Se da por supuesto que el hombre siempre ha tenido la necesidad de defenderse de sus enemigos y, exceptuando la época actual, amurallar sus ciudades y levantar fortalezas y a esta necesidad la península ibérica no era ajena. Además las murallas no sólo rodeaban ciudades, sino pequeñas villas, monasterios y propiedades privadas.

El fenómeno fue general en toda Europa desde los siglos IX-X hasta el XVI. El castillo era una pieza esencial en la vida de aquella época, se puede estimar como cifra promedio en Europa la de un castillo por cada 40 o 50 Km. cuadrados, es decir, una distancia que permitía un rápido ataque de caballería y su regreso.

La edad de oro de los castillos en Europa se extiende entre los años 1.000 y 1.500, lo que no quiere decir que no se construyeran antes y después, pero aquellos cinco siglos de la Baja Edad Media fueron los que vieron aparecer la inmensa mayoría de los millares de castillos que existen en toda Europa.

El castillo era algo inherente con la vida durante la Baja Edad Media. Pocos son los testimonios escritos de aquella época en que no se haga mención a ellos.

Es común el estado de abandono y ruina de la inmensa mayoría de los castillos españoles, afortunadamente en la última década se puede apreciar un progresivo interés por la restauración de estas edificaciones. La riqueza castellológica en España es todavía considerable a pesar de lo mucho que se ha perdido. En muchas poblaciones españolas, el castillo o la solitaria torre son un testimonio vivo de su historia local, independientemente de su mayor o menor mérito artístico, por lo general suele ser el monumento más antiguo. No sólo quedan rudos castillos que desde lo alto de una roca vigilaban los caminos o defendían al vecindario de un lugar, sino grandiosos monumentos en los que el arte románico, el cisterciense o el gótico son una unión de estilos y épocas. En cuanto a las estructuras se puede encontrar la gigantesca torre al estilo "donjon" anglo-francés, esplendidos conjuntos fortificados con varios castillos, murallas y puertas bellamente decoradas, fortificaciones abaluartadas, palacios reales que se revestían de atuendo fortificado, monasterios amurallados o los castillos con leyendas de brujas o sentimentales.

Criterios de arquitectura y generalidades del castillo medieval

Los castillos y los recintos amurallados de las ciudades suelen ser la rama más desatendida de la Historia de la Arquitectura. Además han atraído principalmente a escritores de corte romántico, que nos han legado relatos centrados en hazañas y leyendas más o menos verídicas, divagaciones sentimentales de los personajes que habitaron esos castillos y, casi siempre, dando mayor realce y amplitud a los hechos históricos -la parte más positiva de dichos escritos- que en su análisis estructural o estilo arquitectónico. Como consecuencia, el conocimiento de los castillos españoles suele ser bastante defectuoso y desigual. Los castillos no son células que hayan surgido esporádicamente, sino que corresponden a situaciones históricas, sociales, artísticas y bélicas, muy distintas y particulares de cada época. Otro criterio a tener en cuenta es la condición social de los propietarios de las fortalezas: monarcas, alta nobleza, pequeña nobleza, obispos y abades, señores rurales, Ordenes Militares e incluso de las ciudades o pueblos. En España, salvo en Cataluña que estaba influenciada por el feudalismo francés, la propiedad del castillo estaba regido por la "Consuetudo Ispanie", según la cual, los castillos pertenecían al rey, que situaba allí un hombre de su confianza, la propiedad de los castillos en manos de la nobleza fue tardía, sucediendo en el último tercio del siglo XIV.

Un criterio arquitectónico se basa en el destino de la fortaleza, pues su estructura responde a la finalidad por la que fue construido. En España se pueden distinguir: grandes fortalezas estratégicas, castillos menores tácticos, castillos-convento, castillos-palacio, casas fuertes, torres ópticas, torres de señorío y hasta iglesias fortificadas. La clasificación según la posición topográfica de la fortaleza: roqueros, montanos, acuáticos, sobre mesetas, en llanuras, en defensa de un puerto, anexo al recinto de una ciudad. Combinando estos criterios con el estudio de su planta y la distribución de sus elementos surge una clasificación tipológica de la fortaleza. La clasificación tipológica de los castillos en España no es tan completa como debería ser a pesar de la gran cantidad de castillos, torres y distintas fortalezas existentes debido a la magnitud de dicha clasificación, para una idea aproximada de dicha magnitud señalar que en Alemania se han clasificado 96 tipos de fortaleza según los criterios anteriormente señalados.

