandia se desarrolló un sistema de conscripción muy avanzado para su tiempo (el utskrivning), que nutrió inicialmente al ejército sueco de una muy buena milicia.
Sin embargo las bajas provocadas por el agresivo imperialismo sueco quebraron un sistema cuyo punto débil era que descansaba en el esfuerzo de unas regiones no muy pobladas (millón y medio de habitantes). Como contrapartida, habían surgido nuevas fuentes de financiación: impuestos en territorios ocupados en Alemania, subsidios franceses, contribuciones de aliados alemanes....
De esta manera, el ejército sueco pudo no solo mantenerse sino crecer, a base de reclutar “extranjeros” o incorporar cuerpos auxiliares aliados.
Así, si en 1621 las tropas sueco-finesas eran un 85% del ejército sueco, en 1630 eran el 50%. De hecho si incluimos a sus aliados, el ejército de Gustavo Adolfo en 1632 tendría un 80-90% de tropas foráneas. Para el final de la guerra de los Treinta Años la presencia de suecos y fineses era muy reducida en los ejércitos de campaña suecos, no sobrepasando el 12%.
Así pues el ejército sueco empezó a nutrirse principalmente de alemanes, aunque durante la Guerra de los 30 Años también acogió a ingleses y a un notable contingente de escoceses, estos último muy valorados.


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Richard Hook; el regimiento amarillo en la batalla de Lützen (1632). El regimiento “amarillo” sueco se formó en en 1624, principalmente con alemanes, y ocupaba la posición senior dentro de los regimientos mercenarios de Gustavo Adolfo, asumiendo la posición de regimiento de la Guardia. En 1635 pasaría al servicio de Francia.


Francia.
Ni Holanda ni Suecia se podían permitir mantener grandes ejércitos con su población. Este no era el caso de la populosa Francia. En el caso francés encontramos varios problemas típicos de la época y que llevaba a Francia a recurrir al mercado de mercenarios.

Durante las guerras de Italia del siglo XVI, el ejército de campaña francés pudo llegar a tener hasta un 70% de tropas foráneas. En 1548 el señor de Fourqueveaux reconocía la suprema importancia de las tropa extranjera al servicio de Francia: puesto que se confiaba en ella más que en ningún otra y puesto que sin ellas no nos atreveríamos a emprender ni la operación más insignificante.
Todavía en la época de Richelieu, era dogma que sin tropas extranjeras era imposible emprender campaña sostenida allende de las fronteras del reino. Richelieu, inspirándose en la Roma clásica, llegó a sugerir que un 50% de extranjeros era la proporción ideal para un ejército. Esto se debía por un lado a que las deserciones entre las tropas nativas francesas cuando un ejército cruzaba dichas fronteras eran calificadas de catastróficas. En 1639 el cardenal La Valette, para operar en Italia, escribía que desearía 2 o 3 regimientos mas de extranjeros que se conservan mejor que los franceses.
Mas allá de la deserción, los regimientos foráneos eran objeto de deseo -sobre todo al comienzo de la reanudación de las hostilidades con España-, porque en esa época eran capaces de aportar un gran numero de soldados veteranos y muchos de ellos con experiencia práctica luchando contra españoles e imperiales. La tratadística podía elogiar las virtudes de dedicar tiempo a reclutar, entrenar y disciplinar a las tropas nativas, pero los comandantes franceses tenían que enfrentarse a una situación real y lo más efectivo a corto plazo era buscar veteranos donde los hubiera..

Otro factor importante, era que al menos en esa época, para poder reclutar franceses en gran número había que recurrir a que la propia nobleza francesa ejerciera de empresarios reclutadores. Visto el historial de guerras civiles y conflictividad de la gran nobleza francesa, cuanto menos poder se le diera en dicho asunto mejor. Para Richelieu era preferible negociar directamente con reclutadores foráneos, que teóricamente tenían menos incentivos para inmiscuirse en la política interna.
Ya Giovanni Botero (1593) no advirtió que los tan elogiados vasallos dispuestos a morir por su rey, tenía su cara oscura:
...lo cual vemos haber acontecido en Flandes y Francia, adonde por las largas guerras habiéndose ejercitado los hombres y ensangrentado, hecha paz con los forasteros han tomado las armas contra la patria, contra sus reyes naturales, contra la religión y contra Dios.


Alemanes (en gran número), ingleses, escoceses, irlandeses e italianos figuraban, entre otros, en las tropas extranjeras al servicio de Francia. Aparte se encontraban los suizos, que mantenían una relación especial de servicio con la corona francesa; una relación consolidada por acuerdos con los cantones que databan de 1516 y 1521; llegándose al punto de que a diferencia de otras unidades extranjeras cierto número de unidades suizas habían adquirido la condición de “entretenues”, se trataba de compañías que no eran disueltas en periodo de paz.

Las reformas militares (y fiscales) en la época de Luis XIV -gracias al ministro Louvois en gran medida-, permitieron por fin a Francia desarrollar un eficaz sistema militar centrado en tropas nativas. Aun así se siguieron reclutando extranjeros en un número importante. En 1677 eran 50.000 las tropas extranjeras en servicio, pero siendo el tamaño del ejército sobre unos 230.000, ya “solo” representaban el 22%. Los suizos siguieron siendo muy estimados, y gran importancia se dio al tratado de 1663 que acercó todavía más a los cantones a la órbita de Francia. Entre 1672 y 1679, unos 20.000 suizos (con sus sustitutos) luchaban para Luis XIV.



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Johann Jakob Wick (wickiana). Tropas suizas marchando en 1587 a Francia para combatir en las guerras civiles.


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Jacques Callot, Estampa de La miseria y los males de la guerra. Un soldado condenado es arcabuceado delante de las tropas francesas (época de Luis XIII) formadas.


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Francis Back. Infantería de Luis XIV, década de los 60 del siglo XVII. Junto a un mosquetero francés (Lyonnais) vemos a un mosquetero de un regimiento alemán (Furstenberg) y un piquero de un regimiento escocés (Douglas)


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Re: Las naciones de los Tercios

Mensaje por Rafa.Rodrigo (kappo) »

Excelso, espero ansioso nuevas entregas.
[...] y 100 millones de ducados [...]
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Re: Las naciones de los Tercios

Mensaje por Lutzow »

Me uno a las felicitaciones por este apasionante trabajo... :dpm:

Sorprendente que los ejércitos "suecos" solo llegasen a tener un 12% de autóctonos... Lo que no faltaban eran mercenarios alemanes, están por todas partes. gc80gc

Saludos.
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Es mejor permanecer con la boca cerrada y parecer un idiota, que abrirla y confirmarlo...
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Re: Las naciones de los Tercios

Mensaje por Flavius Stilicho »

Gracias, poco a poco iré completando. Espero que el resultado sea aceptable; sin duda por el foro hay y ha pasado gente que podría hacerlo mejor.

Respecto al ejército sueco, la proporción no es muy sorprendente si tenemos en cuenta que este creció mucho en esos años, pasando a ser unos 100.000, algo inasumible para la población sueco-finesa, sobre todo teniendo en cuenta las bajas en campañas previas a la Guerra de los 30 Años. Era un caso opuesto al de Francia, en la que sí podía crecer el ejército y mucho tirando de los naturales.
Y sí, en esos años los alemanes estaban por todos lados, y en gran número. A veces parece que Alemania vivía del monocultivo de mercenarios.
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Re: Las naciones de los Tercios

Mensaje por Schweijk »

Nada mejor para combatir estos calores que otro de los geniales hilos de Flavius.
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Lord Kitchener

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Re: Las naciones de los Tercios

Mensaje por Miguel Villalba »

Verdaderamente excelente. He disfrutado mucho con su lectura, seguiré el hilo.
En cuanto a los mercenarios; alemanes, escoceses e irlandeses estaban en todos los ejércitos en un número nada desdeñable y con reputación de buenos combatientes como apunta Flavius en el caso del contingente escoces/sueco.
Saludos gc96gc
«Se cuentan 16 presas inglesas conducidas a esta bahía, con 95 cañones y
293 prisioneros, en 26 meses de campaña que ha ejecutado la expresada cañonera
desde septiembre de 1799, en que se armó...»
Un Falucho, El Poderoso, con un cañón de 24 y dos menores, 43 hombres. Patrón D. Miguel Villalba, Corsario del Rey
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Re: Las naciones de los Tercios

Mensaje por Flavius Stilicho »

Gracias a ambos, espero que os vaya gustando según vaya actualizando.
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Re: Las naciones de los Tercios

Mensaje por Antigono Monoftalmos »

Flavius Stilicho escribió:A veces parece que Alemania vivía del monocultivo de mercenarios.
Al igual que el caso de los suizos. No olvidemos que, por entonces, eran regiones muy pobres de Europa; normal que fueran viveros de mercenarios.
Lutzow escribió:Sorprendente que los ejércitos "suecos" solo llegasen a tener un 12% de autóctonos
Porcentaje sorprendente, aunque los ejércitos modernos solían tener una cantidad de reclutas nativos tendente a la baja...incluso en época napoleónica...no sé dónde leí que, en realidad, el ejército que Napoleón envió a España en 1808 solo tenía un 25% de franceses :?
El momento ideal para ser un héroe, es aquél en que se ha acabado la batalla y los otros tipos han muerto, que Dios los tenga en su gloria, y tú te llevas todo el mérito.
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Re: Las naciones de los Tercios

Mensaje por Flavius Stilicho »

Antigono Monoftalmos escribió:
Lutzow escribió:Sorprendente que los ejércitos "suecos" solo llegasen a tener un 12% de autóctonos
Porcentaje sorprendente, aunque los ejércitos modernos solían tener una cantidad de reclutas nativos tendente a la baja...incluso en época napoleónica...no sé dónde leí que, en realidad, el ejército que Napoleón envió a España en 1808 solo tenía un 25% de franceses :?
No me cuadra mucho el dato para el global. En el cuerpo francés destinado en Cataluña si había un gran número de italianos, y puede que se diera ese porcentaje, pero en otros me suena que la presencia era limitada. Había una división de alemanes y holandeses en el cuerpo de Victor, pero creo que estos no estaban al principio de la campaña; algunos regimientos polacos (legión del Vistula) y algunos suizos al servicio de Francia en el caso de Bailén.
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Re: Las naciones de los Tercios

Mensaje por Flavius Stilicho »

2. El ejército de naciones de la monarquía hispánica, de Felipe II a Carlos II.
Un ejército para una monarquía compuesta.
El caso español era especial, pues como bien dice Bernardino de Mendoza (1596) al rey Felipe II:
Ha hecho N. Señor a V.A. tan poderoso Príncipe, que tiene Reinos y muchas Provincias donde podrá formar gruesos ejércitos de una nación, o diferentes, siendo todos sus vasallos, o ayudándose de Países donde tiene coroneles prendados para el efecto. Y así podrá V.A, escoger el partido mas conveniente.
Así, aunque hablemos de monarquía española y ejércitos españoles, lo cierto es que el Imperio hispánico de los Austrias se componía de diferentes reinos y provincias, con su propia singularidad; aunque indudablemente el núcleo central de la monarquía estuviera situado en España, y mas concretamente en Castilla.

La famosa orden de Génova de 1536 -dada por Carlos V- se suele considerar la consagración de la separación entre naciones dentro del propio ejército.
Que en las compañías de la infantería española no haya ningún soldado de otra nación, excepto pífanos y atambores y algunos soldados que al presente hay en ella italianos o borgoñones que nos han servido mucho tiempo en la dicha infantería española, y asimismo que en la infantería italiana no haya español ni de otra nación, salvo algún alférez o sargento español, y asimismo en la infantería alemana no haya español ni italiano, sino que cada nación ande y sirva en las compañías de su nación y no fuera de ella por excusar fraudes, cuestiones y por otros respectos cumplideros a nuestro servicio.
La terminología de nación de la época no debe confundirse con los usos modernos. Era un recurso habitual para clasificar a los individuos según su procedencia, utilizado también en otros ámbitos como el universitario y el mercantil, y dentro de cada nación se podía entender, si se quería delimitar mas el ámbito, que a su vez que había diferentes naciones. Aunque en algún momento medieval la clasificación en naciones tuvo bastante que ver con la lengua, en la práctica esto ya no era un criterio estricto.
Aunque siempre se intentó mantener una separación orgánica por naciones, la realidad podía ser diferente; ya no sólo que en situaciones (aunque pocos comunes) hubiera que recurrir a unidades mixtas, sino a que las propias unidades de una u otra nación aceptaran individuos de otras, bien a posta para rellenar filas o bien ante el mero hecho de que la “nacionalidad” no era un concepto tan firmemente delimitado en la época como para evitar que individuos transitaran de una a otra.
Al final las unidades de naciones no eran tan homógeneas como a las autoridades les gustaría. Cuando en 1648 llegó a San Sebastián parte de un regimiento recién levado en Holanda; entre sus 30 oficiales y 182 soldados había en realidad 15 “grupos nacionales”: holandeses (la cuarta parte), flamencos y alemanes predominaban, pero también había suecos, daneses, frisones, polacos, hamburgueses, ingleses, escoceses, irlandeses, liejeses, franceses, españoles y napolitanos.


