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- ¿Alguien sabe donde está Simons?
- No, sargento.
- Lo de este chico es increíble. Él se lo ha buscado.
- ¿Qué va a hacer sargento?
- Nosotros nos vamos de patrulla, lo que le pase a él ahora lo decidirá le capitán. Yo ya se lo he advertido demasiadas veces.


Tras tres días de patrulla por Tay Ninh, los muchachos de la compañía Bravo de la 25 División de Infantería vuelven a sus barracones. Tres días en los que según la opinión del nuevo Teniente Segundo había sido una pérdida de tiempo ya que según su criterio para que una emboscada sirva de algo se necesita alguien a quien emboscar. La opinión de los soldados era bien diferente, tres días menos para irse a casa y lo más importante, volvían sin bajas por lo que esta noche irían al pueblo que había cerca de la base a celebrarlo con cervezas y chicas. Al fin y al cabo nadie les había dado un pase de 24 horas por lo que al día siguiente también saldrían de misión y es posible que si se encontraban con Víctor Charlie ésa fuese su última misión así que no había que escatimar en juerga.

El sargento nada más llegar fue a ver al capitán Sanders para preguntarle qué había pasado con Simons.

- Es sencillo sargento, fue detenido unas horas más tarde por la Policía Militar en la puerta de un prostíbulo prometiéndoles matrimonio a dos mama-san tan pronto como volasen los tres a los Estados Unidos.
- ¿Y dónde se encuentra ahora Simons, señor?
- Le he tenido entretenido hasta que llegasen de patrulla tanto usted como el Teniente Phillips. Por cierto ¿qué tal lo hace el novato?
- Al Teniente Phillips se le ve con ganas de aprender, pregunta muchas cosas y se deja guiar pero sigue teniendo esa impetuosidad de recién salido de Academia Militar que hace que si no fuese por un veterano haría tomar todas las posiciones al asalto.
- Me gusta oír eso sargento. Dúchese y descanse, les veré a usted y al Teniente Phillips aquí a las 17:00 horas junto al soldado Simons.

El sargento se encamina hacia la puerta pero antes de abrir se gira otra vez hacia el Capitán.

- ¿Puedo hacerle una pregunta Capitán Sanders?
- Dispare sargento.
- ¿Podría decirme cómo ha mantenido ocupado a Simons?
- Es sencillo. Puesto que su grupo debió de partir con un soldado menos perjudicándolo notablemente, le he ordenado que durante estos tres días se dedique a las labores de mantenimiento que necesitase el barracón donde duermen él y el resto de la unidad. Tampoco se merece un Consejo de Guerra y no me vale de nada encerrarlo y que se lo lleven a la prisión de Long Binh. Si no quería venir a Vietnam que no se hubiese presentado voluntario. ¿Alguna pregunta más sargento?
- Ninguna señor. Avisaré al Teniente Phillips. Le veré luego.

