Quinquerreme (arriba) y cuatrirreme (abajo), siglo I d.C. (G. Rava).
3. Época Imperial.
3.1 Cuatrirremes, quinquerremes y hexarremes.
El establecimiento del Imperio coincidió con el fin de la última armada mediterránea que se podía oponer a Roma: la ptolemaíca. Octavio Augusto era el amo indiscutible del Mediterráneo, y el Mare Nostrum sólo lo surcaban naves romanas o a lo más las de algún estado clientelar sin relevancia; sin olvidarnos del ocasional pirata. Los quinquerremes y otras naves grandes ya no tenían sentido, por lo que Augusto se libró de gran cantidad de ellos cuando reorganizó la Armada.
Unos pocos quinquerremes y al menos un hexarreme fueron conservados. El destino de estas naves habría sido puramente ceremonial. También es posible que durante algún tiempo no se quisiese prescindir del todo de estos modelos por aquello de conservar viva una cierta tecnología, sin embargo no se tardaría mucho en perder interés (viendo el Imperio consolidado y sin que surgieran amenazas navales) por lo que estas naves acabarían desapareciendo en torno a finales del siglo I d.C. o comienzos del siglo II.
De la época se conservan varios nombres:
Hexarreme: Ops (Escuadra de Miseno)
Quinquerreme: Victoria (una en Miseno y otra en Ravena, ¿la misma nave?), Augustus (Escuadra de Ravena).
Por su parte los cuatrirremes aguantaron un poco más, hasta mediados del siglo III. Su número parece haber sido algo superior al de sus hermanos mayores, pero aun así su presencia parece haber sido bastante limitada. Conocemos nombres de 9 cuatrirremes que sirvieron en la "Classis Misenensis" (escuadra de Miseno): Fides, Vesta, Venus, Minerva, Dacicus, Fortuna, Annona, Libertas, Olivus; y de 6 que sirvieron en la "Classis Ravennas": Fortuna, Mercurius, Neptunus, Padus, Vesta, Victoria.
Los “cuatros” era más económicos de mantener que los “cincos”, siendo todavía “potentes” en caso de una eventualidad, por lo que no es extraño que se reservaran más naves de este tipo. Probablemente constituirían una suerte de reserva “pesada”, así como servir de naves de mando. Cuando Plinio el Viejo, comandante de la escuadra del Miseno, acudió en rescate de Pompeya durante la erupción del Vesubio (79 d.C.), lo hizo en un cuatrirreme.
3.2 Trirremes.
La nueva situación naval elevó al trirreme a una posición prominente. Se trataba de la "navis longa" (o ploia makra) de mayor tamaño que todavía operaba en un nº significativo. De hecho era una galera de batalla que iba algo “sobrada” para combatir el ocasional pirata o las limitadas embarcaciones “bárbaras”. Esto supuso cierta involución de la trirreme, recuperando su ligereza inicial. Ya no hacían falta pesadas naves catafractas, por lo que se le fueron retirando ciertos elementos. A falta de “artillería” enemiga, las protecciones se fueron reduciendo a ligeras “pantallas” en los laterales para proteger a los remeros; y para principios del siglo II nos encontramos con que las trirremes vuelven a ser “afractas”, conservando una prominente plataforma de combate a proa.
Los trirremes tenían una fuerte presencia en las escuadras “pretorianas” de Miseno y Rávena. Se conservan nombres de 50 trirremes en la de Miseno: Concordia, Spes, Mercurius, Iuno, Neptunus, Asclepius, Hercules, Lucifer, Diana, Apollo, Venus, Perseus, Salus, Athenonix, Satyra, Rhenus, Libertas, Tigris, Oceanus, Cupidus, Victoria, Taurus, Augustus, Minerva, Particus, Eufrates, Vesta, Aesculapius, Pietas, Fides, Danubius, Ceres, Tibur, Pollux, Mars, Salvia, Triunphus, Aquila, Liberus Pater, Nilus, Caprus, Sol, Isis, Providentia, Fortuna, Iuppiter, Virtus, Castor; y de 28 en la de Rávena: Esculapius, Apollo, Aquila, Archinix, Ariadna, Augustus, Castor, Concordia, Costantia, Danae, Danubius, Diana, Felicitas, Hercules, Mars, Mercurius, Minerva, Neptunus, Nereis, Pax, Pietas, Pinnata, Providentia, Silvanus, Triumphus, Venus, Virtus, Victoria.
