INTRODUCCIÓN
Durante más de trescientos cincuenta años, las isla de Mindanao fue el escenario de incansables combates entre las tropas españolas y los musulmanes nativos. Con mayor o menor intensidad, pero siempre a cara de perro, una lucha sin cuartel en la que se citaron, como veremos, algunas de las primeras espadas del ejército español, especialmente durante la segunda mitad del siglo XIX.
Una isla y unas campañas que han caído en el olvido, junto con la mayoría de las conquistas y batallas que tuvieron lugar en las Filipinas. Es el objetivo de este artículo, intentaré poner algo de luz sobre el tema.
Para situarnos, Mindanao es la mayor de las islas meridionales de las Filipinas, siendo el conocido como “sector Mindanao” el grupo septentrional de las islas filipinas (los otros dos son, de norte a sur, Luzón y Bisayas). Está recorrida por las Cordilleras Central y Pacífica, que tienen una orientación norte – sur, una altura media que no sobrepasa los 1000 metros de altitud y cuentan con varios volcanes jóvenes que llegan a 2800 – 2900 metros. El extremo occidental, denominado como península de Zamboanga, es principalmente llano. La palabra Mindanao es una corrupción de los españoles de la palabra local “magindanao” (que significa, “lo que ha sido inundado”), ya que la isla está plagada de ríos y lagos, siendo el mayor el Lanao1.
Mapa de Mindanao y el archipiélago de Sulu. Fuente: Elaboración propia.
Los primeros españoles que llegan a Mindanao, se encuentran unas sociedades más complejas que en las islas más septentrionales de Filipinas. En ellas, desde hace décadas que se ha consolidado el proceso islamizador, organizadas socialmente a partir de la figura del sultán, que gobernaba grandes territorios (islas o, incluso, archipiélagos enteros), con la ayuda de unos señores locales llamados datu, jefes de clanes2. Puede que no sea casual que las islas más profundamente islamizadas, Mindanao y el archipiélago de Sulú (Joló), fueran precisamente las más reactivas a la presencia española en Filipinas.
Según González Parrado3, la población nativa en 1883, siguiendo datos proporcionados por los Jesuitas4, estaba compuesta por 194.314 indios cristianos, bisayas y zamboangueños y 300.000 monteses (moros). Si bien, Canella Secades multiplica la cifra de los habitantes de la isla hasta las novecientas mil o el millón de almas5.
Mindanao fue la primera isla de las Filipinas a la que llegó la expedición de Fernão de Magallães, en 1521, quien bautizó al archipiélago como de San Lázaro, tomando posesión del mismo para la Corona de Castilla. Y formó parte de las Indias Orientales, junto con el resto de posesiones españolas de los archipiélagos colindantes, entre las que destacaban las islas de Luzón, Bisayas, Joló, Tavi-Tavi, Marianas, Carolinas, Guam y un largo listado de hasta siete mil islas más, dependientes del Virreinato de Nueva España, hasta la independencia de México, en 1821.
Como veremos, las continuas campañas del ejército español en las islas meridionales de las Filipinas se debieron a que Mindanao, junto con Joló, eran un nido de piratas y moros rebeldes, que asolaban las costas de las islas septentrionales de Filipinas, especialmente Luzón y Bisayas, que si bien no estuvieron exentas de levantamientos y revueltas, sí que es verdad que sus poblaciones locales solían aceptar la presencia española con más agrado, llegando a crear, en algunos casos, fuertes lazos de unión, compromiso e incluso asimilación con los españoles. Por no mencionar el hecho de que aquéllas eran una amenaza latente para el Galeón de Filipinas6.
Además, se consideraba que Mindanao podía dar riqueza en sí misma, pudiendo ser colonizada por españoles o indias aliados, ya que gozaba de tierras fértiles que hubieran permitido explotar cultivos con los que comerciar. Amén de las almas que convenía cristianizar, un hecho también trascendente dentro de los parámetros colonizadores españoles.