Llegadas las 5 de la tarde y puntuales como un reloj allí se encontraba el sargento Anderson, el capitán Sanders, el Teniente Phillips y dos policías militares custodiando al soldado Simons.
- Muy bien señores – dijo el capitán Sanders – estamos todos los que tenemos que estar. Y tú hijo, ¿sabes por qué estás aquí?
- Con todo respeto Capitán, – dijo Simons – tengo 22 años y usted 27. No me llame hijo.
- Soldado de primera clase Simons– dijo el Capitán alzando la voz – Si se encuentra aquí es precisamente porque no quiero exponerle a un tribunal militar. Su expediente es un completo desastre. Ha sido detenido por estar desaparecido cuando su unidad tenía que salir de patrulla en dos ocasiones. En otra ocasión aunque se encontraba presente estaba en unas condiciones tan lamentables que suponía un peligro para sus compañeros salir de misión. Se ha saltado el toque de queda media docena de veces e incluso una vez estaba tan borracho que intentó entrar por la puerta principal sin saber el santo y seña y casi le disparan los Policías Militares. La lista sigue con cargos tan diversos como hacerse pasar por Capitán ante una periodista de Associated Press.
- Pero valió la pena, señor.
- Creo que no lo entiende Simons o por lo menos no ve lo que yo veo. Posiblemente los Estados Unidos le den por culo, posiblemente sus compañeros le den por culo, posiblemente sea usted un jodido comunista pero tengo más que claro que lo que no es usted es tonto.
- Gracias señor.
- ¡Cállese, Simons! En todas y cada una de las ocasiones ha conseguido entrar y salir de la base sin ser visto u oído. Nadie había llegado a advertir su ausencia si no hubiese sido porque cuando se queda dormido cuando se toma dos tés de Saigón. Su nueva misión va a ser evaluar la seguridad de la base, encontrar sus puntos débiles ante una posible infiltración enemiga y poner remedio a ello.
- ¿Y si me niego señor?
- Será enviado a la prisión Long Binh y se le aplicará el artículo 212 del Ejército de Estados Unidos, será licenciado con deshonor.
- ¿Y me mandarán a Estados Unidos? Tal vez no sea tan mal plan, señor.
- Usted decide Simons pero tal vez sea momento de dejar de hacerse el machito y jugar en equipo. Pueden retirarse. Anderson, Phillips, ustedes quédense un momento.

Una vez que los policías militares salen con Simons el Capitán retoma la conversación con el sargento Anderson y el Teniente Phillips.

- Con sinceridad, ¿qué opinan del niñato? ¿Han leído su expediente? Su instructor en el entrenamiento básico quedó tan impresionado con él que le recomendó para un curso de Candidato Potencial al Mando, el cuál también pasó con nota. Además esta misma mañana me ha llegado la confirmación de que se le va a condecorar con la estrella de bronce con V de valor por aquél incidente durante la operación Cedar Falls.
- Poco puedo decir en mi caso – dijo el Teniente Phillips – apenas llevo dos semanas en el país y cuando leí su expediente me quedé bastante impresionado. Nada que ver con lo que me encontré. Creo que son sus logros podía haber sido ascendido a Especialista o incluso Cabo pero es un indisciplinado.
El sargento no decía nada y estaba con la mirada perdida. Parecía como si su cerebro estuviese analizando minuciosamente cada uno de los datos que se habían expuesto durante la conversación hasta que al final…

- Algo le ha pasado a ese chico. Se alistó voluntario, se aplicó en los cursos y vino decidido a ser el mejor soldado porque creía en lo que estábamos haciendo aquí.

Mientras tanto Simons charla en el barracón donde aún quedaban algunos de sus compañeros a los que les cuenta cómo le ha ido en el “proceso”.

- Me cago en la puta tío, yo ni siquiera quería venir aquí. Yo me alisté para olvidar a mi ex. Una estúpida golfa rubia llamada Mary Lou Dickinson que mientras estaba conmigo se veía con unos de esos cachitas idiotas del equipo de atletismo de la universidad. Es como lo que dijo Marx, el del cine, lo malo del amor es que muchos lo confunden con la gastritis y, cuando se han curado de la indisposición, se encuentran con que se han casado. Pues a mi me ha pasado lo mismo, sólo que para cuando me he dado cuenta ya estaba en Vietnam.
- En vaya marrones te metes hermano. Pero tienes suerte por ser blanco, a Scotti o a mi nos habrían frageado seguro.
- Sólo se fragea a los oficiales idiota
- ¡Y a los negros! ¿No has oído el caso de Wilkinson, el de la tercera? Parece ser que…
- Vale, vale lo que tú digas. La verdad es que no sé qué hacer, estoy un poco harto de esta mierda pero tampoco quiero ser el perrito faldero de ningún oficial.
- Pues haz o que te dicen tío. Hazles un poco de caso y ya verás cómo levantan la bota rápido.
- Tal vez sea lo mejor, al fin y cabo nadie conoce mejor este agujero que yo.
- Además piénsalo de esta manera, se acerca la festividad del Tet. Los comunistas decretarán una tregua que después ellos mismos se encargarán de romper.
- Sí, tal vez como dice el Capitán sea hora de jugar para el equipo.

