Batalla de Gravelinas (1558) entre los ejércitos español y francés. El bando hispánico lo formaban: españoles, valones, borgoñones y un gran número de alemanes, Igualmente en el bando francés militaban numerosos alemanes.
1. Los ejércitos plurinacionales en la era de los Tercios.
Durante los siglos XVI y XVII lo más corriente era que los diversos ejércitos en conflicto fueran plurinacionales. En ocasiones la plurinacionalidad del ejército derivaba del hecho de que el monarca lo fuera a la vez de varios estados diferenciados; aunque lo normal era que se produjera por la presencia de tropas extranjeras, lo que hoy llamaríamos mercenarios, entendiendo como tales las que servían a un señor o estado que no era el suyo natural.
El recurso a tropas foráneas no era nada nuevo y había amplios ejemplos en siglos anteriores. Pero ahora la expansión de los ejércitos, en especial en lo que respecta a una mayor presencia de infantería disciplinada, generó una inmensa demanda de profesionales que el “mercado interno” de los principales estados en pugna no podía atender. Para los años 30 del siglo XVI lo habitual era que los estados necesitaran el doble de hombres de los que habían necesitado antaño.
Estamos en una época en la que en la mayoría de los estados los ejércitos permanentes, en un sentido moderno de la definición, son relativamente pequeños o directamente inexistentes.
Las alternativas que se presentaban a los estados para emprender una gran campaña no dejaban mucho margen. Los sistemas de conscripción apenas estaban desarrollados y las tradicionales milicias tenían una eficacia limitada; útiles en el mejor de los casos para la defensa del territorio, pero de poco uso en una campaña ofensiva. Además de una escasa disposición de las milicias para operar fuera de su territorio, había que tener en cuenta las diversas restricciones legales y políticas existentes en la mayoría de los estados que provocaban que muchas veces un monarca tuviera que “negociar” permisos para su reclutamiento y uso.
Estaba la opción de buscar voluntarios de entre los súbditos, claro está, pero generalmente no se encontraban en número suficiente ni con la preparación necesaria para una campaña inmediata. Al final la solución más rápida que se tenía era recurrir a “profesionales” de la guerra. Profesionales que abundaban en ciertas zonas como podían ser Alemania, Suiza o los Balcanes; así como los que quedaban “en paro” en ciertos países cuando llegaba la desmovilización al venir un periodo de paz (o de bancarrota). Además de las regiones pobladas pero relativamente atrasadas económicamente, otras regiones exportadoras eran aquellas que sufrían turbulencias de índole político o religioso, dando lugar a exiliados.
No sería hasta la segunda mitad del siglo XVII cuando, de la mano de reformas fiscales y administrativas, los grandes estados pudieran ir reformando sus ejércitos, e ir instalando sistemas de reclutamiento para el mantenimiento de unos ejércitos, que sin ser exactamente nacionales en el sentido moderno del término, sí estaban centrados en los naturales de los diversos estados. Los estados mejoraron en el arte de “imponer obligaciones militares” a sus súbditos; aunque eso no quita que siguiera existiendo un contingente de “tropas extranjeras” en muchos de ellos durante el siglo XVIII.
Piqueros entrenando, un reflejo del creciente papel de una infantería disciplinada en el campo de batalla.
Mercenarios alemanes, segunda mitad siglo XVI.
Críticas contemporáneas al uso de extranjeras.
Uno de los primeros y mas famosos críticos fue Maquiavelo, criticando a los que solo sirven por la paga, lo que no basta para hacerles tan fieles que quieran morir por su señor. De todas formas, Maquiavelo era un firme defensor de una milicia no profesional, ya que consideraba peligrosos incluso a los propios vasallos si estos son profesionales: Debe, pues, el rey, si quiere vivir seguro, formar su infantería con hombres que en tiempo de guerra acudan de buen grado a pelear, y en el de paz, con mayor gusto vuelvan a sus casas, lo cual sucederá siempre que fíen su subsistencia en otra clase de trabajo.
