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Mucho se ha escrito sobre la célebre batalla de Rocroi, librada el 19 de mayo de 1643 entre los ejércitos de España y de Francia: que si puso fin al mito de la invencibilidad de los tercios españoles, que si fue la batalla decisiva a partir de la cual la Monarquía Hispánica perdió su hegemonía europea a manos de la pujante Francia… La sangrienta batalla librada ante los muros de aquella pequeña ciudad del norte de Francia se ha convertido, incluso para muchos españoles, en un acontecimiento decisivo. Sin embargo, hay algo que muy pocos saben, y es que apenas unos meses después de la victoria del joven Duque de Enghien sobre los legendarios tercios españoles, los ejércitos de Francia tuvieron su propio Rocroi.

El 25 de noviembre de 1643, al anochecer, los maltrechos restos de un ejército francés formado por 18.000 combatientes bajo el mando del mariscal Josias Rantzau, veterano de Rocroi, se rendían tras de los muros de la ciudad de Tuttlingen, en el Ducado de Würtemberg, a un ejército combinado de fuerzas imperiales, bávaras, españolas y lorenesas. 4.000 de los soldados franceses y alemanes que formaban las tropas de Rantzau habían muerto en la lucha o estaban heridos. Por el contrario, sus vencedores apenas tenían bajas que lamentar.

La batalla de Tuttlingen, pese a constituir la mayor catástrofe francesa de la Guerra de los 30 años, sigue siendo, hoy en día, desconocida incluso entre los expertos. Parece conveniente, pues, arrojar algo de luz sobre este hecho de armas tan poco conocido.

Imagen: La batalla de Rocroi. Óleo de Sauveur Le Conte (Musée Condé, Chantilly).

Antecedentes

La “Sorpresa de Tuttlingen”, como se ha llamado tradicionalmente a este choque tan funesto para las armas francesas, fue solo un punto y seguido en la cruenta Guerra de los 30 Años. Geográficamente puede enmarcarse en un teatro de operaciones abierto en 1639 y que se extendía de Westfalia hasta Baviera. Ese año, el Cardenal Richelieu, primer ministro del rey Luis XIII, aprovechó la muerte del general mercenario Bernardo de Sajonia-Weimar para fusionar su ejército –que desde 1635 combatía pagado con dinero francés– con un cuerpo de tropas francesas en el llamado Armée d’Allemagne, un ejército a las órdenes del general Guébriant que durante los años siguientes combatió contra los imperiales en el Rin.

Guébriant tuvo que afrontar las pretensiones y la escasa disciplina de los antiguos coroneles weimarianos Taupadell, Erlach y Rosen, pero al cabo de dos años logró convertir su ejército en un cuerpo efectivo e infligió una severa derrota en Kempten, Westfalia, a un ejército auxiliar imperial al mando del general Guillermo de Lamboy. La derrota, terrible en términos numéricos -6.500 de los 8 o 9 mil efectivos imperiales se perdieron–, obligó al Ejército español de Flandes, que acababa de vencer a los franceses en Honnecourt, a interrumpir su avance en suelo francés para acudir al Rin a frenar los progresos del general francés y sus aliados alemanes.

Al año siguiente, 1643, Guébriant, ya mariscal, hizo campaña en el arzobispado de Colonia y el ducado de Jülich sin que aconteciera ninguna batalla de importancia hasta que, en agosto, dirigió los pasos de su ejército hacia el Alto Danubio. Reforzado por un cuerpo de 2.600 caballos y 4.000 infantes recién llegados del ejército del duque Enghien –que acababa de tomar Thionville tras vencer en Rocroi a los españoles–, Guébriant sitió la plaza fortificada de Rottweil.

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Jean Baptiste Budes, Comte de Guébriant. Grabado procedente de la Biblioteca Nacional de Austria.