Tras presentarse a primera hora en la oficina del Capitán, Simons fue liberado de servicio y se puso manos a la obra haciendo un inventario de agujeros en la seguridad de la base. Empezando por lo básico presentó un informe sobre todos los sitios (o eso dijo) por los que él solía escabullirse: alambradas cortadas cerca de postes, fosos poco profundos, madejas de alambre con demasiada separación como para que se infiltren zapadores, etc. Simons pensó que como el Capitán no le había dado un plazo de entrega era un buen momento para tomarse las cosas con calma, al fin y al cabo, siempre era mejor estar en retaguardia que patrullando la selva así que disfrutó pensando que tendría un par de días o tres de descanso mientras relataba todo en informe. Al día siguiente sus compañeros salieron de patrulla puntualmente a las seis de la mañana; que él no fuese no le daba derecho a dormir más sólo que en esta ocasión sus armas iban a ser un lápiz y un papel. A pesar de que pensó que se podría acostumbrar fácilmente a la vida de retaguardia no dejaba de pensar en sus compañeros; tal vez estaban siendo víctimas de una emboscada, alguien podría haber pisado una mina o lo que sea. Intentó quitarse esas ideas de la cabeza y proseguir con su cometido. Apenas habían pasado unos minutos cuando oyó el ruido de un helicóptero que aterrizaba y varios soldados se acercaban a la carrera. Vio en una camilla a un soldado con la cabeza y el cuello vendados al que no pudo reconocer desde esa distancia y una bolsa de plástico llena. Simons notó cómo un escalofrío le bajaba por la columna. No tenía muy claro si quería saber quién era el herido pero se acercó para descubrir que era Lucky Strike. Lucky Strike era un chico con un apellido polaco impronunciable llegado de Kansas hacía apenas dos meses que como él mismo decía “no sabía ni coger el hierro” y se había ganado rápidamente la simpatía de todos con sus chistes, historias e imitaciones. Le habían apodado de esa manera porque en su primera patrulla el Teniente Phillips le puso en cabeza abriendo la marcha del pelotón. Estaba tan tenso que no vio un cordón detonante que cruzaba la estrecha senda por la que iba y aunque la granada salió de la lata no estalló. Según todos se había ganado ese apelativo a la fuerza.

- Lucky – dijo Simons- ¿Qué te ha pasado?
Lucky intentó girar el cuello para mirarlo y con un hilo de voz acertó a decir “Francotirador”.
- Uno de los camilleros graznó: apártate chico tenemos una vida que salvar.
- ¿Alguno sabe quién es el de la bolsa?
- ¡Averígualo tú mismo!

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La aproximación.

Simons fue a hablar con el piloto y éste le contestó que el de la bolsa era el Teniente Phillips. A última hora de la tarde llegó el resto de la compañía. Se moría de ganas por saber de primera mano qué había ocurrido. Una vez hubieron desmontado de los Hueys, Simons se acercó corriendo a sus compañeros y se preguntaron a la vez por lo ocurrido y por el estado de salud de Lucky Strike. Simons les dijo que había oído comentar que Lucky Strike viviría pero que se había ganado un billete de vuelta al Mundo y que se moría de ganas por saber qué había ocurrido. El SP5 Smith tomó la palabra y empezó a relatar:

