Un ejército para una monarquía compuesta.


El caso español era especial, pues como bien dice Bernardino de Mendoza (1596) al rey Felipe II:
Ha hecho N. Señor a V.A. tan poderoso Príncipe, que tiene Reinos y muchas Provincias donde podrá formar gruesos ejércitos de una nación, o diferentes, siendo todos sus vasallos, o ayudándose de Países donde tiene coroneles prendados para el efecto. Y así podrá V.A, escoger el partido mas conveniente.

Así, aunque hablemos de monarquía española y ejércitos españoles, lo cierto es que el Imperio hispánico de los Austrias se componía de diferentes reinos y provincias, con su propia singularidad; aunque indudablemente el núcleo central de la monarquía estuviera situado en España, y mas concretamente en Castilla. 

La famosa orden de Génova de 1536 -dada por Carlos V- se suele considerar la consagración de la separación entre naciones dentro del propio ejército.

Que en las compañías de la infantería española no haya ningún soldado de otra nación, excepto pífanos y atambores y algunos soldados que al presente hay en ella italianos o borgoñones que nos han servido mucho tiempo en la dicha infantería española, y asimismo que en la infantería italiana no haya español ni de otra nación, salvo algún alférez o sargento español, y asimismo en la infantería alemana no haya español ni italiano, sino que cada nación ande y sirva en las compañías de su nación y no fuera de ella por excusar fraudes, cuestiones y por otros respectos cumplideros a nuestro servicio.

La terminología de nación de la época no debe confundirse con los usos modernos. Era un recurso habitual para clasificar a los individuos según su procedencia, utilizado también en otros ámbitos como el universitario y el mercantil, y dentro de cada nación se podía entender, si se quería delimitar mas el ámbito, que a su vez que había diferentes naciones. Aunque en algún momento medieval la clasificación en naciones tuvo bastante que ver con la lengua, en la práctica esto ya no era un criterio estricto. 

Aunque siempre se intentó mantener una separación orgánica por naciones, la realidad podía ser diferente; ya no sólo que en situaciones (aunque pocos comunes) hubiera que recurrir a unidades mixtas, sino a que las propias unidades de una u otra nación aceptaran individuos de otras, bien a posta para rellenar filas o bien ante el mero hecho de que la “nacionalidad” no era un concepto tan firmemente delimitado en la época como para evitar que individuos transitaran de una a otra. 

Al final las unidades de naciones no eran tan homógeneas como a las autoridades les gustaría. Cuando en 1648 llegó a San Sebastián parte de un regimiento recién levado en Holanda; entre sus 30 oficiales y 182 soldados había en realidad 15 “grupos nacionales”: holandeses (la cuarta parte), flamencos y alemanes predominaban, pero también había suecos, daneses, frisones, polacos, hamburgueses, ingleses, escoceses, irlandeses, liejeses, franceses, españoles y napolitanos.

Aun poseyendo los Austrias tantos territorios, ya vemos que se estimó que los ejércitos no se compusieran solo de súbditos. De todas maneras cuando se recurría a foráneos, estos eran sobretodo alemanes de las tierras patrimoniales de los parientes Habsburgo (divididas en la herencia de Carlos V), por lo que se les presumía más fiables política (y religiosamente) que los mercenarios sin ningún tipo de vinculación directa a los Habsburgo. Al menos eso fue así durante el siglo XVI, ya que la crisis de efectivos del siglo XVII, a partir de 1640, hizo realmente ampliar las miras, y ahí sí vemos importantes reclutamientos de tropas mercenarias “puras”.

A la hora de reclutar tropas extranjeras se tenían en cuenta diversos factores mas allá de la “calidad” y el “precio” de ellas. Preocupaba mucho que fueran católicos, aunque cuando la necesidad apretó, esto se acabó soslayando. Aparte intervenían temas logísticos como la mayor o menos dificultad para trasladarlos al frente deseado. También había que tener en cuenta la complejidad de las negociaciones para que otro monarca permitiera reclutar en su territorio, aun cuando éste no necesitara de reclutar a esos mismos hombres para sus propias guerras. Como todo mercado, también había factores de competencia entre naciones que acudían a los mismos “proveedores”. En el caso español especialmente con Francia, sobre todo a partir de la Guerra de los Treinta Años.