Aun poseyendo los Austrias tantos territorios, ya vemos que se estimó que los ejércitos no se compusieran solo de súbditos. De todas maneras cuando se recurría a foráneos, estos eran sobretodo alemanes de las tierras patrimoniales de los parientes Habsburgo (divididas en la herencia de Carlos V), por lo que se les presumía más fiables política (y religiosamente) que los mercenarios sin ningún tipo de vinculación directa a los Habsburgo. Al menos eso fue así durante el siglo XVI, ya que la crisis de efectivos del siglo XVII, a partir de 1640, hizo realmente ampliar las miras, y ahí sí vemos importantes reclutamientos de tropas mercenarias “puras”.
A la hora de reclutar tropas extranjeras se tenían en cuenta diversos factores mas allá de la “calidad” y el “precio” de ellas. Preocupaba mucho que fueran católicos, aunque cuando la necesidad apretó, esto se acabó soslayando. Aparte intervenían temas logísticos como la mayor o menos dificultad para trasladarlos al frente deseado. También había que tener en cuenta la complejidad de las negociaciones para que otro monarca permitiera reclutar en su territorio, aun cuando éste no necesitara de reclutar a esos mismos hombres para sus propias guerras. Como todo mercado, también había factores de competencia entre naciones que acudían a los mismos “proveedores”. En el caso español especialmente con Francia, sobre todo a partir de la Guerra de los Treinta Años.

Entre las tropas “extranjeras” se distinguía a aquellas reclutadas en nombre del rey, que por juramento se convertían en tropas propias del monarca, y aquellas que formaban parte de los contingentes auxiliares. Estas últimas eran tropas reclutadas por otros estados o príncipes. En algunos casos eran tropas alquiladas al monarca español, a veces por una mera cuestión monetaria.
En otros casos los auxiliares eran una suerte de aliados subvencionados por España y a los que se mantenía sobre todo por razones políticas. Como ejemplo de estos últimos tenemos al inútil ejército mercenario del desposeído duque de Lorena, mantenido entre 1633-1655, y que para lo único que parece que servía era para causar la devastación en los propios territorios del rey, ya que el duque era reacio a comprometer en batalla a su principal activo. Otros ejemplos serían las tropas del francés príncipe de Condé, que contaba con un ejército inicialmente reclutado a su costa en 1651, pero al que enseguida hubo que ir cediéndole tropas del propio ejército de Flandes; y también el ejercito realista inglés, que combatió en 1658 en las Dunas del lado hispánico.



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La monarquía hispánica de Felipe II


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Plan del orden de batalla en las Dunas (1658) entre los ejércitos español y francés. Ambos bandos contaban con varios multinacionales; ya no solo los habituales que conformaban ambos ejércitos. En el lado francés luchaban ingleses republicanos mientras que el lado español luchaban ingleses realistas, además de las tropas francesas (nominalmente) del príncipe de Condé.



Una o muchas naciones.
Antes, Bernardino de Mendoza nos ha dejado un interesante dilema, formar ejércitos de una nación o diferentes. Aquí ya no se trata sólo de la cuestión vasallos vs mercenarios, sino de un tema de homogeneidad vs diversidad. Siendo el Imperio de los Austrias, una monarquía plurinacional no parece muy razonable pretender que los ejércitos los conformaran exclusivamente españoles; cosa que tampoco hubiera sido posible debido a su demografía y las graves crisis que se abatieron sobre ella a lo largo del XVII. Sin embargo una alternativa es que se formaran diferentes ejércitos de una única nación; por ejemplo que el ejército de Flandes se compusiera en exclusiva de “flamencos”, el de Italia de “italianos”, el de España de españoles, etc.

Un ejército homogéneo era tentador. De Mendoza afirma:
Muchos son de opinión ser muy mejor formarle de una sola nación, que no de diferentes, por respecto de la diversidad de lenguas y costumbres que son parte para causar confusión en muchas ocasiones, no sólo en los alojamientos, pero al pelear, de que nacen diversidad de querellas enconándose de suerte que han resultado de ellas la pérdida de los propios ejércitos. Y que de ordinario en los de esta calidad hay soldados que sirven por el sueldo solo y ganancia que, en particular, pueden hacer en la guerra, y faltándoles cualquiera de las dos cosas posponen la reputación, bien o grandeza del príncipe....
Pero reconoce que es difícil formar un ejército de una sola nación, salvo en ocasiones puntuales como la defensa del propio reino/provincia. En cambio para formar un ejército ofensivo:
… si la provincia es tan poblada que pueda abastecer tan gran numero de personas como es necesario para mantener una guerra fuera de ella, la cual acaba hombres cada día, y para ser soldados es necesario después de nacidos, que pasen diez y seis años por lo menos, y cuando se pudiese sacar tanta gente del país, y tener tan ejercitados los hombres cuando es menester para la diferencia de armas, indubitadamente sería más de estimar el ejército de una sola nación...

Con ocasión de la “paz” de Arras (1579), se dio precisamente la situación de que la nobleza flamenca, exigió la salida de las tropas “forasteras” de Flandes; en realidad su exigencia se limitaba a las españolas ya que admitían otras naciones “amigas”. Aunque la Corte se mostró predispuesta a formar un nuevo ejército en los términos restrictivos de los flamencos, se demostró que era más fácil decirlo que hacerlo.
Como relata Famiano Estrada: De los soldados viejos admitían las Provincias reconciliadas para la formación de su nuevo campo a los tercios viejos de alemanes y borgoñones, como a amigos; pero los borgoñones no querían ser admitidos; los alemanes contumaces, ni por el Rey ni por las Provincias querían militar, y solo pedían los sueldos para volverse a su patria. Y así a falta de alemanes y borgoñones, se había de componer el ejército de las Provincias de valones. Mas estos, sobre que claramente rehusaban la milicia, si no les pagaban; eran menos de los que eran menester para formar tal ejército....
Al final las tropas españolas tendrían que retornar unos años más tarde.

Volviendo de nuevo a de Mendoza, este reconoce que la dificultad de gestionar un ejército heterogéneo y multilingüe no ha sido tal si éste estaba en manos de grandes capitanes.
Y aparte ofrece un importante argumento a favor, al menos en la época, y es las diferente habilidades marciales de las diferentes naciones. En el caso de la infantería, la mayor o menor predisposición a un tipo de arma (arcabuz, pica...) era algo superable con con el tiempo y el debido entrenamientos. Sin embargo, en el caso de la caballería, esto era algo más complicado, ya que no era una mera cuestión de predilección por un tipo de arma u otra, sino que dependía de la propia naturaleza de los caballos que se criaban en la región, mas aptos para caballería pesada o ligera.
Una nación se puede mal acomodar, sino con muy largo y continuo ejercicio, al aprender el manejo de la diversidad de armas, que es necesario traer los soldados el día de hoy en los ejércitos... y así se ve ser mas ágiles unas naciones para la presteza del arcabuz, y otras para el reposo y firmeza de la pica y sufrimiento en el andar armados. Y por el consiguiente, en la caballería, acomodándose mejor con las lanzas de ristre y armas o con tablachinas, y otros con las muy largas de dos hierros, sin ningunos jacos y corazas, y algunos trayendo con ellas lanzas, jinetas y adargas, y otros con dos pistoletes o escopetas largas: diferencia de armas que pide asimismo serlo los caballos para combatir bien con ellas. Razón que pudo llevar a los hombres al inventarlas, por ser para la suerte de caballos que criaba su provincia y clima de ella, las mas cómodas...


La presencia de varias naciones, daba a los generales incluso la posibilidad de combinar compañías, por ejemplo en un mismo escuadrón, tratando de complementar las virtudes de unas y otras. De Mendoza recoge como ante Maastricht (1567), el duque de Alba tenía, entre otros, los siguientes escuadrones combinados:
A su mano derecha, estaba otro de alemanes del Conde Alberico Lodron, guarnecido parte de él con arcabucería y mosquetería española, cosa que el Duque hacía siendo general en la guerra de Alemania, y acostumbraba siempre hacer en las guerras que se ha hallado, ayudando las picas alemanas, que suelen ser tan buenas con nuestra arcabucería, de que los regimientos de aquella nación tienen de ordinario falta. Luego seguía a este escuadrón otro, también de alemanes altos, de la coronelía del Conde de Eberstain, guarnecido parte de él con arcabucería valona por el mismo respeto.



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Velazquez; riña de soldados ante la embajada de España. Si ya había pendencias entre los soldados de una misma nación por lances de juego u otro tipo, la mezcla de naciones sin duda aumentaría la fricción.


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Richard Hook; caballería hispánica, 1588. Junto a un lancero y un arcabucero a caballo españoles, tenemos a un reiter alemán, un tipo de caballería muy demandado en la época.



La mezcla de diversas naciones podían sin duda generar querellas entre ellas, ya no solo a nivel de enfrentamientos entre particulares sino a nivel de grupo si alguna nación consideraba que no se le daba un trato justo respecto a otra. A modo de ejemplo; los venecianos, siempre prestos a incordiar, hacían participes a sus convecinos de la idea que la dominación española de Italia provocaba que el soldado italiano no viera reconocido en su justa medida su bravura y valor.
Es verdad que entre los tratadistas españoles no abundan los elogios a lo que denominaban genéricamente como las tropas de las naciones, entendiendo como tales a las tropas de las otras naciones del ejército con exclusión de la española. Y abundaban los estereotipos sobre las cualidades de tal o cual nación. Sin embargo entre las tropas prevalecía un clima de coexistencia y cooperación.

Por otra parte, la rivalidad podía tratar de encauzarse de forma positiva, azuzando un espíritu de emulación. Giovanni Botero (1593) aducía: Ha mostrado la experiencia que no es perfecto aquel ejército que no se compone de diferentes naciones, porque es la porfía la que causa que cada nación procure ganar la honra de la victoria.
Los diversos generales solían tener en cuenta a las diferentes naciones, estimulando a veces la competencia cuando esta podía dar réditos positivos, pero cuidando de dar oportunidades a todas las naciones de ganar honra.
La emulación entre naciones no siempre era positiva, y había casos en que se convertía en una competición que acababa en fiasco. En la recuperación de Bonn (1588), tenemos un ejemplo en el ataque al “Grand Fort” :
Encargóse al Tº de Carlo Spinelli la vanguardia, con orden de que no arremetiese hasta que se le mandase. Los alemanes lo hicieron sin esperarla y el capitán Alessandro delli Monti con su ejemplo y la ordinaria emulación de las naciones en la gente militar, se movió también, y todos tan confusamente que resultó luego lo que siempre en la milicia que procede con desorden, cuya principal fuerza es la disciplina y obediencia.
El ataque fue derrotado, pero los alemanes del bando hispánico se redimieron convenciendo a los alemanes del fuerte para que se cambiaran de bando.


Podemos añadir otro aspecto muy importante, que iba mas allá de lo meramente militar. Para el Rey era importante fomentar una relación de servicio con los nobles de las diversas naciones, creando una relación de patronazgo que afianzara su poder sobre las élites provinciales. Además se fortalecía el propio Imperio al involucrar a los diversos nobles en un proyecto común, en el que compartían los riesgos y venturas de una campaña, estableciendo lazos entre ellos.


Al final, la idea triunfante en la época era la de que lo mejor para la monarquía era un ejército de varias naciones; por estas causas citadas y otras que veremos a continuación.
Las bondades de esa plurinacionalidad quedaron tan firmes en el imaginario, que la propia Junta General de Brazos del Principado de Cataluña en 1640, al comenzar sus preparativos militares contra Felipe IV, declaró su intención de levantar un ejército de muchas naciones pues siempre los grandes ejércitos se componen de muchas naciones.


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Recuperación de Bonn, 1588. Durante la cual se dio un infortunado ataque provocado por la competencia entre alemanes e italianos.


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Pieter Snayers. Isabel Clara Eugenia visita las obras de sitio de Breda. El ejército de Flandes, prácticamente en conflicto permanente, se convirtió en punto de reunión y escuela militar de la nobleza militar de los Austrias.



Naturales vs foráneos; la “expatriación” militar.
La literatura de la época defendía a capa y espada el uso de naturales de la provincia, ya que supuestamente tenían mayores incentivos en defender un territorio que les era propio. Sin embargo la opinión generalizada era que las tropas “nativas” de, una provincia tenían poco valor y que desertaban con relativa facilidad, mientras que las foráneas eran más fiables.
En 1630, el marqués de Aytona remarcaba en ese sentido al rey: hubiese guerra en Italia sería mejor que se enviara allá valones y que vinieran aquí italianos, porque la gente natural de los países donde se hace la guerra se deshacen con gran facilidad, y no hay fuerza más segura que lo que consiste en la gente de guerra extranjera.

En el caso de los milicianos sicilianos, durante la Guerra de Mesina (1674-1678) parece que estos eran especialmente poco fiables, incluso para reclutas forzosos. Carentes de equipo y disciplina, huían a la menor oportunidad, por lo que siempre se les debía poner al lado compañías españolas, italianas o alemanas, para que en todas las plazas o puestos hubiera, al menos, un pequeño número de soldados selectos.
Incluso entre las siempre alabadas tropas españolas había problemas cuando se empleaban milicias mal formadas o levas forzosas para defender el territorio nacional. Así durante la Guerra de las Nueve Años, hubo un gran número de deserciones, llegando a afirmar el duque de Medina Sidonia, virrey de Cataluña, que se había producido un envilecimiento de la nación española, ya que sin ningún temor ni respeto se pasan al enemigo, no bastando para el remedio pasar por las armas algunos de los que se cogen en fuga, y condenando a otros a galeras.


