EMPEROR THEODOSIUS AND THE GOTHS | Weapons and Warfare

Tras la firma de la paz algunos voluntarios godos se incorporaron al ejército romano formándose con ellos nuevas unidades comitatenses (con seguridad los auxilia Visi y Tervingi, y probablemente también los cuatro Theodosiani creados por esas mismas fechas) y otros se enrolarían a título individual en otras unidades regulares. Gaínas sería uno de los que se unirían por esas fechas al ejército regular, si no lo había hecho ya antes. Pero la gran mayoría de los tervingios quedarían asentados en las provincias de Moesia y Escitia, en la diócesis de Tracia, en calidad de foederati o aliados. En virtud del foedus esos godos quedaban bajo el gobierno de sus propios jefes, estando obligados a prestar al emperador servicio de armas en campañas específicas. El uso de foederati era ventajoso desde el punto de vista económico, lo que tenía importancia ahora que las arcas imperiales estaban casi vacías tras los esfuerzos del año 380. Los soldados regulares recibían una paga combatieran o no, el estado debía de preocuparse por su entrenamiento y manutención y cuando les llegaba la edad de retirarse recibían una recompensa en metálico. En cambio los foederati debían ser mantenidos solo por la duración de la campaña y cuando no estaban movilizados el gobierno podía desentenderse económicamente de ellos. Las dificultades de reclutamiento y los gastos que generaban convertían a los comitatenses en artículos de lujo difíciles de reemplazar por lo que en adelante el peso de los combates recaerá siempre en los foederati, de los que se intentará reunir el mayor número posible antes de cada campaña importante. 

El trato recibido por los godos causó malestar entre la población del Imperio, tanto entre los civiles como entre los militares. Al fin y al cabo se trataba de los mismos bárbaros que habían saqueado durante años las tierras del Imperio causando muerte y destrucción particularmente en la diócesis de Tracia donde ahora se les asentaba. Muchos romanos hubieran preferido una victoria militar “al viejo estilo” y la propaganda imperial hubo de emplearse a fondo para convencer a la opinión pública de las bondades del acuerdo. Aún así la forzada convivencia entre godos y romanos provocó incidentes inevitables. Cuando en Constantinopla un soldado godo fue linchado por la multitud y su cuerpo arrojado al mar Teodosio castigó a la ciudad suspendiendo una distribución de annona. Mayor gravedad tuvieron los hechos de Tomi, en Escitia, donde las querellas entre la guarnición romana y un grupo de godos asentados en las proximidades desembocaron en una batalla campal en la que los bárbaros se llevaron la peor parte. También en esta ocasión Teodosio se puso de parte de los godos ya que al parecer el comandante de la guarnición se había apropiado de los donativos destinados a los foederati. El oficial solo pudo salvar su vida sobornando a algunos eunucos imperiales, lo que da credibilidad a la acusación de corrupción que pesaba sobre él. Teodosio, haciendo de la necesidad virtud, había convertido a los federados godos en la piedra angular de su política militar y mantenerlos satisfechos se convirtió en una prioridad, aunque en ocasiones eso significase desairar a sus súbditos romanos. El sentimiento antibárbaro se había extendido mucho en la sociedad romana y una pequeña chispa podía provocar un estallido violento en cualquier momento. 

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Mientras tanto en Occidente la situación había dado un vuelco dramático: un usurpador llamado Magno Máximo se había alzado en Britania y había cruzado al continente. Graciano salió a su encuentro pero en la víspera de la batalla sus comitatenses desertaron en masa pasándose al usurpador, resentidos por el favoritismo que el emperador mostraba hacia una nueva unidad de alanos (se trataba seguramente de los Comites Alani, que habrían sido reclutados entre los alanos asentados en Panonia). Graciano logró huir pero sus perseguidores le alcanzaron dándole muerte el 25 de agosto del año 383. El general Bauto permaneció fiel a la dinastía valentiniana, encarnada ahora en el débil Valentiniano II, y logró bloquear los pasos alpinos impidiendo que los ejércitos del usurpador entraran en Italia. Eso daba tiempo para que Teodosio interviniera, pero el Augusto oriental no parecía muy interesado en luchar para vengar la muerte de Graciano y proteger a Valentiniano. Máximo y Teodosio eran viejos compañeros de armas que habían servido juntos en Britania a las órdenes del padre de Teodosio y además éste debía albergar serias dudas sobre el resultado de un enfrentamiento entre su ejército y las curtidas legiones galas. Una vez más se optó por la vía diplomática y Teodosio viajó a Italia para forzar un acuerdo de reparto territorial. Se aceptaron los hechos consumados y Magno Máximo fue reconocido como Augusto con jurisdicción sobre Galia, Britania e Hispania, mientras que a Valentiniano II se le permitía conservar Italia, África e Iliria. 

