Academia de Infanteria de Toledo

Durante la Edad Media y gran parte de los tiempos modernos, la condición de noble y la de militar eran casi coincidentes. En consecuencia, el mando de las diversas unidades de los ejércitos, es llevada a cabo de forma absoluta por los Duques, Condes o Marqueses. La nobleza se dedicaba desde la niñez a su formación militar, pero lo hacía de forma individual en el hogar paterno. Lo normal era que cada noble tuviera un ayo o maestro de armas, que en muchos casos podía ser el propio padre o un familiar cercano. Desde luego, lo que está claro es que no existía ningún centro de enseñanza militar.
Como excepción, significativa, a esta regla se puede citar “la Compañía de los Cien Donceles” que el Rey castellano Alfonso XI creó en el siglo XIV. Los donceles acompañaban al Rey tanto en la guerra como en los torneos, y cuando alguno destacaba pasaba a ser Caballero. En realidad, lo normal era que el doncel pasara primero a ser escudero y luego, si lo merecía, se convertía en Caballero.

Alfonso XI Alfonso XI
A partir del reinado de los Reyes Católicos empieza a tener cada vez más importancia la Artillería, aunque durante todo el siglo XVI y parte del XVII, el arma más importante será la famosa Infantería de los Tercios, que es el alma del Ejército español de la época. Aunque la nobleza siguió acaparando los puestos de mando de los Tercios sin necesidad de acudir a ningún centro de formación, la complejidad del uso de la pólvora, del movimiento, el adecuado empleo de las diversas piezas de Artillería (bombardas, ribadoquines, pasavolantes, etc….) y la construcción de fortalezas defensivas, preparación del terreno, etc…, requerían ya unos conocimientos que no podían ser adquiridos de forma automática por el mero hecho de ser noble, y por lo tanto se necesitaba aprenderlos en un centro de enseñanza.
Al principio es difícil diferenciar las actividades y conocimientos que necesitarán ingenieros y artilleros, recibiendo en muchas ocasiones la enseñanza juntos. En la época de Carlos V se realiza un primer intento de conseguir una formación regular para los mismos; así tenemos que una cédula real de la Reina Juana, fechada en Valladolid el 17 de agosto de 1537 ordena al capitán de Artillería elegir el lugar más conveniente de la ciudad de Burgos para instalar una fundición de cañones y otras piezas para el servicio de los artilleros, y posteriormente se creó la Escuela de Artillería en Burgos (que formaba también a los ingenieros), en el año 1559 se crea la Escuela de Artillería de Mallorca, y en los años 1575 y 1576 se fundan dos escuelas de Artillería en Sevilla. La primera estaba dirigida por el prestigioso Julián Firrufino, mientras que la segunda estaba controlada por el Consejo de Indias y se dedicaba de forma especial a la Artillería Naval, tan necesaria en una época en la que los convoyes españoles con destino a América tenían que defenderse de los ataques de los piratas y corsarios ingleses, franceses y más tarde holandeses.
En 1582 se funda la Real Academia de Matemáticas de Madrid, con la misión de conseguir la normalización y buena formación de los ingenieros militares y arquitectos. Su programa se basaba en las matemáticas y otras disciplinas. Fracasará por falta de continuidad y apoyo. Fue creada por Felipe II y dirigida por su Arquitecto Mayor Juan de Becerra. En 1625 pasará a los jesuitas y se dedicará a enseñar teología y moral.
En 1600 encontramos una serie de Escuelas de Artillería en Barcelona, Pamplona, Cádiz, La Coruña, Lisboa (Portugal entonces estaba unido a España), Gibraltar, Málaga y Cartagena, a las que hay que añadir en 1605 las de Burgos, Sevilla, Valladolid (que pasaría después a Madrid), Granada y Ávila, lo que da idea de la importancia que había adquirido la enseñanza de la Artillería. Para las otras Armas no había nada, aunque se citan unos Seminarios Militares en Orán y Cerdeña, en los que se pretendía impartir una enseñanza tanto teórica como práctica de la Infantería, con la intención de superar el nivel de instrucción de los Tercios. El problema es que no se conocen las fechas y ni siquiera si esos seminarios llegaron a funcionar.
Hay que llegar al año 1674, cuando en Flandes (entonces unido a España, aunque ya por poco tiempo) se va a crear una Escuela General de Batalla. Su ubicación será la ciudad de Bruselas. Al frente de esta Escuela, verdadera Academia General Militar, se puso a un veterano de los Tercios de Flandes, que aunque ya habían perdido su hegemonía en Europa, seguían siendo una gran máquina de guerra. El elegido fue Sebastián Fernández de Medrano, más conocido como el Alférez Medrano.
Los objetivos de esta escuela eran la formación de Oficiales de todas las Armas. Para ello recibía todos los años treinta Oficiales alumnos y otros 30 soldados cadetes de los diversos Tercios y Regimientos. Había también un número indeterminado de oyentes, o sea, jóvenes que accedían a la Escuela mediante becas concedidas por los Gobernadores y que adquirían los mismos derechos que los alumnos. Por lo que se refiere al plan de estudios, los Oficiales estaban en el centro dos años y los cadetes tres. Los más aventajados de unos y otros estaban un año más y salían con el título de Ingenieros o Arquitectos Militares. Este modélico centro fue disuelto en 1705.
En 1694 se abría una denominada Real Academia Militar de Barcelona, con las mismas misiones que la anterior, pero en 1705 se cerró, al ser tomada la ciudad durante la Guerra de Sucesión Española por las fuerzas del Archiduque Carlos, pretendiente al trono de España junto a Felipe de Borbón (Felipe V).