En los siglos IX-X empieza una "castellización" del suelo europeo, aunque hasta el siglo XI, las "motas" o primitivos castillos fueron de madera, elemento abundante en los boscosos países de Europa central y occidental. La aparición de castillos era consecuencia de lo rudimentario de la guerra de entonces, basada en golpes de mano y la carencia de auténticos ejércitos, ejércitos que si tenían los imperios del Mediterráneo, bizantino y musulmán, y también sus ciudadelas eran mucho más perfectas, y de piedra.

Durante el califato cordobés (siglo X), Al Razí en su "Descripción de España" dice: "La península goza de una gran seguridad gracias a los numerosos castillos fuertes y Al-Andalus está dotada de ciudades fortificadas, fortalezas bien guardadas, palacios grandiosos."
Durante la época taifal siglos -XI-XIII- se acentuó la proliferación de estas construcciones pero a un plano particular, consecuencia de la fragmentación del califato.

En cuanto a los reinos cristianos del norte de España, los castillos pertenecían al rey, quien los ponía bajo custodia de un caballero de su confianza y en caso de guerra albergaban una pequeña guarnición. La situación comenzó a cambiar en los siglos XII y XIII con la entrega de algunas fortalezas a las Ordenes Militares. Un dato a tener en cuenta es que en España a diferencia del resto de Europa, el castillo no fue la residencia habitual de un rey o caballero feudal, por mucho que nos atraiga la idea romántica de un caballero o princesa viviendo en su castillo, la nobleza a cargo de los castillos solían residir en casas hidalgas o granjas de labor y, no es hasta el siglo XVI cuando empiezan aparecer las residencias nobiliarias o el "palacio señorial". Los castillos españoles fueron posiciones estratégicas o de refugio, los castillos construidos como residencia nobiliaria fueron relativamente pocos y, casi todos, construidos en el último tercio del siglo XIV.

El siglo XV es el siglo del castillo-palacio nobiliario pero también el canto del cisne de los castillos. Desde su último cuarto de siglo, el progreso de la artillería obliga a las fortalezas y murallas urbanas a una rápida adaptación a las nuevas armas, pero también la centralización de las monarquías provoca una falta de atención hacia los castillos. La artillería sirvió a los monarcas renacentistas para reducir el poder militar de la alta nobleza. El poder de las baronías decae y la defensa de un reino centralizado se basa, como en el antiguo Imperio romano, en las ciudades regias y en las murallas de dichas ciudades. Salvo pocas excepciones, las mansiones de nueva planta que levantará la nobleza a lo largo del siglo XVI, carecerán de toda utilidad bélica, y aunque seguirán conservando sus castillos medievales, su poder militar es prácticamente nulo. La brillante carrera del castillo concebido como fortaleza había llegado a su fin.




Terminología

Etimológicamente castillo se deriva del latín castellum que a su vez, es un diminutivo de castrum. Pero a través de autores clásicos como Vegecio, Cicerón y Livio se puede apreciar un significado más amplio o matices que atribuyen a castellum un sentido más restringido como el asilo o refugio, apoyo para operaciones de guerra, puesto defensivo avanzado de una ciudad, pero si ahondamos y buscamos el origen de las palabras castellum y castrum, la etimología según Vegecio dice que "castillo es una obra militar de poca importancia", Cicerón da el significado de "defensa avanzada de una ciudad, punto de apoyo para el ataque" y Livio nos da el significado de "refugio o asilo ante el enemigo".