Aquí entre en juego lo que Geoffrey Parker denomina “expatriación militar”, aplicado sobre todo a las tropas españolas pero también en menor escala a las de otras naciones al servicio de la Monarquía. Es decir, el sistema por el que se reclutaba a las tropas en una región y se trasladaban a otra para guarnecerla y en su caso combatir. Mientras que las unidades de naturales, solían ser levadas y desbandadas con regularidad, se procuraba preservar estos contingentes de tropas desplazadas, beneficiándose de un servicio más permanente y adquiriendo la categoría de “milicia vieja”.
Lo ideal habría sido invertir en el mantenimiento y entrenamiento de las tropas reclutadas, y aunque no pudieran ser enviadas a otros frentes siempre se podían buscar sistemas como el de una rotación por el que las tropas novatas iban a guarniciones mientras que las que ya habían estado un tiempo de guarnición y acostumbradas a la vida militar salieran de operaciones.
Al final se impuso un cierto cortoplacismo. Así por ejemplo, en la década de los 30 del XVII, lo habitual era que en los meses de marzo y abril se recurriera a levas en masa de tropas alemanas, valonas y de otras naciones, tropas que eran destinadas inmediatamente a campear, y de las que pocas quedaban llegado el otoño.

A pesar de sus aparentes bondades, el sistema de expatriación no se pudo hacer a gran escala, debido entre otros factores al coste de los desplazamientos de tropas. En el caso de la propia España, hubo algunos recelos acerca de si aplicarlo aquí también. Parecía cosa natural que los españoles fueran a Italia o Flandes, pero no tanto traer tropas foráneas aquí.
Ya se había dado algún caso en el siglo XVI, y en época de Felipe IV se trajo alguna unidad foránea, en los años 20 y 30. Pero la cuestión volvió a resurgir con fuerza, con motivo de la emergencia que supuso la apertura de los frentes catalán y portugués. Aunque ya había unidades de otras naciones combatiendo en el frente peninsular contra Francia, se discutió la pertinencia o no de traer mas. Todavía en 1644 había visiones contrapuestas en el Consejo de Estado. Algunos entendían que la defensa de “estos reinos” se debía limitar a los naturales y que traer gente de fuera era invitar a que el ejército enemigo se reforzara con desertores. Dando su brazo a torcer, se pidió que al menos los “foráneos” fueran preferentemente napolitanos, lombardos e irlandeses, porque son naciones que militan muchos años ha en los ejércitos de V.M.. En 1647 una nueva consulta del Consejo de Estado reflejaba la opinión de que por lo menos la tercera o cuarta parte de la infantería del ejército debía ser española.
Al final no era raro que una parte de esas tropas foráneas que servían en España adquirieran una condición de tropas de élite, siendo mucho mejor valoradas que cuando servían en sus propias provincias. Sin embargo, las cautelas no eran del todo infundadas, ya que otra parte en cambio podía llegar a resultar problemática, pues poco acostumbradas a la falta de recursos imperante en los frentes peninsulares, eran mas propensas a causar disturbios y abusar de la población civil.



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Rutas del “camino español” (Desperta Ferro). Trasladar tropas de una región a otra no era algo sencillo.


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Daniel Cabrera Peña; “la primera criba”. Tropas del ejército del duque de Feria, en 1633, tras cruzar los Alpes procedentes del Milanesado. Cuando se afrontaba una larga y dura marcha, atrás iban quedando los débiles y timoratos, bien por enfermedad bien por deserción. En el fondo no dejaba de ser una criba de aquellos elementos que en campaña eran mas una carga que un activo.
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Re: Las naciones de los Tercios

Mensaje por Miguel Villalba »

Gran trabajo, excelente Flavius solo puedo aplaudir y seguir el hilo :Bravo
Saludo gc96gc
«Se cuentan 16 presas inglesas conducidas a esta bahía, con 95 cañones y
293 prisioneros, en 26 meses de campaña que ha ejecutado la expresada cañonera
desde septiembre de 1799, en que se armó...»
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Re: Las naciones de los Tercios

Mensaje por fco_mig »

Sencillamente genial. Seguiremos el hilo, Flavius.
A decir verdad, en esta lucha de cada instante, donde el resultado más corriente es que se petrifique todo lo que hay de más espontáneo y valioso en el mundo, no estoy seguro de que podamos ganar.
André Breton
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Re: Las naciones de los Tercios

Mensaje por Flavius Stilicho »

Muchas gracias a ambos. Espero que no os defraude.
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Re: Las naciones de los Tercios

Mensaje por Flavius Stilicho »

3. Tamaño y distribución de los ejércitos.
En palabras de Geoffrey Parker: Nunca pareció España más grandiosa ni más poderosa que en estos momentos en que a una orden suya, decenas de miles de hombres se alistaban bajo el estandarte de San Andrés, divisa de Borgoña.
En el siglo XVII, con varios frentes abiertos, los ejércitos del rey podían llegar a tener mas de cien mil hombres, que había que repartir entre los ejércitos de Flandes, Italia, la propia Península Ibérica y los presidios africanos.
En conjunto, españoles podían llegar a rondar los 40-50.000; italianos, entre 15-20.000; los alemanes podían ser unos 20.000; los valones fluctuaban bastante por el gran desgaste de la guerra de Flandes, pero podían rondar otros 20.000; mientras que las aportaciones del resto de naciones eran más reducidas.
Unas tres cuartas partes de las tropas las formaban súbditos del rey. La dependencia de estos extranjeros no sólo era limitada en proporción -comparada con la de otras potencias que hemos visto-, sino que además estas tropas extranjeras no representaban la élite de los ejércitos de los Austrias.


En el ejército de Flandes se necesitaban una media de 65.000 hombres durante los años conflictivos de la Guerra de los 80 Años. Incluso en época de paz era necesario mantener un mínimo de 15.000 hombres. Predominaban en este ejército los propios “flamencos” (mas de un tercio normalmente), seguidos por los alemanes (rondando un cuarto del total). Españoles e italianos eran menos, debido a la mayor dificultad de llevarlos hasta Flandes, “poner una pica en Flandes” quedó como sinónimo de algo costoso y complicado. Los españoles podían representar de media un 15% del total.
En Italia, si era muy importante la presencia española, llegando a rivalizar con los propios “naturales”. No en vano, desde época de Carlos V se habían utilizado tropas españolas como guarnición permanente en Italia. Por contra el uso de alemanes era limitado, a pesar de la relativa cercanía; cercanía que se influyó en que en Italia fuera el único frente en el que tuvo una presencia relevante la nación suiza.



A continuación vienen una serie de tablas; los datos provienen de los trabajos de Luis Ribot (Las naciones en el ejército de los Austrias), Davide Maffi (En defensa del Imperio) y Juan Luis Sanchez (R&D nº 3).
En algunos casos los datos seleccionados puedan inducir a error. Por ejemplo en el caso del ejército de Cataluña no están reflejados los grandes ejércitos movilizados en 1639 para la campaña de Salces, 25.000 infantes y 1.600 caballos; o el reunido a finales de 1640 en Tortosa, 23.000 infantes y 3.100 caballos


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Re: Las naciones de los Tercios

Mensaje por fco_mig »

Una pregunta: ¿con "británicos" te refieres únicamente a ingleses y galeses, o entran en la categoría escoceses e irlandeses?
A decir verdad, en esta lucha de cada instante, donde el resultado más corriente es que se petrifique todo lo que hay de más espontáneo y valioso en el mundo, no estoy seguro de que podamos ganar.
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Re: Las naciones de los Tercios

Mensaje por Flavius Stilicho »

Es verdad que la categoría de "británicos" no es muy correcta, aunque se utiliza mucho para a la hora de clasificar las grandes naciones que sirvieron en los tercios. En realidad habría que separarlas en tres naciones: irlandeses, escoceses e ingleses (que incluiría a los galeses).
De momento, dejemos que las grandes naciones en infantería eran: "españoles", "italianos", "flamencos", "borgoñones", "británicos", "alemanes" y "suizos". Cuando repasemos cada una, ya iremos profundizando. Finalmente se añadirá un apartado dedicado a caballería "exótica".

P.D. Las tablas las ha tenido que simplificar bastante, con todo lo que ello conlleva.
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Re: Las naciones de los Tercios

Mensaje por Miguel Villalba »

Flavius, desde Oporto solo te puedo decir....oleeee, estoy disfrutando mucho, pero mucho con este hilo.
Muchas gracias, te sigo.
Saludos gc96gc
«Se cuentan 16 presas inglesas conducidas a esta bahía, con 95 cañones y
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Re: Las naciones de los Tercios

Mensaje por Flavius Stilicho »

4. Españoles (I).
Si nos fijamos en los estatutos de la Cofradía de la Santísima Resurreción en Roma (1580), que se declara propia de la nación española, estos afirman: ser español se entienda tener para el dicho efecto tanto el que fuere de la Corona de Castilla, como la de Aragón y del Reino de Portugal y de las Islas de Mallorca, Menorca, Cerdeña e islas y tierra firme de entreambas Indias. En el caso de los ejércitos del Rey, la consideración parece haber sido la misma.

Aunque los portugueses tuvieran abierta su presencia en tercios españoles, desde la "Unión Dinástica" de 1580; en ciertas circunstancias organizaban su propia “gente de guerra” separada. Así, en 1625, la recuperación de Brasil (perteneciente al Imperio portugués) se considera una expedición conjunta hispano-lusitana; campaña en la que los portugueses aportaron dos tercios propios y separados de los españoles: el Tº Viejo de Portugal (de servicio en la Armada de Portugal) y el Tº de Muñíz Barreto, levado para la ocasión. Con la sublevación de Portugal, la presencia portuguesa se limitaría a los disidentes antibragancistas. Ya como tropas extranjeras, se intentó sin éxito obtener permiso en Portugal para reclutar 6.000 hombres en 1697 y destinarlos al frente catalán; aunque los portugueses sí se avinieron a colaborar en la defensa de Ceuta, cuyo sitio empezó en 1694.

Como vemos, entre los españoles se contaba a los sardos, algo que no era extraño si recordamos que Cerdeña dependía del Consejo de Aragón y no del de Italia. Los sardos hicieron contribuciones relevantes a pesar de ser una isla no muy poblada. Inicialmente sobre todo en defensa de la propia isla, ante la amenaza otomana durante el siglo XVI; defensa reforzada por tropas traídas de otros territorios. Ya en el siglo XVII pudieron contribuir ellos a otros frentes. Entre los tercios españoles con un componente netamente sardo destaca el de Jorge de Castelví, que llegó a Flandes en 1640, combatiendo con distinción y resultando al parecer la unidad más castigada en la batalla de Rocroi (1643), cuando fue deshecho su escuadrón por la reserva francesa de Sirot; aun así el tercio no sería disuelto hasta finales de 1646.



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Francesc Riart; tercios catalanes, 1568-1610. Aunque el grueso de los voluntarios de los tercios viniera de Castilla, también los otros reinos contribuían en mayor o menor medida. El mas famoso tercio catalán de la época fue el de Luis de Queralt, que llegó a Flandes en 1587. Entre sus miembros había bandoleros a los que se había prometido el perdón a cambio de alistarse. Dado que muchos de sus miembros solo conocían el catalán, fue apodado el “tercio de los papagayos” y también el “tercio de los valones de España”.


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Soldados portugueses, siglos XVI y XVII.



El pilar de la Monarquía.
Para describir la relevancia de los españoles en los ejércitos de la Monarquía de los Austrias, mas allá de su mayor o menor presencia numérica en función del frente, nos encontramos que habitualmente se le aplicaban los términos de “pilar de los ejércitos”, “el nervio y fuerza de los ejércitos del Rey”; o ya en palabras de algún autor moderno: la “punta de lanza” de dichos ejércitos.
Tenemos repetidas menciones a que la presencia española se consideraba imprescindible en cualquiera de los ejércitos en campaña. En 1610, el conde de Gelves recordaba al rey que sin españoles no hay que esperar buen suceso en guerra. Incluso una vez perdida el aura de invencibilidad, su presencia era indispensable; en 1658, el conde de Fuensaldaña se lamentaba de la rendición de Mortara señalando que se había producido sin españoles, sin los cuales lo dice la experiencia nuestra que no se defiende plaza alguna

La consideración de la española como nación pilar de los ejércitos, se fundamentaba en lo que se consideraba una fidelidad mayor que otras incluso aunque también fueran vasallas del rey y en una superioridad en el propio campo de batalla. Así se afirmaba que en los españoles descansaba la “reputación” del Rey.
De los tercios españoles se podía destacar su versatilidad. Curiosamente una cosa que preocupaba a los teóricos era su predilección por la “potencia de fuego” frente a la pica. Así, Francisco de Valdés, a finales de siglo afirmaba: de ordinario en la infantería española hay mas arcabucería que piquería, en tanto grado que vemos juntarse 9.000 infantes y apenas haber en tan gran número 1.500 picas, siendo los demás arcabuceros. Una proporción que muchos consideraban insuficiente en dicha época.


