1. Conceptos generales.


“Navis longa” (plural: "naves longae") es el término genérico que solían usar los romanos para hablar de una nave de guerra rémica; en contraposición a las naves “redondas” mercantes o simplemente frente a aquellas naves a remo que no tenían el característico casco alargado y estrecho de un navío de guerra. En general el término común para una nave mercante era “navis oneraria”, mientras que una “navis actuaria” era normalmente una galera de carga/transporte de tropas.

Aunque portaban velas para su uso en condiciones favorables, la propulsión de una galera residía en sus remos alineados en cada amura y propulsados por remeros. Si se quería mayor velocidad, aparte de diseñar un casco que presente una menor resistencia al movimiento, estaba la solución obvia de incrementar la “potencia motriz”.
La primera opción era incrementar la eslora de la nave para que pueda acoger más remos por amura (con su correspondiente remero). Incrementar la eslora mas allá de cierto punto, ponía en peligro la integridad estructural del casco cuando este se ve sometido en el mar a los esfuerzos de arrufo y quebranto, que llevarían a la galera a partirse por el centro.


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Demostración de los esfuerzos de quebranto y arrufo sobre una galera (gráfico para la Aventura de la Historia)


Una segunda solución era incrementar el número de remeros por bancada. Lo mas sencillo es poner a varios remeros a propulsar el mismo remo pero hay que tener en cuenta que el incremento en potencia no es proporcional al número de remeros. Una alternativa es el sistema medieval de remo “alla sensile” por el que varios remeros se sentaban en una misma bancada usando cada uno su propio remo (de longitudes diferentes); pero no hay indicios de que dicho sistema se diera en la antigüedad.
En cualquier caso aumentar la bancada, suponía aumentar la manga de la nave alterando la relación eslora/manga y por tanto presentando el casco una mayor resistencia al avance en el agua. Esto nos lleva a la solución de que en vez de añadir remeros a lo ancho, los añadamos a lo alto; es decir colocar remeros a diferentes alturas, cada uno manejando su propio remo.
En principio era eficiente tener galeras de hasta 3 órdenes/niveles de remos. A la hora de colocar a los remeros había que tener en cuenta que lo ideal era colocarlos lo más bajo posible de tal manera que el centro de gravedad de la galera permanezca bajo. También aquí se tenía que tener en cuenta que para bogar de manera eficiente el ángulo con el que el remo entraba en el mar debía ser lo menor posible. 

 

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Visión antigua de las galeras clásicas. Como vemos los ilustradores de otras épocas pensaban que construir galeras de mayor orden implicaba simplemente tanto alargar la nave como añadir niveles de remos y amontonar remeros, sin preocuparse mucho de si eso era o no factible/práctico.


A la hora de clasificar los navíos nos encontramos con algunos problemas por los términos usados por los cronistas antiguos, a lo que se añade que algunos utilizaban términos latinos y otros griegos; sin contar con los posibles errores introducidos por los copistas medievales al copiar términos que no sabían a que correspondían. Además con el paso del tiempo se puede dar la situación de que una misma denominación ya no indique el mismo tipo de nave que en algún siglo anterior o viceversa que un mismo modelo de nave cambie de nombre debido a los usos de la época. 
En general, las naves inferiores al trirreme eran nombradas de varias formas y venían en muy distintos tipos y formas. Y de hecho no era raro que un modelo de nave viniera en dos versiones, una con un único nivel de remos (monorreme/monocrota) y otra con dos (birreme/dicrota).
Al llegar al trirreme (triremis/trieres) empezaba un nuevo tipo de clasificación. Las galeras a partir de este orden se debían considerar lo suficientemente “normalizadas” como para distinguirlas únicamente según el orden: 3 – trieres, 4 – tetreres, 5 – penteres, 6 – hexeres, y así hasta 40 – tessarakonteres. Aunque las denominaciones griegas eran en teoría también oficiales en Roma, en la práctica los términos se latinizaron como triremis, quadriremis, quinqueremis... 
En su día los términos generaron bastante confusión pero hoy se acepta que el numeral de orden no se refiere al número de niveles de remos sino al número de remeros (o bancos individuales). 


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Diversas combinaciones en cuanto a remeros y a remos a varios niveles. Hay que considerarlo simplemente un esquema simplificado, en el que no quedan reflejadas todas las opciones y no se reflejan las posiciones relativas de los remeros ni la anchura (manga) necesaria en cada navío para acoger la combinación señalada.


Aunque la velocidad y la maniobrabilidad eran importantes en combate -sobre todo si se querían utilizar las tácticas clásicas de combate con espolón-, llegó un momento en que los diseñadores antiguos pasaron a prestar atención a otro aspecto de las galeras como arma de combate: el combate al abordaje. Un primer paso era pasar de usar galeras afractas (sin cubierta) a catafractas (con cubierta), con el consiguiente aumento en el peso.
Si se querían llevar más “infantes de marina” a bordo se necesitaba más espacio, espacio que se ganaba sobre todo si se aumentaba un poco mas la manga a costa de una peor relación eslora/manga. Aumentar la manga también permitía naves mas estables y mejores plataformas “artilleras”. Los grandes polirremes se podían permitir instalar torres para arqueros y piezas ligeras de artillería de torsión; con las que diezmar a los remeros e infantes enemigos; dejando a la galera enemiga parcialmente incapacitada y vulnerable a un asalto al abordaje.
Así pues hubo un movimiento en busca de galeras más grandes (polirremes), que necesitaban más remeros para mantener un mínimo de velocidad aceptable.


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El harpax de Agripa, un arma diseñada para enganchar a la galera enemiga y facilitar el abordaje, y que se dispararía desde alguna pieza de artillería de a bordo.