En documentos de los siglos X al XII se lee castrum y castellum sin que se aprecien diferencias sobre la mayor o menor magnitud de la fortaleza. En los siglos siguientes se impuso la palabra castillo, motivado seguramente porque las primeras fortalezas construidas por los cristianos eran de pequeño tamaño, y así, el diminutivo absorbió todo el significado del vocablo castrum incluso en las fortalezas de grandes dimensiones. En ambos casos se referían al espacio destinado expresamente para la defensa. Cuando había a sus pies un poblado, el caso más frecuente, los documentos separan claramente la villa del castillo, que incluso pertenecían a distintos señores. Una ojeada a la toponimia española nos descubre numerosos pueblos encabezados por Castillo, Castell, Castellón, Castiello, Castillejo, Castejón, Castellar, Castro etc, etc.

Durante los siglos XIII al XV se usó en Aragón y Cataluña términos derivados del latín fortitudo: forcia, força, fuerza e incluso el plural, fuerzas aunque los medievalistas consideran que es un término que hace referencia a la cerca que se levantaba en la parte alta de los pueblos para su defensa y refugio. También derivan de fortitudo las voces de fortaleza y fuerte, que aparecen desde el siglo XVI por influencia italiana, pero que se aplican más bien a las nuevas fortificaciones adecuadas para la artillería.

La palabra torre es mucho más precisa, su origen procede del latín turris y no requiere más comentarios salvo por la gran cantidad de tipos de torre existentes. Durante la Edad Media se levantaron por doquier, en ciudades, lugares estratégicos, granjas, cerros, puentes o molinos. En documentos medievales abundan las alusiones a torres que se levantaban en defensa de lugares que se repoblaban durante la Reconquista. Por lo general eran castillos reducidos a una elevada torre o como mucho se rodeaba la loma con un recinto cerrado. Numerosos son los pueblos o lugares con el nombre de Torre, Torres, Torrejón o Torralba entre otros.

El término "palacio", es aparentemente ajeno a la fortificación pero en varios documentos -aragoneses y navarros en su mayoría- del siglo XI, se leen frecuentes donaciones de "palacios" en diversos lugares. Entre los siglos VI al VIII se denomina aula a la vivienda de los reyes y palatium a construcción de menor importancia pero digna de albergar reyes. No cabe duda de que aquellos "palacios" debieron ser simples granjas de labor, no construcciones suntuosas ni castillos. Desde el siglo XII, "palacio" se reserva ya a las mansiones de los reyes, obispos y magnates, algunas de las cuales estaban realmente fortificadas. El término latino domus o domo plana aparece en el siglo XIV en varios documentos aplicado a algunos castillos residenciales situados en llano.

En la toponimia española hay infinidad de nombres de origen árabe, ciñéndonos a los de origen militar, la palabra genuina para designar un castillo era al-calat o calat donde surge el nombre de localidades como Calatayud, Calatorao, Calasanz y todas las poblaciones que posean el término Alcalá y Alcolea.

Las poblaciones con el término Alcázar o Alquézar derivan de la voz "qasr" y, "Alcázar" era la residencia real, que generalmente, estaba encerrada dentro de un recinto amurallado. Cuando se asentaban las ciudades, el alcázar se situaba en zona quebrada, alejándose de la aljama (mezquita mayor), protegido por los muros de una ciudadela -al-qasaba-, que solían encerrar un barrio de carácter oficial y militar a la vez, la residencia del príncipe o gobernador de la ciudad se erguía en el lugar más elevado, buscando el aislamiento, fácil de defender y situación dominante desde la cual se vigilaba a los vecinos de la ciudad.
Bordj o burch que hace referencia a la torre tiene su toponimia en pueblos o ciudades con la voz Albor y Buj.

Otro término para designar castillo era hisn en castellano "hizan", "hicen" o "alficén" y por tanto derivan del árabe las localidades que empiezan por "Izna", muchas de ellas situadas en Andalucia.

"Almenar" designaba todo tipo de torres, en cambio "albarrana" designaba las torres que se levantan exentas, fuera y a corta distancia de un recinto amurallado.

"Alcazaba" designaba una gran fortaleza o ciudadela militar.
La palabra "zuda" o "azuda" tiene su origen en una puerta del alcázar califal de Córdoba llamada Bab-al-suda. La zuda era la fortaleza que defendía la ciudad, y contenía la residencia del rey o walí, se trataba de un alcázar fortificado.