Se decía de los españoles que deseaban "más merecer las mercedes que alcanzarlas".
El desmedido orgullo y celo por mantener la reputación podía provocar a veces efectos perniciosos. La "cólera fogosa de la nación española" llevaba a veces a lanzar ataques que se traducían en bajas innecesarias. Así se criticaba que se quería “acometer” en cuanto se vislumbraba “un portillo de una braza” (una pequeña brecha en un muro).
Los españoles solían presumir de ser “la gente más doméstica y bien disciplinada”, algo que entraba muchas veces en conflicto con esa “fogosidad”. Ello provocó que las ordenanzas tuvieran que incluir un buen número de preceptos para castigar una indisciplina consistente en lanzarse sin permiso a tareas como provocara al enemigo, trabar escaramuzas y efectuar reconocimientos.
Para muchos mandos que asumían como indiscutible esa cólera de la nación española, la cuestión era como encauzarla de tal manera que como se decía: no darles ocasión de enfriárseles, sino que habiendo de venir a las manos, no dilatarles el que efectúen su trabajo.


Extremadamente raro era que los mandos criticaran a las tropas españolas. Aunque como bien dice el historiador Luis Ribot: Es posible que se tratase realmente de buenos soldados, pero hay que tener en cuenta también el hecho de que, consciente o inconscientemente, en la estimación de sus jefes, los soldados españoles (en su mayoría de la Corona de Castilla) eran los propios, los de casa, los que podían sentir como suyo un problema de la Monarquía, en mayor grado que los milaneses o los napolitanos.

Durante el asedio de Calais (1596), el archiduque Alberto quiso que en el asalto que se había de dar todas las naciones presentes compartieran la gloria por lo que ordenó que participara una compañía de cada nación (había presentes españoles, italianos, valones, alemanes e irlandeses). Viendo el archiduque como las tropas asaltantes se retiraban tras hacer los franceses explotar unas minas, se dirigió a dos maestres de campo españoles señalando: pues ¿como los españoles se retiran?”. Uno de los maestres de campo, Manuel de Vega, replicó: No son, Señor, los españoles que se retiran, sino la mezcla que vuestra Alteza mandó poner con ellos. Dé vuestra Alteza licencia para que solas tres compañías de españoles vuelvan a dar el asalto, que entonces verá vuestra Alteza si se retiran los españoles. Así se hizo y efectivamente los españoles “con grande presteza y valor” penetraron en la ciudadela con éxito.
Ese mismo año de 1596, el ejército del archiduque Alberto, se dirigió contra Hulst. Dos revellines exteriores eran el principal obstáculo para tomar la ciudadela. Se decidió que uno fuera asaltado por españoles y otro por napolitanos. Los españoles tomaron el suyo pero los napolitanos desistieron del ataque al tener noticia de que el revellín estaba minado; avergonzados al ver que los españoles habían conquistado el suyo se avinieron a asaltarlo al día siguiente siendo rechazados “con gran quiebra de reputación”. El día posterior al fallido asalto, dos compañías de españoles se unieron a los napolitanos y se tomó el revellín (favorecido el asalto por la explosión prematura de la mina que efectivamente tenían preparada los defensores).



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Ángel García Pinto; asalto a San Quintín, 1557. Aunque los españoles propiamente dichos eran minoría en el ejército español que libró la campaña – 5.142 infantes de 35.230 y 623 jinetes de 17.311-, su contribución como élite del ejército reforzó su papel de “pilar de los ejércitos”. En la ilustración varios españoles del Tº de Navarrete asaltan uno de los sectores de la ciudad, tras el fracaso inicial de los alemanes del regimiento de Swendi, uno de cuyos miembros se une al asalto español portando una gran espada a dos manos.


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La toma de Calais en 1596 (tapiz flamenco de la serie Triunfos y batallas del Archiduque Alberto)



Milicia vieja vs bisoños.
En cualquier caso hay que recordar que la consideración de los españoles variaba mucho si eran gente nueva o veterana (“vieja”), y si luchaban dentro de las fronteras peninsulares o fuera.
Ya en 1521 se reconoce el problema de que los españoles aparentemente no rinden lo mismo en “casa” que en Italia, y se demandan alemanes para defender España, ya que: nuestra infantería estando en su naturaleza no aprueban tan bien como lejos de ella. En 1570 nos encontramos con que Luis de Requesens reconoce que para sofocar la revuelta de las Alpujarras hay problemas pues: con gente nueva y en su propia tierra no la puede haber tal como con soldados viejos y fuera del reino.
También el duque de Alba reparó en ello y lamentó que las tropas de la nación española necesitaban su tiempo para hacerse “pláticas” para la guerra, en especial si se encontraban en un periodo de paz. Alba se quejaba cuando recibía españoles bisoños en Flandes: bisoños prueban muy mal en estos estados y si no están alojados uno y dos años, y muy regalados, no salen de servicio.


Los españoles habían ganado en su día incontables laureles en las guerras de Italia. Y para ellos era motivo de orgullo, haber sido señalados en su día por Carlos V como su mejor infantería; consideraban que tal predilección quedaba reflejada en la propia génesis de los tercios, y su señalamiento inicial como unidades de guarnición permanente en Italia. Así se jactaban de que, a diferencia de otros: aunque algunos son naturales vasallos, no se tiene la fidelidad y esperanza que de los españoles, de manera que estas naciones se puede decir que sirven por la necesidad del tiempo, porque acomodadas las cosas de la guerra con los reinos con que se hace, son pagados y despedidos, lo cual no es de la nación española, sino que entonces se señala y pone en el tercio y reino donde ha de servir como cosa perpetua.

Esta voluntad de mantener unos cuantos tercios españoles de manera permanente permitió no sólo mantener el espíritu de corps y la ascendencia militar ganada por los españoles en las guerras de Italia, sino reforzarlo. Los reclutas españoles que eran destinados a los presidios italianos, acababan en un entorno ideal tanto para ser disciplinados como para ganar experiencia en las luchas contras los piratas berberiscos en el Mediterráneo, en aquella época en que Italia se encontraba en paz. Así, los tercios viejos españoles de Italia se convertían en un semillero de tropas de calidad.
Roger Williams, un inglés veterano del ejército de Flandes, explicaba y alababa el sistema español en Italia: su misión es abastecer, donde hay guerras, a los regimientos que están combatiendo, con guarniciones de fuera de sus dominios y provincias; antes de ir, sus puestos son reemplazados con “besonios” (bisoños), novatos como nosotros los llamamos. Por este medio él entrena a sus “besonios” y nutre a sus ejércitos de soldados entrenados.
El sistema contaba además con la ventaja de que Italia era un destino popular, por lo que era más fácil atraer gente en una leva si esta era destinada inicialmente a servir en ella. Esto se resumía en el dicho: “España mi natura, Italia mi ventura y Flandes mi sepultura”. El propio término bisoño tiene origen en este modelo ya que como dice la R.A.E.:Del it. bisogno 'necesidad', aplicado por los italianos en el s. XVI a los soldados españoles recién llegados a Italia, por lo mal vestidos que iban, como reclutas allegadizos.



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Pablo Outeiral. Arcabucero español veterano, en torno a 1540, se reengancha para una nueva campaña. Los soldados “viejos” eran habitualmente bien recibidos de vuelta en los Tercios.


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Socorro de Malta, 1565. Los tercios no se limitaban a guarnecer Italia y entrenarse; podían ser llamados a enfrentarse tanto a piratas berberiscos como a participar en grandes campañas como las de Malta y Lepanto.



Espíritu de cuerpo.
Los tercios “viejos” fueron capaz de crear un “ésprit de corps” con sus habituales beneficios: sus miembros eran profesionales conscientes de pertenecer a un cuerpo con una solida y gloriosa tradición, de cuya continuidad se sentían responsables.
Mas allá de ese supuesto mayor sentir de los españoles acerca de los problemas de la Monarquía, lo que sí se desarrolló internamente fue unos fuertes lazos de lealtad. En primer lugar hacía los compañeros, algo no extraño en ningún ejército; aunque en el caso español se reforzaba dicho hecho por la institución de las “camaradas” ; cuadrillas que se formaban en el seno de una unidad para compartir una “cámara”, es decir un alojamiento, y que se traducía en compartir gastos comunes, comida, utensilios... Un informe veneciano de principios del XVII, describía así la institución: Hacen la “camareta”, esto es, se unen ocho o diez para vivir juntos dándose entre ellos fé y juramento de sustentarse en la necesidad y en la enfermedad como hermanos. Ponen en esa camareta las pagas reunidas y proveyendo primero a su vivir y después se van vistiendo con el mismo tenor, el cual da satisfacción y lustre a toda la compañía.
Las ordenanzas de 1632 intentaron que no se perdiera esta tradición, alegando que: son las que más han conservado a la nación española, porque un soldado solo no puede entretener el gasto forzoso, como juntándose algunos lo pueden hacer, ni tiene quien lo cure y lo retire, si está malo o herido

También había una cierta lealtad a la unidad y su capitán/comandante. Dicha vinculación se sacaba a relucir en muchos casos para intentar evitar las temidas “reformaciones”, disolución y unificación de banderas y tercios que se habían quedado escasos de personal.
El duque de Alba, avisaba en 1580, que prefería que no se reformaran las compañías españolas procedentes de Flandes: Es necesario que allá no se haga en ninguna manera del mundo reformación, sino que vengan las banderas con los capitanes y gente que cada uno tuviere, porque aunque no tengan sino 20 soldados y aun 15 cada bandera, dándoles acá y juntándose con ellos los bisoños se pueden contar todos por banderas viejas, y tenga S.M. milicia española vieja... que con ella sola me atrevería yo a hacer la conquista, y mantendría SM la milicia vieja de ésta nación para siempre, porque aquellas banderas son las reliquias solas que han quedado de la milicia, después que nuestra nación tuvo nombre.

A veces una unidad, por mucha tradición que tuviera, era disuelta como castigo disciplinario y sus miembros repartidos entre otras unidades. Así sucedió en Flandes, en 1589, con el Tº de Martínez de Leiva, cuyo origen era el Tº Viejo de Lombardía. Famiano Estrada nos relata la disolución de tan destacada unidad, que tomaron como un funeral sus miembros:
Ea, le dice, batid la bandera, y plegadla; pues ya de ahora nunca ira delante del Tercio viejo. Obedeció el alférez: quito del asta el velo, e hizo piezas el asta. Siguieron los otros alféreces el ejemplo, mas no todos con prontitud igual. Algunos no pudieron detener las lagrimas a fuerza del deshonor, y los que tantas veces habían tolerado sus heridas, con los ojos secos, como ajenas, ahora traspasados con mas penetrante dardo, entre suspiros y gemidos, se rendían oprimidos del dolor. Aun hizo en otros mas sensibles efectos. Porque mandándoles dejar las banderas, las despedazaron con las manos, deshicieron en menudos trozos las astas, como desobligados ya a venerar al Príncipe en ellas; y no sufriendo por eso, que de tan gloriosos instrumentos de Victorias, quedase ni la temor parte para la ignominia. Eran de ver algunas compañías a un mismo tiempo, cuyos alféreces, batidos y arrastrados por el suelo los velos de las banderas; y los capitanes arrojadas a la tierra, o quebradas las jinetas; los sargentos, vueltas al suelo las puntas de las alabardas; los atambores, y los pífanos con lúgubre sonido; todos con Pompa fúnebre lloraban al Tercio como a difunto, que se llevaba al sepulcro. Pero instando ya el repartimiento, entraron en mas vivo cuidado,mirando a todos lados,que lugar escogería cada uno para si, o se le daría la suerte.


Otro aspecto importante a resaltar de los tercios españoles, y que incidió en su gran calidad durante su época de esplendor, es la importante presencia en muchas unidades de caballeros y particulares, que directamente podían servir sin sueldo; así como de entretenidos y oficiales reformados, que con sueldo, estaban a la espera de vacantes de oficiales.
Todos estos particulares, que no eran exactamente ni soldados (aunque en batalla pelearan como tales) ni oficiales, formaban un contingente de voluntarios altamente motivados que eran muy bien recibidos por los mandos. El duque de Alba habla de su satisfacción al comprobar que el ejército que conduce a Flandes en 1567 cuenta con gran número de particulares, ya que no hay que dejar la infantería “toda en poder de labradores y lacayos”.
Como ejemplo tenemos que en Jemmingen (1568), el ataque decisivo encabezado por unos pocos infantes de Lope de Figueroa, es rápidamente apoyado no por una unidad regular de caballería sino por los particulares: con don Lope de Figueroa cerraron los treinta caballos de caballeros y personas particulares.
En 1580, el duque de Alba refleja de manera especial su relevancia en ciertas campañas: Me han dicho que a S. M. y a los señores les parece que yo he dado licencia a muchos soldados y los mas granados del ejército, y es así verdad, que son muchos a los que he dado licencia y a la flor del ejército; pero a todos los que la he dado han sido aventureros, que vinieron a servir sin sueldo y han servido sin él toda la jornada, y muy bien servido todos ellos, cuanto bien yo he visto servir a soldados. Acabóseles su hacienda y las de sus amigos que les prestaban para comer; morían de hambre; pidieron licencia para irse, dísela, porque yo no tenia ninguna razón contra ellos para poderlos detener.
Todavía en 1640 se afirma que la gente particular (son) las personas que sustentan el peso de una batalla y obligan y animan con su ejemplo a los demás soldados de menos obligaciones a que estén firmes y peleen con valor.



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Johann Wilhelm Baur; batalla de Jemmingen (1568).


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Sebastian Vrancx; campamento durante un sitio, probablemente el de Ostende (1601-1604).