 Puerta de la Real Academia Militar de Barcelona en el Convento de San Agustín

Puerta de la Real Academia Militar de Barcelona en el Convento de San AgustínLA ENSEÑANZA MILITAR HASTA LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
Con la llegada de los Borbones a España van a cambiar muchas cosas y en el ámbito militar, además de desaparecer el término Tercio, sustituido por el de Regimiento, y cambiar la pica y el mosquete o arcabuz por la bayoneta y el fusil de chispa, la Enseñanza militar también va a sufrir cambios notables.
Quizás lo más digno de resaltar es la aparición de los llamados Cadetes de Cuerpo; hijos de nobles o de militares que acudían a los Regimientos para formarse allí íntegramente e incorporarse, cuando recibieran el beneplácito correspondiente, al propio Regimiento como Oficiales. Tenían como preceptor y único encargado de su formación a un Capitán, llamado Maestro de Cadetes, que realizaba esta misión sin dejar de ejercer sus funciones normales en dicho Regimiento. Era un cargo de carácter rotativo y no tenía porque ser siempre el mismo.
Pero se pueden observar inmediatamente los defectos de este sistema. En primer lugar, la formación de los Cadetes dependía casi de forma absoluta de la propia valía, dedicación e interés del correspondiente Maestro de Cadetes. En segundo lugar, y aunque supongamos que todos estos Maestros cumplieran fielmente sus cometidos, la heterogeneidad de los métodos empleados por cada uno de ellos, al no haber planes coordinados entre los diversos Regimientos, hacía que los resultados fueran dispares y en general pobres, máxime si pensamos que el Maestro no tenía como única misión la de la enseñanza. Como último defecto, podríamos decir que al formarse cada oficial para cada Regimiento, no tenían relación con el resto de los Oficiales del Ejército, con los consiguientes perjuicios que esto ocasionaba.
Además de este procedimiento de formación de Oficiales, en el siglo XVIII encontramos los siguientes Centros de Enseñanza Militar:
- Infantería:
Las Reales y Militares Academias de Matemáticas de Badajoz (1712), Pamplona (1719), Orán (1732), Ceuta (1742), El Puerto de Santa María (1774) y Ávila, esta última también para Caballería y solamente duró dos años (1774-76).

- Caballería:
La Escuela de Equitación de Zaragoza (1770), la Real Academia de Caballería y Picadero de Ocaña (1775), y la de Ávila ya citada.

