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7. Flamencos.

Valones y alemanes bajos.
Los flamencos, entendiendo como tales a todos los nativos de los Países Bajos hispánicos (y no sólo los del condado de Flandes), constituyeron sin duda una fuerza indispensable dentro el propio de Ejército de Flandes, aportando un gran número de tropas en su condición de “locales”. Su contribución no se limitó sólo a dicho frente, ya que -aunque de manera limitada-, nos los podemos encontrar en el siglo XVII en la propia Península Ibérica, luchando tanto contra franceses como contra portugueses.

A las tropas de los Países Bajos se las dividía genéricamente en valones y alemanes bajos. 

Alemanes bajos eran los reclutados en territorios en los que teóricamente predominaban los dialectos bajogermánicos. Originalmente incluían lo que después serían las 7 provincias rebeldes (Holanda, Zelanda, Frisia, Overijsel, Utrecht, Güeldres y Groninga) mas Drente. La perdida de dichas provincias redujo el área de recluta de bajo-alemanes a Limburgo, norte de Brabante, este de Luxemburgo y una pequeña parte de Güeldres. A ellos había que añadir el enclave del principado-obispado de Lieja, que no formaba parte de los Países Bajos pero constituía un aliado/satélite español.
Valonas eran las tropas del resto de territorios Habsburgo en los Países Bajos: Flandes, Artois, Henao, Namur, Cambresis y sur de Brabante; aunque en la época de Carlos V, las del propio condado de Flandes y las del sector flamenco de Brabante no eran consideradas valonas sino flamencas (en sentido estricto) y brabantinas.

El uso del termino de “alemanes bajos” ha sido fuente constante de confusión. Hay que recordar que la familia de la lengua bajo-alemana se extendía por parte de los Países Bajos y por el norte de Alemania (Münster, Bremen, Hannover...).
Cuando Bernardino de Mendoza nos habla de las levas iniciales de Margarita de Parma para la guerra de Flandes menciona además de las reclutas de valones: 

«Por lo cual se dio orden se hiciesen dos coronelías de alemanes bajos, que fueron la mayor parte de ellos de gente de los mismos Estados, nombrando por coroneles a Juan de Ligne, Conde de Aremberghe, que no levantó más de cinco banderas; y Carlos de Brimeu, Conde de Mega, el cual hizo las diez de su coronelía. También se proveyó se levantasen otros dos regimientos de alemanes altos, nombrando por coroneles de ellos al Conde Phelippe de Eberstein, y a Bernardo de Schomburg, coroneles de Su Majestad, los cuales las hicieron en el Condado de Ferrete y ribera del Rhin y tierra de Francaforte».
Como vemos dentro de las unidades de alemanes bajos podía llegar a haber gente que no era “de los mismos Estados”, aunque probablemente estos serían gentes de territorios circundantes que sin formar parte de los Países Bajos estaban en su órbita como el mencionado caso de Lieja.

La distinción entre valones y alemanes bajos tenía ciertas implicaciones en la organización militar. Aunque fueran también vasallos, su modelo de organización tradicional era parecido al de los mercenarios “alemanes altos”, basado en el antiguo sistema de los lansquenetes. En el lado neerlandés rebelde, territorio tradicional de recluta de bajo-alemanes, Guillermo de Orange liquidó el sistema bajo-alemán, entre 1573-1576, y reorganizó la infantería nativa inspirándose en el modelo valón y hugonote.
Por contra en el bando de los Austrias, se mantuvo el sistema de regimientos bajo-alemanes con sus privilegios sobre los valones. Incluso cuando los regimientos valones se transformaron en tercios, las unidades bajo-alemanas siguieron firmes en su modelo de regimiento. Diferencias de modelo que suponían un agravio comparativo, sobretodo en cuanto al sueldo.
El general Luis de Velasco se quejaba al rey en 1622, de que la existencia del pie de alemanes bajos daba lugar a que valones y otras gentes buscaran servir en ellos; algo sin duda favorecido porque los comandantes de las unidades tuvieran problemas para reclutar suficientes alemanes bajos en las provincias leales al Rey de dicha lengua. Velasco afirmaba:
«Y no es el menor abuso el permitir que en los regimientos de alemanes se asiente gente de estas provincias, que respecto de ser mayor el sueldo de los alemanes, los valones se asientan en las compañías de alemanes y los tercios de valones no hallan gente por esta causa y débese ordenar que los regimientos de alemanes sean de alemanes altos, que ahora hay muchos loreneses entre ellos y aun franceses».