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Augusto Ferrer-Dalmau; Rocroi, el último tercio. Los franceses no pudieron menos que reconocer: ”Aquella brava infantería española hizo una bella y extraordinaria resistencia que en los siglos venideros parecerá increíble”.
"Con más facilidad se les llama bravos a los audaces que seguros a los prudentes".
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Re: Las naciones de los Tercios

Mensaje por Miguel Villalba »

Que gustazo Flavius. Enorme el trabajo dedicado a la divulgación de la historia de los Tercios.
Muchas gracias. Saludos gc96gc
«Se cuentan 16 presas inglesas conducidas a esta bahía, con 95 cañones y
293 prisioneros, en 26 meses de campaña que ha ejecutado la expresada cañonera
desde septiembre de 1799, en que se armó...»
Un Falucho, El Poderoso, con un cañón de 24 y dos menores, 43 hombres. Patrón D. Miguel Villalba, Corsario del Rey
------------------------------------------------
Ab insomne non custita dracone
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Re: Las naciones de los Tercios

Mensaje por Flavius Stilicho »

5. Españoles (II).
La precedencia entre naciones.
No debe extrañar que los éxitos españoles llevaran a muchos a pensar que existían unas virtudes intrínsecas que les hacían superior a otras naciones. Así se afirmaba que : la nación española, por su naturaleza, es inclinada a las armas y desea las ocasiones, y que ello se debía al clima y natural de la tierra, que tiene superioridad y fuerza. A veces se llegaba al extremo ridículo de afirmar que los soldados españoles tenían miembros y talle de personas, conformes, iguales, más que no los franceses, germanos e italianos, que son de más desacompasados miembros y diferentes en la composición de ellos.
Según esta misma línea de pensamiento, los odios que podían despertar los españoles eran fruto de la envidia y el aborrecimiento a reconocer la superioridad española: dan las demás naciones el primer lugar a la española, cosa que pocas veces lo suelen confesar, si no es a fuerza de tormentos.
Esto era obvio para cualquier tratadista español. Bernardino de Escalante (1583) reconocía que: ninguna nación hay que no estime de sí ser la más valerosa, y de todas entiendo que salen hombres de gran determinación. Pero a continuación invocaba una anécdota de Plutarco sobre como Temístocles obtuvo la prez (el honor asociado a la victoria sobre los persas) en una votación en la que todos los líderes griegos se votaron a sí mismos primero y en segundo lugar a Temístocles, para concluir que dado que todas las demás naciones daban a la española el segundo lugar después de sí mismas, el resultado obvio era que se situaba la primera.
A pesar de las quejas de los tratadistas españoles sobre la falta de reconocimiento de la primacía española por parte de tratadistas extranjeros, lo cierto es que sí se daban casos de admiración y alabanza, aunque fueran matizados como el del francés Blaise de Vigenère (1605): Por lo que a los españoles se refiere, no se puede negar que son los mejores soldados del mundo; pero son tan pocos, que apenas se pueden reclutar cinco o seis mil cada vez.


Ese sentimiento de superioridad de los infantes españoles no se traducía sólo en una fuente potencial de encontronazos con soldados de otras naciones ,sino que derivó en un tema muy serio que afectaba al propio orden de batalla y conducción de las operaciones. Era el caso de la exigencia de la infantería española de llevar la vanguardia; una pretensión que se enconó en el cambio de siglo. Se alegaba ser cosa no vista en Flandes, habiendo españoles dar la vanguardia a otra nación.

La cuestión no era baladí como confirma el intercambio epistolar entre el rey Felipe III y Ambrosio Spínola a cuenta del “incidente de Rheinberg” (1606). Durante dicho sitio se dio un hecho aparentemente sin mayor relevancia pero que generó un conflicto. El ejército estaba dividido en varios campamentos y en una ocasión Luis de Velasco tuvo que enviar socorros al campamento principal del propio Spínola. Los socorros consistían en el tercio de milaneses del conde Guido de San Jorge que llevarían como refuerzo “una parte de españoles”. El italiano llevó en vanguardia a sus milaneses a pesar de que Velasco le había recordado que los españoles debían ir de vanguardia “como les tocaba”. Velasco se indignó a pesar de que San Jorge replicó que los españoles se retrasaban y había prisa en cruzar un puente, por lo que decidió no esperar. El pobre Spínola tuvo que hacer detener al conde italiano, pero le pasó la decisión final sobre castigar o no al archiduque Alberto, el cual aceptó las explicaciones de Guido.
Desde la Corte en Madrid veían el tema de manera diferente; aparte del no castigo, el rey confiesa a Spínola que esperaba que el archiduque hubiera proclamado por escrito la confirmación del hecho de tocar a la nación española las vanguardias y el gobernar en iguales cargos a las demás, como está acordado y se ha hecho siempre. Era bastante discutible la afirmación de que así se había hecho siempre; ya que había sido costumbre, al menos bajo el duque de Alba, el turnar en dicho puesto a españoles e italianos o a españoles con italianos y valones.
Sin embargo en la misma misiva se nos da una explicación más relevante del tema de la precedencia en la vanguardia: pues habiéndolas puesto (a las otras naciones) al pie de la española no le queda a esta otra preeminencia con que diferenciarse de las otras. Así pues, fue el hecho de que otras naciones empezaran a organizarse también en tercios al estilo español lo que llevó a los españoles a hacer hincapié en un privilegio que permitiera evidenciar que no era lo mismo un tercio español y un tercio de las (otras) naciones.


El segundo privilegio, como menciona el rey, es el de “gobernar en iguales cargos”. De hecho era bastante más relevante que el de llevar la vanguardia. Así se tendía a resumir: es costumbre inmemorial de la guerra de Flandes, entre los capitanes de naciones, gobernar siempre el capitán español, y entre los maestres de campo, no consentir sino ser gobernados por el de su nación. Curiosamente se llegaba a alegar como ejemplo y excusa que los mismos españoles, cuando eran provincia de los romanos, aunque no menos valerosos que ahora, no pretendieron jamás ni dentro ni fuera de España igualarles en honores militares .
Aun teniendo en cuenta ese favoritismo hacia los mandos españoles a igual rango, lo cierto es que los de otras naciones pudieron progresar en la cadena de mando, ya que vemos a numerosos altos mandos en el propio ejército de Flandes que no eran españoles sino de otras de las naciones.
Esto no quita para que pudieran darse casos de rencillas al respecto o desaires. En la propia misiva de Felipe III sobre el incidente de Rheinberg se menciona otro incidente en el que el general valón conde de Bucquoy marchó a hacer un reconocimiento con 2.000 soldados dejando al frente del resto de su cuerpo (otros 10.000 hombres) a un maestre de campo español. Bucquoy se hizo acompañar por los otros 7 maestres de campo y coroneles (e incluso algunos sargentos mayores) de las naciones. Cuando el maestre de campo español se vio obligado a poner el cuerpo de ejercito en marcha: lo hizo solo con toda la gente y aventura de que el enemigo le rompiese por no tener la gente oficiales. Desde la Corte evidentemente sospechaban que la peligrosa situación se había producido por no querer Bucquoy dejar sometidos al español a los otros comandantes de tercio y regimiento.

Como colofón mencionar que Spínola contestó al rey: donde me he hallado, ha siempre tenido la nación española la vanguardia, como es justo, sin que nadie haya replicado palabra, y las tropas que he enviado cuando ha venido ocasión, he hecho mandar al maestre de campo español y los otros obedecer.



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El sitio de Rheinberg (1606) por el ejército de Spínola.


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Emilio Marín Ferrer; infantería española en la batalla de Nieuwpoort (1600). La bandera azul de la Inmaculada entre una luna y una estrella, fue la elegida por los amotinados españoles presentes en la batalla. Se ofrecieron a colaborar con el ejército del archiduque, pero en sus propios términos, entre los cuales estaban el formar la vanguardia. Siendo responsables de la derrota, al exigir atacar sin esperar la llegada de refuerzos, supuestamente por “la codicia del pillaje y de la gloria” que les animaba.




La preeminencia en cuanto a la vanguardia acabó evolucionando hasta traducirse en varios puntos adicionales; principalmente:
- Ocupar el cuerno (flanco) derecho de la formación de batalla; considerado el mas prestigioso.
- Ser los últimos en cesar el contacto con el enemigo. En caso de retirada, formar la retaguardia.
- Lanzar el ataque principal contra una plaza, siendo los primeros en atravesar una brecha abierta.
- Ser los primeros en entrar en una plaza rendida.
- Defender la puerta mas expuesta de una plaza sitiada.
- Constituir la guardia del general.


En las ordenanzas de 1632 hay una extensa referencia a esta preeminencia reforzada sobre las demás naciones.
Art. 77. Muy grandes dificultades, y cuidados causan en mis Ejércitos, a los Capitanes Generales de ellos, las muchas Competencias que se han ido introduciendo entre los Oficiales, sobre cuáles han de mandar, y cuáles obedecer; siendo este punto el que importa este mas asentado, por ser la obediencia lo principal en todo género de Gobierno, particularmente en el Militar, donde sin ella se redujera todo a confusión, desorden, y disensiones,impidiéndose los efectos, y progresos grandes de mi servicio, poniendo a conocimiento riesgo la reputación de mis Armas, y el bien de la Religión, y de la Causa Publica, a que se enderezan; y teniendo entendido, que esto ha procedido del defecto de Órdenes expresas, declarando mi voluntad, con la cual se ajustarán todos como deben, casando las pretensiones, e introducciones de hasta aquí, deseando, como deseo, dar a cada Ministro el mayor honor que se pueda, sin perjudicar al buen Gobierno de mis Ejércitos: ordeno, y mando, que regular, y generalmente en todos los casos, y ocasiones, el cargo superior gobierne al inferior, sin distinción ni diferencia de Naciones; y en igualdad de cargos, prefiera el Español, por muchas razones que hay, para que esto deba ser, y ejecutarse así; y entre los Españoles el más antiguo al más moderno, con lo cual, dando a la Nación Española, lo que le toca, se le acrecienta en las demás, que los cargos superiores de ellas gobiernen a los inferiores, aunque sean Españoles, que es el temperamento que se puede tomar a la estimación de los unos, y otros puestos; lo cual se ejecute inviolablemente, sin admitir contra ello pretensión, replica, ni dificultad alguna. Y encargo a mis Virreyes, Gobernadores, y Capitanes Generales, procuren, en igualdad de cargos, ordenarlo de manera en las facciones que se encomendaren a Españoles, que el Español sea el más antiguo Oficial que los otros, o por lo menos, que tenga poca desproporción, para que con esto se ejecute lo referido con más suavidad, y mayor consuelo, y satisfacción de todos.