- Artillería:
Los artilleros se formaron desde 1711 en las Academias de Matemáticas de Barcelona y Cádiz, que funcionaron brillantemente hasta que en 1764, el Conde de Gazola, noble napolitano llegado a España con Carlos III, funda el Colegio de Artillería de Segovia, que adquiriría muy pronto un gran prestigio y que resistiría todos los cambios que en el futuro se sucedieron hasta el punto de que las promociones del Arma se numeran actualmente partiendo de ese año de 1764.

Actual Academia de Artillería. En su inicio ocupó el Alcazar de Segovia
Actual Academia de Artillería. En su inicio ocupó el Alcazar de Segovia

- Ingenieros:
Hasta 1711 el Cuerpo estuvo unido al de Artillería. A partir de ese año se independiza y por lo que respecta a la formación de Oficiales, admitían aspirante mediante un exámen de estudios realizados en otras Academias, pero preferentemente la de Matemáticas de Barcelona que estaba a cargo del propio Cuerpo. En Barcelona estudiaban dos años en común con los artilleros que allí se encontraban, para luego seguir otros dos más de especialización, ya en cuestiones propias del Cuerpo.

En 1790 quedaron como únicas academias, para las Armas Generales las de Zamora (que absorbió a la de Orán), la de Cádiz (que hizo lo propio con las del Puerto de Santa María y Ceuta), y la de Barcelona, desapareciendo, por tanto, las de Badajoz, Pamplona, Zaragoza y Ocaña. Para Artillería seguía el Colegio de Segovia e Ingenieros continuaba con su sistema, basándose sobre todo en la Escuela de Barcelona.
En 1803 queda como única Academia para las Armas Generales la de Zamora, en la que se refunden las de Cádiz y la de Barcelona y además se le reducían los recursos y el número de alumnos a admitir. Se creaba ese mismo año la Academia Especial de Ingenieros en Alcalá de Henares, mientras que en Segovia continuaba su marcha el Colegio de Artillería.

Continuaban por otra parte, los Cadetes del Cuerpo, con los mismos defectos ya señalados. Otra vía de acceso a la oficialidad era la llamada Academia de Caballeros Pajes, que contaba con un buen profesorado y en la que los alumnos que desearan seguir en el Ejército obtenían el empleo de Capitán al salir de dicho Centro.

Repasando los centros militares del siglo XVIII se puede apreciar una clara diferencia entre las llamadas Armas Generales (Infantería y Caballería) y los Cuerpos Facultativos (Artillería e Ingenieros). Como norma general podemos decir que, para los segundos había siempre recursos disponibles, mientras que para las primeras solían escasear. La razón es clara, aunque no por ello justa; los artilleros de la época estaban encargados, no solo de sus funciones puramente militares, sino también de las relacionadas con la fabricación del armamento, tanto propio como de las otras Armas y Cuerpos, los proyectiles, las pólvoras, explosivos, artificios, etc., es decir, eran ingenieros industriales y químicos. Los ingenieros por su parte, además de sus funciones propias, estaban encargados de las obras públicas y de la infraestructura de la nación, es decir, eran ingenieros de caminos, de montes, etc… Con este programa es lógico pensar que la formación de los Cuerpos Facultativos preocupara a los dirigentes de la nación.

En 1803 había en España tres Academias Militares, cuyo funcionamiento era el siguiente:

Zamora:
Para las Armas Generales. Dos años de estudios. Al finalizar los estudios se obtenía el empleo de Alférez.

Segovia:
Para Artillería. Cuatro años de estudios. Los alumnos obtenían el empleo de Subtenientes.