He dividido la presencia española en Mindanao en tres etapas, a saber:
- La época de los descubridores (1542-1644)
- Crisis en todos los frentes (1644-1840)
- Planes para una colonización (1840-1898)
LA ÉPOCA DE LOS DESCUBRIDORES (1542-1644)
En 1542, el virrey de Nueva España, Antonio de Mendoza, envió la que sería la primera expedición de importancia al mando del malagueño Ruy López de Villalobos7. Si bien, fue esta una expedición de exploración más que de asentamiento, en ella se bautizó a las que se conocían en ese momento como islas de Poniente, Filipinas, en honor a Felipe II, príncipe de Asturias por aquel entonces. Al llegar a Mindanao, la expedición se encontró con lo que sería una constante durante los siguientes trescientos cincuenta años: la hostilidad de sus habitantes y la competencia de otras potencias occidentales (primero fueron los portugueses, pero como veremos más adelante vendrán holandeses, británicos y, finalmente, los estadounidenses). Así que Villalobos debe abandonar la isla sin cumplir su objetivo.
La expedición de 1565, encabezada por Miguel López de Legazpi, fue la primera en la que se pretendía asentarse en aquellas islas. Con cierto éxito en algunas de ellas, como Cebú o Luzón, pero con éxito escaso o nulo en otras, como fue el caso de Mindanao. Unos quince años más tarde, otra expedición militar al mando de Estaban Rodríguez de Figueroa, trató de someter a los moros de Mindanao, pero sin éxito, dejándose la vida en el empeño el propio Rodríguez de Figueroa.
Y tras un nuevo fracaso de la expedición de Bravo Acuña en 1602, Juan de Silva pudo asentar el fuerte de Tandag, al norte de la isla, en 1609, que resistirá a diversos ataques y levantamientos de los musulmanes de la región. A la sazón que se incrementa la presencia española en la isla. Presencia que culminará el 23 de junio de 1635 con la construcción de la fortaleza de Zamboanga, siguiendo un plan de los jesuitas, que consiguen imponerse al resto de las órdenes. Zamboanga se convirtió en la capital española de la isla, llegando a albergar, a finales del siglo XIX, a 10.000 habitantes, entre cristianos, indios y moros aliados.
Los españoles empiezan a sentirse fuertes en la zona, así que en 1637, Sebastián Hurtado de Corcuera8 organizó una expedición de conquista compuesta por 800 españoles y unos de 2.000 pampangas y bisayas aliados, en contra de las fuerzas del indómito sultán de Mindanao Kudarat9. Por primera vez, los españoles llegan a pisar las aguas del lago Lanao, que será en epicentro de las continuas rebeliones contra los invasores. El lago Lanao (o Malanao) se halla al sur de Misamis, desaguando al norte por el río Ninantón, que desemboca en la bahía de Illigan, río innavegable por las cascadas y las fuertes corrientes. El Lanao cuenta con 44 km2 y en su interior hay hasta seis islas, siendo Nuza la mayor de ellas, en la que se encuentran 500 viviendas habitadas. Por su parte, Corcuera, además, consigue conquistar el fuerte de Kudarat, que se escapa en el último instante antes de ser apresado. Durante su expedición, Corcuera consigue rendir varios fuertes musulmanes, pero es incapaz de dominar el territorio o de doblegar a un enemigo, siempre esquivo, siempre presto para la lucha. Incansable. Se calcula que haría falta una fuerza permanente de entre 16.000 a 20.000 hombres para mantener a raya todo aquel territorio. Y los españoles están muy lejos de poder siquiera acercarse a esa cifra. La expedición de Corcuera será el canto del cisne de la dominación española en Mindanao. Al menos durante los siguientes doscientos años.
Sebastián Hurtado de Corcuera. Fuente: Wikipedia
Con Kudarat se firma un tratado de paz, que se va a mantener algunos años, aunque no sin sobresaltos. Sobre todo, desde la aparición de los holandeses, quienes deseosos de expulsar a los españoles de las Indias Orientales, se aliarán con los musulmanes de algunas de las principales islas para luchar conjuntamente, cuando no atacar ellos directamente a los españoles.