Art. 78. Y cuanto quiera que en lo que toca a las Vanguardias se ha observado, como cosa tan justa, el darla a la Nación Española, sin que en todo se pueda haber puesto genero alguno de dificultad, he resuelto declararlo expresamente por Orden; y en virtud de la presente, es mi voluntad, y mando, que en todas ocasiones, sin excepción alguna, se le haya de dar, y de la Vanguardia, sin que contra esto se admita cosa en contrario; y para mayor declaración ordeno y mando lo siguiente.
Que estando el Ejército en Presidio, la parte de la Muralla, y puerta de más cuidado, por estar a la frente del Enemigo, se entregue a los Españoles, y también el Cuerpo de Guardia principal de la Plaza de Armas, sin mezclase en esto las demás Naciones, las cuales harán su Cuerpo de Guardia en el distrito de sus Cuarteles, o en otras Plazas, o calles, entrando primero la Guardia Española de la Plaza de Armas, y hasta que haya arrimado las suyas, no comiencen a entras las demás Naciones sus Guardias. Las Rondas, y Contra Rondas de la Muralla Españolas la rondarán toda enteramente, y las otras Naciones no saldrán cada una de su distrito. La Ronda Española, que saliere del Cuerpo de Guardia principal, ronde todo el Lugar, y las de los Cuerpos de Guardia de las otras Naciones no se alarguen de su Cuartel particular; y si el Alojamiento estuviere mezclado no se despachen Rondas.
El Cuerpo de Guardia de la Casa del General es de Españoles siempre en todas partes, y es mi voluntad que así se observe. Y porque cuando el Maestro de Campo General, el General de Caballería, o el de la Artillería, salen gobernando alguna parte del Ejército, ordenan que a su Alojamiento entre de Guardia una Compañía de Españoles, y algunas veces han platicado que sea con Bandera, lo cual se opone a la costumbre antigua, que solo les permitía un Sargento con veinte y cinco o treinta Soldados , no solo estando el General presente, sino también en ausencia suya; y conviene a mi servicio, que esto se reduzca a lo que por lo pasado se hizo: ordeno, y mando, que se observe así; y que cuando las personas referidas salieren gobernando parte del Ejército, no tengan Guardia más de una Escuadra de veinte y cinco, o treinta Soldados, con Sargento, reservando, como solamente reservo, para el Capitán General, de cualquiera Nación que sea, el entrar en su Alojamiento de Guardia Compañía entera de Españoles con Capitán, y Bandera. Y cuando al tocar de las Alboradas, se comience de la casa del Capitán General, esperando a esto todo el Cuartel, y después de aquella Guardia toque en el frente de Banderas por el cuerno derecho de los Españoles, y consecutivamente las demás Naciones, como fueren siguiendo. Si el Ejército, o parte de él hubiere de marchar de noche, antes de tocar a recoger, el Escuadrón de Vanguardia, o la gente que hubiere de salir con Cajas del Cuartel, avisará al Cuerpo de Guardia de la casa del general, para que lo tenga entendido.
Cuando el Ejército estuviere Acuartelado en Campaña, en Lugar Debajo de cubierto, estando todo el Ejército en un Lugar solo donde se suele repartir por Barrios, y las Guardias por Avenidas, se dé siempre a los Españoles el Barrio, y Avenida que cayere a la frente del Enemigo, como se ha acostumbrado. Si el ejército se repartiere en diferentes Lugares, se darán a la Nación Española los que estuvieren más vecinos al enemigo; y si el estuviere algo apartado, se atenderá a darla los de
mayor comodidad, y el General asistirá siempre al Cuartel de los Españoles. Cuando el Ejército estuviere acuartelado en Barracas, y si fuere campeando, haciendo alto las noches (en cuyo caso se dispone la gente con frente de Banderas) se dé el cuerno derecho siempre a los Españoles; y lo mismo se haga en los sitios que se pusieren a las Plazas del Enemigo, en que también se dispone la gente en frente de Banderas; porque raras veces, y solo a vista del Enemigo, suelen quedarse en Escuadrón los Batallones, y ocupar los Lugares,que en frente de Banderas hubieran de ocupar. Y porque en los sitios de plazas se tiene más consideración en repartir los Cuarteles a los puestos más a propósito para hacer los aproches, que al cuerno derecho, o al izquierdo: ordeno, y mando que a la Nación Española se encomiende la parte, donde hubiere mejor disposición de poder apretar la plaza.
Cuando el Ejército saliere de Cuartel sobre arma, que haya tocado el Enemigo, con resolución de llegar a las manos aquel día, salgan siempre los españoles de Vanguardia; y caso que habiendo salido el Ejército, o parte de él, en la forma dicha, por faltar tiempo, u otro accidente, se hubiere de hacer Cuartel, o volver al mismo, para ejecutar el día siguiente el propio designio, salgan también de Vanguardia los Españoles, y esto todas las veces que se saliere del Cuartel, con fin determinado de que aquel día se haya de pelear en cualquier forma que sea; y lo mismo se entienda el día que el Ejército se presentare sobre la Plaza que hubiere que sitiar.
Los días que se tratare solo de marchar, el primero (después que el Ejército se hubiere juntado en la Plaza de armas) marchara la Nación Española de Vanguardia, y las demás como el General las repartiere. Y porque los demás días se van los Escuadrones mudando por su turno, y el que iba de Vanguardia, pasa al día siguiente a la retaguardia, quedando de Vanguardia el que le seguía: es mi voluntad, que si marchando se tocare a arma, y por encontrar con el Enemigo de repente, no hubiere lugar de disponer el Ejército en batalla, antes de comenzar al pelear, dando la vanguardia a la Nación española, si no que sea fuerza que comience el Escuadrón, por cuyo puesto el Enemigo acometiere, (pues ni podrá, ni será razón que deje su lugar) irán ocupando los puestos, que el General les señalare los demás Escuadrones, como fueren llegando, conforme la necesidad del combate. Y porque podrá suceder, que los Españoles sean los más apartados, y no habrá, en tales casos, forma para darles su lugar por elección, sino por necesidad, según el estado en que se hallare el combate, y puestos que estuvieren por ocupar: es mi voluntad, que siempre que se ofreciere ir mejorando gente de unos a otros, se vaya adelantando la Española, prefiriendo a las demás, pasando ella, del puesto en que se hallare, a incorporarse con el Escuadrón que tuviere Vanguardia, y no a precederle.
Y si hubiere tiempo para disponer el Ejército en batalla, el cuerno derecho toca a los Españoles, y caso que algún Escuadrón se haya de adelantar a puesto más cercano al enemigo, le toca también aquel lugar, con aditamento, que si el cuerno derecho estuviere más retirado, o cubierto con marrazos, riveras, o puestos tales, que se pueda juzgar que lo fuerte del combate no puede ser por aquella parte, se le debe dar, y dará de los otros puestos el más cuidadoso, pues la acción que tienen es a la Vanguardia, y esta se considera en la parte más vecina a pelear con el Enemigo, y de mayor cuidado, sea a un lado, o sea al otro, adelante, o atrás, y así en las retiradas, cuando el Enemigo quedare a las espaldas, la que por respeto de marchar fuere Retroguardia, por esta consideración vendrá a ser Vanguardia, y tocara a los Españoles retirarse los últimos.
Cuando se formare un Batallón de diferentes Naciones, se le dará el costado derecho a los Españoles, sin que se muden alternativamente del uno al otro costado, como las demás Naciones lo acostumbran entre sí: pues el costado derecho marcha siempre el primero, cuando el Escuadrón se reduce a Trozos, si no es en los casos referidos de quedar el Enemigo a las espaldas, porque en ellos, el cuerno izquierdo debe retirarse primero.
Porque en la guarnición de las Trincheras sobre una Plaza, sucede algunas veces, que los Españoles no son bastantes en número para continuar solos un aproche, y en las trincheras de cada Compañía de por sí: ordeno, y mando, que todas las de Españoles entren en Vanguardia, siguiéndose después la gente, que de otra nación fuere menester para acabar de guarnecer el remanente de las Trincheras.
Y finalmente declaro, que siempre, y en todas maneras, y ocasiones se debe dar, y es mi voluntad, ordeno, y mando, que se dé a la Nación española la Vanguardia, sin que se admita contra esto disputa, pretensión, ni dificultad alguna.



La cuestión de la precedencia se seguiría arrastrando a lo largo de todo el periodo, no siendo raros los incumplimientos y las quejas al respecto.
Uno de dichos incidentes tuvo lugar durante el intento de socorro de Arras (1640), en concreto en el combate del 2 de agosto. Una de las columnas de ataque estaba comandada por el napolitano Andrea Cantelmo, y la vanguardia se dio a los tercios napolitanos de Giovanni delli Ponti y Alonzo Strozzi, en detrimento del español de Pedro de León. Un molesto Lorenzo de Cevallos escribía al respecto: los maestres de campo italianos embistieron con gran valor, más no les bastó, porque dos veces fueron rechazados; justo castigo que dio Dios a la malicia de Cantelmo, pues quitó la precedencia que tocaba a nuestra nación, como aquella que ha conquistado a las demás. A pesar de lo expresado por Cevallos, el ataque inicial tuvo cierto éxito o bien los italianos no fueron tan contundentemente rechazados o bien se rehicieron apoyados por los de Pedro de León (herido y capturado en la batalla).
En 1661 tenemos un nuevo caso, en esta ocasión durante la campaña de Portugal. Varios maestres de campo y sargentos mayores italianos presentaron un memorial a Juan José de Austria. El motivo era que en una marcha, habían sido situados en vanguardia, intercambiando su posición con los españoles, siendo en esta ocasión que el enemigo estaba a retaguardia. Los italianos defendieron que el de la retaguardia era un privilegio tradicional suyo, y en 1663 la Corte les dio la razón.
También en Portugal, en 1662, nos encontramos con una queja de los coroneles alemanes, solicitando que los capitanes de caballos y sargentos mayores de los tercios les obedecerían; reflejando que los españoles no siempre acataban la regla de que a superioridad de rango no intervenía la precedencia y que había problemas de coordinación entre tercios y regimientos. Estos últimos problemas de coordinación se solventaron nombrando para el ejército de Portugal un sargento general de batalla, cargo superior al de maestre de campo y coronel.
A lo largo de la guerra de Mesina (1674-1678) parece que hubo bastantes pendencias por el tema de las rondas y guardias, especialmente entre españoles e italianos. Algo que había que vigilar, ya que se tenía constancia de que en 1675 en Reggio (Calabria) una disputa entre oficiales españoles y napolitanos había acabado a tiros, muriendo algunos oficiales españoles.




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Derrota del intento de socorro de Arras (1640), escenario de conflicto entre españoles e italianos.


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Claudio Fernández; asalto a una posición durante las campañas del cardenal-infante. Una de las exigencias de los españoles era ser los primeros en asaltar una brecha.


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Hendrick de Meijer; sitio de Hulst (1645). El de Hulst, que culminó con su captura por los neerlandeses, sería el último sitio importante de una guerra que se caracterizó mas por la guerra de asedio que por las escasas batallas campales. No es de extraña pues, que los españoles también exigieran ciertas preeminencias cuando estaban presentes como defensores en un sitio, aunque habitualmente se les reservaba para el ejército de campaña propiamente dicho, por lo que era más habitual encontrarles en los intentos de socorro a una plaza sitiada.



La quiebra del sistema.
A finales del reinado de Felipe II se estimaba que se necesitaban anualmente del orden de 7000-9000 nuevos reemplazos para las unidades españolas, cifras que a veces estaban lejos de cubrirse. La apertura de múltiples frentes en época de Felipe IV y la galopante crisis demográfica que afectó a España durante el siglo XVII provocaron que ya no se pudieran sostener las unidades españolas con voluntarios; en una época en la que se necesitaban teóricamente al menos 12.000 hombres anuales.
Para la campaña de 1632, la leva en España, inicialmente prevista en 8.000 hombres, se decidió que había que duplicarla, debido a la creación de un nuevo ejército, el de Alsacia, que debía operar en Alemania y “despejar” el camino español desde el Milanesado a Flandes. Resultó imposible levar tantos hombres, pero aun así el esfuerzo titánico permitió reunir 7.000 hombres. Puede que la cifra no llegara ni a los 8.000 inicialmente previstos pero eran mas de los 4.000 hombres que veteranos como el marqués de Gelves estimaban que se podían obtener en España ya para esas fechas. Eso sí, hubo que recurrir a sacar hombres de guarniciones menores y de la Armada para completar dicha cifra de 7.000.


El sistema tradicional de reclutamiento en España tuvo que cambiar. A partir de mediados de los años 30 los recursos a asientos (frente al reclutamiento directo por capitanes), coronelías de nobles, milicias y levas forzosas, permitieron incrementar inicialmente el número de hombres pero a costa de agotar las reservas de efectivos humanos para posteriores levas. Ademas la urgente necesidad de trasladar los nuevos reclutas al frente, quebrantó el tradicional sistema de rotación por el que los bisoños eran disciplinados y entrenados durante bastantes meses en los presidios de Italia. Todo ello a costa de dinamitar ese trabajado espíritu de cuerpo en base a un núcleo de voluntarios fuertemente profesionales; aunque se siguió procurando que los ahora menos comunes voluntarios siguieran siendo destinados a Flandes y el Milanesado.

Tras un breve respiro tras 1659, aunque el conflicto con Portugal obligó a mantener tropas en ese frente, las guerras con Luis XIV provocaron una nueva demanda de tropas que la monarquía de Carlos II estaba en difíciles condiciones de proveer y sobre todo sustentar económicamente. Todavía a finales de la década de los 60 se pudo hacer una gran recluta, permitiendo por ejemplo elevar el número de españoles en el ejército de Flandes a 10.000. Ya para entonces se experimentaba una grave crisis económica, y en el futuro se tuvo que depender cada vez más de ayudas financieras extranjeras y de las aportaciones de reinos y ciudades.



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Vicente Carducho, expugnación de Rheinfelden (1633). La campaña del duque de Feria en el Rin, exigió un gran esfuerzo de recluta para poder constituir el ejército de Alsacia.


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José Mª Bueno; coronelía de las Guardas del Rey. A la vez que se intentó fomentar por parte de la nobleza la creación de coronelías (regimientos), Felipe IV ordenó (en 1632) la organización de una coronelía para su propia custodia en caso de acudir en persona a la guerra, coronelía a formar con “soldados veteranos, reenganchados y caballeros de noble abolengo” . Entre 1633 y 1639, el mando de la coronelía lo ostentó el conde-duque de Olivares.


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Antonio Manzano Lahoz; soldado del Tercio de Aragón, década de los 80 del siglo XVII. En 1678 se levantaron dos tercios a costa del reino de Aragón, comprometiéndose el rey a aportar el “pan de munición y las armas”. Ambos tercios serían refundidos en uno sólo en 1680.



Ya hemos comentado que era más común la deserción en aquellos que servían en su propio país. Y los habitualmente fiables españoles no acabaron siendo una excepción cuando fueron llamados en época de Felipe IV a luchar en la propia Península.
Además de la propia naturaleza de la tropa (voluntaria o milicia), había un importante factor de cercanía al propio hogar. Ya en 1637 una muestra del cuerpo situado en las cercanías de Fuenterrabía refleja un 16% de huidos. La proporción de desertores es más alta en los tercios provinciales de Guipúzcoa, Álava, Vizcaya y Navarra, un 32%; y entre estos es superior la del tercio “local” de Guipúzcoa: un 54%.
Durante la Guerra de Portugal (1640-1668), se convirtió en un escenario habitual el abandono del servicio en las épocas de siembra y cosecha, habida cuenta de que los sueldos de jornalero eran superiores a lo que podían recibir en la propia milicia. Las unidades del ejército de Extremadura veían como sus milicianos marchaban en verano a participar en las campañas de cosecha de Andalucía y Extremadura; y en otoño marchaban a sus casas para colaborar en la siembra.
Especialmente grave fue la deserción entre las tropas del ejército de Cataluña en la segunda mitad del siglo XVII. Se han estudiado unidades en servicio en dicho ejército entre 1673 y 1695, en las que la deserción constituía entre el 30,5 y el 74,6% de todas las perdidas de efectivos.