Aunque la ciudad finalmente capituló el 19 de noviembre, tras 12 días de asedio, dos desgracias sucedieron al ejército francés en ese breve período de tiempo. La primera fue que el coronel de caballería bávaro Johann von Sporck atacó por sorpresa el cuartel del general Rosen en la cercana localidad de Geislingen y prácticamente aniquiló tres regimientos de caballería (Viejo de Rosen, Oehm y Guébriant), «los tres mejores regimiento de caballería del ejército», en palabras de un alto oficial francés del ejército. La segunda y más importante fue que el día 17, durante el asalto general que concluyó en la rendición de la plaza, Guébriant fue alcanzado por una bala de cañón de 3 libras que le destrozó el codo. Gravemente herido, falleció al cabo de una semana ante la impotencia de sus hombres.

Perdido Guébriant, el mando del ejército recayó sobre el hombre que comandaba las tropas enviadas por Enghien; el veterano mariscal Josias Rantzau, de origen danés, a quien el historiador francés Emile Charvériat describió como «un alemán de insolencia extrema y coraje feroz». Hombre de indudable valor, Rantzau había perdido una pierna y la movilidad de una mano combatiendo contra los españoles que trataban de socorrer la ciudad sitiada de Arras en 1640. Dos años más tarde, cubierto de heridas, había sido hecho prisionero en Honnecourt. Por desgracia para sus hombres, Rantzau era un pésimo estratega y era detestado por los coroneles weimarianos.

Camino a la desgracia

El 20 de noviembre el ejército francés partió de Rottweil hacia las fuentes del Danubio en busca de una posición fuerte donde acantonarse ante la previsible llegada del ejército bávaro. Rantzau y Rosen fueron de la opinión que la vieja población de Tuttlingen ofrecía las ventajas necesarias para fortificarse al tiempo que recibir aprovisionamiento constante desde Rottweil. Otros oficiales, como el general Montausier y el coronel Ohem, preferían la región abrupta que se extendía desde las estribaciones septentrionales de los Alpes y que ofrecía, a priori, una posición más ventajosa. Algunos oficiales –Taupadell, Sirot, Maugiron, Roque-Servière– simplemente no tenían opinión o no se atrevieron o no quisieron a darla.


Tuttlingen y el castillo de Honberg según un grabado contemporáneo de Merian.

La marcha hacia Tuttlingen duró cuatro agotadoras jornadas y dejó un reguero de desertores por el camino. La plaza, edificada junto al Danubio, se reveló un lugar de escasas cualidades defensivas: las endebles murallas que rodeaban la villa carecían de camino de ronda y presentaban hasta 30 brechas en distintos tramos, varias de ellas practicables a caballo. La posición más fuerte era el castillo de Honberg, que se alzaba en una colina separada de la población por un cementerio. Entre los tres lugares se instaló el cuartel general y se acuartelaron dos regimientos de infantería (de la guardia y de Klug) con todo el parque de artillería y las municiones.

El grueso del ejército –unos 8.000 hombres– se acantonó en la villa de Möhringen y sus alrededores, mientras que una avanzada al mando del general Rosen, compuesta por 8 regimientos de caballería, 2 de dragones y 3 de infantería, hizo lo propio en Mühlheim con órdenes de batir la campaña para prevenir un ataque sorpresivo de los enemigos imperiales y bávaros. El tiempo que tomaba el camino de Möhringen al cuartel general era excesivamente largo: 2 horas; y resulta fácil juzgar que la distancia entre los cuarteles era demasiada para una defensa eficaz.

Reacción imperial

Los movimientos del ejército francés alrededor de Tuttlingen no pasaron inadvertidos a los comandantes de los ejércitos imperial y bávaro, ni al duque Carlos IV de Lorena, las tropas del cual incluían un buen número de unidades españolas de los Ejércitos de Flandes y de Alsacia al mando de Juan de Vivero y Menchaca, comisario general de la caballería de Flandes. Los ejércitos coaligados habían unido fuerzas previamente en la ciudad de Tubingen, al norte de Würtemberg, para tratar de organizar un socorro a Rottweil, de modo que sus principales comandantes estaban atentos y expectantes a las maniobras francesas.