Tácito nos indica que cuando Augusto organizó la armada romana tras Accio, concentrándola inicialmente en Frejus, se asignaron “sociae triremes” a puntos clave en las provincias. Estos trirremes habrían sido inicialmente operados por “aliados”, constituyéndose en las naves de mayor porte de esas primitivas escuadras provinciales. Más tarde se irían constituyendo las escuadras provinciales romanas propiamente dichas, que habrían seguido contando con algunos trirremes, sobre todo aquellas importantes como la Classis Alexandrina en Egipto.
Los trirremes también salieron fuera del Mediterráneo. Desde la creación a principios del siglo I de la Classis Germanica está contó con algún que otro trirreme, operando en la desembocadura del Rin. Tanto Germánico como más tarde Cerealis parecen haber tenido un trirreme como insignia. En la abortada expedición de Calígula a Britania había varios trirremes, y según nos cuenta Suetonio hizo trasladar alguna de ellas “tierra adentro” hasta la propia Roma para su desfile triunfal. A su vez, cuando se creara definitivamente la Classis Britannica, ésta tendría al menos un trirreme (probablemente como insignia).
La última presencia del trirreme, se da en la primera gran batalla naval tras Accio: la del Helesponto (323/324 d.C.) entre Constantino y Licinio. En teoría la derrotada escuadra de Licinio contaba con 200 trirremes (sobre un total de 350) y la de Constantino con 80 “triacónteras” (es de suponer que liburnas de 30 remos) de las “2000” a su servicio; venciendo las pequeñas triacónteras por darse el combate en una zona estrecha en la que las trirremes no podrían maniobrar. Tras el primer enfrentamiento, la escuadra de Licinio intentó salir del Helesponto pero se encontró en su boca ante la escuadra de Constantino (liderada por Crispo), superior en número, y sus almirantes dudaron sobre si acometer o no a los de Constantino, dando tiempo a que un temporal se abatiera sobre la escuadra de Licinio y la estrellara contra los acantilados.
Carece de mucho sentido, el relato clásico de Zósimo en el que Licinio sólo cuenta con trirremes y Constantino sólo cuenta con liburnas/triacónteras. De hecho Constantino habría contado en sus filas con las escuadras “pretorianas” de Miseno y Rávena, frente a Licinio que se habría tenido que conformar con las naves de las escuadras provinciales de Oriente. Lo más probable es que ambos hubieran contado con naves de los varios tipos que operaban en aquella época, y que Constantino hubiera tenido incluso más trirremes que Licinio.
En cualquier caso parece que el trirreme desaparece tras el Helesponto, igual que los grandes polirremes tras Accio. Casi dos siglos más tarde, en tiempos de Zósimo (finales del siglo V – comienzos del siglo VI), se nos dice que la del trirreme es una “tecnología pérdida”.
Trirreme romano, siglo II d.C. (M. Pitassi). Obsérvese como el espolón se curva hacia arriba, una característica de las naves “rostratas” romanas en época imperial.
Trirreme (en primer plano) sirviendo como insignia de Trajano, durante la campaña de Dacia (G. Rava)
3.3 Liburnas y otras naves ligeras.
Las ligeras y prácticas liburnas se convertirían en el verdadero pilar de la armada romana durante la época imperial, hasta el punto de que llegaría un momento, tras la desaparición del trirreme, en que la denominación “liburna” tendría una connotación genérica para definir cualquier nave de guerra.