En el año 386 Teodosio tendría la oportunidad de poner a prueba su nuevo ejército. Las olas formadas por el maremoto huno todavía no se habían extinguido y ese año un nuevo grupo de greutungos al mando de un tal Odoteo llegó al Danubio dispuesto a entrar en el Imperio por las buenas o por las malas. Pero los romanos no querían repetir antiguos errores y el general Prómoto bloqueó con eficacia los puntos de paso frustrando todos los intentos de cruzar el río. Decidido a acabar con la amenaza que representaba ese grupo bárbaro Prómoto recurrió a una estratagema. Un grupo de soldados godos fingió desertar y se presentó ante Odoteo ofreciéndose a indicarle un sector no vigilado por el que podría cruzar el río por la noche y atacar por sorpresa al ejército romano. Los bárbaros aceptaron la propuesta y guiados por los supuestos desertores se aprestaron a cruzar sobre balsas y otros medios de fortuna sin sospechar que en la otra orilla, ocultas por la oscuridad de una noche sin luna, aguardaban las flotillas fluviales romanas. Las ágiles galeras dieron buena cuenta de la improvisada flota de invasión y miles de bárbaros murieron en el combate, ahogados por el peso de sus armas o rematados por los soldados cuando lograban poner un pie en la orilla. Los supervivientes fueron asentados como dediticii en Frigia, obligados a trabajar en las fincas de terratenientes romanos pero movilizables en caso de necesidad. Las armas imperiales habían obtenido una gran victoria proclamando que el limes danubiano quedaba definitivamente restaurado: la herida abierta en Adrianópolis se había cerrado, pero al precio de permitir el asentamiento de los godos dentro del Imperio y hacer de ellos el puntal del ejército romano oriental. 

Pero el ejército teodosiano aun debía probar su valía frente a un enemigo más formidable. En el año 387 Magno Máximo cruza por sorpresa los Alpes invadiendo Italia. Las fuerzas de Valentiniano II no pudieron reaccionar y el joven emperador se vio obligado a huir acompañado por su madre y sus hermanas a Tesalónica desde donde exigirá la ayuda de Teodosio. Éste accederá a luchar contra Máximo pero pondrá un precio a su intervención: Valentiniano debía entregarle en matrimonio a su hermana, la joven y bella princesa Gala (Flacila, la primera esposa de Teodosio, había fallecido hacía muy poco tiempo). De este modo Teodosio enlazaba con la dinastía valentiniana y veía muy reforzada su propia posición. Después de la celebración de los esponsales Teodosio demandó a los foederati el envío de los contingentes estipulados y durante la primavera del año 388 se fueron congregando en las proximidades de Tesalónica miles de guerreros íberos, isauros, alanos, e incluso mercenarios hunos llegados desde el otro lado del limes, aunque los más numerosos con diferencia eran los godos. Precisamente durante la concentración de fuerzas se descubrió que un grupo de soldados de ese origen había sido sobornado por agentes de Máximo e iba a hacer defección cuando la ocasión fuera propicia. Al verse desenmascarados los traidores buscaron refugio en las áreas pantanosas cercanas a Tesalónica, donde tropas fieles a Teodosio les dieron caza. Solo un pequeño grupo logró mantenerse oculto pero su número resultaba insignificante y la campaña contra Máximo no admitía más demoras.