Alcalá de Henares:
Para ingenieros. Ingreso mediante exámen de materias estudiadas en otras Academias para Oficiales y aquellos cadetes que obtuvieran calificaciones de sobresaliente. Estudios específicos durante tres años. Los alumnos obtenían el empleo de Subtenientes.
Fachada de la Academia de Alcalá de Henares en 1803

 Fachada de la Academia de Alcalá de Henares en 1803

LA ENSEÑANZA MILITAR HASTA LA PRIMERA ÉPOCA DE LA ACADEMIA GENERAL MILITAR (1882)

En 1808 empieza para España una de las pruebas más difíciles que ha tenido que soportar en su historia, la invasión francesa y la consiguiente guerra contra Napoleón. Por lo que se refiere a los Centros de Enseñanza Militar que existían en aquella época, la suerte que corrió cada uno fue la siguiente:

Zamora:
La Academia se autodisolvió, desapareciendo para siempre.

Alcalá de Henares:
La de Ingenieros de Alcalá también tuvo que disolverse, emprendiendo los alumnos y profesores la llamada “fuga de los zapadores”, por la cual lograron llegar a Valencia, donde se integraron en el Ejército. Hubo intentos posteriores de refundación en 1810 en Cádiz, Palma de Mallorca y Ceuta, pero fracasaron. Por fin en 1811, el Coronel Gil de Bernabé, aseguró que entre sus alumnos de la Academia que tenía en la Isla de León (San Fernando), alguno podría obtener el ingreso en Ingenieros. Efectuado el examen, los resultados fueron positivos, por lo que desde entonces hasta 1814 se formarían allí dos promociones del Cuerpo. En 1814 volvería de nuevo a Alcalá de Henares coincidiendo con el final de la Guerra.


Segovia:
Por lo que se refiere al Colegio de Artillería de Segovia, en 1808, con la llegada de los franceses se suspendieron las clases, y los alumnos emprendieron una marcha a través de la geografía hispano-portuguesa que les llevaría por fin a Sevilla. Allí se reanudaron las clases en 1810, pero la presión francesa hizo que se abandonara Sevilla, marchando a Cádiz, integrándose los cadetes y profesores en el Ejército regular momentáneamente, pues de forma inmediata unos y otros entrarían a formar parte del Colegio del Coronel Gil de Bernabé. En 1812, por orden del Consejo de Regencia, los artilleros se trasladaron a Palma de Mallorca, donde permanecerían hasta el final de la Guerra, volviendo a continuación (1814) a su tradicional feudo de Segovia.

Mientras tanto, para las Armas Generales, ante la urgente necesidad de cuadros de mando, empezaron a surgir Colegios y Escuelas militares por todas partes, aunque con el lógico defecto de falta de uniformidad en la organización, en los programas, en los métodos, etc… Por fin, por orden del Consejo de Regencia, en 1811, se estableció una Escuela Militar por cada uno de los Ejércitos que estaban operando en campaña. De esta forma aparecen las Escuelas de Tarragona, Palma de Mallorca, San Fernando, Jaca, Olivenza y Santiago de Compostela.

Tarragona:
Se había creado en 1810, recibía alumnos del Ejército de Cataluña y tuvo que trasladarse en 1813 a Poblet por la presión francesa, y allí finalizó la Guerra.

Palma de Mallorca:
Se abrió en 1812 y destacó por sus buenos resultados académicos. Se trasladó a Gandía en 1814 y recibía alumnos del Segundo Ejército.

San Fernando:
Se creó inicialmente en Sevilla en 1809 y tuvo como fundador al Coronel Mariano Gil de Bernabé, personaje ya citado anteriormente y que debe ocupar un puesto de primer orden en la historia de la Enseñanza Militar en España. Reclutaba alumnos entre universitarios mayores de 17 años y les sometía a un programa de estudios riguroso y eficaz. En 1810, debido a la presión de los franceses sobre Sevilla, tuvo que trasladarse a Cádiz y allí continuó su trabajo, llegando, como ya se ha comentado, a recibir alumnos de otras Armas y constituyendo de hecho, desde 1811, una auténtica Academia General Militar. En 1812 falleció Gil de Bernabé, pero su obra continuó en la persona del siguiente director, Gabriel Morán, que venía trabajando con Gil de Bernabé desde el comienzo de su aventura docente.

