La Confederación Peruano – Boliviana

A raíz de las guerras intestinas provocadas por los caudillos militares tales como Agustín Gamarra, y por insinuación de éste, fugitivo en Bolivia primero, en Ecuador después y finalmente en Chile, surgió la idea de una Confederación entre Bolivia y Perú, antaño parte fundamental del Imperio de los Incas, el Alto Perú y el Bajo Perú durante la dominación española, un solo pueblo, una sola cultura; que fue llevada a cabo más adelante por el, a la sazón presidente de Bolivia, mariscal don Andrés de Santa Cruz. Con la aprobación de las Asambleas de Sicuani y Huaura, por parte del Perú, y la de Taparí, por la de Bolivia; por decreto de fecha 28 de octubre de 1836, declaró Santa Cruz establecida la Confederación Peruano – Boliviana, que se componía de los Estados Nor – Peruano, Sur – Peruanos además de la República de Bolivia, con Santa Cruz como Protector.

Bandera de la Confederación Peruano - Boliviana

Todo hacía prever el brillante provenir de la Confederación, no obstante las quejas y críticas de los descontentos y opositores, la Hacienda pública se incremento y fortaleció; se protegió la industria, el comercio y la instrucción pública. Los Estados Unidos y los países europeos, en particular Inglaterra, se apresuraron a establecer relaciones cordiales con el nuevo poderío creado en Sudamérica, y sólo Chile, que tenía un estadista de larga visión, su ministro Diego Portales, vio con inquietud para Chile la Confederación de los países del Norte.

“La posición chilena frente a la Confederación Peruano – Boliviana es insostenible. No puede ser tolerada porque equivaldría a su suicidio. No podemos mirar sin inquietud y sin mayor alarma la existencia de dos pueblos confederados y que –a la larga- por la comunidad de origen, historia, lengua, hábitos, religión, ideas, costumbres; formarán, como es natural, un solo núcleo. Unidos estos dos Estados, aún cuando no sea más que momentáneamente, serán siempre más que Chile en todo orden de cuestiones y circunstancias. (…) La Confederación debe desaparecer para siempre del escenario de América. (…)” (1)

Manuel Bulnes, jefe del ejército expedicionario restaurador.


Agustín Gamarra, ex presidente del Perú, jefe de los peruanos opositores a Santa Cruz.

Por eso mismo también dice Bulnes, jefe de la segunda expedición restauradora:

“El Gobierno de Chile consideraba como una medida de seguridad la destrucción de ese poder vecino y colosal con bases militares, que había conquistado el Perú, y que extendía hacia el Ecuador sus miradas ambiciosas.”(2)

Acogió Chile a Gamarra y a otros descontentos; se apoderó de la flota de la naciente Confederación, en agosto de 1836, anclada en Lima; provocó la guerra (debido a un inconveniente con Santa Cruz, el gobierno chileno solicitó a modo de desagravio, condiciones imposibles de cumplir para el Protector, entre las cuales se encontraba la disolución de la Confederación regida por él) y envió a las expediciones de Blanco y Bulnes, en la última de las cuales vino Gamarra, ex presidente peruano.

La primera expedición, de Blanco Encalada, tuvo como objetivo el Estado Sur – Peruano, desembarcó en las inmediaciones de Arequipa y ahí fue rodeada inmediatamente por el ejercito confederado de Santa Cruz, obligada a firmar un tratado donde se comprometía a no volver a alzar las armas contra la Confederación y finalmente enviada de vuelta a Chile. En ese país el tratado no cayó bien, censuraron a sus firmantes y el gobierno preparó una segunda expedición.

Desembarcó esta última en Ancón, a pocos kilómetros de Lima, debido a que el Sur estaba volcado definitivamente a favor de la Confederación, y después de batir al ejército del general José Luís Orbegozo (presidente del Estado Nor - Peruano, que se encontraba en rebeldía con Santa Cruz) en la Batalla de la Portada de Guía, se autoproclamaba Gamarra, con el apoyo de las bayonetas chilenas, Restaurador.

Pero la Confederación estaba lejos de ser derrotada, a pesar de la rebeldía de los departamentos del Norte, y con motivo de la aproximación del ejercito confederado de Santa Cruz a Lima, el ejercito Restaurador tuvo que trasladarse a Huacho, donde Gamarra concibió la idea de llevar la campaña al Callejón de Huaylas, que ofrecía la ventaja de estar protegido al Norte por un departamento hostil; al Oeste por el mar, dominado por la escuadra chilena desde los sucesos de agosto de 1836; al Este por la Cordillera Blanca, que ofrece pocos pasos fácilmente defendibles; no siendo posible, en tales condiciones, la marcha de los confederados sino por el Sur.