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Tropas francesas

En Tubingen tuvo lugar, tras la pérdida de Rottweil, un consejo de guerra entre el comandante nominal de los imperiales, Johann von Götz, su 2º al mando y cabeza efectiva Melchior von Hatzfeld, el duque Carlos, y el aguerrido general bávaro de origen lorenés Franz von Mercy, un veterano y brillante oficial. El propio Mercy y Hatzfeld lograron convencer al indeciso Götz de aprobar un plan de ataque, de modo que el ejército coaligado, que sumaba unos 20.000 hombres –no solo imperiales, loreneses, bávaros y españoles, sino también tropas del arzobispado de Colonia, restos del cuerpo de Lamboy y otras unidades de la Liga Católica–, se puso en marcha hacia Tuttlingen resuelto a vengar la caída de Rottweil.

Los coaligados pasaron a la orilla meridional del Danubio en Sigmaringen, dejaron el bagaje en Riedlingen, y se detuvieron finalmente en la población de Messkirch, desde donde se despacharon algunas partidas de caballería a reconocer el terreno. Estas avanzadillas trajeron a Messkirch la noche del 23 de noviembre algunos prisioneros franceses, que revelaron al ser interrogados que Rantzau se creía seguro en su acantonamiento y que el ejército permanecería en torno a Tuttlingen al menos tres o cuatro días más. Con esta información, Mercy y Hatzfeld resolvieron comenzar el ataque, o mejor dicho, la sorpresa.

La “Sorpresa de Tuttlingen”

Al amanecer del 24 de noviembre, el ejército coaligado, formando en orden de batalla con una vanguardia de 1.500 caballos y 600 mosqueteros a las órdenes de Johann von Werth, un fiero oficial de caballería del ejército bávaro, avanzó silenciosamente sobre Tuttlingen. A las 3 de la madrugada Werth y sus tropas emergieron del bosque que se extendía al sur de la población a través de un estrecho pasaje y, en medio de una fuerte nevada, cayeron de improviso sobre el parque de artillería custodiado en el cementerio de Tuttlingen. En su camino, Werth y su vanguardia no se toparon con ninguna patrulla francesa o weimariana, de modo que, sin ser vistos ni oídos, cargaron sobre los escasos guardias presentes y se hicieron dueños de los cañones.

Sorprendidos por la carga de los coraceros imperiales y los dragones bávaros, estos últimos al mando del coronel Wolf, los centinelas franceses apenas tuvieron tiempo de poner pies en polvorosa. El fuego de mosquetería y el ruido de sus propios cañones vueltos contra ellos despertaron de súbito a los soldados franceses acuartelados tras las murallas de Tuttlingen. Era tarde para reaccionar, pues Mercy cercaba en aquellos momentos la plaza con el grueso de la caballería, mientras Hatzfeld bloqueaba cualquier vía de escape en la orilla opuesta del Danubio. Abrumados por la virulencia del ataque, los defensores del castillo de Honberg se rindieron tras una débil resistencia.


La batalla de Tuttlingen según un grabado coetáneo de Merian. Se muestran las distintas fases del encuentro simultáneamente.

Cercado dentro de Tuttlingen, Rantzau se aprestó a la defensa para dar tiempo a las tropas acuarteladas en Möhringen y Mühlheim a acudir en su ayuda. En efecto, Rosen movilizó a sus hombres y trató de alcanzar la plaza sitiada siguiendo la orilla derecha del río, que suponía libre de enemigos. Nada más lejos de la realidad. Lo aguardaban, bloqueándole el paso, Hatzfeld y Gaspard von Mercy, hermano de Franz, que lo acometieron con decisión y pusieron en fuga a sus hombres. Toda la infantería pereció o fue hecha prisionera, y el bagaje al completo cayó en manos de los aliados. Rosen logró escapar con algunos de sus oficiales y parte de la caballería, tras ser perseguido durante bastantes horas por la caballería bávara del coronel Sporck.