El resto de autores puede que no fueran tan radicales respecto al uso de soldados súbditos profesionales, pero en general se sumaban con entusiasmo a la hora de criticar el uso de extranjeros. Tratadistas y humanistas eran prácticamente unánimes en criticar su empleo. En algunos casos da la impresión de que algunos critican por mera moda y por poder invocar un discurso moralizante sacando ejemplos del mundo romano (y demostrar su conocimiento de autores como Vegecio). Y probablemente también influía la mala impresión dejada en el pasado por las acciones de los condottieri, vistos como traicioneros e intrigantes.
Aun así, no deja de ser cierto que el uso de tropas extranjeras presentaba numerosos problemas, y algunos tratadistas hablaban con conocimiento de causa. Había críticas que no dejaban de ser justas al menos en parte. Asimismo, aunque no quedase mas remedio que emplear tropas extranjeras, había prevenciones que era útil tener en cuenta. Veamos algunos ejemplos.
Jerónimo Jiménez de Urrea (1566) nos da unas pautas sobre como deben comportarse los extranjeros y sobre la importancia de lo capitulado.
Si estos soldados sirven a príncipe extranjero y en los capítulos que con él hacen ponen como condición que en cualquier tiempo que hallaren a otro señor que les dé mayor sueldo, podrán dejar lo menos por lo más, parece que pueden hacerlo honradamente, por amor de tal conveniencia, pero siempre que el primer príncipe les diera el sueldo que el segundo les ofrece, aunque no esté capitulado, están obligados a servirle bien y lealmente. Y si estos soldados estuviesen a sueldo de su príncipe natural o de su patria, por ningún precio deben servir a otro señor enemigo.
Si está capitulado que sirvan con buena y mala fortuna, con buena y mala fortuna han de servir, y si tal condición no está capitulada, faltándoles las pagas por accidente o por otra causa cualquiera , parece que sería lícito, no siendo pagados , irse a servir a quien más les conviniera, pues no sirven más que por las pagas . Pero si estos soldados sirven a su príncipe natural o a su patria, y se viesen en toda la miseria y necesidad del mundo, antes deben morir en ella que desamparar a su príncipe o a sus capitanes, cuando no se hallase allí su rey.
Bernardino de Escalante (1583) es una muestra de la desconfianza que se tenía en España de las naciones extranjeras que servían a ambos lados en un conflicto, ya que se creía que no se empeñarían con vigor a la hora de luchar contra los de su misma nación.
Siendo más ordinarios entre los Príncipes cristianos los tudescos, suizos, italianos, y algunas bandas de caballos húngaros, y griegos, y todos estos vienen a servir movidos por solo el interés de sus pagas, sin otro respeto ni obligación. De suerte que se hallan las más veces, siendo vecinos y deudos encontrados en los ejércitos enemigos... Las demás naciones generalmente acuden a sus reyes naturales, como son obligados.
Marcos de Isaba (años 80 del siglo XVI) señala el agravio que tenían que sostener los soldados naturales frente a los extranjeros.
El buen soldado, aunque haya y pase grandísima necesidad, ha de tener a bien que los soldados que sirven por la paga a su príncipe sean pagados y entretenidos del dinero que hubiere primero que los vasallos naturales, pues (éstos) están seguros, que en paz o guerra ellos son sustentados y ayudados.
Diego de Álava y Viamont (1590) señala otro agravio y pone en duda el compromiso con la victoria.
Bastaba lo que cada día vemos en las ocasiones que se ofrecen de hallarse esta mezcla de naciones, que la gloria de la victoria se reparte entre todos y la nota de ser vencidos es solamente de los vasallos del Príncipe vencido, pues nunca se dice que los mercenarios fueron causa de este daño y, siendo su trato acudir a quien mejor se lo pagare, quién duda que sus ánimos han de estar más atentos a que esta guerra dure, que no a que se acabe el peligro o fin de sus vidas.
Giovanni Botero (1593) saca a colación otro problema, el de que las tropas extranjeras de repente sean necesarias en su propia tierra y desamparen a sus contratadores.
... y también deteniéndose y tardando, como lo han hecho algunas veces los esguízaros en las mayores necesidades de Francia, y asimismo llamándolos a la patria para el remedio de su tierra, como aconteció a los grisones, que, perseguidos de Juan Iácomo de Médicis, dejaron en la mayor necesidad el servicio del rey Francisco Primero de Francia.