En Huacho nombró Gamarra aposentador general del Ejército Restaurador al coronel Manuel Mayo, quien, con varios oficiales peruanos a sus órdenes, se dirigió a Huaraz para preparar el abastecimiento del Ejército.

Como dato curioso, el coronel Mayo, tomaría 4 grandes candelabros de plata de la Iglesia de Huaraz para el mantenimiento del ejército al que pertenecía, estos candelabros eran parte de una donación de doce candelabros a la Iglesia durante la época del Virreinato por una acaudalada familia local, seis candelabros habían sido tomados anteriormente por el Ejército Libertador de Simón Bolívar a su paso por Huaraz en busca de las tropas del Virrey La Serna. Los dos restantes aún se conservan intactos.


Andrés de Santa Cruz, ex presidente del Perú, presidente de Bolivia y Protector de la Confederación Peruano - Boliviana.

Batalla de Yungay

De Huacho, el Ejército Restaurador emprendió la marcha a Huaraz dividido en dos cuerpos: uno de mas de 700 hombres, al mando del general limeño Ruffino Torrico, siguió la ruta de Ocros, Chiquián y Recuay, que fue la misma que, internándose por Sayán, siguió por Pativilca y la quebrada del río Fortaleza, llegando a la ciudad de Recuay (próxima a Huaraz) la vanguardia el 27 de noviembre de 1838.

El Ejército Confederado ocupó Recuay el 4 de Enero, ya en 1839, en persecución del ejército restaurador de Bulnes y Gamarra. Ese día un vecino de la ciudad, don Vicente Cáceres, a la cabeza de la vanguardia de los confederados, persiguió a tiros al piquete de caballería de Gamarra, al mando del coronel Herrera, cuando éste se replegaba a Huaraz, distante 20 kilómetros.

Al día siguiente, 5 de enero, a medio día, la retaguardia de Bulnes desocupó Huaraz en momentos en que entraba en ella la vanguardia de Santa Cruz. Tanto la retaguardia de los restauradores como la vanguardia de los confederados, marchando separados a veces solo media legua, se trabaron en lucha por la posesión del puente del Buin, a primeras horas del 6 de enero, terminando con resultando favorable a los restauradores, no obstante el arrojo del capitán boliviano Juan José Pérez, que con un piquete de caballería, intento vadear el torrentoso Buin, que por ser época de lluvias iba muy cargado, escapando Pérez, con mucha dificultad, de ser arrastrado por la fuerte corriente. El puente quedo así en poder de los restauradores, que después procedieron a volarlo, retirándose del lugar por la noche.

Era el propósito de los restauradores atraer a los confederados al Campo de San Miguel, a la entrada de Caraz; pero como Santa Cruz permaneciera en la cercana Yungay, a sólo tres leguas, los restauradores resolvieron atacarlo en sus posiciones la madrugada del 20 de enero.

El Ejército Restaurador estaba formado de la siguiente manera, 4 500 chilenos y 1 000 peruanos, los cuales estaban divididos entre los batallones “Huaylas” y “Cazadores del Perú”. Todo ese ejército estaba dividido en cuatro divisiones mandadas por cuatro generales peruanos, a saber:
- Primera división, o vanguardia, a órdenes del general Torrico.
- Segunda división, a órdenes del general Eléspuru.
- Tercera división, a órdenes del general Francisco Vidal.
- Cuarta división, formada por la caballería, a órdenes del bravo general Ramón Castilla.

En vano Bulnes trataría de restar mérito a los generales peruanos durante su “Historia de la Campaña de 1838”, ya que siendo Bulnes, quien tenía la responsabilidad a cargo, puso a los mencionados generales a la cabeza de las divisiones chilenas y peruanas era porque conocía muy bien lo que valían tales generales, siendo erróneo suponer que los pusiera como meras figuras decorativas.

El Ejército Confederado, cuyo número llegaba a los 6 000 efectivos, ocupaba la orilla izquierda del riachuelo de Ancash, o Ancass –palabra que en quechua significa azul- por tener su origen, el riachuelo, en los nevados azulados llamados “Ancass Raju”. El ejército confederado estaba dividido de la siguiente manera:
- Ala izquierda de los confederados, formada por batallones peruanos, estaba al mando del general Trinidad Morán, quién según Castilla, era el alma y cabeza de los confederados.
- Ala derecha, formada por batallones bolivianos, se hallaba a cargo del general Herrera.
- Al centro habían tres piezas de artillería y una más arriba a órdenes del coronel Pareja.
- Y finalmente la caballería, a retaguardia, estaba mandada por el general José M. Pérez Urdimiza.