Entre las tropas “extranjeras” se distinguía a aquellas reclutadas en nombre del rey, que por juramento se convertían en tropas propias del monarca, y aquellas que formaban parte de los contingentes auxiliares. Estas últimas eran tropas reclutadas por otros estados o príncipes. En algunos casos eran tropas alquiladas al monarca español, a veces por una mera cuestión monetaria. 

En otros casos los auxiliares eran una suerte de aliados subvencionados por España y a los que se mantenía sobre todo por razones políticas. Como ejemplo de estos últimos tenemos al inútil ejército mercenario del desposeído duque de Lorena, mantenido entre 1633-1655, y que para lo único que parece que servía era para causar la devastación en los propios territorios del rey, ya que el duque era reacio a comprometer en batalla a su principal activo. Otros ejemplos serían las tropas del francés príncipe de Condé, que contaba con un ejército inicialmente reclutado a su costa en 1651, pero al que enseguida hubo que ir cediéndole tropas del propio ejército de Flandes; y también el ejercito realista inglés, que combatió en 1658 en las Dunas del lado hispánico. 

Zoom in (real dimensions: 1344 x 872)Imagen

La monarquía hispánica de Felipe II

Zoom in (real dimensions: 1612 x 1244)Imagen
Plan del orden de batalla en las Dunas (1658) entre los ejércitos español y francés. Ambos bandos contaban con varios multinacionales; ya no solo los habituales que conformaban ambos ejércitos. En el lado francés luchaban ingleses republicanos mientras que el lado español luchaban ingleses realistas, además de las tropas francesas (nominalmente) del príncipe de Condé.

Una o muchas naciones. 

Antes, Bernardino de Mendoza nos ha dejado un interesante dilema, formar ejércitos de una nación o diferentes. Aquí ya no se trata sólo de la cuestión vasallos vs mercenarios, sino de un tema de homogeneidad vs diversidad. Siendo el Imperio de los Austrias, una monarquía plurinacional no parece muy razonable pretender que los ejércitos los conformaran exclusivamente españoles; cosa que tampoco hubiera sido posible debido a su demografía y las graves crisis que se abatieron sobre ella a lo largo del XVII. Sin embargo una alternativa es que se formaran diferentes ejércitos de una única nación; por ejemplo que el ejército de Flandes se compusiera en exclusiva de “flamencos”, el de Italia de “italianos”, el de España de españoles, etc. 

Un ejército homogéneo era tentador. De Mendoza afirma:
Muchos son de opinión ser muy mejor formarle de una sola nación, que no de diferentes, por respecto de la diversidad de lenguas y costumbres que son parte para causar confusión en muchas ocasiones, no sólo en los alojamientos, pero al pelear, de que nacen diversidad de querellas enconándose de suerte que han resultado de ellas la pérdida de los propios ejércitos. Y que de ordinario en los de esta calidad hay soldados que sirven por el sueldo solo y ganancia que, en particular, pueden hacer en la guerra, y faltándoles cualquiera de las dos cosas posponen la reputación, bien o grandeza del príncipe....

Pero reconoce que es difícil formar un ejército de una sola nación, salvo en ocasiones puntuales como la defensa del propio reino/provincia. En cambio para formar un ejército ofensivo:
… si la provincia es tan poblada que pueda abastecer tan gran numero de personas como es necesario para mantener una guerra fuera de ella, la cual acaba hombres cada día, y para ser soldados es necesario después de nacidos, que pasen diez y seis años por lo menos, y cuando se pudiese sacar tanta gente del país, y tener tan ejercitados los hombres cuando es menester para la diferencia de armas, indubitadamente sería más de estimar el ejército de una sola nación...

Con ocasión de la “paz” de Arras (1579), se dio precisamente la situación de que la nobleza flamenca, exigió la salida de las tropas “forasteras” de Flandes; en realidad su exigencia se limitaba a las españolas ya que admitían otras naciones “amigas”. Aunque la Corte se mostró predispuesta a formar un nuevo ejército en los términos restrictivos de los flamencos, se demostró que era más fácil decirlo que hacerlo. 