Hubo que esperar un tiempo. En 1634 quedaban todavía 3 regimientos de alemanes bajos en Flandes, y desde Madrid se ordena que como parte de la reorganización del Ejército de Flandes: 

«Conviene que de aquí adelante no haya en el ejército pie de alemanes bajos por los daños que se siguen a la Real Hacienda (...) siendo cierto que estos regimientos se forman de nación valona. Y así se formará uno de los que hubiere y éste será Tercio, poniéndose al pie de valones, del cual sea maestro de campo el Marqués de Leiden, que era uno de los coroneles de estos alemanes bajos y se reformarán los otros dos, incluyéndose la gente en el que queda y en 15 compañías».

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Mapa con las provincias de los Países Bajos durante la Guerra de los 80 Años.
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Denis van Alsloot, el Ommegang de Bruselas de 1615. El Ommegang era una gran procesión/parada que combinaba tintes religiosos con la celebración de un “Joyeuse entrée” (gozosa entrada) en honor del monarca/gobernante, en este caso de la archiduquesa Isabel Clara Eugenia. En este fragmento observamos tropas, que es de suponer corresponderán a las milicias burguesas de la ciudad.



El servicio de los valones.
A partir de aquí, hablaremos de valones en general para referirnos a todos los “flamencos”.
Las milicias de los Países Bajos: bandas “d´ordonnance” (caballería) y bandas “d´elus” (infantería), ya habían prestado servicio a Felipe II (al igual que a su padre) en las guerras con Francia. De hecho la caballería flamenca se había destacado en ocasiones como la de San Quintín. Ahora, la continua guerra de Flandes obligó a una presencia más permanente de las unidades valonas y una organización más moderna. Las tropas valonas estaban organizadas originalmente en regimientos, o coronelías como algún autor de la época ya hemos visto que las denominaba; pero a partir de 1602 pasan a estructurarse en tercios, a iniciativa del archiduque Alberto.
 


Como tropas del “país”, las unidades fluctuaban mucho, ya que eran de las primeras en desmovilizarse por falta de fondos y las primeras en movilizarse en caso de urgencia, hasta que se pudiera traer unidades de otros lugares. En cualquier caso, ya hemos visto que numéricamente tendían a ser la primera fuerza dentro del propio Ejército de Flandes.
En la época de Felipe IV era habitual reclutar de media unos 8.000 hombres anuales en los Países Bajos, con unas cifras de entorno a 10.000 en los primeros años. Aunque hacia el final de su reinado, también esta fuente de tropas se había ido secando, y eso a pesar que el conflicto con los neerlandeses había terminado en 1648.. Hacia 1658, Juan José de Austria reconocía que dudaba de conseguir reclutar 4.000 ese año y que ya en anteriores levas se había visto como se reclutaba sólo la mitad de lo esperado. Aun así en 1658 se ordenó un repartimiento extraordinario -tras la derrota de las Dunas en junio- con el objetivo teórico con el objetivo de que las villas y ciudades de Flandes proporcionaran 10-12.000 hombres.
La reanudación de las guerras con Francia en época de Luis XIV, supuso que los valones siguieran estando en primera línea por millares, ante la necesidad de defender Flandes de las agresiones francesas.