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A principios de junio Teodosio salía de Tesalónica el frente de su ejército, integrado mayoritariamente por foederati. Le acompañaban los generales Timasio, maestre de la infantería, Prómoto, maestre de la caballería, y el franco Arbogasto, maestre de la infantería de Valentiniano II que estaba al frente de un pequeño contingente de tropas occidentales. Máximo les esperaba en las proximidades de Siscia, en Panonia, en una posición protegida por el cauce del río Sava. Teodosio ordenó a sus bárbaros un ataque frontal contra las líneas enemigas: los godos, alanos y hunos cruzaron en fuerza el río cargando contra las unidades que ocupaban las alturas próximas a la orilla haciéndolas retroceder. Máximo puso entonces en juego sus reservas, integradas por la flor y nata del ejército galo y mandadas por su hermano Marcelino. La llegada de esas nuevas fuerzas equilibró la batalla hasta que la caída de la noche forzó la interrupción de los combates, que se reanudarían al día siguiente. Durante el segundo día se consumó la derrota de Máximo y sus últimas unidades se rindieron mientras él huía a galope tendido atravesando los Alpes Julianos hacia Aquilea. Con las fuerzas de Teodosio pisándole los talones Máximo logró entrar en la ciudad pero no pudo organizar la defensa y sus perseguidores arrollaron a los guardias de las puertas y lo capturaron. El usurpador fue llevado ante Teodosio, que había levantado su campamento a poca distancia de Aquilea, y pese a sus súplicas fue condenado por traición y ejecutado. Era el 28 de agosto del año 388. 

La rápida victoria de Teodosio parecía confirmar las ventajas de su nuevo ejército: los foederati no solo resultaban más económicos que los comitatenses sino que habían sido capaces de derrotarlos con relativa facilidad. Teodosio restableció a Valentiniano II en su trono y permaneció en Italia una temporada poniendo en orden los asuntos occidentales, pero durante su ausencia tuvieron lugar en la parte oriental del Imperio dos incidentes que pusieron de manifiesto los riesgos que comportaba el empleo masivo de godos. El primero tuvo lugar a principios del año 390 en Tesalónica. Esta ciudad había sido la base de operaciones de Teodosio para la campaña contra Máximo pero en esos momentos, con la mayoría del ejército en Italia, la guarnición había quedado muy reducida. El oficial al mando de esas fuerzas era un godo de nombre Boterico, que tenía a su servicio a un joven copero de gran belleza. Un auriga del circo quedó prendado del muchacho y lo cortejó con insistencia hasta que el general, cansado de la situación, lo hizo encarcelar. Pero el auriga era muy popular, un ídolo de la multitud, y durante las carreras en el hipódromo los espectadores se volvieron hacia el palco reclamando a Boterico su inmediata liberación. El godo se mantuvo firme y su negativa desencadenó un violento estallido de ira popular: una turba enfurecida asaltó el palacio linchando a Boterico y a varios de sus oficiales. Esa violenta reacción respondía al sentimiento antibárbaro perceptible desde la firma del foedus del 382, acentuado por el malestar que había causado entre los ciudadanos de Tesalónica la presencia en la ciudad de gran número de soldados de paso a los que se veían obligados a alojar en sus casas en virtud de la hospitalitas. La reacción del emperador no se hizo esperar y desde Italia se envió una fuerza con la misión de dar un escarmiento a los tesalonicenses. De este contingente se dice específicamente que estaba compuesto por soldados godos lo que daba a la expedición el aspecto de un ajuste de cuentas. La venganza fue terrible: los soldados rodearon el hipódromo de Tesalónica bloqueando las salidas y asesinaron a todos los que se encontraban en el interior del recinto. La cifra de muertos más baja que dan las fuentes es de 7.000. Al parecer Teodosio, presionado por Ambrosio, obispo de Milán, habría dado la contraorden pero ésta no llegó a tiempo para detener la matanza. Los sucesos de Tesalónica contribuirán a ahondar aún más la brecha abierta entre los ciudadanos romanos y los soldados de origen bárbaro. 

El segundo incidente tuvo lugar en los alrededores de Tesalónica, donde las reducidas fuerzas que Teodosio había dejado en la zona no habían sido capaces de acabar con los supervivientes de aquellos godos que habían conspirado para pasarse al bando de Máximo. Los bárbaros, ocultos en los marjales que se extendían cerca de la ciudad, vieron multiplicados sus efectivos al unírseles muchos foederati desmovilizados tras la campaña contra Máximo y poco deseosos de guardar la espada y empuñar de nuevo el arado: para los godos más inquietos una carrera como guerreros a tiempo completo debía parecer mucho más atrayente y lucrativa. Así lo que había empezado como una molestia se convirtió en una amenaza seria y los rebeldes pronto comenzaron a saquear Macedonia desde su refugio en los pantanos. En el verano del año 391 Teodosio regresó de Italia al frente de su ejército de maniobra dispuesto a acabar con un enemigo que aprovechaba las dificultades del terreno para llevar a cabo una incómoda guerra de guerrillas. En septiembre el emperador en persona, acompañado por una reducida escolta, logró capturar a un espía de los rebeldes al que obligó a revelar la situación de su guarida. Teodosio y su general Timasio dirigieron entonces una columna a través de los pantanos hacia el lugar indicado y sorprendieron a los rebeldes matando a muchos de ellos y poniendo en fuga a los demás. Tras el combate el emperador decidió vivaquear en el mismo lugar para dar descanso a sus hombres pero eso resultó ser un error casi fatal ya que los fugitivos se reagruparon y contraatacaron cayendo sobre los confiados romanos. El propio Teodosio estuvo a punto de caer en manos de los bárbaros y solo se salvó gracias a la providencial llegada de refuerzos al mando del general Prómoto. 