Diego Enríquez de Villegas (1647) señala la mayor lealtad de los naturales, aunque solo lo sea porque el coste de la traición suele ser mayor.
El soldado natural sufre mas la hambre, la sed, y el rigor; no se pasa al enemigo tan fácilmente como el extranjero, porque este pasándose puede con facilidad introducirse en su patria, sin temor de la pena: aquel si se pasa, o pierde la patria, o volviendo a ella queda sujeto al castigo, y a la afrenta en el aprieto del sitio; persevera, o anima a los compañeros, no se amotina tan fácilmente, no falta a la lealtad, no se rinde a la traición, no se facilita a la compra, no se reduce al trato tan prontamente, antes permanece firme, constante, leal, y alentado.
...siempre han de ser preferidos los naturales, habiendo igualdad de méritos; que cuando fueran tan notorios, tan grandes, tan singulares los del extranjero, en este caso debe ser preferido al natural, mas con una calidad, que sea naturalizándole el Príncipe.
Juan Baños de Velasco (1680) repite tópicos comunes sobre los extranjeros, entre ellos el del peligro que supone reclutar soldados no católicos.
El soldado extranjero no es tan idóneo porque no discurre en las mejoras del bien ni se aflige por los empeoramientos del mal; su Sol es el salario, su noche la falta: en esta lobreguez muda de dueño; según su codicia abandona su obligación, porque no estima la fama, alborota el país, porque no le duele; obra cualquiera maldad, porque mañana se puede ir a otra parte. Y si no es Católico, que diremos. Y si quiere vomitar su venenosa secta, que se hará... Y podrá a Dios parecer bien esta masa de harinas tan diferentes.
Por último, tenemos la lapidaria advertencia de Carlo Maria Carafa (1688).
Que sean (los soldados)... vasallos del propio Príncipe, cuando no obliga a otra cosa la necesidad, porque los forasteros más presto se compran que se eligen, y por lo común son lo peor de sus países, acostumbrados mas presto a huir y hurtar que a combatir.
Dentro de los países exportadores de tropas también había criticas a la salida de hombres para luchar por monarcas extranjeros, aunque estas podían ser mas matizadas. Se reconocía que no era lo mismo marchar para servir a un estado amigo, sobretodo si este profesaba la misma religión y luchaba contra los enemigos de ésta. Así los ingleses, usuales críticos de los mercenarios, no podían sino encomiar el servicio en los ejércitos protestantes que luchaban contra los católicos. Por contra no podían entender como los escoceses parecían estar dispuestos a luchar por cualquiera o como se permitía que potencias católicas reclutaran directamente en las islas.
El punto de vista de las autoridades de los “Tres Reinos” (Inglaterra, Escocia e Irlanda) era algo diferente ya que veían ciertos elementos prácticos, como por ejemplo la oportunidad de librarse de elementos considerados perniciosos, como podían ser hombres ociosos acostumbrados a las armas o directamente vagabundos; para ello se hacían levas forzosas para potencias extranjeras en lo que equivalía a una suerte de pena de exilio.
Se calcula que durante la guerra de los 30 años entre 55.000 y 80.000 hombres de las islas británicas fueron a servir en el extranjero. Los ingleses serían entre 10 y 15.000, los irlandeses mas de 15.000 y los escoceses entre 25 y 50.000.
Frans Hals; la compañía del capitán Reinier Reael y el teniente Cornelis Michielsz Blaeuw. Las milicias, como esta milicia cívica de Haarlem, podían contribuir a la defensa del territorio y las ciudades, pero habitualmente se demostraron incapaces de ser una fuerza campal eficaz.
Sascha Lunyakov. Reclutamiento de soldados durante la Guerra de los 30 Años, al lado de lo que parece ser una aldea saqueada. Según algunos críticos, el mercenariado atraía a lo peor de sus naciones.
Un conocido grabado alemán que nos muestra a mercenarios escoceses recién desembarcados en Stettin, 1631, para unirse al ejército de Gustavo Adolfo de Suecia.