Plano de la Batalla de Yungay

En la margen derecha del riachuelo de Ancash se levanta el montículo llamado Pan de Azúcar, que se asemeja a un cono truncado. En dicha posición se hallaba el general Anselmo Quiroz, jefe del Estado Mayor General del Ejército Confederado, con tres compañías de tropas bolivianas; y más allá, en las alturas del cercano cerro de Punyán, y en pie del mismo, había algunos otros cordones de tropas al mando del coronel Guilarte.

El número de los confederados era ligeramente superior en número de hombres al de los restauradores; mas éstos llevaban cierta superioridad sobre aquéllos: primero, por la calidad de sus jefes; segundo, la superioridad de su artillería y sus municiones, pues Bulnes recibió en Huaraz 100 000 balas que le fueron enviadas desde el mar y, por último, porque su ejército había tenido tiempo suficiente para reponerse de las marchas durante su estadía en el Callejón (por el contrario el ejército de Santa Cruz se desplazaba a marchas forzadas desde sus bases en el Sur, por vía terrestre, debido a la perdida de parte de su flota, tiempo atrás).

La batalla principió en el ataque al cerro de Punyán, de donde fueron desalojadas las tropas del coronel Guilarte que lo custodiaban –según Santa Cruz, Guilarte desertó ante esa carga- por los batallones restauradores Portales, Valdivia y Huaylas, el Aconcagua, que había salido poco antes y había bordeado el mencionado cerro, los esperaba al pie del mismo para lanzarse sobre el Pan de Azúcar y sobre las tropas bolivianas del general Quiroz que lo defendían.

Se inicia entonces el ataque a los batallones bolivianos en Pan de Azúcar por los batallones Valdivia y Cazadores del Perú. Los asaltantes, después de grandes esfuerzos, llegaron a la cumbre y acorralaron a las compañías del general Quiroz, quien fue asesinado, quedando en el campo en compañía de los cuerpos de sus 500 bolivianos.

Dueños, los restauradores, del Pan de Azúcar, atacaron el ala derecha y el centro, trabándose en una lucha generalizada a las orillas del río Ancash en medio de la cual el ataque restaurador es contenido por la infantería confederada en el límite de sus trincheras, luego de lo cual ésta se lanza en persecución de los batallones restauradores en retirada. Ante la inminente debacle, entra en accion la cuarta división del Ejército Restaurador, la de caballería, la cual ataca el ala izquierda de los confederados la que, por no hallarse debidamente protegida debido a la anterior derrota de los batallones bolivianos de Quiroz, fue flanqueada por los restauradores, en cuya acción tuvo parte fundamental el general Castilla, quien –con su arrojo y oportunas decisiones, aún cuando eran contrarias a las órdenes dictadas por Bulnes- decidió la batalla.

Tras la carga final de la caballería restauradora y la dispersión final de los remanentes, los confederados cuentan tres mil hombres como bajas, la mitad de ellos muertos en el campo de batalla y la otra mitad hechos prisioneros. Similar número de muertos cuentan los restauradores, pero su victoria ha sido total, se han apoderando de toda la artillería y el material de guerra de sus enemigos, el Estado Mayor Confederado yace en el campo de batalla junto al núcleo del poder de Santa Cruz. El mismísimo Protector ha huido.

Huída de Santa Cruz y el estratagema de Mitrídates

Viendo Santa Cruz a su ejército derrotado, emprendió la fuga –según se dice- haciendo derramar en el camino parte de los zurrones de monedas de plata que llevaba consigo para el pago de la tropa y la compra de alimentos; mediante cuya estratagema, que fue la que empleó Mitrídates para escapar de los romanos, consiguió demorar a las tropas mandadas en su persecución.

En el trayecto cambió de cabalgadura en casa de un cura próximo, primero y en Recuay, después, prosiguiendo su viaje a Lima, a donde llegó en la noche del 24 de enero, acompañado por algunos de los generales sobrevivientes de su Estado Mayor y de su ministro Oñaleta, después de haber recorrido mas de cien leguas en cuatro días. Desconfiando de su seguridad en la capital Nor-Peruana, se dirigió hacia Arequipa, donde tuvo que enfrentar un motín popular, finalmente se ve obligado a buscar asilo en un buque ingles anclado en Islay ante la posibilidad de ser capturado y de una venganza de parte de sus opositores.

Por otro lado casi 900 soldados confederados sobrevivientes del desastre logran llegar a Lima donde se reúnen con un similar número de soldados de la guarnición del Callao y se preparan para emprender nuevamente la marcha al sur a fin de reunirse con el protector y con el ejército que aún permanece en el Sur.

Sin embargo, las noticias de la derrota de Santa Cruz en Yungay y el asilo del Protector se expanden rápidamente y pronto provocan reacciones en el seno de la Confederación. En Bolivia, rápidamente el opositor general Velasco forma nuevo gobierno, apoyado por el Congreso y el flamante canciller no duda en agradecer al gobierno de Chile el haberlos librado de Santa Cruz.