Los rebeldes supervivientes, comandados por un joven tervingio llamado Alarico, trasladaron sus correrías a Tracia, donde actuaron como un imán atrayendo incluso grupos de bárbaros venidos del otro lado del limes. Comprendiendo que la campaña prometía más riesgos que gloria el emperador regresó a Constantinopla dejando la dirección de las operaciones en manos de Prómoto. Durante un año el ejército imperial se mostrará incapaz de derrotar a unos hombres que conocían bien las tácticas romanas, y eso será utilizado políticamente por algunos sectores que pedían una salida diplomática, una especie de reedición del foedus del año 382. Prómoto, partidario de la solución militar y el exterminio de los rebeldes, será apartado del mando y enviado a adiestrar reclutas. En septiembre del 392, de camino hacia su nuevo destino, el general y su séquito serán aniquilados en una emboscada. Los atacantes fueron un grupo de bastarnas que habían cruzado el Danubio para unirse a Alarico, pero en la corte circuló el rumor de que la muerte de Prómoto no había sido un hecho fortuito sino que los bárbaros habían sido un instrumento en manos de alguien interesado en la muerte del general. Mientras tanto Teodosio había designado como sustituto de Prómoto a Estilicón, un joven general de prometedor futuro. Si hemos de creer al poeta Claudiano, panegirista de Estilicón, éste habría logrado arrinconar a los rebeldes en un estrecho valle cuando recibió la orden de esperar la llegada de un negociador. El enviado de Constantinopla perdonó a los rebeldes a cambio de que quedaran disponibles para el servicio como foederati y de este modo, por primera pero no por última vez, Alarico logró escapar “in extremis” de Estilicón. El pacto se consideraría más ventajoso que la aniquilación porque una nueva guerra asomaba por el horizonte y Teodosio iba a necesitar hasta el último guerrero bárbaro de que pudiera disponer. 

Tras su victoria sobre Máximo Teodosio había restaurado a Valentiniano II como Augusto de la parte occidental del Imperio. Valentiniano había dejado los asuntos de gobierno a cargo de su enérgica madre Justina, viuda de Valentiniano I, pero ésta falleció antes de ver a su hijo repuesto en el trono por lo que las riendas del poder quedaron en manos del franco Arbogasto, comandante en jefe de las fuerzas occidentales tras la muerte de Bauto en el año 385. Según Juan de Antioquía Arbogasto era hijo de Bauto, aunque ninguna otra fuente lo menciona; en cualquier caso serían parientes y los soldados lo habían aclamado como su sucesor natural. Justina y Valentiniano lo último que deseaban en ese momento era enemistarse con las tropas que todavía les eran fieles por lo que tuvieron que aceptar los hechos consumados. Pero en el año 392 Valentiniano se sintió con fuerzas para deshacerse de la tutela del general y le entregó personalmente una orden por la que le apartaba del mando. Arbogasto hizo trizas el documento diciendo: “Ni tú me has dado el cargo ni tú puedes quitármelo”. El joven emperador en un ataque de ira se lanzó sobre el franco para matarlo pero los guardias lo impidieron. Pocos días más tarde, en la mañana del 15 de mayo del 392, encontraron el cadáver de Valentiniano colgado de una viga en su cámara. Arbogasto informó a Teodosio que el emperador se había suicidado pero muchos, especialmente su hermana la emperatriz Gala, sospecharon que había sido asesinado por orden del general. Cuando el 22 de agosto del 392 Arbogasto elevó al trono a Eugenio, un alto funcionario civil, se evaporó cualquier posibilidad de llegar a un acuerdo y Teodosio se vio abocado a una nueva guerra contra Occidente. 