- Nos acercamos por el Norte a un pueblecito que según inteligencia era afín al Vietcong. El Teniente Phillips había estado observando con sus prismáticos el pueblo y todo parecía más o menos normal. Mientras nosotros nos desplegábamos en abanico mandó a López y a Johansson que lo hicieran por el Oeste. Reunimos a toda la gente y el Sargento y el Teniente empezaron a interrogar al jefe.
- Sí, lo de siempre. No VC. VC número diez. Yo ama americanos y toda esa mierda – añadió el soldado River.
- Eso mismo – apostilló Smith. Entonces aparecieron López y Johansson con dos AKs y dos pijamas negros. En ese momento oímos un disparo y vimos caer al Teniente.
- Cayó como un saco de patatas – añadió River. Le acertó en toda la cabeza. El muy gilipollas llevaba todavía colgando los prismáticos del cuello así que el francotirador no tuvo muy difícil acertar quién era el que mandaba. Nunca sabrá qué le golpeó.
- Eso es – volvió a decir Smith. Nos replegamos a un lado del pueblo mientras los aldeanos huían en desbandada pero aquél francotirador nos tenía sitiados así que a ese novato de mierda se le ocurrió hacer un poco de John Wayne. Salió corriendo, el francotirador le acertó pero delató su posición y le tiramos con todo. El Sargento pidió un helicóptero pero ya no podíamos hacer nada por el Teniente y el resto ya lo sabes.

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Evacuación médica

Simons no pudo evitar sentirse triste. El Teniente le había tocado los huevos un par de veces pero suponía que por su incompatibilidad de caracteres: uno quería ser un buen oficial y hacerlo bien mientras que el otro sencillamente no quería hacer nada. Esa noche Simons tuvo muchas cosas en las que pensar. A la mañana siguiente se presentó a primera hora en la oficina del capitán:

- Señor, aquí tiene el dossier que me pidió. Son aproximadamente 30 puntos por los que una persona de estatura media o pequeña podría infiltrarse sin mucho problema en nuestra base. Por otro lado no he podido evaluar todavía la seguridad nocturna señor. Las zonas oscuras o los posibles puntos ciegos que puedan dejar los focos.

- Muy bien hijo, tu informe llega justo a tiempo. Ayer mismo recibí un informe de inteligencia que dice que hay una notable presencia comunista en la zona y se espera un ataque a la base a corto plazo.

Simons en ese momento se sintió realmente útil. Pensó que su informe para mejorar la base bien podría servir para salvar alguna vida. Aunque le pidió permiso al Capitán para incorporarse al servicio normal con su unidad, el Capitán Sanders se lo denegó. Alegó que como todavía no había evaluado los puntos oscuros ni ciegos serviría mejor haciendo alguna imaginaria con el resto de su unidad. Mandaría a otra compañía de relevo a patrullar mientras ellos se encargaban de los perímetros de la base. Ese día el Sargento Anderson comenzó a repartir turnos y posiciones. Cuando llegó a Simons le dijo:

- Simons, turno doble. Segunda y tercera guardia. La primera estarás libre para hacer tu trabajo de secretaria. Después relevarás a Lieberman y River en su bunker y harás guardia con el cabo Mathews. ¿Alguien tiene alguna duda?
- No Sargento.


La cosa estaba tan mal. La primera guardia se la pasaría paseando y apuntando y la segunda estaría con Mathews. Mathews era todo un veterano, le quedaban 26 días y siempre se habían llevado genial. Se habían salvado el culo alguna vez y ambos sabían que podían contar el uno con el otro para cualquier cosa. La primera fase de la guardia la pasó muy tranquilo, se fue a uno de los baños para fumarse un porro y después empezó a anotar lo que debía. Lo cierto es que con lo que había anotado en el primer informe ya casi estaba todo completo ya que era una base bastante pequeña y por la noche estaba todo bastante bien vigilado y el Capitán había tenido cuidado de mejorar inmediatamente todo lo que le había dicho. Cuando vio que era la hora del relevo se dirigió al bunker donde debía cubrir la guardia. Una vez allí vio que Mathews ya había llegado y tenía las cartas preparadas para una noche de póker.

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Base del 25 de Infantería

- Joder Mathews, como nos pille el Sargento nos la cargamos con todo el equipo.
- Tranquilo tío, el Sargento no ve mucho más allá del culo del capitán y ahora no tenemos Teniente así que relájate.

Apenas había terminado de decir esto cuando unos silbidos procedentes de la espesura cruzaron el cielo en dirección a la base.