Jaén:
El Ejército de Murcia crea en 1810, en la ciudad de Murcia, una Escuela Militar para su Ejército. Con la orden del Consejo de Regencia ya citada, se traslada a Jaén en 1811. Por la presión francesa se tuvo que marchar a Cartagena, pero solo por un periodo de dos semanas. En 1812 recibió alumnos y profesores de una Academia de Caballería que existía desde 1810 en Játiva, refundiéndose ambas, realizando ligeros retoques en el plan de estudios para poder hacerse válido para ambas Armas. Esta Escuela también obtuvo unos resultados académicos muy brillantes. La citada Academia de Játiva había pasado antes de fundirse con la de Jaén, por Cartagena, Orihuela, Villena y Murcia, siempre debido al peligro del empuje francés.

Olivenza:
Se formó en 1810 para el Ejército de Extremadura una Escuela en Valencia de Alcántara, pasando en 1812 a Olivenza, donde permaneció sin traslado hasta su disolución.

Santiago de Compostela:
Se inauguró en 1812 con algunos elegidos del llamado Sexto Ejército o de Santiago, y no sufrió ningún traslado.

Terminada la Guerra de la Independencia (1808-1814) y regularizada la vida española, todos estos centros quedaron reducidos a tres por una Real Orden de 1818:

Valencia:
Que absorbía los de Poblet y Gandía.

San Fernando:
Que continuaba funcionando con la absorción de los de Jaén y Olivenza.

Santiago de Compostela.
Que seguía en su mismo lugar de origen.

No obstante, en 1815, el Infante Carlos María Isidro, futuro pretendiente carlista, intentó formar en Toledo un Colegio Militar para todas las Armas, pero no logró sus objetivos.
Más adelante, en 1823, se llegó incluso a la disolución de los tres centros de formación de Oficiales para las Armas Generales, coincidiendo con los difíciles años del Trienio Liberal y la posterior vuelta al absolutismo con la llegada de los Cien Mil Hijos de San Luis.
Los años que van desde 1825 hasta 1882 reciben el nombre de “época de los Colegios Generales” y así hay que acertarlo, pues comienza en 1825 en Segovia, con la apertura de un “Colegio Militar de todas las Armas”, sigue con otro Colegio General en Toledo en 1843 y culmina con la creación efectiva de la Academia General Militar en 1882.
El Colegio General Militar de todas las Armas de Segovia inició su andadura en 1825 y su primer director fue el General Francisco Javier Venegas. En él se aceptaban cadetes menores de 25 años, con ciertas trabas sociales y económicas, y la duración de los estudios era de cinco años. El final del Colegio tendrá lugar en el transcurso de la I Guerra Carlista cuando en 1837 el General carlista Zaratiegui tomó momentáneamente Segovia y disolvió el Centro. Es digno de mencionarse que, pese a ser esa Guerra tremendamente cruel, se respetó al personal del Colegio, hasta el punto que alguno de los profesores se incorporarían al bando carlista y se les encontrará en las Academias y Centros de Enseñanza que los absolutistas montaron por toda la geografía española.
En 1843, terminada la I Guerra Carlista y el periodo esparterista, se vuelve a abrir el Colegio General de todas las Armas, pero ahora ubicado en Toledo. Al frente del mismo se colocará a un prestigioso General y activista político, el Conde de Clonard. Las condiciones de ingreso eran tener entre 14 y 18 años y las consabidas pruebas de nobleza y sangre, que aún no estaban totalmente abolidas en la sociedad española. Este Colegio durará solo siete años, pues en 1850 se toma la decisión de que haya una Academia para cada Arma, quedando la situación de la siguiente manera:
Academia de Infantería en Toledo.
Academia de Caballería en Valladolid.
Academia de Artillería en Segovia.
Academia de Ingenieros en Guadalajara.
Academia de Estado Mayor en Madrid.
Academia de Administración en Madrid.

Serafín María de Sotto (Sutton), Conde de Clonard

 Serafín María de Sotto (Sutton), Conde de Clonard

En este estado se seguirá durante el tercer cuarto de siglo con la particularidad de que en 1857 se restauran los Cadetes de Cuerpo, una medida totalmente retrógrada, ya que, por citar solamente dos inconvenientes, producían una división en la procedencia de los Oficiales y perturbaban el orden establecido en el escalafón al no encontrarse un procedimiento lógico y eficaz para integrarlos con los procedentes de las Academias.