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Ambos contendientes emplearon el año 393 en preparativos. Arbogasto reforzó las defensas de los Alpes Julianos con unidades comitatenses del ejército de la Galia y auxiliares bárbaros, dejando la iniciativa estratégica en manos del Augusto oriental. Una vez más Teodosio convocó a los foederati visigodos asentados en Tracia y ordenó el reclutamiento de auxiliares en las fronteras asiáticas. Mientras se concentraban las tropas Teodosio intentó atraerse al comes Gildón, comandante de las fuerzas imperiales en África, con la intención de lanzar un ataque combinado que obligara a Arbogasto a luchar en dos frentes. Pero Gildón mantuvo una postura ambigua y finalmente envió a Roma el subsidio anual de grano y aceite para la plebe urbana lo que hizo comprender a Teodosio que no podría contar con su ayuda. Esta fallida maniobra diplomática retrasó el inicio de la campaña y la llegada del invierno bloqueó los pasos alpinos obligando a posponerla hasta la primavera. 

Durante esa forzada pausa el emperador celebró un banquete para agasajar a los jefes godos que habían acudido a su convocatoria: los contingentes godos se habían convertido en la espina dorsal del ejército y era vital asegurarse su lealtad y mantener satisfechos a sus caudillos con donativos y honores. El vino soltó las lenguas y las discusiones de sobremesa fueron subiendo de tono dejando al descubierto la existencia entre los líderes godos de opiniones enfrentadas. Por una parte estaban aquellos que se mostraban descontentos con su actual situación, sometidos a los romanos y obligados a luchar en sus guerras. El más vehemente de ellos era Eriulfo, que abogaba por que los godos rompieran el foedus y recuperaran su independencia. Frente a éstos se alzaban los que preferían respetar los pactos con los romanos y deseaban una asimilación pacífica en el Imperio. Muchos de los que defendían esta postura se habían integrado en el ejército regular y eran ahora oficiales con grandes perspectivas de promoción. De entre ellos destacaba Fravita, que incluso se había unido en matrimonio con una dama romana tras haber obtenido del emperador una licencia especial (lo que indica que por entonces todavía no tenía la ciudadanía). A la salida del banquete Fravita se abalanzó sobre Eriulfo y lo asesinó, y solo la intervención de la guardia imperial logró impedir que los partidarios de Eriulfo acabaran a su vez con su vida. Aunque Teodosio debió sentirse satisfecho de la fidelidad de Fravita su impetuosa acción le había granjeado muchos odios entre los godos que le invalidaban para participar en la inminente campaña. Ahora el emperador debía encontrar otro oficial con carisma y capacidad para ponerse al frente de sus foederati godos: Gaínas sería el hombre elegido. 

Por fin, en mayo del 394, el ejército oriental salió de Constantinopla y se puso en marcha hacia Italia. A su paso por Panonia se incorporaron nuevos contingentes de greutungos, alanos y hunos, seguramente los foederati asentados en esa región, de manera que cuando el ejército de Teodosio llegó al pie de los Alpes las tropas regulares “romanas” constituían una minoría frente a los numerosos contingentes bárbaros (tan solo los tervingios sumaban 20.000 guerreros). La composición y organización del ejército tenían su reflejo en el estado mayor de Teodosio. El comandante en jefe era un romano, el magister militum praesentalis Flavio Timasio, y a su lado debería haber estado su colega el franco Ricomeres, pero éste (que por cierto era tío de Arbogasto) había fallecido poco antes y su puesto fue ocupado por el medio vándalo Estilicón, magister militum per Thracias, que quedó probablemente al mando de los comitatenses. Los otros tres cuerpos de ejército estaban formados por tropas de foederati bárbaros: Bacurio de Iberia estaba al mando de los armenios y otros auxiliares asiáticos y el alano Saulo comandaba a los greutungos y alanos provenientes de Panonia. El cuarto cuerpo de ejército, integrado por foederati tervingios, estaba al mando de Gaínas que es mencionado ahora por primera vez. Gaínas parece que estaba  jerárquicamente por encima de Bacurio y Saulo, tal vez con un cargo equivalente al de comes foederatorum (cuya existencia no está confirmada hasta algunos años más tarde). Gaínas, Saulo y Bacurio, pese a mandar tropas auxiliares bárbaras, no eran líderes tribales sino oficiales del ejército regular. No es casual que cada uno de ellos estuviera al mando de tropas de su misma etnia, ya que resultaba muy ventajoso conocer la lengua y las peculiaridades de los guerreros que tenían bajo su mando. De Bacurio se sabe que pertenecía a la familia real de Iberia, pero aun así tuvo que ganarse su puesto en el ejército romano (estuvo en Adrianópolis al mando de una unidad de arqueros y más tarde ostentó el cargo de Dux Palestinae). De Gaínas, un godo nacido al otro lado del Danubio, las fuentes dicen específicamente que era un hombre sin linaje, y que ascendió al generalato paso a paso desde lo más bajo del escalafón. En la campaña contra Arbogasto y Eugenio se produjo la paradoja de que Gaínas, que no era nadie dentro de la estructura social goda, tenía bajo su mando a líderes tribales como Alarico, perteneciente a la noble casa de los Baltos. 