Emplazamiento topográfico y tipología

Muy pocos castillos españoles se asientan en lugar enteramente llano, pues hasta en lugares enteramente llanos se aprovechaba cualquier loma natural por pequeña que fuera. Ninguno aparece rodeado de agua, emplazamiento sumamente raro en la Península Ibérica pero bastante frecuente en la llanura centroeuropea: el "Wasserburg" de la tipología germánica.

Por el contrario, los ejemplos de castillos roqueros y montanos son numerosísimos. Se suelen considerar roqueros los edificados sobre ásperos peñascos de fuertes pendientes que hacen difícil la escalada. En algunos las rocas colaboran como otros elementos más de la defensa. Unos se emplazaban sobre un espolón natural que presentaba una sierra y flanqueado de insalvables precipicios, otros sobre un cerro más o menos aislado cuya cima era tan reducida que las dimensiones del castillo eran mínimas. La tipología germánica los define como "Felsenburg", algunos de los castillos roqueros aprovechaban cuevas naturales, definidos a su vez como "Hohlenburg" en la tipología germánica.
Mucho más frecuente es el castillo montano asentado sobre la cima, relativamente llana y amplia, de una loma de pendientes suaves y menos rocosa que las anteriores. Es el "Gipfelburg" germano.

La forma del cerro condiciona casi siempre la planta de la fortaleza por lo que, en su mayoría, son de traza irregular. En otros casos, el recinto exterior de la fortaleza se ciñe fielmente a los bordes de la meseta.
También abundan los castillos en las riberas flanqueadas por mesetas interfluviales de laderas muy erosionadas, de forma que aparecen a gran altura vistos desde la ribera, pero al nivel de la meseta vistos desde ésta. Menos frecuente es el emplazamiento a media altura sobre dichas laderas, aunque servían para vigilar la vía de comunicación.



Evolución del castillo medieval

En la evolución de las primeras construcciones de Europa central y Occidental, el problema básico es el paso del castillo construido con tierra y troncos de árbol al de piedra labrada. No se puede rechazar la posibilidad del uso de la madera en las primitivas fortificaciones de los reinos cristianos en el norte de España, en tanto que en el resto de la península esa posibilidad parece improbable, a pesar de la abundancia de bosques en aquella época. Las estructuras más antiguas de los castillos existentes se remontan entre los siglos IX y XI, con importantes diferencias entre los levantados por los árabes y los cristianos, los árabes preferían el tapial y los cristianos la piedra, consecuencia lógica de su estructura y disponibilidad natural.

Además de responder a la técnica de fortificación de cada época, la organización del castillo se vincula también a sus condiciones de habitabilidad. En líneas generales, los historiadores de la Arquitectura prefieren tratar los castillos como una residencia desde sus formas más elementales y estudian sus diversos componentes como un conjunto arquitectónico más. Los castillos se deberían analizar prioritariamente en su acondicionamiento para la defensa y su evolución de acuerdo con las armas y tácticas desplegadas por los asaltantes en cada época, y considerar su adecuación interna para residencia como algo secundario. Los castillos, tanto cristianos como árabes, eran una construcción militar sin ningún carácter de habitabilidad, puestos de vigía y apenas guarnecidos salvo en caso de guerra, el problema era la disponibilidad de agua y víveres, solucionada la disponibilidad de agua por un pozo no siempre lleno. Se exceptúan algunos alcázares de los príncipes y gobernadores, que tampoco solían ser propiamente fortalezas sino palacios civiles rodeados de murallas.

El siguiente paso en la evolución de los castillos, fue la adaptación del castillo a residencia permanente de una comunidad religiosa, caballeros de Ordenes Militares, barones principales, obispos o de los propios monarcas o gobernadores en su nombre. El paso del acondicionamiento del castillo militar a residencia se realizó progresivamente por tres circunstancias:
- Por ampliación de una fortaleza más antigua y construcción en su interior de varias dependencias, ampliaciones realizadas en el último tercio del siglo XI.
- Por una importante reforma de la torre para convertirla en "donjon", torre organizada en varias salas superpuestas, reforma que se realizó mayoritariamente a principios del siglo XII.
- Por la formación del castillo de planta regular con salas distribuidas alrededor de un patio central. Fue la forma predominante de los castillos-palacio de los siglos XIV-XV.