En 1873, instaurada la I República, el ministro de la Guerra, Nicolás Estébanez Calderón, tuvo un intento loable y muy bien orientado para instaurar una Escuela Nacional Militar para todas las Armas, pero los múltiples problemas y lo efímero de los gobiernos republicanos dieron al traste con el intento.
Tres años después, una vez terminada la III Guerra Carlista y en plena Restauración, hay un nuevo intento de creación de un Centro común, pero el logro no se plasmará hasta seis años más tarde, cuando el ministro de la Guerra, Arsenio Martínez Campos el 20 de febrero de 1882 establezca en Toledo la Academia General Militar.

Arsenio Martínez Campos
 Arsenio Martínez Campos

Por lo que se refiere a la Enseñanza Militar en el bando carlista, se puede decir que cuando en 1833 comienza la I Guerra Carlista, que durará hasta 1840, la necesidad de formar Oficiales se hizo sentir de forma inmediata en el bando absolutista, pues se había pasado en muy poco tiempo de las simples partidas a un ejército formado a base de Batallones, Brigadas e incluso Divisiones.
Esta necesidad se hacía más perentoria para las armas de Artillería e Ingenieros, pues para las Armas Generales había numerosos voluntarios que se incorporaban de todos los puntos de España. La enseñanza en el bando carlista fue independiente según el núcleo territorial (norte, Cataluña o Centro-Maestrazgo) y cada uno fue resolviendo sus propios problemas como supo y pudo.
En el Norte hay que destacar las Academias de Oñate (Artillería) y Mondragón (Ingenieros). En Cataluña se fundó, por el contrario, un Colegio Militar para Infantería en Borredá (1838), trasladado sucesivamente a Solsona, Vilada y La Nou.
En la región Centro-Maestrazgo se puede citar el Colegio Militar de Cantavieja (1836), trasladado luego a Morella a finales de 1838, donde se reestructuró y se dividió en un Colegio para Artillería y otro conjunto para Infantería y Caballería.
Durante la II Guerra Carlista o de los Matiners (1846-1849), centrada en Cataluña, no llegó a constituirse ninguna Academia. Funcionó el procedimiento de los Cadetes de Cuerpo, que tampoco abandonó en ninguno de los frentes durante la I Guerra.
En la III Guerra Carlista (1872-1876), el bando carlista en principio no tuvo problemas de Oficiales, pues acudieron a sus filas gran cantidad de hombres del antiguo Ejército Isabelino tras el derrocamiento y expulsión de Isabel II en 1868, la instauración de la I República y la disolución del Cuerpo de Artillería en 1873.
De todas formas hay que citar las academias de Azpeitia (Artillería), dirigida curiosamente por el Comandante Julián Gutiérrez, antiguo profesor en Segovia, y la de Vergara (Ingenieros), dirigida por el Coronel José Garín Vargas, anteriormente profesor en Guadalajara. Para Infantería y Caballería funcionaron en esta región del Norte, las de Oñate y Aramayona.
En Cataluña, la imperfecta organización del Ejército Carlista en la zona se reflejaba en los dos Colegios de Cadetes, en Vidrá (Infantería) y San Boi de Llusanés (Caballería), que no pasaron de ser un ensayo.
Por último, en el Centro, volvió a funcionar el Colegio de Cantavieja a finales de 1873, pasando momentáneamente a Mosqueruela para volverá a Cantavieja en 1875, reorganizado por el General Dorregaray que había sido alumno durante la I Guerra de uno de estos colegios que se han citado. También hubo en Vistabella una Academia para el Cuerpo de Administración.


http://upcommons.upc.edu/revistes/bitst ... lleria.pdf
http://revistas.ucm.es/amm/02148765/art ... 20277A.PDF
http://www.ingenierosdelrey.com
Apuntes de Historia del Ejército AGM-FM-005


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