Para 1678 el embajador de Venecia declaraba que los españoles habían perdido “el espíritu militar que había sustentado sus éxitos del pasado”. La calidad de los reclutas forzosos era ciertamente limitada, y en aquellos frentes como el de Cataluña, donde se tendía a concentrar las unidades españoles menos solidas, sin duda la imagen de la nación española se veía perjudicada.
La falta de hombres y de unos adecuados suministros y financiación, se hacían notar en demasía. La deserción incluso llegó a alcanzar los frentes de Flandes y Lombardía; donde los tradicionales motines habían ido dando paso a la deserción como solución a las malas condiciones de servicio. Incluso nos encontramos la humillante situación de españoles pasándose al lado francés, hasta el punto de que el veedor general de Flandes llegara a declarar en 1694 que la “flor” de España estaba sirviendo a Luis XIV.


A pesar de todos los problemas, incluso en la etapa de Carlos II seguía habiendo ejemplos en el campo de batalla de tropas españoles luchando con distinción, ganándose el respeto de sus aliados en ocasiones como las de Seneffe (1674) y Saint Denis (1678); así como de sus adversarios franceses en Fleurus (1690) que afirmaron que “las tropas de Rocroi no habían sido más valientes”, y también en Marsaglia (1693) en la que los españoles todavía se mantuvieron firmes cuando otros ya cedían. También hay que recordar, que aunque los españoles ya no fueran los innovadores en cuanto a táctica militar, no por ello dejaron de asimilar las nuevas tácticas que se iban desarrollando.
En palabras del historiador Eduardo de Mesa: No fue un momento de victorias ni de conquistas, pero tampoco de postración e ignominia. A la muerte del último de los Austrias, las posesiones de la Monarquía permanecían intactas en su mayor parte, y desde luego que no gracias a la supuesta “benignidad” del enemigo o de los aliados -todos deseosos de asegurarse una parte de la jugosa herencia más pronto que tarde-. Habían sido los tercios, tanto españoles como de naciones, los que habían defendido las ciudades de Flandes con gran tenacidad.



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Augusto Ferrer-Dalmau: Valenciennes (1656). Esta batalla, saldada con una aplastante victoria sobre los franceses, es considerada como la última gran victoria de los Tercios.


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Romeyn de Hooghe; batalla de Saint Denis (1678). En esta victoria aliada tuvieron un destacado papel los jinetes y dragones españoles del duque de Villahermosa. La caballería española había ido cobrando un papel creciente al final del periodo, ante la necesidad de hacer frente a la francesa. Igualmente en esta época se incorporó la figura de los dragones, “infantería montada”.


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J.C. Iribarren; tropas españolas durante el sitio de Luxemburgo (1684). A pesar de la tenaz defensa de la guarnición, el metódico sitio francés y la ausencia de un socorro llevaron a la pérdida de tan importante plaza.


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José Montes Ramos. Tropas españolas, sitio de Ceuta (1694).
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Re: Las naciones de los Tercios

Mensaje por Miguel Villalba »

En relación a esta última entrada y teniendo muy reciente la lectura de Desperta Ferro en su especial sobre los Tercios 1660-1704, no puedo estar mas de acuerdo. Los tercios españoles lejos de la rigidez y falta de adaptación a las nuevas innovaciones tácticas y técnicas de tiempos de Carlos II, estuvieron muy cerca de la vanguardia de la potencia hegemónica francesa del momento. En lo que no pudieron estar a la altura fue en el material humano y en la falta de ministros como Colbert que dispusieron los recursos de la mejor manera posible.
Como comentas los Tercios supieron adaptarse a un enemigo muy superior en número y en recursos, tanto que en la guerra de Holanda de 1672-78 salvan a los holandeses de sufrir una invasión francesa. Y desde entonces, a finales de siglo, continuaron combatiendo muy dignamente pese al desconocimiento generalizado que tenemos los aficionados de esa época. No se entiende que cuando se asimile el sistema de regimientos con los borbones, en poco tiempo las tropas sean bastante aparentes si tan mal estábamos.
Muchas gracias por tu trabajo. Saludos gc96gc
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293 prisioneros, en 26 meses de campaña que ha ejecutado la expresada cañonera
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Re: Las naciones de los Tercios

Mensaje por Flavius Stilicho »

Efectivamente, Miguel. De hecho parte de ese apartado final de la entrada anterior sale precisamente de ese especial -muy recomendable-; y también de algún apunte de hojear en la biblioteca el libro de Chritopher Storrs sobre "La resistencia de la Monarquía Hispánica" en época de Carlos II.
Tradicionalmente ha sido un periodo muy olvidado al hablar de los Tercios. Al principio la historia se acababa en Rocroi, más tarde se reivindicó hasta Valenciennes. Como dices es un periodo muy desconocido. En el primer artículo de la mencionada revista, el de la "epopeya olvidada" hay un mapa con los principales batallas de la época en las que participó España; y mira por donde no todo son derrotas... La verdad es que son campañas muy desconocidas.
Y sí, no es que transformar los tercios en regimientos obrara un milagro. Había ya una base para juntar un buen ejército.
Saludos.
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Re: Las naciones de los Tercios

Mensaje por Miguel Villalba »

Flavius Stilicho escribió:Efectivamente, Miguel. De hecho parte de ese apartado final de la entrada anterior sale precisamente de ese especial -muy recomendable-; y también de algún apunte de hojear en la biblioteca el libro de Chritopher Storrs sobre "La resistencia de la Monarquía Hispánica" en época de Carlos II.
Tradicionalmente ha sido un periodo muy olvidado al hablar de los Tercios. Al principio la historia se acababa en Rocroi, más tarde se reivindicó hasta Valenciennes. Como dices es un periodo muy desconocido. En el primer artículo de la mencionada revista, el de la "epopeya olvidada" hay un mapa con los principales batallas de la época en las que participó España; y mira por donde no todo son derrotas... La verdad es que son campañas muy desconocidas.
Y sí, no es que transformar los tercios en regimientos obrara un milagro. Había ya una base para juntar un buen ejército.
Saludos.
Toda la razón Flavius. No se entiende sin esa recuperación a partir de 1670.
El peor momento es bajo mi punto de vista la década de los 60s,. Con un ejercicio deslabazado y superado en todos los frentes, que no puede evitar una merma de la profesionalidad que daba a la infantería española ese plus.
Luego esta la mejora de la caballería, que cosa inédita hasta entonces será la élite de los ejércitos hispánicos. Esto hasta hace no mucho lo conocían cuatro. Gracias a trabajos recientes y tu propio artículo ayudan a mejorar esa laguna histórica.
Muchas gracias por el trabajo. Saludos gc96gc
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293 prisioneros, en 26 meses de campaña que ha ejecutado la expresada cañonera
desde septiembre de 1799, en que se armó...»
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Re: Las naciones de los Tercios

Mensaje por Rafa.Rodrigo (kappo) »

Primera parte subida al portal:
http://terciosviejos.es/es/inicio/2904- ... noles.html
[...] y 100 millones de ducados [...]
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Re: Las naciones de los Tercios

Mensaje por Flavius Stilicho »

Gracias Rafa. :ok
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Re: Las naciones de los Tercios

Mensaje por Flavius Stilicho »

6. Italianos.
Napolitanos, milaneses y sicilianos.
Las provincias italianas de la Monarquía hispánica eran no sólo enclaves estratégicos sino también una gran fuente de hombres y recursos.
Aunque se hablara de la “nación italiana”, sus unidades se dividían en función de la provincia de reclutamiento: napolitanos, lombardos (milaneses) y sicilianos. La norma era que no se mezclaran las diversas naciones italianas, en especial las dos principales: napolitanos y lombardos. Aun así, esto no siempre se cumplía. A finales de 1635, en el Milanesado, se disolvieron varios disminuidos tercios napolitanos y su gente fue repartida entre dos tercios lombardos. Hacia al final del periodo fue todavía más difícil conseguir la separación en algunos ejércitos como el de Flandes; lo que queda reflejado en la conformación en 1682 del Tercio “Vecchio” de infantería italiana de Flandes, producto de la fusión de un tercio lombardo levado en 1597 y un tercio napolitano levado en 1658 (originalmente para servicio en España y trasladado a Flandes en 1668).


El poblado Nápoles destacó por sus contribuciones en el siglo XVII. A modo de ejemplo, entre 1635-1640 se enviaron 50.000 napolitanos a los frentes de Flandes, Alemania, España y Lombardía.
A pesar de la revuelta de Nápoles de 1647 y la gran pestilencia de 1656 -que supuso un duro golpe para el reino-, los reclutamientos no se detuvieron aunque se vieran sin duda afectados. Las tropas napolitanas tendrían a su vez un papel relevante en la Guerra de Mesina (1674-1678).

A partir de 1635, el norte de Italia se convirtió en un escenario frecuente de combates, sufriendo el Milanesado varias invasiones. La estratégica región se pudo conservar gracias a una gran implicación de las propias unidades lombardas tanto de leva como de milicias, a pesar de los efectos devastadores de la pestilencia de 1630. Los milaneses se distinguieron en San Martino di Bozzolo (1647), Cremona (1648) y Pavía (1655).
Aunque no pudieran contribuir grandes cantidades para otros frentes, los milaneses siguieron haciendo aportaciones para Flandes, así como para sofocar la rebelión en Sicilia e incluso para combatir en la propia España. Juan José de Austria afirmaría en 1653 que el tercio lombardo del conde de Arese (formado por veteranos) era una de sus mejores unidades en el ejército de Cataluña.

A diferencia de napolitanos y lombardos, los sicilianos siempre fueron reacios a servir en los ejércitos del rey. Sus contribuciones en el siglo XVI han sido calificadas de “risibles”. Avanzaron el siglo XVII se redoblaron los esfuerzos para conseguir tropas sicilianas, a pesar de que se reconocía su poca inclinación por el servicio militar. En 1629 se consiguió levar a duras penas un tercio para servir en el Milanesado, y en 1631 llegaría otro tercio siciliano a Flandes, aunque no llegó a durar un año antes de tener que ser reformado (disuelto). En 1638, el virrey de Sicilia escribía a la Corte que “las levas de aquel reino son dificultosísimas, de mucho gasto y poco fruto”. Un ingenuo intento en 1643 de reclutar cuatro tercios para servir en Cataluña se saldó con dos teóricos tercios con 1.800 hombres entre los dos, que rápidamente declinaron tanto en hombres como en oficiales de origen siciliano, hasta el punto de que para 1646 ya no existía ninguno.



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Escaramuza y ataque español a la Hostería de la Croce Bianca (1615). Aquí tenemos uno de los combates durante la Primera Guerra del Monferrato (1612-1617). Las tropas milanesas eran un componente fundamental del ejército español de Lombardía.


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José Daniel Cabrera Peña; el puente de Rheinfelden (1633). El coronel alemán Ossa fue testigo de la hazaña de un alabardero que impidió a cuchilladas que los fugitivos suecos quemaran el puente tras retirarse al otro lado. Lo que no fue capaz de averiguar era si el valiente soldado era español o italiano.


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Massimo Mannochi. Guerra de los Nueve Años; piquero de infantería napolitana (1690), soldado-coraza de la caballería de nueva leva (1689) y mosquetero de infantería napolitana (1694).



Los otros italianos.
Aunque menos importantes que los vasallos italianos del Rey, también hubo tropas italianas reclutadas entre los estados aliados o neutrales de la península italiana; en algún caso en competencia con otras potencias como Venecia que también requerían de sus servicios, así durante la guerra de Candía (1645-1669) los venecianos pagaban cuatro veces más por recluta que las autoridades españolas.

En el siglo XVI se llevaron a cabo levas en los territorios de Urbino, Toscana, ducados padanos y el propio Estado Pontificio. Sin embargo a lo largo del siglo XVII, España se encontró con bastantes problemas para obtener tropas a lo largo de la Italia no hispana, e incluso para hacer cumplir a algún estado sus tratados de alianza por el que debían aportar sus propias tropas para defender el Milanesado cuando éste se viera amenazado.
La incorporación de Urbino a las tierras papales en 1631 supuso un golpe para España ya que sus soldados estaban entre los mejor valorados de los estados italianos. La cuestión era que se había prohibido a los súbditos papales servir en ejércitos extranjeros, a lo que se añadía la habitual hostilidad de muchos pontífices hacia España; aunque con ocasión de la presencia de algún pontífice mejor predispuesto se permitiría alguna leva ocasional.

Como era habitual se trató de aprovechar la desmovilización de ejércitos para reforzar los ejércitos hispanos con veteranos licenciados. Así, tras el fin de la guerra de Castro (1642-1644) se consiguieron 1.500 soldados previamente al servicio de Venecia, 4.000 toscanos y 2.000 modeneses; pero en conjunto la recluta fue un fiasco pues la mayoría habían desertado antes de un año. La opinión sobre estos soldados no era excesivamente buena, considerados inferiores a los lombardos y napolitanos . Por ejemplo, de los toscanos y modeneses se afirmaba que carecían de espíritu combativo.



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Italia, 1600 (Wikimedia Commons)


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Un “aventurero” italiano y un piquero de los estados pontificios, junto a un piquero español y un arcabucero valón.


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Compañía de caballos-coraza modeneses, siglo XVII.



El segundo pilar de los ejércitos.
La importancia de las tropas italianas siempre fue alta, pero inicialmente su valoración por parte de los españoles no era excepcional, Tenemos el ejemplo del duque de Alba, que en 1580 pedía al rey Felipe II, de cara a la campaña de Portugal, que: italianos, por amor de Dios, S.M. no traiga más, que será dinero perdido; alemanes... aunque se vendiese la capa es necesario traerlos.
Esta escasa apreciación provocó que inicialmente se les considerara mas de servicio como refuerzo para los tercios viejos españoles en el frente mediterráneo que como fuerza de primera magnitud a emplear en otros frentes de la Monarquía.