Tipos de castillos existentes en España

La siguiente relación de los distintos tipos de fortificaciones se ha intentado ordenar siguiendo un criterio cronológico hasta el siglo XIX, dicha relación es a grandes rasgos bastante generalizada tanto en sus estructuras y términos debido a la magnitud de trabajo el intentar clasificar y realizar una tipología de todos los castillos, alcázares, palacios, torres, existentes en la Península Ibérica.


Castillo-recinto

También se puede llamar castillo árabe por ser el que prefirieron éstos en la época de su máximo esplendor. El predominio y robustez del recinto sobre las torres es patente, incluso éstas, si se conservan o existen, suelen ser chatas y poco destacadas. Son una especie de ciudadela construida en tapial grisáceo, mezcla de tierra apisonada y piedras, de gran dureza y espesor, que se confunde por mimetismo en el cerro donde se asientan. La planta suele ser irregular, de dimensiones generalmente grandes, y la traza presenta esviajes y dientes de sierra, propio de la técnica árabe. Suelen haber corachas, prolongaciones de la muralla hasta un punto estratégico. En pocos casos aparece una elevada torre. Los torreones suelen ser rectangulares y octogonales, aunque el uso de torreones cilíndricos era bastante frecuente.



Castillo de torre y recinto

Es la aportación de los cristianos y su estructura es mucho más clara que la árabe. La torre es el elemento más destacado, esbelta aunque de planta generalmente pequeña, y suele aparecer aislada en el centro de la cima. Su aparejo es de mampostería con revestimiento de sillarejo en los castillos más antiguos (siglo XI) y buena sillería en los posteriores (XII-XIII). La puerta suele estar en alto, con acceso a escalera auxiliar y es semicircular con dovelas (elementos que forman el arco). Las saeteras y ventanas suelen ser estrechas. El recinto exterior solía ser un mero revestimiento de las laderas del cerro donde se situaba la fortaleza, definiendo una especie de plataforma rodeada de un parapeto que, normalmente, era de escasa altura y pocas veces con contrafuertes. El conjunto de estos castillos era muy simple y las distintas variedades las proporciona la forma de la torre: cilíndrica, pentagonal, hexagonal o
rectangular.

La inmensa mayoría de estos castillos estaban acompañados de una iglesia románica, integrando un binomio que simbolizaba la alianza entre los poderes militar y eclesiástico. Este tipo de castillo se extendió desde el norte de la península al resto después de las tierras conquistadas a los árabes pero con alguna variación, la torre se situaba pocas veces en el centro de la cima, sino que se situaba en la punta más estratégica a la vez que la muralla crecía en altura y acumulación de defensas. Esta evolución ocurrió a partir del siglo XIII y todos estos castillos eran de pequeñas dimensiones y de posición meramente táctica.



Palacio amurallado o Zuda

Esta estructura aparece exclusivamente en las residencias de los príncipes árabes que, desde Oriente, la aclimataron en España, legándonos
grandiosos palacios. Nada hace suponer en la formidable envoltura guerrera de estos alcázares que en su interior encierren un palacio civil de delicada y artística construcción, con patios, jardines y pabellones diversos, muy distintos de los castillos-palacio de los barones cristianos, en los que es bastante difícil diferenciar los elementos civiles de los militares.



Castillo-convento

Se caracterizan por ser un castillo-iglesia-convento en las que predomina la organización interior conventual, con edificaciones alrededor de un claustro. Todos son de grandes dimensiones y, por razones cronológicas, predomina el estilo románico. Conviene señalar su similitud con las fortalezas levantadas por las Ordenes Militares en Tierra Santa, todas posteriores a su conquista por los cruzados (1099). En la tipología germana se denomina "Klosterburg".
Es importante diferenciar el castillo-convento del monasterio amurallado. El castillo era esencialmente una fortaleza situada en una posición estratégica, siendo secundario que su distribución interna fuera conventual. En el monasterio amurallado, la muralla era más o menos de carácter bélico y obedecía a razones de seguridad o incluso a la moda medieval de amurallar cualquier construcción por insignificante que fuera. Los monasterios amurallados se situaban en llano y su cronología es muy amplia, en el castillo-convento, dicha cronología, corresponde a los siglos XI al XIV.