Si muchas veces se recalca el componente multinacional de los ejércitos de los Habsburgo, antes de ver el caso español es conveniente repasar brevemente lo que sucedía en otros países.
Provincias Unidas.
Los “rebeldes” neerlandeses difícilmente habrían sobrevivido a la Guerra de los 80 Años limitados a sus propias fuerzas y las de sus aliados. La gran capacidad financiera de la república holandesa le permitió contratar tropas alemanas, inglesas, escocesas y francesas (hugonotes), e incluso llegó a mantener al menos un regimiento “valón” independiente formado con desertores del bando realista.
En 1568 y 1572, Guillermo de Orange tuvo que confiar casi por entero en tropas alemanas, en lo que no dejaba de ser una invasión de los Países Bajos. Después ya pudo configurar un ejército en el que los naturales eran mas o menos la mitad de los efectivos de la infantería. Asimismo se calcula que en 1635 un 47% de los soldados neerlandeses eran naturales de las Provincias.
Es de destacar que las sistemáticas practicas de entrenamiento llevadas a cabo por Mauricio de Nassau, permitieron dar una mayor consistencia a este componente plurinacional, creando una suerte de escuela para oficiales protestantes, que después difundían en sus países, no sólo entrenando tropas sino mediante manuales de amplia difusión.
En 1688 cuando Guillermo de Orange “invadió” Inglaterra, no se limitó a confiar en aquellos ingleses, escoceses e irlandeses, dispuestos a unírsele contra Jacobo Estuardo, se llevó consigo a tropas holandesas (“prestadas” por los Estados Generales), así como hugonotes franceses. También se acabaron uniendo tropas danesas que participarían en la campaña de Irlanda. A su vez los neerlandeses reemplazaron con tropas alemanas a aquellas que marcharon temporalmente a Inglaterra.
Jacob de Gheyn, piquero holandés. La ilustración pertenece a un conocido manual de entrenamiento militar. El modelo parece haber sido el hugonote francés Pierre du Moulin, miembro de la guardia del príncipe Mauricio.
Suecia.
En Suecia la situación era inicialmente opuesta a la neerlandesa. La limitada capacidad financiera de los monarcas suecos -que encima veían como sus rivales daneses se podían permitir grandes fuerzas de mercenarios- les llevó a hacer de la necesidad virtud. En Suecia y Finlandia se desarrolló un sistema de conscripción muy avanzado para su tiempo (el utskrivning), que nutrió inicialmente al ejército sueco de una muy buena milicia.
Sin embargo las bajas provocadas por el agresivo imperialismo sueco quebraron un sistema cuyo punto débil era que descansaba en el esfuerzo de unas regiones no muy pobladas (millón y medio de habitantes). Como contrapartida, habían surgido nuevas fuentes de financiación: impuestos en territorios ocupados en Alemania, subsidios franceses, contribuciones de aliados alemanes....
De esta manera, el ejército sueco pudo no solo mantenerse sino crecer, a base de reclutar “extranjeros” o incorporar cuerpos auxiliares aliados.
Así, si en 1621 las tropas sueco-finesas eran un 85% del ejército sueco, en 1630 eran el 50%. De hecho si incluimos a sus aliados, el ejército de Gustavo Adolfo en 1632 tendría un 80-90% de tropas foráneas. Para el final de la guerra de los Treinta Años la presencia de suecos y fineses era muy reducida en los ejércitos de campaña suecos, no sobrepasando el 12%.
Así pues el ejército sueco empezó a nutrirse principalmente de alemanes, aunque durante la Guerra de los 30 Años también acogió a ingleses y a un notable contingente de escoceses, estos último muy valorados.
Richard Hook; el regimiento amarillo en la batalla de Lützen (1632). El regimiento “amarillo” sueco se formó en en 1624, principalmente con alemanes, y ocupaba la posición senior dentro de los regimientos mercenarios de Gustavo Adolfo, asumiendo la posición de regimiento de la Guardia. En 1635 pasaría al servicio de Francia.
Francia.
Ni Holanda ni Suecia se podían permitir mantener grandes ejércitos con su población. Este no era el caso de la populosa Francia. En el caso francés encontramos varios problemas típicos de la época y que llevaba a Francia a recurrir al mercado de mercenarios.