Vegecio (finales del siglo IV) habla de que “En el presente, todos los navíos de guerra se construyen sobre el mismo modelo, y se llaman liburnas...”
En realidad dentro de las liburnas tendríamos diferentes modalidades para las que los expertos no han conseguido una clasificación clara por falta de información.
Inicialmente la liburna “típica” de comienzos del Imperio, parece haber sido un birreme “afracto” con 50-60 remos, y equipado con espolón; aunque también existirían versiones más simples en configuración monorreme.
En paralelo a la versión de “alta mar” se desarrollan versiones fluviales, como las que aparecen en la Columna Trajana. Sin embargo las naves más típicas de las flotas fluviales serían botes más pequeños monorremes, cuyo ejemplar más representativo sería el de la “navis lusoria”. Una “navis lusoria” típica, tenía 20 remos por amura y un pequeño mástil abatible.
Entre finales del siglo III y comienzos del siglo IV, se introduce un nuevo tipo de nave de guerra en las escuadras provinciales norteñas, que incluye notables diferencias con las liburnas clásicas: parece que el mástil deja de ser abatible, y tanto proa como popa ganan prominencia y suelen estar rematadas por figuras decorativas. Se trataba de naves pensadas para hacer frente a las aguas atlánticas, con mayor manga y calado que las galeras mediterráneas tradicionales. Su configuración podía ser tanto birreme como monorreme con dos remeros por remo. Estas naves de guerra se acabarían trasladando al Mediterráneo. Sin embargo no sabemos si recibieron un nombre especial, o simplemente seguían siendo consideradas dentro de la categoría ya genérica de liburnas. En tiempos de Constantino I hay una referencia “arcaica” a triacónteras (30 remos) y pentecónteras (50 remos), y algún autor opina que estas habrían correspondido a esos modelos de liburnas con influencias atlánticas.
A finales de siglo, nos encontramos a las liburnas reflejadas en la Notitia Dignitatum, así como la referencia a que las “liburnae” de Fravitta destrozaron las balsas con que las tropas del rebelde Gainas trataba de cruzar el Helesponto (399 d.C.).
Para el siglo V, tenemos naves de guerra de tamaño medio con una eslora total estimada de 33,5 metros por una manga de 4,9. Se trata de naves “catafractas” equipadas con espolón, monorremes con dos remeros por remo, y con cerca de 40 remos. Para entonces las torres están ya completamente desaparecidas, aunque estas naves podían seguir montando alguna pieza de artillería ligera. El surgimiento de nuevas amenazas como la vándala parece que se hace notar en la necesidad de una mayor protección para los remeros.
También atribuido a comienzos del siglo V, concretamente en un texto atribuido a Eunapio de Sardes, se habla de un nuevo tipo de liburna de 30 remos denominada dromades, probablemente el antecesor del dromón.
En ésta época el Imperio Romano todavía podía reunir para una operación conjunta una gran cantidad de liburnas. Así para la gran y desastrosa expedición romana contra los vándalos (Cabo Bon, 468) se dan enormes cifras que aunque exageradas (Juan el Lidio habla de 10.000 liburnas) parecen indicar que se podían reunir al menos cientos de ellas.
Esquema de liburna de remada a dos niveles (J. Coates). La representación parece ser de una liburna imperial de 50 remos, siglo I-II d.C.; los 25 de banda se distribuyen entre 12 en la hilera inferior y 13 en la superior.
Liburna birreme afracta, 200 d.C. (G. Rava). Obsérvese el mástil abatido y el característico espolón curvado hacia arriba, propio de la época imperial.
Liburna monorreme y liburna birreme en acción contra los godos en el Bósforo (G. Rava)
Liburna birreme catafracta, siglos III-IV d.C. (G. Rava).
Un par de ejemplares de “navis lusoria”, siglo IV, navegando por el Rin.
Liburnas y naves monorremes más pequeñas (proto-dromones) ardiendo durante la batalla del cabo Bon (468 d.C.) (G. Rava).