- ¡Morteros! ¡Ataque de morteros! – gritó Simons.
- ¡Joder, están por todas partes! ¡Hay miles! – dijo Mathews.- ¡A la derecha! ¡A la derecha! ¡Ahí va un zapador!
- ¡Le he dado a uno! ¡Le ha explotado la cabeza!
- ¿Sólo a uno? ¡Mejor que mejores la puntería o les enviarán a nuestros padres una carta, una bolsa y un corazón púrpura! ¿Tienes cargadores? ¡Sólo me queda uno!
- A mi también, quédate con el mío mientras voy a coger municiones.
- ¡Hijo puta, no me dejes solo, te voy a matar!

Apenas había salido Simons del bunker notó que algo le empujaba hacia delante con gran virulencia. Cayó al suelo aturdido, no podía levantarse ni enfocar la vista pero vio que el bunker donde había estado hacía escasos momentos había recibido un impacto directo de mortero y de entre los sacos terreros asomaba un brazo inerte y destrozado. Aquella imagen le trastornó. Su amigo Mathews hasta hace un minuto estaba a punto de ser licenciado y ahora sin embargo estaba muerto. Simons empezó a sentir congoja y furia a partes iguales; cogió un M-16 junto con todos los cargadores que pudo, un M-79 y granadas. Sin pensárselo dos veces empezó a correr en dirección a la alambrada mientras disparaba todo lo que podía. Por un instante pensó en Lucky Strike y en lo que había despotricado de él por hacer el John Wayne pero en ese momento sólo quería matar Vietcongs y si moría, que fuese habiéndose llevado a todos los posibles por delante. Sus compañeros le veían desde los bunkers sin creerse lo que veían y empezaron a cubrirle. Dominado en ese momento por la ira Simons se sabía invencible porque como había dicho en muchas ocasiones antes “aunque camine por el Valle de las Sombras y la Muerte no temeré ningún mal porque soy el mayor hijo puta de todo el valle”. Pero nadie es invencible, Simons de repente sintió el impacto de algo y cayó al suelo. Tras algunos minutos más de acoso el Vietcong se retiró y los americanos salieron a hacer limpieza y recuento. Había innumerables destrozos y habían sufrido algunas bajas pero aunque pareciese increíble, en toda aquella maraña de cadáveres, hierros retorcidos y fuegos sin apagar habían encontrado a un soldado que todavía respiraba y que luchaba por sobrevivir. Fue trasladado a un hospital donde los médicos se tuvieron que emplear a fondo en el quirófano y estuvo ingresado inconsciente casi una semana. Una mañana mientras descansaba en su cama se abrió la puerta de su habitación:

- Capitán Sanders, qué sorpresa.
- Buenos días hijo, cómo estás.
- Me duele todo, Señor. Es como si me hubieran dado mil palizas.
- ¿Recuerdas algo de lo que sucedió esa noche? – dijo el Capitán Sanders.
- Más bien poco, Señor. Recuerdo el golpe, lo de Mathews y como que me volví loco. No puedo decirle mucho más Señor.
- ¿Es que querías ganar la guerra tu solo, hijo?
- No Señor, le repito que no sé lo que me pasó. No recuerdo mucho. ¿Sabe? Me han dicho los médicos que me dispararon por detrás. Parece que fue fuego amigo.
- Ya nos vas a tener que preocuparte más por eso hijo, te vas a casa. Que sepas también que el sargento Anderson fue alcanzado de gravedad aunque vivirá y también le mandan a casa.
- Me alegro, es un buen hombre y no quiero quedarme en un pelotón donde el sargento y el Teniente son unos novatos.
- Tus apuntes nos vinieron muy bien hijo y además he rellenado una solicitud para que se te conceda una estrella de bronce. ¡Serás un héroe condecorado! ¿No estás contento hijo?
- Pues sí señor, muchas gracias pero gustosamente la cambiaría por una cosa.
- ¿Por qué hijo? – dijo el Capitán Sanders sonriendo.
- Porque dejara de llamarme hijo – le contestó Simons.

El Capitán Sanders cambió la expresión de su cara, giró sobre sus pasos y desapareció.

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