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Asedio y toma de Valenciennes en 1567 (Franz Hogemberg). El sitio fue llevado a cabo por las tropas valonas de Felipe de Noircarmes, uno de los principales nobles flamencos que se mantuvo fiel a Felipe II.


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Patrice Courcelle. Caballería flamenca de las bandas “d´ordonnance”, 1572.



De los valones se encomiaba que eran “bonísimos para expugnaciones de tierra, si tienen cabezas de valor”. Asimismo se elogiaba su arcabucería. Por contra se les criticaba que aunque “algunos han hecho en Flandes cosas muy señaladas” había cierta falta de disciplina. De los valones se decía que: «si como tienen el ánimo y osadía fueran tan obedientes como los españoles, las harían muy mayores».
Como curiosidad se puede señalar que se les tildaba de codiciosos en los saqueos por la supuesta meticulosidad con que registraban a todos los ciudadanos: «persuadiéndose que en cada pliegue de la saya o basquina han de hallar cantidad de escudos».

Combatiendo en el propio Flandes eran soldados que tenían ventajas e inconvenientes.
Por un lado combatían en territorio relativamente familiar: «borgoñones y valones son muy buenos soldados, y para la guerra que se hacen unas fronteras a otras son mejores y de más provecho que los españoles, por, demás de saber la tierra, con la lengua , que es casi francesa, tienen más inteligencia que las otras naciones».
 

Por otra parte tenían más facilidades para desertar, no sólo por estar cerca de casa sino por el buen recibimiento que podían esperar muchas veces de sus antiguos convecinos y ahora enemigos. En la batalla de Turnhout (1597) se relata: «que fueron muertos y presos en esta rota más de seiscientos italianos, y pocos de los valones, porque los rebeldes iban diciendo salva valón...»
A pesar de las facilidades para desertar, se puede hablar de que en general primaba la lealtad a la Corona. Lealtad mantenida gracias a un cierto favoritismo local, que provocaba las quejas de los españoles de que “los señores de los Estados favorecen a alemanes y valones”.

Una de las funciones principales de los valones era servir de guarnición en las numerosas plazas fuertes de la región, liberando de dicho servicio a otras tropas consideradas más aptas para el ejército de campaña. Al comienzo de la Guerra de Flandes, lo normal era que las guarniciones ordinarias de las fronteras con Francia se compusieran exclusivamente de valones; tropas de guarnición a las que no se les tenía en mucho estima y por ejemplo Luis de Requesens las acusaba de caer a menudo en la insubordinación, de falta de disciplina y “afán de rapiña”.
La diferencia de calidad de las tropas valonas podía ser grande, y había unidades que no desmerecían a la hora de salir a campear. Bernardino de Mendoza recoge la marcial apariencia de unas tropas valonas en 1567: «Pegado a este escuadrón, estaba el de los walones, que era el postrero, y una hermosísima banda de gente, por ser todos soldados viejos, y sus coroneles, personas de mucho valor y experiencia, y lo mismo sus capitanes».
En la derrota de Rocroi, señala Juan Antonio Vincart: «Los maestres de campo de los tercios valones pelearon con tal valor y se defendieron tan porfiadamente que del tercio del MdC Granjes quedaron muertos seis capitanes y los demás heridos; del tercio del conde de Bassigny quedaron cuatro capitanes; del tercio del conde de Meghem tres y el dicho conde herido y del tercio del príncipe de Ligne su sargento mayor muerto y del tercio del MdC Ribaucourt, un capitán con muchísimos soldados».



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Arcabucero, mosquetero y alabarderos valones, segunda mitad del siglo XVI.


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Alberto Laguna Luengo; Honnecourt, 1642. Durante la batalla varios tercios valones consiguieron ascender hasta el monte Saint Martin, aprovechando la cobertura de los bosques de la ladera sureste. El tercio valón del príncipe de Ligne, aquí representado, se enfrentó a la caballería francesa, cargando por dos o tres veces contra la posición enemiga sin ser apoyado por el resto de valones. Aunque los franceses resistieron el ataque, la acción del tercio valón permitió reorganizar a la infantería de las naciones que, apoyada por destacamentos españoles, cargó de nuevo, ahora con éxito.