Fortalezas de planta irregular. Siglos XIII y XIV

No son un propiamente un tipo de homogéneo de fortalezas, sino que se trata de agrupar una serie importante de fortalezas que se construyeron o reconstruyeron en Castilla, Navarra y Aragón por motivo de las guerras entre ellos. Son de finalidad estrictamente militar, de planta generalmente irregular por adaptarse a los accidentes del terreno, aprovechando dichos accidentes para acumular defensas en forma de espolones, torreones, corachas, muros-cortina, contrafuertes triangulares y, en algunas, un pabellón para residencia del alcaide (persona que tenía la guarda y defensa de la fortificación). Solían organizarse con dos y hasta tres recintos sucesivos, topográficamente escalados.



Castillo-refugio

Bajo este nombre tan convencional se incluyen una serie de recintos cercados que se organizaron en la parte más elevada de algunos pueblos con el fin de servir de refugio al vecindario y al ganado en casos de guerra. Vulgarmente se les llamaba castillos, pero ni formaban parte de un conglomerado militar, ni tenían un alcaide o gobernador, probablemente fueron levantados por los vecinos por lo que se les ha denominado castillos aldeanos o rurales.

Esta cerca encerraba la iglesia parroquial y tuvo su máximo apogeo en los siglos XIII al XV. La traza de estos recintos solía ser tosca y su estado actual es inexistente o pésimo por haber sido transformados en corrales, eras o viviendas.


Castillo-palacio de planta regular

Fue la fortificación predilecta de los monarcas y barones para su residencia durante los siglos XIV y XV en casi toda Europa, y por varias razones, entre ellas la solidez de su fábrica y su conjunto monumental, suelen ser los mejor conservados y apreciados. Constituyen la quinta esencia de la arquitectura en los castillos, unida con la palaciega, pues los elementos militares y civiles se fusionan de un modo perfecto.
La mayoría de estos castillos adoptó la planta rectangular y su alzado solía ser uniforme, de bastante elevación, con torres en las esquinas y otras en el centro de los lados. En bastantes casos aparece la torre de Homenaje, destacada por su mayor altura y base. La rasante general del edificio estaba recorrida por un camino de ronda, abundan las buhardas, las cornisas continuas de matacanes (parte voladiza de una fortificación), las garitas de esquina pero la mayoría de estos elementos defensivos servían más como decoración. Frecuentemente, aparece el edificio rodeado por un muro exterior de altura más baja y que en los últimos tiempos se adaptó para el uso de la artillería.
Este tipo de castillos se inició durante la primera mitad del siglo XIII, y aunque algunos de ellos no eran estrictamente palaciegos, reunían condiciones de habitabilidad. La mayoría son de piedra y de arte gótico.




Palacio fortificado

El palacio fortificado es un intermedio entre el castillo-palacio y el palacio de señorío del siglo XVI. Casi todos los palacios fortificados corresponden al siglo XV y principios del XVI, no son de grandes dimensiones y están integrados en el pueblo, aunque siempre aprovechando alguna ventaja natural. Su arquitectura castrense es escasa, alguna torre, remate almenado, alguna barrera y un foso. La mayoría de los existentes son de piedra y arte gótico, aunque en algunos lugares suelen ser de ladrillo y tapial. La disposición general es variable, aunque predomina la planta rectangular, con o sin patio interior. En los palacios fortificados del siglo XVI aparecen las inconfundibles troneras para la artillería.