Como relata Famiano Estrada: De los soldados viejos admitían las Provincias reconciliadas para la formación de su nuevo campo a los tercios viejos de alemanes y borgoñones, como a amigos; pero los borgoñones no querían ser admitidos; los alemanes contumaces, ni por el Rey ni por las Provincias querían militar, y solo pedían los sueldos para volverse a su patria. Y así a falta de alemanes y borgoñones, se había de componer el ejército de las Provincias de valones. Mas estos, sobre que claramente rehusaban la milicia, si no les pagaban; eran menos de los que eran menester para formar tal ejército.... 
Al final las tropas españolas tendrían que retornar unos años más tarde.

Volviendo de nuevo a de Mendoza, este reconoce que la dificultad de gestionar un ejército heterogéneo y multilingüe no ha sido tal si éste estaba en manos de grandes capitanes.

Y aparte ofrece un importante argumento a favor, al menos en la época, y es las diferente habilidades marciales de las diferentes naciones. En el caso de la infantería, la mayor o menor predisposición a un tipo de arma (arcabuz, pica...) era algo superable con con el tiempo y el debido entrenamientos. Sin embargo, en el caso de la caballería, esto era algo más complicado, ya que no era una mera cuestión de predilección por un tipo de arma u otra, sino que dependía de la propia naturaleza de los caballos que se criaban en la región, mas aptos para caballería pesada o ligera.

Una nación se puede mal acomodar, sino con muy largo y continuo ejercicio, al aprender el manejo de la diversidad de armas, que es necesario traer los soldados el día de hoy en los ejércitos... y así se ve ser mas ágiles unas naciones para la presteza del arcabuz, y otras para el reposo y firmeza de la pica y sufrimiento en el andar armados. Y por el consiguiente, en la caballería, acomodándose mejor con las lanzas de ristre y armas o con tablachinas, y otros con las muy largas de dos hierros, sin ningunos jacos y corazas, y algunos trayendo con ellas lanzas, jinetas y adargas, y otros con dos pistoletes o escopetas largas: diferencia de armas que pide asimismo serlo los caballos para combatir bien con ellas. Razón que pudo llevar a los hombres al inventarlas, por ser para la suerte de caballos que criaba su provincia y clima de ella, las mas cómodas...

La presencia de varias naciones, daba a los generales incluso la posibilidad de combinar compañías, por ejemplo en un mismo escuadrón, tratando de complementar las virtudes de unas y otras. De Mendoza recoge como ante Maastricht (1567), el duque de Alba tenía, entre otros, los siguientes escuadrones combinados:
A su mano derecha, estaba otro de alemanes del Conde Alberico Lodron, guarnecido parte de él con arcabucería y mosquetería española, cosa que el Duque hacía siendo general en la guerra de Alemania, y acostumbraba siempre hacer en las guerras que se ha hallado, ayudando las picas alemanas, que suelen ser tan buenas con nuestra arcabucería, de que los regimientos de aquella nación tienen de ordinario falta. Luego seguía a este escuadrón otro, también de alemanes altos, de la coronelía del Conde de Eberstain, guarnecido parte de él con arcabucería valona por el mismo respeto.

Zoom in (real dimensions: 800 x 589)Imagen
Velazquez; riña de soldados ante la embajada de España. Si ya había pendencias entre los soldados de una misma nación por lances de juego u otro tipo, la mezcla de naciones sin duda aumentaría la fricción.


Zoom in (real dimensions: 662 x 889)Imagen
Richard Hook; caballería hispánica, 1588. Junto a un lancero y un arcabucero a caballo españoles, tenemos a un reiter alemán, un tipo de caballería muy demandado en la época.

La mezcla de diversas naciones podían sin duda generar querellas entre ellas, ya no solo a nivel de enfrentamientos entre particulares sino a nivel de grupo si alguna nación consideraba que no se le daba un trato justo respecto a otra. A modo de ejemplo; los venecianos, siempre prestos a incordiar, hacían participes a sus convecinos de la idea que la dominación española de Italia provocaba que el soldado italiano no viera reconocido en su justa medida su bravura y valor.

Es verdad que entre los tratadistas españoles no abundan los elogios a lo que denominaban genéricamente como las tropas de las naciones, entendiendo como tales a las tropas de las otras naciones del ejército con exclusión de la española. Y abundaban los estereotipos sobre las cualidades de tal o cual nación. Sin embargo entre las tropas prevalecía un clima de coexistencia y cooperación.