Durante las guerras de Italia del siglo XVI, el ejército de campaña francés pudo llegar a tener hasta un 70% de tropas foráneas. En 1548 el señor de Fourqueveaux reconocía la suprema importancia de las tropa extranjera al servicio de Francia: puesto que se confiaba en ella más que en ningún otra y puesto que sin ellas no nos atreveríamos a emprender ni la operación más insignificante.
Todavía en la época de Richelieu, era dogma que sin tropas extranjeras era imposible emprender campaña sostenida allende de las fronteras del reino. Richelieu, inspirándose en la Roma clásica, llegó a sugerir que un 50% de extranjeros era la proporción ideal para un ejército. Esto se debía por un lado a que las deserciones entre las tropas nativas francesas cuando un ejército cruzaba dichas fronteras eran calificadas de catastróficas. En 1639 el cardenal La Valette, para operar en Italia, escribía que desearía 2 o 3 regimientos mas de extranjeros que se conservan mejor que los franceses.
Mas allá de la deserción, los regimientos foráneos eran objeto de deseo -sobre todo al comienzo de la reanudación de las hostilidades con España-, porque en esa época eran capaces de aportar un gran numero de soldados veteranos y muchos de ellos con experiencia práctica luchando contra españoles e imperiales. La tratadística podía elogiar las virtudes de dedicar tiempo a reclutar, entrenar y disciplinar a las tropas nativas, pero los comandantes franceses tenían que enfrentarse a una situación real y lo más efectivo a corto plazo era buscar veteranos donde los hubiera..
Otro factor importante, era que al menos en esa época, para poder reclutar franceses en gran número había que recurrir a que la propia nobleza francesa ejerciera de empresarios reclutadores. Visto el historial de guerras civiles y conflictividad de la gran nobleza francesa, cuanto menos poder se le diera en dicho asunto mejor. Para Richelieu era preferible negociar directamente con reclutadores foráneos, que teóricamente tenían menos incentivos para inmiscuirse en la política interna.
Ya Giovanni Botero (1593) no advirtió que los tan elogiados vasallos dispuestos a morir por su rey, tenía su cara oscura:
...lo cual vemos haber acontecido en Flandes y Francia, adonde por las largas guerras habiéndose ejercitado los hombres y ensangrentado, hecha paz con los forasteros han tomado las armas contra la patria, contra sus reyes naturales, contra la religión y contra Dios.
Alemanes (en gran número), ingleses, escoceses, irlandeses e italianos figuraban, entre otros, en las tropas extranjeras al servicio de Francia. Aparte se encontraban los suizos, que mantenían una relación especial de servicio con la corona francesa; una relación consolidada por acuerdos con los cantones que databan de 1516 y 1521; llegándose al punto de que a diferencia de otras unidades extranjeras cierto número de unidades suizas habían adquirido la condición de “entretenues”, se trataba de compañías que no eran disueltas en periodo de paz.
Las reformas militares (y fiscales) en la época de Luis XIV -gracias al ministro Louvois en gran medida-, permitieron por fin a Francia desarrollar un eficaz sistema militar centrado en tropas nativas. Aun así se siguieron reclutando extranjeros en un número importante. En 1677 eran 50.000 las tropas extranjeras en servicio, pero siendo el tamaño del ejército sobre unos 230.000, ya “solo” representaban el 22%. Los suizos siguieron siendo muy estimados, y gran importancia se dio al tratado de 1663 que acercó todavía más a los cantones a la órbita de Francia. Entre 1672 y 1679, unos 20.000 suizos (con sus sustitutos) luchaban para Luis XIV.
Johann Jakob Wick (wickiana). Tropas suizas marchando en 1587 a Francia para combatir en las guerras civiles.
Jacques Callot, Estampa de La miseria y los males de la guerra. Un soldado condenado es arcabuceado delante de las tropas francesas (época de Luis XIII) formadas.
Francis Back. Infantería de Luis XIV, década de los 60 del siglo XVII. Junto a un mosquetero francés (Lyonnais) vemos a un mosquetero de un regimiento alemán (Furstenberg) y un piquero de un regimiento escocés (Douglas)
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