Pero por aquel entonces, los españoles ya se encontraban a la defensiva, con cada vez recursos más escasos y Manila convertida en una capital donde conspirar más que gobernar; donde defenestrar al enemigo, más que para buscar aliados. Con estos ingredientes, no tardaría en servirse una crisis mayúscula.
CRISIS EN TODOS LOS FRENTES (1644 – 1840)
Y ésta no tardó en llegar. La Guerra de los Treinta Años (1618-1648), ha tenido como consecuencia la pérdida de gran parte de las posesiones españolas en el continente europeo, de agotar unas arcas, ya de por sí paupérrimas; además de elevar a sus rivales a la categoría de nuevas y amenazantes potencias político-militares. Si en Europa es Francia su gran rival; en las Indias Orientales lo va a ser Holanda. Así, si Felipe IV apenas podía defender sus posesiones en Europa, la situación de las de Ultramar no era en absoluto mejor.
Corcuera es sustituido por Diego Fajardo Chacón10 en 1644, que pronto hubo de enfrentarse a gravísimos problemas. En primero de ellos, la devastación de Manila en 1645 a causa de un terrible terremoto. Aprovechando el clima de caos, al año siguiente, los holandeses atacaron Manila y otras posesiones españolas de las Indias Orientales, entre ellas Zamboanga, en la mayor parte de los casos con escaso o nulo éxito. Los holandeses incluso llegaron a firmar un acuerdo con los habitantes de Mindanao, prometiéndoles apoyo militar en caso de que se levantaran contra los españoles. El levantamiento moro se produjo, pero la ayuda holandesa no llegó. Quien sí llegó fue el militar toledano Francisco de Atienza y Báñez, que consiguió sofocar la revuelta y firmar un nuevo tratado de paz con el incombustible Kudarat.
En 1653, Felipe IV nombra gobernador de Filipinas a Sabiniano Manrique de Lara11, cuyo gobierno no se caracterizó por la ausencia de problemas, si no por todo lo contrario. No solo hubo de combatir revueltas en Luzón, sino que hubo de hacer frente a la amenaza que suponía la flota del militar (según las fuentes, pirata) chino Koxinga12, quien contaba con una numerosísima flota y acababa de arrebatar a los holandeses la isla de Formosa. Dado que no tiene suficientes tropas para defender todos los frentes, en 1663 ordena abandonar el último fuerte que le quedaba en Mindanao, Zamboanga. Si bien por aquel entonces hacía unos meses que Koxinga había muerto, su flota no había dejado de ser una terrible amenaza.
En 1661, nombra Gobernador de Filipinas Diego de Salcedo13, aunque por diversas vicisitudes no puede llegar a Manila hasta 1663. Llegó acompañado de once frailes Agustinos Recoletos, entre los que estaba fray José de Paternina Samaniego, a la sazón comisionado del Oficio de la Santa Inquisición en las Indias Orientales, y que se dedicó a conspirar para derrocar a Salcedo, prácticamente desde el primer momento.
En un clima de extrema tensión, Paternina logra llevar a cabo su golpe de Estado y ordena deponer y detener a Salcedo, que será sustituido por Juan Manuel de la Peña Bonifaz, que de paso aprovechará para quedarse con su fortuna. A Salcedo lo embarcan hacia el Virreinato de Nueva España para ser juzgado por la Santa Inquisición, aunque, debido a su mala salud, fallece durante el viaje de regreso. El gobierno de Peña Bonifaz es interino, ya que Felipe IV ya había designado con anterioridad al sustituto de Salcedo, Manuel de León, que al llegar a Manila y averiguar lo sucedido, ordena detener a Peña Bonifaz y a sus secuaces. Solo se libra Paternina ya que su posición como comisionado de la Santa Inquisición le otorga inmunidad penal. Peña Bonifaz consigue esconderse en un convento de los Agustinos, quienes se niegan librarlo al nuevo Gobernador General. Igualmente se celebra un juicio, que condena a Peña Bonifaz in absentia, quien fallecerá poco después en el mismo monasterio a causa de una enfermedad.
Así pues, siguieron las convulsiones políticas en Filipinas, lo que dificultó enormemente mantener las escasas posesiones que en aquel momento se seguían controlando.