Mientras tanto en el Perú, en agosto de 1839, habiendo sido elegido Agustín Gamarra, por el Congreso de Huancayo, Presidente de la República, declaró disuelta la Confederación, proclamando la reunificación de los Estados Nor y Sur-Peruano en el Estado Peruano y derogó, en pago del apoyo chileno a su causa, dos leyes que perjudicaban enormemente al comercio de ése país; una, que declaraba Arica puerto franco, y la otra, que imponía a los barcos mercantes de procedencia europea doble tarifa en caso de haber hecho escala previamente en Chile, era por el contrario muy módica en el caso que no hubieran hecho escala previa.

Posteriormente Gamarra trataría de hacer suya de nuevo la idea de la confederación aunque esta ves a su manera, iniciando una invasión de una Bolivia, aún convulsa tras el derrocamiento de Santa Cruz, con el fin de preparar su anexión al Perú. Murió en la batalla de Ingavi, tras ser derrotado por las huestes bolivianas del general Ballivián.

Como dato anecdótico, es durante la vuelta del ejército restaurador en Lima, que un oficial chileno de éste, Manuel Amunátegui funda al decano de la prensa pública peruana, el diario El Comercio, en mayo de 1839.

Conclusiones

Como se vio en un principio Agustín Gamarra no fue ajeno a la idea de Santa Cruz de crear una gran nación andina, pero en su plan esta idea no se podía realizar mediante una Confederación en la que, según su idea, era Bolivia la que llevaba el papel predominante (por ser el presidente de Bolivia, Santa Cruz, el Protector de dicha Confederación). Al contrario, Gamarra, cuzqueño de nacimiento, pensaba que el territorio boliviano pertenecía al Perú por historia y por derecho y debía volver a él mediante su recuperación.

La Confederación fracasó finalmente y tuvo tanta oposición tanto interior como exteriormente porque el proyecto de Santa Cruz implicaba enfrentar la anarquía reinante, la fuerte tendencia a la disgregación, las divisiones y las fragmentaciones políticas que caracterizaban al Perú, Bolivia y a toda América Latina durante esos años. Contra la Confederación estuvieron la clase alta peruana (especialmente la élite de la costa norte que no se identificaba con Bolivia ni con los intereses del Sur), los intereses regionales, los principales caudillos de la época y además por supuesto Chile y Argentina.

Dado que Santa Cruz enarboló los estandartes andinos, que propugnaron la re-unificación del Bajo y el Alto Perú, fue atacado con saña por la alta clase dirigente limeña y costeña en general, alguno de cuyos mas notables intelectuales, refugiados en Chile, le dedicaron sendas palabras:

“¡Que viene, que viene,
el cholo jetón!
Limeñas, la boca se apreste a cantares,
a ricos manjares de cancha y coca.
Que ves salir la momia de su
abuela de una huaca, que
llamando al hijo: Oh tú
¿Porquí la Bolivia dejas?
¿Porquí boscas la Pirú?
¿Piensas bañar la Chorrillos
porque entraste la Qosqo?”

Andrés de Santa Cruz Villavicencio y Calahumana efectivamente era hijo de la Caciqua de Huarina, pueblo a orillas del Titicaca, Basilia Calahumana, perteneciente a la alta alcurnia incaica aymara.

Así terminó aquella triste jornada para el Perú y Bolivia, en la cual peruanos lucharon contra peruanos por la causa de Chile. Cuarenta y cuatro años después, debían pasar por ese mismo campo de batalla de Yungay, camino a Huamachuco, los últimos batallones peruanos resistentes a la ocupación chilena en un supremo gesto para salvar a su patria.

Referencias:
(1) Carta del ministro Diego Portales al almirante Blanco Encalada antes de la primera expedición restauradora chilena.
(2) Manuel Bulnes, “Historia de la Campaña del Perú de 1838”.

Fuentes:
- Manuel Bulnes, “Historia de la Campaña del Perú de 1838”.
- Jorge Basadre Grohmann, “Historia de la República del Perú”, Tomos II y III.
- Jorge Basadre Grohmann, “Iniciación de la República”.
- “¿Por qué se perdió la guerra con Chile?”, Corporación Editora Chirre, Perú, 2005.
- Libro sobre la genealogía de la familia Antúnez de Mayolo, Perú. 1998.
- Diario “La PRENSA”, Lima, agosto de 1927.
- http://es.wikipedia.org/wiki/Confederación_Perú-Boliviana
- http://es.wikipedia.org/wiki/Batalla_de_Yungay
- http://es.wikipedia.org/wiki/Guerra_contra_la_Confederación_Perú-Boliviana


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