Entre tanto, Werth, con un cuerpo numeroso, avanzó por ambas orillas del río y cercó Möhringen. Los regimientos franceses allí acantonados, al mando del general barón de Vitry, trataron de huir por el margen izquierdo del río, pero fueron frenados y rechazados de nuevo hacia el interior de la plaza, donde se defendieron con obstinación parapetados como podían. Puesto que los sitiados no estaban dispuesto a rendirse, Werth estableció una batería en la orilla derecha y bombardeó la villa hasta el anochecer. La mañana del día siguiente, 25 de noviembre, los generales y tropas que resistían en Tuttlingen capitularon, siendo imitados poco después por los defensores de Möhringen. Pocas horas antes fallecía en Rottweil el mariscal Guébriant.

Resultados

El ejército francés sufrió la pérdida de hasta 4.000 hombres entre muertos y heridos. Además, 7.000 de sus soldados y oficiales, incluyendo al desdichado Rantzau, 8 generales 9 coroneles, 12 ayudantes de campo y otros 240 oficiales, fueron hechos prisioneros. Regimientos enteros dejaron de existir, y aquellos que lograron escapar y llegaron a Rottweil lo hicieron deshechos y sin bagaje. De los prisioneros de renombre, Rantzau quedó en manos del duque Carlos y fue enviado a Worms con otros oficiales. Los restantes comandantes se los repartieron Hatzfeld, los hermanos Mercy, Werth y el coronel Wolf. El rescate de Rantzau costó 24.000 reichathalers, 10.000 el de cada mariscal de campo, 1.000 el de cada coronel, y 200 el de cada capitán.

Rottweil regresó a manos imperiales el 19 de diciembre tras un corto asedio. Para entonces el rigor del invierno obligó a ambos ejércitos a poner fin a sus actividades y tomar sus cuarteles invernales. Mercy, con los bávaros, permaneció en Würtemberg; Hatzfeld se dirigió a la Franconia; el duque Carlos quedó en el Palatinado, los españoles marcharon hacia Luxemburgo, y Lamboy descendió por el Rin en barcas hasta Colonia. Así terminó el año de Rocroi, con el flamante ejército francés vencido y sus generales enzarzándose en recriminaciones mutuas por la derrota. Pero si bien Francia no triunfó en el campo de batalla, resulta indudable que si lo hizo en el campo de la propaganda. La historia, desde entonces, es sobradamente conocida.

Nota sobre el ejército español en Tuttlingen

Los regimientos españoles que participaron en la batalla a las órdenes de Juan de Vivero fueron enviados al duque Carlos de Lorena por Francisco de Melo, gobernador de los Países Bajos. Fueron 7 regimientos de caballería (Jacinto de Vera, Conde de Linares, Donecquel?, Brouck?, Sanary?, Barón de Eniet? y Carlos Padilla) y 2 de infantería (Rouveroy y Frangipane Geraldine), además de varias compañías sueltas del Palatinado. En total, 2.000 infantes y 2.000 caballos.

Bibliografía

De Peyster, John Watts. The history of the life of Leonard Torstenson. Platt & Schram, printers, 1855.
Noailles, Amblard-Marie-Raymond-Amédée. Episodes de la Guerre de Trente Ans. Paris: Perrin, 1912.
Guthrie, William P. The later Thirty Years War: from the Battle of Wittstock to the Treaty of Westphalia. Greenwood Publishing Group, 2003.
Relación anónima incluída en: Memorial Histórico Espanol; Colección de Documentos, Opúsculos y Antigüedades, Volumen 17. Madrid: Real Academia de la Historia, 1863.


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