Por otra parte, la rivalidad podía tratar de encauzarse de forma positiva, azuzando un espíritu de emulación. Giovanni Botero (1593) aducía: Ha mostrado la experiencia que no es perfecto aquel ejército que no se compone de diferentes naciones, porque es la porfía la que causa que cada nación procure ganar la honra de la victoria.

Los diversos generales solían tener en cuenta a las diferentes naciones, estimulando a veces la competencia cuando esta podía dar réditos positivos, pero cuidando de dar oportunidades a todas las naciones de ganar honra. 

La emulación entre naciones no siempre era positiva, y había casos en que se convertía en una competición que acababa en fiasco. En la recuperación de Bonn (1588), tenemos un ejemplo en el ataque al “Grand Fort” :
Encargóse al Tº de Carlo Spinelli la vanguardia, con orden de que no arremetiese hasta que se le mandase. Los alemanes lo hicieron sin esperarla y el capitán Alessandro delli Monti con su ejemplo y la ordinaria emulación de las naciones en la gente militar, se movió también, y todos tan confusamente que resultó luego lo que siempre en la milicia que procede con desorden, cuya principal fuerza es la disciplina y obediencia.
El ataque fue derrotado, pero los alemanes del bando hispánico se redimieron convenciendo a los alemanes del fuerte para que se cambiaran de bando.

Podemos añadir otro aspecto muy importante, que iba mas allá de lo meramente militar. Para el Rey era importante fomentar una relación de servicio con los nobles de las diversas naciones, creando una relación de patronazgo que afianzara su poder sobre las élites provinciales. Además se fortalecía el propio Imperio al involucrar a los diversos nobles en un proyecto común, en el que compartían los riesgos y venturas de una campaña, estableciendo lazos entre ellos. 

Al final, la idea triunfante en la época era la de que lo mejor para la monarquía era un ejército de varias naciones; por estas causas citadas y otras que veremos a continuación.

Las bondades de esa plurinacionalidad quedaron tan firmes en el imaginario, que la propia Junta General de Brazos del Principado de Cataluña en 1640, al comenzar sus preparativos militares contra Felipe IV, declaró su intención de levantar un ejército de muchas naciones pues siempre los grandes ejércitos se componen de muchas naciones.


Zoom in (real dimensions: 2720 x 2037)Imagen
Recuperación de Bonn, 1588. Durante la cual se dio un infortunado ataque provocado por la competencia entre alemanes e italianos.

Zoom in (real dimensions: 1920 x 1473)Imagen
Pieter Snayers. Isabel Clara Eugenia visita las obras de sitio de Breda. El ejército de Flandes, prácticamente en conflicto permanente, se convirtió en punto de reunión y escuela militar de la nobleza militar de los Austrias.


Naturales vs foráneos; la “expatriación” militar.

La literatura de la época defendía a capa y espada el uso de naturales de la provincia, ya que supuestamente tenían mayores incentivos en defender un territorio que les era propio. Sin embargo la opinión generalizada era que las tropas “nativas” de, una provincia tenían poco valor y que desertaban con relativa facilidad, mientras que las foráneas eran más fiables.

En 1630, el marqués de Aytona remarcaba en ese sentido al rey: hubiese guerra en Italia sería mejor que se enviara allá valones y que vinieran aquí italianos, porque la gente natural de los países donde se hace la guerra se deshacen con gran facilidad, y no hay fuerza más segura que lo que consiste en la gente de guerra extranjera. 

En el caso de los milicianos sicilianos, durante la Guerra de Mesina (1674-1678) parece que estos eran especialmente poco fiables, incluso para reclutas forzosos. Carentes de equipo y disciplina, huían a la menor oportunidad, por lo que siempre se les debía poner al lado compañías españolas, italianas o alemanas, para que en todas las plazas o puestos hubiera, al menos, un pequeño número de soldados selectos.
Incluso entre las siempre alabadas tropas españolas había problemas cuando se empleaban milicias mal formadas o levas forzosas para defender el territorio nacional. Así durante la Guerra de las Nueve Años, hubo un gran número de deserciones, llegando a afirmar el duque de Medina Sidonia, virrey de Cataluña, que se había producido un envilecimiento de la nación española, ya que sin ningún temor ni respeto se pasan al enemigo, no bastando para el remedio pasar por las armas algunos de los que se cogen en fuga, y condenando a otros a galeras.