Sería precisamente cuando, con reticencias, se tomó la decisión de que participaran en la guerra de Flandes, cuando los tercios italianos pudieron hacerse valer, beneficiándose de una permanencia y del ya comentado efecto positivo de la “expatriación” militar. Así se intuía ya en una carta de Felipe II a Juan de Austria en 1577: aunque hasta ahora no ha parecido que era gente apropósito para esos estados por ser desordenada y que en camino largo se deshacen …. visto ahora que de los valones no se puede hacer el fundamento que hasta aquí, y para que haya gente que meter a la guardia de las plazas recobradas, por no ocupar en esto los españoles que son los que han de campear... serán soldados de quien os podéis valer donde quiera mejor que de ninguna otra nación fuera de los españoles.
Sin ser muy elogiosa para los italianos, lo cierto es que reconoce que tras la española, es la gente que puede dar un mejor servicio en Flandes. Al igual que con las unidades españolas en Flandes, se pasó considerar que era más útil mantenerlas fijas, ya que era más caro levantarlas de nuevo en Italia y traerlas a la región. Puestos a disolver tropas cuando había que reducir fuerzas en Flandes era más fácil tirar de valones y alemanes, que se podían volver a reclutar y poner en campaña con más rapidez.

El servicio continuo en Flandes permitió a los italianos demostrar su valía: aquí tiene muy buena reputación, y particularmente la napolitana, aunque no se puede comparar con la española en opinión ni en valor. Así fue como se fueron ganando el título de pilar y nervio de los ejércitos del rey (junto a los españoles), en palabras entre otros del archiduque Leopoldo Guillermo (1648) y de Baltasar Mercader (1653). Y por último, se les reconocía como “fieles y leales vasallos del Rey”.


De los italianos se destacaban sus similitudes con los españoles: lo propio en el estilo de guerra, trato y trajes; lo que se dice de una nación, este caso se dice de la otra. Militarmente se destacaba que su arcabucería era ágil y maniobrera; considerándoselos también muy aptos para dar asaltos.
Por contra se les reprochaba que no eran tan buenos para la batalla campal, faltándoles algo de la firmeza de podían llegar a exhibir los escuadrones españoles en batalla. De los italianos se ha dicho que destacaban a lo hora de desempeñar las funciones que mas tarde asumiría la “infantería ligera”.
También había acusaciones de que eran “gente muy licenciosa en los desórdenes y malos tratamientos de los villanos”; acusaciones que eran hasta cierto punto comunes a todas las naciones, aunque los españoles defendieran que ellos eran una excepción incluso a la hora de desordenarse.

Ya hemos hablado de las pendencias entre españoles e italianos por el tema de los privilegios. El privilegio de organizarse en tercios, ya lo obtuvieron antes que otras naciones. Organizados a mediados del siglo XVI en coronelías, ya nos encontramos tercios italianos en Flandes, al menos desde 1582.
Sí en el siglo XVII los españoles exigían la vanguardia y el cuerno derecho, los italianos exigían por su parte “la retaguardia en las marchas” y “el cuerno izquierdo en el frente de banderas” (línea de batalla). Esta exigencia la remontaban a un privilegio de Carlos V, que originalmente habrían ostentado los napolitanos.
El problema estribaba en que los españoles, como hemos visto, exigían en ocasiones trocar la vanguardia por la retaguardia, dependiendo de la situación del enemigo. Las quejas italianas de que los españoles no respetaban sus privilegios se sucedieron, dando lugar a la emisión de una “Orden en la vanguardia y retaguardia entre las naciones española e italiana” en 1663 para calmar los ánimos.



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Pablo Outeiral. Tercios italianos durante el sitio del castillo de Krakau (1605). Ocupado por tropas holandesas, fue un cuerpo "italiano" compuesto por los tercios de Pompeo Giustiniano, Lelio Brancaccio y Guido de San Jorge, el encargado de someter la plaza.


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Ángel García Pinto, combate de Terheijden durante el sitio de Breda (1625). Carlo Roma, sargento mayor del tercio de Campoleratto, tras coger la rodela de un caído, dirige un contraataque contra los ingleses de Vere; consiguiendo asegurar la posición clave de Terheijden.


Imagen
Zvonimir Grbasic; rendición de Larache (1689). Entre la guarnición se encontraban los miembros del Tercio napolitano de la Armada, que habían sido enviados a socorrer la plaza.



Los italianos demostraron repetidamente su fiabilidad en Flandes. Camino de Flandes, con el ejército del cardenal-infante, tuvieron un destacado papel en la victoria de Nördlingen (1634) ya que conformaban buena parte del ejército hispano: 4 tercios napolitanos, 3 tercios lombardos y 32 compañías de caballería napolitanas y lombardas. En la batalla se destacó el tercio napolitano de Toraldo, aguantando las feroces cargas del ejército sueco, cuando a su lado los alemanes se desmoronaban ; y sobre todo destacó la caballería napolitana de Gambacorta, cuyas cargas fueron claves para aguantar la posición de la colina del Albruch.
Al año siguiente, 1635, el tercio lombardo de Sfondrati se lució en la batalla de Avins. Cuando el ejército hispánico fue puesto en fuga por un superior ejército francés -dándose el caso de que “la infantería de naciones se retiró a toda prisa”-; éste tercio permaneció junto al español de Ladrón de Guevara. Ambos lucharon “mas por la reputación que por la victoria, con obstinado valor”, resultando prácticamente aniquilados, tras aguantar cinco asaltos franceses.

Por contra el de Rocroi no fue precisamente el mejor día de los infantes italianos al servicio de los Austrias. Los tercios presentes se retiraron del campo de batalla en orden y con pocas bajas en cuanto se vieron amenazados por los jinetes franceses que venían acompañados de destacamentos de mosqueteros. Por contra compañías de jinetes italianas como las de Cesare Toraldo y Virgilio Ursino, pelearon denodadamente.
La actitud de la infantería italiana dicho día ha sido atribuida al hecho de que habría un molestar al haber sido apartados por completo de la primera línea por los tercios españoles. El caso no es ya que no resistieran con la misma firmeza que los españoles sino que parece que ese día tanto valones como alemanes ofrecieron más pelea que los italianos.

A pesar de este baldón, los italianos siguieron consolidándose como segundo pilar de los ejércitos de Flandes. Todavía en la época de Carlos II, siguieron teniendo una importante presencia en Flandes y prestando destacados servicios. Tras el sitio de Maastricht (1673), un victorioso Luis XIV invitó a su mesa -a modo de galardón- al maestre de campo Marzio Origlia, cuyo tercio napolitano se distinguió por lo encarnizado de su defensa. A su vez, en el sitio de St.Omer (1677) se distinguiría el tercio lombardo de Fabio Buonamici.


Si la presencia italiana en España fue escasa a lo largo del XVI, no sucedería lo mismo en el siglo XVII. La guerra con Francia, a partir de 1635 demandó la presencia de numerosas tropas en el frente peninsular y los italianos estaban bien posicionados para proporcionarlas, aunque a la vez tuvieran que cubrir su propio frente.
Ya había alguna presencia ocasional, como la del tercio napolitano del marqués de Torrecuso, que llegó incluso a participar en la jornada de Brasil (1625), aprovechando que estaba recién llegado a la Península para reforzar a la Armada del Mar Océano y la del Estrecho.
Para 1635 había unos 5.000 italianos en España, que serían reforzados en los años siguientes. Los italianos representaban una parte muy importante del ejército hispánico en la campaña de Salses (1639), y en 1640 constituían el 25% del ejército en Cataluña.

Como tropas veteranas, su contribución fue muy importante en esas campañas; sin embargo su mal comportamiento con los civiles fue causa de graves alborotos. Ya en 1637 un tercio napolitano se hizo notar con sus desmanes durante su estancia en Villfranca del Penedés. Mas adelante el tercio del duque de Módena fue calificado de “incontrolable”. En vez de ir a mejor, los desmanes fueron empeorando en el ámbito de la gran concentración de tropas de la campaña de Salses. El virrey, conde de Santa Coloma, molesto con el comportamiento de las tropas italianas, se enfrentó al destacado maestre de campo napolitano marqués de Torrecuso, arrestando tanto al marqués como a su hijo. Dicha decisión cayó mal entre los italianos y llegó a ser contraproducente porque lo pagaron con los civiles que les alojaban.
Estallaron enfrentamientos entre paisanos y soldados; y los italianos se vengaron duramente de la población civil. Tras el asesinato del conde de Santa Coloma, su sucesor -Cardona- intentó apaciguar los ánimos haciendo encarcelar a los maestres de campo italianos más impopulares: Leonardo Moles y Geri della Rena, por la notoria indisciplina de sus tercios y la vista gorda que hacían con las libertades que permitían a sus hombres.

Generalizada la rebelión en Cataluña, no se pudo prescindir de los vitales italianos, e incluso encontramos a Torrecuso ascendido a maestre de campo general en la campaña que culminó en la derrota de Montjuic (1641).
En 1643 los 4.000 italianos serían claves en la victoriosa campaña de Lérida; pero se irían desangrando en posteriores combates, hasta reducirse a 500 hombres en 1645. Nuevas levas, asegurarían una importante presencia italiana en el frente catalán durante toda la guerra. Entre otras muchas acciones, los italianos se distinguirían en la defensa y socorro de Gerona (1653) y en el sitio de Puigcerdá (1654), en este último el maestre de campo Giovanni Battista Cattaneo deshizo una columna francesa y clavó la artillería que esta traía para batir la fortaleza.


Aunque el frente de Portugal fue secundario, al menos hasta la paz con Francia en 1659, ya en 1643 llegaron las primeras tropas italianas al ejército de Extremadura. El estreno italiano fue bastante malo, ya que la guarnición napolitana de Valverde rindió la plaza sin lucha y muchos de sus 400 hombres se pasaron a los portugueses. Por contra, un año más tarde, el tercio de Giovanni Battista Pignatelli destacaría en la victoria de Montijo (1644).
A partir de 1660 llegarían numerosas tropas italianas de infantería y caballería, liberadas ya de la güera con Francia. Se calcula que hasta unos 20.000 italianos llegaron a la Península entre 1660 y 1668. La mayor parte eran napolitanos (8.147) y milaneses (7.299), pero también vinieron toscanos (1.093), piamonteses y saboyanos (1.853); por contra la contribución sicilianas fue ridícula: 240 hombres.


Las nuevas guerras con Francia en época de Carlos II, provocaron que los italianos siguieran presentes en España. Los 1.000 veteranos supervivientes de la campaña de Portugal fueron enviados a combatir a Flandes, mientras que a España se traían nuevos reclutas de Italia. La contribución de la infantería italiana en las diversas campañas de la época sería bastante relevante, en especial durante la Guerra de los Nueve Años (1688-1697). Los italianos sufrieron fuertes perdidas con ocasión de acciones como la batalla del Ter (1694), la defensa de Gerona (1694) y la de Barcelona (1697). La caballería italiana también tendría un papel relevante durante este último periodo, pero las numerosas bajas provocaron que al final muchas compañías italianas lo fueran solo nominalmente y acabaran llenas de reclutas españoles.
La presencia de muchos reclutas bisoños italianos y la falta de suministros, provocó que muchos desertaran, especialmente tras la pérdida de Gerona.



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Mikel Olazabal; batalla de Nördlingen (1634). El tercio napolitano de Toraldo rechaza las cargas de la caballería sueca.


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Batalla de les Avins, 1635. Durante esta batalla se distinguió el tercio lombardo de Sfrondati.


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Dionisio Alvarez Cueto; Rocroi (1643). el Tercio italiano de Ponti se retira en buen orden del campo de batalla.


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Batalla del río Ter o Torroella (1694). Tras las bajas sufridas, hubo que reclamar a Italia el envío de nuevos tercios.
"Con más facilidad se les llama bravos a los audaces que seguros a los prudentes".
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Re: Las naciones de los Tercios

Mensaje por Rafa.Rodrigo (kappo) »

De nada, ya iré subiendo el resto del hilo al portal.
[...] y 100 millones de ducados [...]
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Re: Las naciones de los Tercios

Mensaje por Edhawk »

Interesantisimo este hilo, me gustaría saber sobre los escoceses...
''Ese lobo de Valdemar se lo llevo todo a su paso, seguido de perros daneses que mordían y maldecían''
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Re: Las naciones de los Tercios

Mensaje por Rafa.Rodrigo (kappo) »

Subida la segunda parte:
https://elgrancapitan.org/portal/index. ... -carlos-ii

PD: Desgraciadamente al pasarlo al portal se pierde el formato de letra: cursivas, etc.
[...] y 100 millones de ducados [...]
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Re: Las naciones de los Tercios

Mensaje por Flavius Stilicho »

Vaya, con lo que he abusado de las cursivas... :lol: :lol: :lol: Trataré de tenerlo en cuenta.
Edhawk escribió:Interesantisimo este hilo, me gustaría saber sobre los escoceses...
Gracias, Edhawk. Alguna cosilla se dirá cuando toque hablar de los "británicos".
"Con más facilidad se les llama bravos a los audaces que seguros a los prudentes".
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