Llevo bastante tiempo en tomar la iniciativa de aplicar también a los valones el sistema de “expatriación”, y trasladar, aunque fuera relativamente pocos, a otros frentes. En 1635, se planeó traer algunos valones a la Península para despacharlos a la defensa de Brasil, pero la entrada en guerra con Francia alteró los planes. Sería después del socorro de Fuenterrabía, cuando se emitieran nuevas ordenes y finalmente se desplazaran algunas tropas valonas a España.
En los sitios de Salses (1639) encontramos ya presente un tercio valón, distinguiéndose en alguno de los combates. Así se nos relata por parte de Francisco Desbachs, una acción conjunta con italianos (modeneses): «El tercio de los valones y modeneses, tenía ocupada la colina de al lado de los franceses... acometieron dichas fortificaciones con tanto ímpetu y ánimo, y con tan grandes cargas de mosquetería que, no obstante que los franceses se volvieron famosamente, les fue forzoso dejar los puestos y ponerse a huir, parte al castillo de Salces (que ganaron la puerta), y otros por la montaña».
En los siguientes años se seguirían enviado regularmente contingentes de valones para el frente catalán. En algún año excepcional se pudieron remitir 3.000 hombres, aunque lo normal es que rondaran el millar, además no todos los años se pudo cumplir con los envíos. Las tropas reclamadas desde España no eran sólo de infantería, sino que también se demandó caballería. Los 600 hombres remitidos en 1654 eran todos de caballería.

La intención era que los valones, constituyeran -junto a otras naciones como los italianos- una fuerza de choque en el Ejército de Cataluña. La valoración de su eficacia en este frente sería algo mixta. Los flamencos estaban acostumbrados a un territorio mucho más rico, en el que era más sencillo obtener suministros y un adecuado alojamiento. Las tasas de deserción parecen haber sido bastante elevadas para tratarse de soldados que estaban muy alejados de sus hogares; y de los valones se decía que se deshacían nada mas llegar a España.
El núcleo de tropas que quedaba después de esas deserciones iniciales sí parece haber respondido a las expectativas. En 1648, Francisco de Melo informaba que los valones eran “la gente más vieja y mejor que tenemos” y destacaba su pericia en labores de fortificación. Los valones se distinguirían en varias acciones, como los sitios de Lérida (1644 y 1646) y notablemente con ocasión de la derrota del intento de socorro francés de Berga (1655).

También se emplearían valones en la guerra con Portugal, sobre todo tras 1659. Como parte del Ejército de Extremadura, experimentarían los mismos problemas de operar en un territorio pobre de recursos, produciéndose deserciones y desmanes con la población civil. Si por un lado los soldados simplemente desertaban, por otro sus oficiales caían en el desencanto y la amargura, renunciando al mando para emprender el camino de vuelta a Flandes.

Las guerras con la Francia de Luis XIV en época de Carlos II, supondrían de nuevo la presencia de valones en el Ejército de Cataluña; aunque en escaso número. Para esa época estamos hablando ya únicamente de varios centenares de hombres; cifra que se iría reduciendo progresivamente hasta encontrarnos que en 1690, el único tercio valón se componía de 90 hombres y oficiales. La escasez de hombres de debía al tradicional alto desgaste de estas tropas y a las reticencias -o directas negativas- desde Flandes a mandar tropas a España, cuando la amenaza francesa era allí de primer orden. Aun así, en 1696, se dio el brazo a torcer desde Flandes y se enviaron dos tercios (1.200 hombres) a Cataluña; tercios que llegaron justo a tiempo para participar en la malograda defensa de Barcelona (1697).



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Pieter Snayers; Socorro de Lérida, 1646.


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Patrice Courcelle; soldados valones en la época de Carlos II, 1690.
 
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