Aquí entre en juego lo que Geoffrey Parker denomina “expatriación militar”, aplicado sobre todo a las tropas españolas pero también en menor escala a las de otras naciones al servicio de la Monarquía. Es decir, el sistema por el que se reclutaba a las tropas en una región y se trasladaban a otra para guarnecerla y en su caso combatir. Mientras que las unidades de naturales, solían ser levadas y desbandadas con regularidad, se procuraba preservar estos contingentes de tropas desplazadas, beneficiándose de un servicio más permanente y adquiriendo la categoría de “milicia vieja”.

Lo ideal habría sido invertir en el mantenimiento y entrenamiento de las tropas reclutadas, y aunque no pudieran ser enviadas a otros frentes siempre se podían buscar sistemas como el de una rotación por el que las tropas novatas iban a guarniciones mientras que las que ya habían estado un tiempo de guarnición y acostumbradas a la vida militar salieran de operaciones. 
Al final se impuso un cierto cortoplacismo. Así por ejemplo, en la década de los 30 del XVII, lo habitual era que en los meses de marzo y abril se recurriera a levas en masa de tropas alemanas, valonas y de otras naciones, tropas que eran destinadas inmediatamente a campear, y de las que pocas quedaban llegado el otoño. 

A pesar de sus aparentes bondades, el sistema de expatriación no se pudo hacer a gran escala, debido entre otros factores al coste de los desplazamientos de tropas. En el caso de la propia España, hubo algunos recelos acerca de si aplicarlo aquí también. Parecía cosa natural que los españoles fueran a Italia o Flandes, pero no tanto traer tropas foráneas aquí.
Ya se había dado algún caso en el siglo XVI, y en época de Felipe IV se trajo alguna unidad foránea, en los años 20 y 30. Pero la cuestión volvió a resurgir con fuerza, con motivo de la emergencia que supuso la apertura de los frentes catalán y portugués. Aunque ya había unidades de otras naciones combatiendo en el frente peninsular contra Francia, se discutió la pertinencia o no de traer mas. Todavía en 1644 había visiones contrapuestas en el Consejo de Estado. Algunos entendían que la defensa de “estos reinos” se debía limitar a los naturales y que traer gente de fuera era invitar a que el ejército enemigo se reforzara con desertores. Dando su brazo a torcer, se pidió que al menos los “foráneos” fueran preferentemente napolitanos, lombardos e irlandeses, porque son naciones que militan muchos años ha en los ejércitos de V.M.. En 1647 una nueva consulta del Consejo de Estado reflejaba la opinión de que por lo menos la tercera o cuarta parte de la infantería del ejército debía ser española.
Al final no era raro que una parte de esas tropas foráneas que servían en España adquirieran una condición de tropas de élite, siendo mucho mejor valoradas que cuando servían en sus propias provincias. Sin embargo, las cautelas no eran del todo infundadas, ya que otra parte en cambio podía llegar a resultar problemática, pues poco acostumbradas a la falta de recursos imperante en los frentes peninsulares, eran mas propensas a causar disturbios y abusar de la población civil.


Zoom in (real dimensions: 1920 x 1258)Imagen
Rutas del “camino español” (Desperta Ferro). Trasladar tropas de una región a otra no era algo sencillo.


Zoom in (real dimensions: 554 x 948)Imagen
Daniel Cabrera Peña; “la primera criba”. Tropas del ejército del duque de Feria, en 1633, tras cruzar los Alpes procedentes del Milanesado. Cuando se afrontaba una larga y dura marcha, atrás iban quedando los débiles y timoratos, bien por enfermedad bien por deserción. En el fondo no dejaba de ser una criba de aquellos elementos que en campaña eran mas una carga que un activo.

Foro de discusión:

https://elgrancapitan.org/foro/viewtopic.php?f=45&t=26329

Lectura recomendada:

Resultado de imagen de pavía a rocroi de julio albi