El siglo XVIII trae la llegada de los Borbones, cuyo proyecto colonial consistió esencialmente en una especie de reconquista de las colonias: en el establecimiento de lo que Josep Fontana llama un “segundo imperio” que se iría construyendo con las “reformas borbónicas” cuyo objetivo principal era drenar un mayor excedente económico de las colonias a la metrópoli14.
El primer Gobernador General nombrado por Felipe V, Fernando Manuel de Bustillo Bustamante y Rueda fue el encargado de intentar la revitalización de la presencia española en Mindanao aunque se limitó a la ocupación de fuerte de Zamboanga y de pequeñas posiciones fortificadas en las regiones costeras. Cabe decir que fue el suyo un mandato tan corto como inestable, ya que su gobierno duró entre 1717 y 1719, lo que probablemente no permitió una acción más decidida en Mindanao. Una vez más, nos encontramos con la Iglesia como contrapoder a las autoridades civiles. El conflicto derivó en la entrada a la fuerza de los soldados del Gobernador en la catedral de Manila, para detener a unos criminales que se escondían en ella con el beneplácito del Arzobispo de Manila, Francisco de la Cuesta. Al conocerse la noticia, los partidarios del Arzobispo provocaron una revuelta ciudadana, que culminó con el asalto del palacio del Gobernador y los posteriores linchamientos de Bustamente y su hijo por la turba.
“Asesinato del Gobernador Bustamante”, de Félix Hidalgo
Acto seguido, Francisco de la Cuesta se autoproclamó Gobernador General de Filipinas, cargo que mantuvo durante dos años, cuando es destituido por Felipe V y es enviado a la Diócesis de Michoacán, como Obispo, donde morirá en 1724.
Será su sucesor en el cargo, Toribio José Cosio y Campo, quien firmará un Tratado de Paz con los moros de Mindanao, lo que no evitará que poco a poco vaya menguando la presencia española en la isla, perdiendo en las siguientes décadas fuertes que ocupaban plazas estratégicas en Tandag y Tamontaca. Una muy pobre situación que se irá alargando hasta mediados del siglo XIX.
NOTAS
1 Rodao, 2001, p. 1
2 Rodao, ídem, p. 1
3 González Parrado, 1893, p. 10.
4 Los Jesuitas, junto con los Agustinos Recoletos, son los que se disputan el monopolio de la salvación de las almas de Mindanao, llegando a mantener relaciones tensas, según nos cuenta Nieto Aguilar. Si bien, en Filipinas no faltan nutridas representaciones de otras congregaciones religiosas, tales como los franciscanos, los dominicos, etc.
5 Canella Secades, 1895, p. 40.
6 Entre 1565 y 1815, Manila fue el centro de una red comercial que traía productos de China, Japón, islas del Pacífico y hasta de la India. La carga típica eran especias, sedas, terciopelo, joyas, porcelana china, entre otros productos. A cambio, los chinos pedían plata, que era la base de su actividad comercial. Una buena parte de los productos que llegaban a Acapulco, eran llevados a lomo de mula a México, y de ahí a Verzacruz para ser llevados a España. Pero el viaje no estaba exento de peligros. En primer lugar y por encima de todos, los tifones asiáticos y las tormentas del Pacífico Norte. En menor grado los piratas y corsarios. De hecho, en los 250 años de viajes, los ingleses tan solo apresaron cuatro buques españoles. Esta red comercial, muy rentable para las arcas españolas, fue el verdadero motivo por el que se mantuvo con tanto interés la presencia española en aquel archipiélago, a costa de tanta sangre y sufrimiento.
7 Ruy López de Villalobos (Málaga, 1500 – Amboina, 1544). Su expedición acabó siendo un completo desastre. Tras abandonar las Filipinas, sus barcos sufrieron tempestades y su tripulación varias enfermedades, por lo que hubieron de detenerse en las Molucas, donde mantuvieron enfrentamientos armados contra los portugueses, acabando Villalobos apresado en uno de ellos. Murió en una cárcel lusa en la isla de Amboina a causa de las fiebres tropicales.