A finales del mes de agosto el ejército de Teodosio llegaba a los Alpes Julianos encontrándose con la sorpresa de que los puertos de montaña no estaban defendidos. Los orientales inician entonces el descenso hacia las llanuras del norte de Italia para encontrarse con que el ejército de maniobra occidental les estaba esperando, bloqueando su avance en el valle del Frigidus (probablemente el río Vipava en la actual Eslovenia). Las líneas de los comitatenses occidentales se extendían de uno a otro lado del estrecho valle haciendo imposible el flanqueo. La única opción era lanzar un ataque frontal y Teodosio, como ya hiciera en la batalla del Sava, ordenó a sus foederati, con Gaínas y sus tervingios en vanguardia, cargar contra las temibles legiones occidentales. Era el día 5 de septiembre del año 394. En esta ocasión la línea occidental se mantuvo firme y los bárbaros fueron rechazados con pérdidas terribles. Bacurio cayó en combate mientras que Gaínas y Saulo lograron retirarse a duras penas. Los foederati de Gaínas, que habían llevado el peso del combate, tuvieron un índice de bajas del 50 por ciento: 10.000 tervingios perdieron la vida esa sangrienta jornada. 

El optimismo reinaba en el campamento occidental donde suponían que el ejército de Teodosio, habiendo sufrido un castigo tan severo, había dejado de existir como fuerza de combate efectiva. Para asegurar la victoria Arbogasto envió una columna con la misión de rodear durante la noche las posiciones orientales y ocupar la parte alta del valle cortando de este modo su retirada y asegurando su aniquilación. Pero sorprendentemente el comes Arbicio, que estaba al mando de la fuerza de flanqueo, se pasó con hombres, armas y bagajes al bando de Teodosio. En la mañana del día 6 los confiados occidentales se encontraron con la desagradable sorpresa de que el enemigo que creían ya derrotado avanzaba de nuevo hacia ellos con tropas frescas (los comitatenses de Estilicón ni siquiera habrían entrado en combate el día anterior) entre las que podían reconocer los colores de las unidades de Arbicio. La moral de los soldados occidentales se derrumbó y no pudieron resistir por segunda vez el ataque de los teodosianos que por fin lograrán romper las líneas y llegar hasta el campamento de Eugenio. Si hay que creer a los autores cristianos, interesados en mostrar la campaña como un enfrentamiento religioso entre el cristiano Teodosio y el pagano Eugenio, la intervención divina habría favorecido a las armas orientales ya que en el momento de la carga final un furioso viento, el Bora, habría comenzado a soplar desde lo alto del valle hacia las líneas del ejército de Eugenio cegando con polvo a los soldados y frenando, e incluso devolviendo, los proyectiles que lanzaban. Eugenio fue capturado en su campamento y, pese a sus súplicas, entregado al verdugo. Su cabeza sería paseada por las provincias como ejemplo para cualquiera que soñase con usurpar la púrpura. Arbogasto logró escapar y vagó durante unos días por las montañas tratando de burlar a sus perseguidores. Antes de ser capturado con vida prefirió arrojarse sobre la punta de su espada al más puro estilo romano. Teodosio había logrado vencer a todos sus enemigos y emergía como Augusto de un Imperio unificado, pero el hispano iba a poder disfrutar de esa posición menos de cinco meses ya que fallecía de muerte natural en Milán el 17 de enero del año 395.

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