Torre de señorío

En algunos casos, el edificio levantado por los barones o señores feudales en sus lugares de señorío se redujo a una importante torre que, a la vez servía de defensa del lugar o de refugio accidental a sus dueños, era el exponente visible de su dominio sobre el lugar, El equivalente germano es el "Turmhaus". En algunas, por causa de su abandono, es imposible determinar si fue una torre-residencia. Solían situarse en el lugar más óptimo para la defensa del pueblo, aunque también hay algunas en zonas despobladas.
Las torres de señorío suelen ser de planta rectangular y de dimensiones suficientes para permitir aposentos en su interior.



Donjon y recinto

El donjon fue la fusión de la torre y la sala en una unidad arquitectónica de grandes dimensiones, y organizada en dos o más plantas, siendo la principal aportación de Francia e Inglaterra a la historia de las fortificaciones de los siglos XI y XII. Su repercusión en los países mediterráneos es escasa, donde se prefería la ciudadela torreada sin diferenciar demasiado la torre de Homenaje. Un recinto amurallado del que podía o no podía formar el donjon, completaba el conjunto y servía para alojar los caballos y los servicios. Se trata del modelo más antiguo de castillo señorial. Este tipo de fortificación es abundante en el norte de la península, siendo muy escasa o inexistente en el centro y sur.



Torre óptica

Es el tipo de torre más elemental y que menos variaciones ha sufrido a lo largo de los siglos, pudiéndose citar construcciones de todas las épocas, pero casi siempre, de cronología incierta. Se levantaban sobre cerros, desfiladeros o junto a pueblos para alertar a los vecinos. Las torres podían ser de diversas formas cilíndricas, rectangulares, pentagonales y hexagonales. La iniciativa de levantar estas torres partía de los propios vecinos del lugar con el apoyo del señor local.



Fortalezas para la artillería

El uso de la pólvora en pequeñas piezas de artillería era ya frecuente en las guerras de mitad del siglo XIV, pero la adecuación integral de las fortalezas para poder resistir y poder atacar con cañones se retrasó más de un siglo.

Las formas de esta nueva fortificación se definieron en el último tercio del siglo XV en el mar Egeo y en Italia. No tardaron en usarse en España, pero la transición duró un tiempo y aún se conservaron elementos medievales. Se comenzó por adaptar las barreras con troneras y gruesos "torrioni" en forma de tambor. Por toda Europa se levantaron estas ciudadelas y fortalezas, la planta preferida fue la pentagonal sin que faltaran otras pero, casi siempre de considerables dimensiones. Las murallas eran de gran espesor, formadas por dos revestimientos verticales para resistir el retroceso de los cañones. La base era en talud y los únicos huecos eran las troneras, también se situaban piezas en la rasante y pata aumentar el radio de acción del tiro, se añadieron bastiones en las esquinas que primero eran en forma de tambor, luego triangulares y finalmente en forma pentagonal, recibiendo el nombre de baluartes. Estaban perforados por huecos llamados casamatas desde donde los artilleros podían abrir fuego casi sin riesgos. Al advertirse la vulnerabilidad de las torres elevadas, fueron suprimidas y también disminuyó la altura de las murallas.

El foso se protegió en su perímetro exterior con otro muro de talud, desaparecieron las almenas y matacanes y la guarnición militar pasó a ser permanente, por lo que se adecuaron pabellones para oficiales y tropa.



Fuertes fusileros

Son fortificaciones que se prodigaron mucho en el siglo XIX y de gran uso durante la Guerra de Independencia y Guerras Carlistas. Se caracterizan por el gran número de aspilleras para situar los fusiles. Sus estructuras son variadas, de formas duras y suelen imitar a los castillos medievales, muy de acuerdo con el romanticismo existente en ese siglo.




Bibliografía

- Castillos de Aragón I y II. Cristóbal Guitart Aparicio.
- Siete siglos de trayectoria del castillo medieval en España. Siglos IX al XV inclusive. Actas del I Congreso de Castellología. Aguilar de Campoo. 1994. Cristobal Guitart Aparicio
- http://www.arteguias.com/castillos.htm
- http://www.castillosnet.org/programs/castillosnet.php
- http://loscastillos.iespana.es/loscastillos/
- http://www.weblandia.com/castillos/glosario.htm
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