8 Sebastián Hurtado de Corcuera ( - 1660). Gobernador General de Filipinas entre 1635 y 1644. Militar con un historial impecable, al parecer había participado de forma destacada en el sitio de Breda. A su llegada a Manila, pronto se cosechó la enemistad gente poderosa, especialmente del arzobispo de Manila, Hernando Guerrero. Se llegó a instalar un clima de intrigas políticas de tal magnitud que Fajardo Chacón, su sucesor en el cargo, lo llegó a encarcelar durante cinco años, merced a un juicio de residencia (al que se sometían los Gobernadores tras abandonar su cargo, pero nunca solía terminar de otra manera que de una multa simbólica). En 1651, fue liberado por orden del Rey. Corcuera se retiró a las islas Canarias, donde moriría en 1660.
9 Muhammad Dipatuan Kudarat (1581–1671), también conocido como Cachit Corralat, Qudarat o Corallat. Fue el arquetipo del Sultán rebelde por excelencia. Su cuartel general estaba en la correosa región del lago Lanao. De nada servía que las tropas españolas conquistaran sus fuertes. Si los sultanes rebeldes conseguían huir: o bien mantenían su lucha a través de la guerra de guerrillas o bien firmaban una paz que tardaba en violar lo que duraban las tropas españolas en el lago Lanao. Y Kudarat siempre mostró ser un genio a la hora de huir y luchar sion descanso. No en vano, era descendiente directo de Shariff Kabungsuwan, el misionero musulmán que trajo el islam a las Filipinas. Así que la suya era una lucha en la que estaba implicada no solo el poder politico de su territorio. Cabe decir que sus descendientes aún dominan la vida política de Mindanao.
10 Fajardo Chacón era miembro de la miembro de la familia de los marqueses de Vélez y, de hecho su tío, Alonso Fajardo de Entenza ya había desempeñado el cargo de Gobernador de Filipinas entre 1618 y 1628. Llegó a las Filipinas después de ser gobernador en Perpiñán y las Islas Terceras (Azores) y tener fama de ser un excelente oficial. Sin embargo, al parecer no se adaptó a su nuevo destino y delegó cada vez más funciones en su secretario Manuel Eustacio de Venegas, a la sazón un rico potentado con años de experiencia en Filipinas. Cada vez acumuló más poder, llegando a abusar de él de tal modo que Fajardo Chacón recibió numerosas quejas del jefe de los Agustinianos Recoletos, fray Jerónimo de Medrano.
11 Los Manrique de Lara eran una de las familias de más rancio abolengo entre la alta aristocracia española. Fuertemente unidos a la corona hispana desde la guerra civil que enfrentó a los Reyes Católicos contra Juana la Beltraneja.
12 Koxinga (1624-1662) fue un líder militar chino que dominó el Mar de China a mediados del siglo XVII. A su prematura muerte en Formosa, debido a la malaria, siendo sustituido por su hijo. Como es habitual, las fuentes españolas lo señalan con diferentes nombres, como Kue-Sing o, como lo llama González Parrado.
13 Diego de Salcedo ( - 1669).
14 Fontana, 2005, p. 21
BIBLIOGRAFÍA
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FONTANA, Joseph: La Quiebra de la Monarquía Absoluto (1814-1820). Biblioteca Historia de España. Edita RBA. Barcelona, 2005.
GONZÁLEZ PARRADO, Julián: Memoria Acerca de Mindanao. Edita Ramírez y Cia. Manila, 1893.
NIETO AGUILAR, JOSÉ: Mindanao: Su Historia y Geografía. Edita la Imprenta del Cuerpo Administrativo del Ejército. Madrid, 1894.
ORTEGA RUBIO, Juan: Historia de la Regencia de María Cristina Habsbourg-Lorena. Editado por Felipe González Rojas. Madrid, 1905.
PIRIS, Alberto: Guerrilleros y Juramentados.
RODAO, Florentino: Los Bangsa Moros de Mindanao (2001). En: http://www.florentinorodao.com/articulo ... y_adaptación durante
TOGORES SÁNCHES, Luis E.: La Revuelta Tagala de 1896/97, Primo de Rivera y los acuerdos de Biac-na-Bató.
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